‘Los acuchilladores de parqué’ (1875), óleo sobre lienzo de Gustave Caillebotte.
La clase obrera y la clase media tenían una filosofía que le robaba ideas al cinismo, al realismo y al idealismo. Son clases que me vieron nacer y entre las que ha transcurrido toda mi vida, y se diferencian del lumpen, la alta burguesía y la nobleza porque no se ubican en los extremos y son más bien clases intermedias y mediadoras.
El lumpen y la nobleza tienen la misma filosofía de la vida y de la muerte, como bien sabía Pasolini. Los bajos fondos y los altos son vasos comunicantes y ambos son más distantes con sus hijos que la clase obrera y la clase media, y los educan en la dureza. Como para ellos es muy importante el personaje, sin el cual se sienten extremadamente desnudos, sus vidas están llenas de pequeñas mentiras tácticas, con las que van puliendo su figura. La nobleza y el lumpen tienen muy claro que el individuo es una construcción, una suerte de imagen severa que se va esculpiendo día a día. Hablar con ellos es renunciar a la transparencia, pero resulta provechoso si quieres conocer el arte de no nombrar nunca lo real.
De niño viví entre la clase obrera industrial y me impregné sin querer de su filosofía. A las familias obreras que conocí no les gustaba robar y juzgaban con severidad las corrupciones de los alcaldes y los patronos. Cuando se trataba de luchar por condiciones de trabajo dignas, algunos se jugaban la vida. Tenían un claro sentido de la elegancia cuando había que elegir un traje para algún acontecimiento, pero no se les veía demasiado preocupados por el personaje. No iban enfajados a todas partes, no iban amueblados como las señoras de la burguesía, y se permitían libertades con su cuerpo. Georges Simenon llamaba a eso «el espíritu plebeyo» y le gustaba retratarlo en sus novelas.
Impunidad
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El 18 de noviembre de 1976, tras veinticinco horas de debate, en lo que es conocido como el último Pleno de las Cortes franquistas, se dio luz verde a la Ley para la Reforma Política, con el resultado de 425 votos a favor, 59 votos en contra y 13 abstenciones. Torcuato Fernández Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, la consideraba como una forma de avanzar hacia la democracia respetando las leyes vigentes: “de la ley a la ley a través de la ley”. Miguel Primo de Rivera y Urquijo, que abrió el debate invocó “la irrepetible autoridad política de Francisco Franco”, proclamando su “lealtad y devoción personal por él”, así como su “condición joseantoniana”, para pasar a declarar que, con todo, ya era hora de dejar al pueblo español decidir qué autoridad política debía reemplazar al Caudillo. Otro procurador de las Cortes, Ramiro Cercos, criticó este proyecto de ley como “tímido e insuficiente” para “regir en el nuevo orden democrático”, por cuanto hacía referencia explícita a las Leyes Fundamentales, que respondían a fines claramente diferentes de aquellos que presiden los sistemas democráticos. Raimundo Fernández-Cuesta, un viejo líder falangista, señaló que el Estado español fue creado por “la voluntad soberana y la facultad constituyente que le confirió el resultado de la lucha [de la nación española]” y que estaba basado en los Principios Fundamentales que eran, por su propia naturaleza, “permanentes e inalterables”, por lo que aceptar la ley propuesta significaría la anulación de esos principios.
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¿Porqué los nietos de Koldo no podrían ser filántropos?
JUAN MARCH, EL (EXITOSO) KOLDO DE FRANCO
Entre el Lumpen y el Meapilas. Entre la Falange y el OPUS DEI. El esquema del Franquismo, que se reproduce por los Transactos del 78′
El Último Pirata: La Dinastía de Juan March y la Construcción de la España Moderna
Parte I: El Patriarca
La figura de Juan March Ordinas es una de las más complejas y determinantes de la historia española del siglo XX. Su vida, que se extendió desde 1880 hasta 1962, es la crónica de un ascenso meteórico desde unos orígenes relativamente modestos en la Mallorca rural hasta convertirse en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.(1)
Apodado «el Rockefeller de España» o «el último pirata del Mediterráneo«, su trayectoria estuvo marcada por una amoralidad pragmática, una inteligencia financiera superlativa y una capacidad sin parangón para navegar y manipular las turbulentas aguas de la política española e internacional.(1)
Este análisis se adentra en la vida del patriarca, la construcción de su imperio a través del contrabando, el espionaje y la intriga política, y el establecimiento de las bases de una dinastía que perdura hasta nuestros días.
Ques (que fue socio de Joan March en el negocio del contrabando), Jorro, Joan March Monjo.
Tabla 1: Eventos claves en la vida de Juan March Ordinas
Fecha
Evento
1880
Nacimiento en Santa Margalida, Mallorca.(1)
1902
Inicia sus operaciones de contrabando de tabaco desde Argelia. (4)
1906
Adquiere una fábrica de tabaco en Argelia; comienza el contrabando de armas en el Rif (3).
1911
Obtiene el monopolio del tabaco en Marruecos. (3)
1914-1918
Se enriquece masivamente durante la Primera Guerra Mundial, suministrando a ambos bandos (1).
1916
Se casa con Leonor Servera.1 Participa en la creación de la Compañía Trasmediterránea (6).
1923
Es elegido diputado a las Cortes españolas (8).
1926
Funda la Banca March en Palma de Mallorca (1).
1932
Es encarcelado por el gobierno de la Segunda República (11).
1933
Protagoniza una espectacular fuga de la cárcel y huye a Gibraltar (2).
1936
Se convierte en el principal financiador del golpe de Estado militar liderado por Franco, incluyendo el vuelo del Dragon Rapide (1).
1940-1944
Actúa como intermediario clave para el gobierno británico en la «Operación Sobornos» para mantener a España neutral en la Segunda Guerra Mundial (14).
1948
Orquesta la polémica adquisición de la Barcelona Traction, Light, and Power Company (1).
1951
Funda Fuerzas Eléctricas de Cataluña (FECSA) a partir de los activos de la Barcelona Traction (17).
1955
Crea la Fundación Juan March (1).
1962
Fallece en Madrid a consecuencia de las heridas sufridas en un accidente de tráfico (1).
Sección 1: De Santa Margalida al Mediterráneo: El Ascenso de un Contrabandista
1.1. Orígenes y Formación
El famoso traficante de armas JORRO (socio de Joan March) en Marruecos.
La leyenda popular, a menudo fomentada para engrandecer su figura, describe a Juan March como un hombre hecho a sí mismo que surgió de la más absoluta pobreza. La realidad, sin embargo, es más matizada. Nació el 4 de octubre de 1880 en Santa Margalida, Mallorca, en el seno de una familia de campesinos que, lejos de ser indigente, se había labrado una posición respetable como tratantes de ganado porcino (3). Este entorno no le proveyó de una educación formal —fue expulsado de la escuela a temprana edad—, pero sí de una formación práctica inestimable en el mundo del comercio (1). Desde los diez años, trabajando en un comercio local y más tarde en el negocio familiar, aprendió contabilidad y demostró una afinidad natural por las matemáticas y el valor de las transacciones (2).
Su crianza en la Mallorca rural le inculcó la regla de oro de los negocios: «comprar barato y vender caro» (22). Esta educación pragmática, combinada con un carácter descrito como reservado, inteligente y trabajador, sentó las bases de su futuro imperio (20). No partió de la nada, sino de una base de conocimiento comercial y capital familiar que le permitió dar sus primeros pasos como empresario.
Caricatura publicada en la revista «Baleares» en el año 1.918.
1.2. El Nacimiento de un Imperio Ilegal
A los veinte años, la ambición de March ya superaba los límites del comercio tradicional. Sus actividades se diversificaron en tres áreas fundamentales: la continuación del negocio familiar de venta de cerdos, la especulación inmobiliaria —comprando grandes fincas de la aristocracia mallorquina arruinada para luego parcelarlas y venderlas a pequeños agricultores, creando así una legión de propietarios que le debían su sustento— y, de manera crucial, el contrabando (2).
Fue en el contrabando donde March demostró su genio para los negocios. Identificó que el monopolio estatal del tabaco creaba un vasto y lucrativo mercado negro. A partir de 1902, comenzó a importar tabaco de Argelia, estableciendo una flota de faluchos (pequeñas embarcaciones rápidas) que desembarcaban la mercancía ilegal en las costas de la península (4). Los beneficios eran astronómicos y los reinvirtió con celeridad. En 1906, adquirió parte de una fábrica de tabaco en Argelia y expandió sus actividades ilícitas al tráfico de armas en la conflictiva región del Rif marroquí, un negocio aún más peligroso y rentable (3). Su imperio ilegal no se limitaba al tabaco y las armas; pronto incluyó alcohol, cocaína y maquinaria (11). En 1911, su poder era tal que logró hacerse con el monopolio del comercio de tabaco en todo Marruecos, incluido el protectorado español (3).
Su método no era el de un simple pirata, aunque cultivara esa imagen con orgullo (1). Su operación fue descrita como un «contrabando técnico a la moderna«, llevado a cabo por un hombre de «excepcionales condiciones» (24). Esto implicaba una sofisticada red logística, una gestión eficiente y, sobre todo, el uso sistemático del soborno para corromper a funcionarios, jueces y carabineros, asegurando la impunidad de sus operaciones (2). Aprendió muy pronto una lección que aplicaría toda su vida: todo hombre tiene un precio (2).
Entrevista en Gibraltar el 3 de Noviembre de 1933, el dia después de escaparse de la prisión.
1.3. La Guerra con el Estado
El éxito y la escala de las operaciones de March no pasaron desapercibidos. Entre 1921 y 1923, el gobierno español, bajo la dirección del ministro de Hacienda Francesc Cambó, le declaró la guerra. El imperio de contrabando de March le costaba al Estado entre el 20% y el 30% de los ingresos que debería haber recaudado por la venta oficial de tabaco, una sangría insostenible para las arcas públicas(24).
La confrontación que siguió no fue una simple acción policial, sino una verdadera guerra comercial. El Estado actuó como una corporación que intentaba recuperar su cuota de mercado. Aumentó la vigilancia con barcos más rápidos, purgó a algunos agentes corruptos y trató de mejorar la calidad y producción de su propio tabaco para competir con el de March (24). Incluso recurrió a tácticas de dumping, vendiendo tabaco por debajo del coste en Ceuta y Melilla para hacer inviable el negocio de su rival (24). (2)
La respuesta de March fue la de un CEO ágil y sin escrúpulos frente a un competidor burocrático y predecible. Intensificó los sobornos a los carabineros, cambió sus rutas de desembarco a lugares más inaccesibles y, en un golpe de genio, utilizó su naviera, la Compañía Trasmediterránea, para comprar el tabaco barato que el propio Estado vendía con pérdidas en el norte de África y revenderlo con grandes beneficios en la península (24). Simultáneamente, las investigaciones judiciales en su contra, como la relacionada con el presunto asesinato de su exsocio Rafael Garau, se estancaban misteriosamente mientras las pruebas más comprometedoras desaparecían de los juzgados (2).
Con la llegada de la dictadura de Miguel Primo de Rivera en 1923, March volvió a ser un objetivo. El nuevo régimen, en un intento de legitimarse persiguiendo la corrupción, reabrió las investigaciones. March, sintiendo la presión, huyó a Francia en abril de 1924 tras dictarse una orden de arresto (24). Sin embargo, desde el exilio, movilizó su red de contactos y convenció a Primo de Rivera de que sería un aliado mucho más útil que un enemigo. Regresó a España pocos meses después, y los procesos judiciales en su contra fueron archivados definitivamente (24). La guerra de España contra Juan March había terminado con la victoria incontestable del capitalista. Demostró que su empresa privada, eficiente y corrupta, podía derrotar al propio Estado en su terreno. Este episodio consolidó un principio fundamental de su modus operandi: los sistemas políticos y legales no eran marcos dentro de los cuales operar, sino variables a ser gestionadas y manipuladas para obtener una ventaja competitiva.
Sebastià March Estelrich (en el centro), tio de Joan March. Fue el que avaló el comienzo de su imperio.
Sección 2: El Mercader de la Guerra: Negocios y Espionaje en los Conflictos Mundiales
Si el contrabando fue la base de su fortuna, las dos guerras mundiales fueron los catalizadores que la elevaron a una escala global. En estos conflictos, Juan March perfeccionó su arte de operar en las sombras, jugando a múltiples bandas y convirtiendo el caos internacional en una oportunidad de negocio sin precedentes.
Mitin electoral del Partido Radical en el año 31, en Madrid. Alejandro Lerroux y al fondo Joan March.
2.1. La Gran Guerra: Un Capitalista sin Patria
La neutralidad de España durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la convirtió en un hervidero de espionaje y en un mercado crucial para ambos bandos. Para March, esto representó una oportunidad dorada (5). Cuando estalló la guerra, ya era reconocido por las potencias beligerantes como un poder fáctico en el Mediterráneo occidental (5). Su lealtad no estaba con ninguna nación, sino exclusivamente con el beneficio económico, una filosofía que resumía su famosa pregunta: «¿Si se puede ganar dinero de los dos bandos, para qué conformarse solo con uno?» (22).
Puso esta filosofía en práctica con una eficacia asombrosa. Por un lado, suministraba combustible, alimentos y agua a los submarinos alemanes y austrohúngaros, utilizando su isla privada de Cabrera como base de operaciones clandestina (1). Para ello, desarrolló un sistema ingenioso: sus barcos recibían órdenes de seguir rutas deliberadamente peligrosas, donde eran «capturados» por navíos alemanes que se apoderaban de la carga. March podía entonces reclamar la pérdida ante las autoridades mientras se aseguraba de que los suministros llegaran a su destino, despidiendo a cualquier capitán que, por error, completara la ruta sin ser interceptado (27).
Simultáneamente, hacía negocios con los Aliados. Sus barcos transportaban trigo, arroz y harina desde los campos españoles hacia puertos europeos, a menudo declarando en las aduanas productos de libre exportación, como higos secos, para ocultar la carga estratégica que transportaban ilegalmente (5). Además, vendía armas a los rebeldes marroquíes que luchaban contra las fuerzas francesas, aliadas de Gran Bretaña, demostrando una vez más su completa indiferencia por las alianzas políticas (28).La Gran Guerra no solo multiplicó su fortuna, sino que lo transformó de un magnate regional a un actor de peso en la escena internacional, un capitalista sin patria cuyos negocios trascendían fronteras y lealtades.
Operación Sobornos (Bribes). Cómo Winston Churchill y Juan March compraron a los generales de Franco (por Ángel Viñas)
2.2. «Operation Bribes»: El Doble Juego en la Segunda Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial ofreció a March el escenario para su maniobra geopolítica más audaz y lucrativa. Su papel en mantener a España neutral no fue el de un simple agente, sino el de un maestro estratega que monetizó su influencia a una escala asombrosa.
March, un declarado anglófilo, fue reclutado por el gobierno de Winston Churchill en 1940 para una misión de vital importancia: evitar que la España de Franco entrara en la guerra del lado del Eje (1). La operación, conocida internamente como «Operation Bribes» (Operación Sobornos), consistió en canalizar una suma colosal de 10 millones de dólares estadounidenses de la época —una cifra cuyo poder adquisitivo hoy se estima en un mínimo de 450 millones de euros, y que podría alcanzar los 1.500 o 2.000 millones según el método de conversión— para sobornar a generales y altos funcionarios del régimen franquista (14).
March era el intermediario perfecto. Utilizó sus propias cuentas bancarias y una red de testaferros para distribuir los fondos, que los británicos depositaron en dólares en la Swiss Bank Corporation de Nueva York (14). Su implicación fue más allá de la de un mero conducto. Cuando el gobierno de EE. UU., receloso de la operación, congeló temporalmente los fondos, poniendo en peligro toda la trama, March no dudó en adelantar 5 millones de dólares de su propio bolsillo, utilizando cédulas hipotecarias argentinas para mantener el flujo de sobornos. Su audacia fue recompensada con creces: más tarde, el Tesoro británico le compensó con más de 230,000 onzas de oro fino depositadas en el Banco de Inglaterra, un negocio extraordinariamente rentable para él (14).
Sin embargo, fiel a su naturaleza, March no se conformó con un solo bando. Mientras gestionaba la operación de sobornos para los británicos, continuaba haciendo negocios con los nazis. Utilizó sus redes financieras en Portugal para ayudar a Alemania a cambiar el oro expoliado de los bancos centrales europeos por dólares estadounidenses, con los que luego compraban petróleo en el mercado internacional. Por estas operaciones, March se llevaba una comisión del 10% (14).Su doble juego se extendía al tráfico de armas, negociando ventas con Yugoslavia y actuando como intermediario para los británicos en envíos de material militar a Turquía (14).
Este episodio revela la verdadera naturaleza del genio de March. No se trataba de simple espionaje, sino de un sofisticado ejercicio de «arbitraje geopolítico». Se posicionó como el pivote indispensable entre los Aliados, el Eje y el régimen de Franco. Identificó el inmenso valor que para los británicos tenía la neutralidad española y creó un «mercado» para comprar esa neutralidad a los generales de Franco, erigiéndose él mismo en el único corredor de esa bolsa de influencias. No actuó como un agente a sueldo, sino como un banquero de inversión que financiaba y garantizaba una operación política de alto riesgo a cambio de un rendimiento extraordinario. Fue en este periodo, manejando flujos de capital opacos y beneficios incalculables, cuando probablemente acuñó su famosa frase: «Soy tan rico, que ni yo mismo sé lo rico que soy» (1).
Juan March (2º izquierda) en su candidatura a las elecciones de 1923. (Revista Baleares)
Sección 3: «O la República acaba con March, o March acaba con la República»
La relación de Juan March con la Segunda República Española (1931-1939) fue una batalla a muerte. Lo que comenzó como un choque entre un nuevo régimen que buscaba la regeneración y un hombre que encarnaba la corrupción del viejo orden, se transformó en una vendetta personal que tendría consecuencias devastadoras para España.
El Diputado Juan March Ordinas a la entrada del Congreso para prestar declaración en 1931.
3.1. El Choque con la República
Con la proclamación de la República en 1931, Juan March se convirtió en un objetivo prioritario. Para los nuevos líderes republicanos y socialistas, como el ministro de Hacienda Jaime Carner, March era el símbolo de todo lo que querían erradicar: la corrupción, el poder oligárquico y el desprecio por la ley (30). La persecución de March se convirtió en un acto simbólico, una demostración de que la nueva España no toleraría a figuras como él (30). La disyuntiva fue planteada de forma lapidaria por el propio Carner: «O la República acaba con March, o March acaba con la República» (11).
March, por su parte, intentó protegerse obteniendo un escaño de diputado en las elecciones de 1931, buscando la inmunidad parlamentaria que ello conllevaba (2). Sin embargo, el gobierno republicano-socialista estaba decidido. El ministro Indalecio Prieto anuló su monopolio tabaquero en Ceuta y Melilla y, en junio de 1932, March fue arrestado y encarcelado en la Cárcel Modelo de Madrid por actividades ilegales y irregularidades financieras (1).
Para March, el encarcelamiento fue más que una amenaza para su imperio; fue una humillación personal intolerable. Su oposición al régimen, que hasta entonces había sido puramente pragmática —había financiado a partidos de todo el espectro ideológico, incluidos los socialistas, cuando le convenía—, se convirtió en un odio visceral y en un deseo de venganza (2).
Joan March Monjo de visita a Joan March Ordinas en la prisión de Alcalà de Henares.
3.2. La Fuga y la Venganza
Tras pasar 17 meses en prisión, desde donde continuó dirigiendo sus negocios y conspirando contra sus enemigos, March protagonizó una fuga de película en noviembre de 1933. Sobornó a un funcionario de prisiones, salió tranquilamente por la puerta principal de la cárcel de Alcalá de Henares, se subió a un Rolls Royce que le esperaba y puso rumbo a Gibraltar, desde donde viajó a París (2).
Desde su exilio dorado, March desató toda su furia y su inmensa fortuna contra la República. Se convirtió en el arquitecto financiero de la conspiración militar que desembocaría en la Guerra Civil. Su papel no fue el de un simple patrocinador, sino el del inversor principal y garante de una operación que, sin su respaldo, muy probablemente habría fracasado. Como señaló uno de sus biógrafos, «sin Juan March, no hubiera existido el golpe de Estado de Franco en 1936» (13).
Sus acciones pueden ser analizadas como una «opa hostil» contra el Estado. Proporcionó el capital semilla para la operación, financiando personalmente el alquiler del avión Dragon Rapide que trasladó al general Franco desde las Islas Canarias a Marruecos para ponerse al frente del Ejército de África, el núcleo de la sublevación (1). Aseguró la financiación puente, entregando 600 millones de pesetas al general Mola y garantizando el futuro económico de las familias de los generales conspiradores en caso de que el golpe fracasara (13). Controló la cadena de suministro, negociando con la petrolera estadounidense Texaco para asegurar el abastecimiento de combustible a las tropas sublevadas, mientras se cortaba el suministro a la República (11).Además, financió el primer puente aéreo militar de la historia, que transportó a las tropas de élite desde África a la península en aviones Junkers alemanes, un movimiento logístico que fue decisivo en los primeros compases de la guerra (11).
Su guerra no fue solo militar y financiera. Desplegó una masiva campaña de propaganda en el extranjero, especialmente en Francia, donde gastó más de 500 millones de pesetas en comprar medios y periodistas para exagerar las atrocidades del bando republicano y silenciar las del bando franquista (9). Juan March cumplió la profecía de Carner: la República no acabó con él, y él, con su dinero y su sed de venganza, fue el instrumento indispensable que permitió a los militares acabar con la República.
Parte II: El Imperio
Una vez asegurada la victoria del bando que había financiado, Juan March se dedicó a la tarea de consolidar y legitimar su vasta fortuna. La segunda mitad de su vida fue una transición del poder personal y opaco del contrabandista al poder institucional y perdurable del banquero y el industrial. Creó las estructuras corporativas que no solo le sobrevivieron, sino que se convirtieron en los pilares de uno de los grupos empresariales más importantes de la España contemporánea.
Juan March Ordinas bajando de un buque de la Compañía Trasmediterránea.
Sección 4: La Legitimación del Capital: Banca March y la Compañía Trasmediterránea
Los cimientos del imperio legítimo de March se asentaron sobre dos pilares estratégicos: un brazo financiero para movilizar su capital y un brazo logístico para dominar las rutas marítimas.
25 aniversario de la Banca March (1951).
4.1. Banca March (1926): El Brazo Financiero
Juan March fundó la Banca March en su Palma de Mallorca natal en 1926.1 En sus inicios, el banco tenía un propósito fundamental: servir como el motor financiero para el resto de sus actividades empresariales, tanto las legales como las ilícitas (6). Fue un movimiento maestro de integración vertical y blanqueo de capital. La creación de una entidad bancaria propia le proporcionó una fachada de respetabilidad y, lo que es más importante, una herramienta para internalizar y ocultar los flujos de capital de su red de contrabando y especulación.
El banco se convirtió en la tesorería central de su imperio. Le permitió mover dinero con una agilidad y opacidad que de otro modo habrían sido imposibles, financiando desde la compra de fincas hasta el avituallamiento de submarinos. Con el tiempo, la Banca March se expandiría más allá de su función original. A partir de 1974, inició su expansión en la península ibérica, y en 1989, en las Islas Canarias, transformándose progresivamente de un banco personal a una entidad con vocación nacional (10). Fue el instrumento clave que inició el largo proceso de convertir una fortuna sombría y personal en un grupo financiero formal, estructurado y, sobre todo, heredable.
Motonau JUAN MARCH, ferry de la Compañía Trasmediterránea
4.2. Compañía Trasmediterránea (1916): El Dominio del Mar
El control de las rutas marítimas era esencial para un hombre cuyos negocios dependían del movimiento de mercancías a través del Mediterráneo. Aunque algunas fuentes populares le atribuyen la fundación de la Compañía Trasmediterránea en 1916, la realidad histórica es más compleja y reveladora de su modus operandi (6).
La compañía se constituyó formalmente el 25 de noviembre de 1916, como resultado de la fusión de cuatro navieras ya existentes: la Compañía Valenciana de Vapores Correos de África, Ferrer Peset Hermanos, la Línea de Vapores Tintoré y la Sociedad Navegación e Industria (34). El papel de March no fue el de un fundador público, sino el de un poder en la sombra, un accionista principal que movía los hilos desde bastidores.
Este enfoque ilustra un principio clave de su estrategia: el control efectivo era más importante que la propiedad nominal. No necesitaba que su nombre figurara en el acta de constitución para que la compañía sirviera a sus intereses. De hecho, utilizó los barcos de Trasmediterránea como si fueran suyos, como demostró al emplearlos en su astuta maniobra para comprar el tabaco barato del gobierno en Ceuta y Melilla y revenderlo en la península (24). La compañía, que además obtuvo importantes concesiones estatales para rutas clave, incluido el transporte de tropas y víveres para el ejército, se convirtió en una herramienta fundamental para sus negocios, tanto legales como ilegales (22). Este patrón de ejercer un control férreo sin necesidad de una titularidad formal se repetiría a lo largo de su carrera, alcanzando su máxima expresión en la operación de la Barcelona Traction.
Sección 5: El Botín de la Victoria: Negocios Bajo el Franquismo
La victoria de Franco en la Guerra Civil catapultó a Juan March a una posición de poder e influencia sin precedentes. Sin embargo, su relación con el nuevo régimen fue cualquier cosa menos una alianza armoniosa. Fue un «matrimonio de conveniencia» plagado de tensiones, desconfianzas y maniobras por ambas partes, en el que March continuó aplicando su pragmatismo sin escrúpulos para expandir su imperio (16).
Un documento publicado por los Archivos Nacionales del Reino Unido, que muestra los nombres de los generales que fueron sobornados y las cantidades recibidas.
5.1. Un Matrimonio de Conveniencia
March había sido el banquero de la rebelión y esperaba un retorno de su inversión. Franco, por su parte, recompensó a su principal financiador, pero a medida que consolidaba su poder, se sentía cada vez más irritado por las deudas contraídas y por la insaciable ambición de March de monopolizar el comercio exterior de España, lo que amenazaba la estabilidad de las finanzas del Estado (16).
Esto llevó a frecuentes enfrentamientos con figuras poderosas del régimen, como el ministro falangista de Industria y Comercio, Demetrio Carceller, quien era a su vez un competidor directo en los lucrativos negocios del mercado negro (16). La tensión llegó a tal punto que March temió por su vida, creyendo que Franco había expresado su deseo de matarlo, lo que le llevó a huir temporalmente a Portugal y, finalmente, a fijar su residencia legal en Ginebra (Suiza) (16).
Fiel a su estrategia de no poner todos los huevos en la misma cesta, March nunca fue un creyente ciego en el franquismo. Trató al régimen como a cualquier otra entidad: un instrumento útil, pero también un riesgo que debía ser gestionado. Su pragmatismo lo llevó a financiar a la oposición monárquica al régimen. Durante la Segunda Guerra Mundial, apoyó a Don Juan de Borbón, el pretendiente al trono, con al menos un millón de francos suizos, convencido de que una monarquía parlamentaria sería, a largo plazo, un entorno más estable y favorable para sus intereses (16). Esta maniobra no era un acto de fe democrática, sino una cobertura estratégica, una inversión en una alternativa política por si el «activo Franco» se depreciaba. Solo en 1946, cuando quedó claro que las potencias aliadas no iban a derrocar a Franco, March retiró su apoyo financiero a los monárquicos (16). La relación fue, hasta el final, puramente transaccional.
Joan March Servera (hijo de Joan March) acompañando a Franco durante la visita a FECSA, que fue considerada como el mayor acto de piratería financiera.
5.2. Case Study: The «Barcelona Traction» Heist and the Birth of FECSA
La operación más notoria y lucrativa de March durante el franquismo fue la adquisición de la Barcelona Traction, Light, and Power Company (BTLP) en 1948, un episodio que ejemplifica a la perfección su capacidad para transformar el poder político en riqueza tangible (1).
La BTLP, conocida popularmente como «La Canadiense» por su origen, era una empresa de capital mayoritariamente belga y la tercera empresa más grande de España, controlando una parte sustancial del mercado eléctrico catalán (1). March vio una oportunidad en las dificultades financieras de la compañía tras la guerra y en el ambiente de nacionalismo económico autárquico que promovía el régimen.
El proceso fue una obra maestra de la manipulación legal y financiera. March se convirtió en el principal acreedor de la compañía al adquirir sus obligaciones en el mercado. Luego, a través de sus asociados, instó a un juzgado de Reus —cuyo juez se presume fue sobornado— a declarar la quiebra de la empresa por el impago de unos intereses de las obligaciones (16). La sentencia fue desproporcionada y controvertida, pero contó con el beneplácito del régimen. March enmarcó la operación como un acto patriótico, rescatando un activo estratégico español de manos extranjeras, una narrativa que Franco estaba encantado de respaldar (16).
En la subasta posterior, una empresa creada por March para la ocasión, Fuerzas Eléctricas de Cataluña, S.A. (FECSA), fue la única licitadora y se hizo con los activos de la Barcelona Traction por una fracción de su valor real (16). En 1951, FECSA fue formalmente constituida, consolidando un monopolio eléctrico en Cataluña y convirtiéndose en una de las joyas de la corona del imperio industrial de March (17).
Este caso es el ejemplo más claro de la cleptocracia del régimen franquista y de la alquimia de March. Utilizó su activo más valioso —su influencia política— para orquestar una expropiación con cobertura legal. El Estado le proporcionó el marco jurídico y él aportó la ingeniería financiera. Fue el momento en que el dinero manchado de la Guerra Civil y los beneficios opacos del contrabando se transmutaron en un monopolio de servicios públicos, sancionado por el Estado y generador de ingresos estables. Esta única transacción no solo blanqueó una parte significativa de su fortuna, sino que aseguró la dominación económica de su familia para las generaciones venideras.
Juan March en 1957, fotografía tomada en el aeropuerto de Barcelona, acompañan a Juan March el Ministro de Industria Joaquín Planell y el Jefe de policía de Barcelona.
Sección 6: La Corporación: El Legado Empresarial Hoy
El imperio que Juan March construyó a través de la astucia, la corrupción y una visión financiera sin igual no se desvaneció con su muerte. Se transformó en un conglomerado empresarial moderno, profesionalizado y diversificado, cuyas dos piezas centrales, la Banca March y la Corporación Financiera Alba, continúan siendo pilares de la economía española y el vehículo para la perpetuación de la fortuna familiar.
Francisco Franco (centro) visitando la sede de Fecsa, empresa propiedad del banquero Juan March.
6.1. Banca March: La Fortaleza de la Solvencia
Hoy en día, la Banca March se enorgullece de ser la única entidad bancaria de España que es 100% de propiedad familiar, un hecho que subraya su independencia y su visión a largo plazo.10 Su estrategia actual se ha alejado de la banca comercial masiva para centrarse en segmentos de alto valor: banca privada, gestión de patrimonios (wealth management) y asesoramiento a empresas, con un enfoque particular en las empresas familiares (39).
El banco ha convertido la prudencia y la solidez en su principal seña de identidad, una herencia directa, aunque convenientemente higienizada, del enfoque calculado y adverso al riesgo innecesario de su fundador. Esta reputación se sustenta en datos contundentes: consistentemente presenta el ratio de solvencia más alto de la banca española (con un CET 1 del 22.21% a finales de 2024) y uno de los ratios de morosidad más bajos del sector (1.4% en la misma fecha) (40). La agencia de calificación Moody’s le otorga a sus depósitos a largo plazo un rating A2, una calificación superior a la del propio Reino de España, lo que subraya su excepcional fortaleza financiera (40).
En la era digital, la entidad está realizando una fuerte inversión en tecnología, implementando una estrategia omnicanal que permite a los clientes interactuar a través de la vía que prefieran, con su plataforma de inversión Avantio como una de las principales palancas de crecimiento (40). La Banca March de hoy utiliza la reputación de estabilidad, forjada sobre la base de un capital acumulado durante décadas, para atraer a clientes de alto patrimonio y empresas familiares, ofreciéndoles la misma seguridad y visión a largo plazo que en su día fueron el dominio exclusivo de la propia familia March.
6.2. Corporación Financiera Alba: El Tesoro Familiar
Fundada en 1986, la Corporación Financiera Alba es el principal holding de inversión de la familia March y el depositario de su vasta fortuna (42). Con la Banca March como su principal accionista, Alba funciona como el brazo inversor de la familia, gestionando una cartera diversificada de participaciones significativas, aunque generalmente minoritarias, en grandes empresas de múltiples sectores (10).
Alba representa la evolución final del imperio de Juan March. Es la institucionalización de su filosofía de diversificación, diseñada para preservar y hacer crecer el capital a lo largo de las generaciones. Al repartir el riesgo en una amplia gama de industrias —desde el acero y la energía hasta la alimentación, la tecnología y el ocio—, la corporación asegura una estabilidad que la protege de los vaivenes de cualquier sector individual. Es, en esencia, el tesoro familiar, gestionado de forma profesional con los mismos objetivos de preservación del patrimonio y crecimiento sostenido que han definido a la dinastía desde sus inicios.
Sede de la Banca March en Palma
Tabla 2: Corporación Financiera Alba – Key Portfolio Holdings (2023-2024)
La siguiente tabla ofrece una visión del alcance y la diversificación del poder económico del Grupo March a través de las principales participaciones de su holding, Corporación Financiera Alba.
Empresa
Sector
Participación (%)
Empresas Cotizadas
Acerinox
Acero Inoxidable
~19.3%
Naturgy
Energía
~5.4%
Viscofan
Envolturas para la Industria Cárnica
~14.3%
Ebro Foods
Alimentación (Arroz y Pasta)
~14.5%
CIE Automotive
Componentes de Automoción
~13.7%
Global Dominion
Servicios y Tecnología
~5.6%
Technoprobe
Tecnología (Semiconductores)
~5.9%
Befesa
Reciclaje Industrial
~10.0%
Grupo Colonial
Inmobiliario (Oficinas Prime)
~5.0%
Empresas No Cotizadas
Parques Reunidos
Ocio (Parques Temáticos)
~25.0%
Verisure
Seguridad
~6.3%
Atlantic Aviation
Servicios Aeroportuarios
~10.5%
ERM
Consultoría Medioambiental
~13.7%
Fuente: Datos recopilados de informes de la compañía y fuentes financieras para los años 2023-2024.45
Corporación Alba: Diversificación e inversiones
Parte III: La Dinastía
Juan March y Carlos March
El legado de Juan March Ordinas no es solo un imperio empresarial, sino también una dinastía familiar que ha sabido gestionar la transición del poder y la riqueza a lo largo de cuatro generaciones. Esta parte final examina la sucesión, los diferentes roles asumidos por sus descendientes y el papel crucial de la filantropía en la remodelación de la imagen pública de la familia, asegurando su perdurabilidad en la España democrática.
Joan March Ordinas, nacido en Mallorca, es el fundador de una dinastía familiar de inmensas riquezas, la mayor parte de las cuales adquirió por medios por los que probablemente acabaríamos en prisión. Tuvo dos hijos supervivientes: Juan March Servera y Bartolomé March Servera. María del Carmen Delgado y Roses se casó con el hijo mayor en 1934, convirtiéndose así en la nuera de March Ordinas. Gracias a su astucia y gran ambición, Carmen Delgado logró gobernar la dinastía como matriarca de la familia, tras el fallecimiento de Joan March (padre) y Juan March (hijo), en 1962 y 1973, respectivamente. Se dice que gestionó la fortuna familiar de forma discreta, aunque con mano de hierro. A Doña Delgado le sobreviven cinco hijos y 14 nietos. IMAGEN: Doña Delgado casándose en 1934
Sección 7: La Sucesión: Los Hijos de March
Juan March y su esposa, Leonor Servera Melis (1887-1957), tuvieron dos hijos, Juan y Bartolomé (1). Sus trayectorias radicalmente diferentes representan una división estratégica, quizás no del todo consciente, del legado familiar, separando el poder «duro» del económico y el poder «blando» del cultural.
Juan March Delgado, su hermano Carlos y el hijo de éste último, Juan March de la Lastra
7.1. Juan March Servera (1906-1973): El Heredero del Negocio
El primogénito, Juan March Servera, fue el heredero designado para continuar con el imperio financiero e industrial de la familia (18). Asumió la dirección de los negocios y, tras la muerte de su padre en 1962, se convirtió en el segundo presidente de la Fundación Juan March, cargo que ocupó hasta su propio fallecimiento en 1973 (18). Su papel fue el de la continuidad y la consolidación. Fue el encargado de pilotar las empresas familiares durante los últimos años del franquismo, gestionando la transición de un imperio forjado por la personalidad avasalladora de su padre a un grupo corporativo más estructurado y convencional, preparando el terreno para la siguiente generación.
7.2. Bartolomé March Servera (1917-1998): El Mecenas del Arte
El segundo hijo, Bartolomé, tomó un camino completamente distinto. Marginado, según algunos informes, por su propio padre, nunca participó en las actividades empresariales de la familia.49 En su lugar, dedicó su vida a su verdadera pasión: el coleccionismo. Se convirtió en un bibliófilo de fama mundial y en un exquisito coleccionista de arte, manuscritos y piezas arqueológicas (49).
Bartolomé no se limitó a acumular tesoros; también los compartió. En 1975, constituyó su propia fundación, la Fundación Bartolomé March, para albergar sus colecciones (49). Esta fundación gestiona el Palau March en Palma, con su extraordinaria biblioteca, y la espectacular finca «Sa Torre Cega» en Cala Ratjada, cuyos jardines albergan una impresionante colección de escultura contemporánea (49).
La divergencia entre los dos hermanos fue fundamental para el futuro de la dinastía. Mientras Juan Jr. gestionaba el poder económico, la base de la influencia de la familia, Bartolomé cultivaba el poder cultural. Su labor como mecenas inició el largo proceso de disociar el apellido March del contrabando y la intriga política, y asociarlo con la alta cultura, el refinamiento y la filantropía. Proporcionó una contranarrativa sofisticada y respetable a la historia de su padre, sentando las bases para el blanqueo reputacional de la familia.
Joan March y su mujer Leonor Servera en la boda de su nieto.
Tabla 3: The March Family Dynasty
Generación
Miembros Clave
Primera Generación
Juan March Ordinas (1880-1962) casado con Leonor Servera Melis (1887-1957)
Segunda Generación
Hijos: – Juan March Servera (1906-1973), casado con Carmen Delgado Roses. – Bartolomé March Servera (1917-1998), casado con María Cencillo y González Campo.
Tercera Generación
Hijos de Juan March Servera: – Juan March Delgado (n. 1940), Presidente de la Fundación Juan March. – Carlos March Delgado (n. 1945), Expresidente de Banca March, Presidente de Corporación Financiera Alba. – Gloria March Delgado. – Leonor March Delgado.
Cuarta Generación
Hijo de Carlos March Delgado: – Juan March de la Lastra, actual Presidente de Banca March.
Fuente: Datos recopilados de diversas fuentes biográficas y corporativas (1).
Juan March y su esposa en 1945, presidiendo junto con el Gobernador y el Obispo el acto de colocación de la primera piedra del Hospital de Caubet. (Colección Can Verga).
Sección 8: La Cuarta Generación: Los Hermanos March Delgado y la Modernización
La tercera generación, encarnada por los hermanos Juan y Carlos March Delgado (hijos de Juan March Servera), asumió el liderazgo en un momento crucial de la historia de España. Su principal tarea fue la de profesionalizar y modernizar el imperio familiar, adaptándolo a la nueva realidad de una España democrática e integrada en Europa.
Carlos March Delgado presidió la Banca March durante 41 años, hasta 2015, cuando cedió el testigo a su propio hijo, Juan March de la Lastra, asegurando la transición a la cuarta generación (52). Juan March Delgado, por su parte, asumió la presidencia de la Fundación Juan March, continuando la labor filantrópica de la familia (18). Juntos, como principales accionistas de Banca March y Corporación Financiera Alba, han supervisado la transformación del grupo en un conglomerado financiero moderno y globalizado, manteniendo siempre los principios de solvencia y visión a largo plazo heredados de su abuelo (53). Bajo su liderazgo, la fortuna familiar no solo se ha preservado, sino que ha seguido creciendo, situándolos de forma consistente entre las personas más ricas de España (55).
Sección 9: El Legado de la Filantropía: Las Fundaciones March
Si la Banca March y la Corporación Alba son el legado económico de la dinastía, las fundaciones son su legado social y, quizás, su maniobra estratégica más brillante y duradera.
Juan March por Ignacio Zuloaga
9.1. La Fundación Juan March (1955): La Creación de un Legado Cultural
Juan March creó su fundación homónima en 1955, en los últimos años de su vida y del apogeo de la dictadura franquista (1). Las motivaciones fueron múltiples. Sin duda, existía un deseo de emular a los grandes filántropos anglosajones como Rockefeller o Carnegie, pero también fue una jugada maestra para perpetuar su nombre, blanquear su controvertida imagen y obtener beneficios fiscales (1).
La fundación nació con una dotación económica comparable a la de la Fundación Nobel, en un momento en que España era un páramo cultural, sin un Ministerio de Cultura y con escasas instituciones de apoyo a las artes y las ciencias (32). En sus primeros veinte años, se dedicó a conceder becas y ayudas a la investigación, financiando a toda una generación de artistas, compositores y científicos españoles (58).
En 1975, coincidiendo con la Transición española a la democracia, la fundación experimentó su propia transición. Dejó de ser una entidad que financiaba a terceros para convertirse en una «fundación operativa», que organiza sus propias actividades culturales, de acceso siempre libre y gratuito, en sus propias sedes (58). Desde entonces, su impacto en la vida cultural española ha sido inmenso. Ha sido una institución pionera en la introducción del arte moderno y de vanguardia, ha mantenido una programación ininterrumpida de conciertos de música de cámara y ha organizado miles de conferencias sobre todos los ámbitos del saber (59). Además, gestiona dos museos de referencia: el Museo de Arte Abstracto Español en Cuenca y el Museu Fundación Juan March en Palma (57).
La Fundación Juan March es mucho más que un acto de filantropía. Es el cemento dinástico y el seguro reputacional de la familia. Proporciona una causa noble y compartida que une a las distintas generaciones y legitima su inmensa riqueza ante la sociedad. Ha logrado la transformación definitiva del apellido March: de sinónimo de contrabando y corrupción a sinónimo de alta cultura y mecenazgo. En un giro final de la historia, la creación de un legado cultural positivo puede considerarse la operación empresarial más exitosa y perdurable del último pirata del Mediterráneo.
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