NUESTRO MAESTRO EPICURO, por Thomas Jefferson. «Debemos evitar el deseo y el temor, las dos principales enfermedades de la mente».

 

NUESTRO MAESTRO EPICURO

NUESTRO MAESTRO EPICURO

 

Yo también soy epicúreo. Considero que las doctrinas genuinas (no las imputadas) de Epicuro contienen cuanto de racional nos han dejado Roma y Grecia en materia de filosofía moral. Platón, distribuidor de misterios incomprensibles para la mente humana, ha sido deificado por ciertas sectas que usurpan el nombre de cristianas; porque encontraron, en sus nebuloso conceptos, una base de oscuridad impenetrable donde erigir artificios, igualmente delirantes, inventados por ellas mismas, y que atribuyeron, blasfemas, a Aquél a quien denominaron su Fundador, que renegaría de ellas con la indignación que tan justamente excitan tales caricaturas de su religión.

Pero el más grande de todos los reformadores de la religión depravada de su propio país fue Jesús de Nazaret. Extrayendo lo que realmente es suyo de la basura en la que ha sido enterrado, fácilmente discernible por su lustre de la escoria de sus biógrafos, y tan separable de ella como el diamante del estercolero, encontramos los perfiles de la moralidad más sublime que jamás ha pronunciado la voz del hombre; perfiles que, lamentablemente, su muerte le impidió colmar.

Para alcanzar la tranquilidad mental debemos evitar el deseo y el temor, las dos principales enfermedades de la mente. El hombre es un agente libre. La virtud consiste en 1. Prudencia. 2. Templanza. 3. Fortaleza. 4. Justicia. A lo que se oponen, 1. Desvarío. 2. Deseo. 3. Temor. 4. Mentira.”

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NUESTRO MAESTRO EPICURO

Por Thomas Jefferson

 

Yo también soy epicúreo, como vos decís que sois. Considero que las doctrinas genuinas (no las imputadas) de Epicuro contienen cuanto de racional nos han dejado Roma y Grecia en materia de filosofía moral.

Epicteto, ciertamente, nos ha transmitido lo que había de bueno en los estoicos; el resto de sus dogmas no es sino hipocresía y teatro. Su mayor crimen fue calumniar a Epicuro y desfigurar sus doctrinas, acción en la que lamentamos haya participado, como cómplice, la ingenua personalidad de Cicerón. Difuso, insípido, retórico, pero encantador. Su prototipo, Platón, tan elocuente como él, distribuidor de misterios incomprensibles para la mente humana, ha sido deificado por ciertas sectas que usurpan el nombre de cristianas; porque encontraron, en sus nebuloso conceptos, una base de oscuridad impenetrable donde erigir artificios, igualmente delirantes, inventados por ellas mismas, y que atribuyeron, blasfemas, a Aquél a quien denominaron su Fundador, que renegaría de ellas con la indignación que tan justamente excitan tales caricaturas de su religión.

 

 Arquímedes - Filósofo sonriente de José de Ribera

 

De Sócrates no tenemos nada genuino salvo en las Memorabilia de Jenofonte, porque Platón le hace uno de sus interlocutores meramente para cobijar sus propias fantasías con el manto de su nombre, libertad de la que, según nos dicen, se quejó el propio Sócrates.

Séneca es, ciertamente, un buen moralista, que a veces desfigura su obra con algunos estoicismos y que recurre en exceso a la antítesis y el punto, pero que en conjunto nos ha transmitido una moralidad muy sólida y práctica.

Pero el más grande de todos los reformadores de la religión depravada de su propio país fue Jesús de Nazaret. Extrayendo lo que realmente es suyo de la basura en la que ha sido enterrado, fácilmente discernible por su lustre de la escoria de sus biógrafos, y tan separable de ella como el diamante del estercolero, encontramos los perfiles de la moralidad más sublime que jamás ha pronunciado la voz del hombre; perfiles que, lamentablemente, su muerte le impidió colmar.

Epicteto y Epicuro formulan leyes para gobernarnos a nosotros mismos, Jesús el suplemento de los deberes y de la caridad que nos obligan con los demás. La exposición de la personalidad inocente de este moralista benévolo, y su rescate de la imputación de impostura derivada de los artificiosos sistemas inventados por sectas ultracristianas sin que una sola de las palabras que él pronunció lo justificara, son objetivos en extremos deseables, y a ellos ha consagrado Priestley, con todo éxito, su trabajo y sus conocimientos.

Cabe esperar que, con el paso del tiempo, llegue a practicarse una discreta eutanasia de las herejías del fanatismo y la intolerancia que durante tanto tiempo han triunfado sobre la razón humana, perjudicando tan general y profundamente a la humanidad; pero esta labor debe iniciarse aventando la paja de los historiadores de su vida y separándola del grano.

Epicteto

A veces he pensado en traducir a Epicteto (que nunca ha sido tolerablemente traducido al inglés) añadiéndole las genuinas doctrinas de Epicuro de los Syntagma de Gassendi, y extrayendo de los Evangelistas cuanto lleve el sello de la elocuencia y la delicada imaginación de Jesús. Esto último lo intenté, con demasiado premura, hace unos doce o quince años. Fue un trabajo de sólo dos o tres noches, en Washington, tras finalizar, ya de noche, la lectura de las cartas y documentos del día.

Pero ahora, con un pie en la tumba, es vano concebir estos proyectos. Lo mío es entretener el tedio de una vida que declina, como me esfuerzo en hacer, con las delicias de los textos clásicos y las verdades matemáticas y con el consuelo de una filosofía sólida, indiferente por igual a la esperanza y al temor.

Me tomo la libertad de señalaros que no sois un verdadero discípulo de nuestro maestro Epicuro si os complacéis en la indolencia a la que decís no estáis entregado. Sabéis que uno de su cánones era que “la complacencia que procura un mayor placer o produce mayor dolor debe evitarse”.

Vuestro amor al reposo conducirá, al desarrollarse, a una suspensión del sano ejercicio, a la relajación de la mente, a la indiferencia por cuanto os rodea, y finalmente a una debilidad corporal y a una torpeza mental que son lo más alejado de la felicidad que garantiza la bien regulada condescendencia de Epicuro; la fortaleza es, como sabéis, una de sus cuatro virtudes cardinales. Nos enseña a afrontar y superar las dificultades, no a huir de ellas como cobardes; y a huir, además, en vano, porque nos alcanzarán y detendrán en cada vuelta del camino. […]

Expondré a continuación un catálogo de las doctrinas de Epicuro que, en un estilo algo lapidario, escribí hace unos veinte años; uno análogo, de la filosofía de Jesús, de aproximadamente la misma época, es demasiado largo para que lo copie. Vale, et tibi persuade carissimum te esse mihi.

 

 

Físicas.- El Universo eterno. Sus partes, grandes y pequeñas, intercambiables. Sólo Materia y Vacío. El movimiento inherente a la materia que es pesada y declinante. Circulación eterna de los elementos de los cuerpos. Los dioses, un orden de seres inmediatamente superiores al hombre, que disfrutan, en su esfera, de su propia felicidad; pero que no se mezclan en los problemas del nivel inferior de seres.

Morales.- La felicidad es la meta de la vida. La virtud es el fundamento de la felicidad. La utilidad es la prueba de la virtud. El placer, activo e indolente. La indolencia es la ausencia de dolor, la verdadera felicidad. Activo consiste en movimiento agradable; no es felicidad, sino el medio para lograrla. Por tanto, la ausencia de hambre es motivo de felicidad; comer, el modo de lograrlo. El summun bonum es no sufrir dolores del cuerpo, ni penurias de la mente. Es decir, indolencia de cuerpo, tranquilidad mental. Para alcanzar la tranquilidad mental debemos evitar el deseo y el temor, las dos principales enfermedades de la mente. El hombre es un agente libre. La virtud consiste en 1. Prudencia. 2. Templanza. 3. Fortaleza. 4. Justicia. A lo que se oponen, 1. Desvarío. 2. Deseo. 3. Temor. 4. Mentira.

 

Carta a William Short. Monticello, 31 de octubre de 1819.

 

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THOMAS JEFFERSON, Autobiografía y otros escritos. Editorial Tecnos, 1987. Traducción de A. Escohotado y M. Sáenz de Heredia. Filosofía Digital, 2008.

 

 

 


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