LA DIVINA LIBERTAD
Por Georges Bataille
“No es posible que haya nada humano que no deba ser intentado, que no merezca y pueda ser intentado felizmente. A veces un escritor se rebaja, harto de soledad, dejando que su voz se mezcle con la multitud. Que grite con los suyos si quiere -mientras pueda-, si lo hace por cansancio, por asco de sí mismo, sólo hay veneno en él, pero les comunica ese veneno a los demás: ¡miedo a la libertad, necesidad de servidumbre! Su verdadera tarea es la opuesta: cuando revela a la soledad de todos una parte intangible que nadie someterá nunca. El escritor no puede sino comprometerse en la lucha por la libertad anunciando esa parte libre de nosotros mismos que no pueden definir las fórmulas. Lo que enseña de tal modo el escritor auténtico es el rechazo del servilismo (y en primer lugar, el odio a la propaganda). Por ello no se sube al remolque de la multitud y sabe morir en la soledad”.
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Nada es más común actualmente que la poesía política. Se despliega en la clandestinidad a la que se propone sobrevivir.
LA PREOCUPACIÓN POR SER ÚTIL QUE TIENE EL ESCRITOR DÉBIL LE CONVIERTE EN ARLEQUÍN DE LA PROPAGANDA
Quisiera enunciar a continuación un primer principio.
No es posible que haya nada humano que no deba ser intentado, que no merezca y pueda ser intentado felizmente.
Tengo ante mí un poema inédito sobre la insurrección: todo lo que la rabia de la libertad hace pasar por una cabeza de dieciocho años clama en sus versos:
Vamos a golpear con la cabeza el borde de los límites…
Vestigio de un arrebato inspirado. Con una violencia tan verdadera que sólo puede agradarme.
Dicho esto, no veo ninguna razón para no subrayar un segundo principio: se refiere en particular a esta guerra.
Esta guerra se hace contra un sistema de vida cuya clave es la literatura de propaganda. La fatalidad del fascismo es someter: entre otras, reducir la literatura a una utilidad. ¿Qué significa una literatura útil sino tratar a los hombres como material humano? Para esa triste tarea, en efecto, la literatura es necesaria.
Lo que no implica la condena de ningún género, sino del prejuicio, de los lemas. Sólo escribo auténticamente con una condición: burlarme de esto y de aquello, pisotear las consignas.
Lo que a menudo distorsiona el asunto es la preocupación por ser útil que tiene un escritor débil.
Cada hombre debe ser útil a sus semejantes, pero se vuelve su enemigo si no hay nada en él más allá de la utilidad.
La caída en la utilidad por vergüenza de uno mismo, cuando la divina libertad, lo inútil, acarrea la mala conciencia, es el comienzo de una deserción. Se les deja el campo libre a los arlequines de la propaganda…
EL VERDADERO ESCRITOR ENCARNA LA LIBERTAD EN LO QUE DICE; POR ESO NO SE SUBE AL REMOLQUE DE LA MULTITUD Y SABE MORIR SOLO
Por qué no destacar en estas circunstancias en que cada verdad resalta el hecho de que la literatura rechaza de manera fundamental la libertad. No puede ser útil porque es la expresión del hombre -de la parte esencial del hombre- y lo esencial en el hombre no es reductible a la utilidad.
A veces un escritor se rebaja, harto de soledad, dejando que su voz se mezcle con la multitud. Que grite con los suyos si quiere -mientras pueda-, si lo hace por cansancio, por asco de sí mismo, sólo hay veneno en él, pero les comunica ese veneno a los demás: ¡miedo a la libertad, necesidad de servidumbre! Su verdadera tarea es la opuesta: cuando revela a la soledad de todos una parte intangible que nadie someterá nunca.
A su esencia le corresponde un solo fin político: el escritor no puede sino comprometerse en la lucha por la libertad anunciando esa parte libre de nosotros mismos que no pueden definir las fórmulas, sino solamente la emoción y la poesía de obras desgarradoras. Incluso más que luchar por ella, debe ejercer la libertad, encarnar por lo menos la libertad en lo que dice.
A menudo también su libertad lo destruye: es lo que lo hace más fuerte. Lo que entonces obliga a amar es esa libertad riesgosa, altiva y sin límites que a veces lleva a morir, que hace incluso amar la muerte. Lo que enseña de tal modo el escritor auténtico -por la autenticidad de sus escritos- es el rechazo del servilismo (y en primer lugar, el odio a la propaganda). Por ello no se sube al remolque de la multitud y sabe morir en la soledad.
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GEORGES BATAILLE (1.897-1962). La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944-1961. Adriana Hidalgo editora S.A., 2001. Traducción de Silvio Mattoni. Filosofía Digital, 2012.
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DEMOCRACIA COMPLETA: LIBERTAD, INICIATIVA, COOPERACIÓN Y ESPONTANEIDAD
Por Erich Fromm
No podemos, sin sufrir grave perjuicio, aceptar la pérdida de ninguna de las conquistas fundamentales de la democracia moderna, ya se trate del gobierno representativo –esto es, el gobierno elegido por el pueblo y responsable frente a él-, o de cualquiera de los derechos garantizados a todo ciudadano por la Declaración de los derechos del Hombre.
Ni podemos hacer concesiones con respecto al nuevo principio democrático, según el cual nadie debe ser abandonado al hambre –pues la sociedad es responsable por todos sus miembros-, ni al miedo y la sumisión, o bien condenado a perderse el respeto a sí mismo a causa del temor al paro y a la pobreza. Estas conquistas fundamentales no solamente han de ser conservadas, sino que también deben ser desarrolladas y fortalecidas.
LA DEMOCRACIA COMPLETA AÚN NO HA SIDO PUESTA EN PRÁCTICA
A pesar de haber alcanzado este grado de democracia (que, sin embargo, estamos aún muy lejos de haber puesto en práctica de manera completa), debe reconocerse que el mismo no es todavía suficiente.
El progreso de la democracia consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y espontaneidad del individuo, no sólo en determinadas cuestiones privadas y espirituales, sino esencialmente en la actividad fundamental de la existencia humana: su trabajo.
Podríamos llamar a este nuevo orden socialismo democrático, pero, en verdad, el nombre no interesa; todo lo que cuenta es el establecimiento de un sistema económico racional que esté al servicio de los fines de la comunidad.
Debemos reemplazar la manipulación de los hombres por la cooperación activa e inteligente, y extender el principio del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, desde la esfera política formal a la económica.
LA REALIZACIÓN DE LA LIBERTAD RADICA EN LA PARTICIPACIÓN
El único criterio acerca de la realización de la libertad es la de la participación activa del individuo en la determinación de su propia vida y en la de la sociedad, entendiéndose que tal participación no se reduce al acto formal de votar, sino que incluye su actividad diaria, su trabajo y sus relaciones con los demás. Si la democracia moderna se limita a la mera esfera política, no podrá contrarrestar adecuadamente los efectos de la insignificancia económica del hombre común.
Pero tampoco son suficientes los remedios puramente económicos, como el de la socialización de los medios de producción. No me estoy refiriendo ahora al empleo engañoso de la palabra socialismo, tal como ha sido aplicada –por razones de conveniencia táctica- en el nazismo. Me refiero a Rusia, donde el socialismo se ha vuelto un término ilusorio, pues aunque se ha realizado la socialización de los medios de producción, de hecho una poderosa burocracia maneja la vasta masa de la población.
Esto necesariamente impide el desarrollo de la libertad y del individualismo, aun cuando la fiscalización gubernamental pueda salvaguardar efectivamente los intereses económicos de la mayoría del pueblo.
LA DEMOCRACIA Y EL FASCISMO, MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
Nunca se ha abusado más que ahora de las palabras para ocultar la verdad. A la traición de los aliados se la llama apaciguamiento; a la agresión militar, defensa contra los ataques; la conquista de naciones pequeñas es tildada de pacto de amistad, y la supresión brutal de poblaciones enteras se efectúa en nombre del nacionalsocialismo.
También las palabras democracia, libertad e individualismo llegan ser objeto de tal abuso. Hay una sola manera de definir el verdadero significado de la diferencia entre fascismo y democracia. Ésta constituye un sistema que crea condiciones políticas, económicas y culturales dirigidas al desarrollo pleno del individuo. El fascismo, por el contrario, es un sistema que, no importa cuál sea el nombre que adopte, subordina el individuo a propósitos que le son extraños y debilita el desarrollo de la genuina personalidad.
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ERICH FROMM, El miedo a la libertad. Paidós, 1982. Filosofía Digital, 2006
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