«Estados Unidos acaba de destruir un gran imperio», por Michael Hudson

Estados Unidos acaba de destruir un gran imperio

 

El imperio de Dios

«¿Por qué el emperador creyó que el cristianismo, hasta entonces perseguido, podía ser beneficioso para el imperio?»

Por Jesús Ferrero

The Objective, 26 ABRIL 2025

Detalle de ‘San Pedro entronizado entre los santos Juan Bautista y Pablo’ (1516), óleo sobre tabla de Cima da Conegliano. | Wikimedia Commons

 

Una rama de la Tradición hermética (o Tradición sin más) cree que el imperio romano sigue presente en nuestros días a través de la Iglesia y de su cabeza, el Papa, único mandatario actual que ha conservado el poder pontifical y divinizado de un emperador romano. Esta rama de la Tradición nos invita a pensar en los vínculos que tenía la Iglesia con el imperio en tiempos de Constantino. ¿Por qué el emperador creyó que el cristianismo, hasta entonces perseguido, podía ser beneficioso para el imperio? Porque la Iglesia tenía ya una estructura que se correspondía con la del imperio, con obispos que dirigían comunidades locales, especialmente en las ciudades. Había por lo tanto una jerarquía con obispos, presbíteros y sacerdotes que recorría todo el imperio, y el obispo de Roma era ya una figura respetada. El mapa del imperio coincidía con el mapa del cristianismo, y Constantino pensó que aceptar la doctrina de Jesús podía ser un elemento vertebrador del sistema en lugar de un foco desintegrador. A partir de ese momento, el imperio y el cristianismo avanzan juntos hasta las invasiones bárbaras.

Me está hablando Vilfredo Requejo, un zamorano miembro de una asociación hermética de París al que conocí al final de mi época estudiantil y con el que he seguido manteniendo relaciones de amistad. Ayer estuve en la capital francesa y nos citamos en el Jardín de Luxemburgo, en un banco junto a la estatua de Baudelaire. Vilfredo prosiguió diciendo:

—Como el imperio, el cristianismo tendrá su capital en Roma, y el Papa se va a revestir de poderes imperiales: va a ser literalmente un emperador, con su pequeño imperio: los estados pontificios que duraron hasta Mussolini, y con otro imperio mucho mayor, que recorría toda la cristiandad, y de la que el Papa era el director espiritual, guiado por el señor del Universo. Como en todos los monarcas de la Antigüedad incluidos los césares romanos, su poder procedía directamente de la divinidad. Además la Iglesia era, como los imperios, expansionista, y tenía sus sacerdotes y sus soldados dispuestos a conquistar el mundo, con compañías de vanguardia como los jesuitas, que se atrevieron a entrar en Japón y en China, donde nunca fueron bien recibidos en parte porque los orientales veían en aquellos sacerdotes elegantes y sosegados la avanzadilla de los imperios occidentales que trajinaban con sus barcos por el mar de China.

—Y además la iglesia tenía su fisco particular… —comenté.

—Sí, los impuestos camuflados en los diezmos, o en la décima parte de sus ingresos que el buen cristiano tenía que donar a la iglesia. Cuando este sistema tributario no era suficiente, se recurría a las bulas papales. De esa manera, además de administrar la tierra, el santo padre vendía a los ricos parcelas en el cielo y elevaba en Roma edificios que representaban el poder terrenal más que el espiritual, propiciando así la revolución del Renacimiento tan censurada por Lutero, al que Nietzsche consideraba un inmundo resentido, una mente mezquina y atrabiliaria que no soportaba las disipaciones romanas y los gloriosos derroches estéticos del Vaticano, así como su innegable fasto. 

Hubo un breve silencio motivado por la reflexión. Un mirlo se posó sobre la cabeza de Baudelaire. Mi amigo prosiguió:

—La gran ventaja que tenía la Iglesia sobre el Estado es que llegaba a todas partes, sin excepción. En los pueblos de León y Zamora donde pasé largas temporadas de mi infancia no sabíamos muy bien lo que era el Estado, pero sí que sabíamos lo que era la Iglesia, que nos gobernaba creando una realidad envolvente y paralela en la que gravitábamos todos los días del año. Ocurría además el hecho de que los sacerdotes conocían los secretos de las almas a través de la confesión y podían ejercer sobre los fieles un poder tan soberano como paralizador. 

—¿Qué me dices de los papas?

—Verás, hasta hace bien poco, los pontífices o eran italianos o europeos, dejando claro que Europa seguía siendo la sede primordial de la Iglesia y el cuartel desde el que dirigir el reino de este mundo. Pero en los últimos tiempos Roma estaba más ensimismada que nunca, perdiendo almas por todas partes, y había que cambiar de estrategia, sobre todo con los pueblos ajenos a Occidente, a los que a menudo ni siquiera llegaba el Estado, como en las aldeas de mi infancia. Pero he aquí que aparece un pontífice que cae en la cuenta de ese gran vacío e inicia una labor pastoral que le hará tan querido como célebre. Una vez más la Iglesia apostaba por el universalismo (Urbi et orbi) y el deseo de llegar a todas partes con su mensaje nivelador y fraternal. Es normal que la izquierda atea alabe a Francisco más que las derechas creyentes: todas las ideologías de Occidente, desde el comunismo al wokismo, son neocristianismos que heredan algunos principios fundamentales del cristianismo: el amor, la solidaridad, la fraternidad, la esperanza, el despertar… En cambio la derecha, cuando se olvida del tradicionalismo cristiano que la amparó al principio, puede derivar en paganismo gélido, como ocurrió con el nazismo que según Umberto Eco fue un neopaganismo abierto, al igual que la antigua Roma, al ejercicio de genocidio. 

—Para tu amigo Escohotado la izquierda ha sido más cristiana que la derecha, y los comunistas mucho más cristianos que los liberales, pues seguían más de cerca las ideas nucleares del cristianismo primordial con su odio al comercio y al mercado…

—Cierto, y en Más allá del bien y del mal Nietzsche atribuye a los partidos obreristas de su época un cristianismo más acusado que el del Vaticano. También Lévi-Strauss le atribuía a la izquierda cierta dosis de cristianismo, si bien se trataría de lo que Emmanuel Todd llama «cristianismo zombi», que sería en realidad el cristianismo de nuestra época: la gente no cree pero sigue ciegamente la moral cristiana, como zombi de su propio pasado. Dicho de otra manera: el cristianismo se está convirtiendo en una ideología difusa y fuertemente simbólica, más que en una religión de revelación y de fe. Como religión, el cristianismo está agonizando, pero no está muriendo como ideología. El sistema de ideas morales y existenciales que le da realidad al cristianismo y a los evangelios sigue, lo que explicaría los elogios de la izquierda a Francisco. 

—¿No pasó algo parecido en la antigüedad grecorromana? 

—Claro que pasó. Cuando los dioses murieron, se convirtieron en nuestra estética y en parte también en nuestra ideología y los poetas hablaban de ellos profusamente, como hacían los autores del Renacimiento y más tardíamente los del romanticismo alemán. Murieron como dioses pero no como ideas. Y sí, lo mismo está ocurriendo con el cristianismo. Tengo la sospecha de que el papa Francisco lo sabía y actuaba en consecuencia. 

—¿Realmente crees que lo sabía?

—Eso me temo. La iglesia estaba muerta y Francisco la ha resucitado, renovando el mensaje evangélico e imprimiéndole humanidad al sistema. Si ahora vuelve un papa conservador, la iglesia seguirá la senda de la irrelevancia a la que le ha ido llevando su empeño obstinado en ir siempre por detrás de la sociedad. Eso también lo sabía Francisco, un jesuita, y los jesuitas han sido siempre la vanguardia de la iglesia. Un jesuita (Georges Lemaître) descubrió el Big Bang y la expansión del universo, y otro jesuita (Teilhard de Chardin) adoptó el evolucionismo a la doctrina católica con atinada profundidad teológica. Y para terminar, también fue jesuita uno de mis filósofos preferidos: Baltasar Gracián.

Estaba atardeciendo. Antes de salir del parque, leímos la cita de Las flores del mal que figuraba bajo el busto de Baudelaire. «Pues es, Señor, el mejor testimonio que podemos dar de nuestra dignidad este ardiente sollozo que rueda de edad en edad y viene a morir al borde de vuestra eternidad». 

—¡Qué piadosos son los franceses! —exclamó mi amigo—, y qué bien saben conjugar la virtud con el vicio. ¿Nos vamos a tomar un buen vino al café de Cluny? Fue nuestro café en otro tiempo, cuando pasábamos días enteros en las moradas filosóficas. 

—Perfecto. Me han dicho que tiene un Borgoña glorioso. El vino que más le gustaba a Íñigo de Loyola cuando estaba estudiando en París, donde hizo el bachillerato y después se graduó en «artes liberales». 

Íbamos por el bulevar Saint-Michel, a punto de entrar en el café, cuando le pregunté a Vilfredo:

—¿Cuál crees que ha sido la pregunta fundamental del papa Francisco?

—La misma que hizo Dios al hombre en el Paraíso: «Adán, ¿dónde estás?»

 

Cristianismo gnóstico

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Estados Unidos acaba de destruir un gran imperio

Estados Unidos acaba de destruir un gran imperio

 

Herodoto (Historia , Libro 1.53) cuenta la historia de Creso, rey de Lidia c. 585-546 aC en lo que ahora es el oeste de Turquía y la costa jónica del Mediterráneo. Creso conquistó Éfeso, Mileto y los reinos vecinos de habla griega, obteniendo tributos y botín que lo convirtieron en uno de los gobernantes más ricos de su tiempo. Pero estas victorias y riquezas le llevaron a la arrogancia. Creso volvió sus ojos hacia el este, con la ambición de conquistar Persia, gobernada por Ciro el Grande.

Habiendo dotado al cosmopolita Templo de Delfos de la región sustanciales cantidades de plata y oro, Creso le preguntó a su Oráculo si tendría éxito en la conquista que había planeado. La sacerdotisa Pitia respondió: “Si vas a la guerra contra Persia, destruirás un gran imperio”.

Creso se dispuso a atacar Persia c. 547 a.C. Marchando hacia el este, atacó Frigia, estado vasallo de Persia. Ciro montó una Operación Militar Especial para hacer retroceder a Creso, derrotando a su ejército, capturándolo y aprovechando la oportunidad para apoderarse del oro de Lidia para introducir su propia moneda de oro persa. Así pues, Creso destruyó un gran imperio: el suyo propio.

Avancemos rápido hasta el impulso de nuestros días de la administración Biden para extender el poder militar estadounidense contra Rusia y, detrás de ella, China. El presidente pidió consejo al análogo actual del oráculo de Delphi de la antigüedad: la CIA y sus grupos de expertos aliados. En lugar de advertir contra la arrogancia, alentaron el sueño neoconservador de que atacar a Rusia y China consolidaría el control estadounidense de la economía mundial, logrando el fin de la historia.

Después de organizar un golpe de estado en Ucrania en 2014, Estados Unidos envió su ejército delegado de la OTAN hacia el este, entregando armas a Ucrania para librar una guerra étnica contra su población de habla rusa y convertir la base naval rusa de Crimea en una fortaleza de la OTAN. Esta ambición al nivel de Creso tenía como objetivo llevar a Rusia al combate y agotar su capacidad para defenderse, arruinando su economía en el proceso y destruyendo su capacidad para brindar apoyo militar a China y otros países seleccionados por buscar su autodependencia como alternativa a la hegemonía de EE.UU.

Después de ocho años de provocación, se preparó un nuevo ataque militar contra los ucranianos de habla rusa, listo para avanzar hacia la frontera rusa en febrero de 2022. Rusia protegió a sus compañeros de habla rusa de una mayor violencia étnica montando su propia Operación Militar Especial. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN se apoderaron de inmediato de las reservas de divisas extranjeras de Rusia en Europa y América del Norte, y exigieron que todos los países impusieran sanciones contra la importación de energía y cereales rusos, con la esperanza de que esto derrumbara el tipo de cambio del rublo. El Departamento de Estado esperaba que esto provocaría que los consumidores rusos se rebelaran y derrocaran al gobierno de Vladimir Putin, lo que permitiría que Estados Unidos maniobrara para instalar una oligarquía cliente como la que había fomentado en la década de 1990 bajo el presidente Yeltsin.

Un subproducto de esta confrontación con Rusia ha sido asegurar el control de Estados Unidos sobre sus satélites de Europa Occidental. El objetivo de esta manipulación dentro de la OTAN era impedir el sueño de Europa de beneficiarse de relaciones comerciales y de inversión más estrechas con Rusia mediante el intercambio de sus manufacturas industriales por materias primas rusas. Estados Unidos descarriló esa perspectiva al volar los gasoductos Nord Stream, cortando el acceso de Alemania y otros países al gas ruso a bajo precio. Eso hizo que la principal economía de Europa dependiera del gas natural licuado (GNL) de EE.UU., de mayor costo.

Además de tener que subvencionar el gas doméstico europeo para evitar una insolvencia generalizada, una gran proporción de los tanques Leopard de Alemania, los misiles Patriot de EE.UU. y otras “armas maravillosas” de la OTAN están siendo destruidas en combate contra el ejército ruso. Ha quedado claro que la estrategia de EE.UU. no es simplemente «luchar hasta el último ucraniano», sino luchar hasta el último tanque, misil y otras armas que se eliminen de las existencias de la OTAN.

Se esperaba que este agotamiento de las armas de la OTAN creara un vasto mercado de reemplazo para enriquecer el complejo militar-industrial de Estados Unidos. A sus clientes de la OTAN se les dice que aumenten su gasto militar al 3 o incluso al 4 por ciento del PIB. Pero el débil desempeño de las armas estadounidenses y alemanas en el campo de batalla ucraniano puede haber arruinado este sueño, mientras que las economías europeas se hunden en la depresión. Y con la economía industrial de Alemania trastornada por la ruptura de su comercio con Rusia, el ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, le dijo al periódico Die Welt el 16 de junio de 2023 que su país no puede permitirse pagar más dinero en el presupuesto de la Unión Europea, al que desde hace mucho tiempo ha sido el mayor contribuyente.

Sin las exportaciones alemanas que respalden el tipo de cambio del euro, la moneda se verá presionada frente al dólar a medida que Europa compre GNL y la OTAN reponga sus existencias de armas agotadas comprando nuevas armas a Estados Unidos. Un tipo de cambio más bajo exprimirá el poder adquisitivo de la mano de obra europea, mientras que la reducción del gasto social para pagar el rearme y proporcionar subsidios al gas está hundiendo al continente en una depresión.

Una reacción nacionalista contra el dominio de EE.UU. está aumentando en toda la vida política europea y EE. UU. puede terminar perdiendo, no solo en Europa sino, lo que es más importante, en todo el Sur Global. En lugar de convertir el “rublo en escombros” de Rusia como prometió el presidente Biden, la balanza comercial de Rusia se ha disparado y su suministro de oro ha aumentado. También lo han hecho las tenencias de oro de otros países cuyos gobiernos ahora buscan desdolarizar sus economías.

Es la diplomacia estadounidense la que está sacando a Eurasia y al Sur Global de la órbita estadounidense. El impulso arrogante de Estados Unidos por el dominio mundial unipolar solo podría haber sido desmantelado rápidamente desde adentro. La administración Biden-Blinken-Nuland ha hecho lo que ni Vladimir Putin ni el presidente chino Xi podrían haber esperado lograr en tan poco tiempo. Ninguno de los dos estaba preparado para arrojar el guante y crear una alternativa al orden mundial centrado en Estados Unidos. Pero las sanciones de Estados Unidos contra Rusia, Irán, Venezuela y China han tenido el efecto de barreras arancelarias protectoras para forzar la autosuficiencia en lo que el diplomático de la UE, Josep Borrell, llama la “jungla” mundial fuera del “jardín” de Estados Unidos y la OTAN.

Aunque el Sur Global y otros países se han quejado del dominio estadounidense desde la Conferencia de Bandung de Naciones No Alineadas en 1955, se ha carecido de una masa crítica para crear una alternativa viable. Pero ahora su atención se ha centrado en la confiscación por parte de Estados Unidos de las reservas oficiales de dólares de Rusia en los países de la OTAN. Eso disipó la idea del dólar como un vehículo seguro para guardar ahorros internacionales. La incautación por parte del Banco de Inglaterra de las reservas de oro de Venezuela guardadas en Londres, con la promesa de donarlas a cualquier opositor no electo que designen los diplomáticos estadounidenses, muestra cómo la libra esterlina, el euro y el dólar se han convertido en armas. Y por cierto, ¿qué pasó con las reservas de oro de Libia?

Los diplomáticos estadounidenses evitan pensar en este escenario. Confían en la única ventaja que ofrece Estados Unidos. Puede abstenerse de bombardear directamente, de organizar una revolución de color para “pinochetarlos” con la ayuda del Fondo Nacional para la Democracia, o instalar un nuevo “Yeltsin” entregando la economía a una oligarquía cliente.

Pero abstenerse de tal comportamiento es todo lo que Estados Unidos puede ofrecer. Ha desindustrializado su propia economía, y su idea de inversión extranjera es forjar oportunidades de búsqueda de rentas monopolistas mediante la concentración de monopolios tecnológicos y el control del comercio de petróleo y cereales en manos estadounidenses, como si esto fuera eficiencia económica, no búsqueda de rentas.

Lo que se ha producido es un cambio en las conciencias. Estamos viendo a la Mayoría Global tratando de crear una opción independiente y negociada pacíficamente sobre qué tipo de orden internacional quieren. Su objetivo no es simplemente crear alternativas al uso de dólares, sino un conjunto completamente nuevo de alternativas institucionales al FMI y el Banco Mundial, el sistema de compensación bancaria SWIFT, la Corte Penal Internacional y toda la gama de instituciones que los diplomáticos estadounidenses han secuestrado de las Naciones Unidas.

El resultado tendrá un alcance civilizatorio. No estamos viendo el Fin de la Historia, sino una nueva alternativa al capitalismo financiero neoliberal centrado en EE.UU. y su economía basura de privatización, guerra de clases contra el trabajo y la idea de que el dinero y el crédito deberían privatizarse en manos de una clase financiera estrecha, dejar de ser un servicio público para financiar las necesidades económicas y el aumento del nivel de vida.

La ironía es que el papel histórico de Estados Unidos ha sido que, aunque no fue capaz de llevar al mundo hacia adelante en este sentido, sus intentos de encerrar al mundo en un sistema imperial antitético al combatir a Rusia en las llanuras de Ucrania y tratar de aislar la tecnología de China en un intento estadounidense de monopolio de las tecnologías de la información han sido grandes catalizadores para empujar a la mayoría global en esta línea.

 

 

Michael Hudson

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