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Freedom From Choice
La vida se trata de elección. Qué comemos, qué leemos, a quién elegimos; Todos los días tomamos decisiones que determinan cómo queremos vivir. Pero ¿qué pasa si estas elecciones son sólo una ilusión? Freedom From Choice examina el estado actual de vida y las elecciones personales actuales. Expertos de muchos campos diferentes ofrecen una mirada franca y sorprendente a las limitaciones ocultas en nuestra vida diaria.
Documental de Tim Delmastro
La vida se trata de elección. Lo que comemos, lo que leemos, a quién elegimos; todos los días tomamos decisiones que determinan cómo queremos vivir. Pero, ¿y si estas elecciones son solo una ilusión? En una era donde las regulaciones y los trámites burocráticos gobiernan todas las industrias, donde los grupos de presión y las grandes empresas ejercen más influencia que nunca, nuestras opciones diarias se han vuelto cada vez más limitadas. Centrándose en áreas clave como la comida, la medicina, las finanzas y los medios, Freedom From Choice ofrece a los espectadores un vistazo a la miríada de formas en que sus vidas están siendo dictadas y nos dice quién puede ganar.
Director: Tim Delmastro
Título original: Freedom from Choice (2014)
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Freedom from Choice: Ficha Técnica
La vida se trata de elección. Qué comemos, qué leemos, a quién elegimos; Todos los días tomamos decisiones que determinan cómo queremos vivir. Pero ¿qué pasa si estas elecciones son sólo una ilusión?
Tim Delmastro
Tim Delmastro y Jason Spencer
Reparto principal: Jeff Berwick, Gerald Celente, Jonathan Emord
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Comentario sobre «Freedom from Choice»
Muchos estadounidenses consideran la libertad como uno de los regalos más preciados de la vida. El documental Freedom from Choice afirma que estas libertades son simplemente una ilusión. Después de todo, sostiene la película, ¿hasta qué punto podemos ser libres cuando el gobierno de Estados Unidos está en connivencia con las mayores corporaciones de alimentos, finanzas, medios de comunicación y medicinas?
Cuando entras en una tienda de comestibles y te enfrentas a un pasillo tras otro de opciones, es posible que no te des cuenta de lo que te están negando. Pero los cabilderos adinerados y los políticos comprometidos han determinado muchos de los productos que se permite comprar. Quedan excluidos los agricultores independientes más pequeños que siguen dedicados a la transparencia operativa y a productos libres de pesticidas y procesamientos nocivos.
Incluso los estándares de seguridad de nuestros medicamentos están en riesgo. Se ha aprobado un número significativo de medicamentos populares a pesar de las objeciones de los propios revisores médicos de la FDA. ¿Por qué? Las grandes farmacéuticas ejercen toda la influencia y dominio sobre los tomadores de decisiones en Washington. Mientras tanto, los ciudadanos comunes y corrientes que dependen de estos medicamentos para sobrevivir son los conejillos de indias de los efectos secundarios adversos e incluso de la muerte.
La crisis financiera de 2008 fue provocada por la corruptibilidad de los reguladores que habían jurado protegernos. En lugar de imponer castigos apropiados y promulgar regulaciones más estrictas, los jefes de estas organizaciones bancarias los recompensamos con rescates y bonificaciones considerables.
Quienes buscan noticias sin filtrar suelen recurrir a Internet. Esto plantea una amenaza para figuras profundamente arraigadas en el poder. Es por eso que se han puesto en marcha planes para centralizar y controlar Internet. «Trabajan día y noche para intentar asustar a la gente haciéndoles creer que Internet debe estar controlado por nuestras figuras políticas», dice un comentarista.
Esto es sólo la punta del iceberg. La película presenta conversaciones en curso con comentaristas políticos, autores, reporteros de investigación y una variedad de defensores. Nos dan pistas sobre los tratos entre bastidores que efectivamente comprometen nuestras libertades sin que nos demos cuenta.
El tema puede ser espantoso, pero el tono de Freedom from Choice sigue siendo animado y atractivo en todo momento. Presenta una montaña de pruebas innegables que todos deberíamos tener en cuenta.
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LA TAREA DE UNA GENERACIÓN (CANSADOS Y MODERADOS, ABSTENERSE)
Por José Javier Esparza
Gaceta, 22 AGOSTO 2023
Salvo que algún gesto de gracia divina lo remedie, en España va a pasar algo asombroso, único, verdaderamente digno de estudio, a saber: el país va a quedar abiertamente en manos de sus enemigos objetivos. Porque no hay otra palabra para definirlos: separatistas que meten a terroristas en sus listas a modo de homenaje gremial al crimen, otros separatistas que dan golpes de estado para segregar a una región y huyen de la justicia, gobernantes que entregan la política del país a la única potencia (Marruecos) que ha declarado ambicionar parte del territorio nacional… A esto lo llaman, y no jocosamente, «mayoría de progreso».
Podríamos explayarnos largamente sobre las circunstancias del caso, que en términos políticos clásicos no tiene otro nombre que traición. Pero en realidad lo notable no es esto, sino el hecho incontrovertible de que a media España le parece bien y a otra gruesa porción le importa un bledo. Luego están, también, los que dicen que «no se puede hacer nada», o sea, los «abandonistas». Y renglón aparte merece la augusta persona, el rey, que tiene que formalizar el trance y que, mejorando el famoso dicho de Lenin, no va a vender, sino que va a regalar al verdugo la soga con la que le ahorcarán. ¿Quién da más?
¿Cómo hemos podido caer tan bajo? En el quinquenio de Sánchez hemos visto cosas asombrosas: suelta de violadores, abusos de poder inauditos, despotismo gubernamental, compadreo con los terroristas, sumisión del país a Marruecos, encarecimiento brutal del coste de la vida, corrupción a mansalva… No es necesario precisar la lista. Son cosas que la gran mayoría de la gente no ignora. Algunas de ellas las hemos sufrido todos y cada uno de los ciudadanos. No es verdad eso de que «la gente no lo sabe». ¡Claro que lo sabe! La gran pregunta, precisamente, es por qué hay una porción nada desdeñable del país que considera que esto no es importante y que, a pesar de todas las evidencias, prefiere votar con Txapote, por utilizar la popular figura. Y aquí es preciso hacer algunas consideraciones antipáticas, porque nada sería más necio que esconder la cabeza debajo del ala.
Un país embrutecido
España es un país ostensiblemente embrutecido. Las causas son numerosas. Una no menor —en absoluto menor—, aunque tal vez no sea la primera, es la decidida contribución de las televisiones del duopolio, es decir, Mediaset y Atresmedia, al entontecimiento masivo de los españoles. Son muchos años —veintitrés, si no recuerdo mal— de basura audiovisual, de destierro de toda inteligencia, de encanallamiento de la moral ciudadana y de entrega de la programación a productoras tan movidas por el negocio como por su ideología de extrema izquierda o separatista. Esto nos lleva a otra de esas numerosas causas, a saber: la connivencia del mundo del dinero —sí, todas esas grandes firmas que usted está pensando— con la degeneración nacional. Con muy escasas excepciones —y éstas, discontinuas—, la gran empresa y la gran banca españolas siempre han estado al lado de los disolventes y nunca de los agregantes. Esto no ha sido así porque se trate de gente especialmente torva —aunque de todo habrá—, sino porque el mundo del dinero y el mundo del poder político comparten cama en España desde hace mucho tiempo, y el poder político, en nuestro país, también ha apostado siempre —siempre, e incluyo al PP— por privilegiar a los disolventes.
Esta es otra de las causas de nuestra triste hora de hoy: el Estado, en España, nunca ha aspirado a construir una sociedad con conciencia nacional, sino que sistemáticamente ha optado por favorecer a todas las tendencias que empujaban hacia abajo (o hacia afuera). Basta pensar en el discurso monocorde de todas aquellas factorías culturales que dependen del Estado como, por ejemplo, el cine llamado «español». No hay industria cultural más subvencionada que el cine en nuestro país y no hay tampoco discurso más insistentemente antinacional que el de «nuestro» cine. ¿De verdad queda alguien que piense que es casualidad? Y el poder político, ¿por qué ha favorecido siempre a los enemigos de la supervivencia nacional? ¿Acaso por afinidad de objetivos? O sea, ¿Rajoy y Wyoming, el mismo combate?
Vocación de suicidio
No: ocurre que el poder político, quiera o no, siempre es tributario del poder cultural, y éste, en España, le fue gozosamente entregado a la izquierda y al separatismo desde el alba de la transición y ahí sigue, predicando todo el día sus sermones sobre lo que está bien (lo de ellos) y lo que está mal. Huelga decir que la derecha nunca consideró importante dar aquí batalla alguna, al revés. De hecho, sus fábricas de opinión oficiales están en manos de empresas que al mismo tiempo patrocinan a los medios de izquierda. El otro día leí a un señor que es columnista en el ABC, y que habla como si fuera «de derechas», explicar que él «no cree en la batalla cultural». Claro: por eso escribe en el ABC. La hegemonía cultural consiste en eso: no es sólo que tu voz se oiga más alto que las otras, es también, y quizá sobre todo, que las voces opuestas se lo piensen dos, tres, cuatro veces antes de hablar, y que al final no hablen. Y esto, por cierto, no es algo que afecte sólo a las factorías de la opinión, sino que se extiende también a todos aquellos que por su posición social podrían tener voz en la vida pública y que, por la presión ambiente, prefieren callar o balar con el rebaño: jueces, médicos, artistas, militares, sacerdotes, profesores, qué se yo.
Profesores. Habrá constatado usted que, en la enumeración de las causas de nuestro embrutecimiento, he dejado para el final lo que mucha gente habría puesto al principio: la educación. Es porque, en realidad, eso que se llama educación, es decir, los sistemas de enseñanza, no son causa, sino consecuencia. Una sociedad con vocación suicida, donde los poderes cultural, político y económico coinciden en alentar la disolución de todos los lazos, generará de manera casi espontánea un sistema de enseñanza suicida. Un sistema, por ejemplo, donde se penalice el mérito y el esfuerzo, la ideología dominante se convierta en asignatura transversal, las Humanidades sean desterradas y la Historia se reduzca a un relato regional «políticamente correcto». Este sistema, a su vez, contribuirá a intensificar la dinámica suicida del conjunto. Al cabo de una generación, las «élites» del país habrán sido ya formateadas. En realidad, lo prodigioso es que siga habiendo tanta resistencia.
Y por todo eso, en fin, y seguramente otras muchas cosas más, estamos en un país donde una buena porción de nuestros conciudadanos considera que merece seguir gobernando un tipo dispuesto a soltar violadores a la calle, supeditar la soberanía nacional a Marruecos y entregar el destino nacional a partidos racistas, golpistas y criminógenos.
Lo esencial es esto: a lo que nos enfrentamos hoy no es sólo a un déspota capaz de vender a su madre para permanecer en La Moncloa, ni tampoco (sólo) a un declarado contubernio de la izquierda y el separatismo para desmantelar la España constitucional. No. A lo que de verdad nos enfrentamos hoy, lo que nos ha traído hasta aquí, es un auténtico complejo de poder que baña todas las esferas del Estado, públicas y privadas, y que crece a costa de nuestra ruina. Desmontar ese monstruoso tinglado es la tarea más excitante que jamás pudiera imaginar una generación.
Porque querría alguien seguir siendo ciudadano –víctima- de un Estado fallido?
En España no tenemos Servicios Públicos, sino servidumbres generales. La Educación ha muerto. La Sanidad, moribunda.
No tenemos Derechos Humanos. Ni siquiera a la vida. Sin Libertad de Información, sin Libertad de Expresión, sin Justicia Fiscal, sin Intimidad, sin derecho al domicilio. Sin seguridad pública )y sin seguridad privada por desaparición de la Familia estable), nos hemos quedado sin Solidaridad, canjeada por el Servilismo y la masa clientelar que vota a sus captores.
Libertad? Aceptamos la esclavitud de las mujeres más vulnerables, con tal de no verla. Pero nos decimos «Feministas».
No, España no es un buen lugar: Ni siquiera para los españoles.
Que defienden los que dicen defender a España?
Los votos no les sirven. Si no son los que ellos quieren que sean, no se tienen en cuenta.
Son Constitucionaleros, que se creen constitucionalistas. La mayoría no son capaces de enunciar 10 de “sus” derechos Fundamentales.
¿Qué es una Democracia para un pueblo que no conoce –ni entiende- “sus” Leyes? ¿Entonces, qué –y porqué- votan?
La Constitución del 78 no contiene la mera expresión “División de Poderes”.
Lo que sí contiene es un Título entero dedicado a la Reforma Constitucional (el último, el TÍTULO X, “De la reforma constitucional”). Pero querer reformar la Constitución se ha convertido en un Delito “civil”, de hecho, e incluso penal.
Y, sobre todo (este es el mal español, y global) no hay Justicia.
Lo que es peor no la queremos. Lo que queremos que nos den la razón, y a eso, llamarlo Justicia.
Y, sin Justicia, nada mejorará.
Tu NO Tienes Elección – George Carlin (2005)
https://www.youtube.com/watch?v=_7U5JVk_y7U
«La vida vale la pena perderla«