Por Abdón Mateos (Catedrático de Historia Contemporánea, UNED) y Álvaro Soto (Catedrático de Historia Contemporánea, UAM)
toma de posesión de un nuevo gobierno franquista.
Con el transcurso de los años sesenta, se produjo la marginación o el pase a la oposición de fracciones de las familias franquistas tradicionales.
«Con el transcurso de los años sesenta, se produjo la marginación o el pase a la oposición de fracciones de las familias franquistas tradicionales.
Esto ocurrió sobre todo en el caso de los monárquicos y los carlistas pero incluso entre los falangistas y los católicos hubo una división respecto a su posición en el seno del régimen franquista.
Mientras que algunos monárquicos constituían la opositora y juanista Unión Española, parte de los nacional-católicos se sumaba a las nuevas formaciones democristianas y los tradicionalistas constituían un renovado partido carlista, e incluso los falangistas radicales creaban grupos antirrégimen como Falange auténtica o un Frente Sindicalista.
La división de las familias franquistas y los nuevos alineamientos tuvieron que ver con la existencia de diversas tentativas de institucionalización del régimen de Franco. Se trataba de organizar una especie de pluralismo limitado en el seno del régimen.
Se trataba de organizar una especie de pluralismo limitado en el seno del régimen.
Esta prospectiva política, unida a las perspectivas de la sucesión en la jefatura del Estado, llevó a un juego aperturista de intentar definir una izquierda y una derecha del Movimiento.
Esta prospectiva política, unida a las perspectivas de la sucesión en la jefatura del Estado, llevó a un juego aperturista de intentar definir una izquierda y una derecha del Movimiento.
Por un lado, un sector de los falangistas, vinculado sobre todo a Sindicatos, se autodefinía como la izquierda nacional con evidentes modulaciones populistas mientras que el sector tecnócrata, de los que muchos de sus miembros pertenecían al Opus Dei, tenía un proyecto de desarrollo económico y de configuración de un Estado social de Derecho sin democracia«.
Por un lado, un sector de los falangistas, vinculado sobre todo a Sindicatos, se autodefinía como la izquierda nacional con evidentes modulaciones populistas mientras que el sector tecnócrata, de los que muchos de sus miembros pertenecían al Opus Dei, tenía un proyecto de desarrollo económico y de configuración de un Estado social de Derecho sin democracia.
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LAS FAMILIAS DEL FRANQUISMO: LA FAMILIA POLÍTICA (1)
NO ERAN «FRANQUISTAS«. ÉSTAS FAMILIAS, ERAN EL FRANQUISMO. FRANCO NO FUE MÁS QUE SU ARGUMENTO DE AUTORIDAD
Las mismas que hoy, son la democracia. La Constitución del 78 –papel mojado, formalmente constituyente; constituyente de lo antes constituido, lo mismo que había antes de ella- es ahora su argumento de autoridad.
De la ley a la ley. De Franco a la Constitución. Siempre con la bendición judicial.
Los Jueces de Franco siguieron siendo los Jueces de la Democracia. Los mismos que siguieron nombrando a los Jueces que «nos hemos dado«. Jueces Franquistas (que, por definición, formaban la mayoría de cualquier tribunal de oposiciones a judicatura) nombrando Jueces Democráticos.
Igual que en la Política, el Poder Judicial o las Finanzas, igual que en la Policía o en el Ejército.
Lo llamaron «El Cambio«.
De la ley a la ley. De Franco a la Constitución. Siempre con la bendición judicial.
Los Jueces de Franco siguieron siendo los Jueces de la Democracia. Los mismos que siguieron nombrando a los Jueces que «nos hemos dado«.
Jueces Franquistas nombrando jueces democráticos. Igual que en la policía o en el ejército.
Lo llamaron «El Cambio».
El franquismo va a jugar un papel decisivo en el desarrollo del capitalismo monopolista en España. Con el nuevo régimen, la oligarquía financiera y terrateniente iba a imponer una feroz y sanguinaria dictadura que le permitirá llevar adelante durante los siguientes 40 años un intensivo proceso de acumulación de capital. Será por medio de la Dictadura de Franco que el gran capital financiero, los grandes magnates de la industria y el comercio, los grandes terratenientes consigan llevar adelante una ingente acumulación de capital que permitirá el afianzamiento y el pleno desarrollo del capitalismo monopolista en España.
De la ley a la ley. De Franco a la Constitución. Siempre con la bendición judicial. Los Jueces de Franco siguieron siendo los Jueces de la Democracia. Los mismos que siguieron nombrando a los Jueces que «nos hemos dado«. Jueces Franquistas nombrando jueces democráticos. Igual que en la policía o el ejército. Lo llamaron «El Cambio«.
Todo es como ayer, pero en colorines. Desde los medios de adoctrinamiento social partidista, hasta los curas que siguen cobrando del Estado. Desde los medios de manipulación informativa clásicos, hasta la subcontrata en clave nacional de la Censura y la Cancelación democrática de las Agencias de Información globales, llámense redes sociales o inteligencia artificial (no estamos en contra de la Inteligencia Artificial, como no estamos en contra de los sonotones; quien carece de Inteligencia, hoy puede sentirse inteligente, como quien ni podía oír, hoy puede hacerlo; no es lo mismo, claro; pero es algo).
La autarquía, seña de identidad del régimen de Franco, permite examinar el caso español de manera diferente a la mayor parte de Europa. Todos los estados europeos sufren a unas mismas élites. Pero esa igualdad es reciente, por lo que la especificidad del caso español permite una más adecuada comprensión de la captura de los fondos públicos estatales por parte de las élites actuales, los milmillonarios al servicio de los estados centrales.
El caso español es relevante, precisamente, porque expone la captura de los fondos públicos por parte de las élites corruptas, de dinastías financieras, muchas veces instauradas por carniceros que creían ser soldados. Fascistas, exlegionarios en muchos casos, criminales de guerra casi siempre.
Esas dinastías españolas, en trance de desaparición por confusión en el seno del poder financiero internacional, en el que siempre han pretendido instalarse y, hoy lo están logrando, tras medio siglo de presunta democracia, consistente en consolidar el expolio de los franquistas enriquecidos por un estado fascista, dictatorial.
Porque, ubiquémonos en la historia. Entre los años 1955 a 1975, en España se construyó todo, desde fábricas hasta autopistas, desde escuelas hasta el Urbanismo y el «ensanche» de las ciudades; desde puertos y aeropuertos, hasta hospitales, redes de telefonía y centrales eléctricas. Estaciones de ferrocarril y vías férreas; embalses y canalizaciones de agua; regadíos y túneles. Todo se hizo entonces. Y todo nos lo habían robado ya en 1975.
Nos hemos acostumbrado a aceptar los vacíos mantras del Régimen del 78′ como verdades absolutas. Así, parecería que la Constitución Española de 1978 surgió «espontáneamente» de la nada.
Nos hemos acostumbrado a aceptar los vacíos mantras del Régimen del 78′ como verdades absolutas. Así, parecería que la Constitución Española de 1978 surgió «espontáneamente» de la nada.
«Bien podría decirse que la derecha española obvió la asignatura de la creación de la burguesía, dio el salto directo del caciquismo feudal a la era moderna. Sin ir a clase, según una vieja costumbre arraigada en los lideres de esta derecha. Obtener los títulos sin estudio y por tanto desconociendo los contenidos. Incluso pueden hasta atreverse a nombrarse como socialdemocratas que emparejan con formas hijas de la autarquía más correosa»
Hemos alabado a los siete «Patres Conscripti» del post franquismo como si el Texto Constitucional, por ellos presentado, hubiese surgido de sus cábalas conjuntas, y no de todo un desarrollo precedente, fruto de los intentos de un Régimen dictatorial de lograr el reconocimiento internacional, acabando así con la obligada «Autarquía» a que el aislamiento internacional del Franquismo nos había conducido desde el final de la II Guerra Mundial, a fin de que estas élites corruptas, manchadas de sangre, pudiesen ser acogidas e integrarse en el entonces naciente Nuevo Orden Global (NWO).
Decimos «Patres«; pues del interior del régimen franquista procedían todos ellos. Y añadimos «Conscripti«, porque su legitimidad se quería hacer proceder del Principio Democrático, tras la primera (la más importante y la menos conocida) elección «democrática» tras la muerte de Franco, las Elecciones Generales de 1977.
Los «Patres Conscripti», los «Siete Sabios franquistas de San Jerónimo«; todos ellos más «Patres» vinculados al Régimen, que «Conscripti» vinculados al Pueblo
Más «Patres» vinculados al Régimen (que fue quien les situó al frente de la renovación de la forma de Estado que el franquismo decidió para los españoles, antes de vestirse electoralmente de democracia), que «Conscripti» vinculados al Pueblo, eran, todos ellos, deudores del régimen del General Franco.
Los «Siete Sabios franquistas de San Jerónimo«, dieron a luz el más ansiado proyecto del franquismo, planteado ya a finales de la década de los 50 del pasado siglo, y desarrollado en el decenio que va del año 1966 al año 1975:
LA CONSTITUCIÓN DE 1978, como garantía de la supervivencia del Régimen Franquista tras la muerte de Franco.
October 1975 shows then Spanish head of state General Francisco Franco (L) and then Prince Juan Carlos saluting the crowd in Madrid.
Es decir, la transformación política y cultural que siguió a la muerte de Franco no puede entenderse sin tener en cuenta los cambios sociales puestos en marcha dos décadas atrás: Nos referimos a las relaciones de la Constitución de 1978 con el franquismo, y en especial, con
«el cambio de política económica auspiciada desde finales de los cincuenta, consistente en sustituir el modelo autárquico por una liberalización parcial de la actividad económica, desemboca en la rápida reducción de la población agraria, el desarrollo industrial, y la reconversión de la economía española, volcada hacia el sector servicios a partir de la década de los sesenta.
Asimismo, que la modernización y el bienestar material que éste trajo consigo, aunque repartido de forma muy desigual, otorgó al franquismo un considerable apoyo social, y engendró el conformismo entre amplias capas de población.
Sin embargo, al mismo tiempo, el desarrollo económico operó una serie de transformaciones en las formas de vida que propiciaron cambios en la mentalidad y las pautas de conducta de los españoles, y esto a su vez dio lugar a un aumento de la contestación al régimen«.
«Francisco Franco, al comienzo de la guerra, cobraba una nómina de 50.000 pesetas como Jefe del Estado. En solo cuatro años el Caudillo de las Españas tenía una cuenta corriente de 388 millones de euros de entonces. Cierto es que su mujer, la catoliquisíma y tacaña doña Carmen Polo -arrasaba por las joyerías, tiendas de ropa, peleterías y cuanto pudiera ansiar, en las ciudades que visitaba, sin pasar por caja, por supuesto, tanto que los propietarios, avisados de la visita, corrían a guardar bajo siete llaves las piezas más codiciadas- como decíamos, doña Carmen, era una de las más ricas herederas del Principado de Asturias. Hizo buena boda Franquito. Aún con todo, la fortuna del Caudillo tenía una procedencia más oscura. Nos lo confirman el dato de que a la muerte de su única hija, Carmen Franco, en 2018, se estimó que había dejado en herencia a sus hijos de 500 o 600 millones de euros que provenían de lo heredado, a su vez, por ella de su padre: el Generalísmo».
A la vez, el profesor Rodríguez Jiménez, nos ofrece una visión de las «sensibilidades» orgánicas del Franquismo enfrentado a la previsible muerte de su fundador, así como los términos en que se presentó la lucha de las «familias» franquistas cara a la definición del nuevo régimen postfranquista, cuyo desenlace determinó el contenido de la Constitución de 1978, identificando los distintos posicionamientos del propio Régimen franquista de cara a la muerte de Franco:
Así, «el establishment del Estado español estaría formado por las élites financiera-empresarial, política, militar, jerarquía católica, universitaria y mass media del Estado español que serían los herederos naturales del legado del General Franco y que habrían fagocitado todas las esferas de decisión” (Germán Gorráiz).
… que una vez muerto Franco no se haga realidad el deseo de los franquistas, después de Franco las instituciones, y que, por el contrario, se abra paso una nueva realidad política identificada en mayor o menor grado con las democracias occidentales.
Chus
El 18 de noviembre de 1976, tras veinticinco horas de debate, en lo que es conocido como el último Pleno de las Cortes franquistas, se dio luz verde a la Ley para la Reforma Política, con el resultado de 425 votos a favor, 59 votos en contra y 13 abstenciones. Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, la consideraba como una forma de avanzar hacia la democracia respetando las leyes vigentes: “de la ley a la ley a través de la ley”. Miguel Primo de Rivera y Urquijo, que abrió el debate invocó “la irrepetible autoridad política deFrancisco Franco”, proclamando su “lealtad y devoción personal por él”, así como su “condición joseantoniana”, para pasar a declarar que, con todo, ya era hora de dejar al pueblo español decidir qué autoridad política debía reemplazar al Caudillo. Otro procurador de las Cortes, Ramiro Cercos, criticó este proyecto de ley como “tímido e insuficiente” para “regir en el nuevo orden democrático”, por cuanto hacía referencia explícita a las Leyes Fundamentales, que respondían a fines claramente diferentes de aquellos que presiden los sistemas democráticos. Raimundo Fernández-Cuesta, un viejo líder falangista, señaló que el Estado español fue creado por “la voluntad soberana y la facultad constituyente que le confirió el resultado de la lucha [de la nación española]” y que estaba basado en los Principios Fundamentales que eran, por su propia naturaleza, “permanentes e inalterables”, por lo que aceptar la ley propuesta significaría la anulación de esos principios.
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LA FAMILIA POLÍTICA: ALIANZA POPULAR (La Familia Tecnócrata y Nacional-Católica)
Empezaremos por lo más evidente: La aparición de ALIANZA POPULAR (hoy rebautizada como «Partido Popular»). Lo primero que destaca es el nombre por el que son conocidos, de nuevo un grupito de siete franquistas, «Los Siete Magníficos«.
La muerte del general Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, marcó el inicio de uno de los periodos más complejos y determinantes de la historia contemporánea de España. El régimen dictatorial, que había gobernado el país con mano de hierro durante casi cuatro décadas, no se desmoronó instantáneamente con el fallecimiento de su artífice.
Por el contrario, la estructura administrativa, judicial, militar y policial del Estado permanecía intacta, operando bajo las Leyes Fundamentales del Reino que el propio dictador había diseñado para dejar todo «atado y bien atado».
Sin embargo, España no se acomodaba ya a la realidad política oficial. El desarrollo económico de los años sesenta, la apertura al turismo, la emigración a Europa y la transformación de una sociedad agraria en una urbana e industrial habían creado una clase media que, aunque desmovilizada políticamente, demandaba estándares de libertad y consumo homologables a los de las democracias occidentales.
En este contexto de incertidumbre, las élites políticas del franquismo se enfrentaron a una disyuntiva existencial:La continuidad pura y dura del sistema, defendida por el llamado «búnker» (sectores inmovilistas del Ejército, la Confederación Nacional de Excombatientes y Fuerza Nueva), se revelaba inviable ante la presión internacional y la creciente conflictividad social interna.
Por otro lado, la supuesta oposición democrática (presuntos y oficiales comunistas, socialistas, democristianos y nacionalistas) exigía una «Ruptura Democrática» que hiciera tabla rasa con la legalidad franquista y abriera un proceso constituyente pleno.
Entre estos dos polos surgió una tercera vía, protagonizada por aquellos jerarcas del régimen que, habiendo ocupado las más altas responsabilidades ejecutivas durante la dictadura, comprendieron que la supervivencia de su estatus y de los principios conservadores que defendían pasaba por una reforma controlada desde arriba.
Este sector, conocido como «reformismo franquista» o «aperturistas», buscaba pilotar el tránsito hacia un sistema de libertades limitadas o una democracia tutelada que evitara el revanchismo y preservara los pilares del orden social y económico del franquismo.
El «reformismo franquista» -«aperturistas»-, buscaba pilotar el tránsito hacia un sistema de libertades limitadas o una democracia tutelada que evitara el revanchismo y preservara los pilares del orden social y económico del franquismo.
La cristalización política fue Alianza Popular (AP), fundada en octubre de 1976.
La cristalización política de este esfuerzo fue Alianza Popular (AP). Fundada en octubre de 1976, AP no nació como un partido de bases surgido de la sociedad civil, sino como una federación de notables, una coalición de exministros que sumaban décadas de servicio a la dictadura.
La prensa de la época, con una mezcla de admiración por su peso político y sarcasmo por su pasado autoritario, los bautizó como «Los Siete Magníficos».
«Los Siete Magníficos» -Manuel Fraga Iribarne, Laureano López Rodó, Federico Silva Muñoz, Gonzalo Fernández de la Mora, Licinio de la Fuente, Cruz Martínez Esteruelas y Enrique Thomas de Carranza-, representaban las distintas «familias» que habían convivido bajo el paraguas del Movimiento Nacional: el falangismo, el catolicismo propagandista, la tecnocracia del Opus Dei, el tradicionalismo y la burocracia sindical.
Estos siete líderes —Manuel Fraga Iribarne, Laureano López Rodó, Federico Silva Muñoz, Gonzalo Fernández de la Mora, Licinio de la Fuente, Cruz Martínez Esteruelas y Enrique Thomas de Carranza— representaban las distintas «familias» que habían convivido, a veces con tensiones, bajo el paraguas del MovimientoNacional:
el falangismo, el catolicismo propagandista, la tecnocracia del Opus Dei, el tradicionalismo y la burocracia sindical.
Comprobaremos, a continuación, la naturaleza de sus relaciones con la dictadura de Franco, de cómo sus gestiones ministeriales definieron la naturaleza del Estado franquista y cómo, paradójicamente, intentaron utilizar esa legitimidad autoritaria como credencial democrática en 1977.
Para entender la génesis de Alianza Popular, es imperativo analizar el fracaso del primer gobierno de la Monarquía. Tras la coronación de Juan Carlos I, el gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, con Manuel Fraga como Vicepresidente y Ministro de la Gobernación, intentó implementar una reforma tímida que no satisfizo a nadie.
SEVILLA, 31/03/1990.- El presidente del Partido Popular, Manuel Fraga, levanta la mano de su sucesor, José María Aznar, al finalizar el X Congreso del Partido Popular, en el que se ha elegido la nueva ejecutiva. EFE/Eduardo Abad
Fraga, que se veía a sí mismo como el líder natural de la Transición, desplegó una política de «orden público» represiva que culminó en los trágicos sucesos de Vitoria en marzo de 1976, donde la policía mató a cinco trabajadores dañando irreparablemente su imagen de reformista liberal a los ojos de gran parte de la ciudadanía.
El nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno en julio de 1976 y la posterior aprobación de la Ley para la Reforma Políticadesplazaron a Fraga y a los demás jerarcas reformistas del centro del poder ejecutivo.
Adolfo Suárez fue miembro de Falange Española de las JONS desde 1958 a 1977, casi veinte años que no se pueden calificar como error de juventud. Desempeñó varios cargos públicos durante la dictadura franquista: fue gobernador civil de Segovia, procurador en Cortes y director general de Radiodifusión y Televisión. A pesar de ser un desconocido para la opinión pública en el momento, fue nombrado presidente del Gobierno por el rey Juan Carlos I en 1976.
Desairados por el Rey y superados por la velocidad de los acontecimientos impulsados por Suárez (un hombre del aparato que, sin embargo, traicionó el inmovilismo desde dentro), estos exministros decidieron organizarse.
El 9 de octubre de 1976, presentaron el manifiesto fundacional de Alianza Popular. Su tesis central era que existía un «franquismo sociológico» mayoritario, una masa silenciosa de españoles agradecidos a Franco por la paz y el desarrollo, temerosos del comunismo y del desorden, que votaría naturalmente a aquellos líderes que habían demostrado «eficacia» en la gestión del Estado.
AP se erigió así no como un partido de ruptura, sino de «Reforma», reivindicando orgullosamente el legado de los cuarenta años de dictadura como el cimiento necesario para la nueva etapa. La estructura de AP fue inicialmente federal, aglutinando a pequeños partidos o asociaciones políticas que cada fundador había creado al amparo de la restrictivas Leyes de Asociaciones (Ley de Asociaciones Políticas de 1974 -Decreto Ley 7/1974, de 21 de diciembre- y la Ley 21/1976, de 14 de junio, sobre el Derecho de Asociación Política).
Tabla: Los «Siete Magníficos» y sus Plataformas de Origen
Fundador
Asociación/Partido Político
Familia Política del Franquismo
Último Cargo Relevante en Dictadura
Manuel Fraga Iribarne
Reforma Democrática (RD)
Reformismo / Aperturismo
Ministro de Información y Turismo / Vicepresidente
Laureano López Rodó
Acción Regional (AR)
Tecnocracia / Opus Dei
Ministro del Plan de Desarrollo / Asuntos Exteriores
Federico Silva Muñoz
Acción Democrática Española (ADE)
Catolicismo (ACNdP) / Derecha reaccionaria
Ministro de Obras Públicas
Gonzalo Fdez. de la Mora
Unión Nacional Española (UNE)
Tradicionalismo / Intelectualidad
Ministro de Obras Públicas
Licinio de la Fuente
Democracia Social (DS)
Falangismo Social / Burocracia
Ministro de Trabajo / Vicepresidente
Cruz Martínez Esteruelas
Unión del Pueblo Español (UDPE)
Movimiento Nacional / Tecnocracia
Ministro de Educación y Ciencia
Enrique Thomas de Carranza
Unión Social Popular (USP)
Excombatientes / Ultraderecha
Director General de Cultura Popular / Gobernador Civil
A continuación, se detalla la trayectoria y la relación con la dictadura de cada uno de los fundadores, analizando cómo su gestión contribuyó al sostenimiento del régimen y cuál era su propuesta ideológica para la Transición.
Manuel Fraga Iribarne: Autoritarismo Ilustrado
Fraga en Palomares
Manuel Fraga Iribarne (1922-2012) fue, sin lugar a dudas, la figura central de Alianza Popular y uno de los políticos más longevos e influyentes del siglo XX español. Su relación con la dictadura no fue la de un simple burócrata, sino la de un arquitecto del Estado que intentó modernizar el autoritarismo para garantizar su supervivencia.
Ministro de la Información y Turismo (1962-1969):
Fraga ingresó en el gobierno en 1962, en un momento en que el régimen necesitaba salir del aislamiento internacional. Como Ministro de Información y Turismo, Fraga fue el responsable de dos operaciones fundamentales para la dictadura:
La industria turística: Bajo el eslogan Spain is different!, Fraga impulsó el turismo de masas como motor económico.
Esta estrategia fue un éxito rotundo en términos de divisas, financiando el desarrollo del país, pero también introdujo una contradicción cultural: las costumbres liberales de los turistas europeos chocaban con la moral nacionalcatólica estricta.
Fraga gestionó esta tensión permitiendo una cierta relajación en las zonas costeras mientras mantenía la rigidez política en el interior.
La Ley de Prensa e Imprenta de 1966: Fraga derogó la ley de prensa de 1938, eliminando la censura previa directa.
Sin embargo, la sustituyó por un sistema de responsabilidad editorial a posteriori que permitía al gobierno secuestrar publicaciones, multar a directores y cerrar periódicos si consideraba que atentaban contra los Principios del Movimiento.
Aunque se vendió como una liberalización, fue en realidad un mecanismo de autocensura más sofisticado que permitió al régimen mejorar su imagen exterior sin perder el control real de la información.
La Mano Dura y la Justificación de la Represión:
A pesar de su imagen de «aperturista» dentro del Consejo de Ministros, Fraga fue implacable en la defensa del orden dictatorial cuando este se veía amenazado:
El Caso Grimau (1963): Fraga dirigió la campaña de propaganda para justificar ante la opinión pública nacional e internacional la ejecución del dirigente comunista Julián Grimau.
En ruedas de prensa, descalificó a Grimau llamándolo «ese caballerete» y negó las evidencias de tortura, alineándose totalmente con los sectores más duros del Ejército y la Judicatura militar.
El Caso Ruano (1969): Fraga intervino directamente en la gestión mediática de la muerte del estudiante Enrique Ruano bajo custodia de la Brigada Político-Social.
Presionó al diario ABC para publicar diarios manipulados que sugirieran tendencias suicidas en el joven, tratando de encubrir lo que la oposición denunciaba como un asesinato policial.
Vicepresidente de la Gobernación (1975-1976):
Tras la muerte de Franco, Fraga regresó de su embajada en Londres para ocupar la Vicepresidencia y el Ministerio de la Gobernación.
Su objetivo era liderar una transición dirigida. Sin embargo, su gestión de las huelgas de Vitoria en 1976, donde la actuación policial se saldó con cinco muertos, reveló su incapacidad para gestionar el orden público democrático.
Su famosa frase «La calle es mía» reflejaba una concepción autoritaria del espacio público incompatible con la democracia plena que demandaba la oposición.
En AP, Fraga volcó todo este capital político: la imagen de eficacia gestora, el autoritarismo de orden y la convicción de que el Estado debía ser fuerte por encima de todo.
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Laureano López Rodó: La Tecnocracia del Opus Dei y el Desarrollo
Una de las icónicas imágenes de la cumbre de 1972: el ministro español Laureano López Rodó acude a la conferencia en una de las 750 bicicletas facilitadas a los participantes «para dar ejemplo» EFE
Laureano López Rodó (1920-2000) representaba la antítesis del político de masas; era el jurista (Catedrático de Derecho Administrativo) y el tecnócrata por excelencia. Miembro del Opus Dei, su ascenso al poder estuvo ligado a su estrecha relación con el AlmiranteLuis Carrero Blanco, la mano derecha de Franco.
Laureano López Rodó
El Arquitecto del Desarrollo Económico:
López Rodó fue el cerebro detrás de los Planes de Desarrollo Económico y Social que marcaron la década de los sesenta. Su filosofía política se basaba en la idea de que la legitimidad del régimen ya no debía provenir de la victoria en la Guerra Civil, sino del bienestar material.
Despolitización: Su tesis era que si se resolvían los problemas administrativos y económicos, la política ideológica se volvería irrelevante. Transformó la administración pública, creando cuerpos técnicos de élite y racionalizando la burocracia estatal.
Apertura Económica: Impulsó la liberalización económica que sacó a España de la autarquía, facilitando la inversión extranjera y la industrialización. Para López Rodó, la democracia orgánica era el sistema perfecto para gestionar este crecimiento sin las «turbulencias» de los partidos políticos.
Almirante Carrero Blanco, Presidente del Gobierno del General Franco y valedor de López Rodó
La Institucionalización del Régimen:
Como Ministro de Asuntos Exteriores (1973) y hombre fuerte de Carrero, trabajó incansablemente para asegurar la sucesión monárquica en la figura de Juan Carlos. Su visión para después de Franco era una monarquía autoritaria modernizada, administrativa y eficaz, similar a lo que AP defendería inicialmente:
una reforma administrativa sin ruptura política.
En AP, López Rodó aportó la conexión con la alta burguesía catalana y los círculos financieros que temían que la democracia trajera inestabilidad económica.
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Federico Silva Muñoz: El «Ministro Eficacia» y el Catolicismo Político
El ministro de Fomento, Federico Silva Muñoz, pronuncia un discurso en la inauguración de un puente sobre el río Ebro, cerca de la localidad de Buñuel, Navarra (España), el 18 de agosto de 1965.
Aunque compartía con López Rodó el catolicismo devoto, las tensiones entre la ACNdP y el Opus Dei eran una constante en las luchas de poder internas del franquismo.
La Política del Hormigón:
Como Ministro de Obras Públicas (1965-1970), Silva Muñoz alcanzó cotas de popularidad inusuales para un ministro franquista. Fue apodado el «Ministro Eficacia» por su frenética actividad en la inauguración de pantanos, carreteras y autopistas.
Legitimación por Obras: Silva Muñoz utilizó la obra pública como herramienta de propaganda del régimen.
Su gestión reforzaba el mensaje de que la dictadura era capaz de modernizar el país físicamente de una manera que el parlamentarismo «charlatán» (en la visión franquista) no podía.
El Contrapoder: Silva Muñoz dimitió en 1970, en parte por discrepancias con el predominio de los tecnócratas del Opus Dei en el gobierno. Esto le dio cierta aura de independencia, aunque siempre dentro de la lealtad a Franco.
Posteriormente presidió CAMPSA, controlando el monopolio energético estatal.
El Giro Reaccionario:
En la fundación de AP, Silva Muñoz representaba el ala más conservadora y confesional. A diferencia de los tecnócratas que podían ser más pragmáticos, Silva tenía una visión moral del Estado.
Su oposición a la Constitución de 1978 fue feroz, al considerar que el texto era ateo y rompía la unidad de España al reconocer las nacionalidades.
Esta rigidez ideológica lo llevó a romper con Fraga y abandonar AP para fundar la efímera Derecha Democrática Española.
Federico Silva Muñoz
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Gonzalo Fernández de la Mora: El Intelectual del Inmovilismo
Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002) no era solo un ejecutor de políticas, sino un teórico del autoritarismo. Diplomático y filósofo, proporcionó al régimen tardío su armazón intelectual más sofisticado.
El Crepúsculo de las Ideologías:
Su obra cumbre, El crepúsculo de las ideologías (1965), argumentaba que en el mundo moderno la gestión técnica y científica debía reemplazar a la vieja política de partidos e ideologías, que él consideraba obsoletas y divisivas.
Bajo esta premisa, defendía que el régimen de Franco, al ser una «democracia orgánica» sin partidos, era en realidad una forma de gobierno superior y futurista, no un vestigio del pasado.
Ministro de Obras Públicas (1970-1974):
Sucedió a Silva Muñoz en el ministerio, continuando la política de grandes infraestructuras. Sin embargo, su relevancia en AP residía en su papel ideológico.
Líder de Unión Nacional Española (UNE): En AP, Fernández de la Moraaglutinó a los sectores más tradicionalistas y monárquicos que rechazaban la democracia liberal. Se opuso frontalmente a la legalización del Partido Comunista y a la Constitución de 1978.
Su salida de AP marcó el momento en que el partido decidió, por supervivencia, abandonar el franquismo doctrinal explícito.
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Licinio de la Fuente: La Faz Social del Régimen y el Falangismo
Licinio de la Fuente (1923-2015) aportaba a Alianza Popular el componente «social» y populista, esencial para intentar atraer el voto de las clases trabajadoras y medias bajas que habían crecido bajo la protección paternalista del Estado.
El Falangista de Origen Humilde:
De origen modesto, su carrera ejemplificaba la movilidad social permitida por el régimen a través de los canales del Partido Único.
Fue un falangista convencido de que la misión histórica del Movimiento era la justicia social, no solo el orden.
Ministro de Trabajo (1969-1975):
Durante su mandato, impulsó la generalización de la Seguridad Social y leyes de protección al trabajador que dificultaban el despido, buscando comprar la paz social a cambio de seguridad económica.
La Dimisión por la Huelga: Curiosamente, dimitió como Vicepresidente del gobierno de Arias Navarro por oponerse a un proyecto de ley de huelga que consideraba demasiado restrictivo o mal planteado, lo que paradójicamente le dio una imagen de cierta apertura social, aunque siempre dentro de los límites del verticalismo sindical.
Democracia Social: Su partido dentro de AP, Democracia Social, intentó capitalizar este legado. La idea era presentar a AP no como el partido de los ricos (banca y terratenientes), sino como el partido que garantizaba las pensiones y el empleo frente a la aventura revolucionaria de la izquierda.
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Cruz Martínez Esteruelas: El Aparato del Movimiento
Cruz Martínez Esteruelas (1932-2000) era el benjamín del grupo y representaba la tecnocracia política delMovimiento Nacional. Su carrera fue fulgurante dentro de las estructuras del partido único.
Ministro de Educación y Planificación:
Como Ministro de Educación (1974-1975), enfrentó la mayor oleada de protestas universitarias de la historia del régimen.
Su respuesta combinó la represión académica (cierre de facultades, como la de Valladolid) con intentos de reforma tecnocrática, como la instauración de la Selectividad para regular el acceso a la universidad.
Unión del Pueblo Español (UDPE): Martínez Esteruelas presidía la UDPE, una asociación política creada desde el poder antes de la muerte de Franco.
Esto dotaba a AP de una ventaja logística crucial:una red de sedes y cuadros provinciales heredada directamente de la estructura del Movimiento en todo el país.
Mientras otros partidos tenían que crearse de la nada, la facción de Esteruelas aportaba la maquinaria territorial.
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Enrique Thomas de Carranza: La Conexión con la Ultraderecha
Enrique Thomas de Carranza. Durante la dictadura franquista llegó a ejercer de director de Radio Nacional de España y fue gobernador civil de la provincia de Toledo entre 1965 y 1969. Desempeñó a continuación el cargo de director general de Cultura Popular y Espectáculos (1969-1972), y director general de Relaciones Culturales (1972), que abandonó para ser nombrado secretario general técnico del Ministerio de Asuntos Exteriores. Procurador de las Cortes franquistas entre 1971 y 1977. Vocal de la Hermandad Nacional de Alféreces Provisionales.
Enrique Thomas de Carranza (1918-2005) cubría el flanco derecho de la coalición, sirviendo de puente con los sectores más intransigentes que lindaban con el golpismo.
Cultura Popular y Combatientes:
Censor y Gobernador: Ocupó cargos clave en el control de la población (Gobernador Civil) y de la mente (Director General de Cultura Popular y Espectáculos), ejerciendo la censura efectiva sobre el cine y el teatro.
Excombatientes: Presidía la Hermandad Nacional de Combatientes y mantenía lazos con Fuerza Nueva. Su discurso apelaba a la legitimidad de la victoria en la Guerra Civil («La Cruzada»).
Su inclusión en AP tenía un doble filo: aseguraba el voto de la extrema derecha sociológica, pero manchaba la imagen de «centro reformista» que Fraga pretendía proyectar, facilitando que la izquierda etiquetara a todo el partido como «fascista».
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ALIANZA POPULAR (AP): DEL PROGRAMA POLÍTICO DE 1976 AL PARTIDO POPULAR (PP)
El manifiesto fundacional del 9 de octubre de 1976 y el discurso político de AP en sus primeros años se basaban en un concepto clave:
la «Reforma» frente a la «Ruptura».
Esperanza Aguirre haciéndole la pelota al entonces «lugarteniente» de Fraga, el luego reconvertido a Comunista radical, Jorge Verstrynge.
A diferencia de la oposición democrática, que consideraba el franquismo un paréntesis ilegítimo, AP lo consideraba un periodo constitutivo de la España moderna. Sus puntos clave eran:
Reivindicación Histórica: No había condena al régimen. Se presentaban como los herederos legítimos que iban a «perfeccionar» la obra de Franco adaptándola a los nuevos tiempos.
Autoridad y Orden: Ante el aumento del terrorismo de ETA y el GRAPO, y la conflictividad callejera, AP ofrecía «mano dura». Su mensaje era que la democracia no debía significar debilidad del Estado.
Unidad de España: Rechazo absoluto al federalismo y desconfianza profunda hacia las autonomías políticas (aunque aceptaban cierta descentralización administrativa). Veían en los nacionalismos vasco y catalán la mayor amenaza para la supervivencia de la nación.
Humanismo Cristiano: Defensa de la familia tradicional, rechazo al aborto y al divorcio (inicialmente), y defensa de la enseñanza religiosa.
La estrategia de AP se basó en la premisa de que la «mayoría natural» de España era conservadora y franquista sociológicamente.
Fraga y sus socios creían que el pueblo español, agradecido por el desarrollo económico, votaría masivamente por la seguridad que ellos representaban. Este análisis demostró ser erróneo en las elecciones del 15 de junio de 1977, en las que AP obtuvo solo el 8,2% de los votos y 16 diputados.
El electorado moderado, incluso el conservador, prefirió masivamente a la UCD de Adolfo Suárez (34,4%). Suárez, aunque también provenía del Movimiento, supo desvincularse estéticamente del pasado y ofrecer un futuro de reconciliación.
AP, con su retórica grandilocuente y sus «Siete Magníficos» asociados a la represión y la dictadura, fue percibida como una fuerza del pasado, arrinconada en la derecha dura.
Abascal, Aguirre (quien, desde el PP de Madrid, financió a Abascal antes de Vox) y Gallardón – políticos surgidos del frío de la dictadura-, hoy reubicados en la estructura parafranquista del Régimen del 78
La Crisis Constitucional y la Fractura de la Alianza
El proceso de redacción de la Constitución de 1978 actuó como un disolvente para la federación original de AP. Las tensiones internas entre el sector posibilista (Fraga) y el sector inmovilista (Silva, Fdez. de la Mora) se volvieron insostenibles.
Génova 13, Madrid. La que fue sede de Alianza Popular (AP), y actualmente es la sede del Partido Popular (PP)
Tabla: Posicionamiento de los Líderes de AP ante la Constitución (1978)
Líder
Postura en el Referéndum
Argumento Principal
Consecuencia Política
Manuel Fraga
SÍ (Crítico)
«Es la solución menos mala y necesaria para la estabilidad«.
Liderazgo consolidado en AP.
López Rodó
SÍ / Abstención técnica
Pragmatismo institucional.
Permanencia temporal, luego retiro.
Silva Muñoz
NO / Abstención activa
«La Constitución es atea y rompe la unidad de España«.
Abandona AP.
G. Fdez. de la Mora
NO
Rechazo a la «partitocracia» y a las nacionalidades.
Abandona AP.
Thomas de Carranza
NO
Defensa de los principios del 18 de Julio.
Abandona AP.
Licinio de la Fuente
SÍ (con reservas)
Lealtad a la disciplina de partido y pragmatismo social.
Permanencia en AP.
La salida de Silva Muñoz, Fernández de la Mora y Thomas de Carranza tras el referéndum constitucional depuró a AP de sus elementos más reaccionarios
La salida de Silva Muñoz, Fernández de la Mora y Thomas de Carranza tras el referéndum constitucional depuró a AP de sus elementos más reaccionarios. Aunque el partido perdió diputados y cuadros, ganó en coherencia estratégica. Fraga quedó como el líder indiscutible, libre para iniciar el largo viaje hacia el centro político.
Tribunal de Orden Público (TOP), disuelto el 4 de diciembre de 1977. Audiencia Nacional, fundada el día 5 de diciembre de 1977.
De Alianza Popular a Partido Popular
Tras el fracaso de 1977 y la crisis de 1978, AP inició una «travesía del desierto». En 1979, intentó moderar su imagen bajo la marca Coalición Democrática, integrando a liberales como José María de Areilza, pero volvió a fracasar electoralmente (bajando a 9 diputados).
Sin embargo, el colapso de la UCD entre 1981 y 1982 cambió el tablero. Los votantes de centro-derecha, huérfanos tras la implosión del partido de Suárez, fluyeron hacia AP por voto útil frente al PSOE de Felipe González.
En 1982, AP se convirtió en la principal fuerza de la oposición con 107 diputados, formando Coalición Popular.
Esperanza Aguirre y Francisco Granados (condenado por Corrupción), ex presidenta y ex vicepresidente de la Comunidad y el PP de Madrid.
A pesar de este crecimiento, el «techo de Fraga» persistía. Su pasado como ministro de la dictadura movilizaba al electorado de izquierda en su contra e impedía a AP obtener la mayoría absoluta.
Consciente de este límite histórico, Fraga pilotó en 1989 la refundación definitiva del partido. Con el nacimiento del Partido Popular (PP), se disolvió la estructura federal de AP y se creó un partido unificado.
Fraga cedió el liderazgo a José María Aznar, un político de una generación posterior (no había sido ministro de Franco), funcionario y líder regional en Castilla y León.
Este relevo simbólico y biográfico permitió al PP romper finalmente con la herencia directa de «Los Siete Magníficos» y ganar las elecciones en 1996, homologándose con las derechas conservadoras europeas.
La fundación de Alianza Popular fue una operación política de primer orden diseñada para garantizar la supervivencia de las élites franquistas en la democracia.
No sería la única.
La fundación de Alianza Popular fue una operación política de primer orden diseñada para garantizar la supervivencia de las élites franquistas en la democracia.
Isabel Díaz Ayuso y Esperanza Aguirre festejando el éxito de las redes sociales de «Pecas«, el caniche de Aguirre, a cargo de Ayuso, que en sus comienzos en política, asumía el rol de «Pecas» en las RRSS..
«Los Siete Magníficos» no fueron demócratas de convicción, sino de ocasión; su cultura política era autoritaria, tecnocrática y jerárquica.
Continuidad y Freno: AP cumplió una función histórica dual. Por un lado, sirvió de freno al cambio radical, agrupando el voto conservador en torno a la defensa del orden.
Por otro, facilitó la integración pacífica de millones de españoles sociológicamente franquistas en el sistema democrático, evitando que fueran captados por opciones golpistas o antisistema.
El Peso de la Biografía: Las relaciones de los fundadores con la dictadura (responsables de la censura, la represión, la propaganda y la estructura de partido único) fueron un lastre electoral insalvable durante la Transición.
La democracia española no perdonó el pasado de los «Magníficos» en las urnas, relegándolos a la oposición durante 14 años.
El Triunfo a Largo Plazo: Paradójicamente, aunque AP fracasó en su objetivo inmediato de gobernar la Transición (derrotada por la UCD), su estructura demostró ser más sólida.
Mientras la UCD desapareció, la organización territorial heredada del Movimiento (vía Martínez Esteruelas) y la cohesión ideológica en torno a la derecha sociológica permitieron a AP sobrevivir, transformarse en el PP y, finalmente, gobernar España, cerrando así el ciclo de adaptación de la derecha española a la modernidad política.
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