LA TRAMPA DE TUCÍDEDES: «THE COMING WAR ON CHINA» («La guerra que se avecina en China»), un Documental de John Pilger

LA TRAMPA DE TUCÍDEDES

Ucrania y Taiwán

Jorge Cachinero

ABC, 11 ABRIL 2022

LA TRAMPA DE TUCÍDEDES

 

Desde el estallido, el pasado 24 de febrero, del conflicto militar entre Estados Unidos (EE. UU.), a través de su apoderado interpuesto, Ucrania, y la Federación Rusa, muchos analistas han comparado las amenazas existenciales que Rusia percibe sobre su frontera occidental con la aspiración de China por restituir su integridad territorial mediante la recuperación de la isla de Taiwán.

Sin embargo, las diferencias entre ambos casos son mayores que sus aparentes similitudes, que, también, en lo fundamental, existen, dado que las economías y las poblaciones de Rusia y de Ucrania, por un lado, y de China y de Taiwán, por otro lado, están muy integradas.

De hecho, 1 millón de taiwaneses viven, en la actualidad, en la República Popular de China y, en 2010, 1,9 millones de ucranianos estaban censados en la Federación Rusa.

Para empezar, Taiwán ocupa un territorio, aproximadamente, 15 veces más pequeño que el de Ucrania, el segundo país más grande de Europa, después de Rusia.

Asimismo, el presupuesto de defensa de China es entre 4 y 5 veces más grande que el de la Federación Rusa.

Al ser una isla en el Pacífico, las posibilidades de que Taiwán pueda recibir fácilmente, a través de sus fronteras, en caso de conflicto bélico con China, un flujo ininterrumpido de voluntarios o de luchadores extranjeros y de equipo militar y de armas es inimaginable, por no decir, imposible.

La presidente de Taiwán, desde enero de 2016, Tsai Ing-wen, no es comparable al atrabiliario, por expresarlo de manera diplomática, presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, y las negociaciones entre China y Taiwán nunca se han roto, a pesar de que China ha ejercido, desde 1996, presión militar sobre la isla para obtener beneficios políticos.

 

Tsai Ing-wen (c), Jiadong, Taiwan, 15 de septiembre, 2021

 

En lo económico, los mercados principales para China son los europeos y el estadounidense y no, necesariamente, el ruso.

Finalmente, ninguna de las disputas territoriales sobre las islas del Pacífico asiático de las que China hace parte representan amenazas existenciales para ninguno de los países involucrados en las mismas.

En cualquier caso, el tempo de las reacciones del liderazgo de China es, como su planificación, de largo plazo, como ocurre en todas las culturas asiáticas, y, por lo tanto, a China no le gusta responder rápidamente.

Dicho lo cual, cabría subrayar que los dirigentes rusos han mostrado, durante casi una década, una paciencia enorme –casi asiática, siendo Rusia un país tan asiático como europeo-, antes de reaccionar al plan de EE. UU. de llevar sus laboratorios biológicos y la huella de la OTAN, incluyendo sus bases, su armamento y su entrenamiento, hasta su frontera occidental, en lo que representa una amenaza existencial para su nación, ahora, como, antes, a lo largo de la historia.

A pesar de esas diferencias entre Taiwán y Ucrania, China ha respondido, inmediatamente, para expresar su apoyo a Rusia en el conflicto que

Devon Archer (i) y Hunter Biden (d), miembros del consejo de Burisma Holdings, compañía ucraniana de gas, con Joe Biden

ésta mantiene, en Ucrania, con EE. UU. porque es consciente de que, si llegara el caso, necesitaría, a su vez, el apoyo de Rusia para resolver su aspiración nacional de recuperar Taiwán o para hacer frente a las consecuencias, militares y económicas, que se derivaran de la decisión de materializarla.

En realidad, una crisis en la región del Asia-Pacífico por una posible intervención militar de China en Taiwán podría tener, incluso, repercusiones más delicadas para el mundo que la de Rusia frente a EE. UU. en Ucrania.

En el caso de que China se decidiera por activar una solución militar para Taiwán, acontecimientos como una posible participación militar de Japón o de Australia en apoyo de EE. UU. frente a China, como las ideas alocadas que se le pudieran ocurrir a Kim Jong-un o como el desencadenamiento de consecuencias económicas muy graves para el mundo someterían la arquitectura de seguridad actual de Asia a una tensión aún mayor a la que ya está sufriendo, en estos momentos, la europea.

China observa atentamente el comportamiento de Rusia, especialmente, su recurso a la intervención militar y su aviso del uso de su potencia nuclear, si fuera necesario, para evitar que EE. UU. convierta a Ucrania en el Afganistán ruso del comienzo del siglo XXI, como ya intentó hacer en ese país centro asiático, en los años 80 del siglo pasado, mediante la financiación y la transferencia de armamento a los muyahidín -es decir, guerrilleros musulmanes radicales y terroristas-, cuyos herederos, posteriormente, acabarían atentando contra el territorio de EE. UU., en septiembre de 2001, y contra Occidente y contra el Estado de Israel, en todo el mundo, desde entonces.

 

Rebeldes muyahidín, entre Kabul y Jalalabad, Afganistán, febrero de 1980

 

Biden ha declarado que defenderá Taiwán frente a una intervención militar de China en la isla.

Biden hizo manifestaciones similares en favor de Ucrania, cuando estuvo manipulando al gobierno ucraniano con las promesas del apoyo estadounidense a su incorporación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o contra cualquier intervención militar de Rusia en Ucrania.

Después de que Biden y su equipo hayan dejado claro al mundo, a China y a Taiwán que, en realidad, lo que quieren decir es que EE. UU. está dispuesto a sacrificar hasta la última gota de sangre del último ucraniano o a gastar hasta el último céntimo del último euro del último europeo para defender Ucrania, no sabemos cómo la presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen, estará digiriendo las promesas de Biden de acudir en su ayuda.

¿Está EE. UU. sinceramente comprometido con la protección de Taiwán?

China es capaz de desplegar, en menos de una semana, cientos de buques de su Armada y cientos de aviones de combate de su Fuerza Aérea en un teatro de operaciones militares alrededor de Taiwán, mientras que EE. UU. y Japón sólo podrían enviar unas docenas.

¿Cuál es el valor de las promesas de Biden a Taiwán después de la huida de Afganistán que ejecutó, de su comportamiento en Ucrania y de su falta de voluntad para impedir a Irán que complete su programa nuclear?

Los retos que Ucrania y que Taiwán plantean, respectivamente, a Rusia y a China no se resolverán sin tomar en consideración las legítimas preocupaciones de seguridad tanto de la Federación Rusa como de la República Popular de China.

EE. UU. se equivocaría y se haría daño, como le está ocurriendo desde que ha provocado el enfrentamiento militar con Rusia en Ucrania, si pensara que su política para contrarrestar la competencia de China -en el contexto de un continente asiático cada vez más rico e integrado comercialmente- por el liderazgo mundial debe estar dirigida, fundamentalmente, por la dimensión militar.

 

Putin (i), Biden (c), Xi (d)

 

China suele preferir las soluciones políticas, diplomáticas y comerciales, que son el fundamento de su política exterior multilateral, a las militares, siempre que fuera posible.

Así le gustaría que fuera la integración de Taiwán en China, es decir, por medios diplomáticos y económicos, aunque está dispuesta, si fuese necesario, a defender, militarmente, su aspiración nacional de integrar la isla en China, especialmente, ante cualquier intervención exterior, como ha dejado muy claro por las señales que, al respecto, ha enviado al mundo durante los últimos años.

El enfrentamiento militar entre EE. UU. y Rusia en Ucrania es un recuerdo infausto para China de que, cuando los arreglos pacíficos de las disputas internacionales no son posibles, la guerra es la mera continuación de la política y de la diplomacia por otros medios.

 

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John Pilger

(Director y guionista de «THE COMING WAR ON CHINA»)

Periodismo y responsabilidad

La casa encendida

WAR ON CHINA

 

En los 58 documentales que ha escrito, producido y dirigido, John Pilger denuncia los excesos de las democracias occidentales en el Tercer Mundo, la injusticia de la desigualdad y la pobreza y la complicidad con el poder político y económico de los medios de comunicación, a los que señala como co-responsables de las guerras internacionales.

En nuestra compleja época, caracterizada por las fusiones de grandes grupos mediáticos y la sustitución de la información por espectáculo, la labor del informador veraz e independiente adquiere una importancia capital para despertar las conciencias y movilizar la voluntad de la opinión pública mundial. Por ello, La Casa Encendida ha organizado un ciclo de proyecciones, reflexión y debates que repasa el último periodo de la carrera de John Pilger, cuya labor como periodista a lo largo de casi cincuenta años es ejemplo de independencia, compromiso y responsabilidad.

John Pilger nació y creció en Sidney (Australia) donde cursó estudios de periodismo en la Australian Consolidated Press. En los años sesenta emigró a Europa como reportero freelance donde colaboró con Reuters como corresponsal de guerra y cubrió conflictos por todo el mundo: Vietnam, Camboya, Egipto, India, Bangladesh, Nigeria, Oriente Medio…

Comenzó su carrera en la televisión británica en la Independent Television Network (ITV), con su primer documental Vietnam: The Quiet Mutiny, sobre la desmoralización y el auto-boicot del ejército norteamericano durante la prolongada invasión del país asiático.

A lo largo de su dilatada carrera ha escrito en prestigiosos medios como The Guardian, The Independent o el New York Times y escribe regularmente una columna en el New Statesman. Como colaborador ha participado en programas de la BBC, la ABC, Al Jazeera o Russia Today, entre otros.

John Pilger ha obtenido en dos ocasiones (1967 y 1979) el más alto galardón que concede el periodismo británico, el de Periodista del Año (ha sido el galardonado más joven de estos premios y el único que lo ha recibido en dos veces) y ha recibido el Premio de la Paz a los Medios de la Asociación de la ONU (1980) y el Premio de la Paz de Sidney (2009); además, de un Emmy y un BAFTA (1990) a toda su carrera. En el ámbito académico, ha sido condecorado con honores en numerosas y prestigiosas universidades de todo el mundo.

En castellano ha publicado Los nuevos gobernantes del mundo (RBA, 2003) y la compilación de artículos míticos del periodismo de investigación ¡Basta de mentiras! (RBA, 2007).

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DOCUMENTAL: «THE COMING WAR ON CHINA»

(«La guerra que se avecina en China»)

Documental de John Pilger

 

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Cuando Estados Unidos, la mayor potencia militar del mundo, decidió que China, la segunda potencia económica más grande, era una amenaza para su dominio imperial, dos tercios de las fuerzas navales estadounidenses fueron transferidas a Asia y el Pacífico. Este fue el ‘giro hacia Asia‘, anunciado por el presidente Barack Obama en 2011. China, que en el espacio de una generación había pasado del caos de la ‘Revolución Cultural‘ de Mao Zedong a una prosperidad económica que ha visto a más de 500 millones de personas sacado de la pobreza, se convirtió de repente en el nuevo enemigo de Estados Unidos.

La acumulación de fuerzas navales reforzaría la posición militar abrumadoramente superior de Estados Unidos en la región. Rara vez mencionado en los medios occidentales, 400 bases estadounidenses rodean China con barcos, misiles y tropas, en un arco que se extiende desde el norte de Australia a través del Pacífico hasta Japón, Corea y Eurasia hasta Afganistán e India.

The Coming War on China es la película más reciente de John Pilger, su 60º documental y posiblemente el más profético. Completada en el mes en que Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, la película investiga la fabricación de una ‘amenaza’ y las señales de una confrontación nuclear. 

La película está marcada en capítulos. El capítulo 1 está ambientado en las remotas Islas Marshall, en el Pacífico, que Estados Unidos asumió como un «territorio fiduciario» de las Naciones Unidas en 1945 con la obligación de «proteger la salud y el bienestar de la población«. De 1946 a 1958, Estados Unidos detonó el equivalente a una bomba de Hiroshima todos los días en las islas, contaminando a su gente y al medio ambiente.

Al filmar en el atolón Bikini irradiado, que no puede ser habitado de manera segura hoy, quizás nunca, Pilger describe las pruebas en 1954 de la primera bomba de hidrógeno del mundo, con nombre en código Bravo, que vaporizó una isla entera, dejando un oscuro abismo de una milla de ancho en la hermosa laguna de Bikini. Los habitantes habían sido trasladados a un atolón cercano, Rongelap, donde las consecuencias «inesperadas» los dotaron de múltiples cánceres. 

Los documentos desclasificados describen un programa secreto diseñado originalmente para probar los efectos de la radiación en ratones y utilizado en las Islas Marshall en seres humanos. Un funcionario estadounidense de energía atómica de la época describe la isla de Rongelap como «con mucho el lugar más contaminado de la Tierra«.

Los conejillos de indias humanos fueron monitoreados regularmente y sometidos a exámenes científicos. Muchos sufrieron cáncer de tiroides, aparecieron deformidades en los bebés e innumerables sobrevivientes de la explosión original murieron por envenenamiento por radiación. Se creó un tribunal de reclamaciones que rápidamente se quedó sin dinero. Las entrevistas más conmovedoras de la película son con isleños, en su mayoría mujeres ancianas, que han sobrevivido, precariamente, en la pobreza.

Hoy en día, la mayor de las Islas Marshall, Kwajalein, alberga una de las bases más secretas de Estados Unidos, una plataforma de lanzamiento de misiles diseñada como un «trampolín hacia Asia y más allá» y dirigida a China.

El capítulo 2 describe el notable aumento de China. Utilizando una película de archivo poco común, Pilger describe «el siglo de la humillación«, cuando los chinos eran descritos como el «peligro amarillo» en Occidente y los estereotipos raciales eran un elemento básico de Hollywood. El autor James Bradley describe el comercio del opio y la colonización de Gran Bretaña y otras potencias imperiales. «La revolución industrial estadounidense fue financiada por grandes cantidades de dinero … de drogas ilegales en el mercado más grande del mundo, China«, dice. 

La revolución comunista de 1949 marcó el fin de la explotación extranjera pero también, irónicamente, el comienzo de una China que casi ningún «experto» en Occidente había predicho. «Hoy», dice Pilger, de pie frente al horizonte ultramoderno de Shanghai, «China ha igualado a Estados Unidos en su propio gran juego de capitalismo, y eso es imperdonable«.

A cuatrocientas millas de distancia, en la isla japonesa de Okinawa, 32 instalaciones militares estadounidenses forman el frente de una guerra que se avecina con China. Fumiko Shimabukuro, de 87 años, es una de las líderes de una resistencia no violenta que desafía el «giro hacia Asia» de Washington. Quieren las bases cerradas y señalan una advertencia del pasado. En 1962, durante la crisis de los misiles cubanos, un oficial que, al parecer, había perdido la razón ordenó el lanzamiento de misiles nucleares estadounidenses contra China, Rusia y Corea del Norte. Solo la suerte, y la vigilancia de otro oficial, permitieron anular su momento de locura. En una secuencia memorable, uno de los tripulantes de misiles de 1962 describe cómo el mundo casi fue destruido «por error«.

En 2015, informa Pilger, la Marina de los EE. UU. Y sus aliados regionales, incluida Australia, ensayaron un bloqueo que cortaría la vida de China de petróleo, comercio y materias primas. Hoy, el presidente Trump está librando una guerra comercial contra China, donde tienen su sede las empresas más grandes de Estados Unidos, como Apple: la fuente de un déficit comercial por el cual China es catalogada, en el mundo de Trump, como el ‘malo‘. Mientras tanto, China ha construido pistas de aterrizaje militares en las disputadas Islas Spratly, en el Mar de China Meridional, y se informa que ha puesto sus misiles nucleares en «alerta máxima».

The Coming War on China se transmitió en ITV en el Reino Unido y SBS en Australia, y se vio en muchos otros países, incluida China, donde se mostró una versión pirateada a posiblemente su mayor audiencia. “No es la forma más justa de distribuir una película”, dijo Pilger, “pero estaba encantado. Es necesario contar la verdadera historia de China y Estados Unidos, especialmente en Australia, donde, impulsada por Estados Unidos, una campaña de propaganda contra China parece invitar a una reacción militar ”.

 

John Pilger

FICHA TECNICA

Título original

The Coming War on China

Año 2016

Duración 110 min.

País Reino Unido

Dirección

John Pilger

Guion John Pilger

Reparto Documental

Productora Dartmouth Films

Género Documental | Política

Sinopsis

El documental revela que la mayor potencia militar del mundo, los Estados Unidos y el segundo poder económico del mundo, China, ambos con armas nucleares, están camino de la guerra. (FILMAFFINITY)

 

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Háblame de lo que me habías dicho que me ibas a hablar

Por Kaliyuga

 13/10/2020

Cuando se va a la guerra lo principal que hay tener claro es que se declara la guerra para ganarla y también que se declara por algo. Ninguna de estas dos cuestiones quedan claras en el documental. Es más no se habla de ellas. En el documental aparecen una serie de cuestiones que definiría como de consecuencias del imperialismo, justicia con los pueblos aborígenes, movimientos antimilitaristas, consecuencias del crecimiento económico de China… pero si se espera encontrar un análisis de las fuerzas militares de cada uno de los bandos y evolución de su ingeniería militar para conocer cuando el poder militar de China supere al de EEUU (que no está cerca) no se da el caso. Es más aparecen muchos políticos y expertos en la historia de estos países pero no aparecen militares ni analistas militares. Ni se habla de la ciberguerra que ya existe entre ambos países, ni de la carrera espacial china que puede estar superando a occidente tranquilamente, ni de como China está comprando tierras de cultivo en todo el mundo para sostener a su población (y que la debilita estratégicamente en un supuesto enfrentamiento), ni que China es el mayor tenedor de deuda estadounidense de tal modo que podría hacer quebrar a EEUU, ni de las bases militares que tiene China en Djbouti, Patagonia, Gwadar (Pakistán) …

No me quiero extender pero creo que queda claro que como trabajo de prospectiva de un posible conflicto militar este trabajo documental está muy flojo. Las historias que se cuentan merecen ser contadas, pero poco tienen que ver con una escalada militar y la preparación para la guerra.

John Pilger es un conocido y multipremiado periodista de investigación cuyos trabajos se suelen centrar en la crítica de las políticas occidentales y los abusos que se cometen sobre el mundo en desarrollo, las guerras imperialistas o las dictaduras patrocinadas por occidente para proteger sus intereses económicos pero en general me parece que como documentalista no enfoca bien sus trabajos.

Así y todo en esta web sus documentales tienen unas puntuaciones excelentes. Total, si quieres informarte un poco de las actividades de EEUU en la zona ASEAN está bien, si quieres enterarte de lo que hace China no te vas a enterar de demasiadas cosas.

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FALLECE JOHN PILGER. Documental: «Palestina todavía es la cuestión» (John Pilger, 2002)

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TERCERA GUERRA MUNDIAL

LA INQUIETANTE PROFECÍA DE UN ALMIRANTE DE ESTADOS UNIDOS

Es una posibilidad cada vez más realista: un enfrentamiento militar entre Estados Unidos y China. El punto caliente: el mar de la China Meridional. El almirante James Stavridis, antiguo comandante supremo de la OTAN en Europa, conoce bien ese polvorín y ha escrito una novela sobre la Tercera Guerra Mundial. «Temo que sea una profecía autocumplida».

Por Bernhardzan Zand 

XL Semanal

Almirante James Stavridis, antiguo comandante supremo de la OTAN en Europa

 

El 12 de marzo de 2034, la oficial al mando de un destructor estadounidense en el Pacífico occidental atisba un pesquero en llamas. Tras unos momentos de indecisión cambia de rumbo y se dirige hacia él por orden de sus superiores. Arranca así una cadena de acontecimientos que terminan en una guerra entre Estados Unidos y China y en el uso de armas nucleares. Esta es la trama de 2034, una novela de la próxima guerra mundial. Los autores son el escritor y veterano de Afganistán Elliot Ackerman, de 41 años, y el militar James Stavridis, de 66.

El propio Stavridis comandó un grupo de destructores en el Pacífico occidental antes de ascender a almirante de cuatro estrellas y asumir el mando supremo de las tropas de la OTAN en Europa. Su nombre se barajó como candidato a la Vicepresidencia con Hillary Clinton y también como secretario de Estado de Donald Trump, aunque finalmente ha acabado haciendo carrera como analista político.

XLSemanal. ¿Hay peligro real de guerra entre China y Estados Unidos?

James Stavridis. Una de las reacciones más habituales que estamos recibiendo con la novela es: buen libro, fecha equivocada. Militares de alto rango que me dicen: «Nada de 2034, será más bien en 2024 o 2026. La guerra llegará antes». Se empieza a hablar abiertamente de esa posibilidad. Estados Unidos y China tienen unidades navales y aéreas en el mar de la China Meridional, y a veces pasan muy cerca unas de otras.

XL. Y los dos países acumulan muchos conflictos políticos…

J.S. Así es. Por Taiwán, por las reclamaciones de soberanía en el mar de la China Meridional, por la vulneración de los derechos humanos en China… la lista es larga. Se dice que los crímenes ocurren cuando hay motivo y oportunidad; pues bien, en el mar de la China Meridional tenemos ambos. El motivo: los muchos puntos en disputa. La oportunidad, las potentes flotas de guerra desplegadas en la región.

 

Las islas Spratly, en disputa, son un conjunto de islotes y arrecifes cuyas aguas son ricas en pesca, gas y petróleo. MAXAR

 

XL. El politólogo de Harvard Graham Allison advierte que se puede repetir lo que se llama ‘la trampa de Tucídides’: cuando una gran potencia se acerca al nivel de otra potencia hegemónica, la cosa casi siempre termina en guerra.

J.S. Este debate me produce mucha inquietud. Allison se remonta a la Grecia clásica, a Atenas y Esparta, para describir lo que ocurre cuando un poder asentado se ve desafiado por otro ascendente. Pero no hay que irse tan lejos. Cuando las potencias enfrentadas fueron los imperios británico y alemán, el resultado fue la Primera Guerra Mundial. No hemos escrito 2034 para provocar un conflicto, sino para advertir de su posibilidad y tratar de impedir que el mundo se deslice hacia otra gran guerra.

XL. Su libro, como usted mismo ha dicho, está pensado para «asustar» al lector… y sin duda lo consigue. ¿Puede convertirse en una profecía cumplida?

J.S. Totalmente. Yo comandé una flotilla de destructores en el mar de la China Meridional y conozco las condiciones en las que se opera allí.

XL. En su novela, China es una ciberpotencia que logra paralizar Estados Unidos recurriendo a la tecnología. En el mundo real, el gasto militar estadounidense es tres veces mayor que el chino. ¿Es realista pensar en un predominio militar de Pekín?

J.S. En primer lugar, ¿quién pudo anticipar los atentados del 11-S o los 20 años de guerra en Afganistán o la pandemia actual? La gente tiende a imaginarse el futuro parecido al presente, pero surgen imponderables y sorpresas.

XL. ¿Y en segundo lugar?

J.S. China está invirtiendo su dinero de forma muy inteligente y focalizada, y no solo en ciberarmas, también en su programa espacial, en misiles supersónicos y en tecnología de camuflaje. Ha visto cómo Estados Unidos se gastaba billones de dólares en Irak y Afganistán, y se ha dicho: no, nosotros no nos vamos a enredar en guerras de ese tipo, vamos a invertir con criterio.

 

war on China
En septiembre pasado, China lanzó el cohete Long March 11 desde el mar Amarillo. “China -dice Stavridis-está invirtiendo no solo en ciberarmas, también en su programa espacial, en misiles supersónicos y en tecnología de camuflaje. Una inversión muy inteligente y focalizada”. GETTY IMAGES

 

XL. ¿Habrá conversaciones entre las dos potencias para controlar los arsenales cibernéticos como las hubo durante la Guerra Fría?

J.S. Sí, y debemos empezar ya, cuanto antes. Las ciberarmas pueden paralizar el suministro de electricidad o de agua de países enteros, y también los transportes, y las finanzas. Ha llegado el momento de que Washington, Moscú y Pekín hablen del tema. El desarme nuclear es un modelo razonable, pero es mucho más difícil identificar el origen de un ciberataque que rastrear la trayectoria de un misil. Y, por desgracia, la tecnología cibernética es mucho más sencilla que construir bombas atómicas.

 

“China está construyendo una flota gigantesca. Ya tiene más buques de guerra que Estados Unidos. Sería ingenuo cerrar los ojos y decir que no es un problema”

 

XL. Pekín asegura que solo quiere controlar su entorno inmediato, es decir, el mar de la China Meridional, igual que Estados Unidos con el Caribe. ¿Qué pruebas contradicen ese argumento?

J.S. Estados Unidos nunca ha planteado reclamaciones territoriales ni en el Caribe ni en las costas de Sudamérica. Sí hemos dejado patente que lo consideramos un entorno inmediato y que somos una potencia militar fuerte en la región, pero no hemos reclamado la soberanía sobre sus aguas. Sin embargo, China sí lo está haciendo. El mar de la China Meridional es casi tan grande como toda Europa Occidental. Si le decimos a Pekín: «Vale, podéis quedaros con él», sería un desastre y el fin del derecho marítimo internacional. Otros países harían lo mismo. Esa es la prueba número uno en este juicio.

XL. ¿Y la prueba número dos?

J.S. China está construyendo una flota gigantesca. Ya tiene más buques de guerra que Estados Unidos. Si de verdad solo quieren patrullar por el mar de la China Meridional, ¿por qué construyen submarinos y portaviones nucleares? ¿Por qué envían barcos al Báltico y al Mediterráneo? ¿Por qué levantan una base en el Cuerno de África?

XL. China tiene tres bases en el extranjero; Estados Unidos, 800.

J.S. La mayor parte de nuestra infraestructura militar global está donde está porque así lo quieren nuestros aliados. Tras la Segunda Guerra Mundial creamos una red de aliados. Nos resulta muy cara, pero nuestros amigos quieren que estemos ahí. Y, en cuanto a esa cifra de 800 bases que ha citado usted, solo hay 50 de envergadura, que tengan capacidad para varios miles de soldados.

XL. Pero es mucho más de lo que tiene cualquier otro ejército.

J.S. En realidad, China cuenta con muchas bases repartidas por todo el mundo. No tiene bases militares, pero sí controla puertos, como, por ejemplo, en Sri Lanka. Además, Pekín acaba de cerrar un importante acuerdo de cooperación con Irán.

XL. Pekín quiere estrechar lazos con Teherán. ¿China está copiando el modelo de Estados Unidos?

J.S. Lo que es seguro es que ha tomado buena nota de lo que ha hecho Estados Unidos durante estas últimas décadas. Cuando Pekín dice que no tiene una tradición de control global, puede que sea cierto desde un punto de vista histórico. Pero lo que está haciendo contradice esa afirmación. Y nos alarma. Cuando el presidente Xi Jinping explica dónde quiere estar China a mediados de siglo, suena a presencia internacional relevante. Eso no significa que tengamos que ir a la guerra, pero sería ingenuo cerrar los ojos y decir que China no es un problema.

 

“Con China no hay un ‘teléfono rojo’ como entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Eso rebajaría la tensión en una situación caliente”

 

XL. Usted fue comandante jefe de la OTAN en Europa. ¿Occidente necesita una alianza en el Pacífico para mantener a China en jaque?

J.S. No creo que Asia reúna las condiciones para crear una estructura como la OTAN. Pero pueden crearse foros -como el Quad, integrado por Estados Unidos, Japón, la India y Australia- que actúen como contrapeso a una China en ascenso. Todos miramos a China con preocupación: la India, por los recientes sucesos en el Himalaya; Japón, por sus disputas territoriales en el mar de China; Australia, por las agresivas prácticas comerciales chinas. Pero no creo que debamos crear una OTAN asiática. Sería lanzarle un mensaje demasiado provocador a China.

 
Stavridis con su esposa, Laura Hall. La mayor de sus hijas, Christina Anne, está casada con un médico estadounidense de origen chino. CORDON
 

XL. ¿Cómo se puede poner fin a la escalada actual?

J.S. Eso da para otra entrevista. Pero necesitamos más mecanismos de comunicación. Por ejemplo, no tenemos un ‘teléfono rojo’, como tenían Estados Unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría. Tampoco hay un acuerdo sobre cómo regular los incidentes en altamar.

XL. Son medidas que también servirían para rebajar la tensión sobre las personas involucradas en esos incidentes.

J.S. Los militares que pilotan esos aviones o comandan esos barcos son muy jóvenes, muchos de solo 20 o 30 años. Yo tenía 36 cuando me dieron el mando de un destructor, y era el oficial de más edad a bordo. Estos jóvenes necesitan límites y controles, y sus superiores, una línea de comunicación directa con el otro bando para rebajar la tensión en una situación caliente.

XL. La pandemia y el aislamiento de las dos superpotencias parecen haber bloqueado muchos de los canales de comunicación entre las dos potencias.

J.S. Sí, y eso afecta a nuestras relaciones económicas, los intercambios culturales, académicos y sociales… En mi caso, también tiene una nota personal; mi hija mayor está casada con un ciudadano estadounidense de origen chino, médico de profesión. La pandemia ha acentuado las tensiones. A mi yerno le gritan e insultan por la calle porque tiene rasgos asiáticos. En el servicio de urgencias donde trabaja hay pacientes que no quieren que los atiendan asiáticos, por lo de la ‘gripe china’, como algunos llaman al coronavirus.

En septiembre pasado, China lanzó el cohete Long March 11 desde el mar Amarillo. «China -dice Stavridis- está invirtiendo no solo en ciberarmas, también en su programa espacial, en misiles supersónicos y en tecnología de camuflaje. Una inversión muy inteligente y focalizada».

El mar más disputado del mundo

La soberanía del mar Meridional enfrenta a China con Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi, casi todos aliados de EE.UU. El conflicto se centra en las islas Paracelso y Spratly. La propiedad de estos archipiélagos daría libertad a su dueño para explotar sus aguas territoriales, ricas en pesca e hidrocarburos. Cada país reclama una parte, excepto Pekín que lo quiere todo. De hecho, ya ocupó ambos archipiélagos -hoy en aguas internacionales- y reclama íntegro el mar en base a una demarcación de nueve puntos que aparece en mapas de su última dinastía imperial. La zona es, además, un gran eje del tráfico internacional de mercancías. Un tercio del transporte mundial pasa por aquí.

 
1. Japón, China y Taiwán reclaman estas islas, que se encuentran bajo administración japonesa desde 1972. 2. China, Taiwán y Vietnam reclaman el archipiélago: Malasia y Filipinas sólo una parte. Brunéi no las reclama, pero ha ocupado varios arrecifes. DATOS DEL INFORME 2020 CHINA MILITARY POWER DEL PENTÁGONO.
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QUÉ ES “LA TRAMPA DE TUCÍDIDES” POR LA QUE SE TEME QUE ESTALLE UNA GUERRA ENTRE EE.UU. Y CHINA

BBC Mundo -20 agosto 2017

war on China
¿A qué se refieren los expertos cuando dicen que EE.UU. y China deben evitar caer en la trampa de Tucídides?

Quienes no conocen el pasado están condenados a repetirlo, advirtió el filósofo estadounidense nacido en España, George Santayana.

Por ello historiadores, políticos, diplomáticos, especialistas en relaciones internacionales y periodistas expertos citan cada vez con más frecuencia la llamada «trampa de Tucídides».

Se refieren a la tensión estructural letal que se produce cuando una potencia nueva reta a otra establecida, que crea las condiciones para que estalle una guerra.

El primero en describir este fenómeno fue el padre de la «historiografía científica» y de la escuela del realismo político, el ateniense Tucídedes en su narración de la Guerra del Peloponeso (siglo V a.C.).

 

«Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable» (Tucídides).

 

En nuestros tiempos, el temor es que China se convierta en esa Atenas ante una Esparta en la forma de Estados Unidos.

Ajustes necesarios

«La cuestión definitoria del orden mundial para esta generación es si China y Estados Unidos pueden evitar caer en la trampa de Tucídides», señala Graham Allison, director del Centro Belfer de Ciencias y Asuntos Internacionales en la Kennedy School de Harvard y autor del libro «Con destino a la guerra: ¿es posible que EE.UU. y China escapen de la trampa de Tucídides?».

En el pasado, subraya, «cuando las partes evitaron la guerra, se requirió de ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado«.

Tucídides se enfocó en la inexorable tensión causada por el rápido cambio en el balance del poder entre dos potencias rivales.

Y en ese sentido, nunca antes hubo un cambio tan veloz y trascendental como el ascenso de China.

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Si Estados Unidos fuera una empresa…

  • Después de la Segunda Guerra Mundial facturaba 50% del mercado económico mundial
  • En 1980 bajó al 22%
  • 3 décadas de crecimiento de China redujeron al 16% la cuota de EE.UU.
  • China pasó de representar el2% de la economía mundial en 1980 al 18% en 2016

Graham Allison, director del Centro Belfer de Ciencias y Asuntos Internacionales en la Kennedy School de Harvard

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Patrón fatal de eventos

A lo largo de la historia, los roles de Atenas y Esparta han sido interpretados por poderes emergentes, como en el caso de la Casa de Habsburgo, que desafió la preeminencia francesa en Europa en la primera mitad del siglo XVI y que luego, en los siglos XVI y XVII, pasó a ser el poder dominante retado por el Imperio Otomano.

En esas ocasiones, la rivalidad entre el poderoso y el recién llegado culminó en conflictos bélicos.

La dinámica que produce ese duelo por el poder puede explicar, dicen esos expertos, situaciones aparentemente absurdas como que el asesinato de un archiduque fuera la chispa de la catastrófica Primera Guerra Mundial.

En esa ocasión, Reino Unido, apoyado por Francia y Rusia, era Atenas y Alemania era Esparta.

Y, como Atenas y Esparta hace casi 2.500 años, después de una Segunda Guerra Mundial, todos quedaron debilitados.

Más que alarma, lección

 

war on China
El desenlace no es inevitable: los poderes pueden evitar la guerra si actúan apropiadamente

 

A pesar de que en esas situaciones de alta tensión una conflagración es altamente probable, no es inevitable.

Quizás hasta aquí no lo parece, pero tener presente la trampa de Tucídides no es fatalista: lo bueno de la historia es que sirve para aprender.

Y, gracias a un proyecto de historia aplicada realizado en la Universidad de Harvard, las lecciones de 16 casos de los últimos 500 años en los que el ascenso de una nación perturbó la posición del país dominante, están más a la mano.

El final de 12 de esos casos fue la guerra, avalando el pronóstico de la trampa de Tucídides.

Pero las otras cuatro excepciones demuestran que el destino no está trazado.

¿Cuáles son?

1.-Portugal vs. España, finales del siglo XV:

Un tratado en vez de guerra

Durante la mayor parte del siglo XV, Portugal eclipsó a su tradicional rival y vecino, la Corona Española de Castilla, liderando el mundo en la exploración y el comercio internacional.

En la década de 1490, una España unida y rejuvenecida comenzó a desafiar el dominio de Portugal y reclamar la supremacía colonial en el Nuevo Mundo, poniendo a las dos potencias ibéricas al borde de la guerra.

Una intervención del Papa y el Tratado de Tordesillas de 1494 evitaron un conflicto devastador.

 

2.-Reino Unido vs. Estados Unidos, principios del siglo XX:

 

Una relación muy especial

 

En las últimas décadas del siglo XIX, el poder económico estadounidense superó el del imperio más importante del mundo, Reino Unido.

La creciente flota estadounidense era un rival potencialmente preocupante para la Real Fuerza Naval del imperio británico.

Cuando EE.UU. comenzó a afirmar la supremacía en su propio hemisferio, Reino Unido lidiaba con otros retos de amenazas más cercanas que ponían en riesgo su imperio colonial, así que se acomodó al ascenso de su antigua colonia en América.

Las concesiones de Reino Unido evitaron enfrentamientos con EE.UU., que se aseguró el dominio en el hemisferio occidental.

Este gran acercamiento sentó las bases para las alianzas entre Estados Unidos y Reino Unido en dos guerras mundiales y la permanente «relación especial» que ambas naciones siguen dando por sentado.

 

3.-Estados Unidos vs. Unión Soviética, 1940’s-1980’s:

 

Mantuvieron una enemistad profunda y helada

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la superpotencia indiscutible del mundo.

Controlaba la mitad del PIB mundial, tenía formidables fuerzas militares convencionales y un monopolio del arma más destructiva que la humanidad había producido jamás: la bomba nuclear.

La hegemonía estadounidense, sin embargo, pronto fue desafiada por su aliada de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética.

Aunque a menudo tensa, la Guerra Fría fue uno de los mayores éxitos de la historia en términos de escapar de la trampa de Tucídides.

Mediante el desarrollo de formas de competencia fuera del conflicto armado, las dos potencias manejaron pacíficamente la pugna por poderío de más alto riesgo de la historia.

 

La caída del muro de Berlín fue un evento feliz pero provocó algunas preocupaciones

4.- Reino Unido y Francia vs. Alemania, 1990’s-presente:

Al concluir la Guerra Fría, muchos temieron que una Alemania reunificada volviera a sus viejas ambiciones hegemónicas, amenazando a Francia y Reino Unido.

Si bien tenían razón en que Alemania estaba destinada retornar al poder político y económico en Europa, su ascenso ha sido en gran medida benigno.

Conscientes de haber caído en la trampa de Tucídides en el pasado, los líderes alemanes encontraron una nueva forma de ejercer poder e influencia: liderando un orden económico integrado en vez de aspirar al dominio militar.

 


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