NO QUISIERA SER UN FILÓSOFO
LA SUPERSTICIÓN CIENTÍFICA, UNA NUEVA ESPECIE DE OPIO
«La superstición científica conlleva ilusiones tan ridículas y concepciones tan infantiles que hasta la superstición religiosa resulta ennoblecida. El progreso científico ha hecho nacer la creencia expectante en un nuevo tipo de Mesías que convertirá esta tierra en el país de Jauja; como si las fuerzas de la naturaleza, sin que intervenga la fatiga humana, sino por obra de mecanismos cada vez más perfeccionados, fuera a dar a la sociedad, y en abundancia, todo lo necesario para satisfacer sus necesidades y vivir cómodamente. Hay que combatir esta infatuación, pues la fe abstracta y supersticiosa en la fuerza taumatúrgica del hombre lleva paradójicamente a esterilizar las bases mismas de la fuerza humana y contribuye a destruir todo amor por el trabajo concreto y necesario, como si se hubiera fumado una nueva especie de opio».
Por Antonio Gramsci
Hay que notar que junto a la más superficial infatuación por la ciencia existe en realidad la mayor de las ignorancias respecto de los hechos y de los métodos científicos, cosas amabas muy difíciles y que cada vez tienden a serlo más por la progresiva especialización en los nuevos campos de investigación.
La superstición científica conlleva ilusiones tan ridículas y concepciones tan infantiles que hasta la superstición religiosa resulta ennoblecida. El progreso científico ha hecho nacer la creencia expectante en un nuevo tipo de Mesías que convertirá esta tierra en el país de Jauja; como si las fuerzas de la naturaleza, sin que intervenga la fatiga humana, sino por obra de mecanismos cada vez más perfeccionados, fuera a dar a la sociedad, y en abundancia, todo lo necesario para satisfacer sus necesidades y vivir cómodamente.
Hay que combatir esta infatuación, cuyos peligros son evidentes, pues la fe abstracta y supersticiosa en la fuerza taumatúrgica del hombre lleva paradójicamente a esterilizar las bases mismas de la fuerza humana y contribuye a destruir todo amor por el trabajo concreto y necesario, como si se hubiera fumado una nueva especie de opio.
Y hay que combatirla con varios medios, de los cuales el más importante debería ser: facilitar un mejor conocimiento de las nociones científicas esenciales. Para ello lo que conviene es que el trabajo de divulgación de la ciencia lo hagan los propios científicos y estudiosos serios, y no periodistas sabelotodo o autodidactas presuntuosos.
En realidad, como se espera demasiado de la ciencia, se la concibe como una superior hechicería y por eso no se logra valorar de manera realista lo que la ciencia ofrece en concreto.
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ANTONIO GRAMSCI, Cuaderno 11. Para la reforma intelectual y moral, selección de Francisco Fernández Buey. Los Libros de la Catarata, 1998.
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NO QUISIERA SER UN FILÓSOFO
“El pensamiento nunca está seguro de sus contactos con la realidad; la acción tiene que intervenir, para hacer inocua la retórica del pensamiento y saludables sus emociones. No quisiera ser un filósofo, si lo que esto significa es ser un profeta portador de un mensaje. Y es ahora cuando la multiplicación del mecanismo se ha convertido en una pesadilla, los omnipresentes anuncios en una plaga, el supercrecido proletariado en arenas movedizas bajo los pies del capital, y la jerarquía de los empleos en un retorno a una especie de esclavitud. Esta tragedia del comercialismo es apreciable en Europa. El mundo contemporáneo ha vuelto las espaldas a la tentativa, e incluso al deseo, de vivir razonablemente”.
Por George Santayana

El que seamos mortales tiene sus compensaciones: una de ellas es el que todos los males son transitorios, la otra el que es posible que lleguen tiempos mejores.
El afirmar que la guerra es abono para el desarrollo del valor y de la virtud es lo mismo que afirmar que el libertinaje fomenta el amor.
La sociedad es como el aire, necesario para respirar, pero insuficiente para vivir del mismo.
Cuál ha de ser la religión de un hombre determinado es un accidente histórico, ni más ni menos que el idioma que está llamado a hablar.
La moda es una cosa bárbara, porque produce novedades sin razón e imitaciones sin beneficio alguno.
¿Son esos que llamamos museos -y que resultan mausoleos en los que se amontonan los restos de un arte muerto- lugares en los que las musas tuvieron el propósito de habitar? Nosotros no conservamos en vitrinas las monedas que son en el mundo de circulación corriente. El arte vivo no produce curiosidades de coleccionistas, sino cosas necesarias espirituales destinadas a ser difundidas.
La ciencia sólo difiere del conocimiento común en su alcance, no en su naturaleza.
La risa constituye la defensa adecuada contra los daños que nacen de la simple vanidad y engaño voluntario de sí mismo, contra el palabrerío mediante el cual el hombre se convence a sí mismo de que él es la finalidad y el vértice del universo.
Como la principal ilusión del cuerpo animal es defenderse y propagarse a toda costa, así la principal y más duradera ilusión del espíritu es la ilusión de su propia importancia.
No hay nada que tenga tanta fuerza para recomendarnos cualquier opinión o costumbre como el que nos digan que es lo ultimísimo, que la están adoptando todos, y que ha llegado ya a ser universal en los círculos dirigentes.
Confieso que me inspira escasa confianza el análisis que Mr. Russell hace de los hechos, lo mismo físicos que históricos; lo encuentro, en cambio, admirable cuando se mofa de lo actual y juguetea con lo inactual.
No estoy seguro que el axioma liberal, “la mayor felicidad del mayor número” no haya perdido todo lo que de justo o de generoso había en su intención, y de que no signifique actualmente la máxima ociosidad de la parte máxima de la población.
La “verdad” pragmática es la justificación relativa y provisional de la ficción; y el pragmatismo no es en modo alguno una teoría de la verdad, sino una teoría de la teoría, cuando la teoría sirve de instrumento.
América es un país joven con mentalidad vieja.
El yo, particularmente el de los filósofos, es una nebulosa de palabras.
No tengo hacha que afilar, sólo tengo que aguzar mis pensamientos.
Toda Norteamérica es como una sola pradera barrida por un huracán universal. Aunque siempre se tuvo a sí misma en un sentido eminente por el país de la libertad -incluso cuando todo ella estaba llena de esclavos– no hay país alguno en el que los habitantes vivan sometidos a coerciones más irresistibles.
El pensamiento nunca está seguro de sus contactos con la realidad; la acción tiene que intervenir, para hacer inocua la retórica del pensamiento y saludables sus emociones.
Porque nuestra casa era la de la izquierda no la de la derecha. Ambas eran producto de aquella “economía del productor” que empezaba a prevalecer en Estados Unidos y que comienza por crear los artículos y procura después estimular su demanda, economía que ha inundado el país de artículos alimenticios de desayuno, jabones de afeitar, poetas y profesores de filosofía.
No tuvimos nosotros la culpa de haber nacido. ¿La tenemos de creer lo que creemos?
En mi filosofía, la razón no es sino una armonía entre impulsos irracionales.
Así como Emerson dijo: “Si Dios está en todas partes, está aquí”, el moderno cristiano debería decir: “Si el cielo no está aquí, no está en ninguna parte”. Conclusión que en cierto sentido estaría yo dispuesto a aceptar, sólo que no lo llamaría cristianismo, sino contento un tanto epicúreo en ser un accidente en un accidente.
La existencia no tiene base, es esencialmente gratuita; porque si yo creyese ver una base para la existencia, tendría que buscar una base para esa base, y así hasta el infinito.
No fuimos hechos de espíritu puro sino de polvo de la tierra. Los movimientos de ese polvo, una vez organizado, producen nuestras sensaciones, con nuestra fe consiguiente en ellos; creemos porque actuamos, no actuamos porque creemos.
La publicidad constituye el sustitutivo moderno de la argumentación, y su función consiste en hacer aparecer como mejor el artículo.
No miramos a nuestro alrededor porque amamos la verdad, sino que amamos la verdad porque miramos a nuestro alrededor.
No hay que maravillarse de que las mentes espirituales tengan que acudir a los sobrenatural; incluso son pocas las que tienen el valor suficiente para aceptar a la Naturaleza tal como es y para construir su casa espiritual sobre la dura roca de la verdad.
Desde el punto de vista de los orígenes, el reino de la materia es la matriz y la fuente de todo; es la Naturaleza, la esfera del génesis, la madre universal. No puede la verdad imponernos el grado de aprecio en que deberíamos tenerla; ése es un problema de preferencias y no de motivos.
No quisiera ser un filósofo, si lo que esto significa es ser un profeta portador de un mensaje.
El patriotismo, como los gobiernos que lo irradian, puede convertirse en un vicio.
Y es ahora cuando la multiplicación del mecanismo se ha convertido en una pesadilla, los omnipresentes anuncios en una plaga, el supercrecido proletariado en arenas movedizas bajo los pies del capital, y la jerarquía de los empleos en un retorno a una especie de esclavitud. Esta tragedia del comercialismo es apreciable en Europa; en América todavía parece zumbar invisible tras el horizonte.
El mundo contemporáneo ha vuelto las espaldas a la tentativa, e incluso al deseo, de vivir razonablemente. Las dos grandes guerras -dos hasta ahora- del siglo veinte, fueron aventuras de irracionalismo entusiástico. Las inspiraron ambiciones innecesarias e impracticables.
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GEORGE SANTAYANA, Átomos de pensamientos. Antología realizada por Ira Cardiff en 1950. Aguilar, 1956. Traducción de Amando Lázaro Ros.

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