Isaac Newton, el alquimista que caminó sobre los hombros de gigantes

Newton, el hombre (vida y perfil)

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La Vida Oculta de Sir Isaac Newton

«Newton… último de los magos… la última de las grandes mentes que contempló el mundo visible e intelectual con los mismos ojos de aquellos que empezaron a construir nuestro conocimiento hace casi diez mil años… porque contemplaba el universo… como un enigma, como un secreto que podía leerse aplicando el pensamiento puro… a ciertos indicios místicos que Dios había diseminado por el mundo para permitir una especie de búsqueda del tesoro filosófico».

John Maynard Keynes

Por Alejandro Polanco Masa
Tecnología Obsoleta, 18 agosto de 2005
 

Trasiego de papeles

A la muerte de Sir Isaac Newton, en 1727, todos sus documentos fueron heredados por su sobrina Catherine Barton, varios miles de papeles que encerraban todo el mundo interior de uno de los mayores genios de la humanidad. Actualmente considerado padre de la investigación científica racional es normal pensar que la mayor parte de esos escritos versan sobre cuestiones físicas o matemáticas. Pero, sorpresa, solamente una pequeña parte tratan de ciencia, tratando el resto de este legado asuntos como la alquimia, las profecías bíblicas y otros muchos asuntos teológicos. La mayor parte de estos trabajos nunca se vieron publicados ni en vida de Newton, ni tras su muerte y esperan aun un análisis en profundidad. Muchos fueron escritos solamente para estudio personal, ya que su publicación hubiera condenado sin duda a su autor por hereje, con temas tan delicados como la búsqueda de la piedra filosofal, las interpretaciones del Apocalipsis o la negación de la trinidad, llegando a identificar a la Iglesia católica con la Bestia del Apocalipsis. En los años posteriores a su muerte se publicaron las partes consideradas útiles y el resto, la mayor parte de los documentos, fueron olvidados ya que se consideró que podrían manchar el buen nombre y la fama intachable del gran sabio. La Universidad de Cambridge se quedó con los papeles científicos en 1872, el resto lo subastó Sotheby´s, sin mucha publicidad ni interés en 1936, quedando desperdigado por el mundo. Gran parte de estos escritos malditos los adquirió en esta subasta el gran economista John Maynard Keynes, quien tras estudiarlos los donó al Kings College de Cambridge, universidad a la que perteneció Isaac Newton. Multitud de otros manuscritos se encuentran en diferentes bibliotecas de Inglaterra y Estados Unidos, y los de temática teológica, muy denostados, se localizan principalmente en Israel, ya que fueron adquiridos por el erudito A.S. Yahuda quien los cedió, tras el rechazo a hacerse cargo de ellos de varias universidades norteamericanas,a la Universidad de Jerusalén. A pesar de que es ahora cuando comienza e investigarse seriamente este legado ya nos podemos hacer una nueva idea de quién fue realmente Newton, un heterodoxo, bastante alejado de la visión racionalista idílica que nos dibujaron sus biógrafos y científicos de siglos pasados, sobre todo del XVIII.


Newton, hombre de Ciencia

Desde el siglo XVIII se toma a Newton como a un padre para la ciencia moderna y como apóstol del método científico y a pesar de que sus descubrimientos en los campos de la mecánica y la óptica, la llamada física clásica determinista, han sido superados en el siglo XX con Einstein, Planck y toda la física cuántica no determinista, se le sigue considerando la mente científica mas portentosa de todos los tiempos. Y no es para menos. Lector compulsivo, inconformista total, buscador de la verdad en sus últimas manifestaciones, aprendió a aprender sin necesidad de maestros, preguntándole a la naturaleza. El periodo de 1664 a 1667, considerado por el propio Newton como anni mirabiles, es pródigo en descubrimientos trascendentales: el cálculo diferencial e integral, las primeras leyes de la óptica, el descubrimiento de las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos y la gravedad. Por estímulo de Edmund Halley redactó entre 1685 y 1687 la que es considerada la mayor obra científica de la historia, la síntesis en la que expone, entre otros hallazgos, la teoría de la gravitación universal. Es el libro llamado Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, eje central de la física desde su publicación. Uno de los grandes enigmas en la vida de Newton es el porqué esperó casi veinte años entre su descubrimiento de las leyes que rigen la gravitación y la publicación de las mismas en los Principia. El análisis de sus manuscritos parece indicar que durante ese gran espacio de tiempo se centró en los estudios de la alquimia y la teología, manteniendo en un segundo orden los asuntos de la ciencia física.

Newton alquimista

La dedicación al estudio de la alquimia y a la teología ya no pueden tenerse hoy día como algo menor, o la otra cara de la vida de Newton. El estudio de sus manuscritos nos revela que el verdadero Newton es el alquimista y teólogo ya que de estas disciplinas nacieron los métodos y motivaciones que luego utilizó para producir los Principia. Newton dedicó grandes esfuerzos a la alquimia, como medio para entender y explorar el mundo natural y descubrir los entresijos del proyecto cósmico divino dejado por Dios y como llave para unir ciencia y religión. Esta inclinación por la alquimia formaba parte de la convicción de Newton de la existencia de un plan maestro en la naturaleza, pensando que la vía alquímica defendida por los rosacruces podía conducirle a desvelarlo, utilizó para ello muchos de los conceptos del Themis Aurea del adepto rosacruz Michael Mayar. El mismo copió personalmente multitud de textos alquímicos antiguos, entre los que destaca el Theatrum Chemicum Britannicum de Ashmole y el ideario hermético John Dee. En los manuscritos guardados en el Museo Británico se puede ver que la dedicación de Newton a la alquimia fue muy grande, muy poco compatible con lo que hoy día llamamos ciencia. Su propio descubrimiento de la fuerza de la gravedad no constituía para el una explicación final, buscaba mas allá, siempre mas allá, causas y efectos, y por eso no se conformaba con una sola vía de investigación. Por medio de la alquimia buscaba la iluminación para descubrir las fuerzas que gobiernan a todos los cuerpos, mayores y menores. Newton estaba seguro de que Dios había guardado la llave de la sabiduría que da a conocer los secretos de la naturaleza en textos antiguos, pero ese conocimiento se había perdido con el paso de los milenios guardandose solo rastros y restos en las tradiciones y mitos del pasado. Era pues necesario buscar los mensajes y sabidurías ocultas. Su método para volver a recuperar el antiguo saber perdido se basaba en la experimentación y a la vez en el análisis de textos de la antigüedad, tanto alquímicos como teológicos. Al menos desde 1675, toda la investigación de Isaac Newton se basó en un esfuerzo por integrar el conocimiento alquímico en la filosofía mecanicista. De sus papeles personales se desprende que tuvo su propio atanor, en el que trabajaba con asiduidad e incluso practicaba ritos propiciatorios en los equinoccios y los solsticios.

Newton teólogo

Newton no era sino un hombre de su tiempo, estudiaba la naturaleza muchas veces a través de los ojos de la religiosidad, identificando Dios y naturaleza. Para el la verdadera religión se encontraba corrompida por el tiempo y los hombres y solo podía volver a encontrarse explorando el mundo de la antigüedad, incluyendo en esta búsqueda de la fe original las investigaciones de la naturaleza. Tenía acceso a la biblioteca privada de Isaac Barlow, su predecesor en la Cátedra Lucasian, y a todas las bibliotecas de la Universidad de Cambridge, que contenían gran número de libros de ciencia. Puede ser este el motivo de que la biblioteca privada de Newton estuviera centrada en libros no científicos. De el total de volúmenes de esta biblioteca personal, solamente el treinta y uno por ciento son libros de ciencia, siendo el resto volúmenes de teología, veintisiete por ciento o literatura, ocho por ciento, y ciento treinta y ocho libros exclusivamente sobre alquimia, contados dentro del grupo de libros científicos. En un texto inédito, Theologiae gentilis origines philosophicae, expresa Newton los rasgos principales de esa fe original en la que el creía. Afirma que en la antigüedad todos los pueblos adoraron a doce dioses bajo diferentes nombres, identificados con elementos, planetas o antepasados, siendo realmente los descendientes de Noé divinizados. La fe inicial en un solo Dios creador había sido corrompida pues por la tendencia a la idolatría de los hombres. Newton consideraba al pueblo hebreo como al elegido por la divinidad para volver al monoteísmo, enviando a Moisés. Pero volviendo a caer de nuevo en la idolatría fue necesario un nuevo enviado, Jesucristo, que para él no era consustancial con Dios. Así, el estudio de los documentos escritos dejados por las antiguas culturas serviría para definir la fe original y restaurarla. Solamente un hombre con unas cualidades especiales, un elegido, podría ser capaz de desentrañar los mensajes que Dios había dejado encriptados en los textos sagrados antiguos, en el lenguaje de los profetas, y Newton se sentía seguro de ser ese hombre. Su estudio favorito se centró en los libros de Daniel, en el Antiguo Testamento, y en el Apocalipsis, del Nuevo Testamento, aunque prácticamente analizó, casi desmenuzó, filológica e históricamente todos los textos sagrados que pudo encontrar, ya fueran hebreos, egipcios o babilonios. Como base para sus estudios teológicos buscó la exactitud de las fechas y los textos originales, analizando largas cronologías y comparando diferentes escritos en griego, latín o diferentes escrituras de la antigüedad. Newton afirma que la Biblia es la fuente documental más antigua y fiel que tenemos, a pesar de las muchas corrupciones que el tiempo y los hombres han introducido en ella. Con todos estos análisis estaba seguro de descubrir el secreto plan que Dios tenía reservado para la humanidad y que permanecería oculto en los textos del Antiguo Testamento, algo así como el tan de moda hoy día Código de la Biblia, a Newton le hubiera venido muy bien la ayuda de un ordenador. Intentó demostrar que muchos hechos sucedidos en la historia ya se habían descrito con anterioridad, de forma encriptada, en la Biblia, dejando así constancia de la presencia de una mano divina en los textos sagrados e invulnerable a la corrupción de los textos con el tiempo. Mas el plan maestro no podría desvelarse hasta el apocalipsis, ya que Dios quería que se reconociese su mano en los textos pero no hacer posible el predecir sucesos futuros, solamente se localizarían las descripciones a posteriori, Newton no creía que fuera posible leer el futuro en la Biblia, pues iría en contra de los designios divinos. En cuanto al Nuevo Testamento Newton era totalmente herético, proponía que el texto estaba muy contaminado por las creencias trinitarias. Newton negaba el dogma de la trinidad, tomaba a Cristo como enviado de Dios pero no consustancial con el. Llegó a esta conclusión al estudiar la evolución del cristianismo en el Bajo Imperio Romano. La creencia trinitaria y la consustancialidad de Cristo con la divinidad se estableció en el año 325 d.C. en el Concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino. San Atanasio asistió al concilio, y años después, siendo Obispo de Alejandría luchó contra la creencia de Arrio que sostenía que Jesús no era consustancial con Dios. Las creencias arrianas estaban muy extendidas y San Atanasio las declaró heréticas bajo pena de muerte, cometiéndose muchas atrocidades por ello y casi eliminando de la historia a los no trinitarios. A pesar de pertenecer al Trinity College, Newton era un “arriano”, un antitrinitario. Se conserva un manuscrito suyo para el proyecto de un libro en contra de San Atanasio por sus atrocidades contra los seguidores de Arrio. Naturalmente estas creencias las mantuvo en lo mas profundo de su ser sin comentarlas mas que con unas pocas personas de confianza como en sus cartas con John Locke. Otra de la fijaciones de Newton era el estudio de la cultura egipcia antigua, pues consideraba que sus templos reflejaban grandes conocimientos astronómicos ya que los sacerdotes egipcios leían con acierto el libro de las obras de Dios, esto es, la naturaleza.


Newton y el Templo de Salomón

El estudio de los antiguos templos era en tiempos de Newton un tema de gran importancia. Sobre todo fueron los templos egipcios y de oriente los que llamaron mas la atención, por su función como encarnaciones del cosmos o lugares reservados solo a la elite sacerdotal, centros de los misterios religiosos. Eran tenidos por ser lugares de contacto con dios, centros de la creación o puntos de descanso para la divinidad. Ademas solían representar en su interior las concepciones sobre la estructura del universo de la cultura que los construía. En Jerusalén , ideado por el Rey David y construido por Salomón, se erigía el templo que mas interesó a Newton y a muchos estudiosos de los siglos XVII Y XVIII y que incluso en la actualidad continúa siendo motivo de sesudos y, generalmente, muy densos discursos. Este templo realmente se construyó mas por motivos políticos que religiosos, queriendo legitimar a Jerusalén como centro religioso de Israel, porque políticamente y económicamente ya era la capital. Era un lugar de misterio, el pueblo solamente podía acceder al patio exterior y en su interior se celebraban los rituales por la elite sacerdotal. La roca sobre la que se erigía el Templo se consideraba el punto central a partir del que Dios había creado el mundo, la piedra de la fundación. Se construyó en el siglo X a.C. , Primer templo, destruido posteriormente por Nabuconodosor y reconstruido cerca del año 500 a.C., Segundo Templo, nuevamente destruido y vuelto a reconstruir por Herodes el Grande en el siglo I a.C. Finalmente este Tercer Templo fue arrasado en el 70 d.C. por los legionarios romanos. Actualmente el lugar se encuentra ocupado por la mezquita de la Cúpula de la Roca. El interés de Newton por el Templo de Salomón surgió en la década de 1680 de sus análisis de las profecías bíblicas. Consideró a partir de entonces al Templo como una pieza fundamental de la historia sagrada y fuente de iluminación para comprender el plan de Dios. Preparó diferentes escritos, que nunca fueron publicados ya que hubieran sido considerados heréticos , en los que analizó minuciosamente la geometría y medidas del templo. En uno de estos textos utiliza multitud de fuentes, bíblicas e históricas, para mediante análisis filológicos y cálculos matemáticos descubrir las verdaderas funciones olvidadas del templo y sus medidas exactas, descripciones, planos y comentarios históricos.

El abismo de la memoria

Las certidumbres religiosas de Newton no influyeron grandemente en el desarrollo y estructura del minucioso trabajo científico de los Principia, aunque sí lo alentaron. A partir de la Ilustración se comenzó a considerar a Newton como el mas grande de los genios de la ciencia, tomando por aberrante cualquiera de sus otras facetas, con lo que sus posiciones teológicas y alquímicas se olvidaron. Gran parte de este olvido lo motivó la reserva del sabio sobre sus opiniones, haberlo comentado libremente hubiera significado su expulsión segura de las instituciones académicas y posiblemente perjuicios mayores. Existe en los últimos tiempos, de redescubrimiento de la personalidad oculta de Newton, una tendencia a explicar su compulsivo ansia de conocer culpando de ello a ser hijo póstumo. Su padre murió meses antes de su nacimiento y en su niñez se vio obligado a llamar padre a un odiado padrastro. La búsqueda del padre, divino en este caso, quién sabe si impulsó su interés por las antiguas cronologías, la alquímia, el mundo natural y su amor por la verdad, donde quiera que esta se encontrara.

Para tirar del hilo:

– Yates, Frances A. The Occult Philosophy in the Elisabethan Age. Routledge&Kegan Paul, 1979.
– Manuel, Frank E. A Portrait of Isaac Newton. Cambrige U.P, 1968.
– Harrison, John. The Library of Isaac Newton. Cambridge U.P. 1978.
– Newton, Isaac. El Templo de Salomón. Morano, Ciriaco ed. CSIC 1996.
– Westfall, Richard S. Newton´s Theological Manuscripts. Reidel/Dordrecht, 1982.

 

Isaac Newton
El Economista John Maynard Keynes adquirió los manuscritos de Newton sobre Alquimia en la Subasta de Sotheby de 1936

(1) Newton: El hombre (vida y perfil)* 

María José Carrasco García

 

Newton nació en una pequeña granja llamada Woolsthorpe, al norte de Cambridge en Inglaterra, según el calendario juliano, el día de navidad de 1642, el mismo año en que murió Galileo Galilei.

El padre del pequeño Newton, que también se llamaba Isaac Newton, había muerto meses antes de que él naciera.

La fecha del nacimiento de Isaac tendría que ser ajustada después, ya que en 1652 Inglaterra adoptó el calendario gregoriano, y según este nuevo calendario, la fecha de nacimiento de Isaac era 11 días más tarde, es decir, el 4 de enero de 1643.

Isaac nació prematuro y, según su madre, el bebé cabía en una jarra de litro (a quart-sized cup), por lo que muy pocos confiaban en que iba a sobrevivir.

Sin embargo, el recién nacido, aunque de naturaleza frágil, ya estaba dotado de la determinación y fortaleza mental que le permitiría no sólo sobrevivir de pequeño sino que le convertirían en uno de los seres humanos que más descubrimientos relevantes aportaría a la historia de la humanidad.

Su madre, Hannah Ayscough, una joven viuda de origen escocés y de familia venida a menos, se casó con un sacerdote protestante adinerado, Barnabas Smith, que era el párroco de una iglesia de un pueblo cercano, North Witham. Hanna dejó a Isaac, de dos años de edad, huérfano de padre y ahora, alejado de ella, a cargo de los abuelos maternos: James y Margery Ayscough, con quienes el frágil y pequeño Isaac viviría hasta irse a la universidad.

Isaac nunca mencionó en ninguno de sus escritos al abuelo con el que creció. El abuelo, a su vez, no le dejó ni un penique cuando se murió, por lo que asumimos que no tuvieron una relación muy cordial. 

El resentimiento hacia su madre y hacia su nuevo padrastro que lo había alejado de ella siendo él tan pequeño, siempre ocuparía el corazón de Newton. Prueba de ello es lo que el autor mismo escribió en uno de sus diarios a la edad de 19 años, al hacer una relación de sus pecados: “Threatening my father and mother Smith to burn them and the house over them” (Cohen 1970.Vol. 11:43).

De niño, Isaac era un estudiante normal, que no empezó a destacar en la escuela hasta bien entrada la adolescencia. Poseía un carácter retraído y a menudo jugaba solo y no parecía muy feliz. En gran parte autodidacta, con un profundo interés, ya desde muy pequeño, en los fenómenos naturales y en la construcción de objetos para detectarlos, medirlos o aprovecharlos. De hecho, le encantaba construir relojes de sol, maquetas de molinos de viento y cometas de varias formas. Sus primeros cuadernos indicaban ya una comprensión asombrosa de las grandes cuestiones sobre el mundo natural, desde la luz o el sonido hasta los fluidos, la astronomía, etc.

Quizás por eso, cuando Isaac terminó sus estudios primarios, su familia decidió enviarlo al Trinity College de Cambridge, una institución religiosa, donde estudió filosofía, incluida la filosofía natural, y matemáticas.

En 1665, a la edad de 22 años, Newton volvió a la finca familiar huyendo de una epidemia de peste bubónica que había hecho cerrar las universidades para evitar contagios a gran escala. En menos de dos años, su genio se manifestó y produjo la esencia de los descubrimientos matemáticos y físicos que luego perfeccionaría a lo largo de su vida.

Este fue el período en que ocurrió la famosa anécdota que Newton relataría poco antes de su muerte sobre la manzana que se cayó sobre su cabeza y que, al parecer, le produjo la idea de la naturaleza universal de la gravedad de los cuerpos.

Desde entonces Isaac Newton ya nunca dejó de investigar sobre por qué y cómo caen o se atraen los cuerpos, sobre la naturaleza de la luz y de los colores, desarrollando incluso un método matemático de cálculo diferencial e integral, un teorema del binomio y un cálculo de fluxiones para poder llevar a cabo sus investigaciones físicas, astronómicas o mecánicas.

Sin embargo, fue ya a partir de 1689 cuando Newton se embarca en lo que él consideraba uno de sus trabajos más importantes: Un estudio sobre las civilizaciones de la antigüedad, de los acontecimientos ocurridos en ellas y de su cronología.

Según él, el judaísmo antiguo había sido un repositorio del conocimiento divino, que más tarde se había diluido, corrompido y perdido en su mayor parte. No obstante,nuestro autor, creía que algo de este conocimiento se había filtrado hasta llegar a Pitágoras, cuya “música de las esferas”, él consideraba una metáfora para la Ley de la Gravedad. 

En un intento de formular una metodología científica para datar acontecimientos tanto en las Sagradas Escrituras como en la mitología clásica,utilizó la búsqueda del Vellocino de Oro de Jasón como el acontecimiento inicial, y, al igual que otros escritores masónicos o esotéricos, interpretó esa búsqueda como una metáfora alquímica.

Asimismo, estableció correspondencias herméticas o correlatos entre música y arquitectura y le concedió gran significado a la configuración y dimensiones del Templo de Salomón, ya que él creía que dicha configuración y dimensiones contenían los secretos del universo, transmitidos por Dios, y creía que las antiguas ceremonias llevadas a cabo en el Templo incluían procesos alquímicos de transmutación, no sólo de los metales, sino de procesos físicos y espirituales mucho más complicados.

Esta búsqueda de la verdad primigenia o Prisca Sapientia lo acompañaría durante toda su vida. Newton seguía en esto a una larga tradición de hombres que buscaban esa verdad primigenia y que practicaban la alquimia como forma de llegar a ese conocimiento perdido. La novedad de la forma de buscarla de Newton es el método empírico utilizado. En su casa siempre estaba ardiendo el fuego, con él comprobaba una y otra vez cómo las sustancias se mezclaban o reaccionaban ante los estímulos.

Él mismo experimentaba con su propio cuerpo, por ejemplo, se metió una aguja en un ojo para hacer un experimento sobre óptica.

Hace pocos años se ha hecho un análisis de los restos de Newton y se encontró una gran cantidad de mercurio, sustancia, bastante venenosa, en su pelo. A lo largo de su vida había llegado casi a enfermar por ingerir sustancias químicas para describir su reacción y propiedades.

No es, pues, desechable la idea de que una de las razones por las que aceptó trabajar en la fábrica de timbres, no era tanto por ambición personal, sino por tener delante las operaciones químicas con oro.

El hecho de que a Newton le preocuparan estos asuntos supone toda una revelación, ya que esta imagen no coincide con la suya tan extendida de haber sido el científico que de una vez por todas estableció la separación entre la filosofía natural- hoy más conocida como ciencia- y la teología.

A pesar de esta imagen, Newton era ante todo un hombre profundamente religioso, obsesionado con la búsqueda de la unidad divina y de la red de correspondencias entre Dios y la naturaleza creada por él. Esta búsqueda lo alentaba a explorar la geometría y la numerología sagrada, es decir, el estudio de las propiedades intrínsecas de las formas y de los números como creaciones salidas de la mente divina, en las que seguía a menudo la tradición hermética. 

 

 

En 1672 Newton fue elegido miembro de la Royal Society donde conoció a Robert Boyle, quien lo hizo profundizar en la alquimia. No obstante, esta práctica era muy frecuente entre los filósofos naturales, ya que la alquimia y la química era prácticamente lo mismo. Sería Robert Boyle uno de los primeros en conceder una importancia capital al trabajo sobre alquimia de Isaac Newton.

Para 1690 Newton había hecho amistad con John Locke y con un matemático suizo llamado Nicolás Fatio de Duillier.En su biblioteca ya existía una copia anotada por él mismo de los manifiestos rosacruces, junto con más de cien tratados de alquimia. Uno de ellos, cuyo autor era Nicolas Flamel, había sido copiado a mano por el mismo Isaac Newton.

El interés de nuestro autor por la alquimia, continuó durante toda su vida, como demuestra su voluminosa y críptica correspondencia sobre el tema con Boyle, Locke, Fatio de Duillier y otros. Una de las cartas contiene incluso algunos ejercicios con palabras clave.

Si los intereses científicos de Newton eran menos ortodoxos que uno hubiera imaginado, no menos ortodoxas eran muchas de sus ideas religiosas. Sir Isaac pensaba que con el paso del tiempo, se habían corrompido las escrituras y coleccionaba con avidez todos los manuscritos que tenían que ver con esta cuestión para intentar restaurar la Biblia para que fuera fiel a sus textos originales, ya que él pensaba que los originales eran en verdad la palabra de Dios revelada al hombre. Dudaba de la autenticidad de ciertos pasajes del Nuevo Testamento, especialmente los que se referían a la Trinidad, ya que, según él, habían sido intercalados en el siglo V. Asimismo, mostraba gran interés por algunas de las herejías gnósticas y escribió un estudio sobre una de ellas.

Seguramente influenciado por Fatio de Duillier, Newton sintió una sorprendente simpatía por los Camisardos o Profetas de Cévennes, que empezaron a aparecer en Londres poco después de 1705. Estos individuos eran apodados así porque llevaban túnicas blancas, las camisardas, como las que llevaban los cátaros antes de ellos, en el sur de Francia y- al igual que los cátaros- se oponían con vehemencia a Roma y defendían la supremacía de la “gnosis”, o el conocimiento directo, por encima de la fe. Newton también era simpatizante de los socinianos, otro grupo religioso:

Newton también estuvo involucrado con otros movimientos heréticos importantes de la época, cuya influencia sobre su cristología y su escatología es innegable, como es el caso de los socinianos (o la Fraternidad polaca) y los socinianos ingleses, entre los que destaca John Locke, asiduo corresponsal teológico de Newton en la década del noventa del siglo XVII (Orozco Echéverri 2009:84) 

De hecho, poseía en su biblioteca varios tratados de reconocidos socinianos.No obstante, aparte de sus ideas y disertaciones religiosas. Sus descubrimientos científicos hicieron que poco a poco, Isaac Newton se fuera convirtiendo en uno de los hombres más influyentes de Inglaterra. Además de ser parlamentario, en 1696, fue nombrado director de la Casa de la Moneda, cargo que lo hacía esencial a la hora de fijar el precio del oro. En 1703, fue elegido presidente de la Royal Society, y en 1705 fue el primer británico en ser nombrado caballero por méritos científicos y no militares ya que la reina Ana Estuardo, Ana I de Inglaterra, le concedió el título de “Sir” en abril de ese mismo año.

Por estas fechas, Sir Isaac Newton trabó amistad con un joven protestante francés,llamado Jean Desaguliers. Este joven, refugiado en Londres, se había convertido en uno de los comisarios de experimentos de la Royal Society. Desaguliers se convirtió en partidario de los representantes de la masonería en Europa.

Aunque no existe constancia de que Newton fuera masón, sí que era miembro de una institución de simpatía hacia la masonería, llamada El club delos caballeros de Spalding, que contaba entre sus filas a Alexander Pope y Jonathan Swift, entre otros destacables miembros. Es más, muchas de las actitudes y obras de Newton reflejan intereses parecidos a los de figuras masónicas de la época y como muchos autores masónicos, considera a Noé, más que a Moisés,la fuente definitiva de sabiduría esotérica.

Newton estaba fascinado por el hecho de que hubiera una tradición común a todas las antiguas civilizaciones de la humanidad que afirmaba que había habido un diluvio al principio de los tiempos. Por ello, le dedicó gran esfuerzo a investigar la tradición bíblica que consideraba que Noé era el ancestro común de toda la humanidad.

Este hecho no quiere decir que Sir Isaac no le daba importancia a la figura de Moisés, antes bien, en su concepción de la ciencia temprana y en su teología, consideraba a Moisés un maestro de la alquimia, un iniciado en los misterios del universo y un testigo de la revelación de Dios. Creía que Moisés había comprendido que la materia estaba formada por átomos, que estos átomos eran duros, sólidos e inmutables y que la gravedad actuaba tanto sobre los átomos como sobre los cuerpos que estos formaban; que la gravedad era proporcional a la cantidad de masa de cada cuerpo. Es más, Newton consideraba que el relato de la creación presente en el Génesis, y atribuido a Moisés, era una descripción alegórica del proceso alquímico. 

No es pues accidental que el pasaje bíblico favorito de Newton fuera el que insinuaba la existencia de una forma de conocimiento encubierto disponible: “Y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados para que sepas que yo soy Jehová el Dios de Israel, que te pongo nombre[…]” (Isaías 45: 3).

A través de la Royal Society Newton se codeó con mentes privilegiadas de su época.Otro miembro prominente de la Royal Society era Sir Christopher Wren (1632-1723), el arquitecto de la catedral de San Paul, el hospital de Greenwich (antiguo colegio real naval), el observatorio de Greenwich y muchas otras iglesias y monumentos. Wren, además de ser un matemático de gran reputación y uno de los mejores astrónomos de su época, fue Gran Maestre de la orden esotérica de los Rosacruces, igual que lo serían más tarde Benjamín Franklin (1706-1790), que distinguió entre el polo positivo y negativo de la electricidad, y Tomás Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos de América.

La Royal Society había surgido a partir del Invisible College, un grupo de hombres de gran cultura y conocimiento, que se habían unido con el objetivo de intercambiar ideas, experimentos y descubrimientos. Gran parte de ellos compartía también el interés por la tradición hermética y la geometría sagrada, y según afirmaría el propio Newton, muchos de los descubrimientos que habían llevado a cabo no eran nuevos, sino más bien el producto de estudiar las leyes cósmicas y las ecuaciones de textos antiguos.

No obstante, esta tradición de grandes pensadores, artistas o científicos que estaban interesados en la alquimia y el conocimiento hermético no era nueva e incluía a personas como Leonardo da Vinci, Giordano Bruno, Pico de la Mirándola o el mismo Nicolás Copérnico, cuya teoría de un universo heliocéntrico, había hecho tambalearse la concepción medieval de que la tierra era el centro del universo.

Copérnico mismo, afirmaba abiertamente que había llegado a sus revolucionarios descubrimientos, a través del estudio de los antiguos egipcios, incluidos los trabajos del mismo Tot.De igual manera, el matemático del siglo XVII, Johannes Kepler, en su libro Harmonices Mundi (Las armonías del mundo 1619. Vol. V) admitía que había formulado sus leyes de las órbitas planetarias, meramente “robando las naves doradas de los egipcios”.

Los dos científicos habían sido iniciados en la misma tradición que Newton, quien afirmaba que los egipcios escondían misterios bajo el velo de ritos religiosos y símbolos jeroglíficos que estaban por encima de la capacidad de las personas comunes. Entre estos misterios se encontraban, creía Newton, el conocimiento de que la tierra giraba alrededor del sol y no viceversa. 

«It was the most ancient opinion that the Earth, as one of the planets, described an annual course about the sun, while by an annual diurnal motion it turned on its axis, and that the sun remained at rest» (Newton 1969[1729]:511).

Hemos visto hasta aquí a un científico que reflexiona sobre las civilizaciones antiguas desde un punto de vista de la tradición esotérica. 

 

 

Newton, el estudioso de la Biblia.

Así pues, Newton había pasado una gran parte de su vida adulta inmerso en literatura alquímica. Es más, llegó a estar obsesionado con la noción de que había una sabiduría secreta en las páginas de las Sagradas Escrituras.

Le interesaban en particular el profeta Daniel del Antiguo Testamento y el apóstol San Juan del Nuevo Testamento, ya que para él, la lengua de las profecías era simbólica y para comprenderla había que establecer un método nuevo de interpretación.

En su búsqueda de este método, se embarcó en la lectura y el estudio de unas veinte versiones diferentes de El Libro de las Revelaciones y de igual manera llevó a cabo un meticuloso estudio de El Libro de Ezequiel. Con la información extraída del estudio detallado de este último trabajo, elaboró una minuciosa reconstrucción de los planos del Templo de Salomón.La elaboración de estos planos y su detallada descripción se debían sobre todo, a que Newton estaba convencido de que este gran edificio – construido entre otras cosas para guardar el Arca de la Alianza- había sido una especie de criptograma, que representaba el universo de la manera en que había sido concebido por la mente divina y que si podía reproducirlo con total exactitud, se podría acercar al conocimiento de Dios. La elaboración que hizo Newton de la planta del Templo de Salomón se conserva en la biblioteca del Babson College. Mientras Newton intentaba elaborar esta reproducción exacta del Templo de Salomón, el autor iba redactando sus otros hallazgos y observaciones teológicas.

Pero Newton no estaba solo en su búsqueda. El filósofo natural Robert Boyle era un notable alquimista, alumno de Michel de Nostradamus y autoridad destacada dentro de la tradición del Santo Grial. Boyle apoyaba al matemático y astrólogo Galileo Galilei en su reconocimiento del principio heliocéntrico del sistema solar. Asimismo, hizo muchos descubrimientos relativos a las propiedades del aire y formuló la famosa ley de Boyle. Su colega, el físico Robert Hooke (1635-1703), inventó el resorte helicoidal o muelle. Fue el primero en hablar del concepto de célula, construyó una bomba neumática, inventó el nivel y el barómetro, higrómetro y anemómetro y fijó la temperatura de congelación del agua, entre otras cosas.

En la fraternidad, estaba también Edmund Halley, que calculó el movimiento de los cuerpos celestiales y predijo con precisión las reapariciones regulares futuras del cometa Halley.

Unas pocas semanas antes de su muerte, Newton, ayudado de unos pocos amigos íntimos, quemó sistemáticamente cajas de manuscritos y papeles personales. Newton murió mientras dormía el 20 de marzo de 1727, a los 84 años de edad. Fue enterrado en la Abadía de Westminster, donde descansan sus restos.

Dejaría tres aportaciones esenciales a la historia del conocimiento humano: El cálculo,el orden planetario a través de la gravitación universal y la teoría de la luz y los colores y, sin embargo, había afirmado:

«I do not know what I may appear to the world, but to myself I seem to have been only like a boy playing on the sea-shore, and diverting myself in now and then finding a smoother pebble or a prettier shell than ordinary, whilst the great ocean of truth lay all undiscovered before me«. (Westfall 1981: 863).

Newton fue enterrado el 20 de marzo de 1727 en la Abadía de Westminster con honores de hombre de estado.En el monumento que hay sobre su tumba, construida con mármol gris y blanco, está su figura reclinada sobre un sarcófago y su codo derecho descansa sobre unos libros que se supone que son sus principales obras, entre ellos está por supuesto su Cronología. Su mano izquierda apunta a un pergamino con símbolos matemáticos y encima de él hay una pirámide y una esfera que muestra los signos del zodíaco y el camino del cometa de 1680.

El epitafio que Pope había compuesto para él 

La naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche;

Dijo Dios “que sea Newton” y todo se hizo luz.

(Nature and nature’s laws lay hid in night;

God said ‘Let Newton be’ and all was light).

no fue autorizado y en su lugar pusieron una inscripción en latín que dice así: 

«Aquí está enterrado Isaac Newton, Caballero, que por una fuerza mental casi divina, con principios matemáticos de su propia naturaleza, exploró el curso de los planetas, las trayectorias de los cometas, las mareas del mar, las diferencias en los rayos de luz y, lo que ningún otro estudioso ha imaginado, las propiedades de los colores así producidos. Diligente, sagaz y fiel, en su exposición de la naturaleza, la antigüedad y las Sagradas Escrituras, que reivindicó su filosofía por la majestad de Dios poderoso y bueno, y expresa la sencillez del Evangelio en sus modales. Los mortales se regocijan de que haya existido tal y tan grande ornamento de la raza humana. Había nacido el 25 de diciembre de 1642, y falleció el 20 de marzo de 1726«. 

Newton, aparte de sus logros científicos y académicos, había sido diputado, director de la Real Casa de la Moneda, presidente de la Royal Society e incluso fue nombrado Caballero por la reina Ana. Murió con honores, no sin antes analizar en profundidad los textos bíblicos que él creía proféticos, sobre todo, un fragmento del Libro de Daniel, para predecir el fin del mundo que para él tendrá lugar en el 2060 de nuestra era. Esta fecha se dio a conocer al público en 2007, cuando la Universidad Hebrea de Jerusalén expuso los manuscritos de Newton de la colección de Yahuda, que habían permanecido ocultos durante casi trescientos años. 

 

 

Las obras de Newton, a hombros de gigantes.

Newton entra a formar parte de la Royal Society en 1672, a la edad de 30 años,al haber construido un telescopio reflector, aunque en 1667 había presentado ante ella su experimento sobre la descomposición de la luz solar.   

Hasta entonces, había predominado la idea cartesiana de que la luz estaba formada por pequeños corpúsculos y que los colores eran mezcla de luz y oscuridad en distintas proporciones. Newton, logró hacer delante de los miembros de la Royal Society lo que Descartes intentó pero no pudo hacer: descomponer la luz en los colores que la forman. Para ello, usó dos prismas de vidrio, muy usados por los niños de la época como juguetes, y en una habitación oscura, hizo que un rayo de luz que entraba por la ventana, atravesara el prisma y descubrió que se proyectaban todos los colores sobre la pared a 7 metros de distancia. Esta prueba demostraba que la luz blanca era una mezcla irrefutable de los diferentes colores, cada uno con un grado de refrangibilidad distinto.Newton, escribió entonces un pequeño ensayo, explicando sus hallazgos sobre la luz y los colores, pero fue atacado por muchos miembros de la Royal Society, en especial, por Hooke y Huygen. De hecho, no es hasta 1703 cuando publica su libro sobre estos temas: Opticks. El autor, harto de los ataques, se niega a publicar nada sobre sus estudios y desde el año 1676, se distancia de la Royal Society y se dedica a los cálculos matemáticos, la astronomía, la alquimia y los estudios bíblicos.

Después de tres años con poco contacto con la Royal Society a finales de 1679, año en que muere la madre de Newton, Robert Hooke, secretario de la Royal Society, intenta que Isaac vuelva a involucrarse con esta institución. Le envió una carta en la que le pregunta que cuál creía él que sería la trayectoria de la caída de un cuerpo pesado, es decir, de un objeto, al que se le imprime una fuerza inversa al cuadrado de la distancia. Parece ser como explica Eloy Rada (1986: 371) en su magnífico artículo sobre Fermat y Newton que Newton había empezado a hacer cálculos relativos a estas cuestiones sobre el año 1665. Pero, no sabemos con exactitud si empezó a reflexionar sobre este fenómeno a partir de la carta de Hooke. Tampoco sabemos si fue la aversión que tenía Newton hacia el principal representante de la Royal Society, Robert Hooke, lo que hizo que Isaac considerara esta pregunta como un desafío personal. Según Rada, lo que no se puede negar es la importancia que tuvo esta correspondencia en el origen de la elaboración de los Principia.

Lo cierto es que como respuesta a la carta de Hooke, Newton propone un experimento a la Royal Society predice que la curva de ese cuerpo pesado será una espiral. Dos de las cartas de Hooke a Newton en las que Hooke hace apreciaciones muy válidas sobre el tema e incluso corrige a Newton dos veces se encontraban curiosamente apartadas del resto de sus cartas de aquella época en la correspondencia de Newton. De 1676 data la carta en la que el autor le escribe a Hooke una de las frases más citadas de todas las que dijo Newton a lo largo de su vida:

«Si he llegado a ver más lejos, fue encaramándome a hombros de gigantes» Newton(1676: 99).

La frase se relaciona tanto con Newton, que ha llegado hasta a dar título a un libro de Stephen Hawkings: A hombros de gigantes. Esta frase, que tanta gente piensa que fue inventada por Newton era una frase ya usada antes por varias personas. El creador parece haber sido un filósofo del siglo XII, Bernardo de Chartres, que decía: quasi nanos gigantum humeris insidentes, que en contexto quería decir que un enano subido a los hombros de un gigante puede ver más que el gigante mismo.Más tarde, la frase fue recuperada por Luis Vives y usada por Robert Burton o Diego de Estella en el siglo XVI y hasta por el mismísimo John Donne, en 1625.Esta frase, como hemos dicho, la usó Newton en una carta a Robert Hooke, con quien había tenido una disputa, porque este quería atribuirse la autoría del telescopio reflector.

La mayoría de los lectores de Newton piensan que este se refiere a que si él había podido descubrir tanto era porque se había apoyado en el conocimiento de personas como Copérnico, Galileo y Kepler. Otros dicen que, en realidad, Newton estaba burlándose de Robert Hooke que era muy muy bajito. Pero, visto bajo el prisma de la unidad de pensamiento newtoniana y de su concepción de la Prisca Sapientia o de su idea del conocimiento perdido, creemos que Newton puede estar aludiendo aquí a los que él consideraba verdaderos gigantes del saber, que poseían los secretos de la astronomía, las matemáticas y las ciencias alquímicas o químicas, como las denominamos hoy en día. Estos gigantes eran para Newton: Noé, Enoch o los grandes de la tradición hermética.

Robert Hooke, que ya había tenido algunos serios desencuentros con Newton sobre la naturaleza de la luz, reclamaría como suyas algunas de las ideas que Newton desarrollaría en los Principia. Si algunas de las ideas expuestas en los Principia eran en un principio de Hooke o inspiradas por este, la verdad es que el desarrollo y la demostración matemática fue llevada a cabo por el genio de Newton.

No obstante,fue en 1684, cuando a raíz de una discusión en un café, después de una reunión de la Royal Society entre el arquitecto Cristopher Wren, Hooke y el joven Edmund Halleysobre la ley de movimiento de los planetas cuando, al discutir sobre la curva resultante de un objeto al que se le imprime una fuerza inversa al cuadrado de la distancia decidieron consultar a Newton. 

Edmund Halley, que tenía entonces 27 años pero que ya había descubierto el cometa que lleva su nombre, visita a un Newton de 42 años de edad, en el verano de 1684. Newton lo sorprendió diciéndole que él ya lo había calculado, pero que no sabía dónde estaban los papeles en los que había hecho los cálculos. En noviembre de ese mismo año, le envía a Halley un manuscrito de nueve páginas donde tenía hecho los cálculos. No sabemos con seguridad si este manuscrito tenía título, porque las copias que se conservan son posteriores, cuando se titulaba: De motu corporum in gyrum o del movimiento de los cuerpos en una órbita.

Halley se sorprendió por la originalidad del análisis matemático y físico y por los avances en el cálculo y en la explicación del movimiento de los astros. Esto lo impulsó a visitar a Newton de inmediato. La finalidad era pedirle todo el material que tuviera sobre el tema para presentarlo en la Royal Society,institución para la que trabajaba de administrativo.

El entusiasmo y la propuesta de Halley estimularon a Newton lo suficiente como para que los dos años siguientes permaneciera trabajando con tal intensidad, que hasta su diarios de experimentos, que hasta entonces habían sido completados con rigor, se habían quedado en blanco.

Así es como en 1687 la Royal Society, encabezada por Edmund Halley, manda imprimir la primera edición de Philosophiae naturalis principia mathematica,de Isaac Newton. Edmund Halley, basándose en la amistad que lo unía con el autor, había presionado a Newton para publicarlay se encargó en persona de todo lo concerniente a la primera edición, incluso llegó a financiarla de su propio bolsillo. El mismo Halley, se encargaría también de calmar las disputas con Hooke.

La prueba de la gran admiración que Halley sentía por Newton es el hecho de que el científico compusiera un poema en latín como el resto del libro, en honor al autor de los Principia, que precede a la primera edición. 

 

 

Entre otros versos, la oda se refiere a Newton de la siguiente forma: 

«Pero ved ahora que, admitidos al banquete de los dioses,

contemplamos la política del cielo

y haciendo patentes los secretos ocultos de la Tierra

discernimos el orden inmóvil de las cosas

y lo que decretaron en el pasado los siglos del mundo.

Venid, pues, a celebrar los que sabéis deleitaros con el néctar

Celestial a celebrar conmigo en cánticos el nombre

de Newton, grato a las Musas, porque él

abrió los tesoros ocultos de la verdad:

Tan caudalosamente derramó Apolo, el Sol, en su espíritu

y en su pecho puro el resplandor de su propia divinidad.

Ningún mortal puede acercarse más a los dioses«.

(Edmund Halley en Newton 1982[1687]:8).

 

Al lector actual le puede resultar un tanto extraño que un científico de la talla de Halley introdujera una obra sobre matemática y física con una oda al autor y más escrita en latín. Esto se debe en gran medida a que en esa época el conocimiento no estaba tan parcelado en distintos campos del saber como está ahora. Es interesante apreciar la concepción tan poética que tiene Halley (1687) de los estudiosos de la astronomía, refiriéndose a ellos como «los que sabéis deleitaros con el néctar celestial«.

Es, de hecho, la misma Royal Society, la que se encarga de distribuir ejemplares de la obra, escrita originalmente en latín, entre los miembros e instituciones más relevantes de Inglaterra, incluido el rey Jacobo II en persona.

A pesar de su complejidad y magnitud, la obra crea una gran conmoción entre los intelectuales y científicos que tienen el conocimiento y la capacidad de comprenderla aunque sea en términos generales, ya que los Principia revoluciona la concepción humana del universo.

Newton empieza así a convertirse no sólo en el principal científico y matemático de Inglaterra, sino de los países en donde los hombres y mujeres más influyentes de la sociedad van conociendo su obra. Según el censo elaborado por H. P. Macomber, algunos ejemplares llegan a la mayoría de los países de Europa, de América e incluso a Sudáfrica y Australia.

La obra sale a la luz dividida en tres libros: El primero se titula De Motu Corporum (Del movimiento de los cuerpos). En él, Newton se ocupa de las leyes de la atracción de los cuerpos. El segundo no tiene nombre, porque es en realidad una subdivisión del primero. En él, Newton trata sobre las leyes de la resistencia. El tercero, se llama De Mundi Systemate (Del Sistema del Mundo). En De Mundi Systemate, Newton explica cómo funciona todo el sistema planetario, defendiendo un sistema heliocéntrico mediante demostraciones matemáticas. Además describe cómo actúan las mareas, los movimientos de la luna, los cometas o la forma de la tierra.

Como se publican solo un máximo de 300 o 400 ejemplares de la primera edición, para 1691 se hallan ya agotados. Al mismo Newton se le dan sólo 20 ejemplares de cortesía, de los que se tiene constancia que regaló algunos, por ejemplo a Christiaan Huygens y a Gottfried Leibniz. Se conserva un ejemplar de esta edición que perteneció al autor, con anotaciones hechas por él, en la biblioteca Wren de la Universidad de Cambridge y que la Cambridge Digital Library ha puesto a disposición de quien quiera consultarla a través de su biblioteca digital.

Para la siguiente edición, Newton hace un esfuerzo por hacer más comprensible ciertas partes, como por ejemplo el Libro III sobre el Sistema del Mundo. Sin embargo, este estilo divulgativo, implicaba omitir términos y fórmulas matemáticas necesarias para la demostración de las conclusiones, por lo que el autor decide cambiar de nuevo la redacción para hacerla más precisa, aunque también más difícil de entender.

Lo cierto es que contadas personas en el mundo tenían el conocimiento matemático, lógico, físico y astronómico para poder comprender los Principia en su totalidad.

John Locke, por ejemplo, espera a que Huygens le asegure que el desarrollo matemático era riguroso. Cuando, Huygens le explica el razonamiento matemático y le corrobora la validez de las deducciones, Locke no puede por menos que referirse a nuestro autor como “el incomparable Newton”. Al igual que Locke, otros muchos científicos confiesan tener que aunar conocimientos para poder comprender una obra de tal envergadura.

Al principio fueron los matemáticos los que empezaron a comentar la obra de Newton, puesto que eran los únicos especialistas que podían entenderla en profundidad.

Algunos, como Fatio de Duillier, abandonaron el cartesianismo, que habían seguido muchísimos intelectuales no sólo franceses sino de toda Europa, desde que Descartes publicara en 1644 su teoría cosmológica. Pues bien, Fatio de Duillier, que más tarde se convertiría en uno de los pocos amigos íntimos que tuvo Newton, al poco tiempo de leer la obra y en el momento en que la asimiló, le ocurrió lo que a muchos otros, que se dio cuenta de lo irrefutable de sus planteamientos. Sin embargo, como Berkeley, More o Boyle continuaron siendo cartesianos. 

El propio Halley se encarga de la edición y, por cuenta de la Royal Society, se encarga también de distribuir los ejemplares de cortesía entre los miembros e instituciones de la más alta sociedad londinense, incluida la corona representada por su rey Jacobo II y entre los filósofos y científicos más reputados del continente. Por ejemplo, el ejemplar de la obra de la edición original de 1687 que se custodia en la Biblioteca del Observatorio de París, inventariado por R. Taton, lleva el ex libris del conocido astrónomo Jean-Dominique Cassini y una dedicatoria autógrafa del propio Edmund Halley.

A Newton le otorga una disposición de veinte ejemplares para que obsequie a sus amigos en la Universidad.Sabemos que le hizo llegar sendas copias a Christiaan Huygens y a G.W. Leibniz. Halley ya había publicado en 1687, en Philosophical Transactions, publicación periódica de la Royal Society, un resumen de los Principia antes de la primera edición del libro.

La llegada de estas copias hace que la élite de los matemáticos europeos se cuestionen la validez del aristotelismo o cartesianismo imperantes hasta entonces y que los estudiosos de la física empiecen a tener que aceptar las fuerzas gravitatorias que actúan en el universo. En este clima de curiosidad por parte de aquellos que quieren tener acceso a la obra aunque sea sólo para criticarla o atacarla; de admiración, por parte de otros,surge la necesidad de publicar una segunda edición. Sin embargo, no fue fácil persuadir al autor para poder lanzarla ya que Newton estaba harto de las críticas y opiniones que emitían personas que ni siquiera entendían su obra en profundidad. Así, que hasta 1713 no se le pudo convencer para que hiciera las correcciones, comentarios o enmiendas que le parecieran oportunas para sacar a la luz la segunda edición. Por fin, se publican ese mismo año los 750 ejemplares de la segunda edición con un Escolio General al final, a modo de resumen de su sistema del mundo y con unas reflexiones teológicas sobre la gravitación y el orden planetario.

Al parecer, tanto la primera edición como la segunda tuvieron reimpresiones. La primera fue reimpresa una vez para cubrir la demanda de ejemplares que había en muchos países de Europa y la segunda, fue reimpresa dos veces, ambas en Ámsterdam, una en 1714 y la otra en 1723. La tercera edición aparece en Londres en 1726, publicada por el eminente doctor en medicina, Henry Pemberton, en quien Newton confiaba mucho, por lo que le proporcionó todas las correcciones y enmiendas que le parecieron pertinentes, incluidas las del Escolio General.Es pues, Henry Pemberton quien saca a la luz los 1250 ejemplares de lo que sería la edición definitiva de los Principia, escrita en latín y en la que se basarían todas las traducciones, primero al inglés y luego a las demás lenguas. 

En 1728, un año después de la muerte de Newton y dos años después de la última edición de los Principia, revisada por Sir Isaac, John Conduitt, marido de la sobrina de Newton y uno de sus familiares más queridos y cercanos, envió para su publicación un tratado escrito por Newton a unos editores de Londres: J. Osborn, J. Tonson y T. Longman. El manuscrito original, escrito en latín, llevaba por título De Motu Corporum Liber Secundum pero Conduitt lo cambió por el de De Mundi Systemate para hacerlo más descriptivo de su contenido y más apetecible para el público en general, pero al ponerle el mismo título que Newton le había dado al tercer libro de los Principia, muchos de los lectores y estudiosos posteriores tendrían dificultades en saber cuándo se están refiriendo a uno y a otro.

Esta confusión se vio incrementada debido a que ese mismo año de 1728, otro editor de Londres, F. Fayram, publicó una traducción al inglés del libro tercero de los Principia, titulado A Treatise of the System of the World. En muchas ocasiones se le ha atribuido la traducción de este tercer libro al mismo Andrew Motte que, como veremos, publicó la traducción de los Principia un año más tarde. Sin embargo, hay expertos en las obras de Newton, como I. Bernard Cohen, profesor de historia de la ciencia en la universidad de Harvard, que no creen que Motte fuera el traductor. Argumenta que si al igual que puso su propia obra, un tratado de mecánica y leyes del movimiento, publicada en 1727, y su traducción de los Principia, publicada en 1729,en manos de su hermano para que las publicara, ¿por qué no iba a poner la traducción de este tratado también?Además, agrega I. Bernard Cohen en su introducción a la versión facsímil de 2004: “Furthermore, had Andrew Motte made this English version, why would he not have appeared as translator?” (Cohen en Newton 2004: XII).

Hasta aquí hemos analizado la aparición de las obras de Newton en su versión original, cómo se gestaron y cómo y cuándo fueron publicadas. En el próximo epígrafe haremos un estudio de cómo y cuándo las obras de Newton empiezan a ser traducidas a otras lenguas y qué recepción tienen esas traducciones.


(*) Tomado de la TRADUCCIÓN COMENTADA de «The Chronology of Ancient Kingdoms Amended»
Sir Isaac Newton (1728).
TESIS DOCTORAL REALIZADA POR:
María José Carrasco García
Dirigida por la Profesora Dra. Adela Martínez García
Málaga, 16 de noviembre de 2015

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IMAGEN DE PORTADA: «Las figuras jeroglíficas de Nicolas Flammel con explicaciones. Principios de 1680. (BNI)»

 

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