FEMINISMO Y PROPAGANDA: «El desproporcionado número de referencias al machismo en los medios de comunicación españoles», por David Rozado

El desproporcionado número de referencias al machismo en los medios de comunicación españoles

 

EMPUJADOS AL ABISMO: SUICIDIO MASCULINO E INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA LVG

Hasta el 80% de los hombres que cometen suicidio estaba inmerso en procedimientos judiciales de divorcio viciados por la LVG
Por Manuel Mañero

Ideas, 16 SEPT 2023

 
 

Por chocante que nos pueda parecer, la ciencia del suicidio no ha cambiado demasiado, o al menos no de forma proporcional respecto a los pretendidos avances en materia social, en los más de 120 años desde la publicación de El Suicidio, el gran tratado teórico que lo presentó al mundo moderno, firmado por el sociólogo francés Émile Durkheim. Lo que la posmodernidad ha traído consigo ha sido su banalización, el encriptamiento, si se prefiere, de la casuística suicida. Y esto no tiene tanto que ver con el empirismo como con las obligaciones desatendidas de los Estados, lo que desemboca en lo que Durkheim ya categorizó como suicidio anómico: el que resulta de la desorientación del individuo respecto de la circunstancia social que lo avasalla. Por eso, aunque las cifras y las categorías aparenten invariabilidad —que no es el caso—, sigue llamando la atención que ni el desarrollismo de las naciones ni la ubercivilización hayan mitigado esa definitiva falla que empuja a los individuos al abismo del mal considerado mayor acto de libertad posible: atentar contra la vida propia. De hecho, en el caso del hombre (tan a menudo criminalizado, arruinado y ridiculizado) ocurre al revés.

En España, dos de cada tres personas que se quitan la vida son hombres, hecho contrastado que evoca una asombrosa paradoja de género, pues las mujeres lo intentan hasta tres veces más. Como la estadística no cubre el espectro de quienes llevan a cabo la acción, únicamente podemos atender a la vaga revisión de las motivaciones de quienes lo intentan, y ese sí suele ser un hallazgo importante, dado que el hombre suele elegir métodos letales —es decir, parece más convencido de acabar con su dolor—. Las primeras aproximaciones al estado del bienestar social en el mundo post Covid-19 se bastan por sí solas para justificar el leve aumento de casos registrados, pero no lo explican todo. De hecho, el que existan estudios detallados sobre esta causa magna ya da una pista de cómo de interesados pueden estar los expertos a sueldo de las administraciones para encubrir las causas complementarias. Y ahí es donde entran, por este orden, la ingeniería estadística —que revisaremos en el caso español con especial interés— y la importancia de diferenciar motivaciones entre hombres y mujeres en nuestro país a la hora de tocar fondo hasta el punto de disociar consciencia y consecuencia del suicidio.

Hace tiempo que planea sobre el caso español una imagen bastante amplia de la ascendente gravedad del suicidio —entre 10 y 11 personas según datos oficiales infraestimados, es decir, entre 7 y 8 hombres al día de media— como desafío social. Decimos infraestimados porque la contracción numeraria (4.000 suicidios al año) no corresponde de forma natural con el de tentativas (cerca de 80.000), y acudir a las fuentes oficiales no ofrece más detalles. Convenientemente, y pese a los reiterados intentos del Instituto Nacional de Estadística (INE) por aplazar la depuración y publicación de los datos —que rechazan la práctica totalidad de asociaciones, expertos independientes y académicos consultados—, España no ofrece datos relevantes sobre la casuística del suicidio desde hace más de dos años. Y menos aún por categorías. Algo llamativo, teniendo en cuenta cómo se sirve de él el aparato de propaganda política marginal, especialmente a la izquierda pero también, por omisión, a la derecha. Llegados a este punto, no cabe más que preguntarse qué razón o razones podrían incentivar la desinformación sobre la sociología del suicidio en nuestro país.

 

 

Como ir a la categoría de los organismos superiores dedicados a ello es técnicamente imposible, podemos empezar a encontrar pistas sobre la sociología del suicidio masculino en España en los demás actores que tratan a diario con él. La mayoría de ellos no atesora datos individuales pero coincide en señalar, desde la experiencia y la observación de la dedicación continuada, dos aspectos como disparadores de las consultas en casos de tentativa autolítica, esto es, aquellas en las que el individuo, por activa o pasiva, conoce que de su acción no resultará la muerte. Uno de ellos, universalizado pero de mayor preponderancia en el caso de los hombres, es la opresión económica —puede ser resultado de una pérdida de empleo, desahucio, deudas, embargos, etcétera—. El otro, con el que establece una conexión orgánica, sitúa el conflicto alrededor de procesos de divorcio o separación y, más concretamente en los últimos años, en los respectivos al establecimiento de custodias de los hijos en común. Cuando empezamos a desgranar con las fuentes consultadas algunos de estos casos, entendemos fácilmente que esa sugerida relación entre causas resulta ser definitiva.

Curiosamente, la dislocación de la estructura familiar o matrimonial también sirvió a Durkheim para narrar la notable diferencia entre suicidios de hombres o mujeres, aunque con algunos apartes que conviene destacar. El primero, que estudia actos cometidos, es decir, no de tentativa; y el segundo, que no distingue entre divorcios finalizados o divorcios en proceso. La explicación de Durkheim a este fenómeno en su libro de 1897 es muy especial, pero las conclusiones son inequívocas: «Tanto más favorece el matrimonio a la mujer desde el punto de vista del suicidio cuanto más practicado es el divorcio». Puntualiza que «las perturbaciones del hogar son, en la mayoría de los casos, imputables al hombre» y desarrolla su teoría alrededor de la función del matrimonio como regulador de la pulsión polígama del varón y la imposición estamental de una «saludable disciplina» pasional, cuya ruptura desemboca precisamente en inseguridad e indefinición. Según Durkheim, el matrimonio es para la mujer «una molestia sin grandes ventajas», lo que explicaría por qué «el divorcio la protege y por qué recurre a él de buen grado».

Superada esta excitante versión extemporánea de los hechos, y estando relacionado por expertos en suicidio y salud mental la función actual entre suicidios y divorcios y separaciones, sin perder del todo de vista la causa espiritual, lo cierto es que en España opera una Ley frecuentemente instrumentalizada para interferir en estos conflictos, de la que hemos hablado largo y tendido anteriormente. La Ley Orgánica (LO) 1/2004, protege económicamente a la mujer —cuya asistencia judicial está sufragada por el Estado y blindada, cuando no incentivada, por las numerosas asociaciones que a su vez también obtienen beneficio económico de la administración—. No parece descabellado, pues, colegir que las dos grandes cuestiones por las que el hombre se ve empujado al suicidio —ruina y enfrentamiento anómico a su lugar en la sociedad como varón o padre repudiado— tengan una correspondencia estrecha. No en vano, el rango de edad en el que se dan más suicidios es entre los 40 y los 59 años, que aun coincidiendo con el mismo rango en que más divorcios hay arroja cifras muy dispares por sexo: 15 hombres frente a 4,7 mujeres por cada 100.000 habitantes, según datos de 2022.

Luis Fernando López, coordinador técnico de Hablemos del Suicidio (proyecto del Colegio de Psicólogos de Madrid), hace hincapié en la naturaleza multifactorial del suicidio aunque reconoce que, según experiencia clínica, el hombre afronta ciertos procesos en franca desigualdad. Cita, en concreto, la vulnerabilidad económica ya referida pero también el desarraigo comunitario y la ruptura con las relaciones personales y familiares derivadas —como pueda ser perder contacto con los hijos—, de nuevo particularidades sobreexpuestas si tenemos en cuenta, como comenta Luis Fernando, que la conducta suicida está fuertemente determinada por la cultura y el momento en que se viven estos cambios. «El hombre tarda mucho en solicitar ayuda, de hecho cuando la pide muchas veces ya expresan la intención suicida de forma eufemística, muy sutil, cuando su estado ya está francamente deteriorado», explica. Entre las muchas posibles causas, refiere a los «largos procesos judiciales» derivados de estos conflictos, que ya hemos visto que, según cómo se enfoquen, pueden acarrear consecuencias psicológicas pero especialmente económicas devastadoras para el hombre.

En la AEESME (Asociación Española de Enfermería de Salud Mental) coinciden en señalar los problemas económicos como disparador esencial en los casos de intentos de suicidio en hombres. Otra vez. De charlas informales con fuentes policiales se infieren enseguida, según la experiencia en actuaciones, relaciones homologables: con razonable frecuencia, agentes que han engrilletado o asistido a falsos acusados en juicios por supuestos malos tratos coinciden días después en avisos por suicidios o intentos de ídem de esos mismos hombres, arrollados por la desesperación de verse inmersos en callejones sin salida, cuya problemática coincide con la expresada por los expertos en cuanto a los factores desencadenantes. Si no fuera por lo frívolo, casi podríamos decir que el feminismo radical se ha apropiado de un lema, «nos matan», que estadísticamente podría corresponder, traducido a voz pasiva, a los hombres a los que criminaliza. Pero mientras los delatores del INE sigan sin dar con los botones, éste no será más que otra ventanilla cerrada a cal y canto en la que exigir responsabilidades.

 

EL SUICIDIO EN ESPAÑA (2018) // «El Suicidio en Durkheim, o la Modernidad de la Triste Figura», por Eduardo Bericat

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EL DESPROPORCIONADO NÚMERO DE REFERENCIAS AL MACHISMO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESPAÑOLES

Buena parte de los principales medios nacionales contrastan con sus homólogos internacionales al triplicar el número de menciones a la cuestión

Por David Rozado

El Debate, 09 MARZO 2023

 

En trabajos previos he documentado el espectacular incremento de la terminología woke (racismo, sexismo, homofobia, transfobia, islamofobia, diversidad, lenguaje inclusivo, igualdad, etc.) en el contenido escrito de los principales medios de comunicación americanos y británicosRecientemente, he extendido el análisis previo a 98 millones de artículos de noticias y opinión de 124 medios de comunicación pertenecientes a 36 países que representan distintas regiones del planeta (Europa continental, países occidentales de habla inglesa, Asia, América Latina, región del Golfo Pérsico y África). Uno de los resultados que más me ha llamado la atención es la desproporción con la que los principales medios de comunicación españoles mencionan palabras que significan prejuicio de género (sexismo, sexista, machismo, machista, misoginia y misógino) en comparación con los medios de cualquier otro país.

 

he extendido el análisis previo a 98 millones de artículos de noticias y opinión de 124 medios de comunicación pertenecientes a 36 países que representan distintas regiones del planeta (Europa continental, países occidentales de habla inglesa, Asia, América Latina, región del Golfo Pérsico y África). Uno de los resultados que más me ha llamado la atención es la desproporción con la que los principales medios de comunicación españoles mencionan palabras que significan prejuicio de género (sexismo, sexista, machismo, machista, misoginia y misógino) en comparación con los medios de cualquier otro país.

 

El método de análisis empleado consiste en utilizar técnicas computacionales que analizan millones de artículos de noticias y opinión publicados en los principales medios de comunicación del planeta y contabilizan el número de menciones de palabras específicas. La siguiente figura muestra cómo este método captura las dinámicas temporales de distintos fenómenos, eventos y figuras públicas de relevancia sociológica. Los detalles específicos sobre la metodología del análisis y su reproducibilidad se pueden encontrar en este repositorio público.

La desproporción con la que los medios de comunicación españoles utilizan palabras tales como machismo, sexismo o misoginia es de tal magnitud, que ninguno de los medios de comunicación de los 36 países analizados se acerca a la intensidad con la que los medios españoles mencionan este tipo de palabras. De hecho, España prácticamente triplica en número de menciones de palabras que significan prejuicio de género a los países que la siguen en el ranking de mayor frecuencia de uso de este tipo de palabras (Francia, Reino Unido, Brasil, Australia, Chile y Argentina).
 
 
En el análisis longitudinal de los principales medios de comunicación europeos se revela que la anómala frecuencia con la que los medios de comunicación españoles mencionan el machismo en comparación con sus homólogos europeos comenzó aproximadamente entre el año 2004 y el año 2006, los primeros años de la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE). Entre el año 2000 y el año 2003, los medios de comunicación españoles se referían al machismo con una frecuencia similar a la de sus homólogos europeos. Sin embargo, entre 2004 y 2007 el número de apelaciones a palabras que significan prejuicio de género creció hasta convertir a los medios de comunicación españoles en los que utilizaban más a menudo este tipo de apelaciones entre sus homólogos europeos. Cuantitativamente, el número de referencias al machismo en los medios de comunicación españoles se incrementó entre los años 2000 y 2021 en un 531 % (952 % entre el 2000 y el 2019).
 
 
 
Un análisis individualizado de los medios de comunicación españoles revela la diferente intensidad con la que distintos medios se refieren al prejuicio de género. La figura siguiente también incluye un periódico norteamericano, el New York Times, como referencia (con trazo discontinuo color cian). Incluso los medios de comunicación españoles considerados a la derecha del centro político utilizan más a menudo referencias al prejuicio de género que un periódico norteamericano considerado izquierdista como el New York Times.
 
 
 
 
La siguiente figura visualiza la media anual de referencias al prejuicio de género en los medios españoles entre los años 2015 y 2021. En la figura se puede apreciar que los medios que con más frecuencia se refieren al prejuicio de género son La Sexta y la cadena autonómica vasca EITB.
 

 
Un análisis comparativo de los 124 medios de comunicación internacionales analizados muestra que La Sexta es el medio de comunicación que más referencias al machismo utiliza, triplicando en el uso de esta terminología al siguiente medio de comunicación fuera de España que más la utiliza (el británico The Guardian).
 
 
 
 
Los resultados de este análisis sugieren que los medios de comunicación españoles constituyen una anomalía a nivel global por la alta frecuencia con la que se refieren al prejuicio de género en su contenido escrito.
 
Lo más paradójico de estos resultados es que España es uno de los países del mundo con los niveles más bajos de violencia física o sexual hacia las mujeres (ver evidencia cuantitativa múltiple producida por Naciones UnidasOur World in Data, la OCDE o la Organización Mundial de la Salud). España es también uno de los países del mundo con menor desigualdad de género, de acuerdo al índice GII de Naciones Unidas. A pesar de estos datos positivos que muestran que España es un país con niveles comparativamente bajos de prejuicio de género contra las mujeres, los medios españoles utilizan palabras que sugieren hostilidad de trato por parte de los hombres hacia las mujeres con mucha mayor intensidad que los medios de cualquiera de los otros 35 países analizados en este estudio.
 
 
A pesar de estos datos positivos que muestran que España es un país con niveles comparativamente bajos de prejuicio de género contra las mujeres, los medios españoles utilizan palabras que sugieren hostilidad de trato por parte de los hombres hacia las mujeres con mucha mayor intensidad que los medios de cualquiera de los otros 35 países analizados en este estudio
 
 
Es importante señalar que la prominencia temática en los medios de comunicación no es exclusivamente responsabilidad de los profesionales mediáticos. Si bien es cierto que los periodistas tienen un alto grado de control sobre qué temas amplificar o silenciar, en el contenido de dichos medios también se refleja el énfasis que otras instituciones (políticas, educativas, culturales, etc.) adjudican a distintos temas. En España, la implantación en las instituciones políticas de narrativas ideológicas que frecuentemente estigmatizan a los hombres y sugieren la existencia sistémica de hostilidad de trato por parte de los hombres hacia las mujeres podrían ser parcialmente responsable de la exagerada prominencia mediática de palabras que significan prejuicio de género. 
 
 
Los posibles sesgos ideológicos y de género embebidos en los medios de comunicación españoles podrían ser parcialmente responsables de este foco exagerado
 
 
Probablemente, la pregunta más importante que emerge de los resultados de este análisis es cuestionarse el impacto en las relaciones entre hombres y mujeres en España de una opinión pública que está repetidamente expuesta a un contenido mediático con una alta carga de emocionalidad negativa y que sugiere una existencia exagerada de prejuicio de género contra las mujeres. Los efectos de esta exposición repetida a dicho lenguaje corrosivo en las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres tanto en el entorno laboral como en el familiar, así como en la formación de parejas, familias y en la estabilidad de las mismas, debería ser objeto de futuros estudios.
 
Los posibles sesgos ideológicos y de género embebidos en los medios de comunicación españoles y que podrían ser parcialmente responsables de este foco exagerado en el prejuicio de género en el contenido mediático, convierte a dichos medios en una anomalía a nivel global que debería ser también objeto de futuras investigaciones. 
 
 
España es uno de los países del mundo con menor tasa de violencia física o sexual hacia las mujeres y con menor desigualdad de género
 
 
En conclusión, este análisis ha documentado como los medios de comunicación españoles utilizan de manera desproporcionada palabras que sugieren prejuicio de género de los hombres hacia las mujeres. El uso desmedido de terminología con una alta carga de emocionalidad negativa y un potencial efecto corrosivo en las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres, no se corresponde con la realidad sociológica subyacente: España es uno de los países del mundo con menor tasa de violencia física o sexual hacia las mujeres y con menor desigualdad de género, según varios organismos internacionales tales como Naciones Unidas, la OCDE, el IHME o la Organización Mundial de la Salud. Que los medios españoles se refieran al machismo y a la misoginia con una intensidad que triplica a la de los medios de cualquier otro país del mundo, convierte a los medios españoles en una anomalía a nivel global y dicho énfasis mediático no se corresponde con la realidad social española.
 
En conclusión, este análisis ha documentado como los medios de comunicación españoles utilizan de manera desproporcionada palabras que sugieren prejuicio de género de los hombres hacia las mujeres

 

 

«Vivimos en una nación en la que los médicos destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, la prensa destruye la información, la religión destruye la moral, y nuestros bancos destruyen la economía» .

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VIOLENCIA E IDEOLOGÍA DE GÉNERO

Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como “negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas”

Por Juan Francisco Arza, 22 MARZO 2323

El desproporcionado número de referencias al machismo en los medios
Manifestación feminista en la Puerta del Sol con motivo del 8-M de 2020. Europa Press

 

La izquierda ha conseguido imponer la ideología de género en el debate público español. Así se desprende de un reciente estudio del investigador David Rozado, que demuestra que las principales televisiones y periódicos de España utilizan el lenguaje propio de la ideología de género de una forma mucho más frecuente que los medios de otros países. Palabras como “sexista”, “machista” o “misoginia” son utilizadas hasta tres veces más que en países como Francia o el Reino Unido. Medios españoles catalogados como conservadores utilizan más ese lenguaje que el izquierdista New York Times.

La saturación del debate público con referencias a la ideología de género no guarda ninguna proporción con la realidad social. España es uno de los países europeos con menor número de feminicidios y agresiones sexuales. Las raras ocasiones en los que los defensores de la ideología de género son confrontados con esos datos, suelen recurrir a la demagogia y al victimismo. Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas. Las razones palidecen frente a las fuertes emociones que provocan determinados crímenes, utilizados hábilmente por políticos y comunicadores para reforzar su relato. 

 

Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal

 

No todos los crímenes, claro está, reciben igual atención. Una vez impuesto el marco mental de la izquierda, los infanticidios cometidos por mujeres, la violencia entre parejas de gais y lesbianas, o las violaciones grupales cometidas por pandillas de inmigrantes pasan desapercibidas. Gracias a poderosos sesgos e incentivos, toda evidencia que cuestiona los prejuicios, consignas y tópicos dominantes es rechazada e ignorada. Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal.

El triunfo de la ideología de género ha provocado cambios legislativos que vulneran el principio de igualdad y provocan daños irreparables a muchos inocentes. También ha generado un enorme negocio para quienes se dedican a la asesoría legal, la formación y la elaboración de estudios e informes sobre la materia. Han proliferado los departamentos, consejerías, direcciones, y agencias pobladas de políticos y supuestos expertos, todos ellos bien remunerados. Pero no ha supuesto ningún beneficio para las mujeres, que no están más seguras ni mejor protegidas. 

 

Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado

 

Tomemos el caso de Cataluña y de su capital, en donde la hegemonía ideológica de la izquierda es total, y en donde gobiernan desde hace años fuerzas políticas que han hecho bandera del “feminismo”, de la “lucha contra la violencia machista”. Las medidas y recursos de todo tipo destinados a la violencia contra las mujeres no han parado de crecer. Y sin embargo, los gobernantes no pueden esgrimir ni una sola estadística que avale la eficacia de sus políticas. Tomen el dato que quieran: número de violaciones, asesinatos, denuncias… Pasado el periodo excepcional de la pandemia, los datos de violencia contra las mujeres siguen una preocupante senda ascendente. Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado.

Ada Colau es un ejemplo paradigmático de “político-chamán que ha destinado ingentes recursos públicos a políticas ineficaces. Afortunadamente, en Barcelona y en toda España comienzan a abrirse paso voces como la de Eva Parera, rival de Colau y candidata del partido Valents, que cuestionan abiertamente el marco impuesto por la izquierda y dócilmente asumido por fuerzas como el PP. El éxito de sus videos en medios no convencionales como TikTok o Youtube, criticando medidas absurdas como los “puntos lila”, es una esperanza de que tal vez las cosas están comenzando a cambiar.

 

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«¿Qué es el hombre? Nada. ¿Qué es la mujer? Nada. ¿Qué es el ser humano? Todo»

JOSEPH DÉJACQUE

 

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EL ALGORITMO ES MACHISTA Y RACISTA: ELLOS SON LOS JEFES, ELLAS SON COMPASIVAS…

La inteligencia artificial también discrimina

Los generadores de imágenes de inteligencia artificial más populares reflejan prejuicios raciales y de género, una realidad que puede perpetuar resultados discriminatorios en la vida real. ¿Por ejemplo? Que no te contraten por ser mujer.

Por María Ibáñez

ABC, 11 ABRIL 2023

 

El 97 por ciento de los resultados obtenidos para las palabras ‘consejero delegado‘ o ‘director‘ muestran imágenes de hombres blancos. Más incluso que en la vida real», explica un estudio llevado a cabo por un equipo de investigación de la empresa de inteligencia artificial (IA) Hugging Face y la Universidad de Leipzig (Sajonia-Alemania). Tras analizar las imágenes generadas por DALL-E 2 y Stable Diffusion, dos de las herramientas de IA más utilizadas para crear imágenes a partir de texto, los investigadores descubrieron que los estereotipos más habituales, como relacionar las profesiones de poder con hombres y las de ‘asistente‘ o ‘recepcionista‘ con mujeres, empiezan a perpetuarse de manera peligrosa también en el mundo virtual.

En cuanto a los rasgos de personalidad, los resultados también mostraron importantes estereotipos: cuando se agregaban adjetivos como ‘compasivo‘, ‘emocional‘ o ‘sensible‘ para describir una profesión, la IA ofrecía más imágenes de mujeres; mientras que si las palabras adicionales eran ‘obstinado‘ o ‘intelectual‘, en la mayoría de los casos, los resultados eran imágenes de hombres.

Son muchos los expertos que llevan años advirtiendo de los riesgos que entraña esta tecnología si no se despliega con estándares éticos. «Dado que los sistemas de conversión de texto en imagen basados en el aprendizaje automático son cada vez más frecuentes y se adoptan cada vez más como servicios comerciales, caracterizar los sesgos sociales que presentan es un primer paso necesario para reducir el riesgo de resultados discriminatorios», escriben los investigadores de Hugging Face.

 

Cuando se agregan adjetivos como ‘emocional’ o ‘sensible’ para describir una profesión, la IA ofrece más imágenes de mujeres

 

Pero, ¿a qué se refieren con que todo esto puede ser peligroso en la vida real? La respuesta la encontramos en estudios como el que ha llevado a cabo la Universitat Oberta de Catalunya. Según los responsables de esta investigación, publicada en la revista Algorithms, estos prejuicios pueden tener grandes impactos en la sociedad: «Los sesgos afectan a todo aquel que se encuentre discriminado, excluido o asociado a un estereotipo. Por ejemplo, podrían excluir un género o una raza de un proceso de decisión o, simplemente, asumir un comportamiento determinado por el género o el color de piel», explica su investigadora principal, Juliana Castañeda Jiménez.

 

La compasión es femenina. Las imágenes que genera Stable Diffusion si a la palabra ‘gerente’ se le añade el adjetivo ‘compasivo’ ya incluyen mujeres. Si solo se le piden imágenes de ‘gerentes’, ellas brillan por su ausencia.

 

Para concretar todavía más, el equipo utiliza varios ejemplos: el caso de una conocida herramienta de contratación que prefería a candidatos masculinos antes que femeninos o el de algunos servicios de crédito que ofrecían condiciones menos ventajosas para las mujeres que para los hombres. «Si se usan datos históricos y no están equilibrados, probablemente se verá un condicionamiento negativo relacionado con demografía negra, gay e incluso femenina, dependiendo de cuándo y de dónde son esos datos», concluye Castañeda.

 

El ChatGPT se explica así: «La IA puede tener problemas de sesgo de género debido a que los algoritmos son diseñados y entrenados por seres humanos, quienes pueden tener prejuicios y estereotipos de géneros»

 

Pero, entonces, ¿quién tiene la culpa? Pues en esto todos coinciden: «Algunas de las principales causas son la infrarrepresentación de las mujeres en el diseño y desarrollo de productos y servicios de IA y el uso de conjuntos de datos con sesgos de género», señala la investigadora, que sostiene que el problema está relacionado con los entornos culturales en los que son desarrollados.

«El algoritmo, al entrenarse con datos sesgados, puede determinar los patrones ocultos que existen socialmente y, a la hora de operar, los reproduce. Así que, si en la sociedad, la representación de hombres y mujeres no es equilibrada, el diseño y desarrollo de los productos y servicios de IA presentarán sesgos de género».

 

Toro sentado. También hay una herramienta en Hugging Face que permite a las personas ver cómo los modelos de IA representan diferentes etnias y géneros. Por ejemplo, cuando se les da el mensaje ‘nativo americano’, tanto DALL-E 2 como Stable Diffusion generan imágenes de personas con tocados tradicionales.

 

¿Y qué opina el propio ChatGPT si se le pregunta al respecto? Por supuesto: la culpa es de los padres. O, en su caso, de sus creadores: los humanos. ‘Síndrome del emperador‘ se llama. Así contesta el chat a la pregunta de si tiene problemas de sesgo: «Sí, la Inteligencia Artificial puede tener problemas de sesgo de género debido a que los algoritmos de IA son diseñados y entrenados por seres humanos, quienes pueden tener prejuicios y estereotipos de género incorporados en su pensamiento y comportamiento. Si estos prejuicios no se abordan durante el desarrollo y entrenamiento de los algoritmos de IA, pueden perpetuarse y amplificar los sesgos de género en las decisiones y recomendaciones automatizadas que la IA proporciona».

Y continúa: «Por ejemplo, si los datos utilizados para entrenar un algoritmo de IA provienen de fuentes históricamente sesgadas, como la discriminación de género en la educación o la contratación, el algoritmo podría perpetuar estas desigualdades. Además, algunos sistemas de IA, como los asistentes virtuales, han sido programados para responder a ciertas preguntas o solicitudes de una manera que refleja estereotipos de género, como que las mujeres son más adecuadas para ciertas tareas domésticas. Para abordar estos problemas de sesgo de género en la IA, es importante que los desarrolladores de algoritmos se aseguren de utilizar datos diversos y representativos, y de evaluar continuamente y corregir cualquier sesgo que se identifique. También se deben implementar medidas de transparencia y rendición de cuentas para garantizar que las decisiones tomadas por la IA sean justas e imparciales».

Que hasta Elon Musk se haya unido a los más de mil expertos que han pedido detener la nueva IA durante seis meses por temor a riesgos para la sociedad a lo mejor nos debería hacer pensar que algo «inconveniente para el ser humano» podría pasar. Pero si ya escuchamos a Geoffrey Hinton, conocido como el «padrino de la inteligencia artificial», contestando en una entrevista en CNS News que «no es inconcebible» que la IA intente acabar con la humanidad, podremos entender por qué ya hay quien habla del «escenario Terminator«, recordando el futuro apocalíptico de la película de James Cameron.

 

Las caras del poder. La herramienta creada por los investigadores de Hugging Face para comprobar los sesgos de género propone estos rostros cuando se le pide la imagen de una persona que se dedica a la ciencia y otra a pilotar aviones.

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EL CASO RUBIALES Y EL DESMORONAMIENTO DEL ANDAMIAJE TEÓRICO DEL FEMINISMO

Por Hasel-Paris Álvarez
Gaceta, 15 SEPT 2023
Luis Rubiales. Europa Press

 

La conducta de Rubiales en el Mundial fue inapropiada, sus movimientos en los días siguientes fueron oscuros y, seguramente, las sanciones recibidas son pertinentes. Sin embargo, pese a su trayectoria de artero y manipulador, en esta ocasión parece que Rubiales dijo alguna verdad.

Hace unos años ni siquiera estaríamos hablando sobre «quién tiene la verdad» ni a quién «sí hay que creer», pues entendíamos que la justicia no se impartía según creencia sino según razón, y que la «verdad» rara vez caía toda ella del lado de una de las partes en liza, ni mucho menos lo hacía en virtud de su pertenencia a determinado grupo humano (su sexo, por ejemplo). Pero el feminismo lo ha cambiado todo (todo, menos las condiciones materiales de las mujeres trabajadoras). Más bien diríamos que ha cambiado el marco teórico de las élites, que es, al fin y al cabo, a lo que aspira todo movimiento gestado desde el poder.

Examinar pruebas, averiguar motivaciones, contrastar testimonios, interrogar acerca de detalles y estimar las versiones contrarias ya no son entendidos como los elementos básicos de un proceso judicial justo. Ahora son herramientas con que la «justicia patriarcal» tortura a «la víctima», tal y como (imaginan) hacía la inquisición con las pobres brujas.

1 – La primera afirmación de Rubiales es que el beso que le estampó a Jennifer Hermoso fue poco más que una anécdota. Esto es creíble. Así lo afirmó también Hermoso en una primera entrevista con la Cope: «ha sido la efusión del momento, no hay nada más allá, se va a quedar en una anécdota y ya está». Sin embargo, fue elevado a «cuestión del momento» durante semanas, debido al apetito insaciable de telebasura y prensa rosa-amarilla. Es el negocio de tertulias y columnas sensacionalistas, que abultan la nómina de sus «expertos» y achican el seso del público. Los espectadores y lectores se ven invitados a participar del ruido, envenenar con la discordia su lugar de reunión o (mejor aún) su hogar y, finalmente, emerger con un veredicto que les permita irse a dormir con la idea de que aún tienen alguna capacidad de juicio y decisión en sus vidas completamente enajenadas.

Es destacable que, antaño, la izquierda reconocía en este aparato mediático un brazo del capitalismo que, hablando de los «picos» que dan los famosos, acallaba todo debate sobre los otros «picos»: los de la subida del precio de luz o aceite. Pero a medida que la progresía se constituye también como brazo del capitalismo, el sector feminista aprende a agradecer estas distracciones públicas para tapar sus propias vergüenzas, como la excarcelación de violadores.

Toda la agenda «progresista» termina complaciéndose en ser un payaso más del circo audiovisual. Así nos pasamos el verano, alternando alegatos feministas con la «alerta climática» del calor que hace cuando es verano, o debates sobre la relación del descuartizador de Tailandia con el colectivo LGTB(etc). Las grandes preocupaciones de la nueva izquierda (que debían hacer temblar al sistema) tienen en realidad, para el mercado, la dimensión de un relleno de parrilla vacacional.

 

 

2 – La segunda afirmación de Rubiales fue que el beso fue «espontáneo», sin premeditación ni intención de ofender. Esto también es creíble. La narrativa feminista va en dirección contraria. Todo es parte de un plan mayor, de una conciencia colectiva, de un diseño superior: el Patriarcado. La «conspiración judía» permitía a los nazis acusar a los judíos de estar detrás del capitalismo y del comunismo a la vez, igual que la «conspiración patriarcal» sirve para una cosa y su contraria. Se define como el sistema en que cada mujer ha de ser propiedad de su respectivo hombre en lo que a su cuerpo se refiere, pero a la vez se define como el sistema que permite a los hombres besar o agraviar libremente a cualquier mujer (vulnerando la anterior definición de propiedad).

El pico de Rubiales formaría parte de la «cultura de la violación», el «femicidio», el «holocausto trans» y demás marcos narrativos absolutos (y absolutistas). No sería, como decía Hermoso, una «anécdota», sino una categoría. En el delirante esquema feminista, existe una escalera ascendente en cuyos peldaños inferiores estarían desde un piropo hasta un chiste machista, que acabarían llevando inevitablemente a ser Jack el destripador o el monstruo de Amstetten. Es una perspectiva neo-puritana que, cuando yo era niño, usaban los insoportables moralistas que aseguraban que jugar al videojuego «Final Fantasy» te podía convertir en «el asesino de la katana».

Al revés que los feministas, que presuponen esta inercia malvada en los demás, hemos de presuponerle al feminismo una buena intención. Seguramente entienden que dar las batallas mediáticas (por leves o confusas que puedan ser) ayuda a visibilizar otros casos más terribles. Es la misma idea tontorrona que esperaba solucionar los conflictos étnicos poniendo a un presidente negro en la Casa Blanca. Apuntar alto y esperar que la justicia «gotee» hacia abajo. El problema es que no hay escalera alguna, sino una pirámide en que la base está cortada de la cúspide, de forma que intentar reprimir «lo leve» no logra evitar «lo grave», ni intentar corregir a «los de arriba» mejora en forma alguna los sufrimientos de «los de abajo».

 

 

3 – La tercera afirmación de Rubiales es que el beso se dio en un contexto «eufórico», es decir, en un momento de excepcionalidad tal (ganar un Mundial) que diluiría los límites entre lo aceptable y lo inaceptable en la conducta cotidiana. Esto también es creíble. Más, en un país donde las victorias deportivas pueden celebrarse saltando desnudos a una fuente, o agarrándose y empujándose cuando estábamos en pleno distanciamiento por COVID.

El argumentario feminista hace ver que este beso robado no es una irregularidad en un instante de celebración, sino la normalidad en una constante tragedia vital. Sería el «pico» del iceberg, en cuyas oscuras profundidades se hundiría el acoso sexual, el maltrato, la violación y todo cuanto quepa imaginar. Esta falsa correlación busca mezclar actos de categoría diferente, la obsesión feminista por tipificar como delito todo lo que considere reprobable (a ser posible, refundido en un único tipo penal). Lo de Rubiales sería una agresión sexual, tanto como la más brutal de las violaciones.

El feminismo no acepta que el beso de Rubiales haya sido no-lujurioso, no-romántico y sin elemento sexualizador alguno. «Es imposible», afirman, «porque ocurre entre un hombre y una mujer, ¿acaso un hombre heterosexual le daría un pico a otro?». Y aunque Rubiales nunca le haya dado un pico a un hombre (ignoro si es así), una trasgresión exclusiva «entre diferentes sexos» sigue sin tener necesariamente un contenido «sexual», pues la trasgresión social tiene sentido en tanto que afecta a un código cultural: al «género» y no al «sexo» (¿tanta matraca nos han dado con esta distinción para no comprenderla?).

En cualquier caso, sorprende la duda sobre la existencia del “pico entre heterosexuales”, viniendo de sectores que se han dedicado al arte del «pico espontáneo» indiscriminado hombre-a-mujer (Errejón y Carmena), hombre-a-hombre (Iglesias y Xavier Domènech) y mujer-a-mujer (Colau e Itziar Castro). Esta “izquierda trasgresora” tiene la misma iniciativa revolucionaria que la MTV hace 20 años (cuando el beso de Britney Spears y Madonna). Su objetivo es declarado: «des-sexualizar» este gesto, como parte de una ofensiva general contra todo tabú, límite y código de género (incluyendo la reciente campaña de «des-sexualizar» las tetas). El feminismo, como todo totalitarismo, se arroga la capacidad arbitraria de decidir lo que es excepción, lo que es norma, lo que hay que «des-sexualizar» o luego «re-sexualizar».

 

 

4 – La última afirmación de Rubiales es que el beso fue «consentido». ¿Es esto creíble? A juzgar por las imágenes, parece cierto que se da una distensión mutua de las barreras físicas (ella lo aprieta, lo levanta o sostiene, le palmea la espalda en todo momento). Además, el relato de Hermoso confirma que Rubiales dice la verdad: él le preguntó «¿un pico?» y ella respondió «vale».

Pero hay algo que chirría aquí. Se trata de otra cosa que añadió Hermoso posteriormente: «dije que vale… pero, ¿y qué iba a hacer yo?». Aquí es donde se desmorona el andamiaje teórico del feminismo, completamente carcomido por dentro. El «consentimiento», la tabarra con «poner el consentimiento en el centro», no sirve de nada. Porque, en las interacciones humanas reales (más allá del papeleo del Ministerio de Igualdad), el consentimiento no solamente puede llegar a ser confuso (como demuestran las imágenes) sino que aun cuando parezca claro, puede estar totalmente viciado (como prueba la frase de Hermoso). ¿Qué va a hacer ella —siendo simplemente una subordinada— ante la figura de su jefe? El «consentimiento» no deja de ser un fetiche más que el feminismo hereda de su padre, el liberalismo.

La libertad termina donde empiezan las relaciones jerárquicas del sistema de mercado. Hermoso no se está refiriendo en ningún momento a «¿qué voy a hacer yo, una mujer indefensa ante el patriarcado?», sino a «¿qué voy a hacer yo, una empleada, ante un superior?». Todas las incontables horas que la «perspectiva de género» ha dedicado a exponernos la «opresión patriarcal» es tiempo que se ha hurtado a las masas de presentar lo verdaderamente esencial: el abuso de poder en una relación laboral. Algunas voces del feminismo han mencionado también ese hecho, sí, como pero si no fuese más que un complemento. Al fin y al cabo, el feminismo parte (como escribiera Chesterton) de elogiar esa misma subordinación de la mujer ante su jefe, como acto de emancipación frente a su marido. No va a cargar ahora el feminismo las tintas contra su propio fundamento, el capitalismo.

Por eso no importa absolutamente nada si Rubiales dice la verdad en los cuatro puntos anteriores, o si le creo yo, o si en la próxima tenida de la logia patriarcal decidimos creerle todos. Ese es el paradigma deplorable en que nos ha puesto el feminismo. Hay que renunciar a él: no importa la verdad personal de Rubiales, los sentimientos de euforia o de culpa o de cualquier cosa, ni depositar la fe en individuos macho o hembra. No importa, porque todo ello queda completamente opacado por la verdad radical, material y colectiva de la estructura económica. Pero esa, claro, nunca la tocarán las multinacionales mediáticas, las celebrities ni los negocios deportivos, ni ninguno de los que apela a la «revolución feminista» para que todo siga igual.

 

 


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