ARMAMENTO NUCLEAR (1): LAS ARMAS DE DESTRUCCION MASIVA Y LA DISUASION NUCLEAR: Manifiesto Russell-Einstein: «Una declaración sobre armas nucleares»

ARMAMENTO NUCLEAR (y 2): CONSIDERACIONES EN TORNO AL “TRATADO DE NO PROLIFERACION DE ARMAS NUCLEARES” (TNP), por Jesús Díaz Formoso

Manifiesto Russell-Einstein

Una declaración sobre armas nucleares

Difundida a la prensa en Caxton Hall, Londres, 9 de julio de 1955

El Manifiesto Russell-Einstein es un texto redactado por Bertrand Russell y apoyado por Albert Einstein, firmado en Londres el 9 de julio de 1955. En medio de la Guerra Fría, los firmantes alertaban de la peligrosidad de la proliferación del armamento nuclear y solicitaban a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. Fue firmado por once científicos e intelectuales de primera línea, los más notables de ellos los propios Bertrand Russell y Albert Einstein, este último unos días antes de su muerte el 18 de abril de 1955. Días después de ser mostrado, el filántropo Cyrus Eaton se ofreció a organizar una conferencia en Pugwash, Nueva Escocia, su tierra natal. Sería la primera de las conferencias que se han ido celebrando cada año desde 1957.

Manifiesto Russell-Einstein
 

Comunicado de prensa (9 de julio de 1955)

La declaración que se acompaña, que ha sido firmada por algunas de las más eminentes autoridades científicas en diferentes partes del mundo, trata de los peligros de una guerra nuclear. Se deja en claro que ninguna de las partes puede aspirar a la victoria en esa guerra, y que existe un peligro muy real de exterminación de la raza humana por el polvo y la lluvia de las nubes radio-activas. Se sugiere que ni el público ni los Gobiernos del mundo son suficientemente conscientes del peligro. Señala que un acuerdo de prohibición de las armas nucleares, si bien podría ser útil para disminuir la tensión, no ofrecería una solución, ya que dichas armas serían sin duda fabricadas y utilizadas en una gran guerra, a pesar de los acuerdos previos en sentido contrario. La única esperanza para la humanidad es evitar la guerra. Esta declaración tiene como propósito reclamar un modo de pensar que haga posible ese objetivo.

La primera iniciativa vino de una colaboración entre Einstein y yo mismo. La firma de Einstein la puso en su última semana de vida. Desde su muerte la he trasladado a hombres de competencia científica tanto del Este como del Oeste, pues los desacuerdos políticos no deberían influir en los hombres de ciencia en la estimación de lo que es probable, pero algunos de estos acercamientos aún no han tenido respuesta. Estoy trasladando la advertencia pronunciada por los firmantes al conocimiento de todos los Gobiernos poderosos del mundo con la sincera esperanza de que puedan llegar a un acuerdo que permita sobrevivir a sus ciudadanos.

 

Carta a los Jefes de Estado

Estimado...
Adjunto una declaración, firmada por algunas de las más eminentes autoridades científicas sobre la guerra nuclear, señalando el peligro de desastre total e irrecuperable que existiría de producirse tal guerra, y la consiguiente necesidad de encontrar alguna otra manera que la guerra para que puedan resolverse las disputas internacionales. Mi sincera esperanza es que usted ofrezca expresión pública de su opinión sobre el problema objeto de la presente declaración, que es el más grave que jamás haya enfrentado la raza humana.

Su seguro servidor,

 

Una declaración sobre armas nucleares

Tenemos ante nosotros, si queremos, un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos en cambio la muerte, porque no podemos olvidar nuestras disputas? Hacemos un llamamiento como seres humanos a seres humanos: recordad vuestra humanidad, y olvidad el resto. Si podéis hacerlo, está abierto el camino hacia un nuevo Paraíso; si no podéis, se muestra ante vosotros el riesgo de la muerte universal.

Aquí está, entonces, el problema que presentamos, crudo, horrible e ineludible: ¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra? La gente no se plantea esta alternativa porque es muy difícil abolir la guerra.

 

En la trágica situación que enfrenta la humanidad, creemos que los científicos deben reunirse en conferencia para evaluar los peligros que han surgido como consecuencia del desarrollo de armas de destrucción masiva, y para discutir una resolución en el espíritu del borrador adjunto.

Estamos hablando en esta ocasión, no como miembros de esta u otra nación, continente, o credo, sino como seres humanos, miembros de la especie Hombre, cuya existencia continuada está en duda. El mundo está lleno de conflictos; y, por encima de todos los conflictos menores, la lucha titánica entre Comunismo y Anticomunismo.

Casi todo quien es políticamente consciente tiene profundos sentimientos sobre uno o más de estos asuntos; pero queremos que ustedes, si pueden, aparten esos sentimientos y se consideren sólo como miembros de una especie biológica que ha tenido una notable historia, y cuya desaparición ninguno de nosotros puede desear.

Debemos procurar no decir ni una palabra que pueda atraer a un grupo más que a otro. Todos, igualmente, están en peligro, y, si se entiende el peligro, existe la esperanza de que podamos evitarlo colectivamente.

Tenemos que aprender a pensar de nueva manera. Tenemos que aprender a preguntarnos, no sobre las medidas que deben tomarse para asegurar la victoria militar de cualquier grupo que prefiramos, pues ya no existen tales pasos; la cuestión que nos debemos formular es: ¿Qué medidas deben adoptarse para evitar una contienda militar cuyo resultado será desastroso para todas las partes?

El público en general, incluso muchos hombres en puestos de autoridad, no han imaginado lo que supondría verse envueltos en una guerra con bombas nucleares. El público en general aún piensa en términos de destrucción de ciudades. Se entiende que las nuevas bombas son más poderosas que las antiguas, y que, mientras una bomba-A pudo arrasar Hiroshima, una bomba-H podría destruir las más grandes ciudades, como Londres, Nueva York y Moscú.

No cabe duda de que en una guerra con bombas-H las grandes ciudades quedarían aniquiladas. Pero ese sería uno de los desastres menores a los que nos tendríamos que enfrentar. Si todos en Londres, Nueva York y Moscú fueran exterminados, el mundo podría, al cabo de unos pocos siglos, recuperarse del golpe. Pero ahora sabemos, especialmente tras la prueba de Bikini, que las bombas nucleares pueden expandir gradualmente su destrucción sobre una superficie mucho más amplia de lo que se había pensado.

Se asegura con excelente autoridad que puede fabricarse ahora una bomba que sería 2.500 veces más potente que la que destruyó Hiroshima. Tal bomba, si explotara cerca de la superficie o bajo el agua, enviaría partículas radiactivas a la capa superior del aire. Descenderían gradualmente e irían llegando a la superficie de la tierra como mortífero polvo o lluvia. Ese polvo fue el que afectó a los pescadores japoneses y a los peces que capturaron. Nadie conoce la amplitud con la que podrían esparcirse esas letales partículas radio-activas, pero las mejores autoridades son unánimes al decir que una guerra con bombas-H podría posiblemente señalar el final de la raza humana. Se teme que de utilizarse muchas bombas-H habría una muerte universal, inmediata sólo para una minoría, pero para la mayoría en lenta tortura de enfermedad y desintegración.

Se han formulado muchas advertencias por eminentes científicos y por autoridades en estrategia militar. Ninguno de ellos dirá que pueden asegurarse las peores expectativas. Lo que dicen es que tales resultados son posibles, y nadie puede tener la seguridad de que no se hagan realidad. No hemos encontrado aún que las opiniones de los expertos en estos asuntos dependan en ningún grado de sus posiciones políticas o prejuicios. Sólo dependen, hasta donde nuestras investigaciones han revelado, del grado de conocimiento de cada experto en particular. Hemos descubierto que los hombres que más saben son los más sombríos.

Aquí está, entonces, el problema que presentamos, crudo, horrible e ineludible: ¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra? La gente no se plantea esta alternativa porque es muy difícil abolir la guerra.

La abolición de la guerra exigiría desagradables limitaciones de la soberanía nacional. Pero lo que impide quizá comprender la situación más que cualquier otra cosa es que el término «humanidad» suena vago y abstracto. La gente apenas se imagina que el peligro es para ellos y sus hijos y sus nietos, y no sólo para una humanidad vagamente aprehendida. Apenas se imaginan que son ellos, individualmente, y aquellos que aman quienes están en peligro inminente de perecer angustiosamente. Y por eso confían en que quizá deba permitirse que la guerra continúe siempre que sean prohibidas las armas modernas.

Esta esperanza es ilusoria. Cualesquiera acuerdos que se alcancen en tiempos de paz para no utilizar bombas-H, no se tendrán por obligatorios en tiempos de guerra, y ambas partes se pondrán a trabajar para fabricar bombas-H en cuanto estalle la guerra, porque si un bando fabricase bombas y el otro no lo hiciera, quien las fabricase resultaría inevitablemente victorioso.

Aunque un acuerdo para renunciar a las armas nucleares como parte de una reducción general de armamentos no equivalga a una solución definitiva, serviría para ciertos objetivos importantes. En primer lugar, cualquier acuerdo entre el Este y el Oeste será bueno en la medida en que tienda a disminuir la tensión. En segundo lugar, la abolición de armas termo-nucleares, si cada parte creyera que la otra la cumple con sinceridad, disminuiría el temor de un ataque repentino al estilo de Pearl Harbour, que en la actualidad mantiene a ambas partes en un estado de aprehensión nerviosa. Debemos, por tanto, dar la bienvenida a un acuerdo, aunque sólo sea como un primer paso.

La mayoría de nosotros no somos neutrales en los sentimientos, pero, como seres humanos, tenemos que recordar que, si las cuestiones entre el Este y el Oeste deben decidirse de forma que den alguna posible satisfacción a cualquiera, sea comunista o anticomunista, sea asiático, europeo o norteamericano; sea blanco o negro, tales cuestiones no deben decidirse por la guerra. Debemos desear que se entienda esto, tanto en el Este como en el Oeste.

Tenemos ante nosotros, si queremos, un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos en cambio la muerte, porque no podemos olvidar nuestras disputas? Hacemos un llamamiento como seres humanos a seres humanos: recordar vuestra humanidad, y olvidar el resto. Si podéis hacerlo, está abierto el camino hacia un nuevo Paraíso; si no podéis, se muestra ante vosotros el riesgo de la muerte universal.

 

[Publicado en inglés por Pugwash Conferences on Science and World Affairs (institución fundada en 1957 y que recibió el Premio Nobel en 1995). Versión en español del PFE. Este manifiesto, redactado por Bertrand Russell, suele llevar también el nombre de Einstein, quien lo firmó pocos días antes de fallecer (el 18 de abril de 1955). Sus once firmantes todos habían ya recibido o recibieron el Premio Nobel, excepto el físico polaco y comunista Leopoldo Infeld. El documento policopiado que se entregó el 9 de julio de 1955 –cinco folios– llevaba los nombres de ocho firmantes, añadiéndose después a Max Born, Federico Joliot-Curie y Lino Pauling.]

 

Resolución

Invitamos a este Congreso, y a través suyo a los científicos del mundo y al público en general, a suscribir la siguiente resolución:

«Ante el hecho de que en cualquier futura guerra mundial se emplearían con certeza armas nucleares, y que tales armas amenazan la continuidad de la humanidad, instamos a los gobiernos del mundo para que entiendan, y reconozcan públicamente, que sus propósitos no podrán lograrse mediante una guerra mundial, y les instamos, en consecuencia, a encontrar medios pacíficos que resuelvan todos los asuntos de disputa entre ellos.»

 

FIRMANTES

 

Bertrand Russell
Max Born
Percy-W-Bridgman
Albert Einstein
Leopoldo Infeld
Federico Joliot-Curie
Linus Pauling
Hermann J Muller
Cecil F Powell
Joseph Rotblat
Hideki Yukawa

 

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CONSIDERACIONES TECNICAS GENERALES SOBRE LAS ARMAS NUCLEARES

 

Antes de estudiar las estrategias político-militares que se han desarrollado en torno al armamento nuclear, conviene explicar brevemente algunas de las características técnicas y de los efectos destructivos que diferencian este tipo de armas del armamento convencional o, incluso, químico y bacteriológico.

La propia denominación de armamento nuclear se debe a que su potencia destructiva está íntimamente asociada a la liberación de energía procedente de la manipulación del núcleo de los átomos de ciertos productos o sustancias. Existen dos sistemas de producción de energía nuclear que han dado origen a otros tantos tipos de armas nucleares.

El primer procedimiento descubierto fue denominado el sistema de fisión o ruptura de los núcleos atómicos de ciertos productos radiactivos, como el Uranio 235 o el Plutonio 239, de ahí el nombre de bomba atómica, obteniéndose la liberación de una gran cantidad de energía tal y como lo había ya establecido Einstein en su teoría de la relatividad al señalar la existencia de una relación entre masa y energía según la ecuación E= mxC2 , en la que E es la energía, m es la masa y C es la constante igual a la velocidad de la luz (300.000 km/seg.).

Existen dos principales problemas en relación con el sistema de fisión, El primero de ellos radica en la escasez de Uranio 235. En efecto, la mayoría del uranio que se encuentra en la naturaleza pertenece al Uranio 238 (el 99,30 por 100 del total de uranio natural) que es muy estable. Ello exigía tener que utilizar centenares de toneladas de este tipo de uranio para extraer las cantidades necesarias del isótopo 235. Alternativamente se ha desarrollado un procedimiento de alta tecnología para el «enriquecimiento del uranio» que, sin embargo, requiere importantes inversiones en infraestructura, aunque permite aumentar la producción del Uranio 235 o la obtención del Plutonio 239.

La otra dificultad reside en la masa crítica que es aquella cantidad de Uranio 235 o Plutonio 239 a partir de la cual la reacción en cadena y la explosión que ella provoca se genera de modo espontáneo e incontrolado. Esta masa crítica varía con la forma de la masa del material radiactivo pero, en general, se establece en 10 kg de masa de Uranio 235 con forma esférica. La existencia de la masa crítica genera enormes riesgos en la manipulación del material radiactivo y complica extraordinariamente la fabricación de las armas atómicas. Al propio tiempo, la existencia de esa masa crítica impone un límite máximo al crecimiento de la capacidad destructiva de las bombas atómicas, calculado en unos 500 kilotones, equivalente a 35 veces la bomba de Hiroshima, según la explosión realizada por Estados Unidos en 1952.

Durante la década de los treinta, numerosos científicos alemanes, soviéticos y norteamericanos desarrollaron las investigaciones teóricas e iniciaron la experimentación en laboratorio destinada a crear las bases de la física nuclear. El desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial aceleró los trabajos de investigación orientándolos hacia la búsqueda de un arma capaz de aprovechar las inmensas potencialidades ofrecidas por la energía nuclear.

En 1942 el Presidente ROOSEVELT aprobó el proyecto de construcción de una bomba atómica, conocido como el Proyecto Manhattan, encargándose los trabajos a un equipo de científicos dirigidos por OPPENHEIMER. El complejo proyecto se desarrolló principalmente en tres grandes laboratorios:

- Los Alamos (Nuevo México) en donde se construyeron las bombas atómicas y se realizó la primera explosión nuclear con carácter experimental.

- Oak Ridge (Tennessee) en donde se obtuvo el Uranio 235 utilizado en la bomba de Hiroshima.

- Hanford (Washington) en el que se contruyeron los reactores gracias a los que se pudo obtener el Plutonio 239, utilizado en la bomba arrojada sobre Nagasaki. En este laboratorio se obtuvo la primera reacción nuclear controlada el 2 de diciembre de 1942.

La primera bomba atómica fue experimentada con éxito en Alamogordo, en el desierto de Nuevo México, el 16 de julio de 1945, siendo ya Presidente HARRY TRUMAN.

El otro procedimiento de obtención de energía nuclear consiste en el sistema de fusión o unión de átomos de dos isótopos del Hidrógeno, el Deuterio y el Tritio, obteniéndose un átomo de Helio y liberándose un neutrón superveloz que, a su vez, es capaz de penetrar en el núcleo de un átomo de Uranio 238 provocando su fisión.

El sistema de fusión no presenta las limitaciones señaladas para el sistema de fisión ya que el Hidrógeno, a partir del cual se obtienen sus dos isótopos, es muchísimo más abundante en la naturaleza que el Uranio y además no existe una masa crítica. En cambio existe una dificultad técnica apreciable derivada de la energía necesaria para poder iniciar el proceso de reacción.

Para damos una idea de la cantidad de energía que se requiere en el desencadenamiento de este proceso de fusión, bastará con decir que la fusión del Tritio requiere una temperatura de 1.000.000° C, mientras que el Deuterio exige unas temperaturas de 50.000.000° C. A la temperatura de 1.000.000° C el proceso de fusión absorbe más energía de la que libera, lo que convierte al proceso en técnica y económicamente ineficaz. Únicamente a partir de varios millones de °C se logra que la reacción de fusión se realimente. Semejantes temperaturas sólo pueden alcanzarse técnicamente mediante un proceso de fisión.

El resultado ha sido que las bombas de Hidrógeno (bombas H) desarrollan su poder destructivo según un proceso de fisión-fusión-fisión. En efecto, la explosión de una pequeña bomba atómica libera la energía capaz de fusionar los átomos de Deuterio y Tritio, en esta reacción se liberan neutrones superveloces que rompen los núcleos de la capa de Uranio 238 que recubre la bomba y completan el proceso con una reacción de fisión en cadena que realimenta todo el ciclo.

Existe una variante técnica calificada, no sin cierto cinismo, como la bomba de Hidrógeno limpia en la que la envoltura de Uranio 238 es sustituida por una capa de Bismuto que al ser un elemento muy pesado, ni se fisiona, ni se fusiona. Evidentemente el nivel de radiactividad en este tipo de bombas de fisión-fusión es menor que en la variante sucia, aunque todavía estamos refiriéndonos a un tipo de armas nucleares en las que los modelos menos potentes equivalen a varias veces las bombas atómicas utilizadas contra Japón.

En las bombas de Hidrógeno, al no existir masa crítica, se han alcanzado efectos destructivos fantásticos. La explosión experimental más importante realizada con este tipo de arma la llevaron a cabo los soviéticos el 30 de octubre de 1961 con una potencia de 58 Megatones, equivalente a casi 120 veces la potencia de la mayor bomba atómica y a unas 4.000 veces la potencia de la bomba de Hiroshima.

 

LOS EFECTOS DE LAS ARMAS NUCLEARES

A la luz de lo ocurrido en las ciudades japonesas y de las numerosas explosiones nucleares que con carácter experimental se han realizado durante la segunda mitad del siglo XX, los expertos y estrategas disponen de una idea aproximada de los efectos destructivos provocados por las armas nucleares (bombas A y bombas H).

Básicamente estos efectos suelen dividirse en tres grandes categorías:

1. Efectos físico-mecánicos.

2. Efectos térmicos.

3. Efectos radiactivos.

Cada uno de estos efectos presenta características diferenciadas en relación al tipo de destrucción que ocasionan, su alcance espacial, su duración, etc., pero todos ellos actúan conjuntamente como resultado de un mismo tipo de arma, por lo que no pueden disociarse de su uso más que en términos estrictamente teóricos. En otras palabras, toda estrategia político-militar que contemple el uso de este tipo de armamento debe considerar sus resultados destructivos a partir de una combinación indisociable de estas tres categorías de efectos. En caso contrario dicha estrategia resulta irreal y, por consiguiente, peligrosa en el marco del proceso de toma de decisiones por cualquier gobierno.

El principal efecto físico-mecánico de una bomba nuclear, como el de cualquier otro explosivo, es su onda expansiva provocada por el exceso de presión causado en el epicentro (punto central de la explosión), en relación con la presión medioambiental, lo que ocasiona una esfera de aire comprimido que se extiende a la velocidad del sonido (330 m/seg.) arrasando cuanto obstáculo encuentra en su camino, al tiempo que va reduciendo su exceso de presión.

Asociado a la onda expansiva se genera un efecto huracán con vientos cuya velocidad puede alcanzar los 300 km/h, a más de 15 km de distancia. La combinación de ambos efectos es capaz de destruir todos los edificios, por sólida que sea su construcción, en un área de 3 ó 4 millas cuadradas desde el epicentro de una bomba de 20 kilotones. Este impacto devastador provoca un elevado número de víctimas que según el Informe del Gobierno indio supuso el 20 por 100 de las bajas, muertos o heridos, de Hiroshima.

Los efectos térmicos ocasionados por las armas nucleares son la resultante de las ingentes cantidades de energía liberadas que se transforman en energía lumínica y calorífica. En el momento de la explosión el destello lumínico que provoca es capaz de producir la ceguera temporal o definitiva, en todas aquellas personas que se encuentren al aire libre a una distancia entre uno y varios kilómetros.

Sin embargo, los daños causados por el efecto calorífico son, sin duda, los más importantes. Hay que pensar que en el epicentro de una bomba atómica se alcanza una temperatura de varios millones de grados centígrados que va disminuyendo a medida que nos alejamos del epicentro y a medida que transcurre el tiempo. A pesar de todo provocará numerosos incendios masivos en varios kilómetros cuadrados, y las personas quedarán literalmente abrasadas en las zonas próximas o sufrirán quemaduras mortales a distancias que en el caso de una bomba atómica de 150 kilotones alcanzarían los seis kilómetros.

Las evaluaciones realizadas en la explosión de Hiroshima estimaron que el 60 por 100 de las muertes y el 75 por 100 de las bajas totales fueron producidas por las quemaduras directamente resultantes de la explosión o indirectamente por los incendios provocados por ella.

En relación con los efectos radiactivos debemos diferenciar entre las radiaciones X y gamma producidas como un efecto inmediato de la explosión nuclear y la radiación retardada, que se dejará sentir durante un período de tiempo variable para cada uno de los residuos radiactivos resultantes de la explosión nuclear y que variará también dependiendo de que el arma sea atómica o de hidrógeno. En general, los efectos de los rayos X no rebasan el perímetro de la esfera calorífica, por lo que las víctimas de este tipo de radiación habrán sucumbido ya a las quemaduras antes de experimentar los síntomas de radiación. Por lo que se refiere a los rayos gamma su alcance es mayor, aunque también limitado. El nivel de radiación media mortal para el organismo humano es de 450 rems. En el caso de una explosión nuclear, de 1 megatón, cuyas partículas radiactivas se esparciesen uniformemente por un área totalmente plana de 1.600 kms, al cabo de 10 h. la dosis de rayos gamma a un metro del suelo sería de 250 rems por hora.

Mucho más graves son los resultados mortíferos de la radiactividad retardada, más conocida como lluvia radiactiva, y que está formada por el depósito lento de las partículas radiactivas de agua, polvo y cenizas que impulsados en el momento de la explosión a alturas de unos 10 kms., el característico hongo gigante, producen una nube radiactiva que los vientos arrastrarán a distancias variables antes de que las partículas en suspensión vuelvan a precipitarse sobre la superficie terrestre o marítima. En el momento de su precipitación estas partículas contaminarán de radiactividad cuantos objetos o seres vivos impregnen.

Naturalmente, las dosis de radiación dependerán de la cantidad de lluvia radiactiva recibida y análogamente los trastornos ocasionados por esa radiación se dejarán sentir desde las primeras horas posteriores a la explosión hasta varios meses, e incluso años, más tarde. Resulta interesante señalar que puesto que la radiación es incolora, inodora e insípida, el mayor riesgo de contaminación para amplios sectores de la población no expuestos a los efectos inmediatos y directos de la explosión nuclear radica en el contacto e ingestión de alimentos radiactivos. En este caso los isótopos se fijan en el organismo humano y provocan una acumulación de radiactividad que puede llegar a ser letal pero cuyos síntomas no se dejarán sentir hasta mucho tiempo después.

En cuanto a la lluvia radiactiva que se depositase a partir de las 10 h. siguientes a la explosión, sus efectos radiactivos en una persona contaminada serían del 40 por 100 al cabo de 4 días y de un 25 por 100 transcurridos 40 días.

A diferencia de los efectos de la onda expansiva y de la esfera térmica, las consecuencias de la radiación retardada ocasionan mayor sufrimiento al prolongar la agonía de la muerte con fuertes dolores en las víctimas. A ello habría que añadir los efectos en las futuras generaciones resultantes de alteraciones genéticas en aquellas personas que sin haber quedado expuestas a radiaciones mortales han acumulado niveles de radiación superiores a lo normal. En estos casos son frecuentes los abortos, malformaciones de los fetos e importantes taras físicas y psíquicas en los recién nacidos. Por último se aprecia un incremento en el índice de enfermedades cancerígenas entre la población que ha sobrevivido a una explosión nuclear.

Con idéntica potencia del arma nuclear el alcance destructivo de estos tres tipos de efectos, derivados de la explosión nuclear, varían sustancialmente dependiendo de diversos factores y circunstancias en el momento de la explosión; Principalmente debemos considerar cuatro de ellos:

1° La altura de la explosión nuclear.

2° La orografía del terreno.

3° La climatología y vientos. 

4° La densidad demográfica.

Respecto a la altura, los efectos radiactivos, especialmente de la lluvia radiactiva, varían de modo inversamente proporcional. Así cuanto más alto sea el punto de explosión sobre la superficie, menor será el efecto radiactivo. En cambio ocurre lo contrario con la onda expansiva y, en menor medida, con la esfera calorífica. De este modo si se quiere aumentar los efectos radiactivos las bombas deberán ser explotadas muy próximas a la superficie terrestre o marítima, aunque en este caso una parte importante de las ondas de sobrepresión y calor serán absorbidas y amortiguadas por el terreno. Si lo que se desea es reducir el efecto radiactivo incrementando la devastación por el calor y la presión, el ingenio nuclear deberá ser explotado a varios centenares de metros sobre la superficie del objetivo. Las explosiones de Hiroshima y Nagasaki acaecieron a una altitud entre 500 y 600 metros.

También la orografía influye decisivamente en los efectos combinados de la explosión nuclear. Cuanto más llana es la superficie, menor resistencia y amortiguación reciben las ondas expansiva y térmica, así como la mediación, lo que ocurre en las explosiones marítimas o en terrenos esteparios. Por el contrario una superficie muy accidentada con valles y cadenas montañosas tenderá a concentrar los efectos de la explosión en determinadas áreas y dificultará la difusión de los efectos destructivos de forma regular.

Las circunstancias climáticas unidas a los vientos y las corrientes marinas condicionan el área afectada por los efectos radiactivos, especialmente de la radiación retardada. Por ejemplo, en la explosión experimental del atolón de Bikini realizada en de marzo de 1954 en la que los Estados Unidos utilizaron una bomba de fisión-fusión-fisión de 15 Megatones, los habitantes del atolón de Rongelap a 160 kms. de distancia, recibieron graves radiaciones debido a que los vientos empujaron la nube radiactiva en la dirección de sus islas.

Finalmente, una de las principales variables que determinan el número de víctimas y los efectos destructivos del uso de armas nucleares radica en el grado de concentración demográfica que existe en la zona de explosión y en las áreas circundantes. Existe una relación directa entre la densidad de población de un área geográfica y el efecto destructivo medido en número de víctimas humanas provocado por una explosión nuclear. Según esta apreciación las explosiones más destructivas son las que se producen en o cerca de grandes conurbaciones mientras que las explosiones en áreas desérticas o marítimas ocasionan un escaso número de víctimas.

La conjunción de todas estas circunstancias influyen decisivamente en los resulta dos destructores de una explosión nuclear. En los bombardeos nucleares contra las ciudades japonesas, los resultados demostraron que la explosión de Hiroshima a pesar de poseer menor potencia, unos 15 kilotones, que la de Nagasaki, unos 20 kilotones, provocó más víctimas debido principalmente a poseer un mayor número de habitantes y que el terreno era llano mientras que la ciudad de Nagasaki era un puerto situado en un valle rodeado de colinas.

Calduch, R.- Relaciones Internacionales.

Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1991

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Bombardeo de EEUU en Vietnam: Bombas de Napalm contra civiles

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Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas (UNODA)

La Oficina de Asuntos de Desarme apoya los esfuerzos multilaterales encaminados a lograr el objetivo final del desarme general y completo bajo un control internacional estricto y eficaz. El mandato del programa se deriva de las prioridades establecidas en las resoluciones y decisiones pertinentes de la Asamblea General en la esfera del desarme, incluido el Documento Final del décimo período extraordinario de sesiones de la Asamblea General, el primer período extraordinario de sesiones dedicado al desarme (resolución S-10 /2). Las armas de destrucción en masa, en particular las armas nucleares, siguen siendo una preocupación primordial debido a su poder destructivo y la amenaza que representan para la humanidad. La Oficina también trabaja para abordar el impacto humanitario de las principales armas convencionales y las tecnologías de armas emergentes, como las armas autónomas.

 

La AOD de las Naciones Unidas se estableció en enero de 1998 como el Departamento de Asuntos de Desarme, que formaba parte del programa de reforma del SG de conformidad con su informe a la Asamblea General (A/51/950). Se estableció originalmente en 1982 por recomendación del segundo período extraordinario de sesiones de la Asamblea General sobre desarme (SSOD II). En 1992, su nombre fue cambiado a Centro de Asuntos de Desarme, dependiente del Departamento de Asuntos Políticos. A fines de 1997, pasó a llamarse Departamento de Asuntos de Desarme y en 2007 se convirtió en la Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas.

La UNODA proporciona apoyo sustantivo y organizativo para el establecimiento de normas en la esfera del desarme a través de la labor de la Asamblea General y su Primera Comisión, la Comisión de Desarme, la Conferencia de Desarme y otros órganos. Fomenta medidas de desarme a través del diálogo, la transparencia y el fomento de la confianza en materia militar, y alienta los esfuerzos regionales de desarme; estos incluyen el Registro de Armas Convencionales de las Naciones Unidas y foros regionales.

También proporciona información objetiva, imparcial y actualizada sobre cuestiones y actividades multilaterales de desarme a los Estados Miembros, los Estados partes en acuerdos multilaterales, las organizaciones e instituciones intergubernamentales, los departamentos y organismos del sistema de las Naciones Unidas, las instituciones educativas y de investigación, la sociedad civil , especialmente las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación y el público en general.

UNODA apoya el desarrollo y la implementación de medidas prácticas de desarme después de un conflicto, como desarmar y desmovilizar a los excombatientes y ayudarlos a reintegrarse en la sociedad civil.

UN.org

TRATADO DE NO PROLIFERACION DE ARMAS NUCLEARES

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Armas de destrucción masiva

UNODA brinda apoyo sustantivo en el área del desarme de armas de destrucción masiva (armas nucleares, químicas y biológicas). Apoya y participa en los esfuerzos multilaterales para fortalecer la no proliferación de armas de destrucción masiva y, en este sentido, coopera con las organizaciones intergubernamentales y agencias especializadas pertinentes del sistema de las Naciones Unidas, en particular el OIEA, la OPAQ y la CTBTO PrepCom, además de apoyar tratados multilaterales relevantes como el Tratado de No Proliferación Nuclear y la Convención de Armas Biológicas.

UN.org

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Zonas Libres de Armas Nucleares

Se han establecido zonas libres de armas nucleares (ZLAN) a nivel regional para fortalecer las normas mundiales sobre no proliferación nuclear y desarme, y consolidar los esfuerzos internacionales por la paz y la seguridad.
 

El establecimiento de Zonas Libres de Armas Nucleares (NWFZ, por sus siglas en inglés) es un enfoque regional para fortalecer las normas mundiales de desarme y no proliferación nuclear y consolidar los esfuerzos internacionales hacia la paz y la seguridad. El Artículo VII del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) establece: “Nada en este Tratado afecta el derecho de cualquier grupo de Estados a celebrar tratados regionales para asegurar la ausencia total de armas nucleares en sus respectivos territorios”.

La resolución 3472 (XXX) B  de la Asamblea General define una Zona Libre de Armas Nucleares como:

…cualquier zona reconocida como tal por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que cualquier grupo de Estados, en el libre ejercicio de su soberanía, haya establecido en virtud de un tratado o convención por el cual:

a) Se define el estatuto de ausencia total de armas nucleares al que estará sujeta la zona, incluido el procedimiento para la delimitación de la zona;

b) Se establece un sistema internacional de verificación y control para garantizar el cumplimiento de las obligaciones derivadas de dicho estatuto.

En “Asegurar nuestro futuro común: una agenda para el desarme”, el Secretario General reconoce la importancia de las zonas libres de armas nucleares como esfuerzos para ayudar a la comunidad internacional a prepararse para un mundo libre de armas nucleares. Para implementar la Agenda, el Secretario General y el Alto Representante para Asuntos de Desarme trabajarán con los Estados Miembros para fortalecer y consolidar las zonas libres de armas nucleares, incluso facilitando una mayor cooperación y consulta entre las zonas existentes, alentando a los Estados poseedores de armas nucleares a adherirse a los protocolos pertinentes de los tratados que establecen tales zonas y apoyar el establecimiento adicional de tales zonas, incluso en el Medio Oriente.

Lineamientos y Principios para las Zonas Libres de Armas Nucleares:

La Comisión de Desarme de la ONU en su informe del 30 de abril de 1999, recomendó un conjunto de principios y lineamientos para el establecimiento de una zona libre de armas nucleares, que incluían, entre otros :

  • Las zonas libres de armas nucleares deben establecerse sobre la base de acuerdos libremente concertados entre los Estados de la región interesada.
  • La iniciativa de establecer una zona libre de armas nucleares debe emanar exclusivamente de los Estados de la región de que se trate y debe ser seguida por todos los Estados de esa región.
  • Los Estados poseedores de armas nucleares deben ser consultados durante las negociaciones de cada tratado y sus protocolos pertinentes por los que se establece una zona libre de armas nucleares a fin de facilitar su firma y ratificación de los protocolos pertinentes del tratado, mediante que asuman compromisos jurídicamente vinculantes respecto del estatuto de la zona y de no utilizar o amenazar con utilizar armas nucleares contra los Estados partes en el tratado.
  • Una zona libre de armas nucleares no debe impedir el uso de la ciencia y la tecnología nucleares con fines pacíficos y también puede promover, si así lo prevén los tratados por los que se establecen tales zonas, la cooperación bilateral, regional e internacional para el uso pacífico de la energía nuclear en el zona, en apoyo del desarrollo socioeconómico, científico y tecnológico de los Estados partes.

Tratados Involucrados en las Zonas Libres de Armas Nucleares:

Los siguientes tratados constituyen la base de las ZLAN existentes:

Resolución sobre el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en la región
de Oriente Medio
 (72° período de sesiones)

Informes del Secretario General sobre el Establecimiento de una zona libre de armas nucleares en la región de Oriente Medio (72° período de sesiones)

Cartas dirigidas al Secretario General en las que se confirma el apoyo a la declaración del Oriente Medio como región libre de armas de destrucción en masa, incluidas las armas nucleares, químicas y biológicas

El estado libre de armas nucleares autodeclarado de Mongolia ha sido reconocido internacionalmente a través de la adopción de la resolución 55/33S de la Asamblea General de la ONU sobre "La seguridad internacional y el estado libre de armas nucleares de Mongolia".

Otros tratados que también tratan sobre la desnuclearización de ciertas áreas son:

El texto y el estado de todos los tratados mencionados anteriormente están disponibles en la base de datos de tratados de UNODA .

Hay más información disponible en el portal web de la UNODA dedicado a las zonas libres de armas nucleares y Mongolia.

 

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Armas Nucleares

Las armas nucleares son las armas más peligrosas de la Tierra. Una sola puede destruir una ciudad entera, con la posibilidad de causar la muerte de millones de personas, y poner en peligro el medio natural y las vidas de las futuras generaciones debido a sus efectos catastróficos a largo plazo. Los peligros que comportan estas armas derivan de su propia existencia. A pesar de que las armas nucleares solo se han utilizado dos veces en la guerra —en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki de 1945— hoy en día quedan en el mundo, según informes, unas 22.000 y se han llevado a cabo más de 2.000 ensayos nucleares hasta la fecha. El desarme es la mejor medida de protección contra tales peligros, aunque el logro de este objetivo ha sido un reto inmensamente difícil.
 

Las Naciones Unidas, desde su concepción, ha procurado eliminar estas armas. La primera resolución aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1946 estableció una Comisión para tratar los problemas relacionados con el descubrimiento de la energía atómica, entre otros. La Comisión habría de formular propuestas relativas a temas tales como el control de la energía atómica en la medida necesaria para garantizar su uso exclusivamente con fines pacíficos. La resolución estableció asimismo que la Comisión debía presentar propuestas para “eliminar, de los armamentos nacionales, las armas atómicas así como todas las demás armas principales capaces de causar destrucción colectiva de importancia”. Desde entonces, se ha establecido una serie de tratados multilaterales con el propósito de prevenir la proliferación y los ensayos nucleares, y promover a la vez los avances en materia de desarme nuclear. Entre ellos, cabe mencionar el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), el Tratado por el que se Prohíben los Ensayos con Armas Nucleares en la Atmósfera, el Espacio Exterior, Debajo del Agua, también denominado Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares (TPPE), y el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), que fue firmado en 1996 pero aún no ha entrado en vigor.

Varios tratados y acuerdos bilaterales y multilaterales procuran reducir o eliminar ciertas categorías de armas nucleares, prevenir la proliferación de estas armas y sus sistemas de entrega. Estos incluyen varios tratados entre los Estados Unidos de América y la Federación de Rusia, como también diversas iniciativas, como el Grupo de Suministradores Nucleares, el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles, el Código de Conducta de la Haya contra la Proliferación de los Misiles Balísticos, y el Acuerdo de Wassenaar.

UN.org


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