LA RENOVACIÓN DEL RÉGIMEN DEL 78: «LA BORBONIZACIÓN DE LA POLÍTICA», por David Souto Alcalde

LA BORBONIZACIÓN DE LA POLÍTICA

 

LA BORBONIZACIÓN DE LA POLÍTICA

Los años en los que por primera vez en la historia hay un número ingente de diplomados, licenciados y doctores provenientes de las familias no estudiadas que han protagonizado las luchas obreras de los años ochenta coinciden con los años en los que la nueva política de izquierdas que dice representar a las mayorías sociales está encabezada por unos muchachos que ocultan su origen disfrazándose de clase media-baja pero que, en realidad, son hijos de aquellos que han detentado el poder y la gloria en los últimos cuarenta años.

lanzan incendiarios desafíos en abstracto a aquellos que han diseñado la transición sin que casi nadie se dé cuenta de que son sus mismos padres los que han hecho tal cosa y que si ellos quieren rediseñar nuestro marco político es para que todo quede en casa.

La condición esencial para desarrollar una política republicana que busque la justicia social radica en la democratización del acceso al poder político.

Por David Souto Alcalde

Mundo Obrero, 26 DIC 2021

 

Íñigo Errejón ha abierto la caja de Pandora de la paternidad al revelar al pueblo llano que Marta Ortega será la próxima presidenta de Inditex por ser hija de Amancio Ortega. Es difícil de entender que si un politólogo como Errejón se indigna por la meritocracia de los padres transferida a los hijos en el ámbito de la empresa privada no haya hecho lo mismo ante la insólita y cancerígena endogamia que en los últimos años ha impulsado la nueva izquierda española mediante un fenómeno que podríamos denominar como la borbonización de la política.

Imagínense un país en el que tras la llegada formal de la democracia y la implantación del acceso universal a la educación superior se produce una curiosa coincidencia. Los años en los que por primera vez en la historia hay un número ingente de diplomados, licenciados y doctores provenientes de las familias no estudiadas que han protagonizado las luchas obreras de los años ochenta coinciden con los años en los que la nueva política de izquierdas que dice representar a las mayorías sociales está encabezada por unos muchachos que ocultan su origen disfrazándose de clase media-baja pero que, en realidad, son hijos de aquellos que han detentado el poder y la gloria en los últimos cuarenta años. Imagínense algo aún más extraño. Esta situación se produce en un contexto de precariedad laboral extrema en el que esta masa amorfa de estudiados (y por supuesto de no estudiados, perdonen que escriba desde el prisma ilustrado de la nueva izquierda) tienen que malvivir o emigrar en masa a otros países. Nada de esto hace que sean estas gentes las que se politicen sino que primero los platós de televisión y después los escaños del Congreso empiezan a ser ocupados por jóvenes aguerridos -casi todos madrileños- que intentan camuflar su naturaleza hípster trampeando su vestimenta con algunas prendas de Alcampo. Estos repúblicos zagales elevan el tono, juegan al Play-Doh con la retórica y lanzan incendiarios desafíos en abstracto a aquellos que han diseñado la transición sin que casi nadie se dé cuenta de que son sus mismos padres los que han hecho tal cosa y que si ellos quieren rediseñar nuestro marco político es para que todo quede en casa.

 

 

Esta borbonización de la política -una democratización selectiva de los privilegios dinásticos que quiere implantar entre nosotros esa cosa tan americana de las sagas familiares- no es más que una estrategia de defensa romana de ciertas élites ilustradas, asustadas ante la idea de que la democracia pudiera llegar de verdad a nosotros. Es un timo de Estado que se basa en considerar que el 15M, ese happening reaccionario y jacobino, fue una revolución de las mayorías sociales desprovistas de voz y que estas además forman parte de la clase media, ese trampantojo tras el cual los jerifaltes de la nueva izquierda se han amparado para equipararse por arriba a los de abajo -¡todos clase media!- y hacerles una expropiación de capital político. El elemento definitorio de este fenómeno no es que las élites ocupen estratégicamente, como siempre han hecho, las posiciones de poder sino que al hacerlo y disfrazarse de mayoría social impiden que haya incorporaciones desde otros estratos, creando un enclaustramiento político aún mayor. Se sitúan, de esta manera, un paso más allá de la ley de hierro de la oligarquía, es decir, hacen innecesario el proceso por el cual todos aquellos que intentan cambiar de manera democrática las cosas acabarían siendo absorbidos por el status quo y obedeciendo a los intereses imperantes.

Parentelas de fácil rastreo

El problema de esta borbonización de los progres es que en su sustitución de lo que debiera ser una república por una politeia o gobierno de las castas nos condenan a una muerte social sin precedentes en la que toda cosmovisión de izquierdas queda fuera del margen de lo pensable. La moña eterna que los líderes de la nueva izquierda duermen tras la borrachera indignada del 15-M ante desafíos que requerirían una respuesta en defensa de las mayorías sociales como la crisis de la pandemia o la actual digitalización autoritaria y antirepublicana no es, de hecho, resultado de tener que afrontar la cruda realidad del poder y la responsabilidad del gobierno. Su conservadurismo ye-ye se deriva de la insólita configuración endogámica de sus huestes. Si esta política de la pureza de sangre no encuentra justificación alguna en un país de 47 millones de habitantes en el que ha habido una exitosa democratización formal de la educación superior, es aún más escandalosa al provenir de aquellos que, luchando a priori contra la casta, prometieron un antes y un después en el quehacer político. Hagámonos, por eso, un Errejón y comencemos a desvelar parentelas de estos borbones menores que, como la de Marta con Amancio Ortega, son de fácil rastreo en la web pero que a diferencia de esa no están reconocidas como tal a viva voz.

Si el hasta hace poco diputado Pablo Bustinduy es hijo de Ángeles Amador, ministra de Sanidad con Felipe González, y de Jorge Bustinduy, ex director de Cercanías Renfe, el diputado Eduardo Maura es sobrino del diputado de Ciudadanos Fernando Maura, con quien compartió legislatura en el Congreso, mientras que ambos son respectivamente bisnieto y tataranieto de Antonio Maura, presidente del gobierno bajo el reinado de Alfonso XIII y familiares de un sinfín de políticos más entre los que se encuentra el escritor Jorge Semprún. Si Ramón Espinar Merino, antaño diputado por la Asamblea de Madrid, es hijo de Ramón Espinar Gallego, ex alcalde de Leganés y ex presidente de la Asamblea de Madrid condenado por el fraude de las tarjetas black, Iñigo Errejón es hijo de José Antonio Errejón Villacieros, un alto cargo del gobierno que ocupó distintas posiciones en los gabinetes de González, Zapatero y Rajoy. La lista podría extenderse ad infinitum, incluyendo a Lilith Verstrynge, hija de Jorge Verstrynge y Secretaria de Organización de Podemos, al ex diputado Eduardo Fernández Rubiño, hijo del filósofo Carlos Fernández Liria, o a varios miembros de los distintos estamentos del poder español, incluyendo como representante de la monarquía sindical -que no de los sindicatos, mucho menos de los obreros- a la ministra de trabajo Yolanda Díaz, hija de Suso Díaz, Secretario General de CCOO en Galicia durante varios años, y sobrina de Xosé Diaz, antiguo diputado del BNG en el Parlamento gallego.

Democratización republicana del acceso al poder político

Nada refleja mejor las contradicciones de esta inexplicable endogamia de élite progresista que los casos de las hermanas Clara e Isa Serra o Isabel y Ana Pardo de Vera. Si las primeras, hijas acomodadas del intelectual de derechas Fernando Serra, se disputaron como número uno de Unidas Podemos y número dos de Más País la hegemonía de la nueva izquierda en la Asamblea de Madrid (¿no había más candidatas en todo Madrid?), las segundas, provenientes de una familia de origen aristócrata, relacionada, según algunos medios, con el rey Sancho III de Navarra, estuvieron a punto de conseguir el pleno al quince y ser nombradas en la misma semana por Pedro Sánchez directora de ADIF la una, que sí lo fue, y directora de RTVE la otra, que, pese a la insistencia de Podemos, no lo fue, pero que es desde hace algún tiempo directora del diario Público y presencia constante en los gallineros mediáticos. No se trata de establecer cuotas de poder -mis respetos, por ejemplo, al trabajo de Clara Serra- sino de entender que la condición esencial para desarrollar una política republicana que busque la justicia social radica en la democratización real del acceso al poder político. En este sentido, la derecha se equivoca a sabiendas al acusar a Unidas Podemos y derivados de latinoamericanizar la política española. Puestos a meter el dedo en la llaga, podríamos acusarlos de retrolatinoamericanizarla para convertirla en una política explícita de las oligarquías. ¿Han consumido peyote Pablo Iglesias, Íñigo Errejón o Mónica García para creer que tienen una ascendencia social equivalente en España a la que tienen Evo Morales, Hugo Chávez o incluso Rafael Correa en sus respectivos países? Si algo representa a nivel simbólico la figura de estos políticos hípster es la contrarevolución que impide que en el Estado español alguien de una extracción social equivalente a la de Morales o Chávez pueda llegar a influir en alguna de las nuevas esferas del poder.

 

el hasta hace poco diputado Pablo Bustinduy es hijo de Ángeles Amador, ministra de Sanidad con Felipe González, y de Jorge Bustinduy, ex director de Cercanías Renfe, el diputado Eduardo Maura es sobrino del diputado de Ciudadanos Fernando Maura, con quien compartió legislatura en el Congreso, mientras que ambos son respectivamente bisnieto y tataranieto de Antonio Maura, presidente del gobierno bajo el reinado de Alfonso XIII y familiares de un sinfín de políticos más entre los que se encuentra el escritor Jorge Semprún

 

El proceso de borbonización de la política progresista española es tan obvio que para entender el rol que las élites patrias de la izquierda tienen en las dimensiones más perversas y reaccionarias del Estado y la esfera pública no hace falta haber leído a Gramsci, Poulantzas, Bourdieu o Jessop. Es, por eso, también desconcertante que el politólogo Errejón que se escandaliza ante Marta Ortega no haya encendido todas las alarmas de la endogamia ante la recurrencia de ciertas líneas genealógicas en sectores estratégicos de la esfera pública española que debieran estar libres de cualquier influencia dinástica. ¿No se merece un señalamiento agitador de conciencias, por ejemplo, el hecho de que el director de Eldiario.es, periódico que dice situarse a la izquierda de El país, sea Ignacio Escolar, hijo de Arsenio Escolar, antaño subdirector de El País? Por más inteligente, bienintencionado y agudo que pueda ser Escolar, ¿no hereda para bien y para mal todas las inercias, relaciones personales, intereses e ideas acerca de lo que debe ser la profesión que haya ido trazando a lo largo de las décadas su genético hacedor? Pero para los que crean que esto simplemente es la excepción que confirma la regla que debiera mostrar que nuestro ascensor social funciona, reparemos, por tomar dos ejemplos al azar, en los casos de las familias Savater y Gabilondo.

Si a inicios de los noventa, en plena neoliberalización progresista del Estado español, Fernando Savater publicaba su Ética para Amador, incluyendo en el título de este catecismo para plebeyos necesitados de divulgación el nombre real de su hijo cual infante-filósofo, con el pasar de los años y tras la mística irrupción del 15M nos encontramos con que aquel niño, ya crecido, y con el nombre de Amador Fernández-Savatersí nos representa y da ética, hablando de la fuerza de los débiles tras haberse ganado por inescrutables razones un puesto en la esfera pública patria. El caso de los Gabilondo muestra a las claras que estamos ante un fenómeno estructural. Si el periodista Iñaki Gabilondo fue el mayor productor de ideología durante las décadas en las que los informativos eran el medio de masas, su sobrino Aitor Gabilondo es, hoy que las series son la nueva ideología, nuestro creador más influyente de ficciones audiovisuales. Hermano del primero y tío del último, Ángel Gabilondo es defensor del pueblo, ex candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid, ex ministro de Educación y ex rector de la Autónoma. Sin embargo, si buscamos en la web por el productor y guionista de títulos como Patria o El Príncipe nos encontramos con que es el hijo de unos carniceros y que, mal que bien, se ha ido abriendo camino en la España democrática de las mil posibilidades y los mil caminos. Hay que escarbar bastante en el estiercol y en el purín para percatarse del parentesco. La moraleja es que los hermanos Gabilondo sí que provienen de una familia de carniceros sin conexión aparente con el poder y que los años de la transición les permitieron subir en el ascensor social y dinamizar desde sus posiciones de origen la esfera pública de entonces. Si algo define a la borbonización de la política aquí referida es que, mediante la técnica del atraco express, sin que nos percatemos, intenta naturalizar el cierre del acceso al poder público que sí hubo en cierta medida y de modo muy controlado en la transición.

Borbones menores

 

Con toda la razón del mundo, muchos de ustedes podrán pensar ante estas inventivas errejonianas que la envidia es muy mala y que hoy en día es muy sencillo politizarse en eso que Manuel Castells definió (con un diagnóstico apologético y cientifista más errado que el tiro de una escopeta de feria) como la sociedad de la información. Cualquier ciudadano puede afiliarse a un partido, crear uno nuevo, hacer activismo, impulsar plataformas políticas en los medios sociales o salir simplemente a la Puerta del Sol con una careta de Dalí o de V de Vendetta para manifestarse. Es también muy sencillo escribir artículos en prensa, libros o producir series. Basta con tener aptitudes, ponerse manos a la obra y la meritocracia de la competencia -que no de los padres- hará que con un mínimo margen de error se haga justicia y la sangre de la República se regenere con leucocitos provenientes de miembros de todos sus estratos. El argumento es impecable, retóricamente tan eficaz -aunque menos cierto- que el que dice que cualquiera puede ser Amancio Ortega y que si uno se queja de que no es posible prosperar económicamente en la sociedad neoliberal, en la que salen adelante el hijo-fondo-buitre de Aznar o el vástago de no sé qué ex ministro socialista, es porque uno no se ha esforzado demasiado, no tiene las aptitudes o las dos cosas.

 

 

No se equivoquen. No estamos acusando a ninguno de los nombres y apellidos incluidos aquí de haber llegado a su posición política, intelectual o laboral por los oscuros pasadizos de la endogamia. Tampoco lo estamos insinuando. Solo proponemos, animados por el justiciero Errejón, un acercamiento sociológico que nos permita entender a qué obedece la críptica recurrencia de ciertas sagas familiares en los espacios políticos y mediáticos de la izquierda. Nuestro diagnóstico va acompañado de dos prácticas soluciones. O se asume con carácter de urgencia que la necrótica endogamia de la nueva izquierda es un fenómeno estructural que va en contra de las mayorías sociales y debe ser corregido o, por el contrario, se niega que estemos ante casos de endogamia y se reafirma que es pura meritocracia de los hijos y no de los padres. En tal caso, asumiendo que estos meritocráticos hijos fueron engendrados y concebidos por sus meritocráticos padres, no queda más que aceptar su superioridad genética y pedir por el bien de nuestra República monárquica constitucional (un parlamentarismo democrático, que no una democracia parlamentaria) que creen con fondos públicos un banco de donación de sus óvulos y esperma de libre -u obligatorio- acceso en base al que podamos regenerar la especie. El que esto escribe se ofrece como primer voluntario a dejar de reproducirse -algo tarde, ya es cierto, a punto de tener una tercera hija- para permitir que nos adentremos con determinación en la eugenesia política de estos borbones menores.

 

Ordo ab Chao («Orden desde el Caos»). No se trata de ordenar el Caos, si no que el orden viene del Caos

***

(*) David Souto Alcalde, doctor en Estudios Hispánicos por la New York University, es escritor y profesor de cultura temprano-moderna en el Trinity College (EEUU). Ha publicado artículos académicos que exploran el pasado del republicanismo y la relación entre política y literatura. Es autor de los libros de poesía A árbore seca (Espiral Maior, 2008) y Vertixe da choiva (Toxosoutos, 2009). Actualmente está terminando una novela que explora las relaciones entre la infructuosa llegada de la democracia a España y las prácticas de deseo posteriores a la transición, así como un ensayo titulado Republicanismo barroco. El surgimiento de la imaginación republicana moderna en la literatura del Siglo de Oro español.

***

Imágenes

(La Ley del Embudo)

Punto Crítico, Colección "Partido Embudista", el partido de los que están en el lado correcto de la Historia.

***

 
Año 2017, HOTEL PALACE - MADRID. Conversación entre los Portavoces de Podemos y PP en el Congreso;Irene Montero y Rafael Hernando: “ Escucha, le he dicho a Thais que te concedo el baile, si votas a favor de nuestra IPL de salario mínimo"

La España de los pijos Narcisistas, autopercibidos comunistas

PODEMOS (NO) HA MUERTO: HAY QUE ENTERRARLO

Podemos nunca se ha entendido con el pueblo y su rencor hacia el mismo nos ha regalado momentos antológicos que pronosticaban su irremediable debacle

Por David Souto Alcalde

Vozpópuli, 7 JUNIO 2023

LA BORBONIZACIÓN DE LA POLÍTICA

 

En Doli, doli, doli, documental que narra la huelga de hambre y el encierro masivo de trabajadoras en la fábrica de conservas ODOSA (A Illa de Arousa, Pontevedra) en 1989, dos mujeres rememoran, veinte años después, como sus compañeras Chelito y Rosalía murieron intoxicadas al entrar a limpiar un depósito de aceite. Tensionando los ojos, casi como si quisiese calcinar las pupilas que registraron aquel episodio, una de ellas relata como dio su pañoleta al médico para que este le limpiara las bocas manchadas de fuel a las difuntas, y cómo al enterarse, el capataz la increpó preguntándole sarcásticamente que por qué no le había dado las bragas. En otra secuencia grabada con cámara casera durante el encierro, una empleada de mediana edad denuncia que lleva toda la vida trabajando en negro sin saberlo, sin derecho a permiso de maternidad ni a bajas, y que compañeras suyas de más edad se quedarán en la calle sin retribución ni pensión al no haber cotizado nunca. Esta misma mujer, enfurecida, asegura que los propietarios de la fábrica “se llevaron todo el dinero” y que sus hijos “estudiaron a cuenta de nuestro sudor, tienen carreras gracias a nuestro sudor, [al tenernos] encerradas aquí desde que somos unas muchachas hasta que nos hacemos viejas”. En otra muestra de rabia una trabajadora denuncia que en la fábrica “a quien se maltrata es a nosotras, nunca se maltrata a los hombres”, y que les prohíben incluso ir a mear, mientras que otra compañera relata que las trabajadoras de la conserva no solo están teniendo problemas con la empresa, sino con sus maridos que le piden que dejen por momentos la huelga para volver a casa a limpiar, cocinar y cuidar a los niños. 

Escenas de revolución obrera y feminista como estas forman parte de las innúmeras huelgas de trabajadores y manifestaciones populares que tuvieron lugar en los años ochenta en España para intentar paliar los destructivos efectos de la reconversión industrial que ocasionó nuestro glorioso ingreso en la Unión Europea. Hay que tener claro, por eso, que si estamos ahora celebrando los funerales de Podemos es porque sus líderes han cancelado a sabiendas este plebeyo pasado de politización y organización ciudadana, sustituyéndolo por reclamaciones como el derecho a llegar solas y borrachas a casa, y llegando a creer, en su elitista adolescencia, que han sido los primeros españoles en experimentar orgasmos y en tener conciencia política.

El origen de esta catástrofe antropológica e ideológica está en el 15M y en su apuesta por sustituir reclamaciones políticas concretas por la indignación general para que esta acabase siendo capitalizada por chacales del statu quo disfrazados de ovejas. El 15-M supuso la imposición de la antipolítica identitaria (“lo que yo siento, aquello que me indigna ahora”) sobre cualquier realidad objetiva de desigualdad o expolio ciudadano. Inspirado en Nunca Máis, el 15-M ha sido el mayor timo que el llamado Régimen del 78 ha servido en bandeja a la ciudadanía, un instrumento que ha cumplido con éxito la doble función de asegurar durante una década la paz social, haciendo creer a las mayorías que se estaban rebelando contra el establishment y consiguiendo que el poder siguiese en las mismas casas justo cuando este se veía amenazado. 

En otras palabras, Podemos no solo ha atentado sistemáticamente contra la memoria reciente y la sabiduría política de la mayoría trabajadora de este país, sino que se ha constituido como una plataforma reaccionaria que ha intentado impedir a los hijos de esas clases bajas el acceso a la política justo cuando estos podían legitimarse meritocráticamente mediante una democratización de la educación superior en gran parte exitosa. Los integrantes más destacados de Podemos, incluyendo escisiones o desertores tardíos al estilo de Ramón Espinar (quien obtuvo como estudiante anticapitalista un piso de protección oficial y lo vendió a los dos meses ganando 30.000 €) no provienen de los sectores más desfavorecidos de nuestro país, tampoco de las clases medias, sino de las élites políticas, instaladas por sus eximias posiciones en Madrid. (En su día expliqué la endogámica naturaleza de estas sagas que incluyen a los Savater, Escolar, Gabilondo o Pardo de Vera en un texto que me fue casi imposible publicar (*) por señalar que en un país de 47 millones de habitantes el poder político y mediático tenía que ser más democrático). 

(*) Es el primer artículo en esta entrada; ver más arriba

 

El 15 M supuso la imposición de la antipolítica identitaria sobre cualquier realidad objetiva de desigualdad o expolio ciudadano.

 

¿Ha muerto Podemos? Sería más exacto decir que, criogenizándose, ha pasado a mejor vida una vez que ha conseguido aquello que ansiaba: esto es, confundir a la población al haberse dividido en facciones y posiciones independientes para naturalizar por medio de la falsa meritocracia de la política (“hemos llegado a diputados”, dirán, “nos lo hemos currado”) la ocupación de por vida de posiciones de poder en todos los ámbitos privilegiados de la sociedad. Más que un muerto, Podemos, que no son sus afiliados, sino sus dirigentes nacionales presentes y pasados, es un conjunto de zombis que aspiran a seguir gobernándonos durante cuarenta años desde los frentes más políticos de la sociedad, es decir, aquellos que no requieren de las urnas pero sí del permiso de los poderosos para ocuparlos por “méritos propios”. Es muy posible que aquellos cuerpos que han sido utilizados como munición y que no tienen el origen dorado que debieran (“Pam” o, incluso, Montero, la hija del mozo de mudanzas que en el Madrid maoísta liberal de Esperanza Aguirre hizo una fortuna) caigan en el olvido y acaben maldiciendo a sus compañeros, pero los Errejón, Verstrynge, Iglesias o Bustinduy seguirán siendo nuestros amos. 

No se trata de que no exista una “ley de hierro de las oligarquías” ni de que las élites del apellido desaparezcan, sino de que la deriva aristocrática de la izquierda (la derecha es mucho más ética, pues sus hijos suelen aprovecharse del privilegio explotando de manera más real el mérito) ha institucionalizado la plebefobia mediante políticas que se asientan únicamente en un mecanismo punitivista social que ha convertido a la población no privilegiada en delincuente, y que tacha a todo escribano que no tenga origen privilegiado de rojipardo, neorrancio o fascista.

Pablo Iglesias y el alma antipopular de Podemos

 

La historia de Podemos es tan triste como su nombre (una traducción literal del Yes, we can de Obama utilizada para introducir entre nosotros el cáncer de la antipolítica identitaria americana) y el de su eterno y empalagoso líder. Es importante señalar lo obvio: Pablo Iglesias no ha surgido de las calles sino de los testículos y ovarios de su padre y madre, quienes tras los protocolos del fornicio correspondiente decidieron que su hijo estaba destinado a inaugurar una era política al otorgarle un nombre que hiciese coincidir su identidad con la del histórico fundador del PSOE. No es un asunto baladí, pues es más probable ser agraciado dos días seguidos con el Euromillón a que le pongas un nombre así a tu inocente retoño y que este se convierta en aquello que has deseado. Es aún más complicado cuando tu querido hijo -esto es, Pablo Iglesias - carece, contra lo que ha asegurado el rebaño mediático, de instinto político y no parece interesado en tener mayor formación que la de cuatro lecturas de teoría política y algunas series de televisión. Cualquier ciudadano que gozase de su posición de mando se habría equivocado menos y mejor.

En tanto que productos prefabricados por las élites progresoides del régimen del 78, Iglesias y sus secuaces han sido perjudicados por la burbuja de cristal en la que se han criado, que los ha llevado a creer que las mayorías sociales españolas son las que aparecen retratadas en Sálvame. Sin comprender nada de ironías ni dobles sentidos, la élite de Podemos se ha puesto así a escenificar una farsa antisistema sin conocer a su “pueblo”. ¿Cómo entender, si no, que Pablo Iglesias presumiese en sus inicios políticos en una entrevista con Ana Rosa Quintana de venir de la clase baja por tener un piso (¡¡¡heredado!!!) en Vallecas? ¿Cómo interpretar que haya pedido una macro-hipoteca junto a su consorte sin haber llegado ninguno de los dos, según su propio relato, a mileuristas y disponiendo únicamente de sueldos temporales en el Congreso? ¿Pensaron quizás que su alto poder adquisitivo de ministra y vicepresidente se mantendría una vez que hubiesen dejado la política por arte mágico y ocultista de alguna gran puerta giratoria?

Podemos nunca se ha entendido con el pueblo y su rencor hacia el mismo nos ha regalado momentos antológicos que pronosticaban su irremediable debacle. Recordemos, por ejemplo, el ataque racista que Pablo Iglesias infligió a las clases trabajadoras cuando decidió poner como su número dos en la Comunidad de Madrid (es decir, como sustituto, en su escala de valores, de lo femenino y follable con provecho político) a Serigne Mbayé, portavoz del sindicato de manteros con el cual pretendía disciplinar (y enfrentar) a los habitantes de los barrios más pobres de Madrid. Quizás herido por la apatía plebeya, Iglesias siempre intentó hacerse con el cariño popular, aunque no encontró más que ataques como el de “rata chepuda”, que sobredimensionó para convertirse en el niño mimado de unas abuelas engañadas que también lo acabaron rechazando. Solo esta necesidad de calor de la plebe puede explicar que, imitando a la Lola Flores que le pedía una pesetita a cada español para pagar sus deudas a Hacienda, Iglesias haya solicitado recientemente que los ciudadanos de a pie nos rasquemos el bolsillo y le hagamos un donativo para que él pueda dirigir una televisión “libre de fascismos”.

Podemos parece haber muerto, y si es así, deberíamos enterrarlo cristianamente para que no resurja con afán diabólico entre nosotros. El peligro que su fantasma representa es enorme, pues los principales dirigentes de Podemos, insertos en una tradición nacional de ministros que más que políticos fueron homologadores de la realidad española a los intereses extranjeros, no solo se situaron en la vanguardia absoluta de esta tradición llamada hoy en día Agenda 2030, sino que han osado ser la primera fuerza política que ha calificado de bárbaro al pueblo y ha propuesto múltiples técnicas para su acoso y disciplinamiento. En un sentido muy similar a la “izquierda Santiago Carrillo y cierra España” de YolandaDiaz, de la que nos ocuparemos en un próximo artículo, Podemos no ha recogido el desencanto ciudadano ante los nuevos procesos de expropiación a manos del capitalismo digital, sanitario o verde, sino que lo ha incrementado de manera pirómana y se lo ha entregado a ese partido literalmente monstruoso, escindido entre falangistas, paleoliberales y portavoces de Cristo Rey, llamado Vox.

Que descansen en paz, aunque sigan, más que probablemente, jodiéndonos la vida.

 

Ilin (Nal). Futurism in a village (Futurismo en un pueblo). 1914. Acuarela sobre papel. 30.5 x 25.2 cm. Museo Literario Estatal Ruso Vladímir Dahl

*******

LA JAULA FASCISTA Y LA FOBIA DE LAS IZQUIERDAS HACIA LA PLEBE

Hemos desterrado al ámbito de lo inimaginable lo único que nos puede salvar: la soberanía popular, que se sustituye por parte de la izquierda por una concepción de la soberanía antidemocrática y estamental, llamada soberanía global o cogobernanza

Por David Souto Alcalde, 28 ENERO 2023

Gerardo Tecé y Pablo Iglesias

 

El ciclón de las extremas derechas que amenaza con inundar Europa de votos tras la reciente victoria de Giorgia Meloni en ltalia está haciendo que las izquierdas activen una y otra vez las alertas antifascistas. Según el plebéfobo relato oficial, las gentes que antaño votaban a la izquierda se han vuelto de la noche a la mañana racistas, homófobas, supremacistas, e incluso defensoras de una cultura de la violación, y ahora, empujadas por sus instintos más irracionales, apoyan a partidos neofascistas que ponen en riesgo la pervivencia de los “grandes valores europeos” y amenazan con devolvernos a una Europa previa a 1945.

Si bien es cierto que las extremas-derechas presentan características que podríamos definir como fascistas (aunque por motivos diferentes a los publicitados por las izquierdas) no tiene base alguna argumentar que la mayor parte de la gente las vota por su ideología reaccionaria. Es muy posible que esté sucediendo exactamente lo contrario, y que cada vez más ciudadanos depositen en la extrema derecha toda la dosis de escepticismo que supone un voto, por ser esta la única opción que, disfrazándose de conservadora, mantiene a nivel retórico una agenda republicana de mínimos.

Cierto que se trata de un republicanismo grotesco, pues si la extrema derecha de Trump, Meloni u Orban tiene éxito es porque mantiene vivo el espíritu (que no la forma, excepto en casos como el polaco) de la exigua política social que definía al fascismo clásico, pero haciéndola pasar por una política económicamente progresista en el justo momento en que la izquierda ha renunciado a las políticas de redistribución de la riqueza que siempre la caracterizaron y las ha sustituido por leyes de pobres que cronifican la desigualdad (renta mínima, bono único de 200 euros, etcétera). En esta farsa ideológica en la que los papeles parecen invertirse, no es de extrañar que sea la extrema derecha -no ya la derecha liberal- la que diga querer defender las libertades básicas e inalienables de todo individuo, para combatir así el aluvión de políticas punitivistas defendidas por las izquierdas en su nuevo papel de vanguardia revolucionaria (política identitaria de por medio) del capitalismo. Este republicanismo de extrema derecha es trágico porque, presentándose como el único posible, invisibiliza cualquier alternativa a nuestro inquietante presente y convierte lo que antes era reaccionario en una falsa señal de progreso.

Estamos, pues, confinados en una enorme jaula fascista que las estructuras de gobernanza mundial han ido construyendo para impulsar el tránsito de una sociedad neoliberal con apariencia democrática a una sociedad tecnocrática abiertamente autoritaria. En este escenario corremos el riesgo de creer que para huir del fascismo de vanguardia que las izquierdas defienden, debemos atender a los cantos de sirena del fascismo clásico que promueven los viejos carceleros de las derechas extremas. Pero no debemos engañarnos. En ambos casos se destierra al ámbito de lo inimaginable lo único que nos puede salvar, la soberanía popular, que se sustituye por parte de la izquierda por una concepción de la soberanía antidemocrática y estamental, llamada soberanía global o cogobernanza, y por parte de las extremas derechas por una perversa versión de la soberanía nacional. 

En medio de esta lucha de modelos fascistas es de justicia reconocer que el fascismo de vanguardia de las izquierdas, enfrentadas a muerte con la mayoría social a la que debieran representar, supone hoy en día el auténtico peligro social, al apostar por la creación de un hombre nuevo que rompa por completo con el pasado y obedezca a los anhelos de una tecnocracia global posthumana que, no solo anula toda división de poderes, sino que nos lleva, en nuestro contexto de capitalismo verde y digitalización forzada, a una sociedad estamental.

 

«La izquierda ha desaparecido. Luego se sorprenden de que Savater vote a Ayuso»

 

La izquierda hobbessiana

Nos encontramos ante una mutación en toda regla en el genoma de la izquierda, que ha pasado de desconfiar de la naturaleza del poder a sospechar de la naturaleza humana y a considerar que es el poder (principalmente el poder económico de las grandes estructuras de gobernanza mundial) el que tiene que corregir a todos y cada uno de los ciudadanos (sobre todo si son de clase baja, pues serán machistas, homófobos, enemigos del planeta) y disciplinarlos hasta hacer coincidir sus comportamientos con los inalcanzables (e inhumanos, en tanto que asociales) ideales promovidos por la política identitaria y por la ideología posthumana. 

 

Las nuevas izquierdas hobbesianas no solo blanquean este régimen, sino que son la avanzadilla del mismo

 

Esta izquierda hobbesiana, que hace apología por unos derechos formales que siempre han sido territorio del capitalismo y de su hipócrita defensa de la libertad individual (de ahí las monstruosidades contractuales de la política identitaria), sustituye las medidas de redistribución de la riqueza propias de las izquierdas históricas por todo un abanico de nuevos “delitos” (contra el prójimo, contra el planeta, contra los animales) que consideran al ciudadano común, por el mero hecho de existir y poseer una vida humana, como un delincuente al que es necesario someter a un régimen de continua imputación que acaba con sus derechos básicos. En este nuevo mundo orwelliano en el que hasta el habeas corpus parece peligrar, todo mecanismo social –familiar, de pareja, vecinal, etcétera- de solución de conflictos es presentado como señal de un arcaico pasado humano que hay que abandonar para entregar, tanto la autonomía personal como la soberanía popular, a un estado global que la gestione.

Estas políticas pseudo-éticas están normalizando la implantación de grandes reformas de carácter autoritario como el Digital Service Act (ya en vigor en la UE) o el proyecto del Human Rights Act Reform del Parlamento Británico, que defienden la supresión de derechos básicos en nombre de un inefable bien público que, como en todo régimen fascista, será determinado por una élite tecnócrata o, incluso, por grandes corporaciones digitales. Las nuevas izquierdas hobbesianas no solo blanquean este régimen, sino que son la avanzadilla del mismo, como demuestran las políticas impulsadas por socialistas neoliberales como Jacinda Ardern, quien ha aprobado la prohibición total de fumar bajo pena de casi 100.000 euros en Nueva Zelanda.

En este sentido, periodistas como Whitney Webb, Branko Marketic o Glenn Greenwald llevan tiempo alertando de que los EEUU han ya sustituido su genocida guerra global contra el terrorismo islámico por una guerra interna contra los ciudadanos que cuestionen las decisiones gubernamentales o el nuevo orden mundial, quienes son tachados de fascistas o supremacistas. Según este relato inquisitorial que la izquierda española está aceptando colonialmente como propio, no solo son peligrosos agentes de la extrema derecha todos aquellos que reclamen sus derechos (como por ejemplo los camioneros que convocaron en marzo de 2022 una huelga de transportes) sino que cualquier persona -tu pareja, tus hijos, tu vecino, tus padres- es sospechosa de formar parte de una peligrosa quinta columna de neofascistas.

Si, pese a las múltiples evidencias, alguien piensa que exagero, basta con leer la reacción del gurú neo-izquierdista Gerardo Tecé a la victoria electoral de Giorgia Meloni en la revista Ctxt: “Meloni es tu familiar que por WhatssApp envía chistes racistas sin que nadie le llame la atención por no generar un conflicto (…), es el compañero de trabajo que opina en el desayuno que la mujer está yendo demasiado lejos en el asunto de la igualdad (…), es el alumno que puede reventar la clase, insultar al profesor y acosar a sus compañeros sabiendo que la ley le protege, que nadie puede ponerle una mano encima.” En una retórica indudablemente fascista, Tecé no solo convierte en sujeto execrable a cualquier persona próxima a nosotros, sino que miente a sabiendas al decir que no hay protocolos y leyes que protejan a las víctimas de acoso escolar, para así reclamar la necesidad de tomarse la justicia por la mano y partirle la cara al adolescente problemático que, no solo pasa a ser un fascista, sino que encarna a todos los fascistas (cualquiera que disienta) a los que ahora sería necesario y legítimo darles una paliza.

 

*******

Imagen Principal

Punto Crítico

Colección "Partido Embudista"

(La Ley del Embudo)

*******

RELACIONADOS:

ORÍGENES DE LA MASONERÍA EN LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

Podemos de las JONS y el Movimiento Nacional, la «Confluencia» que silencian los medios

PP$OE, la Hidra de cinco cabezas…. de momento

OSSÉ. «Es la hora, y tenemos la edad». La Masonería española, por Benito Pérez Galdós. Cuarenta años viajando y sin movernos de sitio, por AUSAJ

DEL FASCISMO AL POPULISMO EN LA HISTORIA, por Federico Finchelstein

POPULISMO: EL FRENTE DEL HOMBRE CUALQUIERA. // POPULISMO: Análisis Marxista. La conexión con el Liberalismo según Lenin.

POLIBIO DE MEGALÓPOLIS (203 – 120 a. C.). «HISTORIAS». LA ANACICLOSIS: El Ciclo de Degeneración de las Formas de Gobierno, de la Monarquía (Gobierno de uno) a la Oclocracia (populismo o corrupción de la Democracia).

LOS TRAIDORES del NOVENO CÍRCULO del INFIERNO: MERCENARIOS DEL NWO, DESTRUCTORES DE LA IZQUIERDA: La táctica trotskista del Entrismo, por Rolando Astarita

EL BANQUERO ANARQUISTA, por Fernando Pessoa. «¿Para quién quiere el anarquista la libertad? Para la humanidad entera».

 

 


1 Comment

  1. LA IZQUIERDA INEXISTENTE

    No existe -tal como se conoció hasta el inico del Siglo XXI- hoy una Izquierda. Y no ha existido en lo que llevamos de siglo.

    La Izquierda que siempre, pese a las diferencias históricas, e incluso políticas, fue una fuerza popular, opuesta a la fuerza del Mercado. Podría decirse que, de una u otra manera, siempre persiguió una especie de Ley de la Humanidad, frente a la insustancial -pero brutal e insaciable- Ley del Mercado.

    La Izquierda inexistente actual, ha abandonado toda querencia por la Ley Humana para ponerse incondicionalmente al servicio de la Ley del Mercado. De un Mercado que no aspiran ya a limitar, sino todo lo más, a orientar.Una Izquierda inexistente, dispuesta a convertirse en el Capataz del -tendencialmente Totalitario- Mercado.

    De un Mercado, además, con la voluntad, conforme a su «esencia«, de convertirse en Global (regido por el Totalitario Principio de Maximización del Beneficio, el Mercado Global podría, parafraseando a Spinoza, ser expresión del «Conatus» del Mercado).

    Un mundo Global «liberado» del «Demos», Globalmente administrado por las Leyes del Mercado, lo habrá de llevar a efecto (como en buena medida ya hace) de manera necesariamente «descentralizada«. Es decir, de manera que en cada ámbito (material «global» y Territorial determinado), ha de tener Capataces Gobernando al «Demos» en su condición de Siervo. Pero no en el sentido tradicional de «Siervo» de un Señor o Señores, sino concibiendo una Servidumbre sometida a un objeto. Al Oro. Al Dinero.

    Ciudadanos y Siervos del Dinero. Han perdido el Poder de Hacer las Leyes, desconociendo que era esa participación en la «Lucha por el Derecho» lo que los convertía en Ciudadanos. Qué decir de un Ciudadano que desconoce cuales son sus derechos, o no reconoce la ausencia de cauces para lograr hacerlos efectivos.

    Ciudadanos -incluso con formación universitaria- necesitados de Asesores Fiscales que apliquen por ellos las Leyes Tributarias, que desconocen. Olvidamos que la previa conformidad con el impuesto es lo que habilita la acción del Poder Tributario sobre el Ciudadano. No conocer el impuesto y consentir su exacción; que mejor definición de Servidumbre.

    La llamada Izquierda del Siglo XXI, la Izquierda inexistente, aspira a cubrir los puestos de Capataz, sirviendo al Poder Global en la tarea de recaudar, entregar y garantizar el Tributo que -en las más variadas formas, incluso la adquisición por determinada cuantía de bienes inmateriales- ha de pagar al Mercado el «Demos» Neocolonial.

    Lo que, desde la primera Colonización, siempre conocimos como Virreinato. En eso ha degenerado esta Izquierda Inexistente.

Deja tu opinión

Tu dirección de correo no será publicada.


*