«8-M», LA FIESTA DEL ODIO
Ayer al Hombre, hoy a la Mujer; mañana a la Humanidad
Tabla de contenidos
- 1 #ME TOO. FEMINISMO EN EL S.XXI
- 2 «8-M», LA FIESTA DEL ODIO
- 3 LA DISTOPÍA YA ES REAL: «Los dos minutos de odio» («1984», George Orwell)
- 4 Susana, la primera ‘trans’ arrepentida que reclama a la Sanidad pública por haberla operado: «Me arruinaron la vida«
- 5 Declaración de los Derechos del Niño
- 6 Hay que detener la producción de embriones in vitro– Mónica López Barahona
- 7 RELACIONADOS:
#ME TOO. FEMINISMO EN EL S.XXI
Zadigespana, 18 enero 2018
Por Marta Maside Docampo*
Una gran controversia se acaba de abrir a raíz del movimiento #Me too, iniciado tras la oleada de denuncias varias, desde acoso hasta violación, que surgieron en el mundo del cine y que obtuvieron un punto de capitón con el discurso de Oprah Winfrey, en la entrega de premios de los Globos de Oro en EEUU.
Ni cortas ni perezosas, otras cuantas actrices francesas ha respondido con un manifiesto, denunciando el tinte totalitarista de puritanismo sexual presente en esta amalgama de denuncias/protestas, que han sido aplaudidas y decididamente apoyadas por un amplio sector del feminismo. Ni que decir tiene que ya han sido duramente replicadas desde el mismo, con todo el furor que cabía esperar…
Es un tema difícil de abordar, ciertamente. Y sin embargo es un debate que debemos afrontar, porque se nos viene encima de manera inevitable, y porque entraña cuestiones muy complejas que deben ser analizadas sin simplismos binarios y sin fundamentalismos, del tipo que sean. Lo que está en juego, me parece, es el respeto a la diferencia; quizá, en su forma más radical.
Cuando hay una agresión física, la brutalidad del acto no deja lugar a dudas. El cuerpo del otro es tomado como objeto, al margen del consentimiento del sujeto que lo habita. Pero cuando se trata de un hecho de lenguaje, cuando la agresión se produce con palabras o con gestos simbólicos, cuando el daño se produce en el plano subjetivo, nos guste o no está sujeto a la interpretación.
Por tanto, es en los juicios de valor sobre los daños subjetivos donde hay que extremar la prudencia. La lengua en el ser humano es el campo de estudio del psicoanálisis, por eso creo que puede aportar algunos elementos para la reflexión.
Tengo que decir que el movimiento feminista siempre ha contado con mi cariño, mi respeto y sobre todo mi agradecimiento, desde el principio de su historia. Mi abuela no pudo votar hasta casi a sus 50 años, y mi madre, durante mucho tiempo, no pudo viajar fuera de España sin un permiso escrito de su marido y/o de su padre (así era la España franquista). Mi madre me leía, de pequeña, cuentos feministas —que aun conservo—, donde las niñas y las mujeres dejaban de obedecer a los hombres para obedecer a su propio deseo.
Gracias al movimiento feminista, muchas mujeres de mi generación y en adelante hemos podido elegir. Hemos podido votar, opinar, viajar, estudiar, trabajar y amar sin más trabas que las que impone la vida y sus contingencias. Creo que se puede decir que el gran logro del movimiento feminista fue el de escindir la posición de la mujer de su rol histórico como mero objeto sexual para el hombre, y distinguirla de su posición como sujeto de deseo, como ciudadana libre. Desgraciadamente, muchas mujeres en el mundo están muy lejos todavía de encontrarse en esta situación. Ellas dan sentido a la lucha feminista, y merecen un apoyo sin fisuras.
Pero desde este gran hito del movimiento feminista, se ha venido produciendo cierto deslizamiento hacia lo que llamaría más bien un discurso feminista… ¿que se parece al discurso que Lacan describió como el discurso de la histeria? Pese a las connotaciones supuestamente peyorativas que contiene la palabra histeria, nada más lejano en el psicoanálisis que denostarla. Bien al contrario. Tanto Freud como Lacan señalaron el papel privilegiado de la histeria en la historia de la humanidad. Desde las “brujas” asesinadas por la Inquisición por negarse a ser obedientes, hasta las primeras pacientes de Freud como neurólogo, los sujetos histéricos han desempeñado la función impagable de despertar a la humanidad.
El discurso de la histeria, tal como lo definió Lacan, apunta a desvelar un saber reprimido, y en su recorrido, abre una brecha en el discurso del amo, revela que su autoridad no es más que semblante ―lo cual no fue sin consecuencias, mejores y peores, como todo acontecimiento. Fue lo que permitió a Freud descubrir el inconsciente, y a Lacan formular el discurso del psicoanálisis como tal.
Pero todo discurso tiene sus limitaciones, puesto que lo real de la experiencia del ser hablante no puede ser completamente atrapado por las palabras: el lenguaje es siempre insuficiente. Si bien el discurso de la histeria denuncia la condición de semblante del Amo, se mantiene invariable en esa posición. El impasse del que sufre ―en primer lugar, el propio sujeto histérico― es precisamente no poder ir más allá de la denuncia, lo cual permite hacer algo distinto con el saber, del orden de la satisfacción y no del padecimiento.
Me parece que dentro de este movimiento del #Me too hay una cierta deriva hacia este goce de la denuncia, masiva, la cual no sólo victimiza a las mujeres de manera innecesaria, sino que niega la diferencia entre los sexos, reivindicando una igualdad que, fuera del ámbito legal, no existe. Si hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, subjetivamente la lógica masculina y la femenina son diferentes. Y me parece que la reacción que representa este “#Moi non plus” ―si me permiten la invención― de algunas de estas mujeres francesas, puede ser leída en esta dirección.
Liberar a las mujeres de la opresión de tener que reducir su vida a ocupar el lugar de objeto sexual, era necesario. Proscribir este lugar, que tiene también su parte lúdica, especialmente cuando es elegido libremente por una mujer, constituye un ataque en toda regla a la diferencia y a la libertad de elección. Lo que las firmantes francesas llaman la libertad sexual, puede resultar insoportable para otras, que son igual de libres de no ocuparlo.
Pero escandalizarnos, estigmatizar o incluso hacer pedagogía, es suponer un deber ser sujeto que, paradójicamente, aterriza del lado de la lógica masculina. Para Lacan, lo que ordena la sexuación a nivel subjetivo es la posición en torno a la falta: la posición masculina supone un tener, un universal, un para todos igual, mientras que la femenina parte de su falta en ser ―no hay palabra que represente lo que es ser una mujer―, por eso cada una la aborda desde su propia excepción, una por una.
Si de ningún modo hay que silenciar un crimen machista, empujar a la denuncia indiscriminada no contribuye a fomentar la reflexión, sino el odio y la uniformidad de pensamiento (todos malvados, todas víctimas). Y llegados a este punto, nos alejamos de la democracia.
* Psicoanalista, miembro de la AMP (ELP)
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BIBLIOGRAFÍA
Brousse, MH. “Lo que el psicoanálisis sabe de las mujeres como género”.
Intervención en la ONU como representante de la AMP.
https://elp.org.es/accion-lacaniana/otros/
Brousse, MH. “Tras las pistas de la histérica moderna”.
https://www.scribd.com/doc/302488506/Brousse-Marie-Helene-Tras-Las-Pistas-de-La-Histerica-Moderna
Brousse, MH. “¿Qué es una mujer?”
http://www.psicoanalisisinedito.com/2015/04/marie-helene-brousse-que-es-una-mujer.html
Fernández Blanco, M. “Igualdad, paridad y diferencia”
http://blog.elp.org.es/133/igualdad_paridad_y_diferencia_por_manuel/
Ganim, B. Notas sobre la conferencia de MH Brousse “Un objeto tan raro”
Lacan, J. Seminario XVII El reverso del psicoanálisis
Lacan, J. Seminario XX Aun
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«8-M», LA FIESTA DEL ODIO
El feminismo se define por la RAE como “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”, por lo que la intención de este artículo no es negar la necesidad del feminismo, al contrario, lo que se pretende es defender y poner de relieve la necesidad del feminismo en nuestra sociedad. Lo que supone, hoy, defender al movimiento feminista de las agresiones de este falso feminismo «New Age», del feminismo Globalista que, negando a la mujer, se niega como feminismo, pues niega su propia esencia. Dañando a la Humanidad. Mientras exigen respeto a sus alucinaciones, carecen de toda empatía para con las victimas de su demagogia. Víctimas como Susana.
Por Rosa María Vidal
Punto Crítico Abogados
“El resentimiento contra los hombres que enseña el feminismo moderno es puro veneno”
La imagen principal de esta entrada, muestra a una joven exaltada en una manifestación feminista, algo que nos hace reflexionar. Como más abajo se expone, se nos ha saturado de mensajes en los que se pone de manifiesto la supuesta debilidad de la mujer frente al hombre, las desigualdades existentes entre sexos, las pocas oportunidades laborales…Pero, ¿es esto así? ¿Realmente existe tal desventaja de las mujeres en España?
En un artículo publicado en la página web de RTVE el 14 de septiembre de 2022 se pone de manifiesto que en 2021 un 16’7% de los alumnos que abandonaron los estudios de manera prematura eran chicos, frente a un 9’7% de chicas, parece ser que por una desmotivación mayor de los chicos en los estudios.
Así como también en una noticia publicada en “20minutos” el día 27 de junio de 2021 (España es el segundo país con mayor abandono escolar de la UE y supera en un 60% el objetivo fijado para 2020) recogía los siguientes datos: “Uno de cada cinco jóvenes que viven en España (20,2%) finalizó sus estudios sin haber completado la ESO, la tasa de abandono masculino más elevada de toda la UE. Sin embargo, la proporción entre las jóvenes es mucho menor, con una proporción del 11,6%, la quinta más elevada. La diferencia entre sexos (8,6 puntos) es la más abrupta en cualquier país de la UE y duplica con claridad la media comunitaria, que asciende a 3,8”.
También es interesante apuntar el porcentaje de mujeres que existe en estudios superiores como puede ser la carrera universitaria de derecho donde el 58% son mujeres y el 42% de los estudiantes son hombres, así como, por ejemplo, también en medicina el número de mujeres supera al de hombres siendo un 69% de estudiantes femeninas frente a un 31% de estudiantes masculinos. Arrojando en líneas generales las siguientes cifras: “El 56% de los alumnos en universidades españolas son mujeres, mientras que el 44% son hombres. Aunque este porcentaje de mujeres varía en mucho según el ámbito de estudio universitario”. Estudio publicado en “Newtral Data” el 12 de mayo de 2022.
Así como, a la luz de un artículo publicado por “Ok Diario” el 19 de noviembre de 2022 a raíz de la aprobación de la “Ley del sí es sí”, donde se narra que según las últimas estadísticas sobre la Estructura de la Carrera Judicial existe una abrumadora mayoría de mujeres al frente de tribunales de lo penal, esto es un 66% frente a un 34% de jueces varones.
Por último, es interesante mencionar que, por ejemplo, Úrsula von der Leyen es la actual presidenta de la Comisión Europea; María Andrés Marín, directora de la Oficina del Parlamento Europeo en España; Paz Esteban López, es funcionaria de inteligencia española del Centro Nacional de Inteligencia, llego a ser directora de la Agencia entre el 5 de febrero de 2020 y el 11 de mayo de 2022; Pilar López Álvarez, presidenta de Microsoft España; Patricia Benito Mateo, directora general de Openbank…Y estos son solo algunos ejemplos (mínimos, frente a todos los que hay) de mujeres desempeñando cargos de alta dirección, por lo que, ¿dónde se encuentra hoy la desigualdad?
“Las mujeres tienen menos oportunidades laborales que los hombres”
“Techo de cristal”
“A las mujeres las violan y las matan por el hecho de ser mujeres”
“Las mujeres son débiles”
“Una mujer tiene que sacrificarse y conciliar vida familiar y vida laboral”
“Una mujer no debe ir sola por la calle a ciertas horas”
“Ten cuidado cuando salgas de fiesta con tus amigas, vigila tu copa, vuelve acompañada a casa, avisa cuando llegues”
“Calladita estás más guapa”
“Vestida y maquillada así vas provocando”
“Siéntate como una señorita”
“Compórtate, eres una mujer”
“Como sigas así, te vas a quedar para vestir Santos”
“No se puede ser tan contestona, con ese carácter nadie te va a querer”
Estas son algunas de las frases que una mujer puede escuchar en su día a día, frases que producen temor, incomodidad, rabia, impotencia…Si a todo ello le sumamos los cambios que se producen durante la adolescencia: primera menstruación, crecimiento de los senos, el despertar de ciertas inquietudes sexuales, dudas, miedos, exigencias sociales…
Viéndolo de esta manera, realmente ¿a quién le apetece ser mujer? ¿No parece la vida del hombre mucho más sencilla? ¿Puede ser que todo este entramado social sea el que ha provocado el aumento de niñas que dicen ser niños? O, dicho de otro modo, ¿es esto lo que provoca que las niñas ya no quieran ser niñas?
Este es un terreno pantanoso en el que hay que ir con mucho cuidado pues no olvidemos que estamos hablando de niños/as y/o adolescentes, personas que son un mar de dudas, que es lo normal porque están en el momento vital de preguntar, de dudar sobre su identidad, de encontrarse a sí mismos/as, por eso mismo, debe permitírseles dudar evitando a toda costa que cualquier decisión que tomen sea irreversible.
La recién aprobada Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, más conocida como “Ley Trans” (publicada en el BOE el día 1 de marzo de 2023), parece algo novedoso, pero no lo es, prueba de ello es el testimonio que se puede leer en la entrevista concedida por Susana Domínguez al periódico “El Mundo”.
Susana con 15 años no encajaba, no se sentía cómoda en su entorno ni en su cuerpo, en Galicia ya existía por aquel entonces la Ley 2/2014, de 14 de abril, por la igualdad de trato y la no discriminación de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales en Galicia (aprobada en su momento por el PP, PSOE y BNG). A la luz de los hechos narrados por Susana y su madre, pocas diferencias tiene con la recién aprobada “Ley Trans”.
¿Cuál es la importancia de este relato? Las consecuencias.
Consecuencias que se vienen advirtiendo de lejos, pero nadie ha querido escuchar, este es el primer testimonio de muchos que, por desgracia, previsiblemente pueden salir a la luz tras la aprobación de la “Ley Trans”.
Susana y su madre ya están intentando depurar responsabilidades por una mal diagnosticada disforia de género y por una ausencia de acompañamiento psicológico durante su transición (transición que, como leerán más abajo fue algo terrible con consecuencias irreversibles).
En la noticia se narra por parte de la protagonista que ella padecía de depresión y trastorno esquizoide y en un momento determinado de sus consultas con su psiquíatra, Susana manifiesta que no se identifica con su sexo biológico y la psiquíatra remitió a la entonces menor, a un psicólogo especialista en Género. Ambos profesionales sanitarios forman parte del Servicio Gallego de Salud. Con las consultas psicológicas mantenidas entre el psicólogo y la menor ésta relataba que lo que le pasaba era que estaba en un cuerpo equivocado. Actuando conforme al protocolo, ya que en ningún momento se ha negado por ninguna parte que los profesionales sanitarios actuasen conforme a la legalidad, el psicólogo valida la autodeterminación de la menor de ser un chico y elabora un informe en el que se manifestaba la necesidad de la menor de hormonarse y, por ende, de transicionar.
Hasta aquí podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué responsabilidad tiene un Estado por el trabajo realizado por un profesional sanitario de un hospital público atendiendo a los protocolos vigentes sobre la materia en cuestión? ¿Podemos pedir responsabilidad por emitir un informe ajustado a la praxis médica?
Recoge el artículo 32 de la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público que los principios de responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas:
- Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes, de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos salvo en los casos de fuerza mayor o de daños que el particular tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la Ley.
En base a esto, no debe pasarse por alto que, lo que hizo el psicólogo fue emitir un informe, pero, quien llevó ese informe a una clínica privada para que le hicieran las intervenciones quirúrgicas de doble mastectomía e histerectomía a la menor, fue la madre, quien además pagó de su propio bolsillo dichas intervenciones. Pero, debe tenerse en cuenta según lo publicado en la noticia de El Mundo, en el momento de realizar el informe psicológico no se tuvieron en cuenta “los antecedentes genéticos de Susana: al menos seis personas de su familia inmediata -incluyendo su madre y dos hermanos- sufren problemas de salud mental. Sin embargo, el especialista atendió al autodiagnóstico de la adolescente, influenciada por foros de internet, antes que la evidencia científica”.
¿Dónde se sitúa aquí la protección del menor? ¿Cómo es posible que no se atiendan los antecedentes psicológicos y/o psiquiátricos de los familiares, así como de la menor? Teniendo presente este dato, una madre que lo único que quiere es ver feliz y bien a su hija, madre que además parece ser sufre de problemas psicológicos, ¿cómo reclamarle algún tipo de responsabilidad?
En la publicación de El Mundo también aparece un extracto del citado informe psicológico: “Debido a sus rasgos evitativos el trabajo evaluativo y psicoterapéutico se desarrolla con mucha lentitud, no ha comenzado todavía con experiencia de la vida real”.
En vistas al informe que emitió el psicólogo, la endocrina y el cirujano que comenzaron con la transición de la menor ¿no se plantearon que la solución no era la que se estaba tomando?
Todos los temas tratados a lo largo de este post y, en concreto, el caso de Susana que es un ejemplo de lo que la “Ley Trans” puede producir en los niños/as y adolescentes, pone en evidencia la vulneración de los Derechos del Niño donde se reconoce que “el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”, es tarea de los adultos de velar porque los niños crezcan siendo niños alejados de cualquier tipo de cuestión que escape a su entendimiento por su corta edad, así como también es obligación de todos el acompañar y asesorar a ese niño o niña que pasa a ser adolescente y le surgen dudas. Dudas que cualquiera de nosotros/as ha tenido en ciertas etapas de su vida, dudas que no deberían ser resueltas con intervenciones quirúrgicas ni hormonación.
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LA DISTOPÍA YA ES REAL: «Los dos minutos de odio» («1984», George Orwell)
Los dos minutos de odio (1984)
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En 2020, Susana Domínguez, de entonces 21 años, volvió a ver al psicólogo que seis años antes había dado luz verde a su tratamiento de cambio de sexo, y había permitido que más tarde la sanidad pública le extirpara el útero. Quería explicarle que ambos habían cometido un terrible error: estaba convencida de que años atrás, en aquellas conversaciones entre ellos, los dos se habían equivocado.
Ella no era un chico en cuerpo de chica, como le había dicho cuando sólo tenía 15 años. Las hormonas y las operaciones habían sido una tremenda equivocación. Susana había tardado seis años en darse cuenta de que quizás sus problemas mentales, que incluían depresión y trastorno esquizoide, la habían incapacitado para tomar la decisión correcta.
En realidad, le contó al psicólogo, ella era y siempre había sido una mujer, pero una mujer con serios trastornos que nada tenían que ver con la transexualidad. Unos trastornos que él, profesional de la salud mental, no había sabido ver a tiempo. «Y entonces el psicólogo me dijo: ‘Ya empezamos, ya empezamos’», cuenta hoy Susana. «¡Parecía que le molestaran mis problemas…! Yo era una adolescente con problemas y él mi terapeuta».
El peaje de semejante error había sido enorme. De una sesión a otra, en esos seis años, a Susana le habían quitado sus pechos y su útero, además de recibir una avalancha de hormonas masculinas. Su cuerpo había sido modificado de forma irreversible.
A la vez se había dado otro proceso: pese a no recibir acompañamiento psicológico durante su cambio de sexo, Susana y su madre no habían dejado de buscar ayuda por su cuenta a los malestares de la muchacha, que había sufrido varios intentos de suicidio. Así había emergido la que, creen ellas, podría ser la causa de sus males: rasgos de un trastorno del espectro autista que ese primer profesional nunca advirtió.
Susana, hoy, relata aquel choque con la realidad: «No sólo eso. También fui a la primera psiquiatra, la que me remitió al psicólogo, dando por bueno que yo era trans. Ahora, años después, ella sólo dice: ‘Ay, pero si tú estabas muy segura, estabas muy segura’. Yo tenía 15 años. ¿Cómo me dejaron hacer eso? ¿Cómo podía estar segura de lo que quería?».
Interviene su madre: «Y ahora, ¿qué hacemos? ¿Cómo se arregla esto?». Su hija ya no tiene aparato reproductor, ni femenino ni masculino. Lleva años tomando hormonas masculinas, y ahora deberá tomarlas femeninas para regresar, en la medida de lo posible, a su ser original. Los daños son prácticamente irreversibles.
Reuniendo todas las fuerzas de que son capaces, después de tres años abrumadas por el error cometido y sin una perspectiva científica de solución, Susana Domínguez y su familia han interpuesto ahora una reclamación contra el Servicio Gallego de Salud. En concreto, denuncian un diagnóstico incorrecto de disforia de género -el nombre técnico de ese estoy-en-el-cuerpo-equivocado-, y la ausencia de acompañamiento psicológico a la chica durante su transición de mujer a hombre.
Es la primera de este tipo que se presenta en España, es el paso previo a una potencial demanda en los tribunales y se funda en la obligación del Estado, y de sus médicos y facultativos, de proteger la salud de los ciudadanos y no causarles daños innecesarios.
En el Reino Unido, una mujer, Keira Bell, consiguió en 2020, por hechos similares, una indemnización, cambios legislativos y el cierre de la clínica donde se le cambió de sexo. La Justicia decidió allí que a los 15 años, cuando también Susana comenzó su proceso, Bell no tenía madurez suficiente para tomar una decisión de tal calado.
La desventura de Susana se produjo gracias a que la ley gallega de no discriminación por razón de sexo, que data de 2014, con Alberto Núñez Feijóo como presidente autonómico -y aprobada con los votos de PP; PSOE y BNG-, no recoge nada acerca de acompañamiento psicológico en estos procesos, y permite a los pacientes elegir plenipotenciariamente si quieren cambiar de sexo.
Lo mismo hace la Ley Trans recién aprobada en el Congreso de los Diputados, que extiende ese modelo a toda España y prohíbe explícitamente, contra la opinión de la práctica totalidad de sociedades científicas españolas, que cualquier profesional de la salud mental trate a quien se autodetermine en un sexo diferente al suyo. Sólo establece un acompañamiento, si el paciente lo demanda, para ayudarle con las vicisitudes de la hormonación y las cirugías.
Así se pretende evitar que ningún médico intente curar la transexualidad de nadie. Sin embargo, países europeos como Reino Unido, Francia, Noruega y Suecia ya han dado marcha atrás a legislaciones similares al probarse que, por culpa de esa ausencia de control previo, se permitía acceder a estos tratamientos a menores sin la madurez necesaria y a enfermos mentales que en realidad no eran transexuales.
El propio psicólogo que dio su plácet para que Susana se hormonara y operara escribió en su informe: «Debido a sus rasgos evitativos el trabajo evaluativo y psicoterapéutico se desarrolla con mucha lentitud, no ha comenzado todavía con experiencia de la vida real». Veía su inmadurez, pero eso no le impidió derivarla, tras «menos de 10 sesiones», a una endocrino que comenzó a hormonarla. Y de ahí al quirófano.
El Servicio Gallego de Salud, a preguntas de este diario, se ha limitado a comentar sobre el particular que «se cumplieron todos los protocolos» y que «un comité clínico evalúa cada caso».
Susana llegó a cambiarse el nombre en el Registro Civil, y pasó a llamarse Sebastián haciendo uso de la llamada autodeterminación de género. Hasta ahora, cuando ha querido volver a ser Susana, la ley no se lo ha permitido, al pedirle informes médicos justificativos. La nueva Ley Trans, tras su publicación en el BOE, facilitará estos trámites.
«Estábamos en casa cuando me dijo que se sentía chico», comienza a contar la historia su madre, que prefiere no dar su nombre. «No me lo esperaba para nada, pero le dije que iríamos a la psiquiatra que la trataba ya por depresión y ansiedad. Yo pensaba que la psiquiatra me iba a decir que tenía alguna enfermedad mental, pero la sorpresa fue que me dijo desde el primer momento: ‘Tiene usted que aceptarlo. Si ella se siente chico, es que es chico’. Yo nunca había pensado que Susana fuera un chico. De hecho, mi hijo pequeño siempre se ha puesto vestidos y diademas, y siempre se ha pintado las uñas, yo creo que por imitación de su hermana, nunca pensé que fuera transexual… Pero, bueno, le pregunté a la psiquiatra si quizás ése era el motivo de que ella hubiera tenido tantos problemas. Me dijo: ‘Seguro, sería eso’».
Susana Domínguez fue derivada así al Hospital Marítimo de Oza, donde el psicólogo ya especializado en Género dictaminó que necesitaba hormonarse. En realidad, cuenta la chica, de hoy 24 años, «todo fue por ver vídeos de YouTube, de gente que había cambiado de sexo y decía que su salud mental había mejorado».
Su madre: «Se pasaba el día llorando, diciendo que necesitaba testosterona y operarse, que sólo eso podía ayudarla… Y me siento muy culpable, porque entonces yo le repetía a los médicos lo que ella me pedía que les repitiera. Y luego, cuando dio marcha atrás, todo el mundo me dice que cómo no me di cuenta del error… Ay, dios».
La endocrina pública, del Hospital Teresa Herrera, comenzó a hormonar a Susana con 16 años. Es decir, siendo aún menor. «A los 18 le hicieron una mastectomía, le quitaron los pechos», cuenta la madre. «Como la sanidad pública no lo hacía en ese momento, la endocrina nos dio dos nombres de cirujanos del hospital que operaban en la privada, y así lo hicimos. Costó 6.000 euros».
Justo entonces se fue al Registro Civil y se cambió a Sebastián. «Yo no pude llamarla nunca así», dice su madre. «Me refería a ella como chico, me daba miedo que le sentara mal seguir tratándole como chica, pero no pude llamarla así».
Año y algo después, en vista de que Susana seguía teniendo menstruación pese a llevar más de tres hormonándose, «la endocrina me recomendó que me hiciera una histerectomía», dice Susana. Así le retiraron el útero y los ovarios en el Hospital Universitario de A Coruña.
Esta segunda intervención fue el gran punto de inflexión en su ánimo: «Empezó a sentirse fatal, sólo quería que la ingresaran». Susana no tenía aún 20 años. «Como no teníamos ayuda, fuimos a un psicólogo privado», recuerda la familia. «Al poco tiempo Susana me dijo que ya no quería ser chico, que era una chica».
¿Cómo cuenta ella esa caída del caballo? «Cuando estaba transicionando me seguía sintiendo mal, a veces pensaba que igual me había equivocado y que igual solo era una chica con problemas mentales. Luego encontré el foro Detrans en Reddit para gente que se arrepiente de transicionar, y me identificaba con lo que ponían. Sentí ira contra ese psicólogo que me hizo los informes sabiendo que esto no me iba a ayudar. Me quería morir».
Cuando Susana se arrepintió, la endocrina llegó a decirme que la convenciera para que siguiera adelante. Imagino que no querían reconocer que se habían equivocado
Interviene aquí Mara Parellada, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, una especialista en autismo que sugiere un vínculo entre este trastorno y el autodiagnóstico de lo trans: «Estudios sólidos dicen que hay muchas más personas con trastornos del espectro autista acudiendo a clínicas de cambio de sexo que en la media de la población general. Y lo mismo está sucediendo en la atención a personas con autismo: también hay más con disforia de género que entre la población general».
¿Hay nexo científico entre ambos ámbitos? «Directo, ninguno», dice Parellada. Y menciona hipótesis: «El autismo trae una comprensión menor de las convenciones sociales y una propensión a no adherirse a ellas, y el género tiene mucho de convención. También hay más lentitud en el desarrollo de la identidad en bastantes casos. Por otro lado, el autista sufre cierta desadaptación social, lo que puede llevar a buscar esa adaptación de distintas maneras».
«Cuando Susana decidió que no quería ser chico, llamé a la endocrino para decírselo», explica su madre. «Me dijo que la intentara convencer de que siguiera delante, que no cambiara, porque igual era peor. Imagino que no quería admitir que se habían equivocado». La chica dejó de tomar hormonas masculinas y ahora va a tener que tomarlas femeninas toda la vida: ya no puede producirlas naturalmente.
Hasta que no encontraron a la Asociación Amanda, de madres con hijos con disforia de género acelerada, a Susana y su progenitora les costó arrancar. «Ninguna ley autonómica, ni la que se acaba de aprobar, contempla qué hacer en estos casos», dicen en Amanda. «Y la Ley Trans prohíbe terminantemente cualquier abordaje psicológico que no sea afirmativo, so pena de multa de hasta 150.000 euros. Incluso un enfoque no afirmativo de los padres puede hacerles perder la patria potestad».
La reclamación, presentada por el abogado Carlos Sardinero, es por valor de 314.000 euros -a tenor de los baremos sanitarios habituales- que, de atenderse, deberían salir del erario público. En ella se incluye la posibilidad de que las hormonas agravaran los problemas mentales de Susana: los prospectos de estos medicamentos avisan de dichos efectos adversos.
Y ahora, ¿qué se puede hacer? ¿Hay alguna vía quirúrgica para desandar lo andado? «Sólo me han dicho que me pueden poner implantes», se limita a decir.
Susana habla poco. Durante la sesión de fotos, en la playa de A Coruña, no cruza palabra con el fotógrafo. Si se le pregunta por escrito sobre sus sentimientos, dice: «Yo estaba muy mal, no podía relacionarme y hacer amigos, me costaba hablar con el psicólogo y aun así hizo los informes para recibir el tratamiento hormonal y las operaciones. Si no sabía ayudarme me podría haber enviado a otro, en vez de arruinarme la vida. La última vez que fui a su consulta se puso a temblar, nos echó y nos dijo que fuéramos a la asesoría jurídica del hospital».
¿Cómo es su vida ahora? «Horrible. Los psicólogos y psiquiatras nunca me han ayudado y sigo teniendo los mismos problemas. La psiquiatra ahora dice que no tengo ninguna enfermedad mental, que lo mío no se cura con pastillas, pero me sigue recetando pastillas y haciendo informes de corta y pega».
Susana Domínguez, en fin, habla más claro sobre aquel psicólogo en su anónimo pero muy activo perfil de Twitter. Donde muchos de estos jóvenes viven una vida paralela que, a veces, creen más real que la verdadera. Donde ella se convenció de que era trans. Ahí Susana escribe: «Aquel tipo violó mi alma».
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Declaración de los Derechos del Niño
La Declaración de los Derechos del Niño fue aprobada el 20 de noviembre de 1959 de manera unánime por los 78 Estados miembros que componían entonces la Organización de Naciones Unidas.
Está basada a su vez en la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, de 1924, y recoge 10 principios. Tras esta declaración, en 1989 se firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, con 54 artículos. Aparte de la extensión, las principales diferencias entre ambas es que el cumplimiento de una convención es obligatorio y, por otra parte, la de 1989 cambia el enfoque considerando a las niñas y niños como sujetos de protección y no solo como objetos de la misma.
Los derechos de la infancia están plenamente estipulados en la Convención sobre los Derechos del Niño. Elaborada durante 10 años con las aportaciones de representantes de diversas sociedades, culturas y religiones, la Convención fue aprobada como tratado internacional de derechos humanos el 20 de noviembre de 1989.La Convención, a lo largo de sus 54 artículos, reconoce que los niños (seres humanos menores de 18 años) son individuos con derecho de pleno desarrollo físico, mental y social, y con derecho a expresar libremente sus opiniones. Además la Convención es también un modelo para la salud, la supervivencia y el progreso de toda la sociedad humana.La Convención, como primera ley internacional sobre los derechos de los niños y niñas, es de carácter obligatorio para los Estados firmantes. Estos países informan al Comité de los Derechos del Niño sobre los pasos que han adoptado para aplicar lo establecido en la Convención.Es también obligación del Estado adoptar las medidas necesarias para dar efectividad a todos los derechos reconocidos en la Convención.Una Convención sobre los derechos del niño era necesaria porque aún cuando muchos países tenían leyes que protegían a la infancia, algunos no las respetaban. Para los niños esto significaba con frecuencia pobreza, acceso desigual a la educación, abandono. Unos problemas que afectaban tanto a los niños de los países ricos como pobres.En este sentido, la aceptación de la Convención por parte de un número tan elevado de países ha reforzado el reconocimiento de la dignidad humana fundamental de la infancia así como la necesidad de garantizar su protección y desarrollo.La Convención sobre los Derechos del Niño se ha utilizado en todo el mundo para promover y proteger los derechos de la infancia. Desde su aprobación, en el mundo, se han producido avances considerables en el cumplimiento de los derechos de la infancia a la supervivencia, la salud y la educación, a través de la prestación de bienes y servicios esenciales; así como un reconocimiento cada vez mayor de la necesidad de establecer un entorno protector que defienda a los niños y niñas de la explotación, los malos tratos y la violencia.
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LA HUMANIDAD COMO MERCANCÍA (Última Etapa del Capitalismo)
Hay que detener la producción de embriones in vitro– Mónica López Barahona
¿Qué destino les espera a los más de 600.000 embriones congelados que se acumulan en las unidades de reproducción asistida? Hablamos de esta complicada situación con la doctora Mónica López Barahona, presidenta de la Fundación Jérôme Lejeune en España y directora de la Cátedra de Bioética Jérôme Lejeune en la Universidad Francisco de Vitoria.
EL EFECTO AVESTRUZ
Cuando vienen curvas, ¿metes la cabeza bajo tierra o encaras el desafío de frente? Dicen que a los avestruces les tira la primera opción, pero estamos convencidos de que hay otra manera de afrontar los retos. De esta intuición nace El Efecto Avestruz: una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)
LA «SEGUNDA TRANSICIÓN» Y EL REGRESO DE LA ASOCIACIÓN CATÓLICA DE PROPAGANDISTAS
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Cómo acabar con el feminismo
Me declaro en guerra contra el feminismo como acto desesperado de autodefensa, de subversión y decencia. Como anhelo personal de recuperar mi poder legítimo social frente a unas desequilibradas sedientas de hacer el negocio de su mediocre vida
Por IRENE GONZÁLEZ
Estoy harta, estoy cansada y sobre todo profundamente aburrida del 8-M, del feminismo, y de su ola de locura y fealdad que gira entorno de lo mujeril. Ya ni de la mujer, desde que la biología es un estado emocional. Supongo que invocar el hastío es insuficiente para describir mi estado de hartazgo de esa ideología invasiva, llena de quejidos, estupidez y tampones públicos por doquier. Me declaro en guerra contra el feminismo como acto desesperado de autodefensa, de subversión y decencia. Como anhelo personal de recuperar mi poder legítimo social frente a unas desequilibradas sedientas de hacer el negocio de su mediocre vida.
Estoy cansada de la crítica absurda e insuficiente que se ha hecho del feminismo ministerial. Se ha limitado a la equidad legal y el feminismo liberal, de brechas salariales y conciliación con el que se lucran hombres en observatorios de igualdad. Como si el machismo fuese un mito inexistente. Estoy harta de la estafa que supone limitar la crítica del feminismo trans a la injusticia deportiva en una demostración de cobardía y limitación intelectual. Estoy furiosa con las que repiten que el aborto es un derecho de la mujer y no una liberación del hombre que la utiliza y abandona. Estoy aburrida de que se espere que las mujeres sólo tengamos que hablar de «lo nuestro», que yo aún no sé qué es eso, como habrán comprobado los asiduos a esta columna.
El feminismo que le ha tocado vivir a mi generación parece ideado por el mayor miserable de los misóginos. Me siento insegura en las calles viendo cómo se prioriza la paridad en la policía a mi seguridad personal como mujer. Un feminismo que con su victimización ha conseguido que la desconfianza y la incredulidad sean lo que envuelva a toda denuncia de violación, acoso y maltrato fuera de un tribunal. Que las verdaderas víctimas de esos deleznables delitos sientan la desprotección social de ser creídas y comprendidas en su entorno. Callar para que no te confundan con las miserables que utilizan la nueva legislación en venganza o negocio. Un sistema en el que un hombre no debe hacerse responsable de dejar embarazada a una mujer y el matrimonio es considerado opresor. Mujeres reivindicando el aborto como derecho liberador de la vida de sus propios hijos. Sólo un sádico misógino podría haber ideado un sistema así bajo el nombre de feminismo, donde la indefensión física de las mujeres es considerada un avance en la igualdad, donde el aborto es el mayor derecho de la mujer y donde en el ecosistema hombres y mujeres vivimos apartados culturalmente.
Un sistema en el que un hombre no debe hacerse responsable de dejar embarazada a una mujer y el matrimonio es considerado opresor
No puedo perdonar ni tolerar el papel fundamental que ha jugado el feminismo en la proliferación de la misoginia. El evidente acoso legal a los hombres ha permitido que muchos de ellos empiecen a sentirse libres de humillar a mujeres, considerando a todas una caricatura de sus complejos masculinos bajo la excusa de los delirios del mujerismo. Vivo atrapada entre un sistema de furia estúpida feminista que quiere «barrer» al patriarcado, como el cartel del PCE; y otro donde una mujer no puede ser admirada, ni recibir un elogio de un hombre por el miedo de su débil masculinidad a ser señalado por otros en la manada por hacerlo. No hay mayor tonto que el vigila el simpeo, ni mayor cobarde que el que lo teme. Si el feminismo parece ideado por un misógino, este comportamiento carente de virilidad parece diseñado por la más desquiciada y consumida de odio al hombre.
El evidente acoso legal a los hombres ha permitido que muchos de ellos empiecen a sentirse libres de humillar a mujeres
Han destruido todo puente, cerrado toda puerta y tapiado cualquier ventana en la conversación y convivencia entre hombres y mujeres. Nos han condenado a vivir de espaldas, en guardia y en una intensa desconfianza. Al menos ellos se libran de coloquios terapéuticos sobre la desgracia de ser mujer organizados por las que copan el poder y succionan el presupuesto. La injusticia más horrenda que ocultan todas ellas es que el mundo sigue privilegiando a la que es limitada en ideas y escrúpulos.
Rechazo un sistema donde los hombres son tratados con injusticia en nombre de la defensa de la mujer. No quiero un mundo en el que la voz de un hombre sea más respetada por encasillarnos en cuotas y el feminismo. No participo de una sociedad en la que no pueda decir que cuidar y amar a un hombre es una bendición, como lo es para ellos con nosotras. Escribo desde el respeto y el amor a los hombres valiosos que estén perdidos en la soledad de la posmodernidad.
Porque el feminismo es por encima de todo el odio a la mujer puramente heterosexual, a la ostentación de la feminidad.
Mujer: fantasmas sobre el agua
«Ser mujer es hoy un funcionariado»
Hoy brilla un ocho de marzo de luz algodonosa. Me acojo a esos tenues destellos platino que, sobre Madrid, permean las nubes densas de esta ya casi primavera. Tomo de su anaquel el tomo del más delicado vidente del fantasma femenino: ‘La Bella Dama despiadada’.
Por Gabriel Albiac
Mienten siempre las conmemoraciones. Ya sean íntimas, ya sean colectivas. Conmemora nuestra alma la leyenda. No lo que fuimos; lo que deseamos. La mayor parte de las veces, apenas si el sueño de lo que deseamos desear. Ese del cual en la vigilia queda sólo una aspereza esteparia. Pero mentir es preciso, y alzar leyendas con las cuales asomarse al espejo y no ver nuestro gris rostro; y, en su lugar, adivinar un jardín estrellado: ni siquiera sospechamos que, tras los jardines de nuestras leyendas, se suelen forjar los infiernos.
8 de marzo. Decir «día de la mujer» (cuando era yo joven, se decía «día de la mujer trabajadora») despliega ante nosotros la más bella escenografía. Porque «mujer» –el «significante-mujer», diría un lacaniano– es el depósito de todos los arquetipos angélicos, con cuyos mimos compensa el cachorrillo humano la constancia, no demasiado grata, de haber sido arrojado al frío polar del mundo. Y que, sobreponiéndolo a la letal lucidez con la que uno de los más viejos poetas griegos hacía de ese «haber nacido» lo peor de todo, fusiona a un animalillo –tan desvalido que no es siquiera hablante– con la calidez del cuerpo materno, ese que habrá de añorar largamente, largamente buscar, siempre fracasando.
Dicen los más sutiles de los psicoanalistas –y los menos pretenciosos– que la madre contamina a la mujer. Y que de esa contaminación provienen todas las paradojas –hermosas y terribles– del afecto humano. Y no, esa función-madre, que construye cuerpo, lengua y mente en los hablantes –todos–, no es intercambiable con la función-padre. Cualquiera que haya mínimamente transitado por esta vida sabe que eso es férreo: los fantasmas de la primera infancia son territorio salvaje que nada ni nadie coloniza. Y empecinarse en hacerlo –confundir, por ejemplo, fantasmas femeninos y masculinos– lleva a cartografiar tan sólo el territorio de la locura.
8 de marzo. La vida de los hombres –como la de las mujeres– está tejida sobre un arquetipo perdido: la tibieza del cuerpo y de las palabras –o, más bien, los sonidos– que hicieron, milagrosamente, de una cría desvalida de mamífero, un humano. Toda la vida será un sueño de retorno a ese refugio, que va a escaparse siempre. Y todas las melancolías humanas –de los unos exactamente igual que de las otras– van a girar en torno a esa imposible marcha atrás en el tiempo: envenenado mito de los orígenes. Y todas las bellezas, y todas las sombras.
Hoy brilla un ocho de marzo de luz algodonosa. Me acojo a esos tenues destellos platino que, sobre Madrid, permean las nubes densas de esta ya casi primavera. Tomo de su anaquel el tomo del más delicado vidente del fantasma femenino: La Bella Dama despiadada. Leo solo y en voz alta. En tropel, a mi alrededor, se agolpan los fantasmas:
«…Y ella me arrulló hasta que me adormecí,
y allí soñé –…¡ay de mí!–
el último sueño que jamás soñé
sobre la fría ladera…
Vi reyes pálidos, princesas,
guerreros, cadavéricos todos,
gemían: la Bella Dama sin piedad
te tiene prisionero».
John Keats.
Y, velada por la Bella Dama, una lápida en Roma. Sin nombre. 25 años, 1821: «Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito sobre las aguas». Keats murió un 21 de febrero. No demasiados lo habrán conmemorado, hace dos semanas: está bien que así sea; las conmemoraciones mienten. Siempre. Incluso la del más alto cantor del espectro femenino. Y está bien que toda esa belleza de aquellas legendarias damas despiadadas se haya perdido: que ser mujer sea hoy un funcionariado. Lo vulgar persevera. Sólo.
La mujer española y la burla violeta
Poco a poco, a las mujeres nos han ido despojando de nuestra identidad biológica hasta convertirnos prácticamente en unos seres neutros.
Por Sonia Lalanda
Pertenezco a una generación nieta de heroínas de guerra e hija de niñas de postguerra. Vivieron tiempos duros, cuando nada era gratis y el pomposo “Estado del Bienestar”, una quimera. Mujeres fuertes, duras, trabajadoras y generosas. Amantes de sus familias por encima de todas las cosas. Buenas hijas, magníficas madres y abnegadas esposas, siempre con una sonrisa en la boca, con una mirada dulce y con una esperanza en el bolsillo.
Lo eran todo: educadoras, economistas, enfermeras, asesoras vitales. Cocineras, costureras, profesoras. Cuidadoras de niños, ancianos y enfermos. Hormiguitas ahorradoras y generosas Reinas Magas….
Todas esas lecciones de vida y alguna más, hemos recibido de nuestras madres y abuelas las mujeres que, a punto de terminar el primer cuarto de siglo del segundo milenio, somos ya madres y abuelas, y, desde esta perspectiva de la vida, contemplamos con estupor el rumbo de los acontecimientos y cómo se está demoliendo toda esta cultura matriarcal sobre la que se han edificado a lo largo de los siglos las familias en España.
Al margen y por encima de cualquier consideración jurídica del momento histórico, la mujer española ha sido siempre el pilar poderoso sobre el que se edificaba una familia. No me cabe duda de que, con las excepciones pertinentes, la mujer española, la madre de familia estaba investida de una potencia especial para sacar adelante a los suyos casi invencible.
Asistimos estupefactas a la ceremonia de la demolición de la institución de la mujer, entendiendo por tal, el centro de gravedad de una familia
Gracias a todas esas mujeres que nos han precedido, las de mi generación hemos gozado de una herencia de inmenso valor que, por desgracia, no vamos a poder trasmitir a nuestras hijas, mientras asistimos estupefactas a la ceremonia de la demolición de la institución de la mujer, entendiendo por tal, el centro de gravedad de una familia y el eje en torno al cual se construye el futuro de una nación.
Las mujeres de mi generación hemos sido más libres, más valoradas y más respetadas de lo que son ahora nuestras hijas. Hemos podido estudiar lo que nos ha dado la gana, con becas para quienes las necesitaban y sin ellas quienes empezamos a trabajar muy pronto, o aquellas cuya economía familiar, bastante menos agobiada a impuestos que ahora, se lo permitía.
No hacía falta volver a casa ni sola ni borracha. Por lo general sabíamos beber en una sociedad donde no estaba prohibido ni beber ni fumar, las relaciones entre ambos sexos no tenían lugar en términos de poder, sino de compañerismo y complementariedad. No nos planteábamos ninguna posición de empoderamiento porque no era necesaria. Sabíamos que el esfuerzo, el trabajo y la dedicación daba sus frutos. Las mujeres de mi generación, las “niñas baby boom”, hemos alcanzado en pie de igualdad numérica, si no superado, a los hombres, en cargos y plazas de acceso por oposición en todos los ámbitos y niveles de la administración pública y los tres poderes del Estado. No hemos necesitado cuotas.
Soñábamos la gran mayoría con tener independencia económica, con formar una familia, tener hijos y encontrar en ella la felicidad. Bien es cierto que trasladados esos sueños a la realidad, nos ha tocado ser unas “super woman” para llegar diariamente al ejercicio razonable de todos los papeles que hemos ido asumiendo voluntariamente de profesionales liberales, empleadas por cuenta ajena, madres, hijas, amas de casa y compañeras más que “esposas”.
Las que se decían feministas y defensoras de los derechos de la mujer, han resultado ser nuestro peor enemigo. Un caballo de Troya letal
De la noche a la mañana, lo que hasta hace nada era la evolución natural de siglos en nuestra cultura mediterránea ha entrado en una fase acelerada de destrucción con la aplicación de la ingeniería social y humana de la Agenda 2030, aquí y en los países occidentales. En España con especial virulencia con la llegada del Gobierno social comunista de Sánchez Las que se decían feministas y defensoras de los derechos de la mujer, han resultado ser nuestro peor enemigo. Un caballo de Troya letal en el corazón de la cabina de mando que nos está llevando a las mujeres a estrellarnos contra la roca de su demencia hasta la destrucción total. Y no exagero nada.
Sin precedente alguno en la Historia, el mundo de la mujer y nuestros derechos están siendo atacados “desde dentro” por quienes se dicen defensoras de lo contrario. De pronto, la mujer ha pasado a considerarse un ser débil, necesitado de protección por el Estado e incapaz de tomar sus propias decisiones. Tuteladas subrepticiamente hasta la náusea, se nos obligaba a contemplar cómo desde las posiciones del feminismo radical en el poder, nuestro mundo matriarcal está siendo literalmente colonizado por los hombres disfrazados con piel de trans-cordero.
Donde la naturaleza y la biología decidieron dos sexos, los despachos de la ingeniería social han inventado 37 géneros y todos operan contra la familia, la maternidad, don exclusivo y excluyente de la mujer, y por tanto contra la mujer.
¿Mujer? No, ahora somos “persona menstruante”. ¿Embarazada? No, solo “persona gestante” “Madre”, palabra sagrada, sustituida por “progenitora” La menstruación, hecho natural en todos los mamíferos, ha pasado a ser una enfermedad que debe tener reconocimiento social.
Poco a poco, pero con gran rapidez y siguiendo una ruta perfectamente marcada, a las mujeres nos han ido despojando de nuestra identidad biológica hasta convertirnos prácticamente en unos seres neutros, de tal forma que cualquiera puede ser mujer con tal de acudir al Registro Civil y decir que lo es.
La situación es tan demencial que, con una jugada a tres bandas, y siempre a golpe de BOE, de chiringuitos estratégicos y de subvenciones, por un lado, nos tratan como si fuéramos débiles mentales sometidas al patriarcado opresor, por otro nos empoderan al extremo de cargarse la presunción de inocencia del varón, y por último las fronteras del mundo femenino se abren a todo aquél que se autoproclame mujer.
Se defiende hasta limitar con el infanticidio el inexistente “derecho al aborto” y los derechos de los “perrihijos” como “seres sintientes”.
En lugar de proteger y apoyar el derecho a la maternidad como un bien social y de interés público, en una situación ya de alarma demográfica, se defiende hasta limitar con el infanticidio el inexistente “derecho al aborto” y los derechos de los “perrihijos” como “seres sintientes”.
En lugar de crecer en defensa de la real igualdad de derechos entre ambos sexos, la mujer desparece de escena y su mundo se ve invadido por los “trans” a quienes se reconoce preferencia en el mundo laboral, en el mundo sanitario (se prefiere invertir en estas transformaciones antes que en determinados tratamientos contra el cáncer por considerarse “muy caros”), e incluso en el mundo de las competiciones deportivas femeninas.
Me llamarán “fascista” por hacer estas reflexiones, pretendiendo controlar mi derecho a expresar libremente cómo me siento como mujer por todo lo que está ocurriendo, pero no me callarán. Como no podrán callar a los cientos de miles de mujeres en todo el mundo que se están levantando contra esta locura bien diseñada desde la izquierda globalista que, bajo el disfraz del “feminismo” busca someter como ninguna a la mujer hasta invisibilizarnos del todo.
Este 8 de Marzo, volverá la burla violeta a tomar las calles con la misma desfachatez que están usurpando nuestros derechos como mujeres. Pero mal que les pese, ni ser mujer es un sentimiento, ni tu eres una “fascista” porque tu ADN sea XX. Nos espera una larga batalla, pero ganaremos. La mujer española no se rinde tan fácilmente.
LE RECETARON TESTOSTERONA CUANDO TENÍA 17 AÑOS
Una joven demanda a los médicos que le practicaron un cambio de sexo: «Me dijeron que me estaban curando y que ya no querría suicidarme, y no era verdad»
Por REBECA CRESPO
Gaceta, JULIO 27, 2023
«Presumía de que había perdido 4 kilos en un día, es lo que más me emocionaba de mi mastectomia». Así comienza el desgarrador testimonio de Prisha Mosley, una joven de 25 años de Carolina del Norte que ha demandado al equipo de médicos y profesionales que le recetaron testosterona a los 17 años y le extirparon quirúrgicamente los pechos un año después.
Mosley comenzó a sentir que no encajaba a los 13 años. «Dejé de disfrutar las cosas, no lograba conectar con mi familia, empecé a tener muchos problemas con mi salud mental, ansiedad, depresión y, eventualmente, dejé de comer y empecé a autolesionarme», explica en una entrevista en vídeo para Independent Women’s Forum que ya han visto 100.000 personas.
Su adolescencia fue muy complicada. La joven fue diagnosticada con trastorno de personalidad borderline y anorexia, su madre era adicta a las drogas, y también fue víctima de abusos sexuales cuando sólo tenía 14 años.
«Eres trans si odias tu cuerpo»
A los 15, después de varias búsquedas en internet, creyó encontrar la solución a sus problemas en el transgenerismo. «Me odiaba a mí misma y mi cuerpo (…). Empecé a leer sobre el transgenerismo en internet y muchas cosas me hicieron sentir identificada como: ‘eres trans si odias tu cuerpo, si no te sientes cómoda con él, si quieres ser una persona diferente…’ y, con todo lo que estaba pasando, pensé que si alineaba mi cuerpo con mi mente, o algo así, me sentiría mejor».
La historia de Mosley es similar a la de muchas otras jóvenes que, en la etapa de la adolescencia, sufren algún tipo de trastorno psicológico unido a, en muchas ocasiones, familias desestructuradas, y creen encontrar un refugio en una comunidad transgénero que las entiende y les ofrece una salida a sus problemas: transicionar. «La comunidad trans me bombardeó con amor. Yo me odiaba y estaba convencida de que todo el mundo a mi alrededor me odiaba. Así que, cuando la comunidad empezó a celebrar el hecho de que yo había nacido en un cuerpo equivocado, me sentí valorada, me sentí querida. Fue un bombardeo de amor real», explica.
Mosley primero cambió de nombre, después de ropa, hasta que encontró en internet a un «experto en transgenerismo». En la primera cita a la que acudió, de tan sólo unos minutos, la recetaron hormonas y cirugía superior para retirarle los pechos.
En un primer momento, esta cirugía fue un alivio para su mente enferma por la anorexia. «Sentí que me habían quitado grasa inútil. También quería hacerme una liposucción, pero no quisieron. Aparentemente, cuando tienes un trastorno mental, arreglar, cambiar tu cuerpo, no es la respuesta. Esa liposucción no es un tratamiento para la anorexia, pero la cirugía sí es un tratamiento para la disforia de género«, detalla.
«No sé si pensaron que me estaban ayudando o si sólo fue por dinero»
Su decisión de cambiar de sexo la apartó de su familia, la empujó a comenzar una relación tóxica con alguien que la «afirmaba» —que no ponía en duda su disforia de género— y a perder su trabajo y endeudarse para poder pagar la mastectomía a la que la sometieron.
«Mirando al pasado yo no estaba para nada bien y era evidente, era tan inestable que literalmente no quería estar viva. Los doctores eran conscientes de lo lejos de la realidad que yo estaba, y no entiendo cómo a esa edad pude tomar esas decisiones que cambiaron mi vida para siempre», recuerda en la actualidad.
Cuando cumplió los 20 años y comenzó a recibir tratamiento psicoterapéutico le costó un tiempo aceptar su nueva realidad: que no sufría disforia de género, sino que había intentado curar su trastorno de personalidad y tapar sus problemas en casa con un cambio de sexo.
«Estuve en negación durante mucho tiempo porque había puesto tanto en esto, tanto dinero y tanta energía, había perdido a miembros de mi familia por esto y había cambiado mi cuerpo por completo por esto. Nada de lo que hice durante mi transición sirvió de tratamiento para esas cosas que me estaban haciendo sufrir mentalmente», se lamenta.
En su camino de detransición y una vez que ha dejado de tomar testosterona, Mosley sabe que puede que haya consecuencias irreversibles de su tratamiento. «Tengo que encontrar un cirujano plástico para mi reconstrucción de pecho y vamos a ver qué es posible. Todo el tejido se ha ido, la zona está completamente plana y tiesa. Ya no tengo caderas, mis hombros son más grandes, también tengo sequedad y atrofia vaginal, y eso me preocupa mucho y hace todo doloroso y no muy funcional. No sé si podré ser madre alguna vez«, detalla.
Entre todas las dudas y preguntas, esta joven no entiende qué llevó a los doctores a hacer un diagnóstico erróneo: «No sé si realmente pensaron que me estaban ayudando y es que no hay suficiente investigación sobre el asunto o si sólo fue por dinero«.
«La comunidad trans elige lo más vulnerable que tenemos»
Mosley ha creado una cuenta de Youtube en la que cuenta su historia con el objetivo de que llegue al mayor número de personas posibles y poder evitar que lo que le ocurrió a ella le suceda a otros.
«Siento que la comunidad trans, los médicos, realmente eligen lo más vulnerable que tenemos. Yo tengo trastorno de personalidad borderline y sé que eso fue lo que motivó mi transición. Uno de los síntomas es la falta de identidad y mis doctores lo sabían, se lo dije y no les importó. Para ellos yo no era feliz como una niña así que eso significaba que era un niño y que era trans, así que simplemente cogí la cura que me estaban ofreciendo. Me dijeron que me estaban curando y que ya no querría suicidarme, y no era verdad. He perdido muchas cosas por esto y sólo espero que cualquiera que esté pasando por lo que yo pasé cuando era una niña no reciba una prescripción para hormonas o cirugía. Hay muchos trastornos mentales que te hacen odiar tu cuerpo y la solución no es cambiar tu cuerpo, es arreglar tu cerebro. La comunidad trans te dice que mates a tu viejo yo, incluso te dicen que, a partir de ahora, tienes un dead name (nombre muerto en inglés en referencia al nombre que las transicionadoras dejan de utilizar una vez comienza el proceso). De verdad siento que hice todo eso, siento que maté a una niña, y que era yo«, explica en un vídeo que han visto más de 15.000 personas.
Demanda por estafa, fraude y negligencia médica
Prisha Mosley ha presentado una demanda ante el Tribunal Superior del condado de Gaston, en Carolina del Norte (EE.UU.), en la que acusa de estafa a su médico, al cirujano y a todos los facultativos que colaboraron con su «transición de género» cuando era menor de edad.
La joven les acusa de fraude, negligencia médica, infligir angustia emocional y utilizar prácticas comerciales desleales y engañosas durante su tratamiento por enfermedad mental y en el proceso de «reasignación de género».
El bufete de abogados que la representa, especializado en servicios jurídicos para personas perjudicadas por «cuidados de afirmación de género», asegura que en la actualidad «hay un puñado de casos» como este en el país, pero prevé que habrá muchos más en los próximos años.
Su entrevista en Independent Women’s Forum, el vídeo en el que con su testimonio denuncia lo que le ocurrió, ha sido censurada por Youtube. Al contrario de lo que le ocurrió a ella, cuando nadie puso en duda si debía recibir el tratamiento que recibió, el canal de vídeos sí da una recomendación: «Este vídeo puede ser inadecuado para algunos usuarios».
https://gaceta.es/estados-unidos/una-joven-demanda-a-los-medicos-que-la-practicaron-un-cambio-de-sexo-me-dijeron-que-me-estaban-curando-y-que-ya-no-querria-suicidarme-y-no-era-verdad-20230727-0555/