«¿HA PASADO EL COVID? Probablemente producirá anticuerpos para toda la vida», por Ewen Callaway (Nature). // LA PATENTE DE ASTRAZENECA: «Por qué los multimillonarios como Bill Gates no pueden resolver los problemas que ayudaron a crear», por Linsey McGoey (The New York Times)

Por qué los multimillonarios como Bill Gates no pueden resolver los problemas que ayudaron a crear

En abril del año pasado, hubo rumores de que la Universidad de Oxford estaba considerando ofrecer una vacuna contra la COVID desarrollada por sus científicos sin carácter exclusivo, lo cual habría posibilitado que fabricantes de todo el mundo la produjeran de manera más barata y generalizada. Sin embargo, como se informó en Kaiser Health News, “gracias a la insistencia de la Fundación Bill y Melinda Gates, Oxford dio marcha atrás. Firmó un acuerdo de exclusividad con AstraZeneca que le dio al gigante farmacéutico todos los derechos de la vacuna y ninguna garantía de precios bajos”.

AstraZeneca no pago nada por la investigación básica de Oxford para fabricar la vacuna, pero la empresa ahora tiene los derechos exclusivos de distribución y espera ganar miles de millones de dólares del acuerdo que negoció la Fundación Gates.

The New York Times, 27-5-2021

Ilustración de Nicholas Konrad/The New York Times; fotografía de Nipitpon Singad / EyeEm vía Getty Images

 

Bill Gates no ha cambiado. Ha cambiado su imagen pública. Cada vez queda más al descubierto la conducta personal de Gates y su problemática gestión compartida de la Fundación Gates. La pregunta es por qué esto tardó tanto en suceder.

Durante años, la Fundación Gates ha sido administrada por un consejo inusualmente pequeño de fideicomisarios, conformado por Bill, Melinda French Gates y el inversionista multimillonario Warren Buffett.

La fundación fue creada en 2000, tras la fusión de dos organizaciones de caridad que se formaron en 1994, el año en que se casaron Bill y Melinda. En 2006, el tamaño de la fundación aumentó de manera significativa, cuando Buffett anunció que le daría la mayor parte de su fortuna de Berkshire Hathaway a la organización, pues aseguró que confiaba en la experiencia de Bill y Melinda para usar el dinero para bien.

Surgió una paradoja. Conforme crecía la fundación, menos gente parecía dispuesta a hacer preguntas complicadas sobre su hermética estructura administrativa o su inclinación a dar dinero a lucrativas empresas farmacéuticas y de tarjetas de crédito como MasterCard, a pesar del hecho de que regalar miles de millones de dólares a corporaciones acaudaladas sentaba un precedente inusual y problemático en el sector filantrópico.

Hablé por primera vez sobre este patrón de inundar de dinero a las corporaciones privadas mientras realizaba la investigación para mi libro de 2015, No Such Thing as a Free Gift: The Gates Foundation and the Price of Philanthropy. El principal argumento del libro era que los multimillonarios que crean sus fortunas por medio de prácticas corporativas que deprecian el valor de los trabajadores y profundizan la desigualdad —como la evasión del impuesto sobre sociedades, el pago insuficiente por enfermedad y la inmoral brecha salarial entre los ejecutivos y los trabajadores de sueldos bajos— no son la solución para los problemas que generan.

Lo planteé de esta manera: pedirle a Bill Gates que resuelva la desigualdad es como pedirle a un pirómano que apague tu casa con una manguera después de que acaba de prenderle fuego. Los filántropos tal vez tengan una gran cantidad de dinero para financiar el camión de bomberos y la manguera, pero el dinero proviene de hacer nuestras casas inhabitables en primera instancia. 

No fue sino hasta cinco años después que los medios masivos se interesaron mucho en criticar la Fundación Gates, a raíz del importante reportaje del periodista de investigación Tim Schwab sobre los conflictos de interés en la organización. 

Antes de eso, no se decía prácticamente nada. Si tras la crisis financiera de 2008 los grandes bancos de inversiones eran considerados “demasiado grandes para quebrar”, las megafundaciones eran demasiado grandes para someterse a escrutinio. En especial durante la recesión posterior a 2008, la necesidad de caridad fue más pronunciada que nunca, así que sonaba maleducado, incluso medio mezquino, cuestionar si los Gates en realidad sabían resolver los problemas del mundo tanto como lo aseguraban.

En el libro Winners Take All, el autor Anand Giridharadas acuñó un nuevo término para el enfoque filantrópico amigable con las corporaciones y basado en el mercado que han defendido durante años donadores como los Gates: “mundo mercado”. Giridharadas lo considera una fe mal dirigida a que una mayor cantidad de mercados puedan resolver la pobreza cuando, mientras más ricos se hacen los inversionistas en el mercado, más pobres nos volvemos el resto de nosotros. 

La mejor evidencia que sí tenemos a la mano es el historial observable de la fundación, tanto lo bueno como lo malo. A fin de cuentas, los puestos más altos en la gerencia de cualquier organización son los responsables de sus operaciones, y ahí está incluida Melinda. Así que, cuando la fundación invierte fondos no reembolsables con preferencias tributarias en las farmacéuticas más ricas del mundo, o cuando defiende un sistema mundial de patentes que hace que los medicamentos de emergencia sean innecesariamente caros en las naciones ricas y pobres, la responsabilidad no solo recae en Bill, sino también en Melinda.

 

 

En abril del año pasado, hubo rumores de que la Universidad de Oxford estaba considerando ofrecer una vacuna contra la COVID desarrollada por sus científicos sin carácter exclusivo, lo cual habría posibilitado que fabricantes de todo el mundo la produjeran de manera más barata y generalizada. Sin embargo, como se informó en Kaiser Health News, “gracias a la insistencia de la Fundación Bill y Melinda Gates, Oxford dio marcha atrás. Firmó un acuerdo de exclusividad con AstraZeneca que le dio al gigante farmacéutico todos los derechos de la vacuna y ninguna garantía de precios bajos”. 

El acuerdo dejó a mucha gente horrorizada. Parecía que la maniobra entraba en conflicto con la misión manifiesta de la Fundación Gates de mejorar el acceso a las medicinas en el mundo, pero no es ninguna sorpresa para quienes han seguido desde hace tiempo la proclividad de la fundación a tenderles la mano a las grandes farmacéuticas. Hace poco, Melinda le dijo al Times que los fabricantes de vacunas como Pfizer y AstraZeneca “deberían ganar una pequeña parte, porque queremos que sigan en marcha”. 

Define “pequeña”. AstraZeneca no pago nada por la investigación básica de Oxford para fabricar la vacuna, pero la empresa ahora tiene los derechos exclusivos de distribución y espera ganar miles de millones de dólares del acuerdo que negoció la Fundación Gates. 

Los dos Gates parecen estar sentados en el mismo banquete que las grandes farmacéuticas, engullendo una falacia central perpetuada durante años. De ahí la insistencia de las empresas por “cobrar precios astronómicos a fin de financiar la investigación y el desarrollo”, como lo dijo hace poco la representante Katie Porter, aunque “la cantidad que gastan en manipular el mercado para enriquecer a los accionistas eclipsa por completo lo invertido en investigación y desarrollo”. 

Lo mejor que saldrá de un suceso triste como este divorcio es el reconocimiento de que nosotros debemos abordar los problemas actuales del mundo, nosotros, el pueblo —los miembros interdependientes de la sociedad mundial— por medio de la solidaridad y la ciencia compartida. No podemos cederles esta labor a filántropos poco fiables. Terminó la era de la deferencia hacia ellos, y ya era hora.

 

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Linsey McGoey Es profesora de sociología y directora del Centro de Investigación en Sociología Económica e Innovación de la Universidad de Essex. Es la autora de No Such Thing as a Free Gift: The Gates Foundation and the Price of Philanthropy.

 

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¿HA PASADO EL COVID? Probablemente producirá anticuerpos para toda la vida

 

Nature

Una célula plasmática de la médula ósea (coloreada artificialmente). Estas células, que producen anticuerpos, permanecen durante meses en los cuerpos de las personas que se han recuperado del COVID-19. Crédito: Dr. Gopal Murti / Biblioteca de fotografías científicas

 

Muchas personas que han sido infectadas con SARS-CoV-2 probablemente producirán anticuerpos contra el virus durante la mayor parte de sus vidas. Así que sugieran investigadores que hayan identificado células productoras de anticuerpos de larga duración en la médula ósea de personas que se han recuperado del COVID-19 (1).

El estudio proporciona evidencia de que la inmunidad provocada por la infección por SARS-CoV-2 será extraordinariamente duradera. Además de las buenas noticias, "las implicaciones son que las vacunas tendrán el mismo efecto duradero", dice Menno van Zelm, inmunólogo de la Universidad de Monash en Melbourne, Australia.

Los anticuerpos, proteínas que pueden reconocer y ayudar a inactivar partículas virales, son una defensa inmunitaria clave. Después de una nueva infección, las células de vida corta llamadas plasmablastos son una fuente temprana de anticuerpos.

Pero estas células retroceden poco después de que un virus se elimina del cuerpo, y otras células de mayor duración producen anticuerpos: las células B de memoria patrullan la sangre en busca de reinfección, mientras que las células plasmáticas de la médula ósea (BMPC) se esconden en los huesos, produciendo anticuerpos para décadas.

"Una célula plasmática es nuestra historia de vida, en términos de los patógenos a los que hemos estado expuestos", dice Ali Ellebedy, inmunólogo de células B de la Universidad de Washington en St. Louis, Missouri, quien dirigió el estudio, publicado en Nature el 24 de mayo.

El equipo de Ellebedy rastreó la producción de anticuerpos en 77 personas que se habían recuperado de casos en su mayoría leves de COVID-19. Como era de esperar, los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 se desplomaron en los cuatro meses posteriores a la infección. Pero esta disminución se desaceleró, y hasta 11 meses después de la infección, los investigadores aún pudieron detectar anticuerpos que reconocían la proteína pico del SARS-CoV-2.

Para identificar la fuente de los anticuerpos, el equipo de Ellebedy recolectó células B de memoria y médula ósea de un subconjunto de participantes. Siete meses después de desarrollar los síntomas, la mayoría de estos participantes todavía tenían células B de memoria que reconocían el SARS-CoV-2. En 15 de las 18 muestras de médula ósea, los científicos encontraron poblaciones ultrabajas pero detectables de BMPC cuya formación había sido provocada por las infecciones por coronavirus de los individuos entre siete y ocho meses antes. Los niveles de estas células se mantuvieron estables en las cinco personas que dieron otra muestra de médula ósea varios meses después.

"Esta es una observación muy importante", dadas las afirmaciones de la disminución de los anticuerpos contra el SARS-CoV-2, dice Rafi Ahmed, inmunólogo de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia, cuyo equipo co-descubrió las células a fines de la década de 1990. Lo que no está claro es cómo se verán los niveles de anticuerpos a largo plazo y si ofrecen alguna protección, agrega Ahmed. “Estamos al principio del juego. No estamos mirando cinco años, diez años después de la infección".

El equipo de Ellebedy ha observado los primeros signos de que la vacuna de ARNm de Pfizer debería desencadenar la producción de las mismas células (4). Pero la persistencia de la producción de anticuerpos, ya sea provocada por vacunación o por infección, no asegura una inmunidad duradera al COVID-19. La capacidad de algunas variantes emergentes del SARS-CoV-2 para mitigar los efectos protectores de los anticuerpos significa que pueden ser necesarias inmunizaciones adicionales para restaurar los niveles, dice Ellebedy. "Mi presunción es que necesitaremos un refuerzo".

1.- Turner, JS y col. Naturaleza https://doi.org/10.1038/s41586-021-03647-4 (2021).

2.- Kaneko, N. y col. Cell 183 , 143-157 (2020).

3.- Largo, Q.-X. et al. Nature Med. 26 , 1200–1204 (2020).

4. Ellebedy, A. et al. Preprint en Research Square https://doi.org/10.21203/rs.3.rs-310773/v1 (2021).

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AVANCE DEL ESTUDIO

La infección por SARS-CoV-2 induce células plasmáticas de médula ósea de larga duración en humanos

AUTORES: Jackson S. Turner, Wooseob Kim, Elizaveta Kalaidina, Charles W. Goss, Adriana M. Rauseo, Aaron J. Schmitz, Lena Hansen, Alem Haile, Michael K. Klebert, Iskra Pusic, Jane A. O'Halloran, Rachel M. Presti y Ali H. Ellebedy

NATURE

Resumen

Las células plasmáticas de médula ósea de larga vida (BMPC) son una fuente persistente y esencial de anticuerpos protectores 1-7 . Las personas convalecientes con síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) tienen un riesgo significativamente menor de reinfección 8-10 . 

No obstante, se ha informado de que los anticuerpos séricos anti-SARS-CoV-2 experimentan una rápida descomposición en los primeros meses después de la infección, lo que plantea la preocupación de que es posible que no se generen BMPC de larga duración y que la inmunidad humoral contra este virus sea de corta duración 11 –13.

Aquí demostramos que en pacientes que experimentaron infecciones leves (n = 77), los anticuerpos séricos anti-SARS-CoV-2 pico (S) disminuyen rápidamente en los primeros 4 meses después de la infección y luego más gradualmente durante los siguientes 7 meses, permaneciendo detectables. al menos 11 meses después de la infección.

Los títulos de anticuerpos anti-S se correlacionaron con la frecuencia de BMPC específicas de S obtenidas de aspirados de médula ósea de 18 pacientes convalecientes con SARS-CoV-2 7 a 8 meses después de la infección.

No se detectaron BMPC específicas de S en aspirados de 11 sujetos sanos sin antecedentes de infección por SARS-CoV-2.

Demostramos que las BMPC de unión a S están inactivas, lo que indica que son parte de un compartimento de larga duración.

De manera consistente, se detectaron células B circulantes de memoria en reposo dirigidas contra la proteína S en los individuos convalecientes. 

 

Información de los autores

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Este es un trabajo sin editar que ha sido aceptado para publicación. Nature Research proporciona esta primera versión del manuscrito como un servicio a nuestros autores y lectores. El manuscrito se someterá a corrección de estilo, composición tipográfica y revisión de pruebas antes de que se publique en su forma final. Tenga en cuenta que durante el proceso de producción se pueden descubrir errores que podrían afectar el contenido, y se aplican todas las renuncias legales.

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COVID 19| ¡EXCELENTES NOTICIAS!: ¿ANTICUERPOS PARA SIEMPRE?

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