PEDRO CARLOS GONZÁLEZ CUEVAS
España, 1959. Profesor Titular de Historia de las Ideas y de las Formas Políticas en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Ha sido becario del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Autor de las siguientes obras: Acción Española. Teología política y nacionalismo autoritario en España (1913-1936), Madrid 1998. Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días, Madrid 2000. La tradición bloqueada. Tres ideas políticas en España: el primer Maeztu, Charles Maurras y Carl Schmitt, Madrid 2002. Maeztu. Biografía de un nacionalista español, Madrid 2003. El pensamiento político de la derecha española en el siglo XX. De la crisis de la Restauración al Estado de partidos (1898-2000), Madrid 2005. Colabora en revistas como Historia y Política, Revista de Estudios Políticos, Revista de Occidente, Revista de Estudios Orteguianos, Ayer, Hispania, Alcores, &c.
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Por Hugues
Gaceta, 26 OCT 2024
Sin planearlo, pero sin evitar la casualidad, don Pedro Carlos nos espera frente a la Institución Libre de Enseñanza. Viene solo, se va solo. ¿Está solo? Sus libros, especialmente su reciente y monumental Historia de la derecha española (Espasa. 2023), suponen un enorme esfuerzo por comprender la naturaleza y carencias del pensamiento conservador español, si tal cosa existe. González Cuevas, dejado por imposible, en el ostracismo desolador de la historiografía progresista, tampoco rehúye la batalla contra los molinos más populares y facundos de la derecha. Con generosidad y no poca paciencia nos atiende en un bar cualquiera. Los lugareños, pacientes también, ingieren su menú entre referencias a Cánovas y Maurras.
Su libro termina en 2022, desde entonces ¿ha pasado algo que usted incluiría?
El libro termina con los discursos de Abascal y de Casado, cuando se configura la doble derecha. Creo que eso sigue vigente. De hecho, más vigente ahora. El gran plan del PP es acabar con Vox. El gran proyecto es ese. Sigue habiendo dos derechas y el plan del PP y de los medios de comunicación del PP es acabar con Vox. Es la idea de que mientras exista, la derecha no va a llegar al poder.
Usted viene a decir que en España ha faltado una derecha no necesariamente católica, una derecha revolucionaria, un discurso nacional. ¿Por una excesiva influencia de la Iglesia?
Sí, he dicho que esto tiene sus ventajas, nos ha quitado ciertas cosas, cierto radicalismos que a lo mejor eran peligrosos, pero yo he hablado de la tradición bloqueada. Por ejemplo, pensamientos innovadores que ocurren en Alemania, en Francia, incluso en Italia, aquí no tienen lugar por influencia católica; por ejemplo, la derecha positivista de Charles Maurras, la derecha de Barrès o Carl Schmitt, que ha tenido influencia pero más en lo jurídico y muchas críticas, y no ha habido tampoco un idealismo español como lo hay en Italia, no hay el Benedetto Croce español, no hay el Gentile español, y el que en cierta forma pudo tener ese papel fue Ortega.
Una figura hasta cierto punto controvertida en la derecha…
Lo que pasa es que Ortega no se quiere considerar conservador porque, como en la derecha son confesionales, él, que no es creyente, pues no lo ve. Parece ser que sufrió bastante bajo los jesuitas cuando estudió en Málaga. Él no es anticlerical, pero no es creyente y eso hace que se le considere, si no de izquierdas, sí un hombre heterodoxo. Tengo un libro que se llama precisamente Conservadurismo heterodoxo que es fundamentalmente Ortega. ¿Por qué? Porque el paradigma de la derecha española es fundamentalmente el de Menéndez Pelayo: ortodoxos-heterodoxos y eso no se rompe hasta básicamente el Concilio Vaticano en el que la Iglesia ya va por otro camino y el tradicionalismo, o el catolicismo social, que había sido más o menos hegemónico en España en la derecha se elimina porque ya no tiene el apoyo eclesiástico. A partir de ahí hay una ruptura, pero mientras tanto hay un bloqueo, tradiciones bloqueadas. No hay aquí un idealismo español, un positivismo español, el darwinismo es condenado…
El paradigma de la derecha española es fundamentalmente el de Menéndez Pelayo: ortodoxos-heterodoxos y eso no se rompe hasta básicamente el Concilio Vaticano en el que la Iglesia ya va por otro camino y el tradicionalismo, o el catolicismo social, que había sido más o menos hegemónico en España en la derecha se elimina porque ya no tiene el apoyo eclesiástico
La Generación del 98, que está en relación con los nuevos paradigmas intelectuales de la época, en realidad no son nada izquierdistas, ninguno de los noventayochistas, ni Azorín, ni el propio Unamuno, ni Maeztu son de izquierdas y tampoco Ortega, que en Alemania o en Francia o en la propia Italia es un hombre conservador, de un conservadurismo crítico que se enfrenta a las nuevas tendencias sociales, pero básicamente un conservador. Yo tengo mis dudas, por ejemplo, de que España invertebrada sea una obra liberal porque yo liberalismo no le veo por ningún sitio, en La rebelión de las masas habría que matizar… En un país no tan confesional, Ortega hubiese sido el Croce español. El problema de la difusión del pensamiento de Ortega es lo confesional; como no era religioso, como en España invertebrada dice que la Iglesia Católica es un poder aparte que no cuenta con el conjunto nacional, que no es un poder nacionalizador, centrípeto, sino que vive de sus influencias, pues entonces para los católicos es un personaje sospechoso, le apoyan en otras cosas, en la crítica a la revolución, en el elitismo, etcétera, pero les duele el agnosticismo y que la Iglesia para él sea una fuerza particularista.
Usted señala la inteligencia de Ledesma para ver la ausencia de algo puramente nacional
Es lo que estamos hablando. Lo que hace Ledesma en El discurso a las juventudes de España y El fascismo en España es el diagnóstico de por qué ha fracasado el fascismo aquí y es que no había unas condiciones previas para que surgiera, no era ya que no hubiese posibilidades de expansión territorial, sino que no había un concepto moderno de nación, que en la derechas básicamente es eso, el confesionalismo católico; pero claro, eso no puede abarcar al conjunto de la sociedad y la nación tiene que ser algo que implique al conjunto de la sociedad, sean las ideas religiosas que sean, y en España esa dicotomía heterodoxia-ortodoxia lo ha hecho imposible.
Persiste un cierto rechazo al término nación, siempre cogido con pinzas, pero entonces ¿qué otro concepto político hay para defender lo español? ¿Qué sería en la historia lo más parecido a algo nacionalista en España?
Lo más parecido sería Falange. Lo demás no lo veo porque todo lo demás es confesional hasta el Concilio, incluso sigue siéndolo, que no digo que esté mal o esté bien sino simplemente que es así y que siempre ha habido en el concepto de nación unas connotaciones en el fondo movilizadoras, revolucionarias en alguna medida y eso da miedo a ciertos sectores; y no hay un nacionalismo español explícito nunca, siempre está en relación con otras instituciones, con la defensa de cosas que no son directamente nacionales. Yo he criticado precisamente el clericalismo que hay porque es peligroso. En el libro de Carl Schmitt, Catolicismo y forma política, hay una idea (que no ha sentado bien a algunas personas que yo lo diga) y es que la Iglesia Católica es lo que Schmitt llama un complexio oppositorum, es decir, que quiere albergarlo todo en un momento dado, que amalgama posiciones distintas, pero siempre según sus intereses.
En un momento dado la Iglesia Católica apoya al régimen de Franco, pero cuando ya no le interesa le quita el apoyo y se lo concede a los nacionalismos periféricos y ese es el tema, que en el fondo Menéndez Pelayo con toda su valía intelectual se equivoca en el diagnóstico porque español y católico puede coincidir o puede no coincidir
En un momento dado la Iglesia Católica apoya al régimen de Franco, pero cuando ya no le interesa le quita el apoyo y se lo concede a los nacionalismos periféricos y ese es el tema, que en el fondo Menéndez Pelayo con toda su valía intelectual se equivoca en el diagnóstico porque español y católico puede coincidir o puede no coincidir. El problema de este nacionalcatolicismo, si se quiere decir así, es que depende de una institución supranacional que defiende siempre sus propios intereses y que no es nacional es internacional. Según sus estrategias, un día defiende una cosa y otro día otra.
El problema de este nacionalcatolicismo, es que depende de una institución supranacional que defiende siempre sus propios intereses y que no es nacional es internacional. Según sus estrategias, un día defiende una cosa y otro día otra
Lo vemos ahora mismo con los medios de comunicación de la Iglesia, a favor del PP y en contra de quienes defienden una agenda católica. Se percibe incluso una tendencia a inhibirse. Su guerra es otra, están a otra cosa.
Sí, a lo que diga la propia Iglesia. Yo he escuchado a una periodista en la COPE decir que en un momento dado, si la Iglesia apoya la secesión de Cataluña, ella la apoyaría. Eso es un peligro. El conservadurismo español hegemónico tiene dos talones de Aquiles: uno es la monarquía y otro es la Iglesia; si le fallan esos dos… bueno, la Iglesia ya le ha fallado y la monarquía…
No creo que haya sentimiento republicano en España, pero tampoco lo hay monárquico
Hace poco escuché unos panegíricos tremebundos a la monarquía en TreceTV, una cosa completamente acrítica, pero bueno ¿cómo se puede sostener eso?, ¿es que no puede haber un debate serio sobre este tema? Que sí, que la izquierda lo que usted quiera, sinceramente no creo que haya sentimiento republicano en España, pero tampoco lo hay monárquico. Es una cosa indiferente, que no mueve a la gente. Otro error de los republicanos es que, si todo se queda en la izquierda más radical, ¿cómo se va a traer una república apoyada por gente que habla incluso de una república plurinacional? Eso es un hándicap para cualquier proyecto republicano. Pero el problema, para plantearlo racionalmente, es si la monarquía sirve para algo. ¿Sirve para algo?, ¿puede decidir algo?, ¿puede intervenir?
Yo creo que dada la situación española y cómo vino, la monarquía es tributaria de lo que diga la izquierda, no tiene ninguna autonomía, siempre parte de la idea, que ya estaba en Juan Carlos, de que la derecha no le iba a echar y de que tenía que ganarse a la izquierda
Yo creo que dada la situación española y cómo vino, la monarquía es tributaria de lo que diga la izquierda, no tiene ninguna autonomía, siempre parte de la idea, que ya estaba en Juan Carlos, de que la derecha no le iba a echar y de que tenía que ganarse a la izquierda. Bueno, en los primeros momentos se puede admitir, pero es que ya se ha llegado a una situación con la amnistía que no se ve qué funcionalidad tiene. Es que las cosas no hay que verlas desde su punto de vista sentimental, si la princesa es guapa… Se trata de si nos sirve para defender la nación, la unidad, para controlar, porque estamos viendo que los mecanismos constitucionales no sirven para controlar nada y la monarquía tampoco. Entonces, ¿sirve la monarquía?
¿No le parece que la figura monárquica en cierto modo simboliza y sustituye a la nación, que ese debate se da por zanjado de forma tranquilizadora porque esa figura está ahí, de manera que nunca hay una movilización nacional?
Yo en eso estoy de acuerdo porque además tenemos que tener en cuenta que el conservador hasta que ve el peligro no reacciona, piensa muchas veces que si el rey ha aceptado eso pues que no estará tan mal. En el fondo legitima esa situación, entonces es contraproducente.
Si no ha caído ya después de todo lo ocurrido con la infanta, con el propio Juan Carlos, pues es que no le interesa al PSOE, que es el que tiene la sartén por el mango, no le interesa acabar con la institución porque en el fondo yo creo que le sirve
Yo escribí un artículo titulado «Ocaso del rey taumaturgo». Ahí dije que se había acabado ya toda la parafernalia de Juan Carlos I y que era un mito. El rey taumaturgo es una tradición en Francia que entra en España. El rey iba con las manos hacia los enfermos de escrófula y tenía poderes curativos. Eso se ha trasladado en España al imaginario colectivo con Juan Carlos y la democracia, pero se ha visto que no tiene ningún sentido porque, en primer lugar, no sabemos muy bien cuál es el papel de Juan Carlos el 23F, su gran legitimación, y después, su posición ha sido completamente negativa, incluso ha deslegitimado la institución, pero ya digo, yo no creo que la monarquía ahora mismo vaya a caer porque tampoco hay sentimientos republicanos. Si no ha caído ya después de todo lo ocurrido con la infanta, con el propio Juan Carlos, pues es que no le interesa al PSOE, que es el que tiene la sartén por el mango, no le interesa acabar con la institución porque en el fondo yo creo que le sirve.
¿Para coronar una especie de confederación?
Eso quien lo planificó y teorizó fue Herrero de Miñón, en realidad es un proyecto carlista, está en Vázquez de Mella, y haría las delicias de los maurrasianos porque la idea es esa, que haya una pluralidad de reinos y naciones y que el núcleo para garantizar la unidad sea la monarquía, pero claro, en el caso de Vázquez de Mella y de los maurrasianos con grandes poderes decisivos por parte del monarca. Aquí, como no tiene ninguno, sería una cosa simbólica. Terminaríamos yendo al País Vasco a jurar los fueros, cosas así. Pero ese proyecto ha fallado porque los catalanes han dicho que están por una república.
¿Qué importancia ha tenido Cataluña en el pensamiento de la derecha española?
Hay un libro de Ucelay-Da Cal sobre el imperialismo catalán que viene a decir que los orígenes del fascismo español están en Cataluña con el nacionalismo catalán, con la influencia, sobre todo, de Eugenio D’Ors y Prat de la Riba, que es el primero que habla en España de imperialismo en el sentido moderno de expansión territorial. Es que la cuestión catalana propiamente hablando empieza a partir del 98.
Menéndez Pelayo estudia allí porque en realidad no admite la influencia de los krausistas cuando está la universidad y se va a Cataluña y Cataluña, en 1860 y 1870, es la sociedad más conservadora que hay en España. Es ahí donde Menéndez Pelayo toma las ideas de volksgeist y toda la filosofía del sentido común. No hay cuestión catalana en ese momento, es decir, en ese momento Cataluña sigue defendiendo sus costumbres y su idioma, pero no dice que haya que separarse.
Cuando escribe Prat de la Riba La nacionalidad catalana, la idea principal es esa: Cataluña es una nación, España es un Estado, no habla explícitamente de separatismo, pero está ya la idea de que la verdadera nación es Cataluña desde un punto de vista organicista, de que el Estado español es una cosa superflua, artificial, que no tiene arraigo. A partir de ahí sale toda la cuestión catalana y luego el posibilismo de Cambó, pero es después de la dictadura que salen ya tendencias abiertamente separatistas de izquierdas y luego en la guerra civil.
En el pensamiento conservador el catalanismo tiene mucha influencia, pero no se da una solución al problema porque no la tiene, yo creo que en eso tiene razón Ortega, no hay solución al problema catalán, hay que conllevarlo más o menos, unas veces de una forma, otras veces de otra
En el pensamiento conservador el catalanismo tiene mucha influencia, pero no se da una solución al problema porque no la tiene, yo creo que en eso tiene razón Ortega, no hay solución al problema catalán, hay que conllevarlo más o menos, unas veces de una forma, otras veces de otra… Hombre, Franco podría haber hecho alguna burrada estalinista, haber cogido sectores de la población catalana y haberlos mandado a Andalucía o a Extremadura; habría provocado un corrimiento de población y se hubiera acabado…
El corrimiento fue al revés. La población fue hacia la industria, en manos de la burguesía catalana, que sí ha tenido un discurso nacionalizador inexistente en la burguesía digamos española.
Lo que pasa es que ¿en qué medida podemos hablar de burguesía española? Yo soy partidario de la tesis de Arno Mayer. Es un historiador judío, muerto hace poco, que escribió un libro que se llama La persistencia del Antiguo Régimen. Parte de la idea de que esto de las revoluciones burguesas que acaban con la hegemonía de las aristocracias y la Iglesia es muy relativo, que ni siquiera en Francia, si leemos un poco a Marcel Proust…
Parte de la idea de que esto de las revoluciones burguesas que acaban con la hegemonía de las aristocracias y la Iglesia es muy relativo
Menos aun en España con el Antiguo Régimen, entendiendo por Antiguo Régimen no la monarquía absoluta y los estamentos, sino pautas de comportamiento, persistencia de mentalidades, persistencias de instituciones, mímesis de la burguesías con respecto a los modos de existir de las aristocracias, fenómenos como el de los ennoblecimientos que ya trató Vicens Vives, que a la burguesía más alta, la más ascendente, lo que le gusta es conseguir un título nobiliario y emparejarse con la aristocracia; la propia influencia de la Iglesia Católica con su forma de actuar, el paternalismo…
Lo de la revolución burguesa hace tiempo que la historiografía lo dejó a un lado y entendemos por revolución liberal no tanto que la burguesía o el liberalismo conquistara la sociedad y la transformara sino una innovación en la legislación
Creo que en España lo que ocurre es eso, lo de la revolución burguesa hace tiempo que la historiografía lo dejó a un lado y entendemos por revolución liberal no tanto que la burguesía o el liberalismo conquistara la sociedad y la transformara sino una innovación en la legislación, y ya sabemos que las leyes…
Como está pasando ahora.
Hay unas normas que no se cumplen, leyes que no se cumplen. El propio formato del régimen liberal, un régimen ecléctico en el que no hay soberanía nacional, sino que es el rey con las Cortes; no se concede al conjunto de la nación poderes imperativos y hay unas instituciones donde se preserva la hegemonía nobiliaria como en las Cortes o el Senado. Siempre hay que tener en cuenta eso.
Hay unas normas que no se cumplen, leyes que no se cumplen
Triunfa aquí el liberalismo, pero es un liberalismo ecléctico, como pasa en casi todos los países. El ejemplo francés es único; quizás en Italia, que supone una ruptura entre el trono y el altar con el risorgimento, pero en España no hay una ruptura entre el trono y el altar, eso es fundamental. A pesar de las desamortizaciones, de los movimientos anticlericales liberales, realmente no hay una ruptura, no hay una revolución.
A pesar de las desamortizaciones, de los movimientos anticlericales liberales, realmente no hay una ruptura, no hay una revolución
Hay, bueno, si nos ponemos un poco marxistoides como con Gramsci cuando habla de revoluciones pasivas, un sector de la sociedad, dominante en un momento dado, que cuando ve que hay unas innovaciones que por imperativo del tiempo toca establecer, pacta esas innovaciones, pero contrarrestando cualquier otro radicalismo. Los grupos hegemónicos siguen en el poder habiendo admitido ciertas reformas. Eso es lo que yo creo que ocurre en España.
Pero no puede evitar el momento revolucionario…
Hubo un Frente Revolucionario como en ningún país europeo, que fue la guerra civil, precisamente por esas persistencias. Si en un momento dado se hubieran hecho la reformas pertinentes de una forma hábil, si se hubieran hecho hace un tiempo con el régimen de la Restauración… Claro que el régimen de la Restauración ha sido muy alabado.
Gran parte de la derecha de estas décadas, cercana al PP, huye completamente de cualquier reconocimiento al franquismo y salta de la mitificación de la transición a la de la restauración.
Claro, es que ahí está el tema y además yo lo he sufrido historiográficamente porque en la historiografía española hasta hace poco había dos paradigmas: uno era el marxista, con Tuñón de Lara, y otro el modernizador, con los discípulos de Raymond Carr. Al final a Tuñón lo dejaron por inservible, entonces el propio PSOE, en la Fundación Pablo Iglesias, lo que hace es invitar a los discípulos de Carr: a Juan Pablo Fusi, Shlomo Ben Ami, Varela Ortega, etc.
¿Y cuál es el paradigma de esta escuela histórica? Pues que España es un país que iba consolidando sus estructuras liberales con el régimen de la Restauración y que había habido un cierto desarrollo económico, se iban democratizando las instituciones y vino el golpe de estado de Primo de Rivera y lo jorobó todo
¿Y cuál es el paradigma de esta escuela histórica? Pues que España es un país que iba consolidando sus estructuras liberales con el régimen de la Restauración y que había habido un cierto desarrollo económico, se iban democratizando las instituciones y vino el golpe de estado de Primo de Rivera y lo jorobó todo. Sucede que la historia no es la historia del pasado. A través de la interpretación que tú hagas del pasado estás pidiendo una inserción en el presente, entonces ¿qué es lo que se deducía de eso? Que España debía recuperar esa tradición liberal del sistema de la Restauración y la nueva monarquía seguir las pautas de ese régimen. Ahí está el papel del Rey, el bipartidismo y repartirse el poder entre los dos partidos con el arbitraje de la corona. Ese sistema de la Restauración sigue vigente en la mente de los del PP.
¿Están en eso?
Si lees los libros de García Margallo, ves que están en eso, que hay que restaurar eso: dos partidos, por supuesto uno de ellos el PP, faltaría más, y otro el PSOE y continuar la historia de España, pero claro eso es una interpretación que yo he tenido que padecer porque yo decía, mire usted, yo no veo esto: Cánovas da a la monarquía unos poderes excepcionales y he estudiado la corte de Alfonso XII y XIII y la aristocracia sigue ejerciendo su papel, además está el caciquismo, que se olvida…
España es el único país que tiene un movimiento anarquista de masas y el único país donde los anarquistas han llegado al poder
En el fondo, la restauración no garantiza el desarrollo económico, la gente sigue viviendo muy mal, por eso hay tendencias revolucionarias. ¿Por qué la República fracasa? Porque no hay posibilidades de pactos ni de nada y hay tendencias revolucionarias muy profundas. España es el único país que tiene un movimiento anarquista de masas y el único país donde los anarquistas han llegado al poder, con Largo Caballero en el 36, y ahí hay colectivizaciones, y eso es fruto de que no se hacen la reformas pertinentes en un momento dado. Pongo un ejemplo: hay un libro que se debe leer, La nacionalización de las masas, de George L. Mosse. En ese momento, en el auge del nacionalismo en Europa, el sistema de la Restauración no hace nada, no nacionaliza las masas, no hay escuelas propiamente hablando… ¿Cómo no va a haber nacionalismos si no se enseña a los españoles a hablar español?
Lo intenta Primo de Rivera…
Sí, se intenta algo, pero no hay presupuestos. Se podrán hacer todos los proyectos que usted quiera, pero si no hay dinero… Tiene que haber una escuela pública. Se podrá criticar más o menos, pero se intenta en otros países. En Alemania, que no es un país revolucionario, ni mucho menos, hay una nacionalización de las masas. Bismarck y su gente nacionaliza a los sectores obreros con la colaboración de sectores del socialismo. Aquí no hay nada de eso.
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¿Qué acogida ha tenido su Historia de la derecha española?
Bueno, muchos dicen que es un buen libro, pero que se le ve escorado hacia Vox… pero no hay debate, no ha habido debate, alguien que fuera en contra y diera otras opiniones u otras interpretaciones. Es que en España no hay prácticamente debate intelectual.
¿Silencio y ostracismo en los medios del régimen?
Y en los de la supuesta derecha. Es que no me han llamado. En alguna radio, pero más bien marginales; no ha habido nada en la COPE, en 13 TV. En El Toro sí, he estado un par de veces…
Nos quedamos a la altura del franquismo. ¿Cuál fue su influencia ideológica? ¿Fue una síntesis y luego un acabarse?
Sí, pero hay dos factores en los que yo siempre he insistido: uno es el Concilio, que deslegitima toda una tradición social intelectual y otro es el desarrollo económico, que destruye las bases sociales de ese conservadurismo. Es complicado que el carlismo pudiera subsistir, pero subsiste hasta después de la Guerra Civil, incluso todavía hay sectores carlistas, pero Falange, después de la Segunda Guerra Mundial, no podía subsistir.
Es complicado que el carlismo pudiera subsistir, pero subsiste hasta después de la Guerra Civil, incluso todavía hay sectores carlistas, pero Falange, después de la Segunda Guerra Mundial, no podía subsistir.
Lo que sí podía era el catolicismo social y los tecnócratas.
Entonces, claro, los socialcatólicos se adaptan siempre a lo que dice la Iglesia, a lo que diga la situación
Lo que sí podía era el catolicismo social y los tecnócratas. Entonces, claro, los socialcatólicos se adaptan siempre a lo que dice la Iglesia, a lo que diga la situación. El grupo Tácito, por ejemplo. Por el Concilio y por la influencia de Pablo VI la consigna es que el régimen tiene que acabar.
Y quedan los tecnócratas, que son elitistas, no pueden elaborar un pensamiento político para movilizar a la gente cuando llegue un régimen pluralista, entonces quedan siempre como asesores del poder, pero no pueden elaborar eso.
En Italia, por ejemplo, como estamos viendo, incluso en Francia, los sectores que llaman de «extrema derecha» han sabido reorganizarse y reinterpretarse en situaciones muy negativas para ellos. En España no porque no hubo una ruptura. Hubo una ruptura política con el franquismo con la Constitución, pero ruptura social no hubo, entonces no se persiguió a los del régimen anterior.
En España no porque no hubo una ruptura. Hubo una ruptura política con el franquismo con la Constitución, pero ruptura social no hubo, entonces no se persiguió a los del régimen anterior
Bueno en Italia, en Francia, incluso en Alemania era más complicado por razones obvias. Los vencidos tuvieron que reorganizarse y reinterpretarse, aquí no hubo necesidad, pero la Falange, por ejemplo, desapareció del mapa porque no sabía qué hacer ya. Lo que sería, por usar un término que no me gusta, «extrema derecha» con Fuerza Nueva fue un conjunto de errores porque Blas Piñar no se enteró de nada. Incluso al final quiso aliarse con Le Pen, tuvo relaciones con Almirante en Italia y tal, pero él estaba en otro paradigma, él no entendió la nueva situación, se creyó que podía volver al franquismo. Le hicieron una entrevista una vez a Le Pen, qué tal se lleva usted con Blas Piñar, le preguntaron, y dijo: no nos entendemos, no nos entendemos, entonces claro… y luego comete un error fundamental que es la disolución del partido en 1982. Parece ser que creía que cuando ganaran los socialistas le iban a meter en la cárcel, el partido no deja un heredero y hay una ruptura insalvable.
¿Qué hay en los últimos veinte años?
Dalmacio Negro Pavón y Gonzalo Fernández de la Mora. Ellos son los dos últimos pensadores de la derecha española. En Dalmacio prima más la abstracción. Estos dos. Veo además la influencia absolutamente negativa del PP que no solamente no va a hacer nada sino que va a impedir que se haga. Cuando alguien intente escribir una historia del pensamiento de la derecha española en el siglo XXI será una página en blanco.
Cuando alguien intente escribir una historia del pensamiento de la derecha española en el siglo XXI será una página en blanco
De Fernández de la Mora celebramos el centenario
Tiene unos proyectos de reforma política muy interesantes en los que habría que insistir y que se deberían tener más en cuenta, entre ellos está la república presidencialista, aunque esto es mucho decir. Luego, por ejemplo, garantizar, que eso es complicado, la autonomía del diputado a través de una serie de leyes. En La Partitocracia él elabora un proyecto regenerador a tener en cuenta.
Pero al contrario, hay un gran abandono de su figura
Incluso hay tradicionalistas, carlistas, que decían que el pensamiento de Fernández de la Mora por ser laico y ser agnóstico en el fondo era peligroso. En general no se le ha hecho caso. Porque la izquierda, por ejemplo, con una persona tan insoportable como Almudena Grandes, fíjese qué mitificación hace de ella, y aquí el primero que quiere acabar con Fernández de la Mora es el propio PP y antes Alianza Popular con Fraga, que no quiere saber nada, no les interesa.
la izquierda, por ejemplo, con una persona tan insoportable como Almudena Grandes, fíjese qué mitificación hace de ella, y aquí el primero que quiere acabar con Fernández de la Mora es el propio PP y antes Alianza Popular con Fraga
No ha habido una conmemoración, pero bueno, vamos a ver, si no conmemoran a Fraga, cómo van a conmemorar a Fernández de la Mora. Si Barreiro, uno de los que están allí de oligarcas en el PP de Galicia, tiene una semblanza de Feijoo y dice que Fraga no influyó nada, que en quien tenemos que mirarnos es en Suárez. Entonces, claro, no puede haber, no puede ser, es imposible. Hay varias personalidades que han dicho que el problema real en España es el PP.
Porque ellos sí tienen una capacidad de movilización con el dominio del panorama mediático
El único grupo de derechas es Vox, no hay otro, lo que pasa es que van a por ellos.
De las tradicionales fuerzas de la derecha, ¿qué queda?
Escribí un artículo hace poco y allí decía que la obra de Maeztu sigue teniendo actualidad, pero que habría que revisar ciertas cosas. En primer lugar, la Hispanidad ya no puede ser una afirmación religiosa porque la Iglesia, que ya influye poco, está dividida en facciones y la Monarquía no es una institución que preserve la unidad nacional, y el ejército después de la entrada en la OTAN tampoco. En España tampoco ha habido un pensamiento militar como ha habido en Francia o en Alemania. Jorge Vigón tiene cosas, Teoría del militarismo, cosas de esas, pero no ha habido un pensamiento de Alto Estado Mayor. Es que en España no hay continuidad. Otro que venga después y continúe.
La Hispanidad ya no puede ser una afirmación religiosa porque la Iglesia, que ya influye poco, está dividida en facciones y la Monarquía no es una institución que preserve la unidad nacional, y el ejército después de la entrada en la OTAN tampoco
Tiene que haber unas pautas de revisión; por ejemplo, Ricardo de la Cierva todavía es un personaje de referencia, pero no, señor, ya no tiene nada que decir, está completamente superado. Hay que hacer esa revisión y te dirán «eres un traidor». También me la han dicho: usted ataca a Ricardo de la Cierva. Pues hombre, no es atacarlo, hay que revisarlo, hay que revisar por ejemplo el libro que hizo en el año 69 sobre la Guerra Civil. Y nada más, vive de la rentas durante años y años; y repite y repite y repite, siempre hace lo mismo y luego no está al tanto de lo que ocurre en la historiografía de otros países. Revisar a un autor es cruel, no gusta, pero es necesario.
Actualícenos el estado de su querella (no judicial) con Jiménez Losantos
Bueno, sabe que Jiménez publicó ese libro sobre el retorno de la derecha y me dedica unas páginas poniéndome a parir diciendo que yo soy el profeta del pasado…
Como historiador tampoco es lo peor que le pueden decir
Es que él se refiere a otra cosa. Me dice que yo soy el teórico del sector neofalangista, esa chorrada, viene a decir más o menos eso, y yo estoy por hacer un artículo contra él que se titularía «El gran muñidor de las derrotas culturales de la derecha».
¿Hasta qué punto ha causado un daño intelectual a la derecha española?
Pues ha sido un daño brutal. Primero lo de Azaña que se lo creyó a Aznar. Dos, catapultar desde la COPE a un experto en intertextualidad y negritud como César Vidal, que es el Simón Legree de la historiografía española. ¿Recuerda La cabaña del tío Tom? Simón Legree es el malo, vendedor y propietario de esclavos; y luego, tercero, promocionar a un polemista como Pío Moa, sin saber lo que se promocionaba. En vez de tener relaciones con sectores académicos, se da pábulo a un diletante que no aporta nada al debate intelectual y eso hace que la izquierda se sienta más fuerte. Yo empecé a leer a Vidal y encuentro cosas que he leído en otro y no cita la fuente. Claro, un tío que escribe 28 libros en un año pues es sospechoso…
¿Losantos ha influido mucho forjando un pseudoliberalismo personal?
Totalmente. Él ha tenido éxito por dos cosas: primero, como mártir por el atentado que le hicieron en Barcelona y luego por su estilo, básicamente es un estilo, pero no tiene ideas, no ha elaborado nada, ni ha permitido que gente que esté a su lado elabore nada. Es un autócrata. Cuando él se jubile, desaparecerá todo lo que ha hecho. Tampoco habrá continuidad ahí porque no puedo haberla, porque lo de Losantos es un estilo.
El liberal baturrismo, que dice usted
El neoliberalismo baturro. Ese es el tema. Yo no le he atacado nunca en mis libros, solo he dicho que su concepción de la cultura era y es elemental, puramente mercantil, mediocre. Pero él me ha leído y dice que yo no le gusto.
Usted cita a Losantos en su obra
Sí, como fuente, pero no tiene ideas. No aporta nada, es un estilo. Algunos amigos de izquierdas me dicen que se lo ponen a las seis porque empieza a insultar y es como un chute, pero él lo que ha hecho es impedir que otros hagan, ha bloqueado también muchas cosas que podrían haberse hecho y relaciones con sectores académicos que hubieran sido posibles.
No aporta nada, es un estilo. Algunos amigos de izquierdas me dicen que se lo ponen a las seis porque empieza a insultar y es como un chute, pero él lo que ha hecho es impedir que otros hagan, ha bloqueado
Yo desarrollé en El Catoblepas, Razón Española y La razón histórica una labor de divulgación de las obras de Renzo de Felice, Furet, Mosse, Nolte, etc. Gentes de izquierdas se dan cuenta y por eso han hecho una campaña contra mí, pero es a nivel académico y no se entera nadie. «Cuidado con este que está haciendo un proyecto serio», pero eso se ha quedado en elucubraciones mías, o como dicen, en pajas mentales. Hay que estar al tanto de la historiografía europea, del revisionismo histórico europeo; de quiénes son los representantes. Por ejemplo, que Meloni haya llegado en Italia o que Le Pen tenga posibilidades en Francia tiene relación con los verdaderos debates intelectuales e historiográficos que se habían hecho antes en esos países. Tardan, pero si se plantean, tienen eficacia. Pero aquí… ¿cómo se va a hacer eso con gente como Vidal y Moa?
¿En esa labor se encuentra usted solo?
Hay gente, pero no se atreven como yo a decirlo en público. Una anécdota: yo publiqué en El Mundo un artículo hace un par de años sobre quiénes son los historiadores que no comulgan con el pensamiento dominante, porque cada vez que la prensa de izquierdas habla de historiadores salen los mismos. Ahora mismo, para la opinión pública y para los sectores que leen algo son Preston o Viñas, no hay otros. Pues hice una lista y mencioné a varios, y uno de ellos, que es amigo, me escribió y me dijo: a mí no me metas en esto. Para que veas cómo funciona el gremio. Entonces la cosa es complicada. Bien es verdad que otros me dieron las gracias, como Roberto Villa y Alfonso Bullón de Mendoza.
Hay gente que no comulga con la historiografía dominante, pero que no quiere meterse en líos. Es muy complicado, y hacer un equipo prácticamente imposible. No se ha creado ninguna escuela
Hay gente que no comulga con la historiografía dominante, pero que no quiere meterse en líos. Es muy complicado, y hacer un equipo prácticamente imposible. No se ha creado ninguna escuela. En cambio, Francia tiene, Italia sí ha creado escuelas. El referente en España es Payne, pero tampoco ha cuajado una escuela a su alrededor. Hay unos intentos muy interesantes en el CEU, pero que aun no fructifican a nivel mediático.
¿Hay poca valentía en el mundo académico?
No es que haya poca valentía, es que no hay ninguna. También hay que reconocer que si no se dan ciertos apoyos… Por ejemplo, cuando Ángel Viñas publica cualquier cosa se recoge en entrevistas en Televisión Española, en Onda Cero, incluso en la Cope… Es como lo de Felipe II, no se puede pelear contra los elementos.
¿Qué sería necesario para una revitalización histórica o cultural? ¿Por dónde empezaría usted? ¿Es una cuestión de instituciones?
Pues claro, hay que montar eso que llaman think tanks. Disenso está haciendo algo interesante. Hay que crear órganos de opinión, revistas, hay que tener emisoras de radio, televisiones, todo lo que no hay. Lo digo yo, que no me gusta aparecer en los medios de comunicación, que no lo digo para que me inviten porque me pongo muy nervioso, pero el único que me invitó fue El Toro TV al leer un artículo que publiqué en Gaceta y fui un día a hablar allí, pero nada más. Ya le digo, en la COPE invitan a Viñas. A un historiador que no esté por esa senda, como es mi caso, no le invita nadie. Nada más que unos sectores, e insisto, que a mí no me gusta estar en los medios, pero es que no llaman a nadie.
Creo yo que este libro mío tiene cierta calidad y podía haber incluso despertado cierto debate, aunque fuera para ponerme a parir, pero no hay posibilidad de debatir con nadie. No hay una izquierda que quiera debatir
Creo yo que este libro mío tiene cierta calidad y podía haber incluso despertado cierto debate, aunque fuera para ponerme a parir, pero no hay posibilidad de debatir con nadie. No hay una izquierda que quiera debatir. Hay algún loco por ahí llamado Alberto Reig Tapia que publicó un libro y me dedicó ochenta páginas, pero nada más que para insultarme, solo para insultarme y que no sometió ninguna de las ideas a crítica.
O sea, que dedica una vida a hacer ese libro que es una catedral y no hay eco. ¿Está usted en el ostracismo histórico?
Sí, en gran medida sí. Hombre, yo tengo alguno que me sigue, pero son pocos. Bien es verdad que cuando yo era estudiante había mucho más interés sobre estos temas que ahora. Ahora hay mucho menos interés en la derecha que en la izquierda.
Hay historiadores armados e historiadores desarmados. Tú puedes publicar todo lo que te dé la gana, pero si no tienes ciertos apoyos, no puedes hacer nada
Si Preston publica algo, concede entrevistas en todos los medios… Yo siempre he dicho que hay historiadores armados e historiadores desarmados. Tú puedes publicar todo lo que te dé la gana, pero si no tienes ciertos apoyos, no puedes hacer nada. Estás solo con cuatro. Si además algunos te dicen que tampoco los menciones, pues más solo todavía.
Para terminar: Valencia, lo que está pasando allí, ¿qué impacto tiene en el momento histórico?
Es una pregunta muy interesante, en el fondo decisiva. No sé, ni puedo saber cuál será la respuesta. Puedo decir lo que creo que debería ocurrir. La mayoría de la población española se encuentra entontecida por los medios de comunicación y hegemonizada por el PP, el PSOE y los partidos secesionistas. Pero nada es eterno. Algún día esto tendrá que cambiar. Tanto la gestión de la pandemia como el actual desastre en Valencia y otras regiones tiene como origen la ausencia de un Estado eficaz. Como ha señalado Dalmacio Negro y otros, entre ellos Karl Marx, el problema de la España contemporánea es la ausencia de aparato estatal. Se ha hablado mucho del centralismo de la España liberal, pero, como señaló Juan Pablo Fusi, se trataba de un centralismo legal, pero de un localismo real. De ahí la emergencia de los nacionalismos periféricos.
Se ha hablado mucho del centralismo de la España liberal, pero, como señaló Juan Pablo Fusi, se trataba de un centralismo legal, pero de un localismo real. De ahí la emergencia de los nacionalismos periféricos
El centralismo fue real, señaló Santos Juliá, durante el régimen de Franco, que fue la etapa en que la sociedad española tuvo un auténtico Estado. La transición y el funesto régimen actual lo desbarataron. Y en eso estamos. La catástrofe actual, en un país más o menos normal, podría servir para plantear un debate serio sobre el Estado de las autonomías. Hace ya algunos años, el catedrático de derecho administrativo Ramón Parada, recientemente fallecido, señaló, en un artículo en la Revista de Occidente, su fracaso. La mayoría lo saben, pero nadie se atreve a abrir el melón. Cuando pase lo peor, los partidos hegemónicos se tirarán los trastos a la cabeza y no harán nada. Los intereses creados son demasiado fuertes. Pero el problema está ahí; y tarde o temprano habrá que decidir. En primer lugar, acabar con el bipartidismo y luego abrir un proceso constituyente. Este régimen no da ya más de sí.
Cuando pase lo peor, los partidos hegemónicos se tirarán los trastos a la cabeza y no harán nada. Los intereses creados son demasiado fuertes. Pero el problema está ahí; y tarde o temprano habrá que decidir.
En primer lugar, acabar con el bipartidismo y luego abrir un proceso constituyente. Este régimen no da ya más de sí
«VIEJA Y NUEVA POLITICA»: Discurso de José Ortega y Gasset (1914).