LA VICTORIA IMPOSIBLE: VIETNAM
ÍNDICE: «La otra historia de los Estados Unidos», de Howard Zinn
Capítulo 18
LA VICTORIA IMPOSIBLE: VIETNAM
A People’s History of the United States
Entre 1964 y 1972, la nación más rica y poderosa de la historia del mundo hizo un esfuerzo militar máximo -recurriendo a todo menos a la bomba atómica- para derrotar a un movimiento nacionalista revolucionario en un diminuto país de campesinos. Y fracasó. Cuando Estados Unidos luchó en Vietnam, fue una confrontación entre tecnología moderna organizada y seres humanos organizados. Y vencieron los seres humanos.
Durante esa guerra, en los Estados Unidos se desarrolló el mayor movimiento pacifista que la nación hubiera visto jamás, un movimiento que jugó un papel importante en la finalización de la guerra.
Durante esa guerra, en los Estados Unidos se desarrolló el mayor movimiento pacifista que la nación hubiera visto jamás, un movimiento que jugó un papel importante en la finalización de la guerra
Fue otro de los sorprendentes hechos que acaecieron en los años sesenta.
En el otoño de 1945, Japón -país derrotado- se vio obligado a abandonar Indochina, la antigua colonia francesa que había ocupado al comienzo de la guerra. Mientras tanto, allí había aparecido un movimiento revolucionario dispuesto a acabar con el control colonial y a lograr una nueva vida para los campesinos de Indochina. Bajo la dirección de un comunista llamado Ho Chi Min, los revolucionarios lucharon contra los japoneses y, cuando éstos se marcharon a finales de 1945, hicieron una gran celebración en Hanoi en las calles a la que acudieron un millón de personas, haciendo pública una Declaración de Independencia.
Esta se inspiraba en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la revolución francesa, y en la Declaración de Independencia americana, y comenzaba así. «Todos los hombres son creados iguales. El Creador les dota de ciertos derechos inalienables, entre éstos están la Vida, la Libertad, y la búsqueda de la Felicidad«. Al igual que los americanos en 1776 con su lista de quejas contra el rey inglés, los vietnamitas hicieron una lista de quejas contra el dominio francés:
Han impuesto leyes inhumanas. Han construido más cárceles que escuelas. Han asesinado a nuestros patriotas sin piedad, han ahogado levantamientos en ríos de sangre. Han puesto trabas a la opinión pública. Nos han robado nuestros campos de arroz, nuestros bosques y nuestras materias primas.
El estudio del departamento de Defensa de los Estados Unidos sobre la guerra del Vietnam -que se suponía materia altamente reservada pero que fue publicado por Daniel Ellsberg y Anthony Russo en el famoso caso de los Pentagon Papers– describía el trabajo de Ho Chi Min:
Ho había convertido el Viet Min en la única organización política de todo Vietnam capaz de ofrecer una resistencia efectiva a los japoneses o franceses. Él era el único líder guerrillero vietnamita con seguidores en toda la nación, y se aseguró una lealtad aún mayor entre los vietnamitas cuando en agosto-septiembre de 1945 derrotó a los japoneses… estableció la República Democrática de Vietnam, y organizó recepciones para la llegada de las fuerzas de ocupación aliadas… Durante unas pocas semanas, en septiembre de 1945, Vietnam por primera y única vez en su historia moderna se veía libre de todo dominio extranjero y unido de norte a sur bajo el control de Ho Chi Min.
Las potencias del Oeste ya habían empezado a trabajar para cambiar esta situación. Inglaterra ocupó la parte sur de Indochina y después se la devolvió a los franceses. La China nacionalista (que estaba bajo Chiang Kai-shek, antes de la revolución comunista) ocupó la parte norte de Indochina, y Estados Unidos persuadió a los chinos de que la devolvieran a Francia. Como Ho Chi Min dijo a un periodista americano. «Aparentemente estamos solos. Tendremos que depender de nosotros mismos«.
Entre octubre de 1945 y febrero de 1946, Ho Chi Min escribió ocho cartas al presidente Truman, recordándole las promesas de autodeterminación que contenía la Carta del Atlántico. Se mandó una de las cartas a Truman y a las Naciones Unidas a la vez:
Deseo llamar la atención de su Excelencia por razones estrictamente humanitarias al siguiente asunto. Dos millones de vietnamitas murieron de hambre entre el invierno de 1944 y la primavera de 1945 por la política de hambre desarrollada por los franceses, quienes cogieron y almacenaron todo el arroz disponible hasta que se pudrió… Tres cuartas partes de las tierras cultivadas fueron inundadas en el verano de 1945, y siguió una gran sequía, se perdieron las cinco sextas partes de la cosecha normal. Mucha gente se está muriendo de hambre. Salvo que las potencias mundiales y organizaciones de ayuda internacionales nos traigan ayuda inmediata, nos enfrentaremos a una catástrofe inminente.
Truman nunca contestó.
En octubre de 1946, los franceses bombardearon Haiphong, un puerto en el norte de Vietnam, lo cual inició una guerra de ocho años entre el movimiento Vietminh y los franceses. Estaba en juego el gobierno de Vietnam. Después de la victoria comunista en China en 1949 y la guerra de Corea del año siguiente, Estados Unidos empezó a dar grandes cantidades de ayuda militar a los franceses. En 1954 Estados Unidos había dado 300.000 armas pequeñas y suficientes ametralladoras para equipar a todo el ejército francés en Indochina, más de mil millones de dólares en total. Estados Unidos estaba financiando el 80% del esfuerzo de guerra francés.
¿Por qué hacía esto Estados Unidos? Para el gran público, Estados Unidos estaba ayudando a parar el comunismo en Asia, pero no había mucho debate público al respecto.
En junio de 1952, un memorándum secreto del Consejo Nacional de Seguridad también hacía referencia a la cadena de bases militares estadounidenses a lo largo de la costa de China, las Filipinas, Taiwan, Japón y Corea del Sur:
El control comunista de todo el sudeste asiático dejaría la posición de los Estados Unidos en la cadena de las islas del Pacífico central en una situación precaria y pondría en grave peligro los intereses de los Estados Unidos en el Extremo Oriente. El sudeste asiático, especialmente Malasia e Indonesia, es la principal fuente mundial de caucho y estaño natural, y un productor de petróleo y otras mercancías estratégicamente importantes.
También se señaló que Japón dependía del arroz del sudeste asiático, y que la victoria comunista «difícilmente impediría la adaptación final de Japón al comunismo«.
En 1953, una misión investigadora del Congreso informó de lo siguiente: «El área de Indochina es inmensamente rica en arroz, caucho, carbón y mineral de hierro. Su posición la convierte en un punto estratégico para el resto del sudeste asiático«. Aquel año, un memorándum del Departamento del Estado decía que «Si los franceses decidieran realmente retirarse, Estados Unidos tendría que considerar seriamente asumir el control en esa área«.
Una Asamblea internacional en Ginebra acogió el acuerdo de paz entre los franceses y el Vietminh. Se acordó que los franceses se retirarían temporalmente a la parte sur de Vietnam, que el Vietminh se quedaría en el norte, y que al cabo de dos años tendrían lugar unas elecciones en un Vietnam unificado para que los vietnamitas pudieran elegir su propio gobierno.
Estados Unidos se movió rápidamente para impedir la unificación y para convertir a Vietnam del Sur en una zona de influencia americana. Instaló como jefe de gobierno en Saigón a un ex-oficial vietnamita llamado Ngo Dinh Diem, hasta hacía poco residente en Nueva Jersey. Le incitaron a no llevar a cabo las elecciones programadas para la unificación.
Como decían los Pentagon Papers «Vietnam del Sur era esencialmente una creación de los Estados Unidos«.
El régimen de Diem se volvió cada vez más impopular. Diem era católico y la mayoría de los vietnamitas eran budistas, Diem se identificaba con los intereses de los terratenientes y Vietnam era un país de campesinos. Sus intentos de reforma agrícola dejaron las cosas básicamente como estaban. Sustituyó a los jefes provinciales elegidos localmente con sus propios hombres, nombrados en Saigón. Diem encarceló cada vez a más vietnamitas por criticar la corrupción del régimen, y por la falta de reformas.
La oposición creció rápidamente en el campo, donde el aparato de Diem no controlaba la situación. Hacia 1958, empezaron las actividades guerrilleras en contra del régimen. El régimen comunista de Hanoi mandó ayuda, ánimos y gente para apoyar al Sur. La mayoría eran sureños que habían marchado al Norte para apoyar al movimiento guerrillero después de los acuerdos de Ginebra.
En 1960 se formó el Frente de Liberación Nacional en el Sur, que unía a las diferentes facciones opuestas al régimen; su fuerza venía de los campesinos de Vietnam del Sur, quienes lo veían como una manera de cambiar sus vidas cotidianas. Un analista del gobierno de los Estados Unidos llamado Douglas Pike, en su libro Viet Cong – basado en entrevistas con rebeldes y documentos capturados intentó hacer una valoración realista de lo que se iba a encontrar Estados Unidos:
En los 2.561 pueblos de Vietnam del Sur, el Frente de Liberación Nacional creó una multitud de organizaciones sociopolíticas de nivel nacional en un país donde las organizaciones de masas eran casi inexistentes. Aparte del FLN, nunca había existido un partido político de masas en Vietnam del Sur.
Pike escribió «Los comunistas han efectuado significativos cambios sociales en las aldeas de Vietnam del Sur y lo han hecho principalmente por medio del proceso de comunicación«. Es decir, eran organizadores más que guerreros.
Lo que más me llamo la atención del FLN fue su sentido integral, primero como revolución social, y luego como guerra. El objetivo de este vasto esfuerzo de organización era reestructurar el orden social de las aldeas e instruirlas para controlarse a sí mismas.
Pike estimó que a principios de 1962, el FLN tenía unos 300.000 afiliados. Los Pentagon Papers decían de este período «Sólo el Viet Cong tenía apoyo e influencia real a gran escala en el campo«.
Cuando Kennedy asumió la presidencia a principios de 1961, continuó con la política de Truman y Eisenhower en el sudeste asiático. Casi inmediatamente aprobó un plan secreto para llevar a cabo varias acciones militares en Vietnam y Laos, incluyendo el «envío de agentes a Vietnam del Norte» para tomar parte en acciones de «sabotaje y hostigamiento ligero«, según los Pentagon Papers. En 1956, Kennedy ya había hablado del «asombroso éxito del presidente Diem» y dijo acerca del Vietnam de Diem «Su libertad política es objeto de inspiración«.
Un día de junio de 1963, un monje budista se sentó en la plaza pública de Saigón y se prendió fuego. Más monjes budistas empezaron a suicidarse prendiéndose fuego para mostrar su oposición al régimen de Diem. La policía de Diem asaltó las pagodas y los templos budistas, hirió a treinta monjes, arrestó a 1.400 personas y cerró las pagodas. Hubo manifestaciones en la ciudad. La policía abrió fuego matando a nueve personas. Entonces, en Hué -la antigua capital- diez mil personas se manifestaron en señal de protesta.
Los acuerdos de Ginebra permitían a los Estados Unidos tener 685 consejeros militares en Vietnam del Sur. Eisenhower mandó en secreto a varios miles. Con Kennedy, la cifra subió a dieciséis mil y algunos de ellos comenzaron a tomar parte en operaciones de combate. Diem estaba perdiendo. La mayoría del campo de Vietnam del Sur estaba controlado ahora por campesinos locales organizados por el FLN.
Diem se estaba convirtiendo en una carga, en un obstáculo para el control efectivo de Vietnam. Algunos generales vietnamitas comenzaron a tramar para derrocar el régimen, manteniéndose en contacto con un hombre de la CIA llamado Lucien Conein. Conein se reunió en secreto con el embajador americano, Henry Cabot Lodge, que apoyaba con entusiasmo el golpe. Lodge informó al ayudante de Kennedy, McGeorge Bundy, el 25 de octubre (Pentagon Papers): «He aprobado personalmente cada reunión entre el general Tran Van Don y Conein, que en cada caso ha llevado a cabo mis órdenes de forma explícita«.
Kennedy parecía dudar, pero nadie hizo ningún movimiento para advertir a Diem. En efecto, justo antes del golpe, y justo después de que hubiera estado en contacto con los conspiradores por medio de Conein, Lodge pasó un fin de semana en la costa con Diem. Cuando los generales atacaron el palacio presidencial el 1 de noviembre de 1963, Diem telefoneó al embajador Lodge pidiendo ayuda, y Lodge respondió «He oído los disparos, pero no conozco todos los hechos«. Le dijo a Diem que le llamara si hubiera algo que podía hacer por su integridad física.
Esa fue la última conversación que los americanos tuvieron con Diem. Huyó del palacio, pero él y su hermano fueron atrapados por los conspiradores, llevados en una furgoneta y ejecutados.
En 1963, el subsecretario de Estado de Kennedy, U. Alexis Johnson, habló ante el Club Económico de Detroit con estas palabras:
¿Cual es el poder de atracción que ha ejercido durante siglos el sudeste de Asia en las grandes potencias que lo flanquean a ambos lados? Los países del sudeste asiático producen valiosos excedentes exportables como el arroz, el caucho, la teca, el maíz, el estaño, las especias, el aceite, y muchos productos más.
Este no era el lenguaje utilizado por el presidente Kennedy, quien explicó que el objetivo de los Estados Unidos en Vietnam era parar el comunismo y promover la libertad.
Tres semanas después de la ejecución de Diem, Kennedy fue asesinado y su vicepresidente, Lyndon B. Johnson, asumió la presidencia.
Los generales que siguieron a Diem no pudieron reprimir el Frente de Liberación Nacional. El general Maxwell Taylor informó a finales de 1964:
Las unidades del VietCong no sólo tienen el poder de recuperarse como un ave Fénix, sino que tienen una habilidad asombrosa para mantener la moral.
A principios de agosto de 1964, el presidente Johnson utilizó una serie de acontecimientos oscuros en el golfo de Tonkin, en la costa del norte de Vietnam, para lanzar una ofensiva a gran escala contra Vietnam. Johnson y el secretario de Defensa, Robert McNamara, dijeron al público americano que hubo un ataque de torpederos norvietnamitas contra destructores americanos. «Mientras estaban llevando a cabo una misión rutinaria en aguas internacionales«, dijo McNamara, «el destructor estadounidense Maddox sufrió un ataque no provocado«.
Más adelante se vio que el episodio del golfo de Tonkin era falso, que las máximas autoridades americanas habían mentido al público. De hecho, la CIA había realizado una operación secreta atacando instalaciones costeras del norte de Vietnam. Si es que existió tal ataque, no fue «no provocado«. No fue una «misión rutinaria«, porque el Maddox estaba llevando a cabo una misión de espionaje electrónica especial. Y no era en aguas internacionales, sino en aguas territoriales vietnamitas. Se supo que no se había disparado ningún torpedo contra el Maddox, como había afirmado McNamara. Un ataque contra otro destructor que también fue denunciado dos noches después, y que Johnson llamó «una agresión descarada en alta mar«, también resultó ser un invento.
Cuando ocurrió este incidente, el secretario de Estado Rusk fue entrevistado en el canal de televisión NBC acerca de las razones que tenía el diminuto país de Vietnam para atacar a los Estados Unidos. Rusk respondió «Sus procesos de lógica son diferentes. Así que es muy difícil penetrar en sus mentes a través de ese gran golfo ideológico«.
El «ataque» de Tonkin provocó una resolución del Congreso que fue aprobada unánimemente en la Cámara y con sólo dos votos disidentes en el Senado, dando a Johnson el poder para tomar las medidas militares que creyera necesarias en el sudeste asiático. Pero no hubo ninguna declaración de guerra por parte del Congreso, como requería la Constitución.
En el transcurso de la guerra de Vietnam, varios solicitantes pidieron al Tribunal Supremo -se suponía que éste era el perro guardián de la Constitución– que declarara inconstitucional la guerra. Una y otra vez, el Tribunal se negó a considerar el asunto.
Inmediatamente después del asunto de Tonkin, aviones de guerra americanos comenzaron a bombardear Vietnam del Norte. Durante 1965, más de 200.000 soldados americanos fueron enviados a Vietnam del Sur, y en 1966, 200.000 más.
A principios de 1968, había más de 500.000 tropas americanas en Vietnam, y las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos estaban lanzando bombas a un ritmo sin parangón en la historia. Algunos pequeños reflejos del masivo sufrimiento humano sufrido con este bombardeo salieron al mundo exterior. El 5 de junio de 1965, el New York Times trajo un despacho desde Saigón:
Mientras los comunistas se retiraban de Quangngat el lunes pasado, bombarderos de los Estados Unidos golpearon con bombas las colinas hacia donde se dirigían. Muchos vietnamitas -un cálculo aproximado habla de hasta 500- murieron en los ataques. La versión americana es que eran soldados del Vietcong. Pero tres de cada cuatro pacientes que después necesitaron tratamiento en un hospital vietnamita por quemaduras de napalm o gasolina gelatinosa resultaron ser aldeanos.
El 6 de septiembre, otro despacho de prensa de Saigón decía lo siguiente:
En otra provincia del delta hay una mujer que ha perdido ambos brazos por efecto del napalm. Sus párpados están quemados de tal manera que no puede cerrarlos. Cuando llega la hora de dormir, su familia le coloca una sábana sobre la cabeza. Dos de sus hijos murieron en el bombardeo aéreo que la mutiló. Pocos americanos se dan cuenta de lo que está haciendo su nación con su fuerza aérea en Vietnam del Sur. Cada día están muriendo civiles inocentes…
Grandes zonas de Vietnam del Sur fueron declaradas «zonas de fuego libre«. Significaba que se consideraba enemigos a todas las personas que se quedaban en ellas civiles, ancianos y niños, y que se lanzaban bombas a discreción. Las aldeas que estaban bajo sospecha de dar cobijo al Viet Cong eran sometidas a misiones de «búsqueda y destrucción«: se mataba a los aldeanos en edad militar, se quemaban las casas y las mujeres, los niños y los ancianos eran enviados a campos de refugiados.
La CIA, en un programa llamado Operación Fénix, ejecutó -en secreto y sin juicio- a por lo menos veinte mil civiles en Vietnam del Sur, por ser sospechosos de ser miembros del movimiento comunista clandestino.
Después de la guerra, la publicación de los informes de la Cruz Roja Internacional mostró que en los campos de prisioneros de Vietnam del Sur, donde en plena guerra había entre 65.000 y 70.000 personas, se pegaba y torturaba a los prisioneros mientras los consejeros americanos observaban y a veces participaban en la represión. Los observadores de la Cruz Roja se encontraron con una brutalidad continua y sistemática en los dos principales campos vietnamitas de prisioneros de guerra (en Phu Quoc y Qui Nhon) donde estaban estacionados los consejeros americanos.
Al acabar la guerra se habían lanzado 7 millones de toneladas de bombas sobre Vietnam, Laos y Camboya más del doble de las bombas lanzadas sobre Europa y Asia en la Segunda Guerra Mundial. Además los aviones fumigaron con productos tóxicos para destruir los árboles y cualquier tipo de vegetación, resultando afectada por el veneno una zona del tamaño del estado de Massachusetts. Las madres vietnamitas denunciaron defectos de nacimiento en sus niños. Unos biólogos de Yale, después de exponer a ratones al mismo veneno (2,4,5,T), informaron del nacimiento de ratones con defectos y dijeron que no tenían razones para creer que el efecto en humanos fuera diferente.
El 16 de marzo de 1968, una compañía de soldados entró en la aldea de My Lai 4, en la provincia de Quang Ngai. Reunieron a los habitantes, incluyendo ancianos y mujeres con bebés en brazos. Se les ordenó que se metieran en un hoyo, donde fueron metódicamente asesinados a tiros por soldados americanos.
Más adelante se publicó en el New York Times el testimonio de James Dursi, un fusilero, en el juicio del teniente William Calley:
El teniente Calley y un fusilero lloroso llamado Paul D. Meadlo, el mismo soldado que había dado caramelos a los niños antes de dispararles, empujaron a los prisioneros al hoyo… La gente se amontonaba, los unos encima de los otros; las madres intentaron proteger a sus niños… Entre 450 y 500 personas -en su mayoría mujeres, niños y ancianos fueron enterrados en fosas comunes.
El ejército trató de ocultar lo que había pasado. Pero comenzó a circular la carta de un soldado americano llamado Ron Ridenhour, que había oído hablar de la masacre. Un fotógrafo militar, Ronald Haeberle, había tomado fotos de la matanza y Seymour Hersh, que entonces trabajaba en el sudeste asiático para una agencia pacifista de noticias llamada Dispatch News Service, escribió sobre lo acontecido, pero la prensa americana no le prestó atención.
Varios de los oficiales de la masacre de My Lai fueron juzgados, pero sólo se encontró culpable al teniente William Calley. Fue sentenciado a cadena perpetua, pero su sentencia fue reducida dos veces; cumplió tres años y Nixon ordenó que se le mantuviera en arresto domiciliario y no en una cárcel normal. Luego salió en libertad condicional. Miles de americanos acudieron a defenderlo. En parte respondía a una justificación patriótica de sus acciones como algo necesario para hacer frente a los «comunistas«. Y en parte parecía responder a la intuición de que se le había señalado injustamente a él personalmente en una guerra que vio muchas atrocidades similares. El coronel Oran Henderson, que había sido acusado de encubrir los asesinatos de My Lai, dijo a los periodistas a principios de 1971: «Cada unidad del tamaño de una brigada tiene sus My Lai ocultos en alguna parte«.
Sin lugar a dudas, el caso de My Lai sólo era único en cuanto a los detalles. Hersh informó de una carta mandada por un soldado americano a su familia y que fue publicada en un periódico local:
Queridos mamá y papá: Hoy hemos tenido una misión y no estoy muy orgulloso de mí mismo, de mis amigos ni de mi país. ¡Hemos quemado todas las chozas que había a la vista! Todos están llorando, pidiéndonos y rezando que no les separemos y que no nos llevemos a sus maridos y padres, a sus hijos y abuelos.
Las mujeres gimen y se lamentan. Entonces miran con horror cómo les quemamos sus casas, sus posesiones personales y su comida. Sí, quemamos todo el arroz y sacrificamos el ganado.
La impopularidad del gobierno de Saigón explica el éxito del Frente de Liberación Nacional en sus infiltraciones en Saigón y otros pueblos bajo control gubernamental a principios de 1968, y que nadie alertara al gobierno. Así, el FLN lanzó una ofensiva sorpresa (era la época del Tet, la fiesta vietnamita de fin de año) que les llevó al corazón de Saigón, inmovilizando el aeropuerto de Tan San Nhut, donde incluso ocuparon la embajada americana durante un corto tiempo. La ofensiva fue repelida, pero mostró que toda la potencia de fuego vertida sobre Vietnam por los Estados Unidos no había servido para destruir el FLN, ni su moral, ni el apoyo popular, ni su voluntad para luchar. Esto causó un replanteamiento en el gobierno americano, y más dudas entre el pueblo americano.
Los fuertes bombardeos pretendían destruir la voluntad de resistencia del pueblo vietnamita, al igual que los bombardeos de centros de población alemanes y japoneses en la Segunda Guerra Mundial (a pesar de la insistencia pública del presidente Johnson en el hecho de que sólo se bombardeaban «objetivos militares»). El gobierno utilizaba frases como «una vuelta más de tuerca» para describir los bombardeos. En 1966 la CIA recomendó -según los Pentagon Papers– «un programa de bombardeos de mayor intensidad» dirigido -en palabras de la CIA– contra «la voluntad del régimen como sistema de objetivos«.
Mientras tanto, al otro lado de la frontera de Vietnam, en un país vecino llamado Laos, había un gobierno de derechas instalado por la CIA que se enfrentaba a una rebelión. Uno de los lugares más hermosos del mundo -las llanuras de Jars– estaba siendo destruido por los bombardeos. Ni el gobierno ni la prensa informaron de esto, sino que fue un americano que vivía en Laos, Fred Branfman, el que lo contó en su libro Voices from the Plain of Jars:
Se realizaron más de 25.000 ataques aéreos contra las llanuras de Jars entre mayo de 1964 y septiembre de 1969; se lanzaron más de 75.000 toneladas de bombas; en tierra, hubo miles de muertos y heridos, decenas de miles de personas tuvieron que esconderse bajo tierra, y toda la vida en superficie fue arrasada.
En septiembre de 1973, un antiguo oficial del gobierno de Laos, Jerome Doolittle, escribió en el New York Times:
Cuando llegué a Laos por primera vez, me dieron órdenes de que respondiera a todas las preguntas de la prensa acerca de nuestra campaña de crueles bombardeos masivos en aquel diminuto país diciendo: «Por petición del real gobierno de Laos, Estados Unidos está dirigiendo vuelos desarmados de reconocimiento«. Era mentira. Cada uno de los periodistas a los que se lo dije sabía que era mentira.
A principios de 1968, la crueldad de la guerra comenzó a hacer mella en la conciencia de muchos americanos. Para muchos otros, el problema era que Estados Unidos era incapaz de ganar una guerra a la que no se veía fin, y que ya habían muerto 40.000 soldados americanos y 250.000 habían resultado heridos. (Las bajas vietnamitas eran mucho mayores).
Lyndon B. Johnson había intensificado una guerra brutal y no había podido ganarla. Su popularidad era más baja que nunca; no podía aparecer en público sin que hubiera una manifestación en contra de él y de la guerra. El slogan que decía «LBJ, LBJ, ¿a cuántos niños has matado hoy?» se escuchaba en manifestaciones a lo largo y ancho del país. En la primavera de 1968 Johnson anunció que no se presentaría de nuevo a la presidencia, y que comenzarían las negociaciones de paz con los vietnamitas en París.
En otoño de 1968, Richard Nixon fue elegido presidente con la promesa de que sacaría a los Estados Unidos de Vietnam. Empezó a retirar tropas y en febrero de 1972, quedaban menos de 150.000 soldados. Pero los bombardeos continuaron. La política de Nixon era la de la «vietnamización«: el gobierno de Saigón debía seguir la guerra con tropas terrestres vietnamitas, aunque utilizando dinero y fuerzas aéreas americanas. Nixon no puso fin a la guerra; estaba poniendo fin al aspecto menos popular de ella: a la participación de soldados de tierra americanos en un país lejano.
En la primavera de 1970, Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger ordenaron la invasión de Camboya, después de un gran bombardeo que el gobierno nunca reveló al público. La invasión no sólo llevó a una ola de protesta en los Estados Unidos, sino que también resultó ser un fracaso militar, y el Congreso resolvió que Nixon no podría utilizar tropas americanas para extender la guerra sin su aprobación.
El año siguiente, sin tropas americanas, Estados Unidos apoyó una invasión de Laos llevada a cabo por Vietnam del Sur. Esta también fracasó. En 1971, 800.000 toneladas de bombas fueron lanzadas por los Estados Unidos sobre Laos, Camboya y Vietnam. Mientras tanto, el régimen militar de Saigón, encabezado por el presidente Nguyen Van Thieu -el último de una larga sucesión de jefes de estado en Saigón– mantenía a miles de oponentes en la cárcel.
Varias de las primeras muestras de oposición a la guerra de Vietnam en los Estados Unidos surgieron de los movimientos de derechos civiles, quizás porque la experiencia de las personas de color con el gobierno les llevó a desconfiar de cualquier declaración en el sentido de que estaban luchando por la libertad.
Varias de las primeras muestras de oposición a la guerra de Vietnam en los Estados Unidos surgieron de los movimientos de derechos civiles, quizás porque la experiencia de las personas de color con el gobierno les llevó a desconfiar de cualquier declaración en el sentido de que estaban luchando por la libertad
El mismo día de principios de agosto de 1964 en que Lyndon B. Johnson contaba a la nación el incidente del golfo de Tonkin y anunciaba el bombardeo de Vietnam del Norte, activistas negros y blancos se reunían cerca de Filadelfia, Mississippi, para celebrar una ceremonia religiosa en honor de tres trabajadores de servicios sociales asesinados allí ese mismo verano. Uno de los oradores señaló con amargura el uso de la fuerza que había hecho Johnson en Asia, comparándolo con la violencia utilizada contra los negros de Mississippi.
A mediados de 1965, en McComb, Mississippi, jóvenes negros que acababan de enterarse de que un compañero de clase había muerto en Vietnam, distribuyeron un folleto que decía:
Ningun negro de Mississippi debería luchar en Vietnam por la libertad del hombre blanco hasta que todos los negros de Mississippi sean libres.
Cuando el secretario de Defensa, Robert McNamara, visitó Mississippi y alabó al senador John Stennis, un destacado racista, diciendo que era «un hombre de una grandeza muy genuina«, estudiantes blancos y negros se manifestaron en protesta, con pancartas que decían «En memoria de los niños quemados de Vietnam«.
El Comité Coordinador de Estudiantes No Violentos (SNCC) declaró a principios de 1966 que «Estados Unidos está siguiendo una política agresiva violando la legislación internacional» e hizo un llamamiento para la retirada de Vietnam. Ese verano, seis miembros del SNCC fueron arrestados por ocupar un centro de reclutamiento en Atlanta y fueron condenados a varios años de cárcel. Por entonces, Julian Bond, un activista del SNCC que acababa de ser elegido para la Cámara de Representantes de Georgia, habló en contra de la guerra y el reclutamiento, y la Cámara votó para que no se sentara en la Cámara ya que sus declaraciones violaban la Ley de Servicio Selectivo y «tendía a traer descrédito a la Cámara«. El Tribunal Supremo devolvió a Bond su escaño, diciendo que la Primera Enmienda le daba derecho a la libertad de expresión.
Una de las figuras del deporte más grandes de la nación, Cassius Clay -más tarde Muhammad Alí tras convertirse al islam– el boxeador negro y campeón de pesos pesados, se negó a servir en lo que él llamaba una «guerra del hombre blanco«, las autoridades del boxeo le quitaron el título de campeón. Martin Luther King, Jr., habló en 1967 en la iglesia de Riverside en Nueva York:
Esta locura debe cesar de alguna manera. Debemos parar ahora. Hablo como un hijo del Señor y hermano de los pobres que sufren en Vietnam. Hablo por aquellos cuyas tierras estan siendo devastadas, cuyas casas están siendo destruidas, cuya cultura está siendo destruida. Hablo por los pobres de América que están pagando el doble precio de las esperanzas destruidas en casa y la muerte y la corrupción en Vietnam. Hablo como ciudadano del mundo, por el mundo que contempla horrorizado el camino que hemos tomado. Hablo como un americano a los líderes de mi propia nación. La gran iniciativa en esta guerra es nuestra. La iniciativa para detenerla debe ser nuestra.
Los jóvenes empezaron a negarse a inscribirse para el reclutamiento y se negaron a incorporarse a filas cuando eran llamados. En mayo de 1964, el slogan «No iremos» ya se escuchaba en todas partes. Algunos de los que se habían inscrito empezaron a quemar sus tarjetas de reclutamiento en público, en protesta por la guerra. En octubre de 1967 se organizaron «devoluciones» de tarjetas de reclutamiento en todo el país: sólo en San Francisco, se devolvieron trescientas tarjetas de reclutamiento. Justo antes de una enorme manifestación en el Pentágono, ese mismo mes, se entregó un saco de tarjetas de reclutamiento devueltas en el departamento de Justicia.
En mayo de 1969 el centro de reclutamiento de Oakland, donde acudían los reclutas de todo el norte de California, informó que de 4.400 hombres que debían presentarse para su incorporación a filas, 2.400 no se habían presentado. En el primer cuatrimestre de 1970, el sistema de Servicio de Selección Militar no pudo, por primera vez, cubrir su cuota.
Al comienzo de la guerra se habían producido dos distintos incidentes que apenas notaron los americanos. El 2 de noviembre de 1965, delante del Pentágono en Washington, mientras miles de empleados salían del edificio al anochecer, Norman Morrison, un pacifista de treinta y dos años, padre de tres hijos, se roció con gasolina y se prendió fuego, sacrificando su vida en protesta por la guerra. Ese mismo año, una mujer de ochenta y dos años llamada Alice Herz se prendió fuego en Detroit para mostrar su oposición al horror de Indochina.
Tuvo lugar un notable cambio de sentimiento. A principios de 1965, cuando comenzó el bombardeo de Vietnam del Norte, cien personas se reunieron en Boston Common para expresar su indignación. El 15 de octubre de 1969, el número de personas que se había reunido en Boston Common para protestar en contra de la guerra era de 100.000. Unos dos millones de personas de toda la nación se reunieron ese día en ciudades y pueblos que nunca habían visto un mítin pacifista.
En 1970 los mítines pacifistas de Washington ya atraían a cientos de miles de personas. En 1971, veinte mil fueron a Washington para practicar la desobediencia civil, e intentaron parar el tráfico para expresar su rechazo por las matanzas que todavía tenían lugar en Vietnam. Catorce mil personas fueron arrestadas, el mayor arresto colectivo de la historia de América.
Cientos de voluntarios del Cuerpo de Paz hablaron en contra de la guerra. En Chile, noventa y dos voluntarios desafiaron al director del Cuerpo de Paz y distribuyeron una circular denunciando la guerra. Ochocientos antiguos miembros del Cuerpo distribuyeron una declaración de protesta denunciando lo que estaba ocurriendo en Vietnam.
El poeta Robert Lowell, que había sido invitado a una función en la Casa Blanca, se negó a asistir. Arthur Miller, que también había sido invitado, envió un telegrama a la Casa Blanca «Cuando las bombas explotan, las artes mueren«. La cantante Eartha Kitt fue invitada a una comida en los jardines de la Casa Blanca y conmocionó a todos los presentes hablando en contra de la guerra en presencia de la mujer del presidente. Un adolescente que había sido invitado a la Casa Blanca para recoger un premio, criticó la guerra.
En Londres, dos jóvenes americanos irrumpieron en la elegante recepción del Cuatro de Julio, organizada por el embajador americano, e hicieron el siguiente brindis
«Por todos los muertos y los que están muriendo en Vietnam«.
La guardia les echó fuera. En el océano Pacífico, dos jóvenes marineros americanos secuestraron un barco de munición americano para desviar su carga de bombas de las bases aéreas de Tailandia. Durante cuatro días se apoderaron del barco y su tripulación, tomando anfetaminas para estar despiertos mientras el barco llegaba a aguas de Camboya.
Gente de clase media y profesionales que no estaban acostumbrados al activismo comenzaron a dejarse oír. En mayo de 1970, el New York Times informó desde Washington: «Mil destacados abogados se unen a la protesta en contra de la guerra«. Las corporaciones comenzaron a preguntarse si la guerra perjudicaría sus intereses financieros a largo plazo, la revista Wall Street Journal empezó a criticar la continuación de la guerra.
A la vez que la guerra se hacía cada vez más impopular, algunos miembros del gobierno -o personas cercanas a él- comenzaron a romper el círculo del consentimiento. El ejemplo más dramático fue el caso de Daniel Ellsberg.
Ellsberg era un economista que había estudiado en Harvard. Había sido oficial de marina y trabajaba para la corporación RAND, la cual llevaba a cabo investigaciones especiales -y a veces secretas- para el gobierno de los Estados Unidos. Ellsberg ayudo a escribir la historia de la Guerra de Vietnam para el departamento de Defensa, y luego decidió hacer público un documento clasificado, con la ayuda de su amigo Anthony Russo, un antiguo hombre de la corporación RAND. Ambos se habían conocido en Saigón donde les afectaron de tal manera las diferentes experiencias que tuvieron como testigos directos de la guerra que sintieron gran indignación por lo que estaba haciendo Estados Unidos con la gente de Vietnam.
Ellsberg y Russo pasaron noche tras noche, hora tras hora en la agencia publicitaria de un amigo haciendo copias de las 7.000 páginas del documento. Después Ellsberg entregó copias a varios congresistas y al New York Times. En junio de 1971 el Times comenzó a imprimir selecciones de lo que llegó a ser conocido como los Pentagon Papers. Esto fue una sensación a nivel nacional. La administración Nixon intentó que el Tribunal Supremo impidiera la aparición de más publicaciones, pero el Tribunal decretó que eso sería una «restricción previa» de la libertad de prensa y por tanto inconstitucional. Entonces el gobierno procesó a Ellsberg y Russo por violar la Ley del Espionaje, al haber distribuido documentos clasificados a personas no autorizadas; se exponían a una larga condena en la cárcel si les declaraban culpables. Sin embargo, el juez anuló el juicio mientras el jurado estaba deliberando dado que los acontecimientos del Watergate, que por entonces estaban saliendo a la luz, revelaban que la fiscalía había estado llevando a cabo prácticas injustas.
El movimiento pacifista, muy precoz en su crecimiento, se encontró con un público extraño y nuevo: algunos curas y monjas de la iglesia católica. El apoyo de los religiosos había sido suscitado tanto por el movimiento de derechos civiles como por las experiencias vividas en Latinoamérica, en donde veían la pobreza y la injusticia que reinaba en países con gobiernos apoyados por los Estados Unidos. En el otoño de 1967, el padre Philip Berrigan (un cura josefino, veterano de la Segunda Guerra Mundial), al que se unieron el artista Tom Lewis y los amigos David Eberhardt y James Mengel, fueron a la oficina de un consejo de reclutamiento en Baltimore, Maryland. Empaparon los registros de reclutamiento con sangre y esperaron a ser arrestados. Fueron juzgados y sentenciados a penas de entre dos y seis años de cárcel.
En mayo del año siguiente, Philip Berrigan -libre bajo fianza por el caso de Baltimore– realizó una segunda acción, para la cual contó con el apoyo de su hermano Daniel, un cura jesuita que había visitado Vietnam del Norte y había visto los efectos de los bombardeos estadounidenses. Junto con otras personas fueron a la oficina del consejo de reclutamiento de Catonsville, Maryland, se llevaron los registros y les prendieron fuego en la calle en presencia de reporteros y espectadores. Fueron arrestados y condenados a penas de cárcel. Se les conoció como los «Nueve de Catonsville«.
En la época en que tuvo lugar el incidente de Catonsville, Dan Berrigan escribió una Meditation:
Pedimos disculpas, queridos amigos, por haber transgredido el orden, por haber quemado papel en vez de niños. No pudimos hacer otra cosa, bendito sea el Señor. Ya han pasado los tiempos en los que los hombres buenos pueden quedarse callados, en los que la obediencia puede aislar a los hombres del riesgo público, en los que los pobres pueden morir sin defensa alguna.
Cuando acabaron sus apelaciones y se suponía que debía ir a la cárcel, Daniel Berrigan desapareció. Estuvo en la clandestinidad durante cuatro meses, escribiendo poemas, publicando declaraciones, concediendo entrevistas secretas, apareciendo sin previo aviso en una iglesia de Filadelfia para dar un sermón y desaparecer otra vez, confundiendo al FBI, hasta que un confidente interceptó una carta que puso al descubierto su localización, tras lo cual fue capturado y enviado a la cárcel.
El efecto de la guerra y de las audaces actuaciones de algunos curas y monjas resquebrajó el conservadurismo tradicional de la comunidad católica. Durante el Moratorium Day de 1969, en el Colegio del Sagrado Corazón de Newton, cerca de Boston -un santuario de tranquilidad bucólica y silencio político- la gran puerta principal del colegio lució un enorme puño pintado de rojo. En el Boston College, una institución católica, seis mil personas se reunieron aquella tarde en el gimnasio para denunciar la guerra. Los estudiantes, a menudo alentados por la Asociación de Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS), participaban de lleno en las primeras protestas en contra de la guerra. Incluso en los colegios mayores había 500 periódicos clandestinos a finales de los años sesenta. En la ceremonia de entrega de diplomas de la Universidad Brown en 1969, las dos terceras partes de las clases que se graduaban se volvieron de espaldas cuando se puso en pie Henry Kissinger para tomar la palabra.
El momento más álgido de la protesta llegó en la primavera de 1970 cuando el presidente Nixon ordenó la invasión de Camboya. En la Universidad del Estado de Kent, en Ohio, cuando los estudiantes se concentraron el 4 de mayo para protestar en contra de la guerra, la Guardia Nacional disparó contra la multitud. Cuatro estudiantes resultaron muertos. Uno quedó paralítico para toda la vida. Los estudiantes de cuatrocientos colegios se declararon en huelga en señal de protesta. Fue la mayor huelga general estudiantil en la historia de los Estados Unidos. Durante aquel curso escolar de 1969-70, el FBI contabilizó 1.785 manifestaciones estudiantiles, incluyendo la ocupación de 313 edificios. Después de los asesinatos del estado de Kent, las ceremonias de graduación se convirtieron en algo insólito. Desde Amherst, Massachusetts, llegó una noticia periodística sobre la centésima ceremonia de graduación de la Universidad de Massachusetts:
Puños rojos de protesta, símbolos de paz blancos y palomas azules fueron estarcidos en las togas académicas negras y casi la mitad de los estudiantes del último curso llevaban un brazalete que simbolizaba su petición de paz.
Las protestas estudiantiles contra el Programa de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva (ROTC) tuvieron como resultado la eliminación de dichos programas en más de cuarenta colegios y universidades. Se dependía del ROTC para suministrar la mitad de los oficiales para Vietnam. En septiembre de 1973, llevaba seis meses seguidos sin poder llenar su cuota.
La publicidad que se le dio a las protestas estudiantiles creó la impresión de que la oposición a la guerra venía en su mayor parte de intelectuales de clase media. Pero en Dearborn, Michigan, una ciudad que manufacturaba coches, una encuesta de 1967 mostró que el 41% de la población estaba a favor de la retirada de la guerra de Vietnam. A finales de 1970, un sondeo de la opinión pública presentó la siguiente pregunta
«¿Debería retirar Estados Unidos todas las tropas de Vietnam antes de finales del año que viene?«
El 65% de los encuestados respondió
«Sí«.
Pero los datos más importantes se hallaron en un informe llevado a cabo por la Universidad de Michigan. Dicho informe mostraba que durante la guerra de Vietnam, los americanos que habían terminado su educación en la escuela primaria estaban más claramente a favor de una retirada de la guerra que los americanos con educación universitaria. En junto de 1966, el 27% de las personas con educación universitaria estaban a favor de una retirada inmediata de Vietnam y el 41% de las personas que habían terminado su educación en la escuela primaria estaba a favor de una retirada inmediata. En septiembre de 1970 estaba claro que ambos grupos mostraban una mayor disposición a oponerse a la guerra: el 47% de los universitarios y el 61% de aquellos que tenían la educación primaria estaban a favor de la retirada.
Todo esto formaba parte de los cambios generales que estaba viviendo la población. En agosto de 1965, el 61% de la población pensaba que la intrusión americana en Vietnam no era equivocada. Pero en mayo de 1971 era exactamente al revés, el 61% pensaba que era algo erróneo. Bruce Andrews, un estudiante que estudió a la opinión pública, encontró que la gente que más se oponía a la guerra era la que tenía alrededor de 50 años, los negros y las mujeres. También remarcó que un estudio de la primavera de 1964, cuando Vietnam apenas salía en los diarios, mostraba que el 53% de la gente escolarizada estaba dispuesta a enviar tropas a Vietnam, pero sólo el 33% lo estaba de veras.
La capacidad de tener una opinión independiente entre los americanos corrientes está probablemente muy bien representada por el veloz crecimiento del sentimiento antibelicista entre los GIs americanos -voluntarios y reclutas- que formaban parte de los grupos de rentas más bajas. Había habido, desde los inicios de la historia americana, ejemplos de soldados desleales con respecto a la guerra: se amotinaron en la Guerra Revolucionaria, rechazaron realistarse en medio de la guerra con México, desertaron y se hicieron objetores en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial. Pero Vietnam produjo una oposición de soldados y veteranos como nunca se había visto.
Empezaron como protestas aisladas. Como la de junto de 1965, cuando Richard Steinke, un graduado de West Point que estaba en Vietnam, rechazó subir en el avión que le llevaría a un remoto pueblo vietnamita. «La guerra de Vietnam» -dijo- «no se merece una sola vida americana«. Steinke tuvo un juicio militar y fue expulsado del servicio. Al año siguiente, tres soldados -uno negro, otro puertorriqueño y otro lituano-italiano-, se negaron a embarcar para ir a Vietnam, denunciando que la guerra era «inmoral, ilegal e injusta«. Fueron juzgados militarmente y encarcelados.
Los actos individuales se multiplicaron: un soldado negro que rechazó en Oakland subir al avión que llevaba tropas a Vietnam, tuvo que pasar casi once años de trabajos forzados. Una enfermera del ejército naval, la teniente Susan Schnall, fue juzgada militarmente por ir a una manifestación pacifista con uniforme, y por tirar panfletos antibelicistas desde un avión en unas instalaciones militares. En Norfolk, Virginia, un marinero se negó a guiar a unos pilotos de guerra porque dijo que la guerra era inmoral.
A principios de 1968, fue arrestado un teniente del ejército en Washington, por participar en un piquete delante de la Casa Blanca con una pancarta que decía «120.000 víctimas americanas -¿por qué?«. Dos marines negros, George Daniels y William Harvey, fueron condenados a largas penas de cárcel (Daniel, seis años, Harvey, diez años, aunque más tarde se redujeron las penas) por hablar en contra de la guerra con otros marines negros.
Según avanzaba la guerra, las deserciones se incrementaron en las fuerzas armadas. Miles se marcharon a Europa occidental, a Francia, Suecia y Holanda. La mayoría de los desertores cruzaban la frontera con Canadá; se calculaba un número entre 50.000 y 100.000. Algunos se quedaron en los Estados Unidos. Unos pocos desafiaban a las autoridades militares y se acogían al «santuario» que les ofrecían las iglesias, donde, rodeados por amigos y simpatizantes, esperaban su captura y enjuiciamiento en consejos de guerra. En la Universidad de Boston, mil estudiantes hicieron vela en la capilla durante cinco noches y cinco días en apoyo a un desertor de dieciocho años llamado Ray Kroll.
El movimiento pacifista de soldados americanos ganó en organización. Cerca de Fort Jackson, Carolina del Sur, se creó la primera «cafetería de soldados americanos» (GI coffeehouse), un lugar donde los soldados podían tomar café y bollos, consultar libros pacifistas y hablar libremente con los demás. Se llamaba el UFO -el OVNI- y durante varios años estuvo abierta, hasta que fue declarada una «molestia pública» y cerrada por acción judicial. Pero se crearon otras «cafeterías de soldados americanos» en media docena de puntos repartidos por todo el país. Se inauguró una «librería» pacifista en Fort Devens, Massachusetts, y otra en la base naval de Newport, Rhode Island.
Comenzaron a aparecer periódicos clandestinos en las bases militares de todo el país; en 1970 ya había más de cincuenta en circulación. Mezclado con el sentimiento contrario a la guerra, había un resentimiento hacia la crueldad y la deshumanización de la vida militar.
La disidencia también se extendió al frente de guerra. Mientras en octubre de 1969 tenían lugar las grandes manifestaciones de Moratorium Day en Estados Unidos, algunos soldados americanos en Vietnam se pusieron brazaletes negros para mostrar su apoyo. Un fotógrafo de prensa informó de que en un pelotón que patrullaba cerca de Da Nang, la mitad de los hombres llevaban brazaletes negros. El periódico francés Le Monde informó «Una imagen común es la del soldado negro con el puño izquierdo cerrado en desafío a una guerra que nunca ha considerado propia«.
Los veteranos que habían regresado de Vietnam formaron un grupo llamado Veteranos de Vietnam contra la Guerra. En diciembre de 1970, centenares de miembros de este grupo fueron a Detroit a lo que se denominarían las investigaciones «Winter Soldier«, para testificar públicamente sobre las atrocidades que habían visto -o en las que habían participado- en Vietnam, cometidas por americanos contra vietnamitas. En abril de 1971 más de un millar de ellos fueron a Washington, D.C., para manifestarse en contra de la guerra. Uno por uno se acercaron a una alambrada que rodeaba el Capitolio, lanzaron las medallas que habían ganado en Vietnam, e hicieron breves declaraciones, algunas emotivas y otras con una calma tensa y amarga.
En el verano de 1970, veintiocho oficiales del ejército -incluyendo a varios veteranos de Vietnam-, diciendo que actuaban en representación de unos 250 oficiales más, anunciaron la formación del Movimiento de Oficiales Preocupados, para oponerse a la guerra. Durante los brutales bombardeos de Hanoi y Haiphong -en las Navidades de 1972- tuvo lugar el primer desafío de los pilotos de los B-52, quienes se negaron a pilotar en semejantes misiones. Pero la mayoría de las acciones pacifistas de la guerra las protagonizaron los soldados normales, y la mayoría de éstos provenían de grupos de ingresos bajos, fuesen blancos, negros, americanos nativos o chinos.
Un chino-americano de Nueva York de veinte años llamado Sam Choy se alistó en el ejército con diecisiete años. Le enviaron a Vietnam y le hicieron cocinero, convirtiéndose en objeto de abusos por parte de sus compañeros, que le llamaban chink (chinito) y gook (término con el que se referían a los vietnamitas). Decían que se parecía al enemigo. Un día cogió un rifle e hizo disparos de advertencia a los que le atormentaban.
La policía militar se llevó a Choy, fue apaleado, juzgado en consejo de guerra y sentenciado a dieciocho meses de trabajos forzados en Fort Leavensvorth: «Me pegaban todos los días a la misma hora. Por cierto quiero decir a todos los chicos chinos que el ejército me hizo enfermar. Me pusieron tan enfermo que no lo puedo soportar«. En total, unos 563.000 soldados fueron licenciados «sin honores«.
En 1973, una de cada cinco licencias expedidas por el ejército lo era «sin honores«, lo cual indicaba que esos soldados no habían mostrado una obediencia sumisa hacia el ejército. El número de desertores pasó de 47.000 en 1967 a 89.000 en 1971. Casi el doble. Uno de los que se quedó, luchó y luego se hizo contrario a la guerra fue Ron Kovic. Su padre trabajaba en un supermercado de Long Island. En 1963 se alistó, con diecisiete años, en los marines. Dos años después, en Vietnam, cuando tenía diecinueve años, se rompió la columna vertebral en un bombardeo. Se quedó paralítico de cintura para abajo y se vio recluido en una silla de ruedas. De regreso a los Estados Unidos, observó el brutal trato que se dispensaba a los heridos en el hospital de veteranos. Reflexionó en profundidad acerca de la guerra y se unió al grupo Veteranos de Vietnam contra la Guerra. Participó en manifestaciones para denunciar la guerra.
Una tarde, Kovic escuchó al actor Donald Sutherland leer un pasaje de la novela escrita por Dalton Trumbo después de la Primera Guerra Mundial, Johnny cogió su fusil. Trataba de un soldado que se había quedado sin brazos, piernas y cara, pero con un torso pensante, que inventó una forma de comunicarse con el mundo exterior y que mandó un mensaje tan poderoso que no podía ser escuchado sin echarse a temblar:
Sutherland comenzó a leer el pasaje y sentí algo que nunca olvidaré. Era como si alguien estuviese hablando de todo lo que yo había pasado en el hospital. Empecé a temblar y recuerdo que los ojos se me llenaron de lágrimas.
Kovic se manifestó en contra de la guerra, y describe su arresto en el libro Born on the Fourth of July:
«¿Cómo se llama?» pregunta el oficial que está detrás de la mesa.
«Ron Kovac», le contesto «Ocupación, veterano de Vietnam en contra de la guerra». «¿Qué?» dice él con sarcasmo mirándome con desprecio.
«Soy veterano de Vietnam en contra de la guerra» le respondo casi a gritos.
«Debería de haber muerto allí», dice. Se vuelve hacia su ayudante: «Me gustaría coger a este tío y tirarle desde el tejado».
En 1972 Kovic y otros veteranos viajaron a Miami para la Convención Nacional del partido Republicano. Entraron en la sala de convenciones, condujeron sus sillas de ruedas por los pasillos y cuando Nixon empezó su discurso de aceptación, empezaron a gritar «¡Parad los bombardeos! ¡Parad la guerra!«. Los delegados les maldijeron «¡Traidores!» y los hombres del servicio secreto les echaron de la sala.
En otoño de 1973, cuando todavía no se avistaba la paz y las tropas de Vietnam del Norte estaban atrincheradas en varias zonas del Sur, Estados Unidos aceptó un acuerdo para retirar sus tropas y dejar a las tropas revolucionarias en sus posiciones hasta que se formara un nuevo gobierno electo que debía incluir a elementos comunistas y no comunistas. Pero el gobierno de Saigón se negó a aceptar el acuerdo y Estados Unidos decidió hacer un último intento final para obligar a los norvietnamitas a someterse. Envió oleadas de B-52 sobre Hanoi y Haiphong que destruyeron casas y hospitales y mataron a una gran cantidad de civiles. El ataque no funcionó. Muchos de los B-52 fueron derribados y hubo una encendida protesta en todo el mundo. Entonces Kissinger volvió a París y firmó un acuerdo de paz muy similar al anterior. Estados Unidos retiró sus fuerzas y continuó enviando ayuda al gobierno de Saigón. Pero los norvietnamitas lanzaron ataques contra las ciudades más importantes de Vietnam del Sur a principios de 1975 y el gobierno se vino abajo. A finales de abril de 1975, las tropas norvietnamitas entraron en Saigón. El personal de la embajada americana huyó, junto con muchos vietnamitas que temían el dominio comunista. Así terminó la larga guerra de Vietnam. Saigón se rebautizó con el nombre de Ciudad Ho Chi Min y las dos zonas de Vietnam se unificaron para formar la República Democrática de Vietnam.
La historia tradicional muestra el final de las guerras como algo que nace de las iniciativas de los líderes, con negociaciones en París, Bruselas, Ginebra o Versalles, al igual que su estallido suele atribuirse a la necesidad de dar respuesta a la demanda «popular«. La guerra de Vietnam dio claras pruebas de que sólo después de finalizada la intervención en Camboya y de que las protestas contra la invasión sacudieran a las universidades en toda la nación, aprobaría el Congreso una resolución declarando que no se debían enviar tropas americanas a Camboya sin su consentimiento.
No fue hasta finales de 1973, cuando finalmente fueron retiradas las tropas americanas de Vietnam, que el Congreso aprobó una ley que limitaba el poder del presidente para entrar en guerra sin la aprobación del Congreso. Pero incluso entonces, con la nueva «Resolución sobre los Poderes de Guerra«, el presidente podía guerrear durante sesenta días sin una declaración del Congreso.
La administración trató de persuadir a los ciudadanos americanos de que estaba finalizando la guerra porque quería negociar la paz, y no porque estuviesen perdiendo la guerra, ni porque existiese un poderoso movimiento pacifista en los Estados Unidos. Pero los memorándums secretos del propio gobierno, realizados durante toda la guerra, dan fe de la sensibilidad gubernamental -en cada etapa hacia la «opinión pública» en los Estados Unidos y en el extranjero. Los datos aparecen en los Pentagon Papers.
Un memorándum del vicesecretario de Defensa, John McNaughton, escrito a principios de 1966, sugería la posibilidad de destruir esclusas y presas para matar de hambre al enemigo, ya que los «ataques a los objetivos civiles» crearían «una oleada de condenas muy contraproducente en casa y en el extranjero«. Hizo la siguiente advertencia:
Es posible que haya un límite que muchos americanos y gran parte del mundo no permitan que los Estados Unidos sobrepase. La imagen de la mayor de las superpotencias matando o hiriendo gravemente a mil civiles al día, mientras intenta someter una diminuta nación atrasada -y por motivos muy disputados- no es muy edificante.
En la primavera de 1968, cuando el Frente de Liberación Nacional llevó a cabo la repentina y aterradora ofensiva Tet, Westmoreland pidió al presidente Johnson que le enviara 200.000 tropas más, para unirse a los 525.000 soldados que ya estaban destacados allí. Johnson pidió a un pequeño grupo de «oficiales de combate» del Pentágono que le aconsejaran en ese asunto. Estudiaron la situación y llegaron a la conclusión de que 200.000 tropas no reforzarían al gobierno de Saigón ya que «los líderes de Saigón no muestran señales de buena voluntad y mucho menos de habilidad para atraer la suficiente lealtad o apoyo del pueblo«. Además, el informe decía que el envío de tropas significaría la movilización de la reserva, lo cual incrementaría el presupuesto militar. Habría más víctimas estadounidenses y más impuestos:
Este creciente descontento, acompañado, sin lugar a dudas, por una mayor resistencia por parte de los reclutas y un mayor malestar en las ciudades -debido a la creencia de que estamos dejando de lado problemas domésticos- nos hace correr el gran riesgo de ver provocada una crisis doméstica de proporciones sin precedentes.
El «mayor malestar en las ciudades» debe de ser una referencia a los levantamientos de los negros que habían tenido lugar en 1967. Mostraban el vínculo -tanto si los negros lo pretendían como si no- entre la guerra en el extranjero y la pobreza en casa.
Cuando Nixon accedió a la presidencia, también intentó persuadir al público de que no le afectarían las protestas. Pero casi se volvió loco cuando un pacifista solitario montó un piquete delante de la Casa Blanca. Las frenéticas acciones de Nixon en contra de los disidentes -planes para realizar robos, escuchas telefónicas, intervención de correo- sugieren la importancia que tenía el movimiento pacifista en las mentes de los líderes nacionales.
Una prueba de que las ideas del movimiento pacifista se habían apoderado del público americano se reflejaba en el hecho de que los jurados se habían vuelto cada vez más reacios a condenar a los activistas pacifistas, y que los jueces locales también les estaban tratando de manera diferente.
El último grupo de asaltantes de oficinas de reclutamiento, los «Camden 28» se componía de curas, monjas y laicos que habían asaltado una oficina de reclutamiento en Camden, Nueva Jersey, en agosto de 1971. Fueron absueltos de todos los cargos por el jurado. Después de la aceptación del veredicto, un miembro del jurado -un taxista negro de cincuenta y tres años de Atlantic City llamado Samuel Braithwaite (que había servido once años en el ejército)- dejó una carta a los acusados con el siguiente texto:
A vosotros os digo, bien hecho. Bien hecho por intentar curar a los hombres enfermos e irresponsables, hombres que fueron elegidos por el pueblo para gobernar y dirigir. Estos hombres que han defraudado a la gente dejando llover muerte y destrucción sobre un país desventurado… Vosotros salisteis a poner vuestro granito de arena mientras vuestros hermanos se quedaban en sus torres de marfil observando… y esperemos que un día, en un futuro no muy lejano, la paz y la armonía reine sobre todas las personas de todas las naciones.
Vietnam fue la primera gran derrota del imperio global americano después de la Segunda Guerra Mundial. Esta derrota fue conseguida por campesinos revolucionarios en un país extranjero y por un sorprendente movimiento de protesta en casa.
El 26 de septiembre de 1969, el presidente Richard Nixon, consciente de la creciente actividad pacifista en todo el país, ya había anunciado que «no me afectará de ninguna manera posible bajo ninguna circunstancia«. Pero nueve años más tarde, en sus memorias (Memoirs), admitió que el movimiento pacifista había sido el causante de que renunciara a los planes de intensificación de la guerra: «Aunque en público continué ignorando la feroz controversia pacifista… sabía, sin embargo, que después de las protestas y el Moratorium, la opinión pública americana quedaría seriamente dividida ante cualquier escalada militar de la guerra«. Era poco usual que desde la presidencia se reconociera el poder que tiene la protesta pública.
Visto con una perspectiva de largo plazo, quizás había pasado algo más importante, porque al acabar la guerra de Vietnam, la rebelión producida en casa se estaba extendiendo y propagando en distintas direcciones.