Entrevista a Jiddu Krishnamurti, por Carlo Suares (Fundación Krishnamurti Latinoamericana), 1964

Entrevista a Jiddu Krishnamurti

 

Sadhguru habla sobre Jiddu Krishnamurti

Sadhguru cuenta la historia de Jiddu Krishnamurti y comparte una preciosa anécdota de cómo asistió a algunas sesiones de estudio sobre J. Krishnamurti siendo un adolescente

Isha, 9 JUNIO 2024

 

Pregunta: Sadhguru, ¿me preguntaba si podrías hablar un poco sobre Jiddu Krishnamurti y su rechazo a los Gurús en el camino a la realización de la verdad?

Sadhguru: Jiddu Krishnamurti nació en un pueblo llamado Madanapalle. He visitado la casa en que nació y vivió, una casa centenaria. Es una casita bonita y un lugar agradable. Hoy se conserva como un monumento para él. Madanapalle es un pueblo pequeño, pero como Jiddu Krishnamurti construyó una escuela cerca, ahora, todo tipo de gente va allí gracias a la escuela.

La señora Blavatsky y la Sociedad Teosófica

En una época, a principios del siglo XX y a finales del XIX, la Teosofía se extendió por todo el mundo de gran manera. La inició la señora Blavatsky, quien tenía un gran interés por el ocultismo y el misticismo. Eran tiempos en los que muchos británicos y otros buscadores europeos del misticismo —Max Müller, Paul Brunton y muchos otros— viajaban a la India y escribían muchos libros. Blavatsky fue incluso antes que ellos.

En aquellos días, eso no era como ir a un lugar a aprender. Tenías que empezar el viaje a caballo e ir a un país extraño, luchar contra todo tipo de cosas y tratar de conocer al tipo correcto de gurús. Era toda una aventura. Para emprender ese tipo de aventura, hay que tener un anhelo muy profundo; de lo contrario, no se puede hacer un viaje así en el que tu vida corre peligro.

La señora Blavatsky viajó a todo tipo de lugares: fue al Tíbet, a la India y luego bajó a Tamil Nadu, y estableció allí la Sociedad Teosófica —que todavía existe—. Su sueño era producir a un «ser perfecto».

Maitreya o el Maestro del Mundo

No sé hasta qué punto se profundizó en ello, pero de hecho, en la tradición yóguica, hubo un yogui llamado Sunira, quien vivió hace aproximadamente 40 000 años. Sunira vio que la conciencia humana podía evolucionar si se producía un ser humano perfecto que pudiera transmitir esto a todo tipo de personas. En cierto modo, procedía de la tradición de Shiva, así que su sueño era construir a otro ser como ese. Él quería reconstruir un Shiva viviente, un maestro perfecto para el mundo, completamente multidimensional, que no estuviera limitado a ningún tipo de enseñanza. Shiva exploró toda la conciencia humana y el cuerpo humano de todas las maneras posibles, así que Sunira quería ese tipo de ser viviente.

Sunira empezó a construir el cuerpo de energía para ese tipo de ser. Él creía que luego podría construir un cuerpo físico sobre él y dejarlo suelto por el mundo, con una esperanza de vida de unos cientos o miles de años, para que transformara al mundo entero.

Sunira empezó a trabajar en este proyecto —al que se refirió como Maitreya, el amigo supremo de la humanidad—, pero murió sin conseguirlo. Así que, aquí y allá, a lo largo de estos 40 000 años, muchos yoguis ambiciosos retomaron el mismo proyecto que había dejado Sunira e intentaron reconstruir el cuerpo de energía de un maestro perfecto, capaz de transformar la conciencia humana. Este proyecto surgía de vez en cuando.  Varios yoguis lo retomaron e intentaron reconstruir lo mismo un sinfín de veces.

La Teosofía

La señora Blavatsky, Leadbeater y Annie Besant se unieron para impulsar el movimiento de la Teosofía en todo el mundo, lo que consiguieron hacer con éxito en gran medida. Ellos formaron la biblioteca ocultista más fenomenal del planeta, que aún se encuentra en la Sociedad Teosófica de la India. Reunieron todo tipo de libros sobre ocultismo y crearon todo un equipo de estudio.

Incluso ahora, los grupos de Jiddu Krishnamurti se llaman círculos de estudio o grupos de estudio, porque estos grupos de estudio fueron creados por Annie Besant y Leadbeater. Annie Besant y Leadbeater eran intelectuales brillantes, de eso no hay duda, pero no tenían experiencia interior.

El entrenamiento

Ellos reunieron una cantidad fenomenal de información sobre todas estas cosas y creyeron que, con esta información y con su intelecto, podrían recrear todo esto. Empezaron a buscar organismos apropiados sobre los que se pudiera imponer este cuerpo de supermaestro. Ellos eligieron a Jiddu Krishnamurti y empezaron a someterlo a un entrenamiento muy severo para prepararlo física y mentalmente.

Leadbeater partió de la India junto con Jiddu Krishnamurti y llegó al Reino Unido, donde Jiddu Krishnamurti desarrolló gustos muy occidentales. Se vestía con los mejores trajes, iba a Piccadilly y llevaba las corbatas más finas. Tardaba horas en elegir una corbata —era un hombre muy meticuloso—. Se compró una motocicleta BSA y le encantaba conducirla.

El aspecto meditativo de su formación continuó y se convirtió en un ser humano fantástico. No sabemos qué era cuando estaba en el Reino Unido, pero, al menos en sus últimos años, Jiddu Krishnamurti era algo que nadie podía descifrar. Pero era como una flor: su fragancia no podía pasar desapercibida.

Jiddu Krishnamurti condena el título de Maestro del Mundo

Cuando Jiddu Krishnamurti tenía alrededor de 32 o 33 años, la Sociedad Teosófica decidió anunciar al mundo que él era el maestro mundial. Entonces, organizó una gran reunión en los Países Bajos a la que, según dicen, asistieron miles de personas.

Jiddu Krishnamurti subió al podio y dijo:

«No soy un maestro mundial; no soy nadie».

Jiddu Krishnamurti subió al podio y dijo: «No soy un maestro mundial; no soy nadie». Toda la Sociedad Teosófica y su proyecto se fueron al traste. Lo habían preparado durante toda su vida, y llegó allí y dijo: «No soy un maestro mundial; no soy nadie». La mayoría de los idiotas habría dicho: «Sí, yo soy el maestro del mundo; yo soy la reencarnación de Buda y Jesús». Él tuvo el sentido común, la sabiduría y la visión de decir: «No soy esa tontería que intentan hacer pasar por mí».

Entonces, dejó la Teosofía y comenzó a hablar en reuniones públicas. Era un orador brillante. La gente se reunía a su alrededor y él siempre hablaba de no depender nunca de un Gurú, porque su propia experiencia con sus maestros había sido horrible.

Debido a su enorme sabiduría y sensatez, cuando hablaba, la gente se quedaba embelesada. Su manera de hablar es mágica. Una cosa que puedes ver en él es que está alerta y es claro. Su propio ambiente físico es así. Si estás sentado escuchándolo y se te ocurre mover la mano, simplemente ¡se levanta y se va!

Cuando Sadhguru asistió a una sesión de Jiddu Krishnamurti

Cuando yo tenía solo 17 o 18 años, los círculos de estudio de Krishnamurti estaban de moda. En la intelectualidad india, si no habías leído a J. Krishnamurti, Kierkegaard y Dostoievski, en realidad, no tenías cerebro; ¡así eran las cosas!

Todos los sábados por la tarde, había un círculo de estudio en el que ponían unas cintas de audio y leían sus libros. Unos amigos me invitaron y fui. Estaban pasando un vídeo corto. En esa época, él aún vivía. En el vídeo, él estaba hablando y alguien que estaba sentado entre el público lo miraba. Él le dice: «No me mire así». Ese hombre responde: «¿Qué puedo hacer? Mis ojos son así». «No, señor, por favor, no me mire así». El hombre dice: «¿Qué puedo hacer? ¿Debo cerrar los ojos? Solo lo estoy escuchando. Lo estoy mirando; eso es todo». «No, usted no puede mirarme así. Llévense a este hombre».

Él hizo esto el primer día que fui y me gustó mucho. Este hombre es recto. Demasiado recto. La integridad de la persona simplemente se derrama sobre él. La integridad de este hombre no puede pasar desapercibida. No leí mucho, pero escuché algunos audios y vi algunos videos. Lo disfruté, pero yo era demasiado indómito como para escuchar a nadie. La vida me llamaba todo el tiempo. No tenía tiempo para escuchar a mis padres, ni a mis profesores ni a Krishnamurti. No tenía tiempo para nada, así que abandoné el círculo de estudio y seguí adelante.

El camino de Gnana

Durante cinco fines de semana, fui allí todos los sábados por la tarde durante una hora y media. Ponían un vídeo o un audio de media hora, y luego iniciaban un debate. Se armaba una gran confusión, porque nadie a su alrededor entendía de qué estaba hablando. Él solo hablaba de esto, esto y esto. «¿Qué es esto?». Él decía: «Esto es esto», porque se negaba a utilizar cualquier método, cualquier ejemplo, cualquier parábola, historia o broma. Esto es solo disección intelectual. Esto es Gnana Marga puro. «Gnana» significa ‘camino del intelecto’.

Si me preguntas, entre los más de siete mil millones de personas que hay en el mundo, no encontrarás ni siquiera a 10 000 personas que sean adecuadas para este tipo de proceso, que tengan ese tipo de intelecto afilado como una cuchilla y que puedan seguir diseccionando cosas sin ningún tipo de contexto. Tal vez, encuentres a mil personas y puede que esas mil personas no estén interesadas en el proceso espiritual; tal vez, están intentando sacar una tajada del mercado de valores o de algo más.

Todos los que estaban alrededor de Jiddu Krishnamurti podían sentir que el hombre era especial, pero nadie podía entender de qué hablaba, porque se negaba a desempeñar el papel de un Gurú. Se negó a iniciar a nadie en nada ni a dar ningún tipo de método o proceso.

Conducir un auto sobre una sola rueda

Él dijo: «Sucederá de todos modos». Eso es cierto. De todos modos sucederá, pero quizá suceda después de un millón de vidas. Así que, si tienes prisa, o bien debes tener ese tipo de intelecto —que es raro—, o bien debes estar dispuesto a utilizar las otras facultades del cuerpo, la energía y la emoción. Él iba conduciendo su auto sobre una sola rueda. Lo hacía muy bien, pero nadie más podría hacerlo.

¿Cuántos de ustedes pueden conducir su coche sobre dos ruedas? Hay gente que puede hacerlo, pero ¿es esa la mejor manera de conducir un auto? Un hombre puede seguir recomendando: «Si conduces tu auto sobre dos ruedas, el desgaste de los neumáticos disminuirá, ocupará mucho menos espacio, puedes estrechar mucho más los carriles de la autopista; hay un sinfín de ventajas», pero ¿cuánta gente puede hacerlo? Y él lo está conduciendo sobre una sola rueda —peor aún—.

Él fue un ser humano fantástico, pero vivió como una flor y se marchitó como una flor. Cuando él estaba allí, había una fragancia. Cuando se fue, solo quedaron los libros, porque no hubo un proceso vivo.

Kahlil Gibran y Jiddu Krishnamurti

Fui por casualidad a la casa de Kahlil Gibran en el Líbano. Era una casa que merecía la pena visitar. Es un hermoso lugar en las montañas y tiene un pequeño arroyo que fluye por la sala. Una vez, Jiddu Krishnamurti estaba en un lugar y Kahlil Gibran fue a verlo.

Más adelante, Gibran dijo: «Cuando entré en la habitación, me topé con un muro de amor». Nunca asociarías a Jiddu Krishnamurti con el amor. Definitivamente, no parece amoroso, pero es muy amoroso. Sus energías son absolutamente compasivas, pero sus palabras son como un cuchillo.

A su alrededor, la gente sentía algo, pero no podía captar ese algo, porque él no le daba qué captar. Él dijo: «Si lo captas, puedes quedarte atrapado en esto, así que no lo captes». Es una manera de enfocarlo. No digo que esté mal. Es una manera hermosa. Si hubiera millones de mentes muy agudas en el mundo, esa sería una manera fabulosa de hacer las cosas; pero tal como está la humanidad, tal como están enredados los intelectos de la gente en un millón de cosas, ese método no va a llevar a la mayoría de la personas a ninguna parte. Es un proceso hermoso, pero tiene que haber personas que puedan digerirlo.

Jiddu Krishnamurti era como una flor cuya fragancia se sentía mientras estuvo vivo. Sus palabras son buenas. Si quieres usarlas como un ejercicio intelectual para soltar algunas cosas, podrían ser útiles. Su brillantez intelectual sale a relucir en cada momento de su vida.

Cómo impactó Jiddu Krishnamurti sobre Sadhguru

Cuando asistí a esos cinco sábados por la tarde durante hora y media, uno de esos días, él habló sobre educación. Realmente me fascinó, porque nunca había pensado en una manera alternativa de educar a la gente. Yo solo pensaba en cómo desmantelar todos los sistemas educativos. Yo pensaba que estos sistemas educativos eran el más horrible de los males y que podría crecer mejor bajo un árbol de mango —o sobre un árbol de mango, según la estación— en lugar de estar en una escuela.

Cuando habló de educación, de repente, me di cuenta de que había otra manera de hacer esto. Yo tenía unos 17 o 18 años, vivía de manera indómita y soñaba con escaparme a algún lugar. Simplemente pensé que me gustaría dar a los niños el tipo de educación de la que él hablaba.

Resulta que cuando mi hija tuvo que ir a la escuela, la admitieron en algunas de las mejores escuelas de Ooty —que es donde todo el mundo querría ir—, pero, entonces, me vino a la mente: «Vale, hay una escuela de Jiddu Krishnamurti. ¿Por qué no enviarla allí?». Ella fue a esa escuela y pasó ocho años estudiando allí.

Así que esas cinco tardes de sábado de hora y media cada una tuvieron tanto impacto sobre mí que entregué a mi hija a su cuidado de una manera u otra. Mi contacto con Jiddu Krishnamurti fue de solo siete horas y media, y esa es la influencia que tuvo sobre mí.

 

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Nota del editor

Sadhguru habla de otro gran ser, Adi Shankara: quién era, por qué su origen es un símbolo de la naturaleza y de las fuerza fundamentales de esta nación, y cómo lo que representa es relevante en el mundo actual. Sadhguru también establece paralelismos entre la ciencia contemporánea y lo que Adi Shankara dijo hace más de 1200 años.

 

Sadhguru y su esposa

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El apego

Únicamente se apegan los que no son inteligentes, aquellos que no ven todas las consecuencias del apego. Los no inteligentes son los que dominan el mundo, son las personas fuertes de este mundo, y el resto estarnos atrapados. Pero si uno lo examina de cerca, entonces deja de estar atrapado en todo esto y no malgasta energía en algo que no tiene sentido; en ese momento la energía está completamente enfocada en la observación y, como consecuencia, el apego se disuelve por completo.

Jiddu Krishnamurti

Relaciones sin conflicto, «La emoción»

 

 

Con la comprensión, el deseo surge pero no echa raíces

El deseo crea contradicción, y a la mente que está un poco atenta no le gusta vivir en contradicción; por eso trata de liberarle del deseo. Pero si Ia mente puede comprender el deseo sin intentar eliminado, sin decir: «Este deseo es mejor y aquel es peor, voy a conservar el primero y a descartar el segundo», si puede darse cuenta de toda la extensión dei deseo -sin rechazar, sin elegir, sin condenar-, entonces uno ve que esa mente se vuelve muy tranquila; los deseos siguen viniendo, pero no tienen impacto, no tienen mucha importancia; no echan raíces en la mente ni generan problemas. La mente reacciona, de lo contrario no estaría viva, pero esa reacción es superficial y no tiene arraigo. Por eso es importante comprender todo el proceso del deseo, del que casi todos somos prisioneros.

Jiddu Krishnamurti, ¿Qué estás haciendo con nuestra vida?

Capítulo 6, Deseo y anhelo

 

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Entrevista a J. Krishnamurti por Carlo Suares

La importante revista francesa Planète publicó, en su número 14 de enero-febrero 1964, un diálogo de enorme interés para toda persona a quien le preocupen los problemas fundamentales de la existencia humana. El diálogo, considerado por Planète como un “documento excepcional”, ocurrió entre el periodista y escritor francés de gran renombre Carlo Suarès y J. Krishnamurti, figura de singular trascendencia en el pensamiento de nuestra época. El periodista, a petición de la revista, se desplazó a Gstaad, en Suiza, donde pasaba una temporada Krishnamurti, y, durante una semana, mantuvo conversaciones con él. El texto que figura a continuación se redactó a partir de las notas tomadas en el curso de esas conversaciones que se desarrollaron en francés. Krishnamurti mismo leyó y corrigió el texto para su publicación.

Fundación Krishnamurti Latinoamericana, 1964

Entrevista a Jiddu Krishnamurti

 

¿SON REALMENTE IMPORTANTES LAS RELIGIONES?

Krishnamurti: ¿Qué desean de mí sus amigos de Planète? ¿Quieren hechos reales o simplemente erudición? ¿Piensan que yo les aportaré resultados de lecturas? ¿Conclusiones? ¿Opiniones? ¿Síntesis? ¿Ideas?

Carlo Suarès: No es eso lo que ellos quieren.

Krishnamurti: Dígales que yo no he leído nada, que no poseo referencias. Para mí no hay mutación psicológica más que cuando cesa el proceso acumulativo.

Carlo Suarès: Acaba usted de pronunciar la palabra “mutación”. Es una palabra que se encuentra a menudo en esta revista, pero acompañada, en general, de la idea de que la metamorfosis de este mundo moderno puede llevarnos, como por un proceso natural, a un cambio de estado interior, mientras que lo que usted quiere es una revolución total e inmediata de la conciencia, revolución que ninguna evolución puede provocar.

Krishnamurti: Todos sabemos que nuestra época es explosiva, que los medios con que cuenta el hombre, que han permanecido más o menos constantes durante milenios, se han multiplicado súbitamente millones de veces; que las calculadoras electrónicas, por no mencionar más que eso, se vuelven, con el paso de las horas, cada vez más fantásticas; que el hombre mañana irá a la Luna o más allá; que la biología está a punto de descubrir el misterio de la vida, e incluso de crear vida.

Sabemos que las ideas mejor demostradas de la ciencia se desmoronan; que todo se pone constantemente en tela de juicio, y que los cerebros se ven coaccionados y forzados a ponerse en movimiento. Todo eso lo sabemos; no es pues necesario insistir sobre este aspecto de nuestra época.

En la actual confusión, el hombre anda en busca de una seguridad material que no puede encontrarse sino por medio de los conocimientos tecnológicos. Las religiones se han convertido en superestructuras que apenas tienen una importancia real en los asuntos del mundo, mientras que las cuestiones fundamentales quedan sin respuesta: el tiempo, el dolor, el temor…

 

Entrevista a Jiddu Krishnamurti

 

MUTACIÓN, RELIGIONES, TEMOR…

Carlo Suarès: Por ahí es por donde podemos iniciar un debate. Yo creo que muchos lectores de Planète le dirán esto, puesto que también ellos están de acuerdo en comprobar que la sociedad está en pleno desorden y confusión ¿Por qué, entonces, no pensar que este formidable movimiento no se producirá al mismo tiempo en nuestros cerebros?

Krishnamurti: Efectivamente, podemos pensarlo. Pero ¿es eso lo que puede llamarse una mutación? ¿Tener un cerebro electrónico? El cerebro no es toda la conciencia.

Carlo Suarès: No se trata del cerebro. Nuestra conciencia se ensancha y abarca todo nuestro planeta, y lo que ocurre en el otro extremo del mundo….

Krishnamurti: Sí, ya he comprendido….

Carlo Suarès: … Los monjes budistas que se hacen quemar vivos, los negros de Norteamérica…

Krishnamurti: Por supuesto. Desde luego. Ellos forman parte de nosotros, y la espantosa miseria de Asia, y todas las tiranías por todas partes, y la crueldad, y la ambición, y la codicia, y los innumerables conflictos del mundo; todo eso nosotros lo sentimos. Todo eso, somos nosotros. Tenga usted todo eso totalmente presente en su mente, y vea a qué extraordinaria profundidad debe efectuarse la mutación.

Carlo Suarès: Hay en este momento, en Francia, una corriente de pensamiento que al comprobar que la complejidad de la sociedad humana se ha vuelto inextricable, desearía que pudiera constituirse un pensamiento humano colectivo, capaz de reunir en una síntesis los hilos dispersos de nuestros conocimientos…

Krishnamurti: ¿Qué otras cuestiones considera usted?

Carlo Suarès: La cuestión religiosa, naturalmente. ¿Puede preverse una religión del porvenir, basada en un mejor conocimiento del Cosmos y en el sentimiento de que el hombre forma parte de é?

Krishnamurti: ¿Y que más?

Carlo Suarès: Me han encargado que le pregunte por lo que usted piensa del hecho de que en lo más recóndito del ser humano moderno, joven o viejo, está el temor…

Krishnamurti: Ya veo. Si le parece bien, vamos a empezar… Pero ¿está usted seguro de que Planète aceptará publicar todo lo que yo diga?

Carlo Suarès: Me lo han asegurado formalmente. ¿Puede usted, en una frase, indicarme lo esencial de lo que se propone hacer?

Krishnamurti: “Descondicionar” la totalidad de la conciencia.

Carlo Suarès: ¿Quiere usted decir que pide a cada uno que “descondicione” la absoluta totalidad de su propia conciencia? Permítame decirle que lo que más desconcierta en la enseñanza de usted, es su reiterada afirmación de que ese “descondicionamiento” total no requiere tiempo alguno.

 

LA MUTACIÓN PSICOLÓGICA NO ES LO QUE USTED CREE

Krishnamurti: Si se tratase de un proceso evolutivo, yo no lo llamaría mutación. Una mutación es un cambio brusco de estado.

Carlo Suarès: Yo no imagino a un “mutante”, es decir, un hombre que cambia de estado de conciencia, que no arrastre con él la resultante de todo su pasado. El hombre modifica el medio y el medio modifica al hombre….

Krishnamurti: No. El hombre modifica el medio, y el medio modifica tal o cual parte del hombre que está conectada con la modificación del medio, no al hombre en su totalidad, en su profundidad más recóndita. Ninguna presión exterior puede efectuar tal cosa, solo modifica las partes superficiales de la conciencia.

Tampoco el análisis psicológico puede provocar la mutación, puesto que todo análisis se sitúa en el campo de la continuidad. Tampoco la experiencia puede provocar la mutación por más exaltada y “espiritual” que sea. Por el contrario, cuanto más aparezca ésta como una revelación, más condicionará.

En los dos primeros casos – modificación psicológica producida por el análisis o la introspección, y modificación producida por una presión exterior – el individuo no sufre transformación profunda alguna: sólo se ve modificado, reformado, reajustado, para poder adaptarse a lo social.

En el tercer caso – modificación producida por una experiencia llamada espiritual, sea conforme a una fe organizada, sea puramente personal – el individuo se ve proyectado a la evasión que le dicta la autoridad de cualquier símbolo.

En todos los casos hay acción de una fuerza compulsiva que se apoya en una moral social, es decir, un estado de contradicción y de conflictos. Toda sociedad es contradictoria en sí misma. Toda sociedad exige esfuerzos de parte de quienes la constituyen. Ahora bien, contradicción, conflicto, esfuerzo y competición son barreras que impiden toda mutación, porque mutación quiere decir libertad.

Carlo Suarès: ¿Surgen de ahí las evasiones hacia los símbolos?

Krishnamurti: Sólo en las partes inexploradas de la conciencia existen imágenes simbólicas. Las mismas palabras no son más que símbolos, hay que hacer estallar las palabras.

Carlo Suarès: Pero las doctrinas teológicas…

Krishnamurti: Dejémoslas tranquilas. Todo pensamiento teológico carece de madurez. No perdamos el hilo de nuestra conversación. Estábamos en la experiencia, y decíamos que toda experiencia es condicionante. En efecto, toda experiencia vivida –y no sólo hablo de aquellas que se llaman “espirituales”– tiene necesariamente sus raíces en el pasado. Que se trate de la realidad o de mi vecino, lo que yo reconozco implica una asociación con algo del pasado. Una experiencia llamada espiritual es la respuesta del pasado a mi angustia, a mi dolor, a mi temor, a mi esperanza.

Esta respuesta es la proyección que ocurre para compensar un estado miserable. Mi conciencia proyecta lo contrario de lo que ella es, porque yo estoy persuadido de que ese contrario, exaltado y dichoso, es una realidad consoladora. Así, mi fe católica o budista construye y proyecta la imagen de la Virgeno del Buda, y esas invenciones despiertan una emoción intensa en esas mismas capas inexploradas de la conciencia que habiéndolas inventado sin saberlo, las confunde con la realidad.

Los símbolos, o las palabras, se vuelven más importantes que la realidad. Se instalan en calidad de memoria en una conciencia que dice:

Yo sé, puesto que he tenido una experiencia espiritual”.

 

Entonces las palabras y el condicionamiento se vitalizan mutuamente en el círculo vicioso de un circuito cerrado.

Carlo Suarès: ¿Un fenómeno de inducción?

Krishnamurti: Sí. El recuerdo de la emoción intensa, del choque, del éxtasis, engendra una aspiración hacia la repetición de la experiencia, y el símbolo se convierte en la suprema autoridad interior, en el ideal hacia el cual tienden todos los esfuerzos. Captar la visión llega a ser un propósito; pensar en ella sin cesar y disciplinarse, un medio.

Pero el pensamiento es aquello mismo que crea una distancia entre el individuo tal como él es, y el símbolo o el ideal. No puede haber mutación posible sin morir para esa distancia. La mutación sólo es posible cuando cualquier experiencia cesa totalmente. El hombre que ya no vive ninguna experiencia es un hombre despierto.

Pero vea usted lo que pasa en todas partes: se buscan siempre experiencias más profundas y más vastas. El hombre está persuadido de que vivir experiencias es vivir realmente. De hecho, lo que se vive no es la realidad sino el símbolo, el concepto, el ideal, la palabra. Vivimos de palabras.

Si la vida llamada espiritual es un perpetuo conflicto, es porque en ella formulamos la pretensión de alimentarnos de conceptos, como si teniendo hambre pudiéramos alimentarnos con la palabra “pan”. Vivimos de palabras y no de hechos. En todos los fenómenos de la vida, ya se trate de la vida espiritual, de la vida sexual, de la organización material de nuestro tiempo de trabajo o de descanso, nos estimulamos por medio de palabras.

Las palabras se organizan en ideas, en pensamientos, y sobre la base de esos estímulos, creemos vivir tanto más intensamente cuanto mejor hayamos sabido, gracias a ellas, crear distancias entre la realidad (nosotros, tales como somos) y un ideal (la proyección de lo contrario de lo que somos). De esa manera le volvemos la espalda a la mutación.

 

HAY QUE MORIR PARA EL TIEMPO, PARA LOS SISTEMAS, PARA LAS PALABRAS

Carlo Suarès: Recapitulemos. Mientras exista en la conciencia un conflicto, sea el que fuere, no hay mutación.

Mientras domine nuestros pensamientos la autoridad de la Iglesia o del Estado, no hay mutación. Mientras nuestra experiencia personal se erija en autoridad interior, no hay mutación. Mientras la educación, el medio social, la tradición, la cultura, o sea nuestra civilización, con todas sus influencias, nos condicione, no hay mutación. Mientras haya adaptación, no hay mutación.

Mientras haya evasión, de cualquier naturaleza que sea, no hay mutación. Mientras yo procure alcanzar altas virtudes de asceta, mientras yo crea en una revelación, mientras yo tenga un ideal cualquiera, no hay mutación. Mientras yo procure conocerme analizándome psicológicamente, no hay mutación. Mientras haya un esfuerzo en pos de una mutación, no hay mutación. Mientras haya una imagen, un símbolo, ideas, o solamente palabras, no hay mutación.

¿He dicho bastante? No. Puesto que, llegado a este punto, sólo puedo verme obligado a agregar: mientras haya pensamiento, no hay mutación.

Krishnamurti: Exactamente.

Carlo Suarès: ¿Qué es, entonces, esa mutación de la que usted habla en todo momento?

Krishnamurti: Es una explosión total en el interior de las capas inexploradas de la conciencia, una explosión en el germen, o si le parece mejor, en la raíz del condicionamiento, una destrucción de la continuidad.

Carlo Suarès: Pero la vida misma es condicionamiento. ¿Cómo es posible destruir la continuidad y no destruir la vida misma?

Krishnamurti: ¿Quiere usted realmente saberlo?

Carlo Suarès: Sí.

Krishnamurti: Muera usted para la continuidad. Muera para el concepto total del tiempo: para el pasado, para el presente y para el futuro. Muera para los sistemas, muera para los símbolos, muera para las palabras, porque todo eso son factores de descomposición. Muera para el psiquismo, pues él es el que se inventa el tiempo psicológico. Ese tiempo carece totalmente de realidad.

Carlo Suarès: Entonces, ¿qué es lo que queda sino la desesperanza, la angustia, el miedo de una conciencia que ha perdido todo punto de apoyo y hasta la noción de su propia identidad?

Krishnamurti: Si un hombre me formulase esta pregunta de esa manera, yo le respondería que él no ha hecho el viaje, que ha tenido miedo de pasar a la otra orilla.

 

¿QUÉ ES EL MIEDO?

Carlo Suarès: Lo que usted dice da miedo. Yo me pregunto si la conciencia, en lo más profundo de sí misma, no tiene necesidad de este miedo. Eso explicaría por qué se lo mantiene constantemente, alimentado por las religiones, que se supone son refugios y tranquilizantes. Ellas alimentan el miedo, impidiendo que la conciencia se perciba tal como es. Ellas interponen, entre la conciencia y la realidad, la pantalla de las doctrinas teológicas.

Krishnamurti: Este problema es profundo y vasto a la vez. Abordémoslo explorándolo, palpándolo, por así decirlo, por diversos lados. El miedo es tiempo y pensamiento. Le damos una continuidad al miedo por medio del pensamiento, y por medio del pensamiento le damos una continuidad al placer.

Este hecho es sencillo: pensando en el objeto de nuestro placer, le otorgamos al placer una continuidad, y lo mismo hacemos con el miedo, pensando en el objeto de nuestro temor. Si yo tengo miedo de usted – o de la muerte, o de alguna otra cosa – pienso en usted o en la muerte y así alimento el miedo. Si, por el contrario, llegásemos a encontrarnos cara a cara con el objeto de nuestro miedo, éste cesaría.

Carlo Suarès: ¿Cómo es eso?

Krishnamurti: Hablo del miedo psicológico, no del miedo de un peligro físico que uno trata de alejar, lo cual es natural. Considere usted el miedo a la muerte. ¿En qué consiste ese miedo? Dividimos la totalidad del fenómeno vital en vida y muerte. La vida es conocida, y de la muerte nada se sabe

¿Se tiene miedo de lo que no se conoce, o más bien se tiene de perder lo que uno conoce? Es evidente que vida y muerte son dos aspectos de un mismo fenómeno.

Si dejamos de considerarlos como dos fenómenos diferentes, ya no hay conflicto.

Carlo Suarès: ¿No podríamos preguntarnos qué es el miedo en sí?

Krishnamurti: No hay miedo en sí. Nunca hay miedo que no sea miedo de algo.

Carlo Suarès: Pero ¿no existe un miedo fundamental?

 

EL PROBLEMA DE LA MUERTE

Krishnamurti: No. El miedo es siempre miedo de algo. Examine el asunto con suma atención y verá que es así. Todo miedo, aun inconsciente, es el resultado de un pensamiento. El miedo que se halla presente en todas partes y el miedo psicológico, en el interior del yo, son siempre el miedo de no ser. De no ser esto o aquello, o simplemente de no ser.

La contradicción evidente entre el hecho de que todo lo que existe es transitorio, y la búsqueda de una permanencia psicológica: ese es el origen del miedo. Para vernos libres de él, debemos investigar en su totalidad la idea de la permanencia. El hombre que no tiene ilusiones no tiene miedo. Eso no quiere decir que sea cínico, amargado o indiferente.

Carlo Suarès: Eso significa que él ha visto que la estructura psicológica en la cual basa la noción de su propia identidad no es real, es sólo verbal.

Krishnamurti: Estamos, pues, ante uno de los mayores problemas: la muerte. Para comprender esta cuestión, no de forma verbal sino realmente, o sea, para profundizar con realismo en el hecho de la muerte, hay que desprenderse de todo concepto, de toda especulación, de toda creencia que tengamos, porque toda idea que pueda tenerse sobre este asunto estará engendrada por el miedo.

Si nosotros, usted y yo, no tenemos miedo, podremos plantear correctamente el problema de la muerte. No nos preguntaremos qué sucede “después”, sino que exploraremos la muerte como un hecho en sí misma. Para comprender lo que es la muerte, toda búsqueda mendigante en las tinieblas debe cesar.

¿Estamos nosotros, usted y yo, en esa disposición de espíritu que no busca saber lo que hay “después de la muerte”, sino que se pregunta qué es la muerte? ¿Percibe usted la diferencia?

Si uno se pregunta qué hay “después”, es porque no se ha preguntado qué es la muerte. ¿Estamos en condiciones de hacernos esta pregunta? ¿Puede uno realmente preguntarse qué es la muerte mientras no se pregunte qué es la vida? ¿Es acaso posible preguntarse qué es la vida a base de nociones, ideas y teorías sobre ella? ¿Cuál es la vida que conocemos?

Nosotros conocemos la existencia de una conciencia que se debate sin cesar en toda clase de conflictos, internos y externos. Desgarrada por sus contradicciones, esta existencia está encerrada en el círculo de sus exigencias y de sus obligaciones, de los placeres que busca y de los sufrimientos que rehúye.

Estamos enteramente embargados por un vacío interior, que la acumulación de posesiones materiales y mentales jamás puede colmar. En tal estado, no podemos plantearnos el problema de lo que es la muerte, porque no nos hemos planteado la cuestión de lo que es la vida. La existencia que conocemos, ¿es la vida?

Las explicaciones como: resurrección de los muertos, reencarnación, etc., ¿provienen de un conocimiento de la muerte? Solo son meras proyecciones de ideas que nos forjamos acerca del fragmento de existencia que llamamos “vida”.

Morir para la estructura psicológica con la cual nos identificamos; morir cada minuto, cada día, en cada acto que realizamos; morir para el placer inmediato y para la continuidad del dolor, y saber todo lo que está implícito en ese morir; entonces, es cuando estamos en condiciones de formular la pregunta: ¿qué es la muerte?

No se discute con la muerte corporal. Sin embargo, sólo aquellos que saben morir de instante en instante pueden evitarse iniciar con la muerte un diálogo imposible.

En esa muerte constante hay una renovación constante, un frescor que no pertenece al mundo de la continuidad en la duración. Ese morir es creación. Creación es muerte y amor.

 

LAS IGLESIAS NADA PUEDEN

Carlo Suarès: Tengo que hacerle algunas preguntas sobre religión. Las grandes religiones más recientes han nacido, sin embargo, en épocas en las que se creía que la tierra era plana, que el sol recorría la bóveda celeste, etc. Hasta una época reciente (la de Galileo no está tan lejos) las religiones imponían por la violencia una serie de imágenes infantiles del cosmos.

Hoy, no pudiendo hacer otra cosa, se colocan al lado de la ciencia y se contentan con declarar que sus cosmogonías son simplemente simbólicas. Pero proclaman que, a pesar de esta capitulación, son depositarias de las verdades eternas. ¿Qué piensa usted de eso?

Krishnamurti: Las religiones hacen su propaganda con el fin de obtener poder sobre las conciencias. Procuran apoderarse de la infancia para condicionarla mejor. Las religiones de las Iglesias y las de los Estados, proclaman la necesidad de todas las virtudes, mientras que su historia no es sino una serie de violencias, de terrores, de torturas, de matanzas inimaginables.

Carlo Suarès: Pero ¿no cree usted que hoy en día las Iglesias son menos combativas? ¿No vemos a los jefes de las más grandes Iglesias declarar que la fraternidad humana es lo más importante y que el culto es secundario?

Krishnamurti: Si la declaración de fraternidad es más importante que el culto, se debe a que el culto ha perdido su importancia incluso ante sus pontífices. Este pretendido universalismo es a lo sumo una simple tolerancia. Ser tolerante, es apenas tolerar al vecino con ciertas condiciones. Toda tolerancia es intolerancia, así como la no-violencia, es violencia.

De hecho, en nuestra época, la religión, como verdadera comunión del hombre con aquello que lo supera, no desempeña ningún papel en la trayectoria de los asuntos humanos. Más bien es todo lo contrario: las organizaciones religiosas son instrumentos políticos y económicos.

Carlo Suarès: Pero ¿no pueden esas organizaciones religiosas guiar a los hombres hacia una realidad que está más allá de ellos mismos?

Krishnamurti: No.

 

MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO Y DEL TIEMPO

¿QUÉ ES UN ESPÍRITU LIBRE?

Carlo Suarès: Pasemos, pues, al sentimiento religioso. El hombre moderno, que vive conscientemente en el universo de Einstein y no en aquel de Euclides, ¿no puede entrar mejor en comunión con la realidad del universo gracias a una conciencia más experimentada y ampliada de un modo adecuado?

Krishnamurti: El que quiera ampliar su conciencia, puede elegir entre las psicodrogas que más le convengan. En cuanto a entrar mejor en comunión con el universo gracias a una acumulación de informaciones y de conocimientos científicos acerca del átomo o de las galaxias, es como decir que una inmensa erudición libresca sobre el amor, nos hará conocer el amor.

Y, por otra parte, a este hombre ultramoderno, tan al corriente de los últimos descubrimientos científicos, ¿le habrá servido todo ello para iluminar su universo inconsciente?

Mientras en él subsista una sola parcela inconsciente, proyectará una irrealidad de símbolos y de palabras por medio de la cual se forjará la ilusión de estar en comunión con algo superior.

Carlo Suarès: Sin embargo, ¿cree usted que es posible una religión futura basada en hechos científicos?

Krishnamurti: ¿Por qué hablar de una religión futura? Veamos, más bien, lo que es la verdadera religión. Una religión organizada sólo puede producir reformas sociales, cambios superficiales. Toda organización religiosa se sitúa necesariamente dentro de una estructura social. Yo hablo de una revolución religiosa que sólo puede producirse fuera de la estructura psicológica de una sociedad, cualquiera que ella sea.

Un espíritu verdaderamente religioso está desprovisto de todo miedo, porque está libre de todas las estructuras que las civilizaciones han impuesto a lo largo de los milenios. Un espíritu semejante está vacío, en el sentido de que se ha vaciado de todas las influencias del pasado, sea colectivo o personal, así como de las presiones que ejerce la actividad del presente, la cual genera el futuro.

Carlo Suarès: Un espíritu así, por el hecho de que se ha vaciado de su contenido, que de hecho lo contenía a él, es extraordinariamente libre…

Krishnamurti: Es libre, está vivo y totalmente en silencio. Es el silencio lo que importa. Es un estado sin medida. Solamente entonces, y no como una experiencia, se puede ver aquello que no tiene nombre, que está más allá del pensamiento y que es energía sin causa. Si no hay ese silencio creador, se haga lo que se haga, no existirá en la tierra ni fraternidad ni paz, es decir, no habrá verdadera religión.

Carlo Suarès: Todas las religiones preconizan alguna forma de plegaria, algún método de contemplación a fin de entrar en comunión con una realidad superior, cuyo nombre, Dios, Atmán, Cosmos, etc., varía. ¿Qué actividades religiosas practica usted? ¿Reza usted?

Krishnamurti: La repetición de fórmulas sagradas calma la agitación de la mente y la adormece. La plegaria es un calmante que permite vivir en el interior de un recinto psicológico, sin experimentar la necesidad de destrozarlo, de destruirlo.

El mecanismo de la plegaria, como todos los mecanismos, produce resultados mecánicos. No existe plegaria alguna que pueda traspasar la ignorancia de uno mismo. Toda plegaria dirigida a aquello que es ilimitado, presupone que un espíritu limitado sabe dónde y cómo alcanzar lo ilimitado.

Eso quiere decir que él tiene ideas, conceptos, creencias sobre todo eso y que se halla atrapado en todo un sistema de explicaciones, en una prisión mental. Lejos de liberar, la plegaria aprisiona. Ahora bien, la libertad es la esencia misma de la religión, en el verdadero sentido de esa palabra. Esta libertad esencial es negada por todas las organizaciones religiosas, a pesar de lo que digan.

Lejos de ser un estado de plegaria, el conocimiento de sí mismo es la puerta de la meditación. No es ni una acumulación de conocimientos sobre psicología, ni un estado de sumisión llamada religiosa, en donde se espera la gracia. Es lo que derriba las disciplinas impuestas por la sociedad o la iglesia.

Es un estado de atención total y no una concentración sobre algo en particular. Al estar el cerebro tranquilo y silencioso, observa el mundo exterior y ya no proyecta ninguna imaginación ni ninguna ilusión.

Para observar el movimiento de la vida, el cerebro debe ser tan rápido como la misma vida, estar activo y sin dirección. Solamente entonces lo inconmensurable, lo atemporal, lo infinito, puede surgir. Eso es la verdadera religión.

 

LO QUE QUEDA POR DESPERTAR

Carlo Suarès: ¿Cree usted que un pensamiento colectivo, que una inteligencia colectiva, habiendo acumulado y sintetizado los últimos logros de todas las ciencias, si es que ese pensamiento pudiera producirse, estaría en condiciones de guiar a la humanidad hacia una evolución sana?

Krishnamurti: La evolución que conocemos, de la carreta de bueyes al cohete espacial, se ha debido solamente a una determinada parte del cerebro. Aunque esa parte se desarrolle millones de veces más, esto no lograría el más mínimo progreso para el problema fundamental que se plantea la conciencia humana sobre sí misma. Se desarrollará.

Ese proceso es irreversible y necesario. Pero existe otra parte del cerebro que todavía no está despierta y que desde ahora mismo podemos darle vida. Ese despertar no es cuestión de tiempo. Es una explosión revolucionaria que surge en el mismísimo origen de todas las cosas e impide la cristalización y solidificación – por los residuos del pasado – de una estructura psicológica.

Esa lucidez aborda cada problema a medida que se presenta y, de esa manera, la importancia del problema se vuelve secundaria. Si no surge, y pervive, esa explosión de lucidez, que es energía sin causa, y que no es ni individual ni colectiva, el mundo no conocerá la libertad ni la paz.

 

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La religión

Religión es comprender el significado total del diario vivir, que es comprender la relación de uno con el otro, amar, tener esa cualidad del amor, tener ese perfume, esa belleza, esa llama. Esa es la mente religiosa. Vivir una vida exenta de conflicto, una vida que tiene el sentimiento de la compasión, con su amor, con su inteligencia -esa es una vida religiosa. La compasión es inteligencia. Esa es la vida religiosa.

Jiddu Krishnamurti, La mente que no mide

El significado del vivir cotidiano, Calcuta. 28 de noviembre de 1982

 

 

La transformación

La trasformación dei mundo nace de trasformarse uno mismo,
porque el «yo» es parte y resultado del proceso total de la
existencia humana. Para trasformarse uno mismo, el conocimiento
propio es esencial; sin conocer lo que somos, no existe
base alguna para el recto pensar; sin conocerse a sí mismo no
puede haber transformación.

 

Jiddu Krishnamurti, ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?

Primera parte, Nuestro ‘yo’ y nuestra vida