MITOS POLÍTICOS, POR DALMACIO NEGRO: «El mito del pluralismo» y «El mito del Constitucionalismo».

MITOS POLÍTICOS

 

«He tenido ocasión de estudiar las instituciones  políticas de la Edad Media en Francia, en Inglaterra y en Alemania; y, a medida que avanzaba en mi labor, me iba invadiendo el asombro al ver la prodigiosa similitud que hay entre todas esas leyes, y me admiraba de que pueblos tan distintos y tan poco mezclados entre sí hubieran podido darse leyes tan semejantes. Esto no quiere decir que no varíen sin cesar, y hasta el infinito en los pormenores, según los lugares; pero su fondo es en todas partes el mismo. Cuando encontraba en la vieja legislación germánica una institución política, una regla, un poder, ya sabía de ante mano que, si buscaba bien, encontraría alguna cosa muy semejante, en sustancia, en Francia y en Inglaterra, y en efecto, así sucedía. Cada uno de estos tres pueblos me ayudaba a comprender mejor a los otros dos»

Alexis de Tocqueville, «El Antiguo Régimen y la Revolución«

 

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EL MITO DEL PLURALISMO

Los populismos pueden ser un riesgo, pero son también la posibilidad de que se abra un nuevo horizonte histórico para Europa.
El pluralismo político se basa en el hecho de que la libertad es inherente a los seres humanos. Pero el pluralismo del que se habla, lo reduce a la diversidad de la opinión. Lo que implica la sustitución de la comunidad política, que presupone la existencia de un cuerpo político, por la sociedad política en la que cuentan sólo los intereses. Una consecuencia del artificialismo del Estado
Por Dalmacio Negro

GACETA, 23 de julio de 2023

 

EL MITO DEL PLURALISMO

 
 

1.-El pluralismo político se basa en el hecho de que la libertad es inherente a los seres humanos. Pero el pluralismo del que se habla, lo reduce a la diversidad de la opinión. Lo que implica la sustitución de la comunidad política, que presupone la existencia de un cuerpo político, por la sociedad política en la que cuentan sólo los intereses. Una consecuencia del artificialismo del Estado.

Maritain describía así el auténtico pluralismo político en El hombre y el Estado: «No sólo la comunidad nacional y todas las comunidades de rango subalterno se hallan incluidas en la unidad superior del cuerpo político sino que el cuerpo político contiene también en su unidad superior a los grupos familiares –cuyos derechos y libertades esenciales son anteriores a él— y a una multiplicidad de otras sociedades particulares que proceden de la libre iniciativa de los ciudadanos y que habrían de ser lo más autónomos posibles. Este es el verdadero pluralismo inherente a toda sociedad verdaderamente política».[1] Pluralismo inexistente cuando escribía Maritain, quien describía en realidad el existente en la EdadMedia, en la que se articulaba la teoría política en torno  al concepto  corpus politicum, la réplica temporal del corpusmysticum de san Pablo.[2]

2.- La naturaleza del corpus políticum puede resumirse con uno de los Pensamientos de Pascal aplicable a lo Político, cuya finalidad es la unidad entre los que viven bajo el mismo gobierno, y a la política, cuya finalidad es la libertad de los convivientes. Pues, como decía Hannah Arendt, «la política descansa sobre el hecho de la pluralidad de los hombres [y] versa sobre la unión y el estar con los diferentes».

La frase de Pascal «la multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía», era para Guizot, «la expresión más bella y la definición más precisa del gobierno representativo», cuyo fin consiste en «impedir a la vez la tiranía y la confusión».

El corpus políticum, que no es un mito, integraba una serie de organismos sociales naturales, espontáneos,  que fungían como poderes sociales autónomos, que compartían un êthos común: los que llamaba Montesquieu poderes intermediarios, porque mediaban entre el gobierno, que unía sin unificar, y los individuos que integraban el pueblo. Poderes casi inexistentes cuando escribió el barón de la Bréde, quien los describe ya algo equívocamente, que limitaban automáticamente  el poder político del gobierno. Esos poderes eran entidades comunitarias  independientes que se autogobernaban y sólo se relacionaban con el gobierno para defenderse de otros gobiernos

En la EdadMedia los poderes feudales temporales y canónicos, ámbitos excluidos de la acción del gobierno, ejercían, si era preciso, como una suerte de contrapoderes, el derecho de resistencia contra el poder político invasor, centralizador o uniformador, que recorta o suprime las libertades.  

2.-El Estado, concebido por Hobbes como un cuerpo artificial, el Gran Artificio capaz de impedir el derecho de resistencia, consiguió asentarse en los tiempos modernos absorbiendo o  eliminando poco a poco los pouvoirsintermediaires medievales como contrapoderes eficaces. Transformó sobre todo la nobleza feudal en cortesana, de modo que, como decía Bertrand de Jouvenel, las monarquías europeas  se asentaron, sobre las ruinas de la aristocracia  (ἀριστοκρατία, de ἄριστος, áristos, los mejores, y κράτος, crátos, poder, fuerza), el mando de los mejores.

La absorción o eliminación de los poderes sociales debilitó o arruinó el cuerpo político, reducido finalmente por la revolución francesa a la Nación, titular formal de la soberanía de la voluntad popular, que excluye por definición los poderes intermedios. De hecho, se trataba de la minoritaria Nación Política formada por la oligarquía dominante, distinta de la Nación Histórica, la gran mayoría de la población, del pueblo, que, excluida de la política –«la política es una antigualla para abuelos» (G. Morán)-, se limita hoy en el Estado de Partidos a votar ritualmente a los candidatos que presentan los partidos de la oligarquía. «Al acabar cada una de las elecciones –escribe Á. R. Boya Balet-, el pueblo queda relegado al silencio, y debe limitarse a pagar los impuestos y los precios que fijan a su capricho respectivamente los parlamentarios y las empresas de los oligopolios» [3]. Si se convoca ritualmente a votar al pueblo, es para simular, que la Nación Política es democrática puesto que es pluralista, ya que hay diversos partidos. La tiranía o despotismo de las minorías se disfraza así de la tiranía o despotismo de las mayorías profetizados por Tocqueville como el mayor peligro de la democracia.

Napoleón inventó el Estado de Derecho para  reconstruir el cuerpo político sustituyendo los desaparecidos poderes intermediarios por instituciones creadas ex profeso -«después de mí las instituciones»- y las limitaciones jurídicas, no fácticas, del poder estatal establecidas por la Constitución impuesta por la oligarquía dominante. Instituciones y limitaciones siempre precarias al no ser naturales, muy distintas de las de los cuerpos intermediarios espontáneos, que, además del Derecho, tenían la fuerza. El principio de subsidiaridad incluido en el Tratado de la Comunidad Europea para animar a las personas, órganos o  comunidades existentes a que decidan libremente sobre sus intereses, derechos y sentimientos particulares al margen del intervencionismo y la tutela estatal es un intento artificioso de suplir la desaparición de los auténticos poderes intermediarios. 

3.-  Se considera a Robert Dahl el principal teórico del pluralismo político por su descripción del orden democrático norteamericano como una distribución pluralista del poder, que denominó poliarquía.[4] Independientemente de la crítica de  Wright Mills, para quien  la sociedad estadounidense está dominada por una élite -el deep State, Estado profundo-, la poliarquía es inconfundible con los poderes intermediarios como contrapoderes. La diversidad del multiculturalismo, de origen también norteamericano, es otro de los componentes del mito del pluralismo. Un pluralismo intelectual completamente distinto del pluralismo natural propio de un cuerpo político. Resumiendo: el pluralismo se reduce hoy a la influencia de grupos sociales en los partidos y a la competencia entre estos por disfrutar de las ventajas del poder.

4.-La vida social se basa en la confianza[5]Aristóteles decía en la Ética a Nicómaco (libro VIII, capítulo IX) en la amistad civil. Pero la confianza o amistad civil disminuye o desaparece cuanto mayor sea la “diversidad” multiculturalista de trasfondo racista. ¿Quiénes se fían hoy de los gobiernos a los que, sin embargo, votan? El pluralismo de la diversidad es  una suerte de ideología, que fomenta la indiferencia o animosidad hacia los otros grupos y socava la confianza que los individuos depositan unos en otros unificándolos espiritualmente y formando un cuerpo político[6]. Expresión relacionada con la concepción farmacológica (pharmakológica, de pharmakon, φάρμακον, fármaco, remedio, y lógos, λόγος racional, lógico, ciencia) de la política inventada por los griegos basada en la experiencia, cuyo sujeto era el πόλεως σῶμα (póleos soma), el cuerpo político mímesis del cuerpo humano. La techkné politiké (πολιτική τέχνη), el arte político, era una terapia contra las enfermedades de la pólis, el cuerpo político.  Una unidad cuyos miembros  tienen funciones diversas sin que ninguno  se baste a sí mismo. Todos y cada uno de los miembros de un cuerpo  sirve a todos los demás miembros y ocurre lo mismo en la vida colectiva. Platón describía la pólis, la ciudad griega, como un Makroanthropos, Macrohombre, un cuerpo gigantesco integrado por hombres normales con cabeza, pecho y vientre. La cabeza que gobierna, el pecho que da seguridad y defiende y el vientre que produce. Los romanos detallaron luego la anatomía del cuerpo político: nervios, sangre, aliento, miembros, órganos. El aristotélico musulmán Al-Farabi (872-950) escribió en La ciudad ideal: [7] «La ciudad excelente se asemeja al cuerpo perfecto y saludable, cuyos miembros cooperan para hacer perfecta la vida del animal». Y el medieval Juan de Salisbury describió así el cuerpo político en Policraticus (ca. 1159) [8]: el rey era la cabeza; el sacerdocio el alma; los consejeros el corazón; los magistrados los ojos, los oídos y la lengua; el ejército la mano que sostenía las armas; la justicia del reino la mano desarmada; los comunes, el resto del pueblo, los pies del cuerpo. Cada miembro tenía su función, y estaba obligado a actuar, en armonía con los demás para bien del cuerpo entero. El platónico Hobbes tuvo en cuenta esos precedentes al construir científicamente el mito del Estado. Las ediciones de Leviatán suelen reproducir en la portada la imagen del Macrohombre.

5.- El multiculturalismo es una ideología tribalista que destruye la concepción farmacológica de la política heredada y perfeccionada por la Iglesia. Ignora o desprecia  el hecho de que la constructora de Europa y Occidente, integra a  razas, culturas,  naciones, Estados, Imperios por muy diferentes que sean. El peculiar pluralismo del multiculturalismo es incapaz de conseguir la unidad sin recurrir a la violencia, física en el caso extremo o legal. Desde el punto de vista eclesiástico la historia de la salvación tiende a unificar a todos los hombres en la Iglesia. En la Biblia: “Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén./En los días futuros estará firme/el monte de la casa del Señor,/en la cumbre de las montañas,/más elevado que las colinas./Hacia él confluirán todas las naciones,/caminarán pueblos numerosos y dirán:/«Venid, subamos al monte del Señor/a la casa del Dios de Jacob./Él nos instruirá en sus caminos/y marcharemos por sus sendas;/porque de Sión saldrá la ley,/la palabra del Señor de Jerusalén»” (Is 2,1-3). La cruz, decía Carl Schmitt, es la forma de la historia. Y la historia, concepto de origen cristiano -el tiempo desgajado de la eternidad por el acto creador del mundo- tiende a la unidad en la multiplicidad. Converge, por decirlo así, hacia Jerusalén.

6.-El socialismo democrático, revolucionario o revolucionarista «liberal», es mecanicista y rechaza o se desentiende de la convergencia hacia la unidad orgánica. Culminando la tendencia moderna, niega la realidad y la posibilidad de los cuerpos políticos. El revolucionarista, que es pacifista, habla continuamente, sin embargo,  de pluralismo como prueba de la tolerancia ilimitada, que enmascara la falta de libertad política, que presupone la religiosa, mucho más amplia que la libertad de culto con la que se confunde a menudo. Un motivo es diferenciarse de su gemelo comunista; otro, la pleitesía al multiculturalismo norteamericano que destruye la cohesión política de los pueblos y pretextando la igualdad identitaria pone en cuestión la libertad  o la suprime.

7.- «Es verdad», advertía Rainer Rotermundt, que se habla de «la gran libertad o del aparente pluralismo sin límites» en la democracia política existente. «El «pluralismo» es el gran santo y seña (Stichwort) de los postmodernos». Pero «es sólo el nombre de una anarquía, que mantiene el Estado y las instituciones como mera fachada», de modo que «lo postmoderno empieza donde desaparece el todo».[9] Ironizaba Jünger sobre lo postmoderno: «la palabra que está de moda por el momento es postmodernidad; designa una situación que existe desde siempre. Se llega ya a ella cuando una mujer se coloca en la cabeza un sombrero nuevo».[10]

El vacío es el signo del arte postmodernista. En la pintura, es indiferente el contenido, en el que no es accidental que predomine lo grotesco y lo feo. Escribe Antonio García-Trevijano: la postmodernidad, «además de no haber sido definida más que con vaguedades ideológicas, nació para designar lo que pretendía ser en la izquierda renegada del marxismo una concepción débil del mundo posterior a la guerra fría».[11] Es el momento histórico en que domina el socialismo sovietizado, cuyo pluralismo es el anarquismo cultural liberador de todos los deseos de la revolución del 68.

8.-Carl Schmitt observó la influencia en la estatalidad de múltiples poderes indirectos de toda laya, que privatizan la política,[12]  antes de que se inventaran las políticas públicas, que favorecen la formación de clientelas, que actúan como poderes indirectos. José Luís González Quirós denuncia[13] la privatización de la política «que se produce  cuando los poderes y las agencias del Estado, y muy en especial los partidos políticos, se convierten en los agentes exclusivos y excluyentes de cualquier política». Aceptado el intervencionismo como la forma correcta de la política, aumentaron sin tregua después de esa fecha los poderes indirectos, a medida que se afirmaba la socialdemocracia liberal, de  ideas más sovietizantes que keynesianas, que confinan la política en el ámbito reservado a los partidos de la oligarquía dueña del Estado de los Partidos. El pueblo queda excluido de la política salvo cuando compiten los partidos para ganar clientelas o se le llama a votar.

9.-Las revoluciones del 68, que comenzaron en el 67 en Alemania y California, han suscitado poderes indirectos  de nuevo cuño, que intensifican la privatización de lo Político y de la política. Unos son contraculturales, otros directamente económicos a causa de los acuerdos de Bretton Woods (1944), consumados con “la teoría estatal del dinero, una teoría del poder estatal” (C. Schmitt), al renunciar Norteamérica en 1971 a la cobertura-oro del papel moneda,[14] de la Ostpolitik, con la internacionalización de las grandes empresas, la afirmación delos media como grandes poderes gracias a la tecnología, etc.

Las oligarquías socialistas y socializantes, prácticamente todas, se lanzaron entonces a la sovietización cultural para destruir los restos de la cultura tradicional. Consolidadas como si fuesen democráticamente normales, ese es el pluralismo como mito político, [15] al que sólo se enfrenta más o menos conscientemente el auténtico populismo. Concluye Delsol su libro sobre los populismos: «El populismo sería el apodo con el que disimularían virtuosamente las democracias pervertidas su menosprecio por el pluralismo».

10.-  Es conocida la frase de Hölderlin wo aber Gefahr ist, wächst das Rettende auch, donde está el peligro, brota también lo que salva.  No es tan conocida la de Nietzsche was mich nicht umbring, macht mich stärker, «lo que no me mata, me hace más fuerte», pues me hace consciente de la situación. El «caer en la cuenta» de Ortega, o  el «darse cuenta» de algo de Zubiri, que es estar en disposición de entenderlo.

Los nuevos «populismos» europeos responden al hecho de que está pasando algo muy grave, aunque no sepan precisarlo: reflejan la reacción del sentido común contra el irrealismo y antirrealismo político irracionales de quienes viven «contra la verdad», como decía Marías, o en el «realismo mágico» descrito por el novelista colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, de los gobiernos que viven en un mundo paralelo al del pueblo

El realismo político, dice Jerónimo Molina, parte de la evidencia, la verdad, de los hechos –verum et factum convertitur, decía Giambattista Vico– pero no se rinde ante ellos, distinguiéndose del pseudorrealismo cínico, porque no se desinteresa de los fines últimos. Los populismos denostados por las oligarquías y elites del establishment, rechazan el  pluralismo mítico y reivindican consciente o inconscientemente el realismo político al dar la voz de alarma sobre la peligrosa situación de la Europa en que mandan los sofistas, los arribistas, los economicistas, los fabricantes de mitos, los nihilistas -inconfundibles con los nihilistas rusos que eran idealistas- y multitud de idiotas.

11.- La política es clíopolítica y Chantal Delsol piensa que Europa ha salido ya de la Historia. Sin duda por la concurrencia de los tres motivos principales del irrealismo político, un utopismo al que   interesa únicamente el discurso, el relato, no la realidad. Una de las causas del antipoliticismo democrático, que, paradójicamente, politiza todo. Irrealismo en trance de derrumbarse por la crisis de la artificiosa sociedad de bienestar, imposible de financiar  por la abrumadora carga fiscal contraída. A la que ha venido sumarse la carga económica y fiscal que conlleva el conflicto de Ucrania promovido por Estados Unidos, que perjudica a Europa.[16] Expresiones como «esfuerzo fiscal» y «sacrificio fiscal» disimulan que, en principio, los impuestos son un robo legalizado por las oligarquías dueñas del poder político. Los acostumbrados a pagarlos  sólo lo perciben cuando traspasan cierto límite.

El esfuerzo y el sacrificio recaen actualmente sobre las clases medias -el meollo de la Nación democrática- y las bajas, pues los ricos (y los delincuentes) pueden invertir su dinero en inmuebles o grandes negocios o depositarlo en los «paraísos fiscales». Escapar de los purgatorios e infiernos fiscales se está convirtiendo en una tendencia. Una forma es trasladarse a otro país o tener varias nacionalidades. La representación política sometida al mandato imperativo -proscrito lógicamente en el Estado de Partidos– es la única forma de legitimar los impuestos.[17] Sólo son legítimos si los autorizan directamente los representados -hoy prácticamente imposible salvo en casos muy raros-, o sus auténticos representantes, aunque sean expropiatorios.

12.- La causa más corriente del irrealismo político es la creencia en que no es posible que sea falsa una idea generalizada entre la mayoría -o lo que parece ser la mayoría-, o entre gente respetable, por ejemplo los intelectuales y otros seres a quienes se reconoce autoridad en aspectos no políticos -un teólogo, filósofo, literato, médico, futbolista, actor,…-, que se ajusta a los conceptos preestablecidos. Las otras dos causas son el pensamiento -o no/pensamiento- utópico del que viven las ideologías y los demagogos, y el  anquilosamiento de las oligarquías y la clase política.

Decía Hegel: «la libertad es la conciencia de la necesidad». El político realista sabe discernir si se ajustan o no sus actos en general, incluidos los relacionados con los impuestos, a la realidad concreta de su momento histórico. A lo que llamaba Maquiavelo la necessitá delle cose.

13.- «La historia -escribe San Agustín-,  es una lucha entre dos formas de amor: el amor a sí mismo hasta la destrucción del mundo,  y el amor al otro  hasta la destrucción de sí mismo». Políticamente, es la lucha permanente entre contrarios, las oligarquías de Maquiavelo. Los populismos no son en sí mismos una garantía de vitalidad, renovación y libertad. Sin embargo, las oligarquías liberadoras, revitalizadoras -o revolucionarias-, comienzan como populismos y de los actuales pueden surgir oligarquías, que, como las minorías creadoras de Toynbee, remplacen con nuevas ideas y nuevas maneras a las anquilosadas y decrépitas dirigentes  que han hecho suyo el eslogan multipluralista del 68 «mis deseos son la realidad» y están destruyendo Europa diciendo que la construyen.

14.- El problema de los populismos consiste siempre, en que necesitan jefes naturales capaces de explicar con claridad lo que pasa y lo que no pasa y sepan dirigir y gobernar a las masas, que no son inteligentes. El peligro, al que se aferran sus detractores, igual que Lenin cuando se opuso -de buena fe desde su punto de vista- a los populismos rusos de su momento, es que sean también ideólogos, sofistas, impostores, o gentes desorientadas. O irrealistas, impolíticos o antipolíticos que, aun teniendo buena voluntad, no  entiendan la compleja encrucijada histórico-política en que se encuentra Europa y no sepan desenredar los nudos gordianos que la atosigan.

Es uno de los riesgos de la política, que no es una ciencia. La andreia, la fortaleza, es la segunda virtud del político después de la frónesis, la prudencia. Los populismos pueden ser un riesgo. Pero son también la posibilidad de que se abra un nuevo horizonte histórico para Europa y la civilización occidental. A lo que se oponen las oligarquías y élites consensuadas contra el pueblo fingiendo falsos pluralismos. Por ejemplo, la alternativa en España en las inminentes elecciones generales, se reduce a que el partido popular sustituya a su alter ego, el partido socialistaLo del cambio para que todo siga igual. [18] Ambos están lógicamente aliados contra el enemigo, no adversario, político, que podría romper el consenso establecido para  garantizar la transición a la Monarquía: en este momento el partido Vox, tildado de populista, extrema derecha,… y hasta «machista«. Pues, con sus muchos defectos, es el único partido que parece oponerse a la destrucción de lo que queda del cuerpo político de la nación española.

 

Dalmacio Negro Pavón es Catedrático español de Ciencia Política y de Historia de las Ideas y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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MITOS POLÍTICOS, por Dalmacio Negro

 

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Notas

[1]El hombre y el Estado. Madrid, Encuentro 2023. P. 25.

[2]  En varias cartas. Por ejemplo, en la Epístola a los Romanos 12:4-5. «Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros».

[3] “Lo de España no es Democracia”. Tradiciónviva.com (7. VII. 2023). En España, jamás ha existido la democracia. Las dos Repúblicas fueron la consecuencia lógica del descrédito y la caída  de la Monarquía. La primera, la de los intelectuales, fue caótica y afortunadamente muy breve. La segunda, la de ”los trabajadores”, la definió certera y finamente Emiliano Aguado El último disfraz de la Restauración. Madrid, Editora Nacional 1972. Fue «la ocupación por la Segunda República del Poder abandonado por los monárquicos». J.M. Ortí Bordás, Revoluciones imaginarias. Los cambios políticos en la España contemporánea. Madrid, Encuentro 2017.  III, c), p. 184.

[4]Pluralist   democracy in the United States: conflict and consent. (Chicago, Rand McNally 1967. Polyarchy; participation and opposition. (New Haven, Yale University Press, 1971. Entrevista Sobre El Pluralismo. México, Fondo de Cultura Económica 2003.

[5] Sobre la función política de la confianza: N. Luhmann, La Confianza, Santiago de Chile, Universidad Iberoamericana 1996; Ch. Tilly, Confianza y gobierno. Buenos Aires, Amorrortu 2010. También, F. Fukuyama, Confianza (Trust). Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad. Buenos Aires, Atlántida 1995.

[6] Al pluralismo de la diversidad, le ha salido un propagandista inesperado: el obispo auxiliar de Lisboa nominado  futuro cardenal, Americo Aguiar, organizador de la Jornada Mundial de la Juventud. Entrevistado por la televisión portuguesa, reconoció que “Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo o a la Iglesia Católica o algo así. En absoluto. Queremos que sea normal para los jóvenes católicos decir y testimoniar que lo son, y que tampoco judíos o musulmanes tengan problemas para decir y testimoniar que los son. Y que el joven que no profesa ninguna religión se sienta a gusto y no se sienta extraño […] y que todos entendamos que la diferencia es una riqueza”. Lo importante es la diferencia y la diversidad.

[7] Madrid, Tecnos 1995.

[8] Madrid, Editora Nacional 1984.

[9]Staat und Politik.   Münster, Westfälisches Dampfboot, 1997. Pp. 152-153. Vid. Th. Mol-nar,  El socialismo sin rostro. Madrid, EPESA 1979. II, II, p. 79.  Juan Pablo II insistía, en que el pluralismo de las «formas de libertad» no consiste en negar el carácter universal o inteligible de la naturaleza del hombre o de la experiencia humana.

[10]La tijera. Barcelona, Tusquets 1993. Sobre Jünger: P. Capanna, “Ernst Jünger, hombre de tres siglos”. Criterio Digital.1998 (en Internet); “Estudio preliminar” de N. Sánchez Durá a E. Jünger, El mundo transformado y El instante peligroso. Valencia, Pre-Textos 2005; J. J. Esparza, “Ernst Jünger: un espíritu libre en la era del nihilismo”. gaceta.es (23. IX. 2017); G. Mas Arellano, “La libertad según Ernst Jünger”. elmanifiesto.com (21. X. 2022).  

[11] A. García-Trevijano, Ateísmo estético, arte del siglo XX. De la modernidad al modernismo. México, Landucci 2007. Prefacio, p. 11.  Cf. Ch. Delsol La haine du monde. Totalitarismes et postmodernité. París, Le  Cerf  2016. «El prefijo “pos” del término “posmodernidad” anuncia el desplazamiento constante de los límites que la modernidad creía haber encontrado a modo de legitimidad inversa con la edad socio-histórica precedente”. G. Más Arellano, “Cuerpos esculpidos en celuloide». elmanifiesto.com (22. VII.2022).  

[12] «Coloquio sobre el poder y sobre el acceso al poderoso.» Revista de Estudios Políticos. Nº 78 (1954).

[13]“La privatización de la política”. disidentia.com (3. XII. 2022).

[14]Sobre la trascendencia de este hecho, vid. el comentario de Sloterdijk en Los hijos terribles de la Edad Moderna. Sobre el experimento antigenealógico de la modernidad. Madrid, Siruela 2015. 4, pp. 133ss. Como dijo Marx, «el oro circula porque tiene valor, pero el papel moneda tiene valor porque circula». Es más cómodo, en cierto modo un progreso, que el oro o la plata. Pero no es lo mismo cuando los metales respaldan su valor que cuando el valor es una imposición de los gobiernos. El oro, sentenció Keynes, es una «bárbara reliquia de tiempos pasados» y los ochenta años con papel moneda o dinero crediticio desde Bretton Woods ayudan a entender el aumento del poder de los gobiernos en detrimento del pueblo. Cf. J. Gómez Ruíz, “Errores de la teoría monetaria actual”. La Ilustración liberal.com Nº 9. “El signo característico de la modernidad siempre ha sido el mismo, ganar más dinero que antes” (Gregorio Morán).

[15]Cf. A. Ollero, Derecho a la verdad.

[16] Vid. Luís Fraga,“Ucrania: grandes errores”. Elmanifiesto.com (15.VI.2023).

[17] Otra curiosidad de los Estados que prohíben el mandato imperativo -prohibido en España por el artículo 57 de la Carta-Constitución de 1978-  es, que los representantes monigotes de los partidos votan en las Cortes, Parlamentos, Dietas o  Asambleas legislativas obedeciendo el mandato imperativo del jefe del partido. Si desobedecen, se les sanciona, pues su conciencia pertenece al partido. Sólo se les autoriza a votar en conciencia en rarísimas ocasiones. Se ahorrarían gastos eligiendo solamente a los jefes de los partidos.

[18]Vid. J. Lainz, “Gane o pierda, gana la izquierda”. Libertaddigital.com (14.VII. 2023).

 

MITOS POLÍTICOS

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MITOS POLÍTICOS. EL CONSTITUCIONALISMO

Las oligarquías gobernantes, invocando la democracia como una palabra comodín, imponen la corrección política y persiguen las libertades
 
 

 
 
1.- El libro colectivo Problemi e difficoltá del costituzionalismo (2023) al cuidado de Danilo Castellano confirma que el constitucionalismo moderno es, como diría George Sorel, uno de los abundantes mitos políticos. Mito relacionado íntimamente con El mito del Estado, título de un notable libro de Ernst Cassirer, que ha condicionado la historia desde la aceptación y consolidación de la estatalidad en el siglo XVI como un individuo histórico. Este Gran Artificio, como lo bautizó Hobbes, su gran teórico, comenzó formándose inconscientemente en las guerras de los reyes de los siglos XIV y XV con el Sacro Imperio y de rebote contra la summa potestas papalis, la potestad o poder supremo del Papa (en la Cristiandad), Configurado por Hobbes como un aparato técnico, que, decía con una frase tomada del libro de Job, «non est potestas in terra super eum» (no hay poder superior al suyo en la tierra), se apoya en otros dos mitos: el del estado de naturaleza caída en que el hombre es homo hominis lupus y el del contractualismo, que descansa en otros dos mitos: el del inexistente pactum societatis (pacto de asociarse) y el no menos imaginario pactum subjectionis (pacto de someterse al más fuerte) para que de protección a los más débiles.

2.- Julien Freund cayó en la cuenta durante un viaje a Toledo, de que la artificiosidad estatal es la piedra miliar del artificialismo asentado en la inmanencia, que invade progresivamente toda la vida. «El filósofo que rompió con la naturaleza como norma -escribe Freund-, es Hobbes, el filósofo del artificio que se presenta como un nuevo Aristóteles». El Estado es intrínsecamente revolucionario: «una revolución permanente y explosiva», intensificada, decía Nikolaus Koch, en el caso del Estado Democrático. Su artificialismo, el culto a la técnica, la premisa del progresismo, que impulsa incluso el transhumanismo utilizando la tecnociencia, es revolucionario. No arrincona sólo la vida natural, sino que la desvincula langfristig, a largo plazo, de la trascendencia. De hecho, ha tendido a anularla desde que se asentó la estatalidad en Francia de la mano de la Monarquía Absoluta legitimada por el paganizante derecho divino de los reyes. Derecho mítico, inmanentista, inventado por Jacobo I de Inglaterra y IV de Escocia (1566-1625), que es, por cierto, decía Bertrand de Jouvenel, la única justificación de la Monarquía hereditaria. Creencia subyacente, en la doblemente mítica voluntad general de Rousseau, en la que lo divino es la Naturaleza.

3.- El teólogo norteamericano William T. Cavanaugh considera determinantes la sacralización del Estado y el Mercado en la desviación contemporánea de la trayectoria de la civilización occidental asentada en la trascendencia. Pues, como sintetizó el gran historiador Henri Pirenne, si la historia de Europa se confundía hasta el siglo XVI con la de la Iglesia, desde este momento empezó a confundirse con la historia del Estado, la forma artificial de lo Político, más presente en todos los ámbitos que la Iglesia desde la revolución francesa.

Robert Spaeman (1927-2018) escribió poco antes de morir, que los Estados actuales son Totalitarios, precisando que «liberales». Sin duda para distinguirlos de los Totalitarios violentos y porque aceptaban formalmente libertades como la de poseer, es decir, la propiedad, carcomida ya ,empero por los impuestos, o la de expresión, aunque la elección de representantes del pueblo, se limitaba ya en el Estado de Partidos, instituido después de 1945, a los que presentan los partidos. Pues, invirtiendo la descripción clásica de los partidos políticos por Lorenz von Stein en la primera mitad del siglo XIX, como «el medio por el que la Sociedad penetra en el Estado», son hace tiempo los órganos con que penetra el Estado en la Sociedad, no ya para protegerla, sino para controlarla.

La situación ha cambiado rápidamente: Biden, Macron, el conflicto ucraniano, la dictadura de las bioideologías de género, homosexual, ecologista, sanitaria, etc. Spaemann dudaría hoy en hablar de Estados Totalitarios «liberales». Las oligarquías gobernantes, invocando la democracia como una palabra comodín, imponen la corrección política y persiguen las libertades, empezando por la de expresión —censura más o menos disimulada, lenguaje inclusivo, memoria histórica, etc.—, hasta en Estados Unidos, el país más liberal en el sentido de esta palabra anterior a la Gran Revolución contra la historia y la tradición europea de la política. La misma Suiza ha abandonado su liberalismo con motivo de la guerra de Ucrania, bajo la presión de la «liberal» Unión Soviética Europea, de la que se mantenía políticamente al margen.

4.- La Constitución, la ordenación del gobierno, era para Aristóteles el alma de la Pólis. Y es también el alma del Estado, una imitación de la Ciudad griega como mostró Álvaro d’Ors. La Constitución le sacraliza dándole la legitimidad que no le da ya la Iglesia, cuya auctoritas rechaza a partir de la derogación por la revolución francesa de la ley rectora de la cultura y la civilización europeas: la dialéctica entre la autoridad espiritual y el poder temporal. La question capitale de la politique (la cuestión principal de la política), decía Augusto Comte. Dialéctica y ley fundamentadas en la civilización occidental en el hecho descrito por Pierre Manent complementando en cierto modo la tesis de Pirenne: «el desenvolvimiento político de Europa es solamente comprensible como la historia de las respuestas a los problemas planteados por la Iglesia —una forma de asociación humana de un género completamente nuevo, subraya Manent—, al plantear a su vez cada respuesta institucional problemas inéditos, que reclaman la invención de nuevas respuestas. La clave del desenvolvimiento europeo es el problema teológico político». «La revolución mundial sin armas» en expresión de Nicolas Koch, pues las armas del poder —en realidad autoridad, que es más que el poder— espiritual son las de San Pablo: la espada de la oración y la espada de la predicación, que cambiaron el curso de la historia universal, haciéndola posible insinuaba Ranke, y, según Benedetto Croce, orientándola como historia de la libertad.

De ahí la dialéctica entre el poder temporal político y la autoridad eclesiástica, que no se opone directamente a los abusos como las revoluciones meramente políticas, ni a la ideología de una oligarquía que quiere hacerse con el poder político, o a la instauración del Reino de Dios en la tierra, como pretenden las grandes revoluciones sociales. Finalidad, ésta última, atribuida a la política en la revolución inglesa de 1640-49 por los puritanos de la Quinta Monarquía, contra los que recordaba Hobbes la frase de Jesús «Mi reino no es de este mundo».

5.- La idea, cara al eterno gnosticismo, de utilizar la política para cambiar el mundo, tuvo éxito a pesar de la advertencia de Hobbes. Por ejemplo, Condorcet imaginó la posibilidad de perfeccionar políticamente el ser humano y Diderot la de crear un superhombre como un hombre nuevo, y el gnosticismo reavivó la idea en la Gran Revolución, proclamando el año 1789 el Año Cero de la nueva historia de la Humanidad, que es el espíritu del Constitucionalismo nacido en esa revolución. Un moralismo constructivista como, por ejemplo, el de la Constitución de Cádiz de 1812 con su afirmación de que los españoles de ambos hemisferios «serán justos y benéficos». Moralismo, que condena el pasado y se opone a la idea tradicional de la Constitución, en la que era fundamental el mandato imperativo del pueblo sobre sus representantes, como todavía en las constituciones inglesa y norteamericana. Mandato proscrito en las constituciones a la francesa, para dejar plena libertad a las oligarquías políticas, autolimitadas durante algún tiempo por el también mítico Estado de Derecho. Un pleonasmo puesto que el Estado es una construcción jurídica.

6.- Las constituciones tradicionales no eran estatales, pues el Estado no existió formalmente hasta entrado el siglo XVI, cuando el francés Bodino le atribuyó la soberanía papal. Prescindiendo de matices, la España y el Portugal imperiales, el Sacro Imperio y otros países tardaron en ser estatales aunque   contuviesen elementos de este tipo y algunos como Inglaterra, aunque habían avanzado mucho hacia la estatalidad, no lo han sido nunca, por lo menos jurídicamente. Por lo pronto, no separaban el espacio público como ámbito propio de la ratio status, del espacio privado, continuando la tradición medieval del gobierno sometido a la omnipotentia iuris, (la omnipotencia del Derecho), el Derecho Natural que positivizaban los jueces en sus sentencias. De ahí que no estén escritas, pues la estadounidense se limita a describir los poderes y sus limitaciones. El mismo Friedrich Lassalle, padre de la socialdemocracia alemana, parecía pensar aún en ese tipo de constituciones. En su escrito ¿Qué es una Constitución?, la describía como «un recurso pacífico, legal y organizado para someter al Gobierno a la voluntad del pueblo». Es decir, la Constitución como el aspecto del derecho común propiedad del pueblo, que regula las facultades del gobierno. El common Law subsiste, más o menos influido por la ideología, en los países anglosajones, donde son los jueces los que declaran el Derecho que descubren en las costumbres, tradiciones y precedentes interpretándolo conforme al principio iura naturae sunt inmutabilia (los derechos de la naturaleza son inmutables).

7.- Escribe Pietro Giusseppe Grasso en el prólogo al libro italiano que comentamos: «las acciones para formular los textos constitucionales en los Estados del Viejo Continente estuvieron determinadas por las condiciones histórico-espirituales de la Revolución francesa. Destacando el designio de abarcar en un documento unitario común, con enunciaciones rigorosas y evidentes, las disciplinas atenientes a asuntos y materias constitucionales». Lo que llamó la  atención de Antonio Rosmini, probablemente el primer gran crítico del nuevo constitucionalismo junto con el inglés Burke y el austriaco Gentz. «Hay dos maneras de constituciones políticas: unas formadas pedazo a pedazo, sin un diseño premeditado, remendadas y recosidas (rappezate e rattopatte) incesantemente según el contraste de las fuerzas sociales, la urgencia de los instintos y las necesidades populares; la otra, creada de un solo trazo, salida bella y compuesta como una teoría de la mente, igual que Minerva de la cabeza de Júpiter. Aquellas en acto antes que escritas, éstas, primero escritas que puestas en acto». Rosmini comparaba  la Constitución inglesa con la francesa para ilustrar la diferencia.

8.- Las constituciones a la francesa de las Naciones-Estado son como camisas de fuerza impuestas por la Nación Política —lo público, la parte de la nación que podría llamarse estatal— en manos de la oligarquía dominante apoyada durante la revolución por la bourgeoisie entendida como una clase económica, a la Nación Histórica —la nación real, completa, o la parte mucho más extensa—  sometida previamente por la Monarquía Absoluta utilizando la máquina estatal. Máquina cuyo maquinista es el gobierno, convertido, señala Danilo Castellano en la Introducción, en poder ejecutivo. Poder que tiende inercialmente a absorber la Sociedad —concepto inventado por Hobbes que sustituyó el tradicional de Pueblo— y, a la larga, a la misma Nación Política, heredera de la soberanía de la monarquía estatal configurando así el Estado Totalitario.

Las constituciones estatales concebidas por los revolucionarios franceses son una suerte de Tablas de la LeyDe facto someten hoy a los pueblos a la soberanía de la oligarquía dominante y a la burocracia que administra lo público, que tienden a apoderarse también de lo privado utilizando la Legislación derivada de la Constitución. Las innumerables leyes, reglamentos, decretos, órdenes, instrucciones enjaulan a los súbditos llamados retóricamente ciudadanos en los Estados Totalitarios liberales, en los que es Verdächtig, sospechoso, dice Gabor Steingart en su libro sobre el fin de la normalidad, todo el mundo, singularmente los administrados.

9.- Miguel Ayuso aborda en Problemi el tema de «Las tribulaciones de la constitución». Tribulaciones que  tienen sin duda mucho que ver con el hecho de que la burocracia del Estado devenido Administrativo, más que atenerse a la Constitución, la administra o gestiona a su albedrío como pedía Saint Simon antes de ComteMarx, etc. Mario Bertolissi examina en su colaboración «Constitucionalismo en crisis y pandemia» la omisión o infracción de las normas constitucionales justificada por la pandemia o plandemia coronavírica, que implican según Giovanni Cordini en su colaboración, «Crisis de régimen, crisis constitucional y crisis sanitaria». Es decir, se habría acabado, según Giuliana Parotto, «El tiempo de la democracia representativa y el advenimiento del buen gobierno», sustituidos por los «Mitos y paradojas del constitucionalismo» descritos por Marcello Maria Fracanzani. Mitos y paradojas sobre los que discuten los constitucionalistas, desde que las constituciones creadas igual que Minerva de la cabeza de Júpiter impusieron la primacía absoluta de lo público, es decir, del Estado, sobre lo privado, el modo natural o habitual de convivir el pueblo, que puede resultar hoy sospechoso.

10.- Los mitos —y las paradojas— constitucionales reflejan el Zeitgeist imperante desde que se impuso en la Gran Revolución el modo de pensamiento utópico, que sustenta el ideológico, resucitando entre otros mitos clásicos los del Paraíso perdido o la justicia originaria. Mitos a los que se han sumado mitos cientificistas, en algunos de los cuales, como el del cambio climático, un negocio, parece creer hasta el papa romano. Sería interesante plantearse si no se está entrando en una nueva época mítica.

11.- El libro termina con una pregunta de Danilo Castellano: «¿Muerte del ejecutivo y renacimiento del gobierno?» Si muere el ejecutivo despedazado por los múltiples poderes indirectos de toda laya que penetran en la estatalidad, la potencia revolucionaria del Estado carente de dirección unívoca se vuelve loca. En cierto modo, es lo que está sucediendo: desaparecida la política del bien común, que no distingue entre lo público y lo privado, la burotecnocracia estatal falta de dirección auténticamente política —¿existe todavía la política?— acoge todo tipo de ideas, por ejemplo, la desquiciada bioideología woke, se pierde la fe en el Estado, que había sustituido poco a poco a la fe de la Iglesia, y el Estado deviene el reino de Koalemos, el dios griego de la estupidez.

Como el despedezamiento del ejecutivo por intereses y hasta caprichos concurrentes es, a fin de cuentas,  el fin del Estado, cabe responder a la sugerencia de Castellano con una cita de Carl Schmitt, defensor del Estado, en el ya lejano año 1963: «Die Epoche der Staatlichkeit geht zu Ende. Darüber ist kein Wort mehr zu verlieren (La época de la estatalidad, llega a su fin. No merece la pena malgastar una palabra en ello). 

12.- El fin del Estado conlleva el fracaso del artificialismo político cultivado por la tendencia dominante del racionalismo moderno empeñada en acabar con el pecado original, que culminó en Kant. Quien, al sustituir la metafísica por la ciencia, abrió paso al irracionalismo sentimental, humanitarista, de las ideologías, un modo de pensar utópico, causa del «revolucionarismo», decía Jules  Monnerot, de las religiones seculares en la terminología de Raymond Aron, que inspiran desde entonces las constituciones y su interpretación.

La desaparición del Estado haría superfluas las constituciones a la francesa que fungen como un Derecho Natural legitimador de su abundante Legislación. Se abriría entonces la posibilidad de recuperar el mero Gobierno y la libertad política, disfrazada por el constitucionalismo como derechos fundamentales. De hecho, autorizaciones concedidas y protegidas por el Estado. Pues la libertad es una propiedad a priori, constitutiva de la naturaleza humana, anterior a cualquier forma de lo Político, cuya función principal es, justamente, protegerla. «La libertad es la estructura de la existencia», decía Zubiri.

 

 

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LA FILOSOFÍA Y LOS MITOS POLÍTICOS, por Ernst Cassirer