LA ÚNICA SALIDA
Tabla de contenidos
LA CLAVE DEL MISTERIO, por Lao Tse
El buen caminante no deja huellas.
El buen orador no necesita desmentir.
El que sabe calcular no necesita ábaco.
Quien sabe cerrar no necesita candado ni llaves,
y sin embargo, nadie puede abrir lo que él cierra.
Quien sabe atar no precisa cuerda ni nudos,
y sin embargo, nadie puede desatar lo que él ata.
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El sabio siempre conoce el modo de salvar a las personas;
por eso para él no existen hombres reprobables.
Sabe cuidar todas las cosas;
por eso no hay cosas viles para él.
A esto se le llama clarividencia.
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¿Qué es un hombre bueno?
Es el maestro de un hombre no-bueno.
¿Qué es un hombre no-bueno?
Es la materia de un hombre bueno.
Quien no aprecia a su maestro,
quien no ama a su materia,
aunque cumpla su tarea perderá el tiempo.
Esa es la clave del misterio.
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LAO TSE, Tao Te Ching, siglo IV a.C. © de esta edición 2010, RBA libros, S.A. Filosofía Digital, 04/10/2006.
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THOREAU SOBRE CÓMO HEMOS CONVERTIDO A LA NATURALEZA EN UN NEGOCIO EN LUGAR DE UN ESPACIO CONTEMPLATIVO
Lúcidamente Thoreau denuncia todo lo que está mal con la sociedad moderna: «Si un hombre se adentra en la naturaleza con la intención de admirar el paisaje, es un soñador. Si un hombre se adentra en la naturaleza con la intención de sacar provecho de ella, se convierte en un estimado y emprendedor ciudadano”.Por Luis Alberto Hara
Pijama Surf, 24 SEPT 2024
Henry David Thoreau es una especie de santo de la vida fuera del mundanal ruido. Su trabajo es una meditación sobre la vida contemplativa fuera de las distracciones pecaminosas de la civilización moderna. Parte de un texto traducido como «Una vida sin principios» (Ediciones Godot) se desprende una meditación titulada La fábula del vago emprendedor. Thoreau presenta una reflexión profunda sobre la relación entre el trabajo, el dinero y la vida en sí misma, desafiando la mentalidad tradicional de que el éxito depende únicamente de la productividad económica. El texto aboga por una vida que no esté dominada por la obsesión con el dinero, sino por la capacidad de estar presente en el mundo, de observar la naturaleza, de practicar el silencio y de disfrutar del momento sin una finalidad utilitaria.
Thoreau explica que :
«Si un hombre se adentra en la naturaleza con la intención de admirar el paisaje, es un soñador. Si un hombre se adentra en la naturaleza con la intención de sacar provecho de ella, se convierte en un estimado y emprendedor ciudadano”.
Esta afirmación pone de manifiesto cómo el capitalismo ha reconfigurado nuestras prioridades, otorgando valor solo a lo que genera ganancia, mientras que actividades esenciales como la contemplación y el disfrute del entorno se consideran improductivas o incluso “vagas”.
Este mundo es un lugar de negocios. ¡Qué ruido infinito! Me despierto casi todas las noches con el mecánico jadeo de la locomotora. Interrumpe mis sueños. No hay Sabbath[1]. Sería glorioso ver a la raza humana en calma por una vez. No hay nada excepto trabajo, trabajo, trabajo. No puedo comprar con facilidad un cuaderno en blanco para escribir pensamientos, porque en general están reglados para dólares y centavos. Un irlandés, observando cómo me tomaba un segundo al cruzar el campo, dio por hecho que estaba calculando mis ganancias. Si un hombre es lanzado por una ventana cuando es niño y queda inválido de por vida, o si se vuelve loco por temor a los indios, es lamentado principalmente porque quedará incapacitado para los negocios. Creo que no hay nada, ni siquiera el crimen, que sea más opuesto a la poesía, a la filosofía, y a la vida misma, que estos agotadores negocios.
La reflexión continúa al señalar que el silencio y la presencia plena en el momento son prácticas olvidadas en nuestra sociedad enfocada en el hacer constante. La theōreia o contemplación invita a una revalorización del tiempo como un espacio de reflexión y conexión con lo que nos rodea, no como un recurso que debe ser monetizado o explotado. Es una llamada a recuperar el equilibrio entre el trabajo y la vida, entre el hacer y el ser.
Este enfoque filosófico propone una ruptura con la idea de que la vida debe girar en torno a los negocios y la productividad, sugiriendo en cambio una vida más contemplativa y en armonía con la naturaleza y el propio ser.
Imagen: How Stuff Works
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Excelencia compartida con Thoreau, al definir la esencia de la Revolución: No colaborar
LA ÚNICA SALIDA
«No se puede acabar con la violencia por medio de la violencia: eso sólo aumenta la reacción; entrar en los rangos del gobierno es igualmente imposible, uno se vuelve un instrumento del gobierno. Sólo queda una cosa: luchar contra el gobierno con las armas del pensamiento, de la palabra, de la forma de vivir, sin hacer concesiones, sin entrar en sus filas, sin contribuir al aumento de su fuerza. Eso es lo único necesario y, seguramente, conducirá al éxito.»
Por Lev Tolstói
Filosofía Digital, 2010
La situación de la mayoría de la gente educada en el verdadero amor fraternal y ahora oprimida por el engaño y la malicia de los agresores que obligan a esta mayoría a acabar con su vida, es una situación terrible y, al parecer, sin salida.
HAY DOS SALIDAS FRENTE A LOS GOBIERNOS DESPÓTICOS: LA VIOLENCIA O LA COLABORACIÓN, PERO AMBAS ESTÁN CERRADAS
Se presentan sólo dos salidas, pero ambas están cerradas: una consiste en acabar con la violencia por medio de la violencia, el terror, las bombas, los puñales, como hicieron nuestros nihilistas y nuestros anarquistas, para derrotar, fuera de nosotros, esta conjura de los gobiernos contra los pueblos; la otra, en llegar a un acuerdo con el gobierno haciéndole concesiones y, participando en sus asuntos, desenredar poco a poco la red que ata al pueblo y liberarlo. Ambas salidas están cerradas.
La dinamita y los puñales, como lo ha demostrado la experiencia, sólo provocan la reacción, arruinan la fuerza más preciosa, la única que está bajo nuestro control: la opinión pública; la otra salida es falsa porque los gobiernos saben bien hasta donde pueden permitir que participen los hombres que quieren transformarlos. Permiten únicamente aquello que no destruye lo esencial, y son muy sensibles a lo que les es perjudicial, sensibles porque eso tiene que ver con su existencia. Si admiten a hombres que no están de acuerdo con ellos y que quieren transformar el gobierno, no es únicamente para satisfacer las demandas de estos hombres, sino por ellos mismos, por el gobierno.
SÓLO UNA COSA PUEDE ACABAR CON LA OPRESIÓN Y LA EXPLOTACIÓN DEL PUEBLO: LUCHAR CONTRA EL GOBIERNO CON LAS ARMAS DEL PENSAMIENTO, DE LA PALABRA, DE LA FORMA DE VIVIR, SIN HACER CONCESIONES NI ENTRAR EN SUS FILAS
Estos hombres serían peligrosos para los gobiernos si permanecieran fuera de los gobiernos y se alzaran contra ellos; fortalecerían la única arma que es más fuerte que los gobiernos: la opinión pública. Por esto el gobierno necesita desarmar a estas personas, ganárselas por medio de concesiones, volverlas inofensivas como cultivos de microbios, para luego ponerlas al servicio de los objetivos del gobierno, es decir, la opresión y la explotación del pueblo.
Ambas salidas están sólida y herméticamente cerradas. ¿Qué queda? No se puede acabar con la violencia por medio de la violencia: eso sólo aumenta la reacción; entrar en los rangos del gobierno es igualmente imposible, uno se vuelve un instrumento del gobierno.
Sólo queda una cosa: luchar contra el gobierno con las armas del pensamiento, de la palabra, de la forma de vivir, sin hacer concesiones, sin entrar en sus filas, sin contribuir al aumento de su fuerza. Eso es lo único necesario y, seguramente, conducirá al éxito. Esto es lo que Dios quiere y lo que Cristo enseñó.
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LEV TOLSTÓI, Diarios (1895-1910). El Acantilado, Barcelona, 2003. Edición y traducción de Selma Ancira.
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ESOS RECORTES DE PRENSA DE LOS QUE USTED ME HABLA
«Con el empleo de insinuaciones, rumores procedentes de terceras personas, acusaciones sin demostrar, fuentes anónimas y titulares aterradores, el Post ha querido dar la impresión de que existe una conexión directa entre la Casa Blanca y el caso Watergate, una acusación que el diario sabe que, según han demostrado media docena de investigaciones, es falsa».
No ha habido ni hay gobierno en el mundo que se sienta cómodo con el periodismo independiente
Por José Manuel Calvo
The Objective, 17 OCT 2024
«La prensa es el enemigo. Escribe eso cien veces en una pizarra». Se lo dijo Richard Nixon a su secretario de Estado, Henry Kissinger, según John A. Farrell, autor de una excelente biografía del malaventurado y tramposo presidente. Normal. ¿Qué otra cosa iba a decir el hombre que pasó de arrasar en las elecciones de 1972 –fue reelegido ya con el Watergate en marcha— a salir por pies de la Casa Blanca en 1974 para evitar un proceso de destitución?
El papel jugado por los medios, especialmente por The Washington Post, en el asunto Watergate, le costó la presidencia a Nixon. Fue un proceso muy largo. El gobierno desató toda su furia y su poder para tratar de neutralizar las informaciones del Post, sin excluir nada: desprecio y ridiculización, coacciones, amenazas directas, presiones económicas a las empresas para que no se anunciaran en el periódico, juego sucio para no renovar las licencias de televisión de la compañía editora del diario…
¿Qué decía la Casa Blanca de las informaciones de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein y del periódico? Katherine Graham, la dueña y editora del Post, recoge en sus memorias -Una historia personal– las palabras de Clark MacGregor, jefe de campaña de Nixon en las elecciones de 1972:
«Con el empleo de insinuaciones, rumores procedentes de terceras personas, acusaciones sin demostrar, fuentes anónimas y titulares aterradores, el Post ha querido dar la impresión de que existe una conexión directa entre la Casa Blanca y el caso Watergate, una acusación que el diario sabe que, según han demostrado media docena de investigaciones, es falsa».
Suena a algo, ¿no?
Cualquier comparación entre la actualidad que nos rodea y aquella historia de escuchas ilegales del Partido Republicano sobre el Demócrata, negada hasta que fue imposible gracias a los medios y la Justicia, sería absurda. Nada es igual a nada. Quizá sí sea posible, en cambio, expresar un cierto cansancio.
Ha llovido mucho desde Watergate como para que desde un gobierno como el español se sigan utilizando ridículas frases nixonianas y trumpianas sobre los medios: hablar con desprecio y rasgándose las vestiduras de «recortes de prensa», mentir con aplomo cuando se informa sobre casos sospechosos o demostrados de corrupción, distinguir entre buenos y malos medios y sugerir que solo los primeros entrarán en el reino de los cielos, amenazar con represalias y con listas para presionar a anunciantes, considerar anónima una fuente solo porque no se conoce, y el medio no la da a conocer para protegerla –ay, Mark Felt, Garganta Profunda, quién se acuerda de ti— y desdeñar la prensa digital como si estuviéramos en el siglo XX son señales de confusión, de nerviosismo. De debilidad.
Son señales también de que Nixon creó escuela: la prensa es el enemigo.
La prensa fue el enemigo poco antes de Watergate, en el caso de los papeles del Pentágono, la filtración de 7.000 documentos a través de una fuente, Daniel Ellsberg, anónima hasta que el Supremo de EEUU dio la razón a The New York Times y sostuvo su derecho a publicar. Lo fue también con Wikileaks, la filtración masiva de documentos diplomáticos de EEUU. Menuda colección de recortes de prensa: cómo disfrutaron los periódicos a los que les llegó aquel regalo. De fuentes anónimas, por cierto.
La historia de la tensión entre los gobiernos y los medios -en democracia, claro- ocurre desde finales del siglo XV, desde aquel gran invento de Johanes Gutenberg que fue la imprenta. ¡Textos impresos!, dirían con mohines de horror los monjes copistas que perdieron el monopolio de la difusión del conocimiento. ¡Prensa digital!, se quejan ahora portavoces y ministros. Todo ha cambiado, excepto los mohines.
No hay nada que comparar. Cada caso es distinto. Cada situación, también. Lo importante es constatar que el deseo de los gobiernos de controlar la prensa es intenso y no suele conocer colores políticos: no se libra nadie. Los planes de regeneración democrática como el que ahora impulsa este gobierno son también muy viejos: en las democracias han dado pocos resultados. Pero eso no quiere decir que no sean peligrosos y siniestros. Lo dijo el martes, en la entrega del premio de la Asociación de Prensa Extranjera (ACPE) a THE OBJECTIVE por sus investigaciones, la vicepresidenta de la asociación, la periodista francesa Armelle Pape Van Dyck:
«Se habla de regulación, de mejorar la calidad informativa o de proteger la verdad. Pero todos sabemos que cuando un político se arroga la potestad de determinar lo que es verdad y lo que no, lo que está en juego es mucho más que simples ajustes normativos. Está en juego la independencia del periodismo y, en última instancia, la salud de nuestra democracia».
La prensa es el enemigo. Escriban eso cien veces en una pizarra. Y luego disfruten lo que puedan de un país con prensa libre e independiente.
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