A PROPÓSITO DE LAS DENUNCIAS AL CAMPAMENTO PARA MENORES DE BERNEDO, por Lidia Falcón («La pesadilla de un campamento de verano», por Zuriñe Ojeda)

A propósito de las denuncias al campamento para menores de Bernedo

A PROPÓSITO DE LAS DENUNCIAS AL CAMPAMENTO PARA MENORES DE BERNEDO

La perversión del Generismo difunde la corrupción de la infancia

Las denuncias sobre el campamento de Bernedo han destapado – afirma Lidia Falcón – una realidad que muchos querían ocultar: bajo el disfraz de la pedagogía queer se justifican prácticas inaceptables con menores.

Canarias-Semanal, 01 OCT 2025
 
 

Las denuncias sobre el campamento de Bernedo han destapado una realidad que muchos querían ocultar: bajo el disfraz de la pedagogía queer se justifican prácticas inaceptables con menores. No es un debate teórico, es un abuso de poder. Y ya no caben silencios ni eufemismos.

A veces la realidad se empeña en darle la razón a quienes llevamos décadas denunciando que bajo nuevas etiquetas brillantes se cobijan los viejos abusos. La periodista Zuriñe Ojeda, redactora de El Común y vicepresidenta del Partido Feministas al Congreso, publicó dos textos que han abierto en canal un tabú que muchos preferían mantener oculto: La pesadilla de un campamento de verano (5/9/2025) y La pesadilla recurrente de un campamento de verano (12/9/2025).

En ellos se relatan prácticas con menores en el udaleku de Bernedo, en Álava —duchas mixtas, monitores adultos desnudos, juegos humillantes— y se describe con precisión la inacción de instituciones que miran hacia otro lado cuando el atropello se envuelve en celofán pedagógico, como si bastara con pronunciar las palabras mágicas de la diversidad para blanquear lo que en cualquier sociedad decente debería suscitar un escándalo inmediato. No es casual que, tras esas publicaciones, la Ertzaintza abriera diligencias y que diversos medios de comunicación se vieran obligados a informar de lo que durante demasiado tiempo algunos habían preferido silenciar. Lo más llamativo es que los propios organizadores, lejos de negar con firmeza lo que se denunciaba, emitieran un comunicado en el que admitían prácticas como las duchas mixtas y lo justificaban como parte de la “normalización de los cuerpos”, lo que constituye la confesión explícita de que el núcleo del problema no era un malentendido sino el modelo ideológico deliberadamente aplicado, revestido de pedagogía transfeminista, como si un cambio de palabras pudiera transformar en virtud lo que es una vulneración palmaria de la dignidad infantil.

Como jurista y como feminista debo recordar lo elemental, aunque parezca increíble tener que hacerlo: adolescentes de trece a quince años, bajo custodia adulta, no consienten dinámicas de desnudez con monitores, las padecen, y cualquier apelación a la elección en un marco tan vertical es coacción. Que en pleno siglo XXI tengamos que repetir lo obvio revela hasta qué punto el relativismo posmoderno ha corroído el sentido común y la protección básica de la infancia. Por fortuna, ya no estamos únicamente ante un debate cultural, sino ante una investigación policial en curso que debe llegar hasta el final.

En medio del revuelo apareció, como si no tuviera nada que ver, un artículo en Berriafirmado por Aner Peritz Manterola, conocido como Aner Euzkitze, bajo el título Haurrak eta genero-esentzialismoa, donde se aboga por una pedagogía explícitamente queer para la escuela y se combate lo que él denomina “esencialismo de género”. Que cada cual sostenga sus tesis; estamos en democracia. El problema aquí no es la opinión, es el interés, porque Aner Peritz Manterola figura como vocal de la junta de la asociación Sarrea Euskal Udalekua Elkartea, la entidad que gestiona el campamento de Bernedo. Y no se trata de rumores ni de habladurías: lo certifica el Registro General de Asociaciones del País Vasco, cuya última junta está inscrita con fecha 19 de marzo de 2024, y el propio Peritz ha aparecido públicamente presentándose como “miembro del equipo de campo” de Euskal Udalekuak en entrevistas radiofónicas difundidas meses antes de que estallara el escándalo. Juez y parte, sin disimulo alguno. De modo que no estamos ante un columnista neutral que reflexiona sobre teoría, sino ante un dirigente de la entidad que, según denuncias y relatos publicados, habría impulsado o tolerado esas prácticas pedagógicas. Su artículo en Berria no es un ensayo, sino una pieza de defensa ideológica de un modelo que hoy está bajo foco policial, y esa condición de parte interesada debería constar en cualquier lectura honesta del texto.

Los hechos denunciados por las familias y recogidos por El Común son claros, y los organizadores los han envuelto en el papel de regalo de la “normalización corporal” y de la “educación transfeminista”. Traducido al lenguaje llano: exposición de adolescentes a la desnudez de adultos responsables, con una narrativa que desarma a los padres acusándolos de rancios si se escandalizan y culpabiliza a los propios menores si se incomodan por no ser lo suficientemente abiertos. Eso no es educación, eso es violencia simbólica y material, y no hay retórica que pueda ocultarlo. Desde el feminismo radical materialista, que compartimos muchas —desde el Partido Feminista de España hasta las compañeras del Partido Feministas al Congreso, partidos distintos pero en la misma trinchera en este asunto—, el análisis es nítido: la relación de poder entre adultos con autoridad y menores bajo tutela impide cualquier simetría y hace ilegítima toda supuesta experimentación con sus cuerpos; el lenguaje actúa como coartada, porque llamar transfeminista a la desnudez forzada no la vuelve emancipadora, solo la blanquea; y las instituciones muestran una complacencia escandalosa porque si las mismas prácticas se hubieran producido en un internado religioso habríamos tenido portadas durante semanas, pero como se realizan bajo el sello “woke” se opta por el silencio o por fingir que no hay nada que ver.

El texto de Aner Euzkitze en Berria parte de un axioma que se repite como dogma —que el género es una construcción y que, por tanto, hay que contrarrestar la socialización hetero con pedagogía queer— y acaba en una conclusión inaceptable: transformar la escuela y el tiempo libre en un dispositivo de adoctrinamiento identitario. No lo digo yo, basta con leerlo: es una defensa abierta de orientar a los niños según una política de cuerpos que niega el sexo como realidad material y que diluye toda frontera entre intimidad y espacio público. Con menores, esto no es teoría abstracta, es praxis sobre cuerpos vulnerables. El truco es viejo: sustituir la palabra abuso por “pedagogía”, “despatologización” o “cuidado”, de modo que quien protesta no defiende a los niños sino al “esencialismo”. Conozco bien esa táctica porque me la han aplicado a mí, me han llamado de todo, me han llevado a los juzgados y han intentado amordazarme por denunciar la mercantilización del cuerpo y la subordinación de las mujeres. Lo que desde el feminismo y la moral progresista hemos defendido siempre es que con menores no se experimenta, ni ayer con sotanas ni hoy con neopronombres.

Qué corresponde hacer es evidente: investigación hasta el final, esclarecimiento de los hechos, identificación de responsabilidades y reparación a las víctimas. Cese inmediato de cualquier práctica de desnudez compartida y de duchas mixtas con adultos en actividades con menores, sean públicas o privadas, porque el principio de protección integral impide fingir que puede haber consentimiento en un entorno de tutela. Transparencia absoluta en protocolos, formación y supervisión externa real en colonias y albergues, con incompatibilidades y conflictos de interés declarados, también para quienes escriben en prensa mientras ocupan asientos en las juntas de las asociaciones implicadas. Y fin del chantaje moral: educar en respeto y en diversidad no exige derribar la intimidad corporal de los niños; hacerlo es patriarcal, aunque lo maquillen de arcoíris.

La izquierda que no ha sucumbido a la moda posmoderna, la que aún cree en la clase, en el sexo y en la materialidad, tiene una tarea urgente: proteger a la infancia de toda ingeniería liberadora que la expone al poder adulto. Ya hemos visto esta película demasiadas veces: cuando el dogma sustituye a la razón, el eslabón más débil paga el precio. Me alegra, sí, con ironía, que los propios comunicados de los organizadores hayan servido de prueba a contrario, porque al justificar lo injustificable han mostrado lo que son. A Zuriñe Ojeda, mi reconocimiento: sin tus artículos, este muro de silencio seguiría intacto. A quienes desde Berriao desde cualquier otra tribuna pretenden catequizarnos mientras ocupan asientos en la entidad gestora, solo una frase: con los niños, no. Ni en nombre de Dios, ni en nombre del género.

Madrid, 29 de septiembre 2025

 

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La pesadilla de un campamento de verano

A PROPÓSITO DE LAS DENUNCIAS AL CAMPAMENTO PARA MENORES DE BERNEDO, por Lidia Falcón ("La pesadilla de un campamento de verano", por Zuriñe Ojeda)

 

Creo que casi todos estaréis de acuerdo conmigo en tener un buen recuerdo de las colonias, campamentos de verano o udalekus, como los llamamos en Euskadi. Dos semanas en un entorno nuevo, conociendo nuevos amigos, soltándonos por primera vez de la mano de nuestros padres y viviendo aventuras de las que hablaríamos el resto del año. Y es por esa razón que animamos a nuestras hijas e hijos a ir, y les apuntamos con toda la ilusión.

Con toda la ilusión y una punzada de miedo en el estómago, los dejamos en manos de desconocidos durante muchos días, pero también recordamos que hay instituciones detrás, la experiencia de muchos años, y las nuestras propias que fueron buenas. Y normalmente sale bien y nuestros hijos disfrutan.

Pero este verano algo ha ido terriblemente mal en el udaleku de Bernedo (Álava) del 8 al 23 de agosto. Hace una semana se puso en contacto conmigo la madre de una niña que estuvo allí, a la que llamaré aquí Ane. Era el turno de los menores de 13 a 15 años, y lo que empezó a contarle su hija de 15 años según se bajó del autobús el 23 de agosto hizo que se pusiera inmediatamente en acción para denunciarlo, y nosotras estamos aquí para darle voz.

Unas 80 niñas y niños, divididos en dos habitaciones grupales y dos baños grandes con duchas abiertas. No solo las habitaciones eran mixtas, también lo eran los baños y por ende, las duchas. Les obligaban a ducharse en grupos mixtos y desnudos, palabras textuales “porque podía haber alguna persona trans que se sintiera categorizade”. No valieron de nada las protestas de muchas niñas y también algunos niños ni las peticiones de ducharse en bañador (antihigiénico). Les dijeron que “bastante tenían con que los váteres tuvieran puerta”. Tampoco les dejaban ducharse en los vestuarios de las piscinas del pueblo cuando iban allí, que según las niñas eran los únicos momentos en los que podían ir al baño tranquilas. Los espejos estaban inutilizados, habían pintado encima porque les tenía que dar igual el aspecto que tuvieran, y en uno de ellos había pintada una mujer abierta de piernas con el texto “On Egin”, “que aproveche”.

Pero eso no es todo. En ningún momento les dejaron contactar con sus padres. La hija de Ane tuvo unos mareos y ni los monitores contactaron con Ane ni la llevaron a una revisión médica. Como tampoco lo hicieron con otra niña que se hizo un esguince. Y para rematar, una niña sufrió acoso sexual por parte otro niño y nadie hizo absolutamente nada, salvo obligarla a ducharse desnuda con él. 

 

Y para rematar, una niña sufrió acoso sexual por parte otro niño y nadie hizo absolutamente nada, salvo obligarla a ducharse desnuda con él

 

Por supuesto, tanto Ane como otras madres y padres se han puesto en contacto con los responsables, y a continuación copio, con su permiso, extractos de las respuestas que han recibido:

Para poder entender el funcionamiento del campamento es importante tener el conocimiento de cómo son las instalaciones: disponemos de dos habitaciones grandes y dos baños grandes con 6 duchas no individuales. Para facilitar el funcionamiento del campamento nos organizamos en los llamados grupos naturales. Estos grupos se mantienen durante todo el campamento para que les jóvenes tengan sus monitores de referencia para hacer cualquier tipo de actividad, entre ellas las duchas. En las habitaciones también duermen por grupos y sin separar por sexo o género como se hace en la gran mayoría de los campamentos.

No creemos en la división por géneros, ya que creemos en una educación feminista e igualitaria y esta división deja fuera a varios cuerpos e identidades. Es por ello que en las duchas y en las habitaciones aplicamos la misma filosofía. Entendemos que esta propuesta pueda generar incomodidad entre les jóvenes y es por eso que nunca les obligamos a desnudarse. Es verdad que se les propone quitarse los bañadores una vez entran a la ducha, como medida para garantizar una mayor higiene.”

 

Respecto al caso de acoso sexual, la respuesta ha sido la siguiente:

Sentimos profundamente lo ocurrido en los udalekus y todo el dolor que esto ha causado. Estamos realmente preocupades y dispuestes a hablar en torno a lo sucedido y nuestras maneras de gestionar las diferentes situaciones. En todo caso, debemos recalcar que somos un grupo grande de gente voluntaria que funciona de manera asamblearia y, por lo tanto, necesitamos tiempo para poder tomar decisiones consensuadas y contrastadas. 

Queremos hacerte saber que en el momento en  el que recibimos tu mensaje activamos el protocolo del que disponemos contra las agresiones.”

 

Desde El Común hemos intentado contactar con los responsables de este campamento para informarles de que íbamos a publicar lo sucedido y que nos pudieran dar su versión. Nadie ha contestado a nuestras llamadas y nuestro correo electrónico tampoco ha recibido respuesta.

Una vez expuestos los hechos, permitidme que os diga que yo también estoy indignada. Y desde aquí interpelo a las tres diputaciones vascas, las responsables últimas de estos udalekus, a que asuman responsabilidades y tomen cartas en el asunto para que no vuelva a suceder. Es que ni haciéndolo a propósito se encuentra un grupo de monitores (qué bien que ahí tienen la letra “e” incorporada) tan irresponsables, inútiles y dañinos. Han obligado a 80 niñas y niños (no olvidemos, de una generación mediatizada ya a su edad por la pornografía), a ducharse juntos y desnudos en una etapa de cambios en el cuerpo, primeras menstruaciones, etc., todo en aras de supuestas incomodidades trans que ni estaban ni se les esperaba. No han visto un caso de acoso sexual delante de sus narices y dicen que activan el protocolo ¡dos semanas después!. Han dejado desatendidos problemas médicos y les han tenido aislados de sus padres. 

Ignoro qué formación se les da a estes persones voluntaries, pero parece evidente que es totalmente insuficiente. Hablar con la “e” y creer que el feminismo y el progreso es obligar a niñas y niños a ducharse juntos y desnudos mientras les hablan de cuerpos equivocados no les capacita sino todo lo contrario. 

Y por culpa de estes modernes inútiles, hay un montón de niños que han pasado unos días para olvidar, en lugar de haber disfrutado libremente, que era lo que les correspondía.

 

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La pesadilla RECURRENTE de un campamento de verano

 

Desde que la semana pasada publicamos lo que había sucedido este mes de Agosto en un udaleku de Bernedo, ha habido muchas reacciones, pero también se han puesto en contacto conmigo para corroborar lo expuesto y contarnos más cosas. 

En concreto, hablé con una persona (a la que llamaré Alex) que trabaja como educador para una empresa contratada por la Diputación de Gipuzkoa para tutelar y cuidar menores en situación de riesgo. Lo que me dijo es que esto no es algo que haya pasado solo este verano, lleva pasando al menos otros dos anteriores. Ellos también mandan a algunos chavales a los udalekus, por las mismas razones que cualquiera pero con más motivo, para que desconecten, disfruten con otros niños, etc. Ya hace dos veranos que volvieron algunos de esos menores contándoles lo que yo os narraba en el artículo anterior, y alguna cosa más, como que los monitores también se duchaban (desnudos) con ellos o que uno de los juegos para conseguir la merienda un día era chuparle el dedo gordo del pie a un monitor. Alex me comentaba que si esto ya puede ser abrumador para una niña o niño con una vida digamos “normal”, para menores que han sufrido abusos o traumas es especialmente demoledor. Es por ello que en una reunión en la que estaba una persona de la Diputación de Gipuzkoa, contó lo que había pasado, esperando que se tomaran medidas. 

El verano siguiente los menores volvieron contando lo mismo, por lo que Alex decidió el año pasado poner a título personal una denuncia en la Ertzaintza. Poco tiempo después recibió una llamada de ellos para repasar y corroborar la información que había aportado, y después de eso no ha vuelto a saber nada.

Hablé con una fuente de la Ertzaintza que me confirmó que se había puesto esa denuncia y que se había empezado a investigar, pero que poco después “subió a instancias superiores” y nunca más se supo

Como ya sabéis, me puse antes del primer artículo en contacto con Euskal Udalekuak y no recibí respuesta, a día de hoy la situación es la misma. Pero sí han respondido a un segundo correo de Ane (la madre que nos contó todo esto), diciendo:

“Sentimos haber tenido este conflicto ideológico y para otros años, tendremos en cuenta su propuesta, para quien quiera ser parte de nuestro proyecto, conozca con antelación cual es nuestra ideología y forma de actuar”.

 

He contactado después con el Departamento de Cultura, Cooperación, Juventud y Deporte de la Diputación de Gipuzkoa y su responsable de comunicación me ha dicho que los Udalekus son una inciativa privada en la que la Diputación no tiene ninguna responsabilidad. 

Posteriormente llamé al Departamento de Cuidados y Políticas Sociales de la misma Diputación, que son quienes tienen la responsabilidad de los menores tutelados, y a día de hoy no he recibido ninguna respuesta. 

Es decir, para Euskal Udalekuak y “Sarrea Euskal UdalekuakElkartea (la asociación que lleva el udaleku de Bernedo) el único problema es no haber informado a los padres de lo que iban a hacer con sus hijos y todo es una mera cuestión de ideología. 

La Diputación de Gipuzkoa echa balones fuera, cuando los udalekus están subvencionados por las diputaciones y por lo tanto eso debería llevar algún tipo de control. Por otro lado, tampoco se responsabilizan de lo que les sucede a los menores a su cargo en estos campamentos. 

Pues no, no pueden escaquearse de la responsabilidad sobre el uso del dinero público ni de lo que les sucede a los menores tutelados por ellos

Como bien me comentaba Alex, si una niña de 14 años acudiera a su profesora contándole estos mismos hechos en un ámbito privado, por ejemplo que su padre le obliga a ducharse desnuda con él y con los hijos de los vecinos, saltarían todas las alarmas y se pondrían en marcha una serie de protocolos para averiguar lo sucedido y proteger a la menor. ¿Por qué aquí no está sucediendo? ¿Por qué se tapa y se deja que siga ocurriendo?

 

Si una niña de 14 años acudiera a su profesora contándole estos mismos hechos en un ámbito privado, por ejemplo que su padre le obliga a ducharse desnuda con él y con los hijos de los vecinos, saltarían todas las alarmas y se pondrían en marcha una serie de protocolos para averiguar lo sucedido y proteger a la menor.

¿Por qué aquí no está sucediendo? ¿Por qué se tapa y se deja que siga ocurriendo?

 

La respuesta, paradójicamente, se la ha dado la propia Euskal Udalekuak a Ane. Por ideología. Porque la religión queer se nutre de adoctrinar desde la infancia en que el sexo es un constructo y el género una realidad, en cuerpos equivocados y en traumas inexistentes, mientras les crean unos muy reales. Y esto, en Euskadi y en España, lo están haciendo con la complicidad de casi todos los partidos políticos y todas las instituciones. Porque mientras alaban el magnífico traje del emperador, es a nuestros hijos a los que desnudan.

 

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Comunicado íntegro de los monitores del campamento de Bernedo

El Diario Vasco, 26 SEPT 2025

Edificio donde se hacen las colonias en Bernedo, propiedad de la Junta Administrativa, el concejo del pueblo. Igor Aizpuru

 

«Ante los recientes mensajes que circulan sobre los campamentos de verano vascos en Bernedo, los educadores que formamos parte del proyecto hemos decidido tomar la palabra. Se han hecho varias acusaciones públicas sobre el funcionamiento de los campamentos, mencionando especialmente las duchas mixtas, diciendo que obligamos a niños y jóvenes a desnudarse juntos y acusándolos de no cuidarlos o de mantenerlos incomunicados. Todo esto parte de una narrativa alejada de la realidad, utilizando las actividades de los campamentos para difundir mensajes transfobos. La cobertura mediática ha promovido el sensacionalismo y el morbo, y ha sacado a la luz comunicaciones internas. Al tratarse de menores, sentimos la responsabilidad de tratar el tema con prudencia, por lo que no hemos hecho declaraciones públicas hasta ahora. Sin embargo, hemos estado en contacto con los padres en todo momento y siempre les hemos ofrecido respuestas individualizadas a sus necesidades y preocupaciones.

Hemos recibido mensajes, ataques y discursos difamatorios contra los educadores tanto de medios privados como públicos. Nos gustaría expresar nuestra desaprobación ante estas situaciones. Sin embargo, hemos recibido más mensajes positivos y gestos de apoyo, y queremos agradecer su apoyo a los niños, jóvenes y a su entorno.

Estamos viviendo la situación con responsabilidad y comprendemos el malestar que pueda haber surgido en las familias y en quienes conocen el proyecto. Dada la importancia que damos al bienestar de los niños, niñas y jóvenes y a la confianza de las familias, queremos publicar nuestra lectura de los hechos.

El nuestro es un proyecto autogestionado basado en el feminismo, el euskera y el trabajo comunal. Ofrecemos campamentos de verano basados en estos valores a niños, niñas y jóvenes del País Vasco, al precio más asequible posible, gracias al trabajo voluntario de educadores durante todo el año. Tenemos 50 años de historia, y son miles los niños, niñas, jóvenes y no tan jóvenes que han pasado por el proyecto a lo largo de los años. Este verano reunimos a cientos de personas en torno a los campamentos de verano, porque creemos que el ocio participativo también es un área importante para la educación transformadora. Nos basamos en el voluntariado y la autoformación, promoviendo relaciones, estructuras y organizaciones que operan al margen de la lógica del dinero. La participación de niños, niñas y jóvenes también es fundamental en el proyecto. Al ser un proyecto vivo y en constante evolución, cualquier aportación es bienvenida, al igual que cualquier inquietud o duda.

Ante las mentiras publicadas, es evidente que mantenemos a niños, niñas y jóvenes bajo vigilancia constante y realizamos decenas de visitas médicas en cada turno. Asimismo, anunciamos con antelación que no habrá llamadas durante los campamentos de verano y que no se deben traer teléfonos móviles. En cualquier caso, en caso de necesidad, contactamos inmediatamente con las familias y también ofrecemos a niños, niñas y jóvenes la oportunidad de hacerlo cuando es necesario. En otras palabras, intentamos realizar nuestro trabajo con responsabilidad y profesionalidad, priorizando las necesidades de los niños, niñas y jóvenes.

Por otro lado, condenamos rotundamente los ataques transfóbicos que hemos sufrido, tanto en canales privados como públicos. Nos autodenominamos transfóbicos porque se han difundido mensajes de odio en relación con las duchas mixtas, tanto en redes sociales como en medios de comunicación. Ante esto, hemos considerado necesario aclarar nuestros fundamentos ideológicos y explicar las razones de nuestros métodos de acción. Nuestro proyecto educativo se basa en valores transfeministas y busca crear espacios seguros para todas las identidades y cuerpos. Queremos crear un contexto que garantice la coeducación basada en la diversidad, aceptando las diferencias de cada persona. Trabajamos desde esta perspectiva, rompiendo estereotipos de género y viendo la incomodidad que la diferencia puede causar como una oportunidad educativa.

Cada actividad en los campamentos de verano es una herramienta para cultivar la convivencia, la autonomía y el cuidado mutuo, incluyendo las duchas. Estas, más allá de ser un simple espacio de higiene, también son una oportunidad para normalizar todos los cuerpos, romper estigmas y liberarse de la vergüenza y la sexualización. En nuestra sociedad, los baños y las duchas son una herramienta para dividir a las personas según una lógica binaria y el género. Esta división, además de excluir diferentes cuerpos e identidades, provoca situaciones de incomodidad y discriminación. Nuestra misión es garantizar lugares seguros para todos los niños, niñas y jóvenes con espacios mixtos, sin necesidad de identificación de género previa. Esta propuesta es política y, por lo tanto, ética: cuestiona el binarismo impuesto, promueve la normalización de los cuerpos y busca ayudar a construir entornos más habitables. Esta no es una propuesta aislada de los niños, niñas y jóvenes. Se les explica específicamente la situación y se les ofrecen recursos para reflexionar sobre ella. Como nuestro objetivo principal es crear un espacio educativo y seguro, nos tomamos el tiempo para escuchar y abordar sus preguntas e inquietudes. Sin embargo, sabemos que la desnudez se asocia con la sexualidad en esta sociedad.

Creemos que trabajar en la desexualización de la desnudez y la relación entre géneros es esencial para protegernos de diversos tipos de violencia, y creemos que las duchas mixtas pueden ser un espacio para deconstruir esta sexualización. Actuamos también conscientes de que la carga social de la desnudez puede causar incomodidad en niños, niñas y jóvenes. Teniendo esto en cuenta, actuamos con responsabilidad y compromiso con su seguridad y bienestar. Nos esforzamos por crear espacios seguros, supervisando y cuidando las duchas, como cualquier otra actividad: no obligamos a nadie a desnudarse delante de otras personas y ofrecemos acompañamiento y alternativas personalizadas en cada caso. Todo esto es también fruto de un profundo trabajo que se lleva a cabo entre educadores antes de los campamentos de verano y con niños, niñas y jóvenes durante los mismos.

Se trabajan cuestiones de género durante todo el campamento, y los educadores intentamos ser un referente y un refugio, aunque sabemos que sigue siendo un espacio ajeno para ellos. Aunque somos conscientes de que es imposible cambiar radicalmente la situación en 15 días, creemos que el esfuerzo merece la pena, pues hemos visto resultados positivos año tras año. Finalmente, queremos agradecer a quienes se unen al proyecto, incluso a quienes han expresado su apoyo ante los ataques que hemos sufrido. Desde el euskera, el feminismo y la comunidad local, nuestro objetivo es el disfrute y la educación de niños, niñas y jóvenes, y creemos necesario garantizar estos modelos educativos. El compromiso de toda la comunidad es esencial para ello. Seguiremos trabajando. Educadores de los Centros Juveniles Vascos de Bernedo».

 

Un centenar de familias defienden la filosofía del campamento de Bernedo, Álava. Europa Press

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