«LOS NARCISOS HAN TOMADO EL PODER», entrevista con Marie-France Hirigoyen. «Y, mientras los asesinaban, ellos aplaudían».

¿ERES VENTANA O ESPEJO?

Un joven muy rico fue a hablar con un rabino y le pidió un consejo para orientar su vida. Éste lo condujo hasta la ventana y le preguntó:

– ¿Qué ves a través de los vidrios?

– Veo a hombres que van y vienen y a un ciego pidiendo limosna en la calle.

Entonces el rabino le mostró un gran espejo y nuevamente le interrogó:

– Mira este espejo y dime ahora qué ves

– Me veo a mí mismo

– ¡Y ya no ves a los otros! Repara que la ventana y el espejo están ambos hechos de la misma materia prima: el vidrio; pero en el espejo, porque hay una fina capa de plata pegada al vidrio, ves solamente a tu persona. Debes compararte a estas dos clases de vidrio. Pobre, veías a los otros y sentías compasión por ellos. Cubierto de plata – rico – solo te ves a tí mismo . Solo valdrás algo cuando tengas la valentía de arrancar el revestimiento de plata que tapa los ojos para poder de nuevo ver y amar a los otros.

Parabola judia, Paulo Coelho

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Marie-France Hirigoyen: “El narcisista devora todo lo bueno de los demás. Como los vampiros”

La psiquiatra y psicoanalista francesa Marie-France Hirigoyen, que acuñó el concepto del acoso moral, publica en español su libro ‘Los narcisos han tomado el poder’

Por Borja Hermoso

EL PAIS 

La psiquiatra y psicoanalista Marie-France Hirigoyen, autora de ‘Los narcisos han tomado el poder’, fotografiada en París. ED ALCOCK

 

LA ANFITRIONA recibe junto al inevitable desván en su gabinete de la Rue Racine, en el cogollo del Barrio Latino de París. Aquí suele acoger a toda esa pléyade contemporánea de almas en pena por motivos de estrés, depresión, adicciones, disputas familiares, acoso laboral, acoso sexual y el menos evidente (pero no el menos dañino) de los acosos: el moral. Algo sabe de eso Marie-France Hirigoyen (Coulaines, Francia, 1948): fue ella quien acuñó el concepto en 1998 en su libro El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, verdadera piedra de toque para lo que acabaría suponiendo su inclusión en el Código Penal francés, con castigos de hasta dos años de prisión para el empleador que acose o permita el acoso. Luego vinieron otras incursiones editoriales por los males de nuestra era, como El acoso moral en el trabajo, Mujeres maltratadas o Las nuevas soledades. Todos estos libros, al igual que Los narcisos han tomado el poder, han sido publicados en español por Paidós. Hirigoyen, que se formó en Estados Unidos y llegó a colaborar con el FBI en un estudio sobre asesinos en serie, es una de las grandes expertas mundiales en victimología y violencias de tipo psicológico, perverso y terrorista. También fue asesora del presidente de la República Francesa Jacques Chirac —hoy fallecido— para cuestiones relativas al acoso y los malos tratos.

Sostiene que “los narcisos han tomado el poder”. Podríamos darle la vuelta, ¿no?, y decir que toda persona que llega al poder se vuelve narcisista.
Sí, está claro que para ser político hay que ser narcisista, pero no necesariamente narcisista patológico. Hay una élite, que puede ser política, intelectual o financiera, cada vez con más poder. Los ricos son cada vez más ricos, algunos presidentes de Gobierno —Xi Jinping, Putin, Trump, etcétera— se lo montan para tener cada vez más poder y, mientras, en todo el mundo las clases medias —o sea, aquellos que no tienen el poder suficiente— ven cómo baja y baja su nivel de vida. Y, sobre todo, se sienten abandonados. Esto se acentúa día tras día.

¿Es esa una de las claves de por qué los votantes eligen opciones “nuevas”? ¿De por qué —por ejemplo— parte del voto obrero puede acabar en la extrema derecha?
Eso lo vemos en diversos países. En Francia, desde luego, lo hemos visto con el fenómeno de los chalecos amarillos. Al final, sí, en ese movimiento de protesta ha habido narcisos que han cobrado protagonismo gracias a su habilidad y a su trabajo en las redes sociales y en los informativos televisivos de 24 horas, pero en su origen la razón de ser de este movimiento no era otra que “no nos escuchan, pero aquí estamos”.

¿Y cree que los “no escuchados” tienen razón o no? ¿Cree que los políticos se han ganado a pulso ese grito de la calle o no?
No sé. El mundo moderno y sus procesos de globalización nos dieron la impresión de que habría solución para todos los males. Que íbamos a poder progresar indefinidamente, que cada vez habría más bienestar para todos… En definitiva, el sistema capitalista lo que promete es que cada vez habrá “más de todo”, y, sí, hay más confort, más avances, más posibilidad de éxito personal…, pero también más sufrimiento, más desigualdad, más necesidad cada día de demostrar que eres un ganador, porque el que no es un ganador es un perdedor, no es nada, y entonces se derrumba. Vivimos en un sistema que selecciona a los más narcisistas y deja fuera a quienes no sirven. Un sistema en el que para triunfar hay que ser guapo, inteligente y dar la impresión de ser plenamente feliz.

“Dar la impresión de”…, he ahí la gran religión actual, ¿no?
Sí, vivimos en un mundo de imagen, todo es imagen. Lo que importa no es lo que eres, sino lo que das a entender que eres. Esto en las redes sociales llega al paroxismo. De forma que hay personas que en realidad no existen, sino que han sido construidas para las redes, incluso construidas o reconstruidas físicamente, a través del selfie, por ejemplo. Construyen un avatar de ellos mismos, en el que se presentan no como son, sino como quieren que la gente piense que son. Se caricaturizan y llegan a situaciones de verdad degradantes con tal de que se fijen en ellos.

Esto afecta a todos los ámbitos, especialmente al profesional…
Es una práctica que lo impregna todo. Veamos. Alguien se pone a buscar trabajo, el que sea. Pues tiene que mejorar su perfil en las redes y activar su red social sea como sea. Yo tenía una paciente que era contable. Trabajaba en una oficina, detrás de un ordenador. La despidieron por defender a una compañera que había sido acosada sexualmente. Fue a una entrevista de trabajo. Le dijeron: “Si quiere optar al puesto, debería mejorar su look”. Ella respondió: “¡Pero si soy contable!”. Le contestaron: “Pues nadie la va a contratar, porque no se maquilla, se viste mal y tiene un aspecto como deprimido”. Y ella dijo: “¡Estoy deprimida, me han despedido y estoy en paro!”. Hablamos de alguien de alto nivel que trabajaba con éxito en una multinacional. Este es el mundo en el que vivimos.

Pero en ese mundo hay gente que juega el juego y gente que no.
Sí, hay personas dispuestas a jugar el juego del éxito o de la apariencia del éxito, y otras que no lo entienden y no pueden o no quieren hacerlo. Es superior a sus fuerzas. En cualquier caso, es un mundo en el que abundan lo que yo llamo los “falsos yo”. Yo no soy yo, sino lo que me conviene que piensen que soy.

¿Es un poco como vivir dos vidas paralelas, la real y la que hay que enseñar en sociedad?
Sí, bueno, y luego están los que se dejan llevar de tal forma que incluso en su vida privada actúan, viven en una representación permanente, hacen “como si”. De estos cada vez hay más. Yo recibo a pacientes que vienen a mi consulta a hablar de su vida amorosa, pero que tienen unos tics de lenguaje increíbles, utilizan un pseudolenguaje totalmente deformado por el mundo de la gestión y de la administración, de tal forma que para hablar de fracasos y éxitos amorosos hablan de “eficacia”, “triunfo” o “acierto”.

Quizá el peor problema empiece cuando el receptor compra ese mensaje del emisor, o sea, cuando preferimos ver en el otro algo bello, exitoso…, aunque sea falso. Eso pasa, ¿no?
No estoy segura de eso. Hoy ya no queremos las obligaciones de otras épocas, queremos ser libres e independientes, pero en realidad vivimos completamente formateados. Hay que corresponder a ciertos moldes, a ciertas imágenes; hay que entrar en ciertos esquemas y hay que actuar tal y como se espera que lo hagamos… hasta que finalmente conseguimos no ser nosotros mismos de verdad. Ya sabe ese refrán japonés: “El clavo que sobresale se las verá con el martillo”. Todo esto está en relación con el acoso escolar, al bullying; el alumno buenísimo, el malísimo, el que está demasiado gordo, demasiado delgado, demasiado lo que sea…, el que se salga del molde será acosado por otros. Y esto, con las redes sociales, se ha convertido en algo aún mucho peor, claro.

¿No cree que muchas personas necesitan fijarse en referentes sólidos que a menudo son grandes narcisos?
Para entender todo eso hay que distinguir entre los tipos de narcisos, y lo siento, pero tengo que entrar en el psicoanálisis freudiano, porque Freud habló del narcisismo como una etapa en el desarrollo del niño. Él habló de “su majestad el bebé”. Hay un narcisismo primario: el bebé dependiente y todopoderoso, que no distingue entre él y el mundo exterior. Ve que, cuando llora, su madre viene inmediatamente. Luego está el secundario, cuando el niño se da cuenta de que hay un mundo exterior diferente a él y empieza a sociabilizar; ve que hay otras personas, hermanos, padres, etcétera, y ve que mamá ya no viene cuando él llora. Algunos individuos se quedan bloqueados en el narcisismo primario. Por ejemplo, Donald Trump, que, como usted sabe, ha sido caricaturizado cientos de veces por la prensa estadounidense como un bebé caprichoso en pañales y jugando con un balón, un balón que es el mundo.

¿Ese es el narcisismo grave, o patológico, del que usted habla en sus libros?
Sí. Según la teoría psicoanalítica, los trastornos de la personalidad narcisistas se deberían a fallos en esa fase primaria, es decir, fallos en la construcción del “narcisismo sano”. El narcisista sano es el que tiene una muy buena imagen de sí mismo pero es capaz de aceptar las críticas. Pero en general, lo que les pasa a la mayor parte de las personas con problemas de narcisismo es que creen que no están a la altura. Entonces enmascaran su inseguridad. En cambio, el narciso grandioso está en una fase en la que no tiene en absoluto conciencia de su fragilidad. Al contrario, cree que es el amo del mundo y que los problemas siempre proceden del otro.

Y se va apropiando de lo bueno que tienen sus semejantes, escribe usted.
Exacto. El gran narcisista lo que hace es devorar todo lo bueno de los demás.

Como los vampiros.
Desde luego, el narcisista grandioso es exactamente como los vampiros.

¿Y el vulnerable?
El narciso vulnerable lucha contra la vergüenza de no ser como querría ser. Y entonces se protege creando una imagen de sí mismo, un falso yo que los demás puedan encontrar atractivo. Pero todo acaba siendo una caricatura, una gran mentira.

Bueno, hay mentirosos que, a fuerza de repetir las mentiras, logran que sean percibidas por mucha gente como verdades.
¡Pero es que para los narcisos no se trata de mentiras, sino de verdades! Sus verdades. Lo malo es cuando algunos, como sienten envidia por cómo son otras personas, pueden llegar a volverse violentos, en particular en las redes sociales. Y entonces explotan contra aquellas personas que les molestan.

¿Violentos?
Sí, porque al narciso no le basta con ser “bueno”. Necesita ser “mejor que”. Y eso, al final, implica violencia, porque siempre acaba necesitando chivos expiatorios y se junta con otras personas que odian a la misma gente que él. Y eso está en el origen de muchas formas de violencia que se dan hoy en la sociedad.

Sin embargo, en sus escritos sostiene que lo que denomina el narcisismo grandioso está en retroceso…
Sí y no. En efecto, creo que el gran narcisismo ha llegado a su apogeo…, pero no ha acabado. Los narcisos han cometido tantos excesos que ha empezado a haber ­reacciones, claro. Y hay que tener cuidado porque las reacciones pueden ser a su vez excesivas. Se estigmatiza a algunas personas en las redes sociales por hechos de hace 30 años que cuando ocurrieron no parecían tan graves. Aquí el problema es que algunas personas narcisistas crean que se ponen en valor por el mero hecho de denunciar a otras personas. En cualquier caso, esto va para largo, porque en el fondo a mucha gente le fascinan los grandes narcisos.

En algunos de sus escritos ha evocado el tema de la culpa como un ingrediente psicológico presente en las víctimas del acoso moral e incluso sexual. ¿Esto sigue siendo así o ha cambiado?
Sigue siendo así. La culpa es uno de los elementos de la psicología. En los casos de acoso moral, de acoso sexual y de violencia psicológica, la violencia ejercida suele ser progresiva y sutil, de manera que la persona que la padece no está segura de casi nada. Ya sabe: “Quizá es culpa mía por no haber hecho lo que debía”, “Si no hubiera dicho esto, no habría pasado aquello”… Y al final, lo que ocurre en esos casos es que la víctima acaba siendo cómplice involuntaria de aquello que le ha pasado. Es una gran trampa.

Antes hablaba de las redes sociales y de la violencia verbal que algunos ejercen en ellas. ¿Cree que los innegables efectos positivos de las redes compensan los progresivamente negativos? ¿Qué opina de todo esto?
Que no hay vuelta atrás. Las nuevas tecnologías han cambiado la forma de comunicarnos. Las redes sociales no deberían ser algo malo porque permiten comunicarse con alguien al otro extremo del mundo y crear comunidades de personas…, pero en la práctica nos están invadiendo, están devorando nuestro tiempo, están…

Están creando adicciones.
Efectivamente, el problema empieza con la adicción. Pero la cosa va más lejos, y de esto hablé en mi libro Las nuevas soledades: cada vez hay más personas que no tienen ninguna sexualidad salvo la virtual. Esto empezó en Japón, pero ahora los psicólogos británicos están preocupadísimos: muchos jóvenes ya no tienen sexualidad física. Tienen una sexualidad compulsiva por Internet, pero el intercambio amoroso y sexual, cada vez menos.

Al final, practicar sexo es comunicación y no hacerlo es incomunicación, ¿no?
Eso es, el intercambio deja de producirse poco a poco.

A lo peor se puede comparar eso con la progresiva reticencia juvenil en hablar por teléfono. Casi todo lo cuentan por escrito con sus smartphones con dibujitos o mensajes con faltas de ortografía…
Casi no hablan. Pero no me refiero solo a los jóvenes, ¿eh?, yo tengo pacientes que casi no interactúan con nadie, salvo cuando van a la panadería a por una baguette o cuando vienen aquí, a la consulta, cuando ya no pueden más. El resto del tiempo no ven a nadie. Conozco a una chica que va a la Facultad, se está preparando para ser profesora. Va a clase y solo responde cuando le preguntan. No tiene vida social. No va a bares. No va a restaurantes. Se puede pasar una semana sin hablar con nadie. Yo recibo a padres y madres preocupados porque sus hijos no salen de su habitación en una semana. No van a clase. Están todo el día conectados a Internet. Eso no es vida.

Esa soledad elegida del sexo virtual, los juguetes eróticos, el no salir de casa, el no hablar…, ¿tienen que ver con el narcisismo?
Sí tienen relación. Yo creo que sobre todo tienen relación con el hiperindividualismo. Nuestra sociedad ha cambiado por completo. Muchas personas están como separadas de ellas mismas. Antes había obligaciones sociales, compromisos colectivos, prohibiciones, las familias, toda una serie de estructuras y corsés sociales que hacían de la sociedad algo totalmente formateado. De ahí salían individuos neuróticos. Pero hoy los psicólogos y los psiquiatras ya casi no recibimos a pacientes neuróticos. Sí recibimos a muchos pacientes con trastornos de la personalidad narcisistas. La gente ya no viene para hablar de sus conflictos intrapsíquicos —­papá, mamá, mi complejo de Edipo, etcétera— porque no les interesa. Vienen para que los repares y los dejes todavía más competentes, más eficaces. “Tengo una entrevista de trabajo, deme algo para estar fuerte”. “Mi relación va regular, deme algo para tener erecciones y que ella crea que la cosa me interesa”.

Usted ha hablado del concepto “vida secuencial”, referida tanto a lo laboral como a la convivencia en pareja. ¿A eso se refiere cuando habla de que los jóvenes solo aspiran a ir cambiando de trabajos y de pareja?
Sí, ¿y eso es malo o es bueno? Pues no está claro. En otras épocas, la gente se quedaba toda la vida en el mismo trabajo, y eso no era necesariamente positivo. Los jóvenes hoy cambian rápido de trabajo y cada vez quieren ser más independientes, pero esto es una ilusión. En el mundo laboral se sufre cada vez más, cada vez está todo más regulado y a la vez más fragmentado. Y como se producen tantos casos de acoso, cada vez hay más normas en las empresas… ¿Adónde llegará todo esto?

¿Y en el ámbito de la pareja?
Pues está ocurriendo algo, algo que supone un gran cambio sobre todo en el mundo de la mujer. Muchas mujeres se han vuelto muy exigentes. Y cuando la relación no va como se esperaba, en lugar de intentar repararla, se ponen a zapear y acuden a las redes sociales para buscar a otra persona. Esto ahora mismo les está pasando más a las mujeres que a los hombres. Yo tengo pacientes que actúan así.

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Los Narcisos al poder

POR MARIE-FRANCE HIRIGOYEN 

(Introducción del libro «Los Narcisos han tomado el poder») 

 

En un mundo cada vez más complejo y competitivo, tanto en la política como en los negocios y en la comunicación, los Narcisos llevan hoy la voz cantante. Esos hombres (y más raras veces, esas mujeres), que suelen ser seductores, dominantes y aficionados a exhibir su superioridad, ocupan una gran parte de los puestos directivos. Sin duda, a raíz de diversos escándalos o como consecuencia del caso Weinstein, algunos se han caído del pedestal, pero no todos sus abusos de poder se denuncian y, en realidad, seguimos siendo increíblemente indulgentes con ellos.

Desde la década de 2000, el tema del narcisismo está de moda, suscita muchos artículos en los medios y despierta un interés que va más allá del círculo de los especialistas. Pero en el uso corriente y popular del término se tiende, por una especie de juicio moral, a ver únicamente  su  aspecto peyorativo, es  decir, la megalomanía, el egocentrismo y la indiferencia respecto a los demás. Los profesionales tienen  unos puntos  de vista  muy diferentes en  lo relativo  a esta problemática: muchos  psiquiatras y  psicólogos  denuncian el narcisismo ambiental y sus consecuencias desastrosas para los pacientes. Tratan de comprender el malestar contemporáneo, la soledad, el sufrimiento en el trabajo, los conflictos amorosos y sobre todo la  falta de  sentido  y  de  esperanza, especialmente  entre los jóvenes.   En   la   década   de  1970,   los   psiquiatras  solían   recibir  a neuróticos  que  acudían  buscando  comprender  su funcionamiento psíquico; ahora, en cambio, recibimos a personas que se quejan de lo dura que es su vida cotidiana, porque en todas partes hay que rendir mucho y no siempre se ven capacitados. Son padres que piden ayuda porque tienen un hijo adolescente adicto a internet, son parejas que se pelean en el momento de la separación y que están dispuestas a todas las manipulaciones posibles para obtener la custodia de los hijos, o trabajadores maltratados en su puesto de trabajo que simplemente tratan de «resistir».

Pero hay otros especialistas que, confundiendo narcisismo y autoconfianza, ven la cuestión desde el punto de vista de la adaptación de los individuos a la sociedad y celebran el narcisismo como una forma de ser uno mismo. Sostienen que los males actuales son debidos a una falta de confianza en nosotros mismos y propugnan que todo el mundo refuerce su narcisismo.

Así pues, nuestra época usa el narcisismo para cualquier cosa, sin distinguir el narcisismo sano, positivo, que permite tener la suficiente confianza en uno mismo como para afirmarse, del narcisismo patológico, que consiste en querer ser protagonista de forma arrogante y a menudo a expensas de los demás. Estos debates no son nuevos, puesto que el narcisismo es una noción compleja que desde Freud ha sido objeto de numerosas investigaciones en diferentes campos del conocimiento. Y aunque durante mucho tiempo esos estudios se han enfrentado unos a otros, veremos que al fin y al cabo son más bien complementarios.

Intentemos primero comprender qué es el narcisismo patológico para ver de qué forma ese trastorno de la personalidad influye en nuestra época. Para ilustrar el tema y describir de forma precisa los diferentes síntomas que lo caracterizan. analizaremos el caso, sin duda caricaturesco, de Donald Trump, ya que parece ser un ejemplo flagrante y, al haber accedido a los puestos más prominentes, encarna el sueño de cualquier Narciso (capítulo 1). Su jactancia, su conducta extravertida, su desinhibición y su falta completa de empatia lo convierten en un caso paradigmático,en el que podemos ver todos los criterios que definen el «narcisismo grandioso». Totalmente desacomplejado, no duda en decir lo que sea para promocionarse. La dimensión más visible de su narcisismo es la arrogancia. Una altísima opinión de sí mismo , un egocentrismo excepcional y una absoluta falta de vergüenza. Sin embargo, veremos que su caso no es tan simple, y eso nos llevará a preguntamos por el lugar que ocupa el narcisismo en los dirigentes y en las sociedades actuales, tanto en el norte como en el sur de nuestro planeta. La llegada de un Narciso a la presidencia de Estados Unidos, ¿no es acaso el reflejo. caricaturesco. sin duda, de las derivas de nuestro mundo moderno, en el que cada vez son más los individuos centrados en si mismos, adictos a las redes sociales, que fanfarronean sin cesar para demostrar que son los mejores?

Todos conocemos Narcisos y, por lo tanto, podemos preguntarnos en qué se distingue uno persona simplemente un poco jactoncioso de un Narciso patológico.¿Cómo distinguir entre unos rasgos narcisistas y el trastorno de la personalidad narcisista? Para responder a esta pregunta y salir de la confusión, es útil repasar la génesis del concepto en el psicoanálisis freudiano y seguir su evolución en el psicoanálisis estadounidense, que al poner el acento en el self lo transformó (capítulo 2). Todos esos psicoanalistas realizaron un análisis muy fino del narcisismo patológico, describiendo una sintomatología que sigue siendo válida en la medicina clínica de hoy.

Freud fue el primero en emplear el término narcisismo para dar cuento de «elección del objeto de amor» por parte de los hombres homosexuales (la elección de un compañero sexual). Posteriormente, su pensamiento evolucionó e introdujo esa noción como una etapa en su teoría del desarrollo psicosexual, distinguiendo el narcisismo primario del narcisismo secundario. Los escritos de Freud sobre el narcisismo abrieron la puerta o numerosos trabajos teóricos, pero, mientras que él empleaba el término únicamente para hablar del amor hacia uno mismo, los psicoanalístas estadounidenses a partir de la década de 1970 empezarán a hablar de «autoestima» para llegar al yo a la americana, un yo fuerte adaptado a las dificultades de la realidad. Muy pronto, las diferentes corrientes del psicoanálisis estadounidenses se vieron influidas por la idea del bienestar y la adaptación o lo sociedad, la cual era contraria a la concepción freudiano. Pero los cosas se fueron haciendo más complejas, pues el concepto de «narcisismo» empezó a referirse no solo a un problema clínico o psiquiátrico; también se estudió relacionándolo con las mutaciones de los valores propios de la sociedad contemporánea, y en particular con el individualismo. Las investigaciones se extendieron, por tanto, a la sociología, que vela en el narcisismo un fenómeno social generalizado digno de analizarse.

Según uno se coloque en el plano clínico y psiquiátrico o en un registro psicosocial, hallará definiciones de narcisismo muy distintas. Los psiquiatras, psicólogos, sociólogos o filósofos desarrollan sus propias teorías y sus herramientas, lo cual no hace más que aumentar la confusión. No es fácil hacer coexístir un enfoque psicológico, a partir de la clínica y del sufrimiento de los individuos, con un enfoque sociológico o filosófico, que estudia los cambios de la sociedad. Pero los distintos campos conceptuales no son incompatibles. El tema del narcisismo sigue estando de actualidad, pero se ha banalizado y ha sido «recuperado• por los estudios sobre el bienestar y la felicidad, hasta convertirse en una especie de cajón de sastre que cada cual puede describir a su manera, ignorando su complejidad.

Como veremos, el narcisismo en si no es ninguna patología y hasta desempeña un papel esencial en la construcción de nuestra Identidad. Es lo que nos permite desarrollar una autoestima lo bastante sólida como para creer en nuestro propio miento, y atrevernos a vivir y a actuar sin depender solo de la mirada del otro. Es tener la suficiente conciencia del propio valor como para mantener la autoestima frente a la critica y los fracasos: es estimarse uno mismo de forma positiva, reconociendo al mismo tiempo los propios fallos, es decir, sin proyectar la parte negativa en los demás. El narcisismo solo se convierte en patológico cuando un individuo está tan centrado en sí mismo que el otro no existe más que como un espejo destinado a reflejar una Imagen grandiosa de él. En el campo de los trastornos de la personalidad narcisista (TPN), los Narcisos grandiosos son arrogantes y parecen seguros de sí mismos, mientras que los Narcisos vulnerables disimulan su deseo de omnipotencia tras una fachada de humildad  (capítulo  3  y  4).  Existen  además  diferentes  grados de narcisismo,  ya que algunas personas  presentan   unos rasgos narcisistas relativamente benignos que les permiten estar cómodas en sociedad, co tanto que otras parecen auténticos psicópatas. En Francia, el interés del gran público se ha focalizado en una forma especial de patología: la perversión narcisista. Como veremos, se trata de un TPN extremo y peligroso, ya que presenta tintes de perversión moral.

Muchos estudios estadounidenses han demostrado que el narcisismo ha ido aumentando constantemente en Estados Unidos desde la década de 1970, sobre todo entre los jóvenes, lo cual ha llevado a los investigadores a preguntarse por el origen de una mutación tan rápida de la sociedad y de los individuos que la componen. Para comprender las distintas facetas de esta problemática y analizar sus consecuencias, el eminente especialista en   narcisismo  W.  Keith  Campbell  y  su  colega  Joshua   D. Miller reunieron en 2011 los trabajos y observaciones de sesenta y ocho investigadores que habían trabajado sobre el tema. Si el fenómeno es flagrante en Estados Unidos, en Europa ha sido menos estudiado, probablemente porque esta problemática se manifiesta de forma más sutil, pero también porque las escalas de evaluación estadounidenses no parecen muy apropiadas para medir un fenómeno que aquí se revela de forma distinta. Lo cual no obsta para que los europeos estén igual de implicados.

Es preciso comprender el narcisismo contemporáneo de manera global, como un fenómeno social y cultural que influye en lo que somos. Tanto si se aborda desde el punto de visto psicológico como sociológico, debemos constatar que el advenimiento de la globalización ha significado una transformación profunda de los individuos (capítulo 5). Hemos pasado de una cultura patemalista, basada en unas renuncias necesarias que favorecían la aparición de neurosis, a una cultura basada en la libertad del individuo y la intolerancia, a la frustración que facilita las descompensaciones de las fragilidades narcisistas. La psicopatología de los individuos refleja los cambios de la sociedad. Y si asistimos actualmente a un claro aumento de las patologías narcisistas es porque ese tipo de personalidad se adapta muy bien al mundo moderno, pero  también  porque  el creciente narcisismo de los individuos provoca cambios en la sociedad (por ejemplo, la elección de Donald Trump). Nuestra sociedad neoliberal fabrica Narcisos. y algunos de ellos se convertirán en Narcisos patológicos megalómanos.

Una de las primeras explicaciones que dan los sociólogos como causa de que haya aumentado tanto la frecuencia de esos trastornos es la permisividad en la educación de los jóvenes y el proceso de socialización que realizan la familia y la escuela. Según ellos, eso modífica la personalidad de los niños para adaptarlos a las normas sociales dominantes. Si el mal se extiende, también es porque la sociedad capitalista refuerza los rasgos narcisistas de cada uno de nosotros a través del individualismo y del consumo masivo de objetos, informaciones y productos para el bienestar. En una sociedad de la imagen y la información, centrada en el consumo y las pantallas, el individuo solo existe por y para la mirada del otro (capítulo 6).

Las consecuencias de la invasión narcisista se ven actualmente por todas partes (capítulo 7}. Para «triunfar. profesionalmente o en la vida privada, hay que destacar y hacerse valer. Eso aparece claramente en las redes sociales y en los programas de telerrealidad, donde es dificil controlar las salidas de tono, pero también en las familias, donde las parejas cada vez son más efímeras. Y, naturalmente, en el mundo laboral, donde cada vez vemos más presión y más sufrimiento psíquico ligado al acoso moral o al burnout (síndrome del trabajador quemado). Es indudable que esas nuevas normas sociales centradas en la apariencia facilitan la mentira y el engaño, pues todo el mundo debe promocionarse, aunque sea deformando la verdad. En todas partes asistimos a derivas de comportamiento que ya no están encuadradas por referencias morales.

Finalmente, trataremos de comprender por qué es tan frecuente hallar Narcisos en los puestos de dirección de las grandes empresas y entre los políticos (capítulo 8). Está claro que su afán de poder, sus capacidades de seducción y su habilidad en la manipulación los hacen parecer líderes carismáticos. También sabemos que el narcisismo patológico favorece la asunción de riesgos y la búsqueda del beneficio a corto plazo. También es la causa de una serie de conductas incívicas y corruptas. Sin embargo, seguimos colocando a Narcisos al frente de los Estados y de las grandes empresas. Por un lado, sus capacidades de seducción y su habilidad manipuladora nos los hacen ver como líderes y, por otro, su necesidad de dominar y su falta de escrúpulos les proporcionan una ventaja considerable para obtener el puesto ambicionado.

Como psiquiatra y psicoterapeuta especializada en la violencia psicológica y el acoso moral, he tenido ocasión de conocer bien a esos Narcisos. Los más megalómanos me elegían «porque era la mejor», lo cual para ellos era una forma de darse importancia. No me consultaban para poner en cuestión su funcionamiento, sino porque les molestaban las consecuencias de su narcisismo. Por ejemplo, la dificultad de mantener relaciones a largo plazo. Los Narcisos vulnerables, hipersensibles a la crítica y a las ofensas, consultan más a menudo, especialmente por situaciones de acoso moral. Pero son sobre todo las parejas o exparejas de esos Narcísos las que necesitan ayuda, porque sufren al no ser para ellos más que un objeto utilitario.

En un  mundo  dominado por Narcisos   omnipotentes,   la preocupación es obligada. Algunos Narcisos han sido desenmascarados, no tanto por las consecuencias humanas de sus errores como porque su éxito es ilusorio y raras veces duradero. Hay que aprender a detectarlos para detener su ascenso. No se trata de lamentarse   por  la  desaparición   de  los  valores   y  considerar que «cualquier tiempo pasado fue mejor»: lo que importa es definir bien el narcisismo y comprender el funcionamiento de esos individuos para poder medir las consecuencias sociales. También hay que intentar entender el funcionamiento del mundo moderno, y para ello debemos aceptar la multidísciplinariedad y permitir una nueva forma de diálogo entre el psicoanálisis y la sociología.

Pero  parece  que  el  mundo  empieza  a   reaccionar.  El shock provocado  por la  llegada de  Donald Trump ha  contribuido a ello, como también los numerosos escándalos de fraudes y estafas. Sin embargo, aunque cada vez se es más consciente de los efectos nefastos de ese funcionamiento, las fuerzas negativas del beneficio y la rentabilidad constituyen un obstáculo. De ahí la importancia de dar a conocer las incontables experiencias, mucho menos públicas, pero esenciales, de creación y desarrollo de colectivos de trabajo y de vida más pegados al territorio. en los cuales los comportamientos narcisistas ya no tienen razón de ser.

 

 

 

 

 


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