¿Qué es la desobediencia civil?
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¿POR QUÉ HEMOS DE VIVIR CON TANTA PRISA Y MALGASTANDO LA VIDA?
Fui a los bosques porque quería vivir con un propósito; para hacer frente solo a los hechos esenciales de la vida, por ver si era capaz de aprender lo que aquella tuviera por enseñar, y por no descubrir, cuando llegare mi hora, que no había siquiera vivido.
No deseaba vivir lo que no es vida, ¡es tan caro el vivir!, ni practicar la resignación, a menos que fuera absolutamente necesario.
Y, sin embargo, vivimos mezquinamente. Nuestra vida se desperdicia en detalles.
La reforma moral no es sino el esfuerzo por desterrar el sueño. ¿Por qué suelen dar los hombres una cuenta tan pobre de su día, sino porque han estado dormitando?
Se cuentan por millones los que están suficientemente despiertos para el trabajo físico; pero sólo uno de cada millón lo está para el esfuerzo intelectual efectivo, y sólo uno en cien millones para la vida poética o divina.
Estar despierto es estar vivo.
Y no he conocido aún a hombre alguno que estuviera completamente desvelado.
¿Cómo habría podido mirarle al rostro?
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Se vive demasiado deprisa. Los hombres piensan que es esencial que la Nación tenga comercio y exporte hielo y se comunique por telégrafo y viaje a treinta millas por hora, sin reparar en ningún momento en si ellos lo hacen o no; pero, resulta incierto si viviríamos, si lo hiciéramos así, como hombres o como babuinos. Si no obtenemos traviesas ni forjamos raíles, ni nos ponemos noche y día a la obra, sino que nos calentamos vanamente los cascos pensando en nuestra vida con objeto de mejorarla ¿quién construirá los ferrocarriles? Y si éstos no son construidos ¿cómo llegaremos al cielo a tiempo?
Pero, si nos quedamos en casa y atendemos a lo nuestro ¿a quién le hará falta el ferrocarril? No montamos en tren; éste marcha a nuestra costa. ¿Os habéis detenido a pensar alguna vez qué son esas traviesas que yacen debajo del convoy? Cada una es un hombre, un irlandés o un yanqui. Se colocan los raíles encima de ellas, cubiertas de arena, y los vagones se deslizan suavemente. Son maderos robustos, os lo aseguro (5). Y cada pocos años, un nuevo lote es asentado, para que se les ruede por encima; de ahí que, si algunos gozan del viajar en tren, otros tienen la desgracia de salir de ello rodados. Y cuando un tren da por delante con un hombre que deambula en sueños, un durmiente supernumerario en posición errónea, y le despierta, en seguida se detienen los vagones, y se grita y se exclama acerca de ello, como si tratara de algo excepcional. Me complace saber que para cada cinco millas hay asignada una cuadrilla de hombres con la tarea de mantener las traviesas o durmientes perfectamente alineados y a ras de suelo, pues es señal de que acaso puedan volver a levantarse otra vez.
¿Por qué hemos de vivir con tanta prisa y malgastando la vida? Hemos resuelto morir de hambre antes incluso de sentirla. Se dice que una puntada a tiempo evita nueve, y así, la sociedad de los hombres da hoy mil puntadas para ahorrarse nueve mañana. En cuanto al trabajo, carecemos de quehacer importante. Padecemos el baile de San Vito y nos es imposible guardar la cabeza.
Raro es el hombre que habiendo dormido media hora de siesta después de comer, no pregunte al despertar: “¿Qué hay de nuevo’”, como si, entretanto, la humanidad entera no hubiera otra cosa que velar su sueño. Algunos dan instrucciones en el sentido de que se les despierte cada media hora, de seguro sin otro fin, y luego, como recompensa, cuentan lo que han soñado. Después de la pernocta, las noticias son tan indispensables como el desayuno. “Haced el favor de decirme qué de nuevo le ha ocurrido a algún hombre en cualquier parte de la Tierra”, y se dispone a acompañar su café y bollo de la lectura del caso de un hombre al que han sido arrancados los ojos esa misma mañana en el río Wachito, sin detenerse siquiera en sueños a pensar que él mismo está viviendo en la impenetrable oscuridad de la cueva de este mundo y no tiene sino sólo un rudimento de ojo.
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¿QUÉ ES LA DESOBEDIENCIA CIVIL?
Por Mar Abad
Yorokobu, 28 MAYO 2013
—¡¿Henry David…?! Pero… ¿qué hace usted aquí? —preguntó el comisario.
—La cosa es muy sencilla. Hace seis años que no pago impuestos al gobierno.
—¿Por qué?
—Esos impuestos financian la esclavitud y la guerra contra México. Y esto es lo que yo sostengo: cuando un gobierno es injusto, el lugar de todo hombre justo está en la cárcel.
—Escuche, Henry David, basta con que yo pague su fianza para que usted salga.
—No, no, por favor. Agradezco el gesto pero es que quiero ir a la cárcel.
(La vida sublime. Maximilien Le Roy, 2013)
Henry David Thoreau (1817-1862), efectivamente, durmió esa noche en prisión. La libertad llegó con una fianza que pagaron por él a pesar de su voluntad de permanecer en la cárcel. El filósofo naturalista no se opuso a cumplir la pena. Lo que pretendía con su deuda no era romper la ley. Quería mostrar su disconformidad y hacer ver al gobierno y a la mayoría de los ciudadanos que la esclavitud era una aberración.
El estadounidense continuó su lucha desde la libertad. Dos años después de su detención ofreció una conferencia titulada Los derechos y deberes de los individuos en relación al gobierno. Un año más tarde escribió el ensayo Resistencia al gobierno civil. En ambas defendía el derecho de todo ciudadano a oponerse a un gobierno o una ley que considera injustos y fue así, con sus acciones y sus textos, como la historia lo proclamó el padre de la desobediencia civil.
Thoreau, sin embargo, no escribió nunca esa expresión. Muchos investigadores aseguran que el poeta naturalista nunca utilizó la expresión “desobediencia civil”. Hablaba, en su lugar, de “objeción de conciencia” y “resistencia”. El concepto nació cuando su editor cambió el título de su ensayo Resistencia al gobierno civil por Desobediencia civil. Y desde entonces ha ido creciendo y marcando hitos en la evolución de los derechos humanos.
Los escritos de Thoreau han sido la base filosófica y la palanca que levantó del sillón a algunas figuras como Mahatma Gandhi o Martin Luther King. Y los ciclos de la historia parecen traer de nuevo al filósofo abolicionista a escena. El editor de Impedimenta, Enrique Redel, asegura que
“vivimos una especie de primavera de Thoreau. El filósofo nos está haciendo reflexionar mucho sobre nuestro presente”.
El poeta, filósofo e historiador de Massachusetts (EE UU) ha vuelto a la actualidad dibujado por Maximilien Le Roy. El ilustrador francés escribió y dibujó La vie sublime y, en España, Impedimenta se ha encargado de su traducción y publicación.
“Nos gusta mucho Le Roy. Es un autor joven muy comprometido ideológicamente. Ha escrito libros sobre Palestina, la comuna de París (1871), la guerra civil española y los movimientos libertarios antifranquistas”, indica Redel. “En nuestra editorial, además, tenemos una cierta obsesión por Thoreau. Hace seis años, cuando fundamos la compañía, tomamos una cita del estadounidense en la que decía…
Los libros son la riqueza atesorada del mundo y la adecuada herencia de generaciones y naciones. Sus autores son la aristocracia natural e irresistible de cualquier sociedad y ejercen en la humanidad una influencia mayor que la de los reyes o emperadores».
A Le Roy le interesó Thoreau porque “se rebeló contra las sujeciones y las servidumbres de su tiempo y, como ya lo hicieron otros antes que él, enarboló su propia bandera: la de las rutas secundarias y las alternativas”. En el prólogo de La vida sublime, el francés recalca que “Thoreau conserva intacta su carga subversiva” y su obra aún tiene mucho que hacer
“contra la mercantilización acelerada de las sociedades y de los hombres que las constituyen, contra el productivismo y el crecimiento desenfrenados, contra el reino de una oligarquía sobre el escenario democrático, contra el dominio de los capitales y de las finanzas sobre la independencia y la soberanía de los pueblos, contra las expediciones imperialistas que se repiten en la más absoluta impunidad”.
¿Qué es la desobediencia civil?
“Quebrantar la ley por razones de conciencia sin huir de la pena”. Esta es la definición de Ramón Cotarelo. El catedrático de la ciencias políticas en la UNED explica que “la desobediencia civil consiste en negarse a obedecer una ley pero respetando el sistema jurídico en su conjunto. Es un acto de individualismo sumo por motivos de conciencia y nunca por razones personales”.
“la desobediencia civil consiste en negarse a obedecer una ley pero respetando el sistema jurídico en su conjunto. Es un acto de individualismo sumo por motivos de conciencia y nunca por razones personales”
La desobediencia civil no tiene nada que ver con la delincuencia, según Cotarelo. “El que se resiste al poder y no huye está haciendo una acción ejemplar”, asegura. “Como hacían los insumisos que iban a la cárcel por no estar de acuerdo con el servicio militar en España”.
Es más, este tipo de resistencia es uno de los puntales de una democracia. “Es un arma que tienen las sociedades democráticas y es un reto que deben asumir todas las comunidades y todos los individuos. El reconocimiento de la supremacía de la ley supone que hay que admitir que una ley puede ser injusta”, apunta el doctor en ciencias políticas y sociología. “Esto no ocurre en los totalitarismos. Al tirano le da igual lo que piense o haga un individuo”.
“Esto no ocurre en los totalitarismos. Al tirano le da igual lo que piense o haga un individuo”
La desobediencia civil es un “tema de conciencia”, insiste Cotarelo, y por eso “su fuerza reside en la generalización de una conducta”. Empieza desde la individualidad, como hizo Rosa Parks cuando se negó a ceder su asiento en un autobús a una persona de raza blanca. La costurera estadounidense fue encarcelada por alteración del orden público y, en respuesta, surgió la protesta generalizada en los autobuses públicos de Montgomery liderada por Martin Luther King. El movimiento que comenzó con un ‘no‘ individual consiguió que la Corte Suprema de EE UU declarara en 1956 que la segregación racial en el transporte iba en contra de la constitución. “La desobediencia civil es una chispa que hace que se incendie la pradera”, apunta el catedrático.
“La desobediencia civil es una chispa que hace que se incendie la pradera” (Cotarelo)
El concepto de la desobediencia civil es una “reflexión sobre los límites del poder”, explica Cotarelo. “La otra cara del poder es la obediencia. Si nadie se plantea por qué hay que obedecer al que manda y qué justificación tiene el que manda, no habrá desobediencia ni legitimación de su poder”.
“La otra cara del poder es la obediencia. Si nadie se plantea por qué hay que obedecer al que manda y qué justificación tiene el que manda, no habrá desobediencia ni legitimación de su poder” (Cotarelo)
Los orígenes…
Es probable que la resistencia de un individuo frente al poder surgiera desde que nació el poder mismo pero pongamos una fecha en la historia reciente. Ramón Cotarelo habla de Sócrates como el primer desobediente civil. El filósofo griego (470-399 aC) fue acusado y condenado a muerte por despreciar a los dioses y corromper la moral de los jóvenes. El ateniense no huyó de la justicia, como le proponían sus amigos. Acató la sentencia y bebió la cicuta que acabó con su vida.
“Aparentemente, Sócrates acepta el poder de la autoridad ateniense y su condena a muerte. Ni siquiera recurre. Renuncia a salvar su vida y asume la pena”, señala el docente. “Damos por supuesto que desobedeció la ley públicamente por razones de conciencia. El proceso de Sócrates es muy ilustrativo. Es un asesinato legal”.
El cristianismo fue el primer movimiento de nuestra era que se enfrentó al poder, de acuerdo con Cotarelo. “Los cristianos eran perseguidos en el Imperio Romano y tenían que justificar por qué no obedecían al emperador. Pero no estaban ni por criticar ni por desobedecer al poder porque, como San Pablo dijo claramente, dios delega en los gobernantes su poder en la tierra. Esta concepción cristiana originaria establecía que había que someterse al poder aunque fuese tiránico porque ya le castigaría dios”.
“Los cristianos eran perseguidos en el Imperio Romano y tenían que justificar por qué no obedecían al emperador. Pero no estaban ni por criticar ni por desobedecer al poder porque, como San Pablo dijo claramente, dios delega en los gobernantes su poder en la tierra. Esta concepción cristiana originaria establecía que había que someterse al poder aunque fuese tiránico porque ya le castigaría dios” (Cotarelo)
Tomás de Aquino, en el siglo XIII, planteó la cuestión de qué hacer con un gobierno cuando era tiránico. “Este teólogo habló del tiranicidio aunque después reculó”, comenta Cotarelo. “Con la reforma protestante se plantea el tema del alcance del poder sobre las creencias de una persona. ¿Tiene el poder derecho a imponerte sus creencias?”.
Pero en el siglo XVI llegó el absolutismo político a algunos países de Europa. Los reyes justifican su autoridad y legitimidad por derecho divino. Dios elige a los gobernantes y solo tienen que rendirles cuentas a él. “Esta concepción filosófica es el origen de despotismos, tiranías y barbaries solo superadas por el nazismo”, indica el politólogo.
“Pero ¿qué ocurre cuando los súbditos no quieren adoptar la religión del gobernante? En aquella época no había derecho a la resistencia. Tanto los católicos como los protestantes llegan a la conclusión de que han de resistirse y su deber moral es matar al tirano”, continúa.
Los siglos siguientes (XVII y XVIII) son, según Cotarelo, “defensores de la tolerancia”. “John Locke publica Ensayos sobre el gobierno civil (1660-1662) y dice que el único gobierno legítimo es el consentido por los ciudadanos. Más tarde escribió un Ensayo sobre la tolerancia (1667). Su obra está en la base de las democracias modernas y tiene una influencia decisiva en la Declaración de Independencia de 1776 y en la posterior constitución de 1789 de EEUU”.
Las tensiones con el poder continuaron hasta que la Historia escribió, en el siglo XIX, el capítulo que protagonizó Henry David Thoreau. Después llegaron Mahatma Gandhi, Rosa Parks y Martin Luther King. “A partir de ese momento la resistencia se presenta como algo ennoblecido”, dice Cotarelo. “Pero muchas cosas que han ido consiguiendo los humanos a lo largo de los siglos no se pueden dar por supuestas. Vivir una vida plena requiere un esfuerzo. La voluntad de una sociedad de vivir conforme a la justicia y la libertad es esencial”.
Cotarelo pasa de la historia a la actualidad. Y del mundo occidental se sitúa específicamente en España. “Estamos perdiendo derechos conquistados en el siglo XX que parecían irreversibles”, indica el experto en desobediencia civil. “Hoy la mayoría de los ciudadanos tenemos una estrategia clara: sustituir un gobierno inicuo por otro más justo y más actual. Lo que no está definido es la táctica. Podríamos, por ejemplo, hacer una campaña para negarnos a pagar el impuesto sobre la renta del año que viene en protesta por la falta de transparencia del gobierno, por la corrupción y en desacuerdo con las políticas que lleva a cabo. Habría que montar un banco ciudadano y pagar ahí nuestros impuestos. Porque no nos negamos a contribuir con nuestros impuestos. Lo que no queremos es que ese dinero sirva para pagar unas políticas con las que gran parte de la población no está de acuerdo”, propone el sociólogo.
“Hacer esto de forma individual provoca miedo en muchas personas. Pero si creamos un sistema de defensa para protegernos, podemos hacerlo. El acto individual, cuando se generaliza, cambia la historia”.
“Hacer esto de forma individual provoca miedo en muchas personas. Pero si creamos un sistema de defensa para protegernos, podemos hacerlo. El acto individual, cuando se generaliza, cambia la historia” (Cotarelo)
Citas de Henry David Thoreau
“Bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el hogar de un hombre honrado es la cárcel”.
“Las cosas no cambian. Los que cambiamos somos nosotros”.
“La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben ser esclavos”.
“Lo que un hombre piensa de sí mismo es lo que determina, o más bien indica, su destino”.
“Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno”.
“Sigue sin miedo la dirección de tus sueños. Vive la vida que has imaginado”.
“Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar”.
“Solo hay un remedio para el amor: amar más”.
“Lo mejor que un hombre puede hacer por su cultura cuando es rico es llevar a cabo aquellos proyectos con los que soñaba cuando era pobre”.
Citas de Henry David Thoreau sobre libros
“Los libros transportan las civilizaciones. Sin libros, la historia estaría en silencio, la literatura enmudecería, la ciencia sucumbiría, y el pensamiento y la especulación se paralizarían para siempre”.
“Lee los buenos libros primero. Lo más seguro es que no llegues a leerlos todos”.
“Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún no te has levantado a vivir”.
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