Ucrania, un país de oligarcas
Tabla de contenidos
- 1 Ucrania y Clausewitz
- 2 Ucrania, un país de oligarcas
- 3 LOS OLIGARCAS DE LA REVOLUCIÓN NEONAZI EN UCRANIA
- 4 ¿Qué es un oligarca?
- 5 Los 7 oligarcas de Ucrania, donde millones y corrupción van de la mano
- 5.1 VADIM NOVINSKY (patrimonio: 1,4 mil millones de dólares)
- 5.2 PETRO POROSHENKO (patrimonio: 1,6 mil millones de dólares)
- 5.3 HENADIY BOHOLYUBOV (patrimonio: 1,7 mil millones de dólares)
- 5.4 IHOR KOLOMOYSKYI (patrimonio: 1,8 mil millones de dólares)
- 5.5 KOSTYANTIN ZHEVAGO (patrimonio: 2,4 mil millones de dólares)
- 5.6 VIKTOR PINCHUK (patrimonio: 2,5 mil millones de dólares)
- 5.7 RINAT AKHMETOV (patrimonio: 7,6 mil millones de dólares)
- 6 Enlaces de interés
- 7 RELACIONADOS:
Ucrania y Clausewitz
Maniobra, finta, fijación y embolsamiento
Por Jorge Cachinero
ABC, 4 ABRIL 2022
Durante los últimos treinta años, Estados Unidos (EE. UU.) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han acostumbrado a la opinión pública occidental a que los estándares de la planificación y de la conducción de un conflicto bélico contemporáneo son una combinación de, en primer lugar, treinta, sesenta o noventa días de bombardeos aéreos indiscriminados a gran escala –carpet bombing, en inglés-, creando, así, entre las poblaciones y los ejércitos que los sufran, el efecto de conmoción y de temor –shock and awe, así llamado por los estadounidenses-, seguidos de una invasión terrestre para derribar el gobierno en el poder –regime change, en inglés- y culminados con un intento de reconstrucción de la nación derrotada –Nation-building, en inglés-.
Así fue -con algunas excepciones, que se manifestaron en el teatro de operaciones, durante la I Guerra del Golfo, 1990-1991- en todas las operaciones ofensivas que EE. UU. y la OTAN llevaron a cabo contra la República Federal de Yugoslavia, contra Iraq, contra Afganistán y contra Libia, por citar los casos más señalados.
En ninguna de estas intervenciones militares se completó con éxito la tercera etapa, la de la reconstrucción nacional, en la que siempre se fracasó.
Este es el marco conceptual, por razones de un prejuicio basado en esos treinta años de historia más reciente, a partir del cual se está analizando, por parte de la mayoría de los medios de comunicación occidentales, el curso de las operaciones militares que están sucediéndose en Ucrania mientras se enfrentan EE. UU., a través de su apoderado local, y la Federación Rusa.
Cabría recordar que, en Sobre la guerra, obra inconclusa de Carl von Clausewitz -oficial prusiano, nacido en 1870-, publicada en 1831, y considerada por el estratega estadounidense Bernard Brodie como “no sólo el más importante, sino el único libro importante escrito acerca de la guerra”, Clausewitz argumentaba que la guerra es un conflicto de caracteres, un conflicto de fortaleza moral, más que, de fuerza física, para doblegar la moral del adversario.
En definitiva, la guerra es un conflicto de voluntades, cuya resolución con éxito no depende, exclusivamente, del enfrentamiento entre los ingenios militares dispuestos en el campo de batalla, ya que éste es un medio para alcanzar el que es el fin último de todo conflicto armado, es decir, vencer la resistencia moral del enemigo para seguir combatiendo y alcanzar la victoria al conseguir los objetivos políticos y diplomáticos marcados al comienzo de las operaciones.
Para ello, es más importante conseguir diezmar o destruir los Ejércitos de los adversarios que asaltar las ciudades del territorio enemigo, como sucedía en las batallas de la Edad Media.
En resumen, esta es la enumeración de la tríada fundamental, que, en opinión de Clausewitz, define todo enfrentamiento armado: los objetivos políticos -responsabilidad de los gobiernos, que son los que establecen ese horizonte, sin el cual las guerras serían inútiles y contraproducentes-, las operaciones militares -responsabilidad de los comandantes militares, quienes son los que, a través del combate, han de cumplir los objetivos políticos marcados- y el apoyo popular– responsabilidad de los pueblos, quienes movilizándose son los que generan el apoyo necesario para conseguir los objetivos marcados por esas operaciones militares al servicio de aquellos objetivos políticos-.
Tras más de un mes de combates, iniciados el pasado 24 de febrero, la niebla de la guerra comienza a levantarse en el territorio de Ucrania y, con ello, se comienza a divisar, mejor, aunque no completamente, la campaña preparada por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa al servicio de los cuatro objetivos políticos marcados por su gobierno: neutralidad y desmilitarización, el primero, y desnazificación, el segundo, de Ucrania y reconocimiento, por parte del gobierno de Ucrania, de la soberanía de Rusia sobre la península de Crimea, el tercero, y de la independencia de las repúblicas de Donetsk y de Lugansk, el cuarto, en toda la extensión del territorio reconocido a ambas en la constitución de Ucrania y no, sólo en el 30% de éste que ambas ocupaban hasta ahora.
Al comienzo de la ejecución del Plan diseñado por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas para cumplir con dichos objetivos políticos, las operaciones militares estuvieron caracterizadas por dos esfuerzos.
El primer empeño estuvo caracterizado por la rapidez en la obtención de la supremacía aérea por parte de las Fuerzas Armadas rusas, mediante la destrucción de los centros de mando, control, comunicaciones, ordenadores, ciber, inteligencia, vigilancia y reconocimiento –Command, Control, Communications, Computers, Cyber, Intelligence, Surveillance and Reconnaissance Centers (C5ISR), como se les designa en inglés- y de los aeropuertos ucranianos y la aniquilación, casi por completo, de los activos de la Fuerza Aérea de Ucrania y de su defensa anti aérea.
El segundo impulso consistió en la entrada, a través de la frontera norte de Ucrania, de dos vectores de fuerza dirigidos, a toda velocidad, con unidades con menos recursos de los que cualquiera pudiera haber imaginado, hacia la capital, Kiev, y hacia la segunda ciudad más grande del país, Kharkov, que hicieron pensar que Rusia pretendía tomar Kiev -ciudad de casi 3 millones de habitantes, es decir, en lo que hubiera sido una muy difícil y costosa batalla de guerra urbana-, decapitar el gobierno ucraniano y concluir, con ello, la operación militar.
Todo parece indicar, ahora, que aquella se trataba de una maniobra de diversión (o finta) y de fijación de las fuerzas ucranianas, que, ante el temor del asalto ruso de esas dos grandes ciudades, no trasladó recursos disponibles al sur del país, donde Rusia, en la que ha calificado de Fase 1 de su operación, ha conseguido crear un puente terrestre entre Crimea y Mariupol, en la república de Donetsk, al este, para convertir, así, el Mar de Azov, en un mar ruso.
Para el cumplimiento de este objetivo se utilizó, de nuevo, otra finta, como fue la de situar la Flota rusa del Mar Negro frente a la costa de Odessa y fijar, de esta forma, fuerzas ucranianas en el sudoeste del país para que no pudieran interferir en la creación de dicho puente terrestre al este de Crimea.
El 1 de abril, el Ministerio de Defensa ruso dio por concluida la Fase 1 de las operaciones militares y anunció el comienzo de la Fase 2, cuyo foco parece estar puesto en la maniobra de embolsamiento de lo mejor y más numeroso de las tropas ucranianas, que, al parecer, habían sido dispuestas en el Donbass, muy cerca de la línea de contacto con las repúblicas independentistas de Donetsk y de Lugansk, en anticipo de lo que -por el contenido de los documentos del ejército ucraniano que ha obtenido y ha hecho públicos el ministerio de Defensa de Rusia- iba a ser, en este caso, sí, una operación de guerra relámpago –blitzkrieg, en alemán- para que Ucrania conquistara todo el Donbass durante la primera semana de marzo de 2022.
El ministerio de Defensa ruso ha explicado que el conocimiento anticipado por parte de Moscú de los documentos ucranianos sobre ese plan precipitó su operación -de tal forma que podría calificarse, entonces, de preventiva-, que abortó, al adelantarse, la del gobierno de Ucrania.
Rusia, en estos momentos, está trasladando sus unidades hacia el teatro de operaciones del Donbas, lo que está aprovechando para realizar la correspondiente rotación de estas -en Siria, los rusos suelen realizar la rotación de sus unidades militares en el teatro de operaciones cada 3 o 4 semanas-, de tal forma que, una vez cumplida su misión, las que realizaron el envite y la fijación sobre Kiev y Kharkov, cruzan de vuelta la frontera norte de Ucrania hacia Bielorrusia.
Esta maniobra rusa de embolsamiento o de creación de una caldera cerrada –котел, en ruso- sobre los entre 60.000 y 100.000 soldados ucranianos, que se estima que se encuentran en el Donbas, decidirá, con toda seguridad, el resultado de la operación militar rusa.
Para ello, además, es de esperar que, en un territorio de planicies y de escasa densidad de población, las Fuerzas Armadas rusas hagan un uso más intensivo sobre su enemigo de la Fuerza Aérea y de la artillería, incluyendo la balística de medio y de largo alcance, ambas de alta precisión.
Maniobralidad, movilidad, finta, fijación y embolsamiento son, por tanto, parte integral de la forma, muy clausewitziana, en la que Rusia parece estar diseñando y ejecutando sus planes en el teatro de operaciones de Ucrania.
Simultáneamente, el gobierno ruso seguirá, como hasta ahora, negociando con sus adversarios, mientras se desarrolla el conflicto bélico.
En esto, también, la doctrina militar de Rusia está muy alineada con el pensamiento de Clausewitz, al asumir que la guerra no es más que la continuación de la política y de la diplomacia por otros medios.
De hecho, la mesa de negociaciones entre Ucrania y Rusia es otra caldera, desplegada por el gobierno ruso, para ir elevando la temperatura hasta que su contraparte no tenga más remedio que, con el incremento del dial del dolor en el teatro de operaciones, avenirse a condiciones que se parezcan mucho a los objetivos políticos marcados por el gobierno ruso al comienzo de esta operación militar.
La Fase 2 podría concluir dentro de las próximas dos a cuatro semanas.
Tras su conclusión, el ministerio de Defensa ruso dice contar con una Fase 3 lista para ser ejecutada.
Es de suponer que esa fase sería desplegada dependiendo de cómo reaccione el gobierno ucraniano al aumento de temperatura dentro de la caldera de la mesa de las negociaciones, a la vista de cómo progresen las operaciones militares.
Mientras, el apoyo popular de los rusos hacia el presidente Putin y la operación militar iniciada no ha hecho más que aumentar desde el pasado 24 de febrero.
De acuerdo con las encuestas, por ejemplo, la del Centro Levada -una organización rusa independiente de investigación sociológica, no gubernamental y no, precisamente, simpatizante del presidente ruso, que lleva el nombre de su fundador, el primer profesor ruso de sociología, Yuri Levada (1930-2006)-, dicho aval a Putin supera ya el 83% de la ciudadanía rusa, más del doble de la popularidad actual de la que disfruta Biden entre sus compatriotas estadounidenses.
Por otro lado, es de suponer que, cuanto más tarde Zelensky en recibir la orden de EE. UU. de aceptar las condiciones rusas, mayor será el castigo que sufrirá el ejército de Ucrania y peores serán las opciones para el mantenimiento del máximo posible de su territorio actual o, incluso, para la continuidad de Ucrania como Estado.
Si, en realidad, Zelensky tuviera ambiciones de continuar como presidente del país, podría interesarle, indirectamente, que las Fuerzas Armadas de Rusia y las milicias de las repúblicas independientes de Donestk y de Lugansk infligieran el mayor castigo posible tanto a las unidades de ideología más extremista y fascista -cosa que está sucediendo y que concluirá en breve en Mariupol- como a las mejor preparadas del ejército ucraniano -que están desplegadas cerca de la línea de contacto en el Donbas-.
Para alcanzar ese objetivo personal, Zelensky, antes de firmar la rendición de Ucrania, necesitaría el que se hubiera despejado cualquier potencial riesgo interno a sus planes políticos, incluso, a su propia vida, que pudiera materializarse proviniendo de alguno de esos dos campos, las facciones ultra radicales de la política interna o las propias Fuerzas Armadas ucranianas.
Todo ello, siempre que Zelensky no tenga ya su vida planificada por EE. UU. fuera de Ucrania.
*******
*******
La política en el este de Europa es cuanto menos curiosa. Al escaso impacto histórico del pensamiento liberal, combinado con medio siglo de comunismo y una traumática transición a la economía de mercado se le suma el peso de la tradición, de la religión, y de una estructura socioeconómica que durante siglos ha sido eminentemente rural, con todo lo que ello conlleva. Así, no es de extrañar que en la época de la globalización –económica, cultural, informativa–, todos los posos que se han ido mezclando con el paso de los años arrojen como resultado un sistema que combina, no sin pocos problemas, lo pasado con lo futuro, lo improductivo con lo moderno, lo ilegal con lo legal y lo tradicional con lo innovador. Sin embargo, no todo lo anterior va repartido de manera equilibrada. Esta gigantesca mezcla de situaciones genera, además de bastantes conflictos, una debilidad en los jóvenes estados de la Europa oriental que sólo han podido corregir gracias a un líder carismático amante de la “democracia dirigida” o depositando la estabilidad del país en una especie de sistema feudal, que a cambio de la lealtad al señor de la región, este provee con empleo y cierta intermediación con el poder central.
Ejemplo de esto último es el escenario político ucraniano. Desde la independencia del país en 1991, Ucrania ha vivido el shock de la transición del comunismo al capitalismo y del poder altamente centralizado a un sistema en el que hay que ser mucho más sensible con las demandas ciudadanas y de otros actores, incluido el crimen organizado. Por el camino, unos personajes, los oligarcas, se han convertido en una pieza fundamental del ajedrez político ucraniano. Aunque en su origen fuesen empresarios, con el tiempo sus actividades e intereses han acabado entremezclados en el poder político, ocupando importantes puestos en el entramado estatal. Como es lógico, la corrupción y la violencia son una constante en este continuo en el que no se distingue dónde acaba lo político y empieza lo económico. Así es Ucrania y así son sus oligarcas.
Princesas y reyes
Ucrania proclamó su separación de la URSS en agosto de 1991, pocos días después del fallido intento de golpe de estado en Moscú con la intención de reconducir por la línea dura a la Unión Soviética. En diciembre de ese mismo año, la población ratificaría en referéndum la independencia.
Se iniciaba así un difícil camino que casi un cuarto de siglo después amenaza con desmembrar al estado ucraniano. En el aspecto económico el cambio sería enorme, como en la mayoría de estados sucesores a la URSS. Durante los años siguientes a la independencia, cientos de empresas hasta entonces públicas fueron privatizadas, ya que si Ucrania quería insertarse en las dinámicas de una economía de mercado no podía tener tal cantidad de empresas públicas, con el añadido de que buena parte de ellas eran ruinosas. Por la urgencia del momento, la inexperiencia en el nuevo modelo y el ya establecido tráfico de influencias, muchas empresas propiedad del Gobierno fueron vendidas a precios irrisorios, algo que aprovecharon personas con buen olfato empresarial y los contactos adecuados para adquirirlas. Además, licitaciones o contratos reelaborados para el nuevo país fueron adjudicados de manera bastante arbitraria, a menudo para crear alianzas entre el joven poder político y el incipiente poder económico. Muchos de los personajes más acaudalados y poderosos de Ucrania en la actualidad empezaron así.
Era una forma más segura de mantener la estabilidad política y el statu quo en un país en el que la corrupción ya estaba instalada de manera endémica. Pavlo Lazarenko, primer ministro entre 1996 y 1997, fue detenido en 1998 y acusado de blanqueo de dinero cuando intentaba cruzar la frontera entre Francia y Suiza. El escándalo hizo que se investigase tal asunto, y se acabó concluyendo que Lazarenko había robado 200 millones de dólares de las arcas públicas durante su breve mandato. Para cuando quisieron apresarle, él ya había huido a Estados Unidos, donde fue detenido e imputado por varios delitos relacionados con el fraude y la corrupción.
Otro premier controvertido fue Yulia Timoshenko, primera ministra en dos ocasiones: en 2005 y de 2007 a 2010, ambas veces bajo la presidencia de Víktor Yúschenko, impulsor de la Revolución Naranja. La dama de las trenzas comenzó su recorrido empresarial en 1991 en el sector económico más prolífico y a la vez más disputado de Ucrania, el gas natural. Junto con su marido fundó la Corporación de Gasolinas Ucranianas, orientada hacia la venta de gas natural a explotaciones agrícolas. Con el tiempo, la empresa fundada por ambos acabó por monopolizar la importación de gas ruso. Su apodo desde entonces fue el de “Princesa del gas”.
De esa década de los noventa también es la estrecha relación que surgió entre Lazarenko y Timoshenko, y en la época en la que Pavlo huía a Estados Unidos, Yulia comenzaba su carrera política en el ámbito regional, con un ascenso tan meteórico que en 1999 fue nombrada Ministra de Energía en el Gobierno de Leonid Kuchma, con Víktor Yúschenko como primer ministro. Sin embargo, no duró demasiado. Para entonces ya era una de las figuras más adineradas de Ucrania, y a pesar de que cuando entró en política había anunciado que dejaba la actividad privada, el testigo en la empresa lo recogió su marido. Estando ella en la cartera de energía y su marido a la cabeza de una de las mayores empresas energéticas de Ucrania, los tratos de favor y las corruptelas no tardaron en aparecer. Cuando su marido fue detenido y la empresa investigada, Kuchma destituyó a Timoshenko por actividades irregulares en la empresa energética que dirigía a mediados de los noventa, aunque finalmente fue absuelta por la justicia. Como si de una leyenda se tratase, es tan probable que en la gestión de la “princesa del gas” hubiese corrupción como que detrás de su destitución hubiese intereses privados poco favorables a las medidas que Timoshenko estaba tomando respecto al mercado energético ucraniano. Durante su estancia en el cargo, la dama de las trenzas se había enemistado con Kuchma, y su competente gestión de los asuntos energéticos –negocios a parte– redujo la corrupción en el ámbito y multiplicó los ingresos del estado procedentes de la energía en una época en la que la economía de Ucrania se encontraba en una situación desastrosa. A muchos esta situación les perjudicaba enormemente.
Sin embargo, esta destitución no provocó la desaparición de la oligarca. Animal político tremendamente hábil, supo subirse al tren de la Revolución Naranja en 2005 de la mano del primero agraviado y luego vencedor Víktor Yúschenko, que la nombró Primera Ministra del país. Volvió a ser destituida a finales de ese año, y vuelta a ser nombrada en 2007 para a ser destituida de nuevo en 2010 tras, entre otras cosas, cancelar vía decreto las deudas con el estado ucraniano de su antigua empresa. El tándem energía y corrupción en Ucrania era demasiado habitual. Mucho poder y dinero en juego hacían los puestos del Ejecutivo enormemente tentadores para la prevaricación. Tantos intereses había en juego que en 2011, ya con Víctor Yanukóvich como presidente, Timoshenko fue detenida, juzgada y encarcelada por abusos de poder en su época de primera ministra. Aunque se duda de que realmente cometiera tales abusos, detrás de todo se encontraban los sectores afines a Yanukóvich, y de nuevo, los intereses políticos y económicos.
Yanukóvich, uno de los responsables originales de la situación que hoy día padece Ucrania, no era ni es un oligarca, pero su mandato y su poder sí estuvieron marcados por dos pesos pesados de la oligarquía ucraniana actual: Rinat Ajmétov y Dmytro Firtash. Los tres compartían intereses mutuos, canalizados a través del Partido de las Regiones, uno de los grandes partidos políticos en Ucrania y con enorme apoyo en el este del país, étnicamente ruso y rusoparlante, además de ser la zona más desarrollada económicamente del país al tener una gran actividad minera e industrial. Gracias a esta convergencia, los empresarios ganaban peso político en Kiev mientras Yanukóvich y su partido tenían el apoyo económico y mediático de los dos grandes señores feudales del centro-sur y este del país, su preciado granero de votos.
El señor del Donbass, Rinat Ajmétov, es una figura que merece ser repasada. Todopoderoso empresario de la región de Donetsk, sobrevivió a las luchas de poder de principios de los noventa que mezclaban a los empresarios con el crimen
organizado. A partir de ahí, creó un imperio empresarial a partir de la minería y la metalurgia que luego extendió al sector inmobiliario, las telecomunicaciones, el transporte, las finanzas e incluso los medios de comunicación. No es de extrañar por tanto que se haya convertido en la persona más rica de Ucrania con cerca de 13.000 millones de dólares de patrimonio y un hombre con enorme poder en el este del país puesto que de sus empresas dependen directamente 300.000 empleos. Además, como buen oligarca, conocedor de la importancia del pan y el circo, en 1996 se hizo con uno de los símbolos del Donbass, el club de fútbol Shakhtar Donetsk, que a menudo ha utilizado como plataforma mediática y para aumentar su popularidad.
Sin embargo, una de sus grandes bazas de poder, especialmente fuera de la región de Donetsk, son sus medios de comunicación. Poseedor del periódico Segodnya y del entramado audiovisual Media Group Ukraine, los ha utilizado recurrentemente para moldear la opinión pública y apoyar al Partido de las Regiones, del que fue parlamentario varios años, y al último presidente del país, Víktor Yanukóvich –gobernador de la región de Donetsk entre 1997 y 2002–. De hecho, Ajmétov tampoco ha dudado en financiar directamente al comentado partido, haciendo de este bastante dependiente políticamente de los intereses del oligarca ucraniano.
El segundo pilar de la oligarquía ucraniana es Dmitry Firtash. En sus orígenes agricultor reconvertido en contrabandista, la trayectoria de Firtash está bastante más marcada por las ilegalidades y el crimen organizado que la de sus compañeros oligarcas. En Ucrania no es que eso sea un gran problema si se tiene el dinero suficiente y los contactos adecuados. Incluso puede ser una ventaja. Finalmente Firtash recayó en un sector con enormes oportunidades como es el gas natural. Así, ya en el presente siglo, se dedicó a hacer de intermediario en la importación de gas de Turkmenistán. Con el tiempo, a base de oscuras alianzas, cambios de nombre de sus empresas, fusiones y compras, creó uno de los grandes gigantes de la comercialización de gas natural de Ucrania junto con la empresa rusa Gazprom. Firtash tenía en su mano dos cuestiones clave para el país: el gas, objeto de permanente disputa con Rusia, y acceso a las más altas instancias de Moscú a través de la empresa estatal Gazprom. Su valor como intermediario político para el gobierno ucraniano era incalculable. En los años posteriores a la Revolución Naranja, Firtash tuvo buenas relaciones con el presidente Yúschenko, mas no así con la primera ministra Timoshenko, que recordemos tenía bastantes intereses empresariales en el sector gasístico. En este tira y afloja, el primer tanto se lo anotó la princesa, entonces primera ministra, en 2008 al desplazar la empresa de Firtash como intermediaria en la importación del gas, y casi barrió del mapa al oligarca, pero este supo reconvertirse cuando el gobierno cambió del proeuropeo al prorruso.
Con el gobierno de Víktor Yanukóvich, Firtash resurgió y Timoshenko desapareció. Se convirtió en el único importador de gas de Ucrania en una empresa mixta con Gazprom, y como es lógico, amasó una fortuna con ello. Además, dado su nuevo papel, pudo diversificar sus negocios hacia el sector químico y financiero y hundió sus raíces en el poder político en favor del Partido de las Regiones. Había nacido otro oligarca.
Pocos años después llegaron las revueltas del Maidán, y el estado ucraniano se sumió en un caos de ingobernabilidad y conflicto armado del que todavía no ha salido. Los oligarcas, cómo no, tuvieron en aquel proceso y tienen en el conflicto actual en la región oriental una importancia crucial. Sin embargo, ni mucho menos se han movido por unos principios ideológicos definidos. Su único objetivo es mantener el imperio que han construido, y no dudan en hacer lo necesario para que esto así sea.
El gobierno de Víktor Yanukóvich estaba en buena medida apuntalado por el poder de Ajmétov y Firtash. La mala gestión del presidente ucraniano durante las revueltas del Maidán le llevaron a perder la confianza de estos, y como si de un dominó se tratase, toda la estructura de poder de Yanukóvich en Ucrania desapareció de un día para otro. El primero retiró su apoyo al presidente cuando la violencia en la Plaza de la Independencia se descontroló y la sangre llegó al rio. En ese momento, Ajmétov, que desde su imperio mediático había apoyado la postura del presidente, decidió pasar a un mensaje de consenso más moderado. Yanukóvich supo entonces que sus horas al frente del país estaban contadas. Y es que para cuando llegó a un acuerdo con la oposición para adelantar las elecciones y volver a la constitución de 2004, su otro valedor, Firtash, se había pasado a apoyar al proeuropeo Vitaly Klichkó. Yanukóvich era un cadáver político sin ningún apoyo relevante, por lo que su aparentemente ilógica decisión de huir del país no fue tan descabellada a fin de cuentas.
Para reafirmar su poder, los oligarcas movieron los hilos hasta en la propia votación de la Rada Suprema –el parlamento ucraniano– para destituir formalmente a Yanukóvich y volver al sistema de la constitución de 2004. Hasta ochenta diputados del Partido de las Regiones, en nómina de Ajmétov o Firtash, votaron a favor de la destitución o bien se ausentaron de la misma, permitiendo que más de dos tercios de la cámara –lo constitucionalmente necesario– aprobasen la moción de censura. Incluso en las transiciones políticas quisieron dejar patente que buena parte del poder en Ucrania estaba en sus manos.
El siguiente presidente en salir de las urnas fue Petró Poroshenko. Desde una perspectiva claramente prooccidental, le ha tocado lidiar con una invasión rusa encubierta, la rebelión de los prorrusos del Donbass y la práctica quiebra de un estado al borde del colapso. Sin embargo, el ahora cabeza de Ucrania tiene el futuro asegurado. Desde 1990 ha erigido un imperio empresarial que lo ha convertido en uno de los personajes más ricos del país. Empezando en el sector de la confitería, donde se ganó el apodo de “Rey del chocolate”, ha acabado inmerso en el sector automotriz y audiovisual. No obstante, de momento parece tener el apoyo de los oligarcas que quedan en el país, ya que Ajmétov se ha retirado discretamente a su casa en Londres de 150 millones de euros y Firtash se encuentra bajo arresto domiciliario en Viena a petición del FBI desde marzo de 2014 por tráfico de influencias y organización criminal. Además, otros oligarcas “menores”, como Víctor Pinchuk o Sergei Kurchenko, este último íntimo amigo de la familia Yanukóvich y con el sobrenombre de “Rey del gas”, también han abandonado Ucrania por la situación de guerra y por la inviabilidad de sus negocios allí situados.
Cuando sobrevino la rebelión prorrusa en el este del país en abril de 2014, Kolomoiski aportó a la causa gubernamental su ejército privado de 2000 combatientes activos mas 20.000 reservistas
Afortunadamente para el rey del chocolate, los oligarcas que quedan tienen demasiados intereses en las regiones del Donbass como para volverse contra Kiev. Si en Ucrania le reconocen un mérito a los oligarcas es el haber mantenido lejos a las empresas y al capital ruso, por lo que todo “ha quedado en casa”. Así ha sido y así pretenden que siga siendo. Sin embargo, la gestión de los oligarcas en la grave crisis que atraviesa el país no es nada sencillo. Poroshenko consideró factible al llegar al poder nombrar a dos poderosos oligarcas locales como gobernadores de las regiones más calientes del país. Así, Igor Kolomoiski fue nombrado gobernador de Dnipropetrovsk y Sergei Taruta de Donetsk. Cuando sobrevino la rebelión prorrusa en el este del país en abril de 2014, Kolomoiski aportó a la causa gubernamental su ejército privado de 2000 combatientes activos mas 20.000 reservistas. Sin embargo, los intereses son los intereses. Buena parte de la riqueza de Kolomoiski procede de la empresa mixta Ukrtransnafta, gestora de los gasoductos ucranianos. Cuando el gobierno de Poroshenko sustituyó a la cúpula de la empresa, el oligarca montó en cólera y envió a parte de su ejército a la sede de la compañía en Kiev exigiendo que se revocase la decisión. Finalmente, y no sin poca tensión, la milicia privada desalojó el edificio de Ukrtransnafta y Kolomoiski fue destituido de su cargo como gobernador.
Nada nuevo bajo el sol de Novorrosia
Hasta el estallido del conflicto armado en el este del país en 2014, Ucrania había permanecido en muchos aspectos inalterada durante un cuarto de siglo. El nepotismo y la prevaricación eran habituales entre las élites, e incluso la corrupción cotidiana había aumentado durante el gobierno de Yanukóvich. Para realizar trámites administrativos o para visitar al médico se sobornaba cada vez más. Como era de esperar, la independencia de facto que en la actualidad mantienen las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk no ha modificado la situación. Muy probablemente incluso ha empeorado, dada la situación de guerra y los enormes intereses que todos los oligarcas de uno y otro lado tienen en esas regiones.
Así, al igual que el gobierno de Kiev tiene sus apoyos oligárquicos, los jerarcas de Donetsk y Lugansk también sustentan su poder gracias a una red de contactos, empresas y políticos de la antigua Ucrania reconvertidos al independentismo prorruso.
Cuando estalló el conflicto, Ajmétov intentó llamar al diálogo. Sabía que de producirse la guerra que hoy vive la zona, parte de su imperio estaría condenado. Hasta intentó dar un “pseudogolpe” con sus legiones de trabajadores del Donbass, tratando de expulsar a las milicias prorrusas de las ciudades y las áreas industriales para que la actividad de las fábricas no se viese afectada. Lo máximo que consiguió fueron paros y algún que otro éxito en Mariupol. Sin embargo, los señores del este ahora son otros. Y en buena medida Ajmétov les enseñó a pescar.
Aunque militarmente estén apoyados por Rusia, las repúblicas orientales ucranianas no se sustentan sólo en la ayuda de Moscú. Su poder político proviene de los propios entramados que durante décadas se han ido forjando en la región de Donetsk entre empresarios, cargos públicos y crimen organizado. Los pilares son fundamentalmente dos: los tránsfugas del Partido de las Regiones y los contactos al calor de las redes empresariales creadas por Ajmétov con los años. Detrás de todo esto, como era de esperar, los Yanukóvich; el padre expresidente y el hijo oligarca.
Sin embargo, parece que tanto los dirigentes de Novorrosia como la dinastía Yanukóvich han vuelto a caer en el mismo error que desalojó a estos últimos tras las revueltas del Maidán. Han depositado un proyecto político en muchas manos con muchos intereses privados. Obviando que en el momento que Rusia retire su apoyo –si lo hace–, Donetsk y Lugansk estarán condenadas a volver al redil de Kiev, sus redes clientelares y políticas se han llenado de caras cuyos intereses no residen en la viabilidad política de las repúblicas, sino en la viabilidad de su patrimonio. En el momento en que esto último se les tuerza, emprenderán el mismo camino que Ajmétov, Firtash o todos aquellos ucranianos con poder que, una vez comprendido que no había más que ganar, vieron que su sitio no estaba en Ucrania.
Sergei Pinchuk, uno de los oligarcas “buenos” –al menos es un filántropo–, argumentó que la oligarquía era buena para Ucrania en tanto en cuanto este país se encontrase en una situación “transitoria”. No obstante, en el siglo XXI el país ya daba la impresión de estar avanzando a un modelo político, económico y social medianamente satisfactorio, o al menos esa era la tendencia. En ese nuevo escenario, los oligarcas hacían más mal que bien, ya que por lo general frenaban el progreso en muchos ámbitos. Una vez finalice la guerra y quede un estado arruinado, inestable y semidestruido, será cuestión de tiempo que los oligarcas vuelvan a seguir tejiendo un país que parecerá haberse quedado en 1991.
***
¿Qué es un oligarca?
El diccionario de Cambridge define oligarca como «una de las personas en una oligarquía» o «uno de un pequeño grupo de personas poderosas que controlan un país o una industria».
Define una oligarquía como “un gobierno en el que el poder está en manos de un pequeño grupo de personas”.
El filósofo Aristóteles usó el término oligarquía para significar el gobierno de unos pocos cuando fue ejercido por malas personas por medios injustos.
Similar, británica La enciclopedia caracteriza a una oligarquía como “gobierno de unos pocos, especialmente poder despótico ejercido por un grupo pequeño y privilegiado con fines corruptos o egoístas”.
Agrega: “La mayoría de las oligarquías clásicas han resultado cuando las élites gobernantes fueron reclutadas exclusivamente de una casta gobernante, una agrupación social hereditaria que se distingue del resto de la sociedad por religión, parentesco, estatus económico, prestigio o incluso idioma. Tales élites tienden a ejercer el poder en interés de su propia clase”.
Rusia es la potencia más notable que actualmente se considera una oligarquía, habiéndose convertido en tal después de la caída de la Unión Soviética. De manera similar, China podría describirse como una oligarquía desde que abrazó el capitalismo en la década de 1970.
Algunos politólogos han afirmado que Estados Unidos es una oligarquía, debido a su desigualdad de riqueza y el poder que tienen ciertos individuos de élite en comparación con los ciudadanos comunes.
Rusia es considerada una oligarquía debido al hecho de que muchos propietarios extremadamente ricos de corporaciones, incluidos productores de petróleo, gas natural y metales, tienen vínculos directos y estrechos con el presidente Putin u otros funcionarios de alto rango. Quizás el oligarca ruso más conocido en el Reino Unido sea Roman Abramovich, propietario del Chelsea FC.
*******
*******
Los 7 oligarcas de Ucrania, donde millones y corrupción van de la mano
No hay muchos oligarcas en Ucrania, pero controlan una gran riqueza y tienen una gran influencia en la vida de todo el país.
Ucrania también tiene sus oligarcas. Solo hay un puñado de multimillonarios ucranianos, pero sus fortunas son impresionantes si se tiene en cuenta que el PIB per cápita es de solo 4.190 dólares al año (datos del FMI de 2021).
Muchos de ellos han sido acusados de corrupción, fraude y malversación de fondos, lo que no sorprende demasiado dado que Ucrania es uno de los países más corruptos del mundo (en el Corruptions Perceptions Index 2020 ocupa el puesto 117 de 179).
Por supuesto, los acontecimientos recientes también han cambiado la vida de los multimillonarios ucranianos, y algunos de ellos huyeron del país a fines de febrero, justo después de que comenzara el conflicto con Rusia. Entonces alguien regresó apresuradamente para proteger sus bienes en casa.
Pero aquí está la lista completa de los súper ricos en Ucrania…
VADIM NOVINSKY (patrimonio: 1,4 mil millones de dólares)
Novinsky es conocido como el multimillonario ucraniano más prorruso del país debido a sus propuestas para aliviar las tensiones con Rusia. Recientemente fue nombrado diácono de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, quizás otra razón por la que el multimillonario se convirtió en un pacificador.
Es copropietario de Smart Holding Group y, según CEO World, también tiene una gran participación en Metinvest, la principal empresa de mineral de hierro propiedad del oligarca ucraniano Akhmetov, el hombre más rico de Ucrania.
PETRO POROSHENKO (patrimonio: 1,6 mil millones de dólares)
Fue presidente de Ucrania y su apodo es «Rey del Chocolate» debido a su propiedad de Roshen, una gran empresa de confitería. Aunque cuestionó ser un oligarca, se le considera como tal por sus participaciones en los sectores manufacturero, agrícola y financiero, así como por su influencia política y propiedad de influyentes medios de comunicación.
A principios de este año, Poroshenko regresó a su tierra natal para enfrentar cargos de traición que, según él, son una venganza de sus oponentes políticos.
HENADIY BOHOLYUBOV (patrimonio: 1,7 mil millones de dólares)
Boholyubov es el ex partner comercial de Kolomoyskyy (cuarto hombre más rico de Ucrania), siendo el cofundador de PrivatBank a principios de la década de 1990. Se estima que el banco Boholyubov y Kolomoyskyy atendió a casi la mitad de la población del país.
Él también ha estado involucrado en acusaciones de fraude durante la última década y actualmente vive entre el Reino Unido y Suiza.
IHOR KOLOMOYSKYI (patrimonio: 1,8 mil millones de dólares)
Es el oligarca que muchos dicen que está detrás de Vladimir Zelensky, el actual presidente de Ucrania. También es propietario del canal de televisión que emitió la serie protagonizada por Zelensky.
Cuando sobrevino la rebelión prorrusa en el este del país en abril de 2014, Kolomoiski aportó a la causa gubernamental su ejército privado de 2000 combatientes activos mas 20.000 reservistas.
El oligarca de la energía de descendencia judía Igor Kolomoisky ha sido uno de los principales financistas del Azov desde su formación en 2014. También ha desembolsado dinero para milicias privadas como los Batallones Aidar y Dnipro, destacándolos como su escuadra de choque personal para la protección de sus intereses financieros.
En 2019, Kolomoisky apareció como el principal apoyo de la iniciativa presidencial de Zelensky. Aunque Zelensky hizo de la lucha contra la corrupción su tema insignia en la campaña, los Pandora Papers revelaron que él e integrantes de su círculo cerrado han recibido pagos voluminosos de Kolomoisky a través de una nebulosa red de cuentas offshore.
Actualmente reside en Israel, obligado a abandonar su país al ser acusado de robar más de 5.000 millones de dólares del PrivatBank, que él mismo fundó. En marzo de 2021, el Departamento de Estado de los Estados Unidos sancionó a Kolomoyskyi por soborno y el Departamento de Justicia de EE.UU. presentó una denuncia civil por fraude y robo.
KOSTYANTIN ZHEVAGO (patrimonio: 2,4 mil millones de dólares)
Este oligarca ucraniano también es muy discutido, por decirlo suavemente. Posee una participación mayoritaria en la empresa minera Ferrexpo, de la que tuvo que dimitir como consejero delegado tras el inicio de una investigación por parte del fiscal estatal ucraniano. Anteriormente, el multimillonario era buscado por lavado de dinero en un banco de su propiedad.
En diciembre de 2021, Zhevago fue incluido en la lista internacional de personas buscadas.
VIKTOR PINCHUK (patrimonio: 2,5 mil millones de dólares)
Este oligarca ucraniano es el fundador de EastOne Group LLC, una empresa internacional de inversión con sede en Londres, y de Interpipe Group, uno de los principales productores ucranianos de tubos, ruedas y acero. También es propietario de cuatro canales de televisión, además de ser miembro del parlamento ucraniano entre 1998 y 2006.
Se casó con Olena Pinchuk, hija de un expresidente de Ucrania acusado de corrupción, Leonid Kuchma. La pareja es amiga cercana del ex presidente estadounidense Bill Clinton.
RINAT AKHMETOV (patrimonio: 7,6 mil millones de dólares)
Es el hombre más rico de Ucrania y su fortuna, por controvertida que sea, nació de la nada. Proviene de la clase obrera y su éxito comienza con la disolución de la Unión Soviética gracias, en su opinión, a arriesgadas inversiones comerciales.
De hecho, tiene un pasado criminal ya que fue el asistente de Akhat Bragin, considerado por la policía como un poderoso boss del crimen. Según documentos publicados por WikiLeaks en 2006, el embajador estadounidense John Herbst consideraba a Akhmetov el padrino del clan de Donetsk, que era una especie de refugio para los mafiosos y oligarcas de Donetsk.
*******
Enlaces de interés
CÓMO EL PRESIDENTE JUDÍO DE UCRANIA HIZO LAS PACES CON LOS NEONAZIS EN EL FRENTE CONTRA RUSIA
*******
RELACIONADOS:
UCRANIA EN LLAMAS: Oliver Stone: Ukraine on Fire (Subtítulos en español)
UCRANIA Y HUNTER BIDEN. Laboratorios biológicos y ordenadores portátiles
Deja tu opinión