El desproporcionado número de referencias al machismo en los medios de comunicación españoles
Tabla de contenidos
- 1 EMPUJADOS AL ABISMO: SUICIDIO MASCULINO E INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA LVG
- 2 EL DESPROPORCIONADO NÚMERO DE REFERENCIAS AL MACHISMO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESPAÑOLES
- 3 VIOLENCIA E IDEOLOGÍA DE GÉNERO
- 4 EL ALGORITMO ES MACHISTA Y RACISTA: ELLOS SON LOS JEFES, ELLAS SON COMPASIVAS…
- 5 EL CASO RUBIALES Y EL DESMORONAMIENTO DEL ANDAMIAJE TEÓRICO DEL FEMINISMO
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EL DESPROPORCIONADO NÚMERO DE REFERENCIAS AL MACHISMO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESPAÑOLES
Buena parte de los principales medios nacionales contrastan con sus homólogos internacionales al triplicar el número de menciones a la cuestión
Por David Rozado
El Debate, 09 MARZO 2023
En trabajos previos he documentado el espectacular incremento de la terminología woke (racismo, sexismo, homofobia, transfobia, islamofobia, diversidad, lenguaje inclusivo, igualdad, etc.) en el contenido escrito de los principales medios de comunicación americanos y británicos. Recientemente, he extendido el análisis previo a 98 millones de artículos de noticias y opinión de 124 medios de comunicación pertenecientes a 36 países que representan distintas regiones del planeta (Europa continental, países occidentales de habla inglesa, Asia, América Latina, región del Golfo Pérsico y África). Uno de los resultados que más me ha llamado la atención es la desproporción con la que los principales medios de comunicación españoles mencionan palabras que significan prejuicio de género (sexismo, sexista, machismo, machista, misoginia y misógino) en comparación con los medios de cualquier otro país.
he extendido el análisis previo a 98 millones de artículos de noticias y opinión de 124 medios de comunicación pertenecientes a 36 países que representan distintas regiones del planeta (Europa continental, países occidentales de habla inglesa, Asia, América Latina, región del Golfo Pérsico y África). Uno de los resultados que más me ha llamado la atención es la desproporción con la que los principales medios de comunicación españoles mencionan palabras que significan prejuicio de género (sexismo, sexista, machismo, machista, misoginia y misógino) en comparación con los medios de cualquier otro país.
A pesar de estos datos positivos que muestran que España es un país con niveles comparativamente bajos de prejuicio de género contra las mujeres, los medios españoles utilizan palabras que sugieren hostilidad de trato por parte de los hombres hacia las mujeres con mucha mayor intensidad que los medios de cualquiera de los otros 35 países analizados en este estudio
Los posibles sesgos ideológicos y de género embebidos en los medios de comunicación españoles podrían ser parcialmente responsables de este foco exagerado
España es uno de los países del mundo con menor tasa de violencia física o sexual hacia las mujeres y con menor desigualdad de género
En conclusión, este análisis ha documentado como los medios de comunicación españoles utilizan de manera desproporcionada palabras que sugieren prejuicio de género de los hombres hacia las mujeres
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VIOLENCIA E IDEOLOGÍA DE GÉNERO
Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como “negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas”
Por Juan Francisco Arza, 22 MARZO 2323
La izquierda ha conseguido imponer la ideología de género en el debate público español. Así se desprende de un reciente estudio del investigador David Rozado, que demuestra que las principales televisiones y periódicos de España utilizan el lenguaje propio de la ideología de género de una forma mucho más frecuente que los medios de otros países. Palabras como “sexista”, “machista” o “misoginia” son utilizadas hasta tres veces más que en países como Francia o el Reino Unido. Medios españoles catalogados como conservadores utilizan más ese lenguaje que el izquierdista New York Times.
La saturación del debate público con referencias a la ideología de género no guarda ninguna proporción con la realidad social. España es uno de los países europeos con menor número de feminicidios y agresiones sexuales. Las raras ocasiones en los que los defensores de la ideología de género son confrontados con esos datos, suelen recurrir a la demagogia y al victimismo. Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como “negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas”. Las razones palidecen frente a las fuertes emociones que provocan determinados crímenes, utilizados hábilmente por políticos y comunicadores para reforzar su relato.
Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal
No todos los crímenes, claro está, reciben igual atención. Una vez impuesto el marco mental de la izquierda, los infanticidios cometidos por mujeres, la violencia entre parejas de gais y lesbianas, o las violaciones grupales cometidas por pandillas de inmigrantes pasan desapercibidas. Gracias a poderosos sesgos e incentivos, toda evidencia que cuestiona los prejuicios, consignas y tópicos dominantes es rechazada e ignorada. Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal.
El triunfo de la ideología de género ha provocado cambios legislativos que vulneran el principio de igualdad y provocan daños irreparables a muchos inocentes. También ha generado un enorme negocio para quienes se dedican a la asesoría legal, la formación y la elaboración de estudios e informes sobre la materia. Han proliferado los departamentos, consejerías, direcciones, y agencias pobladas de políticos y supuestos expertos, todos ellos bien remunerados. Pero no ha supuesto ningún beneficio para las mujeres, que no están más seguras ni mejor protegidas.
Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado
Tomemos el caso de Cataluña y de su capital, en donde la hegemonía ideológica de la izquierda es total, y en donde gobiernan desde hace años fuerzas políticas que han hecho bandera del “feminismo”, de la “lucha contra la violencia machista”. Las medidas y recursos de todo tipo destinados a la violencia contra las mujeres no han parado de crecer. Y sin embargo, los gobernantes no pueden esgrimir ni una sola estadística que avale la eficacia de sus políticas. Tomen el dato que quieran: número de violaciones, asesinatos, denuncias… Pasado el periodo excepcional de la pandemia, los datos de violencia contra las mujeres siguen una preocupante senda ascendente. Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado.
Ada Colau es un ejemplo paradigmático de “político-chamán” que ha destinado ingentes recursos públicos a políticas ineficaces. Afortunadamente, en Barcelona y en toda España comienzan a abrirse paso voces como la de Eva Parera, rival de Colau y candidata del partido Valents, que cuestionan abiertamente el marco impuesto por la izquierda y dócilmente asumido por fuerzas como el PP. El éxito de sus videos en medios no convencionales como TikTok o Youtube, criticando medidas absurdas como los “puntos lila”, es una esperanza de que tal vez las cosas están comenzando a cambiar.
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«¿Qué es el hombre? Nada. ¿Qué es la mujer? Nada. ¿Qué es el ser humano? Todo»
JOSEPH DÉJACQUE
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EL ALGORITMO ES MACHISTA Y RACISTA: ELLOS SON LOS JEFES, ELLAS SON COMPASIVAS…
La inteligencia artificial también discrimina
Los generadores de imágenes de inteligencia artificial más populares reflejan prejuicios raciales y de género, una realidad que puede perpetuar resultados discriminatorios en la vida real. ¿Por ejemplo? Que no te contraten por ser mujer.
Por María Ibáñez
ABC, 11 ABRIL 2023
El 97 por ciento de los resultados obtenidos para las palabras ‘consejero delegado‘ o ‘director‘ muestran imágenes de hombres blancos. Más incluso que en la vida real», explica un estudio llevado a cabo por un equipo de investigación de la empresa de inteligencia artificial (IA) Hugging Face y la Universidad de Leipzig (Sajonia-Alemania). Tras analizar las imágenes generadas por DALL-E 2 y Stable Diffusion, dos de las herramientas de IA más utilizadas para crear imágenes a partir de texto, los investigadores descubrieron que los estereotipos más habituales, como relacionar las profesiones de poder con hombres y las de ‘asistente‘ o ‘recepcionista‘ con mujeres, empiezan a perpetuarse de manera peligrosa también en el mundo virtual.
En cuanto a los rasgos de personalidad, los resultados también mostraron importantes estereotipos: cuando se agregaban adjetivos como ‘compasivo‘, ‘emocional‘ o ‘sensible‘ para describir una profesión, la IA ofrecía más imágenes de mujeres; mientras que si las palabras adicionales eran ‘obstinado‘ o ‘intelectual‘, en la mayoría de los casos, los resultados eran imágenes de hombres.
Son muchos los expertos que llevan años advirtiendo de los riesgos que entraña esta tecnología si no se despliega con estándares éticos. «Dado que los sistemas de conversión de texto en imagen basados en el aprendizaje automático son cada vez más frecuentes y se adoptan cada vez más como servicios comerciales, caracterizar los sesgos sociales que presentan es un primer paso necesario para reducir el riesgo de resultados discriminatorios», escriben los investigadores de Hugging Face.
Cuando se agregan adjetivos como ‘emocional’ o ‘sensible’ para describir una profesión, la IA ofrece más imágenes de mujeres
Pero, ¿a qué se refieren con que todo esto puede ser peligroso en la vida real? La respuesta la encontramos en estudios como el que ha llevado a cabo la Universitat Oberta de Catalunya. Según los responsables de esta investigación, publicada en la revista Algorithms, estos prejuicios pueden tener grandes impactos en la sociedad: «Los sesgos afectan a todo aquel que se encuentre discriminado, excluido o asociado a un estereotipo. Por ejemplo, podrían excluir un género o una raza de un proceso de decisión o, simplemente, asumir un comportamiento determinado por el género o el color de piel», explica su investigadora principal, Juliana Castañeda Jiménez.
Para concretar todavía más, el equipo utiliza varios ejemplos: el caso de una conocida herramienta de contratación que prefería a candidatos masculinos antes que femeninos o el de algunos servicios de crédito que ofrecían condiciones menos ventajosas para las mujeres que para los hombres. «Si se usan datos históricos y no están equilibrados, probablemente se verá un condicionamiento negativo relacionado con demografía negra, gay e incluso femenina, dependiendo de cuándo y de dónde son esos datos», concluye Castañeda.
El ChatGPT se explica así: «La IA puede tener problemas de sesgo de género debido a que los algoritmos son diseñados y entrenados por seres humanos, quienes pueden tener prejuicios y estereotipos de géneros»
Pero, entonces, ¿quién tiene la culpa? Pues en esto todos coinciden: «Algunas de las principales causas son la infrarrepresentación de las mujeres en el diseño y desarrollo de productos y servicios de IA y el uso de conjuntos de datos con sesgos de género», señala la investigadora, que sostiene que el problema está relacionado con los entornos culturales en los que son desarrollados.
«El algoritmo, al entrenarse con datos sesgados, puede determinar los patrones ocultos que existen socialmente y, a la hora de operar, los reproduce. Así que, si en la sociedad, la representación de hombres y mujeres no es equilibrada, el diseño y desarrollo de los productos y servicios de IA presentarán sesgos de género».
¿Y qué opina el propio ChatGPT si se le pregunta al respecto? Por supuesto: la culpa es de los padres. O, en su caso, de sus creadores: los humanos. ‘Síndrome del emperador‘ se llama. Así contesta el chat a la pregunta de si tiene problemas de sesgo: «Sí, la Inteligencia Artificial puede tener problemas de sesgo de género debido a que los algoritmos de IA son diseñados y entrenados por seres humanos, quienes pueden tener prejuicios y estereotipos de género incorporados en su pensamiento y comportamiento. Si estos prejuicios no se abordan durante el desarrollo y entrenamiento de los algoritmos de IA, pueden perpetuarse y amplificar los sesgos de género en las decisiones y recomendaciones automatizadas que la IA proporciona».
Y continúa: «Por ejemplo, si los datos utilizados para entrenar un algoritmo de IA provienen de fuentes históricamente sesgadas, como la discriminación de género en la educación o la contratación, el algoritmo podría perpetuar estas desigualdades. Además, algunos sistemas de IA, como los asistentes virtuales, han sido programados para responder a ciertas preguntas o solicitudes de una manera que refleja estereotipos de género, como que las mujeres son más adecuadas para ciertas tareas domésticas. Para abordar estos problemas de sesgo de género en la IA, es importante que los desarrolladores de algoritmos se aseguren de utilizar datos diversos y representativos, y de evaluar continuamente y corregir cualquier sesgo que se identifique. También se deben implementar medidas de transparencia y rendición de cuentas para garantizar que las decisiones tomadas por la IA sean justas e imparciales».
Que hasta Elon Musk se haya unido a los más de mil expertos que han pedido detener la nueva IA durante seis meses por temor a riesgos para la sociedad a lo mejor nos debería hacer pensar que algo «inconveniente para el ser humano» podría pasar. Pero si ya escuchamos a Geoffrey Hinton, conocido como el «padrino de la inteligencia artificial», contestando en una entrevista en CNS News que «no es inconcebible» que la IA intente acabar con la humanidad, podremos entender por qué ya hay quien habla del «escenario Terminator«, recordando el futuro apocalíptico de la película de James Cameron.
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La conducta de Rubiales en el Mundial fue inapropiada, sus movimientos en los días siguientes fueron oscuros y, seguramente, las sanciones recibidas son pertinentes. Sin embargo, pese a su trayectoria de artero y manipulador, en esta ocasión parece que Rubiales dijo alguna verdad.
Hace unos años ni siquiera estaríamos hablando sobre «quién tiene la verdad» ni a quién «sí hay que creer», pues entendíamos que la justicia no se impartía según creencia sino según razón, y que la «verdad» rara vez caía toda ella del lado de una de las partes en liza, ni mucho menos lo hacía en virtud de su pertenencia a determinado grupo humano (su sexo, por ejemplo). Pero el feminismo lo ha cambiado todo (todo, menos las condiciones materiales de las mujeres trabajadoras). Más bien diríamos que ha cambiado el marco teórico de las élites, que es, al fin y al cabo, a lo que aspira todo movimiento gestado desde el poder.
Examinar pruebas, averiguar motivaciones, contrastar testimonios, interrogar acerca de detalles y estimar las versiones contrarias ya no son entendidos como los elementos básicos de un proceso judicial justo. Ahora son herramientas con que la «justicia patriarcal» tortura a «la víctima», tal y como (imaginan) hacía la inquisición con las pobres brujas.
1 – La primera afirmación de Rubiales es que el beso que le estampó a Jennifer Hermoso fue poco más que una anécdota. Esto es creíble. Así lo afirmó también Hermoso en una primera entrevista con la Cope: «ha sido la efusión del momento, no hay nada más allá, se va a quedar en una anécdota y ya está». Sin embargo, fue elevado a «cuestión del momento» durante semanas, debido al apetito insaciable de telebasura y prensa rosa-amarilla. Es el negocio de tertulias y columnas sensacionalistas, que abultan la nómina de sus «expertos» y achican el seso del público. Los espectadores y lectores se ven invitados a participar del ruido, envenenar con la discordia su lugar de reunión o (mejor aún) su hogar y, finalmente, emerger con un veredicto que les permita irse a dormir con la idea de que aún tienen alguna capacidad de juicio y decisión en sus vidas completamente enajenadas.
Es destacable que, antaño, la izquierda reconocía en este aparato mediático un brazo del capitalismo que, hablando de los «picos» que dan los famosos, acallaba todo debate sobre los otros «picos»: los de la subida del precio de luz o aceite. Pero a medida que la progresía se constituye también como brazo del capitalismo, el sector feminista aprende a agradecer estas distracciones públicas para tapar sus propias vergüenzas, como la excarcelación de violadores.
Toda la agenda «progresista» termina complaciéndose en ser un payaso más del circo audiovisual. Así nos pasamos el verano, alternando alegatos feministas con la «alerta climática» del calor que hace cuando es verano, o debates sobre la relación del descuartizador de Tailandia con el colectivo LGTB(etc). Las grandes preocupaciones de la nueva izquierda (que debían hacer temblar al sistema) tienen en realidad, para el mercado, la dimensión de un relleno de parrilla vacacional.
2 – La segunda afirmación de Rubiales fue que el beso fue «espontáneo», sin premeditación ni intención de ofender. Esto también es creíble. La narrativa feminista va en dirección contraria. Todo es parte de un plan mayor, de una conciencia colectiva, de un diseño superior: el Patriarcado. La «conspiración judía» permitía a los nazis acusar a los judíos de estar detrás del capitalismo y del comunismo a la vez, igual que la «conspiración patriarcal» sirve para una cosa y su contraria. Se define como el sistema en que cada mujer ha de ser propiedad de su respectivo hombre en lo que a su cuerpo se refiere, pero a la vez se define como el sistema que permite a los hombres besar o agraviar libremente a cualquier mujer (vulnerando la anterior definición de propiedad).
El pico de Rubiales formaría parte de la «cultura de la violación», el «femicidio», el «holocausto trans» y demás marcos narrativos absolutos (y absolutistas). No sería, como decía Hermoso, una «anécdota», sino una categoría. En el delirante esquema feminista, existe una escalera ascendente en cuyos peldaños inferiores estarían desde un piropo hasta un chiste machista, que acabarían llevando inevitablemente a ser Jack el destripador o el monstruo de Amstetten. Es una perspectiva neo-puritana que, cuando yo era niño, usaban los insoportables moralistas que aseguraban que jugar al videojuego «Final Fantasy» te podía convertir en «el asesino de la katana».
Al revés que los feministas, que presuponen esta inercia malvada en los demás, hemos de presuponerle al feminismo una buena intención. Seguramente entienden que dar las batallas mediáticas (por leves o confusas que puedan ser) ayuda a visibilizar otros casos más terribles. Es la misma idea tontorrona que esperaba solucionar los conflictos étnicos poniendo a un presidente negro en la Casa Blanca. Apuntar alto y esperar que la justicia «gotee» hacia abajo. El problema es que no hay escalera alguna, sino una pirámide en que la base está cortada de la cúspide, de forma que intentar reprimir «lo leve» no logra evitar «lo grave», ni intentar corregir a «los de arriba» mejora en forma alguna los sufrimientos de «los de abajo».
3 – La tercera afirmación de Rubiales es que el beso se dio en un contexto «eufórico», es decir, en un momento de excepcionalidad tal (ganar un Mundial) que diluiría los límites entre lo aceptable y lo inaceptable en la conducta cotidiana. Esto también es creíble. Más, en un país donde las victorias deportivas pueden celebrarse saltando desnudos a una fuente, o agarrándose y empujándose cuando estábamos en pleno distanciamiento por COVID.
El argumentario feminista hace ver que este beso robado no es una irregularidad en un instante de celebración, sino la normalidad en una constante tragedia vital. Sería el «pico» del iceberg, en cuyas oscuras profundidades se hundiría el acoso sexual, el maltrato, la violación y todo cuanto quepa imaginar. Esta falsa correlación busca mezclar actos de categoría diferente, la obsesión feminista por tipificar como delito todo lo que considere reprobable (a ser posible, refundido en un único tipo penal). Lo de Rubiales sería una agresión sexual, tanto como la más brutal de las violaciones.
El feminismo no acepta que el beso de Rubiales haya sido no-lujurioso, no-romántico y sin elemento sexualizador alguno. «Es imposible», afirman, «porque ocurre entre un hombre y una mujer, ¿acaso un hombre heterosexual le daría un pico a otro?». Y aunque Rubiales nunca le haya dado un pico a un hombre (ignoro si es así), una trasgresión exclusiva «entre diferentes sexos» sigue sin tener necesariamente un contenido «sexual», pues la trasgresión social tiene sentido en tanto que afecta a un código cultural: al «género» y no al «sexo» (¿tanta matraca nos han dado con esta distinción para no comprenderla?).
En cualquier caso, sorprende la duda sobre la existencia del “pico entre heterosexuales”, viniendo de sectores que se han dedicado al arte del «pico espontáneo» indiscriminado hombre-a-mujer (Errejón y Carmena), hombre-a-hombre (Iglesias y Xavier Domènech) y mujer-a-mujer (Colau e Itziar Castro). Esta “izquierda trasgresora” tiene la misma iniciativa revolucionaria que la MTV hace 20 años (cuando el beso de Britney Spears y Madonna). Su objetivo es declarado: «des-sexualizar» este gesto, como parte de una ofensiva general contra todo tabú, límite y código de género (incluyendo la reciente campaña de «des-sexualizar» las tetas). El feminismo, como todo totalitarismo, se arroga la capacidad arbitraria de decidir lo que es excepción, lo que es norma, lo que hay que «des-sexualizar» o luego «re-sexualizar».
4 – La última afirmación de Rubiales es que el beso fue «consentido». ¿Es esto creíble? A juzgar por las imágenes, parece cierto que se da una distensión mutua de las barreras físicas (ella lo aprieta, lo levanta o sostiene, le palmea la espalda en todo momento). Además, el relato de Hermoso confirma que Rubiales dice la verdad: él le preguntó «¿un pico?» y ella respondió «vale».
Pero hay algo que chirría aquí. Se trata de otra cosa que añadió Hermoso posteriormente: «dije que vale… pero, ¿y qué iba a hacer yo?». Aquí es donde se desmorona el andamiaje teórico del feminismo, completamente carcomido por dentro. El «consentimiento», la tabarra con «poner el consentimiento en el centro», no sirve de nada. Porque, en las interacciones humanas reales (más allá del papeleo del Ministerio de Igualdad), el consentimiento no solamente puede llegar a ser confuso (como demuestran las imágenes) sino que aun cuando parezca claro, puede estar totalmente viciado (como prueba la frase de Hermoso). ¿Qué va a hacer ella —siendo simplemente una subordinada— ante la figura de su jefe? El «consentimiento» no deja de ser un fetiche más que el feminismo hereda de su padre, el liberalismo.
La libertad termina donde empiezan las relaciones jerárquicas del sistema de mercado. Hermoso no se está refiriendo en ningún momento a «¿qué voy a hacer yo, una mujer indefensa ante el patriarcado?», sino a «¿qué voy a hacer yo, una empleada, ante un superior?». Todas las incontables horas que la «perspectiva de género» ha dedicado a exponernos la «opresión patriarcal» es tiempo que se ha hurtado a las masas de presentar lo verdaderamente esencial: el abuso de poder en una relación laboral. Algunas voces del feminismo han mencionado también ese hecho, sí, como pero si no fuese más que un complemento. Al fin y al cabo, el feminismo parte (como escribiera Chesterton) de elogiar esa misma subordinación de la mujer ante su jefe, como acto de emancipación frente a su marido. No va a cargar ahora el feminismo las tintas contra su propio fundamento, el capitalismo.
Por eso no importa absolutamente nada si Rubiales dice la verdad en los cuatro puntos anteriores, o si le creo yo, o si en la próxima tenida de la logia patriarcal decidimos creerle todos. Ese es el paradigma deplorable en que nos ha puesto el feminismo. Hay que renunciar a él: no importa la verdad personal de Rubiales, los sentimientos de euforia o de culpa o de cualquier cosa, ni depositar la fe en individuos macho o hembra. No importa, porque todo ello queda completamente opacado por la verdad radical, material y colectiva de la estructura económica. Pero esa, claro, nunca la tocarán las multinacionales mediáticas, las celebrities ni los negocios deportivos, ni ninguno de los que apela a la «revolución feminista» para que todo siga igual.
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