EL CONFORMISMO Y LA LIBERTAD, por Jiddu Krishnamurti. «El Orden como negación del Desorden».

EL CONFORMISMO Y LA LIBERTAD

 

¡YO SOY LA VIDA!

 

No tengo nombre;
soy como la fresca brisa de los montes.

No tengo asilo;
soy como las aguas sin dique.

No tengo santuarios cual los dioses misteriosos,
Ni estoy en la cúpula de los templos solemnes.

No tengo sagradas escrituras,
Ni estoy atado a la tradición.

No estoy en el incienso
Que sube a los altares.

Ni en la pompa de las grandes ceremonias,
Tampoco estoy en la dorada imagen,
Ni en las notas de un órgano suntuoso.

No estoy limitado por teorías,
ni corrompido por creencias.

No soy esclavo de las religiones,
Ni de la piadosa asistencia
De sus sacerdotes.

No soy engañado por filosofías;
Ni el poder de sus sectas me da nombre.

No soy humilde ni conspicuo
Ni apacible ni violento;
Yo soy el Adorador y el Adorado,
Yo soy Libre.

Mi canción es la canción del río
En su anhelo por la mar inmenso
Divagando, divagando, divagando…

¡YO SOY LA VIDA!

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JIDDU KRISHNAMURTILa vida liberada. Ediciones Obelisco, 2011. Filosofía Digital, 27/04/2013.

 

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EL CONFORMISMO Y LA LIBERTAD

«Uno de los grandes problemas que tenemos es el que engloba el orden y el desorden, el conformismo y la libertad. Mientras no resolvamos esta cuestión dentro de nosotros (no como grupo ni como comunidad, ni mediante la aceptación de cierta fórmula), mientras no la resolvamos como seres humanos, como individuos, nuestra rebelión y nuestra libertad serán únicamente una continuación del proceso de la confusión y del conflicto.

El individuo no es diferente de la sociedad. La estructura psicológica de la sociedad la ha creado él, y en ella está atrapado; por esa razón, aunque trata de escapar de ella, su actividad es una mera revuelta que no soluciona ningún problema.

Para comprender la verdad deberán tener un orden extraordinario, y no hay ninguna posibilidad de lograr ese orden ni mediante la revuelta ni mediante el acatamiento de una fórmula, ya sea socialista, capitalista, religiosa o de cualquier otro tipo.

Luego el problema es cómo un ser humano que ve cómo son las cosas y no hace nada, que tiene el corazón partido, vacío, y la mente llena de palabras, teorías y vanidad…, cómo puede hacer ese ser humano que su corazón ame de nuevo. Esa es la verdadera cuestión»

Por Jiddu Krishnamurti

Filosofía Digital, 2012

EL CONFORMISMO Y LA LIBERTAD
El verdadero problema del ser humano es cómo puede vivir con el corazón seco… Y cómo puede conseguir que su corazón ame de nuevo.

 

Me parece que uno de los grandes problemas que tenemos es el que engloba el orden y el desorden, el conformismo y la libertad. Mientras no resolvamos esta cuestión dentro de nosotros (no como grupo ni como comunidad, ni mediante la aceptación de cierta fórmula), mientras no la resolvamos como seres humanos, como individuos, nuestra rebelión y nuestra libertad serán solo una continuación del proceso de la confusión y del conflicto.

Es bastante obvio que en todas partes del mundo nos adaptamos, en la confianza de que ese conformismo traerá orden. Porque el orden es necesario; en el desorden no se puede vivir. No hay sociedad ni individuo que, interna y externamente, no necesite orden. Ahora bien, el orden no se consigue por el mero hecho de estipular categóricamente unos patrones basados en una idea del orden.

 

ES UNA AUTÉNTICA DESGRACIA QUE TODOS PREDIQUEMOS, ESCRIBAMOS LIBROS, IDEEMOS TEORÍAS, FÓRMULAS Y CONCEPTOS, Y JAMÁS NAZCA DE TODO ELLO UNA SOLA ACCIÓN

 

El orden, a mi entender, sólo puede sobrevenir cuando descubrimos por nosotros mismos cuál es el origen del desorden, y si comprendemos eso, el orden aflorará de manera espontánea. Esto es bastante simple. Cuando sé qué es lo que causa desorden en mi familia, en mí mismo o en la sociedad y, como ser humano, quiero poner orden, debo en primer lugar poner fin al desorden. Así pues, el orden del que estamos hablando no es un acto positivo, sino que nace más bien de la negación de lo que es el desorden.

Una vez que lo he comprendido totalmente, que he investigado y he visto con claridad todo lo que el desorden implica, desestimarlo, desecharlo puede parecer una negación superficial. Sin embargo, es de esa negación de donde con naturalidad emana el orden, y no al contrario: el orden no surge como resultado de amoldarse a lo que se considera orden; ese conformismo sólo genera un desorden aún mayor.

Somos seres humanos sumidos en el conflicto, que vivimos con miedo, con ansiedad, con serios problemas de obediencia, aceptación, incertidumbre, ansia de poder, etcétera; por lo tanto, buscar meramente un orden teórico, o el patrón del desorden, y después someternos a él creará esencialmente desorden.

 

 

Por favor, es importante que comprendamos esto, y no sólo verbalmente. Porque, miren ustedes, es una auténtica desgracia que todos prediquemos hasta la saciedad, escribamos libros, ideemos teorías, fórmulas y conceptos y que jamás nazca de ello una acción. Somos maestros en verbalizar, teorizar, crear conceptos y fórmulas y explorarlos dialécticamente, esperando que al descubrir la verdad en las teorías nos llevará a actuar; pero el resultado obviamente es la inacción: no hacemos nada.

 

Somos maestros en verbalizar, teorizar, crear conceptos y fórmulas y explorarlos dialécticamente, esperando que al descubrir la verdad en las teorías nos llevará a actuar; pero el resultado obviamente es la inacción: no hacemos nada

 

Así pues, debemos comprender desde el principio que de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia se puede instaurar el orden mediante la adaptación a un modelo estipulado -ya sea el comunista, el religioso o el que responde a una exigencia personal de orden-. El orden verdadero, que es extraordinariamente positivo, sólo puede nacer de la comprensión profunda de esta cuestión.

La comprensión del desorden exterior nos hará entender el que existe dentro de nosotros; porque, aun cuando lo dividamos en el desorden de fuera y el de dentro, esencialmente es uno y el mismo, no son desórdenes separados, pues cada uno de nosotros como ser humano es a la vez sociedad e individuo. El individuo no es diferente de la sociedad. La estructura psicológica de la sociedad la ha creado él, y en ella está atrapado; por esa razón, aunque trata de escapar de esa estructura psicológica, su actividad es una mera revuelta que no soluciona ningún problema.

 

La comprensión del desorden exterior nos hará entender el que existe dentro de nosotros; porque, aun cuando lo dividamos en el desorden de fuera y el de dentro, esencialmente es uno y el mismo, no son desórdenes separados, pues cada uno de nosotros como ser humano es a la vez sociedad e individuo

 

 

Para comprender la verdad -o como quieran llamarla- deben ustedes tener un orden extraordinario, y no hay ninguna posibilidad de lograr ese orden ni mediante la revuelta ni mediante el acatamiento de una fórmula, ya sea socialista, capitalista, religiosa o de cualquier otro tipo. En el nivel psicológico, interior, ¿de dónde viene el desorden que existe en el mundo?

Una de las razones de este desorden tan inmenso y destructivo es, obviamente, la división religiosa: usted es hindú; yo, musulmán; él, cristiano, de la iglesia católica, protestante o episcopal… ¡Hay tal cantidad de divisiones! Las religiones institucionalizadas, con sus dogmas, rituales, creencias y supersticiones, han dividido el mundo. Es evidente que el hombre ha creado la religión para que le ayude a volverse civilizado, no para buscar a Dios -uno no puede encontrar a Dios por medio de creencias, dogmas, repeticiones, rituales, ni a través de leer el Gita o la Biblia o de seguir a algún sacerdote-.

Y aunque todas ellas proclaman frases como: «Quienes vemos a Dios somos todos hermanos», las religiones jamás han unido a la gente… Estamos hablando de hechos, no de esperanzas ni de teorías. De modo que esta separación entre los los hombres causada por las religiones es uno de los factores del desorden.

 

¿CÓMO PRODUCIRÁ EL SER HUMANO UN CAMBIO EN SU INTERIOR? QUE REPERCUTA O NO EN LA SOCIEDAD ES IRRELEVANTE

 

Otra de sus causas es el nacionalismo, que recientemente ha crecido como una mala hierba. No creo que este país haya sido nunca nacionalista. Pero Europa está dividida en una multitud de Estados soberanos que luchan constantemente entre sí por un territorio, por una mayor expansión económica, etcétera; acaba de vivir dos guerras tremendas, devastadoras. El nacionalismo ha dividido a los hombres en ingleses, franceses, indios -y ahora la gente de este país está haciéndose también nacionalista-. Se espera que el nacionalismo una a los hombres, pero el rendir culto a la misma bandera, a un trozo de tela… no tiene ningún significado.

 

La guerra es siempre destructiva; jamás hay una guerra justa

 

Laguerra también ha sembrado desorden en el mundo. La guerra es siempre destructiva; jamás hay una guerra justa. Los anales de la historia del hombre hablan, tengo entendido, de algo semejante a catorce mil seiscientas guerras o más. ¡Ha habido cuarenta guerras desde 1945!. Tal vez cuando el hombre hizo la primera de ellas, las gentes dijeron: «Esperemos que esta sea la última». Las madres, las esposas, los maridos, los hijos debieron de llorar; y seguimos llorando cinco mil quinientos años después. La gente ha aceptado la guerra como su forma de vida, aquí en la India también: cada vez hay más armamentos, más generales, más soldados. Mientras existan gobiernos soberanos, es decir, gobiernos nacionalistas separados, con sus ejércitos, forzosamente ha de haber guerras; es inevitable.

 

 

Mientras, como ser humano, no estén ustedes libres de todas estas calificaciones -socialista, comunista, capitalista, americano, inglés, indio, musulmán-, mientras secreta o abiertamente sigan catalogándose a sí mismos, están generando desorden en el mundo; y estarán así mismo contribuyendo al desorden, dentro y fuera de ustedes, si pertenecen a cualquier grupo religioso o siguen a cualquier maestro o gurú.

Porque la verdad no se puede encontrar siguiendo los pasos de alguien, aceptando un modelo de conducta que lo simplifica todo para uno: hacer esto, acatar aquello, meditar de esta manera, disciplinarme de aquella otra… Así nunca descubrirán la verdad. Para encontrar la verdad uno ha de ser libre; ha de plantarse sólo y nadar contra la corriente; no ceder.

 

Para encontrar la verdad uno ha de ser libre; ha de plantarse sólo y nadar contra la corriente; no ceder

 

A la vista de todo este panorama, del desorden exterior e interior, meramente hacerse pacifista no es una respuesta. Estoy hablando de rechazar algo como ser humano, no como colectivo. Cuando uno rechaza algo como miembro de un colectivo, está simplemente amoldándose, y cuenta con el apoyo de un ciento o de un millón de personas; eso no es más que una manera distinta de seguir a otro. Pero el enfrentarse a la corriente completamente solo… Para la mayoría de la gente eso es muy difícil; ya saben, uno tiene miedo de perder su empleo.

Viendo este enorme desorden que hay en nosotros y en el mundo, ¿qué hará uno para poner un poco de orden? Como decíamos, el orden llegará solamente cuando comprendamos el desorden, cuando dejemos de ser nacionalistas, cuando nuestra búsqueda de la verdad y de la libertad sea sincera, y no a través de una organización, de una creencia, de un gurú.

 

 

La auténtica cuestión es: ¿qué los hará cambiar? Quizá la contestación sea: «No quiero hacerlo; seguiré aceptando las cosas como están, con eso me basta». Los seres humanos se acostumbran a todo: a la suciedad, a la mugre de las calles, al hedor de las cloacas, a la corrupción municipal; aguantan lo que sea. Claro que, después de todo, la adaptabilidad es un rasgo de diferencia a los animales de los seres humanos; los animales no se adaptan, los seres humanos sí.

 

La adaptabilidad es un rasgo de diferencia a los animales de los seres humanos; los animales no se adaptan, los seres humanos sí

 

Quizá decidamos aceptar las cosas como están y nos resignemos a continuar viviendo en la desdicha, torturándonos a nosotros mismos, infelices, matando y dejándonos matar, buscando satisfacción y sintiéndonos frustrados, queriendo ser líderes, desasosegados, ansiosos -que es lo que ya actualmente hacemos-. Pero si uno no quiere resignarse a ello, como ser humano sensible que siente con intensidad el horror de toda esta aberración, ¿qué hará entonces? ¿Cómo cambiará? ¿Cómo originará ese ser humano una mutación en su interior?

Puede que esa mutación repercuta o no en la sociedad, pero eso ahora es irrelevante; porque a la sociedad le gusta este desorden… No las guerras, pero sí la codicia, la envidia, la competitividad, la ambición de poder, de posición… Eso es la sociedad.

 

CAMBIOS SUPERFICIALES HAN SUCEDIDO MUCHOS A LO LARGO DE LOS SIGLOS, PERO NO HA HABIDO NUNCA UNA REVOLUCIÓN EN LA MENTE DEL HOMBRE

 

¿Qué puede hacer que uno cambie, aunque sólo sea un poco? La recompensa y el castigo son las únicas cosas que nos fuerzan a cambiar. Ahora bien, ¿creen ustedes que un cambio motivado por el castigo y el premio es un cambio verdadero? ¿Les parece que es es un cambio radical? Porque cambios superficiales han sucedido muchos a lo largo de los siglos, y ninguno de ellos ha supuesto ninguna mutación del ser humano, ninguna revolución de la mente del hombre.

Sabiendo que las religiones no tienen ya ningún significado -probablemente nunca lo tuvieron-, viendo la futilidad de los libros sagrados, el absurdo de seguir a un maestro, comprendiendo que nadie pude darle a uno libertad, ni darle una mente cuerda, dinámica y en verdad silenciosa, comprendiendo que nadie ni nada va a premiarle ni a castigarle…, viendo todo esto y dándose uno cuenta de que los seres humanos necesitan cambiar radicalmente, cambiar en lo más profundo, ¿cómo se producirá ese cambio?

 

 

Si pertenece a una organización socialista, comunista o de cualquier clase, querrá que el mundo cambie de acuerdo con ese patrón, porque desempeña usted un papel importante, quizá es un líder, esto o lo otro, ¡Y le encanta la importancia que eso le confiere! Ésta es una clase de persona.

Luego están los intelectuales, que hablan, que predican, que escriben libros, acuden a reuniones, que no se pierden ni una sola, y que sólo quieren hablar y hablar. Y existen también aquellos que ven el desastre, la confusión, la desdicha y la agonía que vive el mundo y no saben qué hacer, puesto que no son capaces de romper con su nacionalismo, su religión, sus maestros, con nada.

 

Y existen también aquellos que ven el desastre, la confusión, la desdicha y la agonía que vive el mundo y no saben qué hacer, puesto que no son capaces de romper con su nacionalismo, su religión, sus maestros, con nada.

 

Por último, hay unos pocos que ven el caos, que ven que el caos es real, y para ellos es misma percepción es acción… No es que lo vean y actúen más tarde, es como cuando alguien ve algo dañino y se aparta de ello inmediatamente. Hay muy pocas personas así, porque esto exige una inmensa energía, investigación, entrega, atención; exige despojarse de toda vanidad, de toda estupidez, de todo.

 

Hay muy pocas personas así, porque esto exige una inmensa energía, investigación, entrega, atención; exige despojarse de toda vanidad, de toda estupidez, de todo

 

El intelectual tiene, obviamente, su propia clase de sillón; a veces decide abandonarlo, pero a continuación inventa otro: si rompe su vínculo con la organización a la que actualmente pertenece, se hará un supercomunista o cualquier otra cosa. De modo que sólo queda el hombre medio, que dice: «Lo veo, y no sé qué hacer; dígamelo usted».

La verdad es débil; no se puede utilizar ni organizar. Es como el viento, uno no puede prenderlo, apresarlo en el puño y exclamar: «Lo tengo». Es tremendamente vulnerable, impotente como la brizna de hierba al borde del camino…: uno puede destruirla, matarla. Nosotros queremos que la verdad nos sirva para crear una estructura social mejor…, y me temo que la verdad no se puede usar; es imposible, pues, como el amor, no encierra poder. Está ahí para que uno la tome o la deje.

Luego el problema, señores, no es que llevemos cuarenta años hablando en público; el problema es cómo un ser humano, que ha escuchado durante cuarenta años con el corazón seco, sin una lágrima en los ojos, que ve cómo son las cosas y no hace nada, que tiene el corazón partido, vacío, y la mente llena de palabras, teorías y vanidad…, cómo puede hacer ese ser humano que su corazón ame de nuevo. Esa es la verdadera pregunta.

 

El problema, señores, no es que llevemos cuarenta años hablando en público; el problema es cómo un ser humano, que ha escuchado durante cuarenta años con el corazón seco, sin una lágrima en los ojos, que ve cómo son las cosas y no hace nada, que tiene el corazón partido, vacío, y la mente llena de palabras, teorías y vanidad…, cómo puede hacer ese ser humano que su corazón ame de nuevo. Esa es la verdadera pregunta.

 

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JIDDU KRISHNAMURTI¿Puede cambiar la Humanidad?  Diálogos de J. K. con estudiosos budistas. Editorial Sirio, 2005. Traducción: Elsa Gómez.