La saga de Fritz Lang: Mabuse y la parábola del mal eterno
El filme más emblemático de Lang tuvo varias secuelas, entre ellas algunas cintas mediocres no dirigidas por el maestro austríaco, pero que demuestran la influencia del doctor más diabólico de la historia del cine
Por Jorge Morales
Revista de cine Mabusse, 7 AGOSTO 2023
Aunque no tenga la popularidad de Metrópolis, ni la perfección de La muerte cansada, la serie de películas sobre el Dr. Mabuse es absolutamente trascendente en la carrera de Fritz Lang. Las razones no son sólo cinematográficas. A su manera, Mabuse refleja las inquietudes políticas del director austríaco, o más específicamente, sus temores sobre el poder.
Además las tres partes cruzan toda la trayectoria fílmica de Lang. Desde el período mudo hasta el sonoro, desde su partida a Estados Unidos hasta el término definitivo de su carrera. El testamento del Dr. Mabuse (1933) marca la fuga de Lang de la Alemania nazi, en parte por la censura a la película y en parte por los ofrecimientos que Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, hiciera a nombre del Führer para que encabezara los estudios germanos.
Por otro lado, Los mil ojos del Dr. Mabuse (1960) es el último título del cineasta, donde queda explícito tanto la convicción de su puesta en escena (el aprovechamiento de la profundidad de campo, la luz contrastada), la influencia de su paso por Hollywood (regresó a Alemania un año antes para filmar El tigre de Bengala) y su visión sobre un período álgido en el contexto de la guerra fría (la crisis atómica y el espionaje).
Las teorías que hay sobre el origen del Dr. Mabuse -basada en el personaje de la novela de Norbert Jacques y que se infiere es una denuncia soterrada a la ideología nacionalsocialista- puede que hayan condimentado las dos secuelas de Lang, pero no es una lectura tan clara en su primera cinta.
Cuando en 1922 el director realiza Dr. Mabuse, Der Spieler (que traducido del alemán significa tanto jugador como actor), el nazismo era un promisorio e inquietante movimiento, pero aún intrascendente en la vida política en Alemania. En la extensísima cinta original (270 minutos), que para facilitar su exhibición fue dividida en dos partes –El jugador e Infierno-, el Dr. Mabuse es un artista del disfraz, un destacado psicoanalista que utilizando su conocimiento de la psiquis humana y sus habilidades hipnóticas, domina la mente de sus víctimas para que se desprendan de sus riquezas.
Pero los bienes que va reuniendo con su red de delincuentes comunes, no es para solazarse sino para acrecentar su poder con la única meta de destruir el sistema financiero. Justamente en El testamento del Dr. Mabuse, uno de sus secuaces no logra entender por qué el doctor los obliga a hacerles la vida imposible a ciertas personas para que le den dinero, y una vez que después de grandes esfuerzos, penurias y mucho miedo lo reúnen, no quiere que lo recauden dejando a las víctimas en un estado de pavor e incertidumbre.
«Hay que cometer crímenes inútiles con la única meta de aterrorizar a la población» dice el hijo putativo del Dr. Mabuse en Los mil ojos.
Para el pérfido doctor, el fin no justifica los medios, los medios son el fin en sí mismo. El mal por el mal. El testamento de hecho es un manual del crimen y una declaración de principios cuyo principal objetivo es la destrucción del mundo «porque el mundo se lo merece«.
A diferencia de las cintas norteamericanas de gangsters de los años 30, donde el mafioso es un marginal que quiere enriquecerse al mismo tiempo que vengarse del Estado y las instituciones comerciales que son responsables de su condición (por la gran depresión económica del 29), Mabuse es un burgués que tiene la arrogancia de un «padrino» como Tony Camonte (Scarface, 1932), pero que desprecia a la humanidad desde su palco de intelectual. En ese sentido, un psicópata mucho más parecido a Hannibal Lecter que a Hitler.
«No existe amor, sólo hay deseo. Nada es interesante salvo jugar con las personas y su destino» –dice Mabuse en El jugador. Cuando la novia del doctor, Cara Carozza, es apresada (y a la que además no duda en utilizar como señuelo erótico), él sufre, pero no duda un segundo en reemplazarla. Esa desafección tan característica del poderoso, junto a su habilidad camaleónica para ocultarse, creció en el perfil de sus cintas finales.
Tanto en El testamento como en Los mil ojos se puede colegir lecturas políticas en una estructura argumental cercana al policial. En ambas, Mabuse es más una figura omnipresente que un personaje en sí. En Los mil ojos, el Hotel Luxor está lleno de cámaras y micrófonos ocultos desde donde el criminal lo vigila todo, en El testamento detrás de una cortina el doctor da instrucciones que deben aceptarse sin chistar.
Mabuse reunió un perfil único de villano y por eso no es raro que su figura trascendiera a Lang.
Otras cintas se valieron de su legado como el Im Stahlnetz des Dr. Mabuse (1961) –también conocida como El FBI contra el Dr. Mabuse– y Die Unsichtbaren Krallen des Dr. Mabuse (1962), ambas dirigidas por Harald Reinl; Das Testament des Dr. Mabuse (1962, remake de la cinta de Lang), Scotland Yard jagt Dr. Mabuse (1963, con Klaus Kinski), Die Todesstrahlen des Dr. Mabuse (del argentino Hugo Fregonese, 1964), todas con el fantasma del último Mabuse langiano, Wolfang Preiss, y varias con Gert Fröbe, el detective Lohmann.
Posteriormente, el español Jesús Franco -director de casi 200 películas de terror y que sigue en actividad- dirigió en 1972 la última de las secuelas, La venganza del Dr. Mabuse.
Al final del siguiente artículo de esta entrada, se enlaza a «Dr. Mabuse, el jugador«, estupendamente restaurada por la Fundación Murnau y que tiene una nueva y notable partitura musical del compositor Aljoscha Zimmermann que hizo un trabajo similar hace unos años con El Golem (Paul Wegener, 1920).
Curiosamente, la música del Dr. Mabuse tiene la única conexión chilena con el trabajo de Lang: Osmán Pérez Freire, nieto del Presidente Ramón Freire y autor de clásicos como «El Ayayay», fue el autor del tema original de la película que se tocaba simultáneamente a la exhibición. El tema tiene ritmo de shimmy, un jazz bailable antecesor del foxtrot, y que fue popularizado por Mae West en los años 20.
La serie Mabuse es una parábola sobre el poder en las sombras, pero también es una mirada al mal en su estado puro. Maldad que Lang sentía como una expresión latente de la época, ya que subtituló su primer Mabuse como Ein Bild der Zeit, es decir, Una visión sobre este tiempo.
*******
El nazismo del Dr. Mabuse
Por Víctor Lope
Vozpopuli, 7 MAYO 2024
Que Rita Mestre haya llamado nazis a concejales de Vox en el ayuntamiento de Madrid es una demostración de la grandísima incultura que está adherida a la propaganda de la izquierda española. Como iletrada parece no saber que Hitler, en su libro Mi lucha, había escrito que
“la actividad de la propaganda me había interesado siempre en grado extraordinario. Veía en ella un instrumento que justamente las organizaciones marxistas y socialistas dominaban y empleaban con maestría. Pronto debí darme cuenta de que la conveniente aplicación del recurso de la propaganda constituía realmente un arte, casi desconocido para los partidos burgueses de entonces”.
Ella quiso hacer propaganda, pero no ha entendido que la postmodernidad ha tenido también efectos corrosivos en las viejas simplezas que antes podían funcionar.
Hay cosas que, tras Zapatero y Sánchez, sólo sirven con población zombificada como se ha podido comprobar en las manifestaciones de apoyo al marido de Begoña o de asedio a los jueces. El nazismo aprendió de las barbaridades de los comunistas Lenin y Stalin los procedimientos totalitarios de control de masas. A partir de entonces, años 20 y 30 del siglo XX, todos quienes ansían alcanzar y mantener algún tipo de poder sobre poblaciones cada vez más numerosas y de forma transnacional no tienen más remedio que estudiar a los comunistas y a los nazis.
Antes, eso se aderezaba con la psicología conductista, la de Pávlov en Rusia y la de Watson en EEUU, esos que consideraban que la administración de refuerzos y de castigos era la clave del dominio; ahora se añade el control directo que parece proporcionar la neurociencia y el manejo de datos masivos para la individualización de esa vigilancia. De ahí la obsesión por eliminar el dinero físico de modo que el digital pase a ser herramienta de intervención y sanción.
Así, vamos del dominio de las masas mediante propaganda a un nuevo paradigma que ha inventado el capitalismo digital. Por cierto, que Corea del Sur tiene implantado un sistema de vigilancia digital abrumador que está generando procesos de autodestrucción alarmantes. El juego del calamar, recuerden.
Para las élites del régimen, lo que Hitler llamaba la aristocracia, había otro modelo educativo, no el de Goebbels para las masas. Las élites nazis copiaron los métodos de los colegios británicos
Ahora bien, una cosa es que la retórica de la propaganda de hace 100 años, en manos de gente como Rita Mestre, nos resulte rancia y otra ignorar que el ejercicio del nuevo totalitarismo haya abandonado el ancestral recurso a la administración del trauma, herida en griego. Tan ancestral como, por ejemplo, los sacrificios humanos de los aztecas. La barbarie no la inventaron los comunistas ni los nazis, estos la adaptaron a la tecnología de su época que permitía su masificación. La pulsión de destrucción está acechando en la humanidad, siempre al borde de lo inhumano, ahora también de lo transhumano.
Joseph Goebbels, a los pocos días haber visto el estreno de la película de Fritz Lang, M. el vampiro de Düsseldorf, escribía en su diario el 21 de mayo de 1931:
“Fantástico. Contra el sentimentalismo humanitario. A favor de la pena de muerte. Un día Lang será nuestro director”.
El guión era de la esposa nazi del director, Thea von Harbou. Como también era hábil silbadora, fue ella la que grabó el famoso silbido pues al actor que interpretaba al asesino de niñas, Peter Lorre, no le salía. Lorre, que era judío, huyó de Alemania poco después del estreno y tuvo una brillante carrera en Hollywood.
Y en 1933 sucedió algo muy llamativo. Lang estrenó, también con guión de Thea Von harbou otra joya cinematográfica: El testamento del doctor Mabuse. Era el momento en el que Goebbels pensaba contar con el talento de Fritz Lang para sus operaciones de propaganda cinematográfica ya que estaba organizando su Ministerio Imperial para la Ilustración Popular y Propaganda.
Se dedicó a controlar los medios de comunicación, es decir, todo, el arte, la información, el teatro, la radio, los periódicos, el cine, la educación. Mandó fabricar altavoces baratos para repartirlos por doquier: las calles, las fábricas, las escuelas. En realidad, siguiendo modelos comunistas, diseñó lo que hoy se ha rebautizado en EEUU como cultura transmedia.
Para las élites del régimen, lo que Hitler llamaba la aristocracia, había otro modelo educativo, no el de Goebbels para las masas. Las élites nazis copiaron los métodos de los colegios británicos más exclusivos. Nada de mezclar dirigentes con esclavos. Metrópolis, recuerden.
El mismo Goebbels que alabó M. el vampiro de Düsseldorf prohibió El testamento del doctor Mabuse. ¿Por qué? ¿No era suficientemente nazi? Si ustedes la ven, se darán cuenta de que esta cinta muestra justamente una metodología de control social mediante el trauma y el caos como fuente de poder.
La película contiene una actualización de El gabinete del Doctor Caligari (1920) -alguien con control mental a distancia, en cuyo guión intervino Lang– y retoma al comisario de policía que sale en M. el vampiro de Düsseldorf. Lang rechazó la oferta de Goebbels de trabajar en la propaganda nazi y se fue a Hollywood.
Han inventado la disciplina de manipulación llamada alfabetización mediática, para inculcar la idea de las fuentes de autoridad que, no por casualidad, coinciden con las instancias del poder
Para la propaganda actual, o cultura transmedia, son esenciales, entre otras, dos cosas: prohibir la verdad y decretar lo que son medios y lo que son pseudomedios. Para eso han inventado la disciplina de manipulación llamada alfabetización mediática, para inculcar la idea de las fuentes de autoridad que, no por casualidad, coinciden con las instancias del poder, esas que pueden administrar traumas. Intentan hacer creer a la gente que los medios autorizados no propagan bulos. Afortunadamente los no zombificados saben que su supervivencia depende de la verdad.
“Aquello que de ordinario denominamos “opinión pública” se basa sólo mínimamente en la experiencia personal del individuo y en sus conocimientos; depende más bien casi en su totalidad de la idea que el individuo se hace de las cosas a través de la llamada “información pública”, persistente y tenaz. La prensa es el factor responsable del mayor volumen en el proceso de la “instrucción política”, a la cual, en este caso se le asigna con propiedad el nombre de propaganda”.
Lo escribió Hitler. ¿Por qué nos vienen a la mente imágenes de un doctor contemporáneo español y hacedor de traumas?
*******
El testamento del doctor Mabuse
No es lo mejor de Fritz Lang, pero la cinta tiene méritos que invitan a volver a verla, como las espectrales escenas realizadas por sobreimpresión
El testamento del doctor Mabuse: Un clásico de Fritz Lang
Cuando se reestrenó en España este clásico de Fritz Lang (Metrópolis, M, el vampiro de Düsseldorf) allá por 2004, vino acompañado de una curiosa propaganda: la película habría sido censurada y luego prohibida por el régimen nazi; la película le habría costado el exilio a Fritz Lang; la obra maestra de Lang por fin sin recortes… y un largo etcétera de comentarios que impedían en aquel momento ver y valorar la cinta como se debe. El testamento del doctor Mabuse no es la mejor película de Lang, como El gran dictador dista mucho de ser la mejor película de Chaplin, aunque sea una gran película que refleja el mundo del cine en plena transición al sonoro.
La película que nos ocupa es una secuela de Dr. Mabuse der Spieler, realizada diez años antes, en plena época del mudo. Cuenta la historia de un archicriminal que desde las sombras controlaría el mundo del hampa.
Como película policiaca tiene poco suspense y los diversos elementos de la historia carecen de la unidad de El vampiro de Dusseldorf o Metrópolis, pero contiene secuencias maravillosas, desde el impresionante travelling con que arranca la cinta a la persecución final; las espectrales escenas realizadas por sobreimpresión no han perdido su fuerza expresiva y el personaje del inspector Lohmann es una creación antológica.
La cinta tiene méritos suficientes para que todo aficionado se alegre de que se restaurara y de poder verla en su versión íntegra (incluye 41 minutos más que en la versión anterior). Sobran los motivos bastardos antes aludidos, en su mayor parte inexactos cuando no abiertamente falsos.
*******
El Testamento del Doctor Mabuse-1933 (PELÍCULA)
Sinopsis
Al inspector Lohmann lo llama por teléfono un antiguo miembro del Departamento de Policía para denunciar un caso de falsificación. Sin embargo, antes de que pueda testificar y revelar los detalles del delito, se vuelve loco a causa de un atentado. Las investigaciones de Lohmann en seguida lo conducen hasta el doctor Mabuse, pero el famoso criminal hace años que está recluido en una clínica mental, cuyo director, el doctor Baum, es un eminente psiquiatra que se ha dejado fascinar por el genio de Mabuse y por su legado: una especie de testamento donde describe el camino que hay que seguir para fundar el Imperio del Crimen. (FILMAFFINITY)
Ficha Técnica
Dirección: Fritz Lang.
Guión: Thea Von Harbou, Fritz Lang.
Intérpretes: Rudolf Klein-Rogge, Theodor Loos, Oscar Beregi, Karl Meixner, Wera Liessem.
País: Alemania (Das testament des dr. Mabuse)
Fotografía: Fritz Arno Wagner
Música: Hans Erdmann
Duración: 122 min.
*******
RELACIONADAS:
«M, el vampiro de Düsseldorf», película de Fritz Lang (1931)
EL GOLÉM, Película de P. Wegner (1920). «Hamas, el Golem del Mosad»
El Gabinete del Dr. Caligari (pelicula). Toundra contra el Dr. Caligari y los totalitarismos
«La Caja de Pandora (Lulú)», película de G.W. Pabst (1929), con Louise Brooks.