DOCUMENTAL DONBASS 2018, DE SERGEI LOZNITSA
Tabla de contenidos
Loznitsa reinventa el bélico
Con un formidable manejo del plano-secuencia y un descarnado retrato de la desinformación, el director arrebata con una difícil película
Por Javier Ocaña
El País, 22 ABRIL 2019
Una película bélica en consonancia con la naturaleza y los condicionantes de las guerras contemporáneas, y no con las habitualmente tratadas por el cine. Aquí no caben el honor, las conversaciones de paz y la parafernalia militar. Sólo el salvajismo, la humillación, la extorsión y la manipulación; la degradación del ser humano, el repudio de cualquier legalidad nacional o internacional, y el caos informativo. Sergei Loznitsa, reputado cineasta ucraniano, habitual de los grandes certámenes internacionales, y sin embargo despreciado por la distribución cinematográfica española, pues hasta hoy solo se había estrenado en nuestras salas la feroz En la niebla (2012), ha compuesto en Donbass una especie de reinvención del cine de guerra: una ficción que, para un especialista del cine documental, es más un cúmulo de sensaciones que un relato; un malvado juego metalingüístico que, lindando con el absurdo, se adentra en las complicaciones de un conflicto en el que los contendientes ni siquiera son reconocibles.
Consecuencia de los disturbios del Euromaidán, acaecidos en Ucrania entre noviembre de 2013 y febrero de 2014, y que acabaron con la presidencia del prorruso Víctor Yanukóvich, y en medio de la Crisis de Crimea, la guerra en el Donbás enfrentó desde marzo de 2014 a los prorrusos alzados en Donetsk y Lugansk, que habían fundado la autoproclamada República Popular de Donetsk, con el apoyo de Rusia, y a las fuerzas gubernamentales de Ucrania, nacionalistas y europeístas. Un polvorín que Lonitzsa articula a través de 13 segmentos narrativos independientes, pero concatenados a través de algún personaje que pasa de secundario en una de las secuencias a principal en la siguiente, y así sucesivamente, hasta constituir el derruido panorama de la desolación.
Y entre dichas piezas, quizá destaquen dos, poderosas en lo formal, paradigmáticas en lo político y simplemente insoportables en lo emocional. La primera, con un combatiente gubernamental preso, expuesto por sus captores en una plaza para el escarnio público atado a un poste, que sufre, por este orden, insultos, escupitajos y palizas de cualquiera que pase, como prototipo del envilecimiento de la masa. Y una segunda, donde un ciudadano cualquiera ve cómo le es requisado su coche y obligado a aportar una gran cantidad de dinero en apenas unos minutos, si no quiere ser encarcelado por las fuerzas prorrusas.
Con un formidable manejo del plano-secuencia, ya clásico en su cine, y un descarnado retrato de la desinformación, Loznitsa arrebata con una difícil película sobre la corrupción, la beligerancia y la impunidad, para la que quizá sea recomendable acudir con una cierta información política previa.
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Donbass (2018), Documental de Sergei Loznitsa (Ucrania)
Película que narra en 12 episodios la situación en el este de Ucrania, donde se enfrentan los partidarios de Rusia y los que apoyan el gobierno del país. Siete de estos episodios están directamente inspirados en vídeos reales publicados en YouTube. Cuando se llama “paz” a la guerra, cuando la propaganda es presentada como la verdad, cuando se llama “amor” al odio, es ahí dónde la misma vida comienza a parecerse a la muerte.
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Donbass (Ficha)
Donbass es una película ucraniana de género dramático estrenada en 2018. Está coproducida de manera internacional y dirigida por Serguéi Loznitsa. Fue seleccionada como la película de apertura en la sección Un Certain Regard en el Festival de Cine de Cannes en 2018. Narra en 13 episodios la situación en el este de Ucrania, donde se enfrentan los partidarios de Rusia y los que apoyan el gobierno del país. Siete de estos episodios están directamente inspiradas en vídeos reales publicados en YouTube.
La película explora en varias secuencias la guerra híbrida en Donbáss entre Ucrania y la auto-proclamada República Popular de Donetsk , apoyada por Rusia. Con sus imágenes es una película que es puro cine militante y que se esfuerza especialmente en transmitirnos la frialdad de la violencia, ya sea a través de los paisajes nevados o de su paleta de colores grisáceos despojados de toda humanidad. En el Donbáss, a la guerra se le llama paz, la propaganda se erige como verdad y el odio pretende ser amor. Atravesar el Donbáss supone un encadenamiento de aventuras arriesgadas en las que se mezclan lo grotesco y lo trágico, igual que la vida y la muerte. No es un relato sobre una región, un país o un sistema político, sino sobre un mundo perdido entre lo que yace después de la verdad y las falsas identidades.
Título original: Donbass
Año: 2018
Duración: 120 min.
País: Ucrania
Dirección: Sergei Loznitsa
Guion: Sergei Loznitsa
Música: Vladimir Golovnitiski
Fotografía: Oleg Mutu
Productora: Coproducción Ucrania-Alemania-Francia-Países Bajos (Holanda)-Rumanía;Arthouse Traffic, Graniet Film BV, JBA Production, Majade Fiction, Wild at Art.
Distribuidora: Pyramide International
Reparto
- Valeriu Andriută: habitante de Donbass.
- Evgeny Chistyakov: residente de Donbass.
- Georgiy Deliev: residente de Donbass.
- Vadim Dubovsky: residente de Donbass.
- Konstantin Itunin: residente de Donbass.
- Boris Kamorzin: habitante de Donbass.
- Sergey Kolesov: residente de Donbass.
- Svetlana Kolesova: residente de Donbass.
- Thorsten Merten: Michael Walter, el periodista alemán.
- Irina Plesnyayeva: residente de Donbass.
- Sergey Russkin: residente de Donbass.
- Alexander Zamuraev: residente de Donbass.
Sinopsis: Película que narra en 12 episodios la situación en el este de Ucrania, donde se enfrentan los partidarios de Rusia y los que apoyan el gobierno del país. Siete de estos episodios están directamente inspiradas en vídeos reales publicados en YouTube. Cuando se llama “paz” a la guerra, cuando la propaganda es presentada como la verdad, cuando se llama “amor” al odio, es ahí dónde la misma vida comienza a parecerse a la muerte (Filmaffinity)
No recomendada para menores de 12 años. Se estrenó en Alemania el 30 de agosto de 2018. Se estrenó en Ucrania y Polonia el 18 y 19 de octubre de 2018. Se estrenará en España el 19 de marzo de 2019. La película ha recaudado 67 mil euros en Ucrania durante sus dos primeros meses desde su estreno.
Serguéi Loznitsa ganó el premio Un Certain Regard como Mejor Director en el Festival de Cine de Cannes 2018. También ganó la Pirámide de Plata, concedida como Premio Especial del Jurado al Mejor Director, en el 40º Festival Internacional de Cine de El Cairo. Y se alzó con el Giraldillo de Oro, el máximo galardón otorgado por el Festival de Sevilla de 2018.
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Los rostros del totalitarismo
A lo largo de The trial (Rusia-Holanda, 2018) y State funeral (Lituania-Holanda, 2019), los dos más recientes largometrajes del cineasta bielorruso-ucraniano Sergei Loznitsa (conocido en México gracias a la Cineteca Nacional), hay tomas que se repiten continuamente y se vuelven hipnóticas. Me refiero a los rostros de los ciudadanos soviéticos que se dirigen continuamente hacia la cámara, es decir, hacia nosotros. Algunos observan de reojo, otros con curiosidad, algunos más desvían la mirada. Hay quienes se cubren el rostro con las manos. Es evidente que todos, sin excepción, se saben observados, o quizá vigilados.
Los dos filmes de Loznitsa –disponibles a partir de mayo en la plataforma de streaming MUBI– fueron realizados por el cineasta a partir de imágenes de archivo encontradas, restauradas y editadas por el propio director, en colaboración con el moscovita avecindado en París Vladimir Vierny. Este último fue responsable de la investigación documental y de imágenes en el Archivo Fotográfico y Cinematográfico Ruso de Krasnogrosk. Las dos películas tienen la misma construcción formal: sin narración en off y sin información en pantalla que contextualice históricamente lo que estamos viendo. Loznitsa nos presenta una serie de imágenes fílmicas provenientes del inicio y del final del estalinismo, tal como fueron tomadas en su momento y, en algunos casos, como fueron mostradas públicamente. Estamos ante una envolvente y apabullante cápsula del tiempo en la que somos testigos de la pompa y circunstancia del totalitarismo, una representación teatral de la que nadie se salva de la obligación de jugar un papel. Ni siquiera las amorfas masas que vemos continuamente en pantalla.
The trial está centrada en la primera purga estalinista que fue filmada, en su momento, en un mediometraje de 44 minutos, dirigido por Yakov Poselsky, con el título de 13 días: el proceso del Partido Industrial (1930). Loznitsa volvió a ese olvidado filme propagandístico para reeditarlo y restaurarlo, al tiempo que retomó pietaje del mismo juicio que no terminó en la versión final del filme. Aunado a este reacomodo de imágenes, el equipo sonoro a cargo del cineasta recreó todos los sonidos que debieron haberse escuchado en la monumental Sala de las Columnas de Moscú. En este lugar, del 25 de noviembre al 7 de diciembre de 1930, se llevó a cabo el juicio sumario de ocho ingenieros, profesores y científicos, acusados de traidores de la patria por haber complotado con los “rusos blancos” exiliados y el maléfico gobierno de Francia, para hacer fracasar el plan quinquenal de Stalin. Las fallas en las fábricas de textiles, en la producción de energía, en la distribución de granos y la rampante ineficiencia de todo el sistema se debía –como era de esperarse– a estos quinto columnistas que habían fundado el Partido Industrial para acabar con la Unión Soviética.
The trial avanza en bloques compactos: la presentación de la Corte Especial presidida por el ascendente burócrata Andréi Vyshinsky y los ocho acusados; las sucesivas confesiones de cada uno de ellos, declarados culpables con anterioridad y renunciado –con solo una excepción– a la representación de un abogado; el duro interrogatorio por parte de los cuatro miembros de la corte; la declaración final de los acusados en la que confirman su arrepentimiento y solicitan una última oportunidad para redimirse. Finalmente, el veredicto leído sin pasión por Vyshinky, quien condenó a cinco de los “traidores” a ser ejecutados por un pelotón de fusilamiento y a los otros tres a penas de diez años de prisión en aislamiento total.
El espectáculo montado durante esos días, dentro y fuera de la sala, fue impecable. Al interior, cada uno de los acusados peleaba por mostrar más arrepentimiento que el resto, señalaban a otros “complotistas” muertos o vivos, asentía con humildad ante los señalamientos de los jueces, decía, con la voz quebrada o inalterable seriedad, que aceptaría cualquier castigo que cayera sobre ellos porque sabían que el veredicto sería justo. Mientras que afuera, a lo largo de los 13 días del juicio, las multitudes salían a marchar para defender al Estado soviético, a la Madre Patria y, por añadidura (aunque nunca se le mencione), a Papito Stalin. El entusiasmo es contagioso y la indignación parece real: las mantas solicitando pena de muerte para todos los acusados, los puños desafiantes siempre en alto, la exultante toma en contrapicada en la que vemos a un joven soldado soviético posando desde las alturas de un tanque de guerra, listo para la vencer a la contrarrevolución…
Las multitudes también se reúnen en la vasta Sala de las Columnas, que fue preparada para recibir un aforo de más de mil asistentes diarios. Cuando la cámara dirigida por el propagandista Poselsky voltea hacia el público, vemos a centenares de hombres y algunas mujeres atentos al juicio, volteando de reojo hacia la lente, irguiéndose al sentirse observados, con una media sonrisa en el rostro al saberse parte de un hecho histórico. Cuando el veredicto se da a conocer, la multitud se levanta de su asiento y aplaude entusiastamente, mirando directamente a la cámara. Estas personas están cumpliendo con su parte del montaje: estar ahí de principio a fin, aparecer como figurantes para, después, celebrar la condena de los “traidores”.
Volvemos a ver los mismos rostros en State funeral, documental construido a partir del pietaje tomado en marzo de 1953 por más de 150 cinefotógrafos a lo largo y ancho de la Unión Soviética. Como lo expresa el título, estamos ante el mayúsculo funeral de Estado organizado para homenajear al heroico y casi sobrenatural cadáver de Iósif Stalin, quien murió el 5 de marzo de 1953. Luego de ser embalsamado, el cuerpo de Stalin sería mostrado a los ciudadanos soviéticos en la Sala de las Columnas, el mismo escenario de The trial, donde se había llevado a cabo la primera de sus innumerables purgas políticas.
La recopilación, editada y restaurada visual y sonoramente por Loznitsa, quita el aliento: vemos cómo se anuncia la muerte de Stalin a través de altavoces colocados en las plazas públicas; somos testigos de cómo los ávidos ciudadanos se acercan al puesto de periódicos a leer la noticia; compartimos los rostros llorosos de las abuelas y las miradas de estupefacción ante las cámaras. ¿De verdad había muerto Stalin?
Una vez montado el funeral, aparecen nuevamente los rostros de soldados, burócratas, amas de casa, campesinos, jóvenes, ancianos y niños. Todos pasan frente al cadáver del Gran Líder y, de reojo, miran a la cámara. Algunos lloran de manera desconsolada; otros quieren detenerse, pero los que vienen atrás los empujan; algunos pasan con la boca abierta, como si estuvieran viendo algo mágico. Al lado del cuerpo, una orquesta filarmónica toca marchas fúnebres de Mendelssohn y Chopin, el trío no. 2 opus 100 de Schubert y alguna pieza de Schumann, sin olvidar, por supuesto, el Réquiem de Mozart. Un repertorio apenas justo para celebrar la vida y los logros de un amante de la música como lo había sido Stalin.
Si alguien no supiera absolutamente nada del régimen estalinista, después de ver esta recopilación de imágenes “directas y objetivas”, podría creer que los ocho acusados de 1930 fueron, en efecto, una runfla de despreciables traidores (después de todo, ¿no es eso lo que dice cada uno de ellos?). Y que un 5 de marzo, 23 años después, el tiempo se detuvo para la Unión Soviética cuando toda su población lloró desconsoladamente y desfiló ante el sagrado cuerpo del genio del socialismo.
Hay que esperar al final de cada uno de estos documentales para recibir la lección histórica completa. En el epílogo de ambos filmes, una serie de leyendas nos informan de lo que pasó después. En The trial, la paradoja es que algunos de los acusados terminaron en mejores condiciones que sus acusadores, como fue el caso del profesor Ramzin, el supuesto líder del complot, quien fue liberado en 1936, restaurado en todos sus privilegios, premiado en 1942 por el propio Stalin, para luego fallecer como héroe en 1946. En contraste, el fiscal Krylenko, quien fue el que pidió la pena de muerte para los ocho “traidores”, luego de fungir como ministro de justicia de 1931 a 1936, fue arrestado y fusilado en 1938, acusado de pertenecer al peligroso grupo contrarrevolucionario llamado (es en serio) “Organización Fascista-Terrorista de Montañistas y Turistas”. El destino de todos los involucrados parece haber seguido una lógica demencial, el mero capricho: algunos fueron fusilados, otros restaurados como Ramzin, otros perdonados y dejados en paz, otros desaparecidos, y uno de ellos –el presidente de la Corte Especial, Vyshinsky– llegó a ser fiscal general, ministro de relaciones exteriores y representante de la URSS ante Naciones Unidas en Nueva York, donde a fines de 1954 se quitó la vida.
En State funeral, el epílogo de dos horas y media del interminable e hipnótico homenaje estaliniano finaliza con los fríos datos oficiales dados a conocer a partir de 1957: 27 millones de asesinados, ejecutados y/o deportados bajo el gobierno de Papito Stalin más 15 millones de muertos de hambre debido al desastre de sus planes quinquenales (al parecer, el complot de los ocho sí funcionó). Una última leyenda nos informa, lacónicamente, que en 1961 el sagrado cadáver de Stalin fue sacado de su mausoleo y quemado, casi en secreto, a un lado de una de las paredes del Kremlin. De eso no hay imágenes.
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Teatro de guerra: Sergei Loznitsa expone el absurdo del conflicto de Donbass en su nueva película
El autor ucraniano Sergei Loznitsa ha dirigido su cámara hacia las regiones separatistas del Donbass devastadas por la guerra en su nueva película. Para Meduza, el crítico de cine Anton Dolin sostiene que el resultado es una declaración contra la guerra desgarradora e hilarante
En ruso, la gente dice ‘¡Es una bomba!’ Cuando quieren elogiar algo. En este sentido, ciertamente podrías llamar a Sergei Loznitsa Donbass una bomba, incluso una bomba de tiempo. Es discutible si se trata de un cumplido. Aunque la probabilidad de explosión es alta, lo que queda sin saber es cuándo explotará o si explotará. y el público estadounidense no está lo suficientemente familiarizado con la confrontación militar en el este de Ucrania, a los espectadores rusos y ucranianos probablemente no les gustará, ya que es menos que elogiosa para todos los lados del conflicto. Lo que se nos presenta es una película excepcionalmente incómoda que, aunque no un documental, es un verdadero heredero de Loznitsa Mi alegría y una tierna criatura.
La región de Donbass en Ucrania, es decir, las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk la película utiliza el término ahora arcaico «Novorossiya» está situada en una zona gris y no solo en el sentido legal. Es el espacio entre la fantasía y la realidad, entre una pesadilla y un sueño. Se podría llamar a la región una zona neutral entre los dos estados enemigos, si no fuera por todas las personas que matan y mueren aquí.
Esta es una realidad sin signos ni identificación, una tierra de “ hombrecitos verdes ”que aparece de la nada. Este es un teatro de guerra – el énfasis está en el“ teatro ”- y esta puesta en escena es exactamente lo que Loznitsa explora en su nueva película. No es un accidente que el elenco de la película no tenga actores profesionales y los papeles principales son interpretados por los comediantes Natalia Buzko y Georgy Deliyev; en esta situación, los maestros de la commedia dell’arte son mucho más apropiados.
El primero en aparecer en la pantalla es un equipo de filmación indiscernible de extras que luego descubrimos que deben interpretar a testigos oculares falsos para algunos informes de noticias. Si los testigos son falsos, el espectador puede preguntar, ¿hay algo más real?, moretones debajo de sus ojos, transmitir algo apresuradamente a la cámara, es bastante obvio. ¿Qué pasa con el trolebús volado en el fondo y los cadáveres esparcidos a su alrededor? La respuesta a la pregunta viene en la escena final escalofriante y surrealista, filmada en un tono neutral estilo documental, que se asemeja más a un extracto de metraje de CCTV que al de una película.
Este es un teatro de guerra, el énfasis está en el ‘teatro’, y esta puesta en escena es exactamente lo que Loznitsa explora en su nueva película
Hay actores en todas partes. Incluso el oficial de fronteras es un «artista de performance«. Todos están desempeñando su propio papel, pero también hay roles que nadie quiere interpretar. En uno de los episodios, un periodista alemán pregunta a los insurgentes, que están sentados en un tanque comiendo pepinillos en vinagre, para hablar con el responsable. Lo que debería ser una simple respuesta a una simple pregunta, se convierte en una broma del patio de la escuela, con los rebeldes apuntando unos a otros histéricos, antes de llevar al periodista a un confuso «Ataman cosaco” llamado Chapay.
La mayoría de los personajes de la película permanecen sin nombre; el resto son conocidos solo por sus apodos: Batyana Padre, Kupon Cupón, Drovosek Leñador. La única vez que escuchamos algo parecido a un nombre creíble, es una pareja esperando para casarse; incluso entonces, sus nombres suenan tan extravagantes que uno pensaría que fueron sacados directamente de una novela de Gogol.
La película es, por lo demás, una serie de episodios desgarradores e hiperrealistas ejecutados magistralmente por el camarógrafo de Loznitsa, Oleg Mutu. En este caso, no es la trama lo que impulsa la película, sino el escenario. Vemos a un jefe criminal local montar un programa en un hospital de maternidad indigente donde el médico jefe roba alimentos y medicinas.
Observamos a los agentes fronterizos intimidar a las personas que intentan volver a entrar en la región, ya sea para visitar a sus familiares o comprobar si las casas de las que tuvieron que huir aún están en pie. Vemos a las autoridades locales quitarle un hermoso automóvil a un hombre de negocios desagradable que luego se ve obligado a entregarle el dinero por ello. Nos encontramos con un soldado ucraniano que atravesó la ciudad con un letrero que dice «voluntario de un batallón punitivo«, y luego lo amarraron a una farola para que los lugareños se desahogaran. La línea entre la comedia y el horror aquí es muy fina es prácticamente invisible.
No hay ambigüedad sobre la posición del director: Donbass es una película audaz contra la guerra
Es más, el soldado es probablemente el único representante del ejército ucraniano en la película. Sin embargo, escuchas disparos y explosiones que te dicen que existen en algún lugar en el fondo. No hay duda de que Donbass no fue pensado como una pieza de propaganda ucraniana. Loznitsa está interesado en cambio en lo que sucede en el lado rebelde de las barricadas. Solo podemos imaginar cómo sería una secuela que mostrara el otro lado del conflicto.
De hecho, no hay ambigüedad sobre la posición del director: Donbass es una película audaz contra la guerra. No justifica la violencia de ningún lado y solo demuestra cómo la guerra paraliza a las personas y las convierte en monstruos, aterradoras y ridículas en igual medida. Aquellos que no participan en la violencia, el premio cinematográfico. Hay una escena particularmente conmovedora en la que la cámara gira alrededor de un refugio para personas sin hogar destrozado, aunque todavía habitado. Nunca se vislumbra quién está realmente detrás de la cámara. ¿Es el director o uno de los muchos personajes inventados que podrían usar el metraje para sus propios fines propagandísticos?
Tanto como Donbass explora la naturaleza de las guerras modernas, también destaca cómo la prensa, las redes sociales y otras fuentes convierten la guerra en una actuación. Esto hace que la película sea una paradoja aún mayor: «es una película sobre lo que no puede ni debe ser experimentado como una película«.
No está claro si los organizadores del Festival de Cine de Cannes tenían la intención de programar la proyección de la película el 9 de mayo, el día en que Rusia celebra la Victoria en la Gran Guerra Patria de 1941-1945. Loznitsa Día de la victoria, un documental que sigue a un grupo de expatriados rusos que celebran el Día de la Victoria en el Treptower Park de Berlín, se proyectó el mismo día del año pasado.
En la nueva película de Loznitsa, escuchamos la retórica distintiva de la propaganda rusa moderna construida sobre “el sacrificio de nuestros abuelos” y sentimientos similares de la Segunda Guerra Mundial. No solo esto, Donbass explora la distancia insuperable entre una guerra -que hay un significado detrás de esto-, y la guerra moderna, el conflicto actual en Ucrania, que es absurdo pero sigue siendo tan violento en todos lados. La pregunta que se avecina que la película no se plantea directamente, sin embargo, es si existe la posibilidad de un “día de la victoria ”para este nuevo tipo de guerra o si algún resultado constituye una derrota.
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