Epicuro a Pitocles: gozarse. De Rerum Natura: «Apéndices» (la Doctrina de Epicuro expuesta en 3 Cartas: a Herodoto, a Pitocles y a Meneceo»), por Tito Lucrecio Caro (Parte 2)

Epicuro a Pitocles

 

De Rerum Natura: «Apéndices»

Parte 2

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Estas tres cartas son exposición auténtica del sistema filosófico de Epicuro. La primera, dirigida a Heródoto, versa sobre la Naturaleza; la segunda, a Pitocles, explica los meteoros, y la tercera y más importante escrita a Meneceo, expone la moral de la filosofía epicúrea.

En ellas hay incluidos algunos párrafos originales de Laercio, pero éstos van entre paréntesis rectangulares.

Epicuro a Pitocles
Frontispicio de una copia de «De rerum natura» escrito por un fraile agustino para el papa Sixto IV, c. 1483.
 

Epicuro a Pitocles: gozarse

La Carta a Pítocles o Epístola a Pítocles (en griego antiguo: Ἐπιστολὴ πρὸς Πυθοκλήν) es un texto de Epicuro dedicado a los fenómenos astronómicos así como a los meteorológicos o fenómenos naturales, conservado por Diógenes Laercio

Busto de Epicuro de la Villa de los Papiros

 

Diome Cleón tu carta, por la cual vi permaneces en tu benevolencia para conmigo, digna por cierto del amor que yo te profeso, y que no sin inteligencia procurabas introducirte en asuntos tocantes a la vida feliz. Pedísteme te enviase un Compendio de los meteoros, escrito con buen estilo y método para aprenderlo fácilmente, ya que los demás escritos míos dices son arduos de conservar en la memoria, por más que uno los estudie de continuo. Abracé gustosamente tus ruegos, y quedé sorprendido con gratísimas esperanzas. Así, habiendo escrito ya todas las otras cosas, concluí también el Tratado que deseas, útil sin duda a otros muchos, principalmente a los que poco ha comenzaron a gustar de la genuina fisiología, y a los que se hallan en la profunda ocupación de negocios encíclicos y continuos. Recibe, pues, atentamente estos preceptos, y recórrelos con cuidado tomándolos de memoria, junto con los demás que en un breve Compendio envié a Heródoto.

Primeramente se ha de saber que el fin en el conocimiento de los meteoros (ya se llamen conexos, ya absolutos) no es otro que el librarnos de perturbaciones, y con la mayor seguridad y satisfacción, al modo que en otras cosas. Ni en lo imposible se ha de gastar la fuerza ni tener consideración igual en todas las cosas, o a los discursos escritos acerca de la vida o a las interpretaciones de otros problemas físicos; v. gr.: que el universo es cuerpo y naturaleza intocable, o que el principio son los átomos, y otras cosas así, que tienen única conformidad con las que vemos, lo cual no sucede en los meteoros. Pero éstos tienen muchas causas de donde provengan, y un predicado de substancia cónsono a los sentidos. Ni se ha de hablar de la Naturaleza según axiomas y legislaciones nuevas, sino establecerlos sobre los fenómenos; pues nuestra vida no ha menester razones privadas o propias, ni menos gloria vana, sino pasarla tranquilamente.

Todo, pues, en todos los meteoros se hace constantemente de diversos modos, examinado concordemente por los fenómenos, cuando uno deja advertidamente lo probable que de ellos se dice. Cuando uno, pues, deja esto y desecha aquello que es igualmente conforme a lo que se ve, claro es que cayendo de todo el conocimiento de la Naturaleza, se ha difundido en la fábula. Conviene tomar algunas señales de lo que se perfecciona en los meteoros, y algunas también de los fenómenos que se hacen en nosotros, que se observan y que realmente existen, y no las que aparecen en los meteoros (4), pues no se puede recibir se hagan estas cosas de muchos modos. Debe, no obstante, separarse cualquiera imagen o fantasma, y dividirlo con sus adherentes; lo cual no se opone a las cosas que, acaecidas en nosotros, se perfeccionan de varios modos.

 

El mundo es un complejo que abraza el cielo, los astros, la tierra y todo cuanto aparece, el cual es una parte del infinito, y termina en límite raro o denso; disuelto éste, todo cuanto hay en él se confunde

 

El mundo es un complejo que abraza el cielo, los astros, la tierra y todo cuanto aparece, el cual es una parte del infinito, y termina en límite raro o denso; disuelto éste, todo cuanto hay en él se confunde. O bien que termina en lo girado o en lo estable, por circunscripción redonda, triangular o cualquiera otra; pues todas las admite cuando no hay fenómeno que repugne a este dicho mundo, en el cual no podemos, comprender término. Que estos mundos sean infinitos en número puede comprenderse con el entendimiento, y que un tal mundo puede hacerse ya en el mundo mismo, ya en el intermedio (así llamo al intervalo entre los mundos) en lugar de muchos vacuos, y no en grande, limpio y sin vacuo, como dicen algunos. Quieren haya ciertas semillas aptas, procedidas de un mundo, de un intermundio, o bien de muchas, las cuales poco a poco reciben aumento, coordinación y mutación de sitio si así acontece, y que son idóneamente regadas por algunas cosas hasta su perfección y permanencia, en cuanto los fundamentos supuestos son capaces de tal admisión. No sólo es necesario se haga concreción y vórtice en aquel vacuo en que dicen se debe formar el mundo por necesidad, según opinan, y que se aumenta hasta dar con otro, como afirma uno de los que se llaman físicos; pero esto es repugnante a lo que vemos.

El sol, la luna y demás astros no hechos según sí mismos, después fueron recibidos del mundo. Asimismo la tierra y el mar y todos los animales que luego se iban plasmando y recibían incremento según las uniones y movimientos de ciertas pequeñas naturalezas, o llenas de aire o de fuego, o de ambos. Así persuade estas cosas el sentido. La magnitud del sol y demás astros, en cuanto a nosotros, es tanta cuanta aparece (5). [Esto también lo trae en el lib. II De la Naturaleza; porque si perdiese, dice, por la gran distancia, mucho más perdería el calor; y que para el sol no hay distancia más proporcionada que la que tiene, en cuanto e él, sea mayor, sea algo menor o sea igual a la que se ve.] De la misma suerte nosotros un fuego que vemos de lejos, por el sentido lo vemos. Y en suma, toda instancia en esta parte, la disolverá fácilmente quien atienda a las evidencias, según demostraremos en los libros De la Naturaleza.

El orto y ocaso del sol, luna y demás astros pueden hacerse por encendimiento y extinción(6) si tal fuese su estado, y aun de otros modos, según lo antedicho, pues nada de lo que vemos se opone. Pudiera igualmente ejecutarse por aparición sobre la tierra, y por ocultación, como también se ha dicho, pues tampoco se opone fenómeno alguno. El movimiento de estos astros no es imposible se haga por el movimiento de todo el cielo; o bien que estando éste quieto, y moviéndose aquéllos, por necesidad que se les impusiese el principio en la generación del mundo, salen del oriente, y luego por el calor y voracidad del pábulo ígneo, van siempre adelante a los demás parajes.

Los regresos del sol y luna es admisible se hagan según la oblicuidad del cielo, así acortado por los tiempos; por el ímpetu del aire, o por causa de la materia dispuesta que siempre tienen consigo, de la cual una parte se inflama y la otra queda sin inflamarse; o bien desde el principio este movimiento envuelve y arrebata consigo dichos astros para que hagan su giro. Todo esto puede ser así, o semejantemente; ni hay cosa manifiesta que se oponga, con tal que estando uno firme siempre en estas partes en cuanto sea posible, pueda concordar cada cosa de éstas con los fenómenos, sin temer los artificios serviles de los astrólogos.

 

 

Los menguantes y crecientes de la luna pueden hacerse ya por vuelta de este cuerpo, ya por una semejante configuración del aire, o por anteposición de alguna cosa, o bien por todos los modos que, según los fenómenos que vemos, conducen a semejantes efectos. Si ya no es que alguno, eligiendo uno solamente, dejo los otros; y no considerando qué cosa es posible vea el hombre, y qué imposible, desee por esto ver imposibles. Más: es dable que la luna tenga luz propia, y dable la reciba del sol; pues entre nosotros se ven muchas cosas que la tienen propia, y muchas que de otros. Y nada impide que de los fenómenos que hay en los meteoros, teniéndolos de muchos modos en la memoria, penetre uno sus consecuencias, y juntamente sus causas, no atendiendo a tales inconsecuencias que suelen correr diversamente en aquel único modo.

La aparición, pues, de la fase en ella puede hacerse por mutación de partes, por sobreposición, y por todos los modos que se viere convienen con los fenómenos. Ni es menester añadir que en todos los meteoros se ha de proceder así, pues si procedemos con repugnancia a las cosas claras, nunca podremos alcanzar la tranquilidad legítima. Los eclipses de sol y luna pueden hacerse por extinción, como vemos se hace esto entre nosotros, y también por interposición de algunos otros cuerpos, o de la tierra o del cielo, o cosa semejante. Así se han de considerar mutuamente los modos congruentes y propios, y juntamente, que las concreciones de algunas cosas no son imposibles.

[En el libro XII De la Naturaleza, dice lo siguiente: «El sol se eclipsa asombrándolo la luna, y la luna se eclipsa dándola la sombra de la tierra, pero según retroceso.» Esto también lo dice Diógenes Epicúreo en el libro I de sus Cosas selectas.]

 

Calendario Lunisolar Babilonico

 

El orden del período es como el que entre nosotros toman algunas cosas fortuitas, y la naturaleza divina en ningún modo concurre a estas cosas, sino que se mantiene libre de semejantes cuidados y en plena bienaventuranza. Si no se practica esto, todo discurso acerca de las causas de los meteoros será vano, como ya lo ha sido para algunos, que no habiendo abrazado el modo posible, dieron en el vano, y creyendo que aquéllos se hacen de un modo solo, excluyen todos los demás aun factibles, se arrojan a lo imposible, y no pueden observar los fenómenos que se han de tener como señales.

La diferencia de longitud de noches y días se hace por apresurar el sol sus giros sobre la tierra y después retardarlos, o porque la longitud de los lugares varía, y anda los unos con mayor brevedad, al modo que también entre nosotros se ven cosas breves y tardas, a cuya comparación debemos tratar de los meteoros. Los que admiten un modo, contradicen a los fenómenos, y no ven de cuánto es capaz el hombre que observa. Las indicaciones o señales pueden hacerse según las contingencias de las estaciones, como vemos sucede entre nosotros a las cosas animadas, y también por otras cosas, como en las mutaciones del aire; pues estas dos razones no repugnan a los fenómenos. Ahora, por cuál de estas causas se haga esto, no es dable saberse.

Las nubes pueden engendrarse y permanecer por las condensaciones del aire o impulsos de los vientos; por las agregaciones de átomos mutuamente unidos y aptos para ello; por acopio de efluvios salidos de la tierra, y aun por otros muchos modos no impide se hagan tales consistencias. Pueden éstas por sí mismas, ya condensándose, ya mudándose, convertirse en agua y luego en lluvias, según la calidad de los parajes de donde vienen y se mueven por el aire, haciendo copiosísimos riegos algunas concreciones, dispuestas a emisiones semejantes.

 

 

Los truenos pueden originarse por la revolución del aire en las cavidades de las nubes, a la manera que en nuestros vasos (7); por el rimbombo que hace en ellas el fuego aéreo; por los rompimientos y separaciones de las nubes; por el choque, atrito y quebrantamiento de las mismas cuando han tomado compacción semejante al hielo; y generalmente, los fenómenos mismos nos llaman a que digamos que esta vicisitud se hace de muchos modos.

Los relámpagos asimismo se hacen de varios modos: ya por el choque y colisión de las nubes, pues saliendo aquella apariencia productriz de fuego, engendra el relámpago; ya por vibración venida de las nubes, causada por cuerpos cargados de viento que produce el relámpago; ya por el enrarecimiento de las nubes antes adensadas, o mutuamente por sí mismas o por los vientos; ya por recepción de luz descendida de los astros, impelida después por movimiento de las nubes y vientos, y caída por medio de las mismas nubes; ya por transfusión de una sutilísima luz de las nubes, ya porque el fuego comprime las nubes y causa los truenos; como también por el movimiento de éste, y por la inflamación del viento hecha por el llevamiento arrebatado o giró vehemente. También puede ser que rompimiento de las nubes a violencia de los vientos, y caída de los átomos causadores del fuego, se produzca la imagen del relámpago. Otros muchos modos observará fácilmente quien atienda a los fenómenos que vemos, y pueda contemplar las cosas a ellos semejantes.

El relámpago precede al trueno en dichos globos de nubes, porque luego que cae el soplo de viento es expelida la imagen creatriz del relámpago; después el viento envuelto allí hace aquel ruido, y según fuere la inflamación de ambos, lleva también mayor velocidad y ligereza el relámpago hacia nosotros; pero el trueno llega después, al modo que en las cosas que vemos de lejos que dan algunos golpes.

Los rayos pueden hacerse, ya por muchos globos de viento, ya por su revolución y vehemente inflamación; por rompimiento de alguna parte y su violenta caída a parajes inferiores, y regularmente son los montes elevados donde los rayos caen; por hacerse la ruptura a causa de que las partes que se le siguen son más densas por la densidad de las nubes revueltas por esta caída del fuego. Como también puede hacerse el trueno por haberse excitado mucho fuego, el cual cargado de viento fuerte rompa la nube, no pudiendo pasar adelante a causa de que el recíproco adensamiento se hace de continuo; y de otros muchos modos pueden hacerse los rayos, sin que se mezclen fábulas, como no las habrá cuando uno juzgue de las cosas ocultas siguiendo atentamente las manifiestas.

Los présteres o huracanes pueden hacerse por las muchas nubes que un continuo viento impele hacia abajo, o por un gran viento que corra con violencia e impela por defuera las nubes unas a otras; por la perístasis(8) del viento cuando algún aire es oprimido por arriba circularmente; por afluencia grande de vientos que no pueden disiparse por partes opuestas, a causa de la densidad del aire circunvecino. Si el préster baja hasta la tierra, se levantan torbellinos, al paso que se hace el movimiento del viento, y si baja al mar vórtices de agua.

 

Vórtice polar estratosférico

 

Los terremotos pueden provenir o del viento encerrado en la tierra, el cual pugnando en los entumecimientos menores de ella, se mueve de continuo cuando prepara la agitación de la tierra, y la va ocupando otro viento de afuera; o por el aire que entra debajo del suelo, o en parajes cavernosos de la tierra, adensado a la violencia de los soplos. Según este tránsito, pues, de movimientos de muchas partes inferiores y sólidas, y de su resorte cuando da en partes de la tierra más densas, es dable se hagan los terremotos, no negando puedan también hacerse de otros muchos estos movimientos de la tierra.

Los vientos suelen excitarse en ciertos tiempos, cuando continuamente y de poco en poco se van uniendo partículas heterogéneas, y también por juntarse gran copia de agua. Los vientos menos fuertes se hacen cuando entran pocos soplos en muchas cavidades, y se distribuyen en todas ellas.

El granizo se forma o por una concreción fuerte proveniente de todos lados a causa de la perístasis y distribución de algunas partículas impregnadas de aire, o por concreción moderada, cuando algunas otras partículas como de agua salen igualmente y hacen la opresión de los granos, y también por rompimiento, de manera que cada grano subsista de por sí y se concreten en abundancia. Su forma esférica, no es imposible se haga o por liquidación de sus ángulos y extremos en rededor al tiempo de tomar consistencia, como dicen algunos, o porque su circunferencia, sea de partes ácueas o sea de aéreas, tiene igual presión por todas partes.

La nieve puede hacerse o cayendo de las nubes el agua tenue por poros proporcionados, o condensándose las nubes dispuestas y esparciéndolas los vientos, adquiriendo luego mayor densidad con el movimiento, por el estado de vehemente frialdad que tienen las nubes en parajes inferiores; o por concreción hecha en las nubes de igual variedad, puede hacerse esta emisión de ellas, encontrándose mutuamente las partículas parecidas al agua, y quedándose unidas, las mismas que compeliéndose entre sí, forman el granizo; todas las cuales cosas se hacen principalmente en el aire. No menos, por el choque de las nubes ya densas, se coagula y forma la gran copia de nieve, y todavía se puede hacer de otros muchos modos.

El rocío se hace congregándose del aire mutuamente las partículas que son causa de esta humedad; pero también por la extracción de ellas de parajes húmedos o que contienen aguas, en cuyos sitios se hace principalmente el rocío. Cuando el acopio de tales vapores toma un lugar y se perfecciona en humedad, vuelve a moverse hacia abajo y cae en varios parajes, al modo que entre nosotros se hacen cosas semejantes a ésta (9).

La escarcha se hace tomando estos rocíos cierta consistencia y densidad, por la fría perístasis del aire. El hielo se hace perdiendo el agua su figura esférica, compeliéndose los triángulos escalenos y acutángulos del agua, y por la mezcla y aumento que se hace exteriormente de otras cosas, las cuales, coartadas y quebrantadas las cantidades o partes esféricas, disponen el agua a la concreción.

 

La escarcha se hace tomando estos rocíos cierta consistencia y densidad, por la fría perístasis del aire. El hielo se hace perdiendo el agua su figura esférica, compeliéndose los triángulos escalenos y acutángulos del agua, y por la mezcla y aumento que se hace exteriormente de otras cosas, las cuales, coartadas y quebrantadas las cantidades o partes esféricas, disponen el agua a la concreción.

 

 

El arco iris se hace hiriendo los resplandores del sol en el aire húmedo; o por cierta naturaleza propia de la luz y del aire que produce las propiedades de estos colores (ya sean todos, ya uno solo), la cual, reflejando luego en lo más vecino del aire, recibe el color que vemos brillar en aquellas partes. El ser circular su figura proviene de que su intervalo se ve igual todo en rededor; o porque los átomos que andan en el aire reciben tal impulso; o porque llevados estos átomos con las nubes por el mismo aire cercano a la luna, dan a esta concreción una forma orbicular.

El halón o corona alrededor de la luna se hace cuando por todas partes concurre fuego a ella, y los flujos que la misma despide resisten con igual fuerza, de modo que forman un círculo nebuloso y permanente a su rededor, sin discernirse del todo uno de otro; o bien sea que removiendo la luna a igual distancia el aire en contorno, forma aquella densa perístasis o círculo a su rededor. Lo cual se hace por algunas partes o flujos que impelen exteriormente, o por el calor que atrae allí algunas densidades a propósito para causar esto.

Los cometas se hacen o porque a ciertos tiempos se coliga en lo alto cantidad de fuego en ciertos lugares; o porque la perístasis o circunferencia del cielo tiene a tiempos cierto movimiento propio sobre nosotros que manifiesta tales, astros; o porque ellos mismos, en algunos tiempos, son llevados por alguna perístasis, y viniendo a nuestras regiones se hacen manifiestos. Su defecto u ocultación se hace por las causas opuestas a lo dicho, dando giro a algunas de estas cosas, la cual acontece, no sólo porque esté quieta esta parte del mundo a cuyo rededor gira lo restante, como dicen algunos, sino porque el movimiento circular del aire le está en rededor, y le impide el giro que tienen los demás: o porque ya en adelante no les es apta la materia, sino sólo allí donde los vemos puestos. Aún puede hacerse esto de otros muchos modos, si sabemos inferir por raciocinio lo que sea conforme a lo que se nos manifiesta.

Algunos astros van errantes, cuando acontece que tomen semejantes movimientos; otros no se mueven. Es dable que aquéllos, desde el principio fuesen obligados a moverse contra lo que se mueve circularmente, de modo que unos sean llevados por una misma igual revolución, y otros por otra que padezca desigualdades. Puede ser también que en los parajes adonde corren haya algunos en que las extensiones del aire sean iguales, y les impelan así adelante, y ardan con igualdad; y en otros sea tanta la desigualdad, que aun lo que se ve haga mutaciones. El dar una sola causa de estas cosas, siendo muchas las que los fenómenos ofrecen, lo hacen necia e incongruamente los que andan ciegos en la vana astrología, y dan en vano las causas de algunas cosas, sin separar a la naturaleza divina de estos ministerios.

 

El dar una sola causa de estas cosas, siendo muchas las que los fenómenos ofrecen, lo hacen necia e incongruamente los que andan ciegos en la vana astrología, y dan en vano las causas de algunas cosas, sin separar a la naturaleza divina de estos ministerios

 

Eolo

 

Obsérvase a veces que algunos astros se dejan detrás a otros, ya porque éstos andan con más lentitud, aunque hacen el mismo giro, ya porque tienen otro movimiento contrario al de la esfera que los lleva, y ya porque en su vuelta unos hacen el círculo mayor y otros menor. El definir absolutamente estas cosas pertenece a los que gustan de ostentar prodigios a las gentes.

En cuanto a las estrellas que se dice caen, puede esto ser por colisión con alguna cosa, o con ellas mismas, puesto que caen hacia donde corre el viento, como dijimos de los rayos. También pueden hacerse por un concurso de átomos productivo de fuego, dada la oportunidad de producirlo; o por el mismo movimiento hacia la parte a que desde el principio se dirigió impetuosamente el agregado de átomos; o por algunas porciones de viento condensadas a manera de niebla, y encendidas a causa de su revolución, haciendo después ruptura de quien las sujeta, hacia cualquiera parte que se dirijan sus ímpetus, llevadas allí por el movimiento. Todavía hay otros modos inexplicables con que esto puede hacerse.

Las señales o indicios que se toman de ciertos animales se hacen según lo que acontece en las estaciones, pues los animales no nos traen coacción alguna de que sea invierno, v. gr., ni hay naturaleza divina alguna que esté sentada observando las salidas y movimientos de estos animales, y luego produzca las señales referidas. Ni por ventura animal alguno de alguna consideración caerá en necedad semejante, cuanto menos el que goza de toda felicidad.

Todas estas cosas, oh Pitocles, debes tener en la memoria, para poder librarte de patrañas y observar las cosas homogéneas a ellas. Dedícate principalmente a la especulación de los principios, del infinito y demás cosas congénitas, los criterios, las pasiones, y aquello por cuya causa examinamos dichas cosas. Una vez bien consideradas, ellas misma facilitaran el conocimiento de las cosas particulares. Los que poco o nada aprecian estas causas, manifiestan que ni pudieron penetrar las que aquí trato, ni consiguieron aquello por que deben solicitarse(10).

 

Dedícate principalmente a la especulación de los principios, del infinito y demás cosas congénitas, los criterios, las pasiones, y aquello por cuya causa examinamos dichas cosas

 

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Notas

(4) Aunque por no apartarme de la inteligencia común de este período (acaso corrupto en parte) lo traduzco literalmente, tengo por muy probable que Laercio quiso decir que conviene tomar algunas señales de las cosas que se hacen en los meteoros, para irlas aplicando a los fenómenos ya conocidos, y por éstos indagar aquéllos. Otras muchas veces inculca este mismo precepto.

(5) Pedro Gasendo procura defender a su Epicuro a toda costa, acomodando el texto a su sistema por medio de infinitas mutaciones, que pocos sabios admitirán. En el presente lugar, por lo menos, no tiene Epicuro defensa alguna. Cicerón dice: Epicurus in physicis totus est alienus.

(6) Como quien encendiese una vela por la mañana y la apagase a la noche.

(7) Menagio sospecha que podrían entenderse aquí los vasos teatrales de los antiguos, de los cuales trata Vitruvio en el cap. V del lib. V. Yo pienso habla de las eolípilas o sea ollas animatorias, que también nombra Vitruvio, lib. I, cap. VI.

(8) Circumstantiam la llama Séneca.

(9) En cualesquiera evaporaciones acontece. Véase Vitruvio, lib. VIII, Cap. II.

(10) La tranquilidad.

 

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