«La mutación del pueblo en populacho, exigencia esencial del totalitarismo»: Setenta años ya de ‘Los orígenes del totalitarismo’ de Hannah Arendt, por Pedro de Tena
Todo parece estar donde no está. Todo parece ser lo que no es.
¿Cuáles son nuestras ideas políticas?
Imagina que a unos futbolistas muy hábiles se les presenta como miembros de una orquesta, y a su juego, se le llama sinfonía. Más tarde a los buenos futbolistas se le empieza a llamar músicos. Poco a poco se generaliza el llamarlos así. Años después le preguntas a un músico por su profesión. ¿Qué va a contestarte? Si te dice que es músico, creerás que es futbolista. Su profesión se ha quedado sin nombre.
Eso es lo que está ocurriendo con todo lo que nos importa. Vaciados los conceptos, desgajados de su significado, se crea la percepción de lo inexistente, que intenta sustituir a lo real.
El Asociacionismo.
La Humanidad se constituye como sujeto histórico en el momento en que la asociación entre personas llega a establecer una sociedad. La Sociedad del Neolítico.
Esta asociación se expande cuando florece el comercio. El “Mercado”, que centra el interés de Adam Smith o de Jean Baptiste Say, no es sino la histórica asociación de ofertantes y demandantes.
De la misma manera, la necesidad de regular las transacciones, el “Mercado”, empuja una nueva forma de Asociación: La Asociación Política.
Caminando a hombros de Spinoza y Locke, Montesquieu estudiará y proclamará el “principio de distribución social del poder”, si bien lo inserta -únicamente- dentro de su teoría general de la separación de los poderes del Estado.
La distribución social del poder, cristaliza en normas jurídicas; y esa distribución jurídica del Poder depende de la distribución social para evitar el abuso del poder y salvaguardar la libertad de los ciudadanos.
Tocqueville describe así la natural espontaneidad del fenómeno asociativo: “Surge un obstáculo en la vía pública, el paso se interrumpe, la circulación se para; inmediatamente los vecinos se constituyen en cuerpo deliberante; de esta improvisada asamblea saldrá un poder ejecutivo que aliviará el mal antes de que a ninguno de los interesados se le pase por la imaginación la idea de una autoridad preexistente”.
Y sobre esa dimensión social del Poder, Tocqueville edificará su Teoría Política. Y, en especial, su concepto del “Hombre Democrático” (antecedente del “Hombre Masa” de Ortega y Gasset).
En palabras de Juan Cavas Miralles, "Tanto el hombre-masa de Ortega como el individuo democrático de Tocqueville son reflejo de una democracia degradada producto de ese individuo acomodaticio y devaluado que al no ser capaz de esforzarse para tratar de ir más allá de sí mismo se deja llevar por la opinión de los demás y se refugia en los bienes materiales. Lo que yo he observado es que tanto el individuo democrático de Tocqueville como el hombre-masa de Ortega responden a un tipo de persona que se ha quedado rezagada en la sociedad debido a que no ha sido capaz de realizar el esfuerzo necesario para conseguir estar a la altura de los mejores. Como este individuo se encuentra tan lejos de aquellos que le han superado y tampoco está dispuesto a realizar el esfuerzo necesario para poderlos alcanzar, la salida que ve más fácil para soportar su existencia la encuentra al amparo de los bienes materiales y en tratar de anular a todo el que le sobresale apoyando la tiranía de la mayoría o la rebelión de las masas".
Continúa Cavas Miralles señalando:
"Tocqueville y Ortega defienden por encima de todo al individuo y sus libertades, tanto frente al poder del Estado como el de la sociedad. El liberalismo tal y como ambos lo entendieron implica la igualdad de derechos y la igualdad de oportunidades para que todos desarrollen sus capacidades. Por tanto, su apuesta no es por el liberalismo económico tradicional, sino por un liberalismo cuyo objetivo primordial era la defensa de la libertad de los individuos tanto frente al poder del Estado como frente al poder de la mayoría. Los dos fueron más allá del liberalismo clásico y pusieron en cuestión las supuestas bondades del capitalismo y de la regulación automática a través de las leyes del mercado defendidas por Adam Smith, ya que ambos entienden que la regulación o intervención del Estado es necesaria para contrarrestar los excesos del capitalismo y asegurar una mayor justicia social mediante una redistribución de los beneficios lo más justa posible entre el capital y los trabajadores".
En palabras de Alfonso Osorio, "Uno de los grandes enemigos de la libertad es el individualismo. Éste aísla a los hombres, los encierra en sus asuntos particulares y les hace desentenderse de lo público. Así es fácil que sobrevenga el despotismo, que no encuentra ciudadanos que se le opongan. Para evitar estos dos males, Alexis de Tocqueville retoma los viejos remedios de Montesquieu: los poderes intermedios, adaptándolos a las sociedades democráticas".
El “Post-Totalitarismo Global", Populista y Tecnológico, al que parecemos dirigirnos, trata de convertir a la entera sociedad en Estado; sometida a su dominio.
Desaparecida la distinción entre Institución y Asociación Pro-gubernamental, la Libertad de toda la sociedad desaparece, se desvanece frente al Poder estatal, del que todos somos –con gusto o con disgusto- rehenes. Vigilados por sus cuerpos Policiales, que actúan desde el privilegio y la presunción de utilización legítima de la violencia estatal.
“Estado es el nombre que se da al más frío de todos los monstruos fríos. El Estado miente con toda frialdad y de su boca sale esta mentira: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.
¡Qué gran mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos, por la fe y el amor: así sirvieron a la vida. Aniquiladores son quienes ponen trampas a la multitud, y denominan Estado a tal obra: suspenden sobre los hombros una espada, y cien apetitos.
Donde todavía existe pueblo, éste no entiende al Estado, y le odia, considerándole como un mal de ojo, como un crimen contra las costumbres y los derechos”.
El Régimen del 78.
La Nueva Política en el Mundo se percibe en el reflejo de EE.UU, donde el nuevo antagonismo ya ha sido bautizado: Globalistas contra Patriotas.
En España la contraposición, más o menos encubierta, es la de Nacional-Católicos contra Globalistas.
En España, la “Nueva Política”, posee su propias características. Porque se ha de instalar sobre el “Régimen del 78”.
He visto muchas aproximaciones al significado de “Régimen del 78”. Sin embargo considero al “Régimen del 78” como el reparto de España entre los Tecnócratas y los Falangistas, con su evolución de casi medio siglo.
La Transición consistió, fundamentalmente, en tener contento al “Amigo Americano”, y dedicarse a robar.
Comenzó pronto el PSOE de los maletines llenos de dinero que traía de Alemania “ni Flick ni Flock”. Pero cuando tomaron el poder, entonces empezaron a lo grande; se robaron la mayor empresa de España, RUMASA. Así, una de las joyas del Grupo, Galerías Preciados, fue vendida por menos dinero del que tenía en caja.
Luego vendría la debacle. La llamaron “Reconversión Industrial” y consistió en eliminar la capacidad productiva del país, convirtiéndonos en compradores de los países de la U.E., en la que entramos como mercado, no como democracia.
Ahora, nuestra presunta “Democracia” ya no descansa en la Libertad de los Ciudadanos, sino en su Manipulación. Quizás siempre ha sido así, pero hoy el Control Social intenta abarcarlo todo, bienes y conciencias.
Pero, ¿dónde están los Socialistas?
Fuimos cancelados; hace décadas.
Sustituidos por aquéllos a quienes nos oponíamos: Los Globalistas, ahora enmascarados como "progresistas".
Nadie parece echarnos de menos. Pero, cada vez, nuestro silencio es más atronador, y nuestra ausencia empobrece nuestra convivencia. Nos desarma frente a los nuevos poderes supraestatales, no democráticos.
Una construcción Político-Social que nos es ajena; que se nos pretende imponer "desde arriba" a los "de abajo", sin nuestro consentimiento, contra nuestra voluntad. Nada que ver con el Socialismo. Porque el Socialismo se edifica desde abajo; sólo puede ser construido por nosotros, el Pueblo. Y ha de ser construido mediante la Democracia, con el concurso de nuestra voluntad. El Socialismo no se puede edificar mediante la coacción ejercida desde el Poder. Como la Historia nos ha demostrado una y otra vez.
¿Dónde está el Socialismo? ¿Dónde ha quedado el amor por nuestros Derechos y Libertades?
El Socialismo, como el Feminismo, ha desaparecido, engullido por el Globalismo y sus Organizaciones Pro Gubernamentales, generosamente financiadas y publicitadas por los Poderes financieros. Perdidas sus esencias sociales, se han convertido en Instrumentos de opresión, en Organizaciones Globalistas, Pro New World Order, en realidad.
Es el caso del Partido Feminista Español, sujeto histórico del Feminismo en España, que ha sido sustituido, desde el silencio de la sombra del Poder, por un Antifeminismo flagrante, destructor del mismo concepto de "mujer".
Sustituido por la Ideología de Género, emblema del New World Order, que define como Igualdad la negación de toda diferencia; que persigue igualar todo lo que es diferente. Pretendiendo imponerse sobre la realidad; sobre la Ciencia. Financiando generosamente a cuantos colaboran en la destrucción de nuestro Mundo. Y agrediendo obscenamente a quienes se oponen a él. En especial, desde el Socialismo y el Feminismo.
Así, Lidia Falcón, Socialista y líder histórica del Feminismo español, ha tenido que ser entrevistada por un Medio de Comunicación de Derechas; se le niega el pan y la sal por los medios que se dicen "de izquierdas"; globalistas del NWO, en realidad.
Estamos dando voces a Leviatán. Y se está despertando.
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“El despotismo de la fuerza es una injusticia, pero el despotismo de la impotencia es casi un absurdo. La democracia en saldo es la heredera legítima de la monarquía y la aristocracia. Pero su mal latente y su vicio congénito es el abandono del deber, que va siendo reemplazado por la envidia, el orgullo y la independencia; en una palabra, es la desaparición de la obediencia producida por una falsa noción de la igualdad. Si la democracia no es más que el rebajamiento sistemático de las superioridades legítimas y adquiridas y que la decapitación envidiosa de los verdaderos méritos, se identifica entonces con la demagogia. Protección a todos los seres débiles, mantenimiento de todos los derechos, honor a todos los méritos y empleo de todas las capacidades: esas máximas del Estado justo respetan a la vez la igualdad de derecho y la desigualdad de hecho. Mejorad al hombre, hacedle más justo, más humilde, más puro, esa es la única reforma que no ofrece inconveniente alguno. Las instituciones no valen sino lo que vale el hombre que las aplica. El nombre, el partido, la opinión, el sistema son cosas casi insignificantes y frívolas al lado del valor intrínseco de los individuos”.
«Como sólo dura lo que es justicia, la democracia, transformada en injusta, perecerá necesariamente»
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“No hay nada que la voluntad humana desespere de lograr por medio de la libre acción del poder colectivo de los individuos. Una asociación consiste únicamente en la adhesión pública de un cierto número de individuos a tales o cuales doctrinas, y en el compromiso que contraen de contribuir en determinada forma a hacerlas prevalecer. Así, el derecho de asociación casi se confunde con la libertad de prensa; pero ya la asociación posee un poder mayor que la prensa. Cuando a una asociación política se le deja situar focos de acción en puntos importantes del país, su actividad y su influencia se amplifican y extienden. Allí los hombres se ven, se maquinan medios de ejecución, las opiniones se despliegan con esa fuerza y ese calor que jamás puede alcanzar el pensamiento escrito. Los partidarios de una misma opinión pueden reunirse en colegios electorales y nombrar mandatarios que les representen en una asamblea central. Constituye, hablando con propiedad, el sistema representativo aplicado a un partido. Cierto que no tienen el derecho de hacer la ley; pero tienen el poder de atacar la que existe y de formular de antemano la que debe existir. En los países donde no existen tales asociaciones, si los particulares no pueden crear algo semejante no veo ningún otro dique que oponer a la tiranía, y un gran pueblo puede ser oprimido impunemente por un puñado de facciones o por un hombre”.
La Democracia en América I, segunda parte, capítulo IV.
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POLIBIO, el Historiador. Un Sociólogo que vivió hace dos milenios. Político y militar, no fue en modo alguno un Filósofo. Vio como, bajo su responsabilidad, se hundía definitivamente el Imperio Griego. Pero, sobre todo, consiguió su supervivencia en la derrota. Grecia se reflejó, gracias a Polibio, en el Imperio Romano. El vencedor fue vencido en su victoria. Polibio ganó la "Guerra Cultural", convirtiendo a un floreciente Imperio Romano al Helenismo.
Polibio describe un Ciclo (ANACICLOSIS) en seis fases, divididas en tres pares sucesivos y antitéticos (Reino-Tiranía; Aristocracia-Oligarquía y Democracia-Oclocracia), que se inicia con la MONARQUÍA, fuera del ciclo, -Monarquía como el Gobierno de uno solo, el Gobierno del "Brazo Fuerte" que ha surgido del Caos en que, por efecto del fin del Ciclo anterior (la Oclocracia), se ha sumido el grupo social.
La inicial Monarquía, al institucionalizarse y desconcentrarse, se convierte en en REINO. El Reino, en manos de los sucesores de aquél "Brazo Fuerte", pronto degenera en TIRANÍA, que será seguida del Gobierno de la ARISTOCRACIA, de una Aristocracia virtuosa, que ha vencido al Tirano y que, a su vez, pronto se corrompe y degrada a OLIGARQUÍA.
Oligarquía, frente a cuyos excesos se levantará el Pueblo, expulsando del Gobierno a los oligarcas, e instaurando la DEMOCRACIA. Democracia que degenera, en una sexta fase, en el peor régimen: La OCLOCRACIA (el POPULISMO, del Siglo XXI, que puede pretender ser tanto de "izquierdas" como de "derechas"), que desembocará en el Caos, de donde solo se saldrá con la llegada del "Brazo Fuerte", del "hombre providencial", que de nuevo iniciará el ciclo desde su punto de partida, la Monarquía.
La Anaciclosis describe una sucesión cíclica de regímenes políticos, basándose en los Hechos históricos, para afirmar que todo régimen político tiende a degenerar. Por medio del ingenio humano (y sus obras políticas, las Constituciones, pues solo aquéllas que ´consigan integrar lo mejor de los 3 sistemas "virtuosos", Reino, Aristocracia y Democracia, podrán sostenerse en el tiempo. Si bien, como Polibio comprueba respecto al Imperio Griego (ciclo que ve finalizar, al igual que había recientemente sucedido con el Imperio Cartaginés), y previene para el Imperio Romano (nuevo ciclo iniciado), todos los Regímenes políticos acaban sumiéndose en el Caos. Si quiera a la manera de La Fundación, de Asimov, cabe preguntarse si lo único posible es acortar el tiempo de permanencia en el Caos, pero no evitarlo.
El Proceso de Anaciclosis que describe Polibio, hace más de 2.000 años, contiene una Dialéctica Histórica, un esbozo de sistema de División de Poderes y un enfoque Naturalista, incluso Genético, de la Historia. Y, a la vez, fue uno de los primeros historiadores en excluir la acción divina entre las causas materiales y sus consecuencias. Todo ello lo convierte hoy, contra todo pronóstico, en un autor sumamente actual.
"La trampa nunca falla; la ilusión nunca desaparece. Vote para frenar el aborto y reciba una reducción en impuestos sobre plusvalías. Vote para fortalecer de nuevo nuestro país y reciba desindustrialización. Vote para darles una lección a esos profesores universitarios políticamente correctos y reciba liberalización de la electricidad. Vote para que el Estado les deje en paz y reciba concentración y monopolio por todas partes, desde los medios hasta el embalaje de la carne. Vote para luchar contra los terroristas y reciba la privatización de la Seguridad Social. Vote para asestarle un golpe al elitismo y reciba un orden social en que la riqueza está más concentrada que nunca, en que los trabajadores han sido despojados de su poder y los ejecutivos son recompensados más allá de lo imaginable".
"Hay una ideología cuya respuesta a la estructura de poder es hacer al rico aún más rico; cuya solución para la degradación inexorable de la vida de la clase trabajadora es arremeter furiosamente contra los sindicatos y los programas de seguridad en el lugar de trabajo; cuya solución al aumento de la ignorancia en Estados Unidos es quitar las ayudas a la educación pública".
"En el camino, lo que una vez fue genuino, popular e incluso “populista” en el fenómeno del Contragolpe, se ha transformado en un melodrama de estímulo-respuesta con una trama tan esquemática como un episodio de El Factor O’Reilly y con resultados tan previsibles –y tan rentables– como la publicidad de Coca-Cola. Por un lado se introduce un asunto sobre, por ejemplo, el peligro del matrimonio gay, y por el otro se genera, casi mecánicamente, un aumento de la indignación de la clase media y cartas furiosas al director, una cosecha electoral de lo más gratificante".
"Como una revolución francesa a la inversa –una en que los sans culottes salen en tropel a la calle reclamando más poder para la aristocracia– el Contragolpe empuja el espectro de lo aceptable hacia la extrema derecha. Puede que nunca vuelva a introducir los rezos en las escuelas, pero ha rescatado toda clase de panaceas económicas de derechas del cubo de basura de la historia. Una vez que ha eliminado las históricas reformas económicas de la década de los sesenta (la lucha contra la pobreza de Lyndon B. Johnson) y las de los años treinta (la legislación laboral, los subsidios para mantenerlos precios agrícolas, la regulación bancaria), sus líderes apuntan sus armas hacia los logros de los primeros años del progresismo (el impuesto estatal de Woodrow Wilson o las medidas antimonopolio de Theodore Roosevelt). Con un poco más de esfuerzo, el Contragolpe podría invalidar todo el siglo veinte.
Como fórmula para mantener unida una coalición política dominante, el Contragolpe parece tan improbable y tan contradictorio consigo mismo que los observadores progresistas a menudo tienen problemas para creer que realmente esté ocurriendo. Sin ninguna duda, piensan, estos dos grupos –empresarios y obreros– deberían estar peleándose. Que el Partido Republicano se presente como el paladín de la Norteamérica de clase trabajadora les parece a los progresistas una negación tan flagrante de la realidad política que les lleva a ignorar todo el fenómeno, con lo que optan por no tomárselo en serio. El Gran Contragolpe, creen, no es más que criptorracismo, o un achaque de los ancianos, o las quejas ocasionales de los campesinos blancos religiosos de los estados del Sur, o protestas de “blancos airados” que sienten que la historia les ha dejado atrás.
Pero entender el Contragolpe de este modo supone ignorar su fuerza y su enorme poder popular. Pese a todo sigue reapareciendo, como una plaga de resentimiento que se propaga entre ancianos y jóvenes, fundamentalistas protestantes y católicos y judíos, así como entre los blancos airados y todas las clases imaginables de la población".
El totalitarismo tal y como lo describió y pensó Hannah Arendt no es un hecho sólido, rocoso y definitivo. Siempre fue y puede decirse que sigue siendo un movimiento latente en la Europa que naufragó en sus guerras imperialistas del siglo XIX y que logra su apoteosis en la II Guerra Mundial. En ella resultó derrotado el totalitarismo nazi, fundado en una teoría/ideología de la Naturaleza, raza y destino universal. Pero fue vencedor el totalitarismo comunista, fundado en una teoría/ideología de la Historia (lucha de clases y destino internacional), cuyo dominio se extendió notablemente tras los acuerdos de Yalta.
El totalitarismo tal y como se le ha percibido en la reciente historia universal no pretende ser un régimen absoluto, ni tiránico, ni dictatorial al viejo estilo monárquico en el que, una vez conseguido el poder, el impulso primitivo deviene costumbre, "osificación", paralización. Al contrario, exige una revolución permanente (Trotsky) que liquide periódica y sucesivamente a los nuevos discapaces de la especie o a los nuevos disidentes del "paraíso", según sea la modalidad del totalitarismo, por su obstrucción al triunfo del imperio racial o a la victoria de un Estado universal.
Por ello, el totalitarismo nunca es nacional, aunque lo parezca sibilinamente, sino que es una lucha por la dominación total de la población de la Tierra, "la eliminación de toda realidad no totalitaria en competencia". El Reich global o el comunismo internacional fueron ocultados tras la Alemania nazi y el socialismo por no despreciar el impulso del apoyo nacional, pero el movimiento interno de ambos oleajes conducía al dominio total de la historia y del poder en el mundo.
Siendo como son ambos, movimientos contra la realidad surgidos de la imposición de la ideología (mutación ficticia de la idea en ciencia), ni las realidades nacionales, experiencias de continuidad histórica, ni la realidad individual, experiencia de la continuidad de la conciencia, de la vida, de la familia y de la propiedad, son respetados por el totalitarismo.
Resume la filósofa alemana, en su libro Los orígenes del totalitarismo, de cuya primera edición se cumplen ahora 70 años (1951):
"El totalitarismo en el poder utiliza la administración del Estado para su fin de conquista mundial a largo plazo y para la dirección de las sucursales del movimiento; establece a la Policía Secreta como ejecutora y guardiana de su experimento doméstico de constante transformación de la realidad en ficción, y, finalmente, erige los campos de concentración como laboratorios especiales para realizar su experiencia de dominación total."
Muchos esperaban que los gobiernos totalitarios erigieran un nuevo edificio legal al que atenerse pero no comprendieron que la "legalidad" de la Naturaleza (nazi) o de la Historia (comunista) exigen la arbitrariedad y la alegalidad institucionales como naturaleza esencial del totalitarismo. Por ello, la arquitectura legal oficial no fue nunca una de sus preocupaciones. De hecho, los nazis no tocaron durante años la Constitución de Weimar a la que traicionaban una y otra vez mediante un alud de decretos que encubrían su ilegalidad. Tampoco Stalin se molestó en reformar la Constitución de 1936. Le bastó eliminar a sus redactores y dictar a su gusto.
Algo así es absolutamente lógico para un totalitarismo que siempre es genéticamente obra de un partido y no de un Estado. Cuando se medita sobre la relación interna y dual partido-Estado en el totalitarismo triunfante, se percibe con claridad que el poder real siempre reside en el partido, dueño absoluto del instrumento básico de poder, la policía política y sus derivaciones. Por tanto, el edificio político tejido nunca es nacional ni de Estado sino el resultado de la "legalidad" superior partidaria. Dicho de otro modo, el poder totalitario, más que estructura, tiene y exige dirección.
El totalitarismo exige, lógicamente, la certeza de que las órdenes emanadas desde el vértice de la pirámide van a ser ejecutadas sin discusión alguna tras una interpretación sugerida. Es decir, el dictador en la cúpula se asegura, mediante correas de transmisión, duplicidad de organismos administrativos e inseguridad institucional, que los situados en la base de la construcción carezcan de la información y de la formación adecuada para oponerse. Están diseñados para la obediencia y, en cualquier caso, para la anestesia moral.
Podríamos seguir diseccionando el esqueleto prototípico del totalitarismo tal y como se ha conocido en el mundo en que vivimos – y del que no ha desaparecido ni mucho menos – pero ya es visible y claro que, para lograr que triunfe, siempre será preciso que el pueblo degenere en populacho, que los ciudadanos dejen de serlo individual y cualitativamente para adquirir la condición de masa y número, algo que ya había destacado Ortega con toda contundencia, y que la irrealidad ficticia y fanática en la que viva pueda ser tal que ni siquiera repare en la importancia o relevancia del mal real que es capaz de producir o consentir en otros seres humanos.
Una de las aportaciones de Arendt es precisamente la consideración del populacho. Aunque otros han hablado de multitud o de masa, nuestra pensadora, que publicó este libro originalmente en inglés usó la palabra "mob", que puede significar desde turba y multitud (crowd) a banda (gang) callejera o mafia o incluso hampa. La importancia del "populacho" en su obra capital deriva, además del número, más que bicentenario, de veces que lo menciona transmitiendo así su necesidad intrínseca en el surgimiento de todo totalitarismo.
Del pueblo al populacho
Siempre ha habido populacho, entendido como gente desgajada de la sociedad, marginal a ella. Pero el populacho moderno, el conjunto "de losdéclassés de todas las clases" fue el que señaló a los judíos como su enemigo. Engels, el amigo de Marx, detectó el antisemitismo en la nobleza, aliada con las iglesias católica y protestante, que lo extendía sobre la pequeña burguesía. Pero lo usaron como medio político, en sí mismo despreciable, sin proceder nunca a su organización.
Hannah Arendt
El comienzo del totalitarismo está en la confusión pueblo-populacho. El populacho, como el pueblo, cuenta en su seno con estratos de todas las clases y estamentos existentes si bien residuales. Pero mientras el pueblo auténtico siempre aspira a tener representación institucional, el populacho siempre gritará en favor del "hombre fuerte", del "gran líder". Porque el populacho odia a la sociedad de la que está excluido tanto como al Parlamento en el que no está representado. Por eso ama los plebiscitos, los referéndums, las expresiones del voto popular directo.
El populacho es, además, un agudo detector del "enemigo común", de una víctima propiciatoria, que siente como oculta y secreta, ya sean los judíos, los masones, los jesuitas o los contrarrevolucionarios o los enemigos "objetivos" por citar los principales, a los que la volubilidad propia del populacho, fácil de contagiar con enemigos indemostrados, podía añadir cualquier chivo expiatorio en cualquier momento. Históricamente, han sido los nacionalistas los que decidieron la organización del populacho, al que despreciaban, pero en el que veían fuerza "viril" y primitiva. Finalmente, trataron de identificarlo con el pueblo. El falso caso contra el teniente judío Alfred Dreyfus fue el origen del primer terror antisemita.
En Alemania, cuando la burguesía alemana apostó todo en favor del movimiento de Hitler y aspiró a gobernar con la ayuda del populacho,
"resultó ser demasiado tarde. La burguesía logró destruir a la Nación-Estado, pero obtuvo una victoria pírrica; el populacho se reveló completamente capaz de cuidar de la política por sí mismo y liquidó a la burguesía junto con las demás clases e instituciones."
Arendt, que reconoce la influencia terminológica marxista, vio en el totalitarismo nazi el resultado final de la alianza entre el capital y el populacho que se zurció durante el imperialismo desbocado del oro y los diamantes, degenerando en la I Guerra Mundial que, no se olvide, destrozó la II Internacional obrera y socialista y paradójicamente dio muletas a las grandes naciones europeas hasta a la siguiente gran conflagración militar.
"Todos los grandes historiadores del siglo XIX observaron y advirtieron ansiosamente la elevación del populacho a partir de la organización capitalista y su desarrollo…Pero… no lograron advertir fue que el populacho no podía ser identificado con la creciente clase trabajadora industrial, y desde luego, no con el pueblo en conjunto, sino que estaba compuesto realmente de los desechos de todas las clases",
contaminados por un sentimiento racial y anti individualista desde Francia a Sudáfrica y luego a la URSS bajo la fórmula del paneslavismo.
Que la democracia podía caer bajo el despotismo del populacho lo vio ya Tocqueville, pero el nuevo populacho del hombre-masa hacía emerger demagogos, crédulos, supersticiosos y brutos que inesperadamente perdían de vista sus intereses individuales, se hacían indiferentes a la muerte y abrazaban nociones abstractas como guías vitales lo que conllevaba muchas veces el desprecio del sentido común. Para ella, Hitler y Stalin procedían inequívocamente del populacho y sus partidos estaban llenos de conspiradores y proscritos en el campo bolchevique y de desgraciados, fracasados y aventureros en el prado nazi.
El totalitarismo añade al populacho un matiz esencial. El fascismo italiano ansiaba el poder para dominar el país desde el Estado y su maquinaria de violencia. Las ideologías totalitarias dominaban y aterrorizaban, no sólo con medios externos, sino desde dentro de los seres humanos mismos a los que parecían conocer con precisión, algo que seducía notablemente a las élites, como cautivaba a las masas el que sus dirigentes fueran fracasados profesionales y estuvieran fuera del sistema (como se sentían ellas mismas).
La iniciativa intelectual, espiritual y artística es peligrosa para el totalitarismo que persigue toda forma superior de actividad intelectual.
"La dominación total no permite la libre iniciativa en ningún campo de la vida en ninguna actividad que no sea enteramente previsible. El totalitarismo en el poder sustituye invariablemente a todos los talentos de primera fila, sean cuales fueren sus simpatías, por aquellos fanáticos y chiflados cuya falta de inteligencia y de creatividad sigue siendo la mejor garantía de su lealtad".
Esa es la forma de ascender en todo populacho.
El totalitarismo perfecciona la propaganda de masas heredada del populacho y la complementa con el adoctrinamiento sistemático y el terror ante conspiraciones secretas inventadas, ya de judíos, ya de trotskistas o servicios secretos de países determinados.
Para ser parte del populacho totalitario, no se debe creer
"en nada visible, en la realidad de su propia experiencia; no confían en sus ojos ni en sus oídos, sino sólo en sus imaginaciones… Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino sólo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte".
Por eso eran fáciles de creer en la URSS las absurdas confesiones de los purgados por Stalin. Como se huía del debate de la cuestión judía y se infectaba al populacho con el veneno de que los judíos "eran los verdaderos representantes de las potencias existentes y … de la hipocresía y de la deshonestidad de todo el sistema."
Para conseguir que el pueblo pase a ser populacho hay que combinar desprecio, credulidad y cinismo. Al desprecio absoluto de los hechos no reconocidos por el líder o el partido, se une una predisposición a creer que cualquier cosa que venga de la fuente segura y única respetable de información es posible. Finalmente, se inclina a no creer en nada por suponer que todo es mentira. Pero, "en lugar de abandonar a los líderes que le habían mentido, aseguraría que siempre había creído que tal declaración era una mentira, y admiraría a los líderes por su superior habilidad táctica."
Hace 70 años de este libro de Hannah Arendt, pero de su interior salen pinceladas ardientes que parecen componer cuadros bien cercanos de lo que vivimos hoy. Ya no hay nazis reconocidos como tales, pero sigue habiendo nacionalistas radicales en muchos países y comunistas que ejercen su totalitarismo, maquillado o no, sobre más de la cuarte parte del mundo. Ambos necesitan metamorfosear a los ciudadanos individuales en populachos que, debidamente formateados, nutran las élites y los cuerpos de unas masas que serán indiferentes a la realidad del mal y al sufrimiento ajeno.
Para que triunfen, sólo será necesario que la Europa, hoy democrática pero tambaleante y amenazada, olvide sus principios fundacionales y sus valores intelectuales, éticos y políticos. Cuando uno repasa con la mirada "ardiente de náufrago" y deseosa de veracidad el espectáculo actual de la educación, la propaganda, las redes sociales y el funcionamiento de los partidos, se pregunta si no estamos ya a un paso de formar parte del populacho que precede a un proyecto totalitario.
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Imagen Principal: "Populacho", óleo de Francisco de Goya.
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