SE DENOMINA DEMOCRACIA
Independizarse de los monopolios digitales americanos, aparatos de dominio, censura y guerra híbrida.
Notas de Rafael Poch sobre “Russian Conservatism” (2021), del profesor universitario noruego Glenn Diesen
“Poniendo al individuo en el centro, el liberalismo avanzó ideas profundas como la democracia y los derechos humanos que toda sociedad sana requiere, pero el liberalismo se había desarrollado en el marco del Estado-nación y había sido tanto más exitoso cuanto más restringido y equilibrado fue por principios conservadores”.
“Los excesos del liberalismo han resultado en su desvinculación respecto a la nación-Estado, lo que previsiblemente conduce a fragmentación y revolución”; “el individuo se libera del hecho de ser definido por la nación y la cultura a la que pertenece, liberado de la iglesia, la familia, las tradiciones, e incluso de su género biológico”.
En esa degeneración, se plantea como reacción, “una lucha entre nacionalismo y cosmopolitismo”. “En el consenso neoliberal santificador de las liberadas fuerzas de mercado, la izquierda y la derecha resultan igualmente incapaces de perseguir sus compromisos ideológicos y quedan atrapadas en guerras culturales en las que todos pierden”.
En las relaciones internacionales “el liberalismo se convierte en norma hegemónica” y se banaliza la legalidad a conveniencia. Se cambian las fronteras de Serbia, se invade Irak, se invoca la lealtad entre una “alianza de democracias” como alternativa a la ONU y se llama “orden internacional basado en normas” a la arbitrariedad.
“Se llega así a una simplista división binaria del mundo entre ‘democracias’ y ‘autoritarismos’ incapaz de comprender las complejidades de la política internacional”. La ambigüedad permite justificarlo todo a conveniencia: “Que el ‘orden internacional basado en normas’ priorice el principio de integridad territorial o el de autodeterminación en Kosovo y Crimea, es algo que depende de los intereses de Occidente.
La soberanía desaparece porque las invasiones pasan a ser ‘intervenciones humanitarias’ y los golpes de Estado, ‘revoluciones democráticas’”. Así, “el fracaso de contener los excesos del liberalismo con principios conservadores en el orden interno, y con la igualdad de las soberanías en el orden externo, resulta en la degeneración de los ideales liberales”.
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“Recuerda a Neptuno y la génesis del ARTE de dominar la fuerza brutal de un caballo por medio de una ligera BRIDA.
Burocracia, Procesos, trabajos inútiles, deseos sin sustancia, barreras al flujo. Fortalece la intensidad del mensaje que desde siempre has intuido, al margen de todo raciocinio: Busca las Bridas que te dominan. Luego, RÓMPELAS. Lo harás sin apenas esfuerzo.
* Esta información es confidencial: Los Caballos no pueden llegar a conocerla”.
Chus
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SE DENOMINA DEMOCRACIA
Por Tucídides
Tenemos un sistema político que no imita las leyes de otros sino que servimos más de modelos para unos que de imitadores de otros.
EN DEMOCRACIA SE ACTÚA LIBREMENTE, TANTO EN LOS ASUNTOS PÚBLICOS COMO EN LOS PRIVADOS
En cuanto a su nombre al no ser objetivo de su administración los intereses de unos pocos, sino los de la mayoría, se denomina democracia y, de acuerdo con las leyes, todos tienen derechos iguales en sus pleitos privados; en lo que hace a la valoración de cada uno, no es preferido para intervenir en los asuntos públicos más en razón de pertenecer a un grupo determinado que por sus méritos, ni tampoco, en lo que hace a la pobreza, es un obstáculo lo obscuro de su reputación, si puede beneficiar a la ciudad.
Actuamos libremente no sólo en las actividades públicas, sino que incluso en los recelos mutuos que se originan con el trato cotidiano, no nos enfadamos con el prójimo si hace su gusto, ni ponemos mala cara, lo que si no es un castigo, sí es penoso de ver.
Si en nuestras relaciones privadas se evita el agravio, en lo público no faltamos a la ley sobre todo por temor, obedeciendo a los que en cada momento desempeñan los cargos así como a las leyes, especialmente a aquellas que existen para socorro de los agraviados y a cuantas sin estar escritas proporcionan una vergüenza indiscutible.
Desde luego hemos dedicado a nuestro espíritu muchísimas pausas de nuestro trabajo, consagrándole certámenes y fiestas sagradas a los largo de todo el año y lujosas instituciones privadas, con cuyo cotidiano deleite se aparta lo penoso.
En nuestra ciudad entra por su importancia cualquier mercancía desde cualquier punto de la tierra, y se da el caso de que los productos originados aquí no los disfrutamos como más propios que los que proceden del resto de la humanidad.
UNA SOCIEDAD ABIERTA NO CONFÍA EN LOS ENGAÑOS, SINO EN EL ARROJO DE SUS CIUDADANOS A LA HORA DE ACTUAR
Respecto a los ejercicios militares destacamos de los enemigos por lo siguiente: ofrecemos una ciudad abierta a todos y nunca impedimos, expulsando a los extranjeros, que sepan o vean -con lo que al no ocultarlo se beneficiaría de su vista el enemigo- por confiar no tanto en las medidas preventivas y engaños cuanto en nuestro propio arrojo a la hora de actuar; en cuanto a los sistemas educativos, mientras unos desde la temprana juventud intentan conseguir el valor con un fatigoso ejercicio, nosotros con un modo de vida despreocupado no somos más remisos en ir a peligros similares.
Una prueba: los lacedemonios nunca hicieron una expedición contra nuestra tierra solos, sino con todos, y en cambio nosotros, al invadir la de otros, sin dificultad vencemos las más de las veces en tierra ajena, aunque luchemos con gente que combate por sus posesiones; ningún enemigo se enfrentó todavía contra todos nuestros efectivos reunidos por tener que preocuparnos de la flota y además enviar nuestras tropas de tierra a múltiples objetivos; pero en el caso de que traben contacto con una parte de nosotros, si vencen, se jactan de haber rechazado a todos, y vencidos, de serlo por todos.
Con todo, si queremos arrostrar los peligros más con despreocupación que tras un ejercicio fatigoso y no con una valentía impuesta por las leyes más que por nuestra forma de ser, queda a nuestro favor no afligirnos antes de tiempo por penalidades futuras, y cuando nos enfrentemos a ellas, no tener menos atrevimiento que los que continuamente se están esforzando.
Por eso es digna de admiración nuestra ciudad y aun por otras cosas más.
Gustamos de la belleza con sencillez y de la especulación sin incurrir en molicie, recurrimos a la riqueza por la oportunidad que da de actuar más que por vanagloria, y en cuanto a la pobreza, para nadie es vergonzoso confesarla sino que es más vergonzoso no intentar salir de ella.
EN UNA DEMOCRACIA, LOS QUE NO PARTICIPAN EN LOS ASUNTOS PÚBLICOS NO SON DESPREOCUPADOS, SINO INÚTILES
En las mismas personas es posible el interés por los asuntos públicos y privados, y el que, a pesar de dedicarse a distintas ocupaciones, no conozcan de un modo deficiente los públicos, pues somos los únicos que a quien no participa de ninguno de esos lo consideramos no despreocupado, sino inútil, y lo cierto es que sólo nosotros decidimos o examinamos con rectitud los asuntos, sin considerar un daño para la acción las palabras, sino más bien el no informarse mediante debate antes de emprender lo que se debe ejecutar.
También en eso nos comportamos de manera distinta, hasta el punto de mostrar la máxima osadía y además reflexionar sobre lo que vamos a emprender; en este caso, en los demás la ignorancia produce osadía, la reflexión vacilación. Con justicia serían considerados de corazón más fuerte quienes a pesar de conocer clarísimamente lo peligroso y lo agradable, no por eso evitan los riesgos.
También en lo que respecta a la generosidad somos opuestos a la mayoría, pues conseguimos nuestros amigos no cuando recibimos favores sino cuando los hacemos. Es más firme en su amistad el que hace el favor porque tiende a conservar por medio de la simpatía hacia el que lo recibió la gratitud debida; en cambio el que lo debe es más débil al saber que ha de corresponder a su generosidad no como un favor, sino como una deuda. Y somos los únicos en ayudar sin reservas a cualquiera más que por un cálculo de intereses, por la confianza que nace de la libertad.
En resumen, digo que la ciudad entera es la escuela de Grecia y que el mismo individuo salido de entre nosotros, creo, podría presentar un cuerpo dotado de muchísimas facultades y con la máxima desenvoltura llena de dones.
Que esto no es pompa retórica propia del momento más que una realidad basada en hechos, lo pone de manifiesto el mismo poderío de la ciudad, poderío que conseguimos gracias a esta forma de ser. Es la única que se enfrenta a la prueba por encima de su reputación y es la única que ni causa enojo en el enemigo que la ataca por las características de quienes le hacen sufrir, ni reproches en el vasallo porque considere que es gobernado por gente indigna.
Al presentar este poderío con grandes pruebas y que desde luego no carece de testimonios, seremos admirados por los de ahora y los de después, sin necesitar para nada de un Homero que nos elogie, ni de quien con sus versos deleitará el instante presente, pero cuya interpretación de los hechos será destruida por la verdad, sino, bastando con obligar a todo el mar y la tierra a hacerse accesibles a nuestra osadía, dejando en todas partes monumentos imperecederos de nuestros infortunios y éxitos.
EL MÉRITO CIUDADANO RADICA EN BORRAR LOS POSIBLES DAÑOS PRIVADOS CON UN MAYOR BENEFICIO A LA COLECTIVIDAD
En fin, por una ciudad de tales características, éstos, juzgando noblemente que no debían quedar privados de ella, murieron luchando, y es de esperar que cualquiera de los que quedan, quisieran esforzarse por ella.
Es por eso por lo que me extendí en lo referente a la ciudad, para mostraros que la lucha no tiene el mismo sentido para nosotros que para los que no tienen nada de eso en la misma medida, y al mismo tiempo para poner de manifiesto, gracias a las pruebas, el elogio de estos en cuyo honor hablo ahora.
A mí me parece que el primer indicio del mérito de un hombre y la confirmación última es el fin de éstos, pues en favor de quienes son peores en otros aspectos, es justo anteponer su valentía para la guerra en defensa de la patria ya que, al borrar un daño con un beneficio, ayudaron colectivamente más que perjudicaron por sus actividades privadas.
Ninguno de esos fue cobarde por preferir el disfrute de la riqueza ni rehusó el peligro por la esperanza que hay en la pobreza, la de ser rico si escapaba de ella, sino que por desear más el castigo de los enemigos que esos bienes y considerar que ese era el más hermoso de los riesgos, quisieron con ese riesgo castigar a unos y seguir deseando los otros, encomendando a la esperanza lo incierto del éxito, pero en cuanto a la acción dispuestos a depositar su confianza en sí mismos para lo que ya se estaba viendo. En el mismo peligro, por preferir luchar y aguantar antes que salvarse entregándose, escaparon a la vergüenza de la fama, pero afrontaron con su cuerpo la empresa, y en una brevísima oportunidad del azar se marcharon más en el apogeo de la gloria que del temor.
Al entregar sus vidas a la colectividad, recibieron individualmente un elogio que no envejece y la tumba más insigne, no en la que yacen, sino más bien en la que su fama perdurará eternamente cada vez que se ofrezca la ocasión de mencionarla o celebrarla. De hombres ilustres la tierra entera es tumba, y no sólo lo indica en su tierra una inscripción sobre estelas, sino que en tierra extraña pervive en cada individuo el recuerdo no escrito, cimentado más en su pensamiento que en la obra realizada.
Ahora vosotros, émulos de éstos y en la consideración de que la felicidad se basa en la libertad y la libertad en el valor, no miréis demasiado los riesgos de la guerra, pues no son los desgraciados que no esperan ningún bien quienes con más razón no deberían escatimar su vida, sino aquellos en cuya vida se corre el riesgo de un cambio adverso y en quienes las circunstancias serían muy diferentes caso de tropezar. Para un hombre que se precie es más doloroso el decaimiento que acompaña la enfermedad que una muerte sin sentirla cuando se tiene vigor y la esperanza común de todos.
ALLÍ DONDE SE OFRECEN LOS MAYORES PREMIOS A LOS MÉRITOS, SE DAN LOS MEJORES CIUDADANOS
Es por ello por lo que a los padres de éstos, a cuantos estáis presentes, no les doy mi condolencia más que mi consuelo. Tienen conciencia de haberse criado en circunstancias variables y de que la felicidad es para quienes logran el más hermoso final, como éstos ahora, mientras vosotros participáis de la pena, y para quienes su vida fue medida de tal manera que su felicidad acaba con la muerte.
Sé que es difícil aliviaros del dolor por los que con frecuencia recordaréis en la dicha de otros, dicha de la que también vosotros os ufanasteis en otras ocasiones. La pena no se tiene por los bienes de los que unos se ve privado sin probarlos, sino por los otros que le quitan cuando se está habituado.
Deben también resignarse en la esperanza de otros hijos quienes aún están en edad de tenerlos, pues desde el punto de vista privado, los que vengan harán olvidar los que ya no están y a la ciudad convendrá por dos razones: por no despoblarse y por seguridad; pues no es posible que delibere con equidad y justicia quienes no se arriesguen igual al ofrecer sus hijos.
En cambio, cuantos habéis superado la edad de ello, pensad que vuestra ganancia es haber vivido dichosos la mayor parte de vuestra vida y que esta será breve; aliviaos también con el renombre de éstos, pues el ansia de honores es lo único que no envejece, y no agrada más en la época inútil de la vida el lucro, como algunos creen, sino al recibir honores.
Para los hijos o hermanos de éstos, cuantos estáis presentes, veo que la competencia es grande -pues todo el mundo suele elogiar a quien ya no está- y a duras penas, aunque destacarais por vuestros méritos, seríais considerados no iguales, sino algo inferiores, ya que entre vivos se tiene envidia del rival, mientras que lo que no estorba se valora con una simpatía que carece de rivalidad.
Por mi parte, se ha dicho en el discurso de acuerdo con la costumbre cuanto consideraba apropiado, y los que sepultamos ya han recibido de hecho el homenaje; pero, en cuanto a sus hijos, la ciudad los criará a expensas públicas desde este momento hasta la edad adulta, ofreciendo esa útil corona por estos certámenes a estos y a los que quedan; entre quienes se ofrecen los mayores premios a los méritos, entre ellos se dan los mejores ciudadanos. Ahora, después de lamentaros por vuestro pariente muerto, marchaos.
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TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso. Ediciones Cátedra, 1988. Edición y traducción de Francisco Romero Cruz. Breve biografía. Mundo Libre Digital, 2007
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