Izquierda no es Woke
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«Se llama libre a aquella cosa que existe en virtud de la sola necesidad de su naturaleza y es determinada por sí sola a obrar; y necesaria, o mejor compelida, a la que es determinada por otra cosa a existir, y operar, de cierta y determinada manera. La voluntad no puede llamarse causa libre, sino sólo causa necesaria».
“La felicidad no es la recompensa de la virtud, sino la virtud misma, esto es, la fuerza alegre con que dominamos nuestras emociones pasivas”.
Spinoza (Ética)
«WOKE», la “Nueva Izquierda” al servicio del Capitalismo Global y de los «Milmillonarios», Propietarios de los Medios de Producción del Siglo 21 (las «TIC’s», «Tecnologías de la Información y las Comunicaciones»)
«IZQUIERDA NO ES WOKE»: FALTA ALGO
DEL A PRIORI A LA EXPERIENCIA
Del meritorio ensayo de Susan Neiman está, sin embargo, ausente toda referencia a la PROPIEDAD DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN DEL SIGLO XXI, las llamadas «Tecnologías de la Información y las Comunicaciones» (TICs), así como a las relaciones entre el OLIGOPOLIO formado por sus milmillonarios dueños y los POLÍTICOS que asumieron la «moda» Woke («Disidencia Controlada»). Que primero colonizó la que una vez fue la «Izquierda«, para ahora, recalar donde resulta más propio, en la Derecha de siempre.
Nuestro tiempo ya no nos pertenece. Es una Mercancía.
En el seno de los Mercados sujetos a la «Nueva Soberanía» (NWO), las «Nuevas Mercancías» están hechas de carne humana. Un «Nuevo Mercado» que cambia la «Mano Invisible» por la «Onda Transparente«.
«Los Momentos de Lucidez son tan reales como los Momentos de Estupidez«
Para la Izquierda real, «el infierno son los nuestros»
A la presentación de «Izquierda no es woke», el libro de reciente aparición de Susan Neiman, solo quiero hacer una precisión, no una crítica a un ensayo que me parece, más que acertado, necesario.
El Capital del Siglo XXI se llama «tiempo«, tiempo para ofrecerse uno mismo -como mercancía- al dios Mercado.
No hay ya actividad de la vida que no esté relacionada con la informática y las comunicaciones, mucho más allá de lo evidente en casos como el omnipresente “Comercio Electrónico”, interesa detenerse en una de las caras de este poliedro, la más visible del NUEVO OLIGOPOLIO Global: El caso de quienes utilizan las TIC’s como Medio de Vida, en su infinidad de variantes.
El Capitalista del Siglo XXI, el milmillonario, la clase social más rica de la historia, es quien distribuye -en su interés y beneficio- el tiempo de todos (tiempo para ofrecerse y ser visible al Mercado)
El Capitalista del Siglo XXI, el milmillonario, la clase social más rica de la historia, es quien distribuye -en su interés y beneficio- el tiempo de todos (tiempo para ofrecerse y ser visible al Mercado).
Los Capitalistas del Siglo XXI, dueños de las TICs (los propietarios del OLIGOPOLIO de las «Tecnologías de la Información y las Comunicaciones», los verdaderos dueños de las Mercancías -humanas- ofertadas en sus redes; de las personas atrapadas en sus Telarañas), establecen las Leyes del Mundo. Hasta ahora, de Hecho; pronto las establecerán de Derecho.
Tu tiempo ya no te pertenece. Es una Mercancía. En los «Nuevos Mercados» de los milmillonarios, la Mercancía eres tú, que no eres más que el imperceptible instante de una vida en la inmensidad de su tiempo.
Los «Mercados» del Siglo XXI no serán más los de Jean Baptiste Say. En los «Nuevos Mercados», las Leyes las imponen los Milmillonarios, los Capitalistas del Tercer Milenio, que aspiran a sustituir a los Estados, poniendo el Mundo bajo su Soberanía.
Son las sombras ocultas bajo la «idea» de Carl Schmitt: «Si hay una persona o institución, en un sistema político determinado, capaz de provocar una suspensión total de la ley y luego utilizar fuerza extra-legal para normalizar la situación, entonces esa persona o institución es la soberana en ese cuerpo político».
Schmitt bien podría haberse inspirado en el Marqués de Sade, para quien «la ley solo existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero».
En el seno de los Mercados sujetos a la «Nueva Soberanía» (NWO), las «Nuevas Mercancías» están hechas de carne humana. Un «Nuevo Mercado» que cambia la «Mano Invisible» por la «Onda Transparente«.
Asume la autora, siquiera tácitamente, ser Socialista. Y, sin embargo, en ningún momento se detiene en los MEDIOS DE PRODUCCIÓN DEL SIGLO XXI (TICs), ni mucho menos en sus dueños o en sus siervos.
Por tanto, está ausente toda referencia a la «Dialéctica» entre los Propietarios -privados- de los Medios de Producción del Siglo XXI y los Partidos Políticos que asumieron la «moda» Woke. Que primero colonizó la «Izquierda«, para ahora, caminar hacia donde resulta más propio; en la «Derecha Servil» de siempre.
Todo cambia muy rápidamente, pero solo para que nunca podamos saber dónde estamos, y todo siga igual. «Cambiarlo todo para que todo siga igual», como advirtió Giuseppe Tomasi di Lampedusa, llevado al cine por LuchinoVisconti («El Gatopardo«).
Los Políticos corruptos de todos los tristes partidos políticos, han sido quienes, con el apoyo del amo milmillonario, han desactivado («Movimiento Woke» mediante) todas las opciones políticas, e incluso sociales, de la Izquierda real, cancelada y sustituida masivamente por la DISIDENCIA CONTROLADA.
Caminamos con paso firme hacia el Totalitarismo del ansiado Reich de los mil años, que será tecnológico e inhumano.
La Política como el territorio de la Disidencia Controlada… por los Dueños de los Medios de Producción
Los Derechos Humanos (por definición, Universales) fueron lo primero que se sacrificó en el altar del Dios Mercado, el becerro de oro posmoderno.
La autodenominada «Izquierda Woke«, fue el agente que destruyó la mejor herramienta que la sociedad ha podido crear para defenderse de los poderosos, haciendo desaparecer la posibilidad misma de la Emancipación del Poder del Capital (y de sus «agentes» Woke). Con la destrucción de los Derechos Humanos, se han lanzado a destruir la Libertad; hasta la misma esperanza de alcanzarla.
Porque, sin la promoción y el apoyo -especialmente con la cancelaciónde sus críticos– que les proporcionarán las Redes Sociales, es decir, sus dueños; los Milmillonarios Capitalistas del Siglo XXI, nunca habrían logrado destruir el Socialismo, condenando a todos sus vasallos a la manipulación emocional, política, social, y de todo orden, que exige el hambre infinita del Capitalista: EL DOMINIO DEL OTRO, HASTA DOMINARLO TODO.
El «Ciudadano Woke»: Estúpido y Totalitario
«Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez»
El «Ciudadano Woke«, cumple las especificaciones del ESTÚPIDO, que elige lo peor (para todos y para él mismo), así como también las del TOTALITARIO, que niega los Derechos Humanos (los de todos, y también los suyos).
La Estupidez, generalizada en un entorno socio-político generador de ansiedad, es inducida. Y su expansión es obra de los Medios de Información
La Estupidez, generalizada en un entorno socio-político generador de ansiedad, es inducida. Y su expansión es obra de los Medios de Información, que no solo desinforman en base a la «Veracidad«, que a diferencia de la «verdad«, se puede crear como apariencia, y esa falsa apariencia, se trata como el único objeto de la Libertad de Información: La Mentira interesada con apariencia veraz.
Así, por ejemplo, hemos visto estos días como es ya habitual formular acciones judiciales fraudulentas y mendaces, por las que el Juez está obligado a incoar Diligencias Penales e investigar la denuncia, de cuya falsedad nada consta en ese momento. Ese acto obligado para el Juez, es utilizado para vestir lo «Falso» de «Veraz«, y luego convertirlo de «Veraz» a «Verdad«.
En un círculo vicioso, cada falsedad que alcanza la categoría de «Veraz» gracias a la ansiedad social que genera la Desinformación al grupo social, a su vez, produce más ansiedad. La mentira «veraz» se confundirá con la realidad por medio de la producción mediática de ansiedad Social.
La mentira «veraz» se confundirá con la realidad por medio de la producción mediática de ansiedad Social.
En palabras de Carlo Cipolla,
«la gran mayoría de personas estúpidas son fundamentalmente y firmemente estúpidas; en otras palabras, insisten con perseverancia en causar daños o pérdidas a otras personas sin obtener ninguna ganancia para sí, sea esto positivo o negativo. Pero aún hay más. Existen personas que, con sus inverosímiles acciones, no sólo causan daños a otras personas, sino también a sí mismas. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos«.
Porque hay «Momentos de Lucidez«, hay «Momentos de Estupidez«. Lucidez que construye, frente a Estupidez que solo destruye.
Y, como ya no es cuestionable, la Desinformación genera Estupidez Social Masiva. Las consecuencias están hoy a nuestro alrededor, a plena vista.
Necesitamos recuperar la tranquilidad para superar la ansiedad social: Es urgente recuperar el Derecho a la Libertad de Información, despojando de sus vicios, tanto a los informantes, como a los informandos.
Como siempre, también despertaremos de la pesadilla de la Estupidez (inducida por las TICs). Pero, esta vez, cuando despertemos, la pesadilla seguirá aquí.
Como siempre, también despertaremos de la pesadilla de la Estupidez (inducida por las TICs). Pero, esta vez, cuando despertemos, la pesadilla seguirá aquí.
La Ingeniería Política del NWO (o el asesinato de la Democracia)
“A través de una propaganda constante y astuta se puede hacer que la gente vea el paraíso como si fuera el infierno y viceversa, que considere la forma de vida más miserable como el propio cielo.”Adolf Hitler, “Mi lucha”.El mal uso de la Democracia ha producido una ciudadanía que desconoce sus derechos y rechaza sus obligaciones (y que pese a ello cree vivir en un Estado de Derecho), ha producido una sociedad de Siervos, que compiten entre ellos furiosamente, para conseguir las migajas sobrantes de los poderosos.
Que se justifica afirmando una naturaleza «Democrática«, sin comprender que así, se está definiendo a sí misma como una Sociedad sometida a unas cadenas que ama, como parte de su ser, vislumbrándose el final del camino, de un camino que conduce a una Sociedad apreciablemente compuesta por soberbios, abyectos y serviles.
Esa «Sociedad de siervos democráticos» se ufana de ser una sociedad «Civilizada«. Por ello, la experiencia no es un valor positivo en un mundo en el que se va despojando a la sociedad y al individuo de su potencia, produciendo sociedades atomizadas y débiles, desinformadas y con ansiedad, que provoca episódicos estallidos de ira, síntoma de ningún valor; sociedades en las que los muchos carecen de medios para liberarse de la opresión a la que les someten los muy pocos.
Una sociedad cuya Política es indigna de su nombre. Construida como «Trotskista» (meramente táctica, sin ideología, consistente en el hecho en sí de la conquista del poder) alejada tanto del «Liberalismo» como del «Socialismo« (lo que sería una Política Estratégica, que aspira a construir un modelo concreto de sociedad).
Así, una mayoría de las personas que pretenden ejercer su voto para oponerse a la Globalización del NWO (la de los milmillonarios, dueños de las TIC’s, los Nuevos Medios de Producción), provienen de la Izquierda clásica, la Izquierda «Universalista«, por lo que hoy son huérfanos políticos. Su única opción de voto, en la España actual, sería la de votar a un partido político nacionalista y cristiano (católico o protestante).
Porque la llamada «Izquierda Woke» (la Izquierda mediática), no solo está a favor de la Globalización del NWO, de los milmillonarios dueños de los Nuevos Medios de Producción, sino que nacieron, crecieron y se enriquecieron gracias a ellos.
Esta es sólo una muestra del jeroglífico indescifrable en que se ha convertido esta «Democracia«, donde convencer al votante, significa engañarlo. De continuar esta deriva, ni como sociedad, ni como individuos, llegaremos muy lejos del colapso y la servidumbre forzosa (siendo optimista).
La «novísima Izquierda» que los Globalistas del NWO preparan en España, es Liberal y Católica. Los pasos dados en este sentido, son ya evidentes, o al menos, están a la vista. Pero no son objeto de la Información de los Medios informativos, cuya misión es hoy desinformar, acogiéndose, no a la verdad, sino a la «veracidad«, que a menudo esconde un fraude que protege la Calumnia (y al calumniador). La Verdad existe; la Veracidad se fabrica.
Todo ello pone en duda si, actualmente, todavía existe una Izquierda que lucha contra el Poderoso, que lucha por los Derechos del débil. Realmente parece extinta.
Somos las víctimas de la GUERRA HÍBRIDA. La Guerra del Siglo XXI, de Estados contra Ciudadanos. Puro Totalitarismo.
Chus
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LAS CIGARRAS A CARGO DEL HORMIGUERO
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GUERRAS HÍBRIDAS (VII). EL OLEODUCTO DE LA OTAN A TIKTOK
Hemos abordado ya, gracias a las investigaciones documentadas de Alan Macleod y MintPress News. la infiltración de los Servicios de Inteligencia y espionaje Occidentales, más intensa en cuanto a los países anglosajones, relativa a las Redes Sociales de mayor implantación a nivel mundial, Facebook y Twitter, además de Google y los llamados «Verificadores de Hechos«, que en realidad son instrumentos -políticos- para el establecimiento de la CENSURA global en una «Zona Gris» que, cabalgando a lomos de la Desinformación cuya peligrosidad nos fue seriamente advertida, ya hace años, por el profesor Chossudovsky), hoy ya aspira a abarcar el Mundo.«Zona Gris«, generada por la «Guerra Híbrida« en la que, sin ser plenamente conscientes de ello (pese a que representa el fin del Estado de Derecho, de la Democracia y, desde luego, de los cualesquiera Derechos Sociales, que dejarán de ser Derechos, y pasarán -volverán- al ámbito de la Caridad), hace tiempo que estamos inmersos.Finalizaremos esa serie de artículos con esta entrada, dedicada a la Red Social TIKTOK , infiltrada al mismo nivel -y por los mismos Servicios Secretos Occidentales- que las anteriormente analizadas.No debemos pensar solo en los Estados del llamado Occidente. El fenómeno es verdaderamente global. Todos los Estados se ven obligados a crear -y usar- sus propias Armas Híbridas; de otra manera, quedarían desprotegidos ante la amenaza híbrida, esta nueva y perversa forma de Guerra. Que parece ocurrir entre Estados, pero que, en realidad, se libra siempre contra los ciudadanos (no suele llegar a afectar gravemente a los ejércitos convencionales, caso en el que la escalada no sería ya Guerra Híbrida, sino Guerra Convencional; incluso Guerra Atómica).
SUSAN NEIMAN: «IZQUIERDA NO ES WOKE»
La filósofa reivindica el legado de la Ilustración y el universalismo frente al tribalismo de las ideologías identitarias.
Avance
El llamado movimiento woke ha conseguido imponerse en Occidente hasta el punto de que ya no requiere de mayores aclaraciones. Normalmente aparece asociada a la izquierda, con la que comparte preocupaciones básicas, pero la autora de este libro, ella misma asociada a la izquierda según confesa, sostiene con rotundidad que, por encima de cualquier presupuesto común, la izquierda no es Woke, y confundir los términos solo lleva a un inmerecido descrédito de la misma. No son asuntos menores, sino esenciales, los que diferencian a un movimiento y otro. Frente al universalismo que caracteriza a la izquierda desde sus orígenes, los Woke han apostatado por el tribalismo de las políticas identitarias. La aceptación o no del legado de la Ilustración es otra diferencia; y frente al pesimismo de raíz foucaultiana de los Woke, que les hace ver maniobras encubiertas del poder detrás de cualquier forma de progreso, la izquierda debe enarbolar su confianza en las posibilidades de cambiar la realidad; algo manifiesto en los avances logrados por las mujeres o en la lucha contra el racismo.
Susan Neiman critica con dureza, por ejemplo, el empeño Woke por enfatizar el victimismo, reduciendo a ciertos grupos y personas a la paralizante condición de víctimas. Porque igual que no se puede juzgar a nadie por lo peor que ha hecho en su vida, tampoco se debe identificar a nadie con lo peor que le ha ocurrido. E igual que enfatizan el victimismo, enfatizan los elementos privilegiados de la identidad -esencialmente la raza y el sexo- que no son tan determinantes como ellos pretenden. «La política identitaria nos hace mirar hacia atrás, anclándonos en el pasado», afirma Neiman. Por otro lado, la Ilustración no fue el movimiento eurocéntrico de hombres blancos que dicen los Woke. Al contrario, fueron los ilustrados como Montesquieu los primeros en combatir el eurocentrismo. Los ilustrados asentaron las bases teóricas del universalismo, y la razón por la que reivindicaron sigue siendo una herramienta imprescindible.
El movimiento Woke acierta cuando señala los machos, pero no suele ir más allá. Por supuesto que hay muchas injusticias que desenmascarar, dice Neiman, pero sin la esperanza de poner otra cosa en su lugar, el desenmascaramiento se convierte en un ejercicio vacío de exhibición de ingenio. Además de que no basta con enfrentarse al pasado para abordar el racismo, el colonialismo o la esclavitud. Tan importante como honrar a las víctimas es exaltar a los héroes; por ejemplo, a los blancos sureños que en su día combatieron la esclavitud o se opusieron a los linchamientos. Los héroes nos recuerdan que los ideales que valoramos ya fueron puestos en práctica por personas valientes y las guerras de la historia tratan de valores y de quiénes queremos ser.
En definitiva, por su abandono de principios esenciales de la izquierda, el concepto de izquierda Woke le parece a la autora incoherente en sí mismo.
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¿Es el movimiento Woke el nuevo ropaje de la izquierda de siempre, su forma de adaptarse a los tiempos tras la caída del bloque soviético y el fracaso de otras estrategias? Esta idea, sostenida en distintos ámbitos, es rebatida por la filósofa Susan Neiman, que se considera a sí misma de izquierdas (“no tengo ningún problema en que me califiquen de izquierdista o socialista”). Sí admite que el movimiento Woke pudo tener su punto de partida en la conmoción que se produjo hacia 1990-91 con la caída del Muro de Berlín y la consiguiente desaparición del bloque soviético. Pero niega rotundamente, desde la portada explícita de su libro, que izquierda y movimiento despertaron sean lo mismo. A poner de manifiesto sus diferencias dedica este trabajo, en el que rastrea en las raíces filosóficas de una y otro. Entre esas diferencias, tiene una importancia especial el concepto de universalismo, básico en la izquierda y ausente entre los Woke. Mientras que ser de izquierdas implica insistir en que las aspiraciones contenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos no son utópicas, los conflictos identitarios que suelen ser el caballo de batalla de la cultura Woke (en otras palabras, el tribalismo) se alimentan de la desilusión respecto a las ideas mismas de la justicia social y de una economía justa, como ha señalado Thomas Piketty.
Desde la introducción del libro, la autora sostiene la necesidad de que la izquierda denuncie los excesos de ese movimiento y marca distancias: «Yo no estoy dispuesta a ceder la palabra izquierda, o a aceptar el planteamiento dicotómico de que los que no son Woke tienen que ser reaccionarios». «Mi propósito es analizar cuántos de los que actualmente se autoidentifican como de izquierdas han abandonado ideas fundamentales que cualquier persona de izquierdas debería defender». «Las diferencias que me separan de los que son woke no son menores… entran en el corazón mismo de lo que significa estar a la izquierda».
Admite, sin embargo, algún punto de contacto y, como la mayoría de los analistas, las intenciones buenas que animan a lo woke, «que nació de emociones tradicionalmente de izquierdas: la empatía con los marginados, la indignación ante la difícil situación de los oprimidos, la determinación de que los errores históricos deben ser corregidos». El problema es que lo que comienza con la preocupación por las personas marginadas, termina reduciendo a cada una de ellas al prisma de su marginación; se centra en aquellas partes de esas identidades que están más marginadas y en multiplicarlas, dando lugar a un panorama traumático. Además de que sus pretensiones pueden llegar a ser no solo ridículas, sino aterradoras. La autora pone un título de ejemplo el caso de la poeta negra que (según una bloguera holandesa) solo puede ser traducida por una mujer negra. Posturas a las que se pliegan -y esto es quizás lo más preocupante- editores y autoridades académicas.
victimismo
También es interesante la cuestión del victimismo por las derivaciones a que da lugar. De entrada, «es señal de progreso moral que las historias de las víctimas ya no se desestimen, como durante tanto tiempo ocurrió» El problema es que «lo que hasta hace poco era un estigma se ha convertido en una manera de conseguir estatus». Por otro lado, el sufrimiento no nos hace mejores ni más sabios. «No nos hicimos más sabios en Auschwitz», como escribió Jean Améry, que sufrió la experiencia. «La opresión no es una escuela preparatoria», ha dicho otro autor; «no es algo que me dé especial derecho a hablar, evaluar o decidir por un grupo». Otorgar valor al trauma conduce a una política de expresión personal y no de cambio social. Y, en fin, igual que cualquier persona es algo más que lo peor que ha hecho en su vida (y no se la puede definir por eso), tampoco somos lo peor que nos ha pasado y nadie debería querer ser definido por la peor cosa. que le haya pasado. Esto vale también para las naciones. Así como la larga colonización musulmana de la Península Ibérica es considerada un capítulo de las historias de España y Portugal, la más breve colonización europea de África debería ser considerada por esos países un capítulo de su historia y no el centro de la misma . En resumen, preocuparse por las víctimas es una virtud, pero ser víctima no lo es, y «esencializar el victimismo no es un camino que la izquierda debe seguir».
Identitarismo versus universalismo
La política identitaria, opuesta al universalismo y uno de los postulados del movimiento Woke, es otro blanco de las críticas de la autora. Por un lado, la idea de universalismo se definió en su día a la izquierda, cuyo lema era la solidaridad internacional. Por otro, la política identitaria se centra, entre los múltiples componentes de la identidad, principalmente en dos: la identidad étnica y la de género. Pero esos dos elementos son menos determinantes de lo que se cree. Es obvio que no es lo mismo ser negro en Nueva York que en Ruanda, como no es lo mismo ser mujer en Irán que en España. Primar lo identitario ha llevado a políticas de discriminación positiva discutibles, pese a contar con un fondo de razón. «Diversificar estructuras de poder sin preguntarse para qué se usa el poder puede conducir a sistemas de opresión más fuertes», dice Neiman, que aporta otro caso en que coincide lo aterrador y lo ridículo: una encuesta en la que se preguntaba si los interrogatorios extraterritoriales -para entendernos, las torturas practicadas en lugares como Guantánamo tras el 11-S– deben ser más diversas en cuanto al género y la raza, ya la que la mayoría respondía en serio que sí, sin plantearse nada más.
«La política identitaria nos hace mirar hacia atrás, anclándonos en el pasado», sostiene la autora, que añade esta cita de un colega: «Incluso cuando toma un cariz radical, la política identitaria es una política de grupos de interés. Su objetivo es cambiar la distribución de beneficios, no las reglas bajo las cuales tiene lugar esa distribución». Asunto que recuerda a aquella vieja crítica que, en la España de los 80, algunos de sus componentes (Savater y otros) dirigieron a un movimiento de PNNs que perdió el interés por cambiar el sistema una vez que llegaron los suyos a los tribunales de oposición.
Volviendo al universalismo, «si las reclamaciones de las minorías no son consideradas derechos humanos, sino como derechos de grupos particulares, ¿qué impide a una mayoría insistir en los suyos?». Neiman recuerda que Hannah Arendt sostenía que Adolf Eichmann debería haber sido juzgado por crímenes contra la humanidad, no por crímenes contra el pueblo judío.
Defensa de la Ilustración
El universalismo es uno de los legados de una Ilustración que hoy algunos sectores (woke y adláteres) desdeñan como movimiento europeo y eurocéntrico de hombres blancos. La autora, por supuesto, echa su cuarto a espadas en defensa de los ilustrados. «Los pensadores de la Ilustración fueron quienes inventaron la crítica del eurocentrismo y los primeros en atacar el colonialismo basándose en ideas universalistas». La acusación de eurocentrismo dirigida a la ilustración es tanto más desconcertante por cuanto la tradición de ver el mundo desde una perspectiva no europea, que hoy reivindican los teóricos poscoloniales, se remonta a Montesquieu y sus Cartas persas . «La Ilustración marcó un hito a la hora de rechazar el eurocentrismo e instar a los europeos a examinarse a sí mismos desde la perspectiva del resto del mundo». «El universalismo no es una fraudulenta imposición europea», añade.
Los mejores pensadores de la Ilustración denunciaron también el robo de tierras que conformó los imperios europeos, igual que fueron rotundos en la condena de la esclavitud (el imperativo categórico de Kant establece que las personas nunca pueden ser tratadas como medios). Por encima de que dejaran comentarios racistas dispersos o que muy pocos llegaran a cuestionar el sexismo, los ilustrados «asentaron las bases teóricas del universalismo». Aunque la mayoría de ellos negaran la razón a las mujeres, esa razón que reivindicaron es una herramienta sin la que no podemos vivir. Hemos heredado las ideas de la Ilustración y las hemos asimilado hasta tal punto que somos incapaces de ver lo radicales que fueron en su momento y lo sumamente necesarios que siguen siendo.
Frente al legado de la Ilustración, el movimiento Woke ha tomado como referente a Michel Foucault, cuyo pensamiento ha permeado los estudios coloniales. El problema con Foucault no es solo que su estilo de apariencia radical encubriera un mensaje reaccionario de fondo , o que, como dijo el citado Améry, resulta muy difícil entenderse mediante el sentido común con hombres como él, sino que su capacidad -si es que no su deseo-para ver siempre el lado oscuro de las cosas, y encontrar detrás de cualquier avance social la mano negra del poder, resulta totalmente paralizante a la hora de luchar por el progreso: si todo es poder, no hay nada que se pueda hacer. Contra ese pensamiento foucaultiano, la autora sostiene que «el cometido de la razón es negar que las afirmaciones de la experiencia son definitivas, e impulsarnos a ampliar el horizonte proporcionándonos unos ideales a los que la experiencia debería obedecer». Otro ejemplo en que el pesimismo Woke, de raíz foucaultiana o no, conduce a la parálisis, es su afirmación de que el racismo está en el ADN de Estados Unidos. Si así fuera, tampoco aquí habría nada que hacer.
A vueltas con el progreso
La idea de progreso le parece tan importante a Neiman que sostiene que la creencia en su posibilidad es lo que marca la diferencia más profunda entre la izquierda y la derecha. «Si renunciamos a la perspectiva del progreso, la política se convierte en una mera lucha por el poder». Lo cual no implica que el progreso sea inexorable o esté garantizado; pero la izquierda se afana por conseguirlo. Y aunque esperanza y optimismo no sean lo mismo, «se puede afirmar con total certeza: si sucumbimos a la seducción del pesimismo, el mundo tal y como lo conocemos está perdido». Para Neiman, «la esperanza no constituye una perspectiva epistemológica sino moral», y «para preocuparse por cuál vaya a ser el destino del mundo debemos amar al menos alguna parte de él».
Así, «progresistas sería el término correcto para los que hoy se inclinan hacia la izquierda si estos no abrazaran filosofías que niegan la esperanza de progreso». Por supuesto, los activistas Woke por lo general no niegan que aspiran al progreso, pero sería más fácil creerles «si estuvieran dispuestos a reconocer que algunas formas de progreso se alcanzaron en el pasado». Y ejemplos indiscutibles de progreso son que hoy nos producen escalofríos convertir la tortura en espectáculo (incluso para niños); que una familia negra haya llegado a vivir ocho años en la Casa Blanca; o que, pese al racismo remanente, ya no haya que luchar contra las leyes que segregan a los negros en las cafeterías. Por no hablar de los evidentes logros de las mujeres.
Los Woke aciertan al señalar los machos, pero suelen quedarse ahí. «Hay muchos ejemplos de injusticia que desenmascarar… Pero sin la esperanza de poner otra cosa en su lugar, ese desenmascaramiento se convierte en un ejercicio vacío de exhibición de ingenio». La parte buena de enfrentarse al pasado y abordar el racismo, el colonialismo o la esclavitud es que se avanza hacia naciones más saludables, pero «un exceso de concentración en el pasado puede dificultar la visión del presente, y más aún del futuro». Y no es solo cuestión de mirar hacia adelante; También importa la forma de mirar al pasado. Porque si hemos sido negligentes a la hora de honrar a las víctimas, no podemos ahora olvidar a los héroes; «ninguna nación puede prosperar alimentándose solamente de malos recuerdos». Como se ha dicho más de una vez (lo decía, por ejemplo, el español Juan Marichal), a la causa de la libertad se la ayuda mostrando ejemplos que la enaltecen. La historia de Estados Unidos no es solo de conquista y esclavitud, también de resistencia contra ambas. Y los héroes nos recuerdan que los ideales que valoramos fueron puestos en práctica por personas valientes. «Las guerras de la historia no tratan de herencia, sino de valores. No son luchas sobre quiénes éramos, sino sobre quiénes queremos ser. Los actuales debates sobre monumentos centran la atención en qué estatuas habría que derribar, pero tendríamos que preguntarnos por quiénes habría que reemplazarlas». Por ejemplo, por sureños blancos que se opusieron a la esclavitud y lucharon contra los linchamientos. «Si esos nombres fueran conocidos y conmemorados, el país podría pasar de la vergüenza al orgullo», dice Neiman.
En definitiva, ha habido, por parte del movimiento Woke, un «progresivo abandono de tres principios esenciales para la izquierda: el compromiso con el universalismo, una distinción clara entre la justicia y el poder, y la posibilidad del progreso». Por eso, porque «el poscolonialismo Woke ha abandonado todos los principios liberales o de izquierdas que necesitamos para mantenernos rectos», el concepto de izquierda Woke le parece a la autora incoherente en sí mismo, y «una confusión que desacredita a la izquierda en muchos sentidos».
Curiosamente, tras la larga argumentación para marcar distancias entre el campo de la izquierda y el movimiento Woke; o entre la izquierda y el liberalismo («el supuesto que diferencia a la izquierda de cualquier forma de liberalismo es la idea de que los derechos sociales no son menos derechos humanos que los políticos»), Susan Neiman cierra su libro afirmando que algunas ideas filosóficas básicas comentadas en él, como el compromiso con la posibilidad de progreso, con la justicia y con el universalismo, podrían ser compartidas por izquierdistas y liberales. Algo importante, dado que, ante el proto fascismo que encarna a Trump, le parece imprescindible la unión de todos los demócratas de verdad. «Es el momento de un frente popular», concluye rotunda.
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Susan Neiman . Doctora en Filosofía por la Universidad de Harvard, con una tesis dirigida por John Rawls. Ha centrado su trabajo en la Ilustración, la filosofía moral, la metafísica y la política. Colabora en publicaciones como The New York Times o Frankfurter Allgemeine Zeitung .
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CAPITALISMO WOKE
El capitalismo woke es el arma hegemónica contra la política y, especialmente, contra la elaboración de vías políticas alternativas al capital. Este salto cualitativo es posible gracias al vaciado de la política, que ahora depende de la cadena de mando de las grandes empresas y corporaciones multinacionales. El disfraz del capitalismo con ropajes progresistas es también el síntoma evidente del vacío cultural y político de la izquierda oficial, por el que el wokismo puede avanzar sin ser molestado, con el aplauso transversal de la política y con la trágica admiración de las masas cada vez más impotentes y empobrecidas en espíritu de clase y materialmente.
La popularidad de abrazar «causas simbólicas» permite a los multimillonarios preservar la distribución desigual de los recursos, la inseguridad social y el recorte del Estado del bienestar con el consentimiento de muchos, especialmente de la generación más joven que no conoce nada más allá del capitalismo
Por Salvatore Bravo
Fuente: Sinistrainrette
Populismo empresarial
El capitalismo woke es la nueva frontera del capital. Las sinuosas metamorfosis del capitalismo están en consonancia con el nihilismo que lo sustenta. La capacidad de supervivencia del modo de producción capitalista tiene su razón profunda en el vacío metafísico del capital. La economía se autofunda, no tiene verdad en su fondo, es causa sui. Todo es sólo valor de cambio: la vida y la muerte valen en la medida en que producen PIB. Sólo así podemos entender el camino que está tomando el capital: a partir de 2024 será posible en Canadá que los enfermos mentales exijan el derecho a la «muerte dulce». Al no invertir en sanar los efectos sobre la psique y el cuerpo de un sistema que niega la naturaleza humana y social, se fomenta la autoeliminación. Los que no son resistentes pueden exigir el derecho a la muerte. Sin investigación ni análisis de la causa del mal de vivir, se procede a la “libre eliminación de los últimos”.
El capitalismo es ateo, ya que no contempla la verdad, sino que se opone a ella. El ateísmo del capitalismo es la liberación de todo vínculo con la verdad.
Todo es espectáculo y todo «debe contribuir al PIB».
El capitalismo es absoluto, en la medida en que es ab solutus, libre de toda limitación ética y de toda planificación política. La comunidad no está contemplada, sólo es «mercado».
La última frontera del capital es el Capitalismo woke (progresista), una nueva metamorfosis, una mutación genética que no cambia la sustancia del capitalismo, más bien acentúa su peligrosidad.
Capitalismo de la indecencia
El capitalismo woke es el arma hegemónica contra la política y, especialmente, contra la elaboración de vías políticas alternativas al capital. Este salto cualitativo es posible gracias al vaciado de la política, que ahora depende de la cadena de mando de las grandes empresas y corporaciones multinacionales. El disfraz del capitalismo con ropajes progresistas es también el síntoma evidente del vacío cultural y político de la izquierda oficial, por el que el wokismo puede avanzar sin ser molestado, con el aplauso transversal de la política y con la trágica admiración de las masas cada vez más impotentes y empobrecidas en espíritu de clase y materialmente.
Se defienden los derechos individuales, se convierten ciertos acontecimientos noticiosos en manifestaciones semirreligiosas con las que adiestrar a las masas bajo los dogmas del capital. Los pueblos se convierten en obedientes plebeyos en el abrevadero de los derechos individuales mientras se ocultan hábilmente los efectos de los recortes en los derechos sociales. Las campañas sobre determinados casos noticiosos que ocupan sincrónicamente todos los espacios mediáticos demuestran la manipulación de la información y la sumisión organizada de los medios de comunicación al «credo» de la religión del capital.
El capitalismo woke amenaza la democracia y lo que queda de ella. Algunos exponentes de la derecha del capitalismo temen que el capitalismo woke pueda ser «el fin del capitalismo», ya que está adoptando formas socialistas, pero esto es un juego de mesa:
«¿Y si, por el contrario, la adopción del wokismo por parte de las corporaciones produjera efectos exactamente opuestos a los condenados por los críticos conservadores? En lugar de ser la sentencia de muerte del capitalismo, ¿podría el hecho de que las corporaciones se vuelvan woke no ser más bien el medio por el cual extienden el poder y el alcance del capitalismo de formas altamente problemáticas? Si este fuera el caso, y esta es la idea fundamental de la que trata mi libro, entonces habría que oponerse al capitalismo woke y luchar contra él sobre una base democrática, ya que hace que los intereses políticos públicos estén cada vez más dominados por los intereses privados del capital global. Si seguimos esta línea de pensamiento, los problemas para la democracia surgen cuando el considerable peso de los recursos corporativos se moviliza para capitalizar la moralidad pública. Cuando nuestra propia moralidad se aprovecha y explota como un recurso corporativo, los intereses privados de las corporaciones siempre están trabajando tras ella»[1].
El capitalismo de la indecencia se ha apropiado así de una serie de iniciativas en favor de los derechos individuales y del medio ambiente para presentarse ante los pueblos y las clases como el liberador de los infelices, sensible al medio ambiente que ha devastado. En esta manipulación fantasmagórica de las palabras y los hechos, ha logrado su objetivo último: eliminar la política y presentarse como la única izquierda creíble. El juego es fácil: inclusión, feminicidio, igualdad de género, etc. son temas que concitan fácil consenso y que el capitalismo clemente apoya e incentiva. Se procede por eslóganes, no se hace ningún análisis estructural, por lo que el anuncio es dulcemente aceptado por la gente, ahora plebe. La política calla, de hecho en la izquierda aplauden su sustitución efectiva y alaban al capital. Los pueblos deben creer la versión del mundo de las oligarquías, deben recurrir a los capitalistas para aprender a decodificar la historia y el mundo social. La economía ha fagocitado a la política, que está a su servicio. La soberanía del pueblo es suplantada por el populismo corporativo:
«Por el contrario, el verdadero peligro del capitalismo woke no es que debilite el sistema capitalista, sino que consolide aún más la concentración del poder político en manos de una élite empresarial. La continuación de esta tendencia constituye una amenaza para la democracia. Y también es una amenaza para la política progresista que aún tiene el valor de esperar la igualdad, la libertad y la solidaridad social» [2].
El lobo y el cordero
Andrew Forrest es un ejemplo típico de capitalismo woke. En 2020 Australia fue devastada por los incendios forestales, el magnate destinó 70 millones de dólares a obras benéficas para paliar el desastre medioambiental, sólo para que hasta 50 millones volvieran a su fundación, la Minderoo Foundation. La caridad es un negocio, se financian fundaciones cuyos resultados finales se ajustarán a las expectativas del benefactor, que luego producirá bienes y tecnologías, presentándolos en el mercado como innovadores y «verdes». Las emergencias se producen en laboratorios, son un tipo especial de mercancía que se vende a la plebe.
Las emergencias se producen en laboratorios, son un tipo especial de mercancía que se vende a la plebe.
La fundación del «benefactor», por lo tanto, confirmará la versión oficial del cambio climático, en consecuencia orientará y condicionará a la opinión pública con su halo ético, y al mismo tiempo apoyará la venta de la mercancía que resuelve la emergencia. El ciclo de producción se cierra:
A caballo regalado no se le mira el dentado. De los 70 millones prometidos, 10 se destinaron directamente a las víctimas de los incendios y la misma cantidad a financiar un «ejército de ayudantes» que contribuirían a la recuperación. Los 50 millones restantes se ofrecieron para investigaciones de «mitigación de incendios», al frente de las cuales, sin embargo, está la Fundación Minderoo, de su propiedad, lo que hace dudar de los resultados, que deben responder a los intereses de su propietario. Así que, de repente, su donación parecía más bien una inversión» [3].
Hay momentos históricos nodales, en los que la verdad se hace evidente e ineludible. Son momentos históricos en los que los pueblos pueden pasar de la condición de plebe a la de un pueblo consciente de ser una «clase social ampliada» que puede emanciparse del yugo alienante de la mentira. Durante la pandemia del Covid 19, las corporaciones multinacionales no sólo compraron las empresas más débiles y negocios que habían quebrado debido al cierre generalizado, sino que exigieron subsidios del Estado por los «daños causados», mientras los trabajadores eran forzosamente desempleados, y muchos nunca volverían a trabajar. Esta es la verdadera cara del capitalismo, detrás del barniz de progresismo sólo se esconden los intereses de las oligarquías:
«El hecho de que hayan utilizado la crisis para llenar sus propias arcas es una broma cruel y egoísta. En tiempos difíciles, las multinacionales de todo el mundo se han alineado para llorar pobreza con la esperanza de obtener ayuda gubernamental financiada por los contribuyentes contra el coronavirus. Durante décadas, el dogma neoliberal ha favorecido a las corporaciones multinacionales, insistiendo en la necesidad de gobiernos no intervencionistas con respecto a la regulación empresarial, el bienestar y la educación. La perversión del interés propio alcanzó entonces su clímax cuando las mismas personas que festejaban ferozmente en la mesa neoliberal fueron las primeras en la cola de las subvenciones (empresariales). Los despidos y el creciente desempleo masivo provocados por la crisis de COVID-19 mostraron las prioridades de las empresas. También lo hizo el riesgo de que empresas ricas en efectivo como Apple, Johnson & Johnson y Unilever reforzaran su poder monopolístico adquiriendo competidores más pequeños que luchaban por sobrevivir» [4].
El monopolio cada vez mayor niega de hecho los principios liberalistas y liberales que proclaman las empresas. Estamos ante un nuevo feudalismo, en el que unos pocos actores son los amos de la política y la economía. Se trata de un disfraz que hay que desenmascarar. El lobo se ha disfrazado de cordero para desorientar y ocultar las verdaderas razones del «progresismo capitalista».
Hegemonía cultural
Para dominar sin oposición en una realidad pacificada y adialéctica, el capitalismo woke debe controlar la estructura y la superestructura, inaugurando así un totalitarismo inédito y laxo. Orienta la opinión pública hacia determinadas causas sociales, abraza la igualdad de derechos, se viste de arco iris, presentándose como la única alternativa posible. La popularidad de abrazar «causas simbólicas» permite a los multimillonarios preservar la distribución desigual de los recursos, la inseguridad social y el recorte del Estado del bienestar con el consentimiento de muchos, especialmente de la generación más joven que no conoce nada más allá del capitalismo. Se trata de una operación hegemónica bien planificada, en la que política y economía coinciden peligrosamente:
«Para Dreher, el capitalismo woke es una forma de ‘imperialismo cultural’ o ‘totalitarismo blando’, en el que la adopción por parte de las empresas de posturas progresistas ejerce una considerable presión política sobre otros –por ejemplo, los empleados– para que abracen esas mismas posturas, aunque no crean en ellas. El ejemplo que cita es el de IKEA, la multinacional sueca que despidió a un empleado por desaprobar el apoyo de la empresa al movimiento del orgullo gay, porque entraba en conflicto con sus creencias religiosas» [5].
Frente al capitalismo antropofágico que ha devorado la política y la cultura, la única alternativa para seguir siendo humanos y devolver la historia al pueblo es reafirmar la primacía de la política-cultura sobre lo económico:
«El verdadero cambio proviene de la acción democrática, no de que las empresas actúen por su cuenta. Es hora de abandonar la idea de que las empresas, como actores principalmente económicos, pueden allanar de algún modo el camino político hacia un mundo más justo, equitativo y sostenible. La política democrática se basa en la creencia de que las personas tienen derecho a gobernarse a sí mismas. Esta política debe reafirmarse como primordial, mientras que la economía debe pasar a un segundo plano. Con el capitalismo woke, sin embargo, hemos visto cómo la tendencia contraria alcanzaba un peligroso clímax, ya que las organizaciones capitalistas han invadido cada vez más la vida moral y política de los ciudadanos» [6].
Estamos en un momento de la historia en que el peligro se ha convertido en amenaza, pero cuando el peligro amenaza con aniquilar a toda una civilización, el despertar de una conciencia de clase extendida a amplias capas de la población es decisivo.
Para neutralizar esta deriva, hay que mirar los efectos y los datos objetivos del capitalismo con «rostro humano» y disipar así las sombras en las que nos encontramos.
Cada uno con su compromiso puede contribuir a devolver la verdad, allí donde prevalece la manipulación planificada. Todos estamos llamados a contribuir a la formación, desde abajo, de una nueva conciencia comunitaria y comunista con la que reabrir «el sendero interrumpido de la política».
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Notas
[1] Carl Rhodes, El capitalismo woke, cómo la moral de las empresas amenaza la democracia, editorial Fazi, Roma 2023, Capítulo I El problema del capitalismo, pp. 22 23.
[2] Ibid p. 25.
[3] Ibid Capítulo Populistas Corporativos p. 32.
[4] Ibid pp. 40 41
[5] Ibid, Capítulo VI Un lobo con piel de lobo, p. 94.
[6] Ibid Capítulo XIII Despertar al capitalismo woke p. 197.
CAPITALISMO VERDE: «‘Enverdeciendo’ el Capitalismo: Una Guerra contra la Subsistencia», por Ana Isla
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HISTORIA DE LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA: DEL 25-S AL 25-A
Sin Derechos Humanos
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Imagen portada
Alessandra, nieta de Mussolini, vestida de «Arco Iris Woke«
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