LA FELICIDAD

LA FELICIDAD

 

Noche de iPad, noche de iPhone…

Inmersos en una sociedad consumista, no hay nada que suene más sensato ni más incómodo que el mensaje de Jesús

Por Víctor Lenore

 

Desde hace varios cursos, mi hija de once años y sus amigas reciben la Navidad cambiándole la letra a un villancico clásico: “Noche de iPad, noche de iPhone/ Ya ha salido la Xbox/ Me gusta jugar con mi nuevo smartphone/ Yo me instalo cada actualización/ Al Roblox me voy a viciar/ Y en el Fortnite a matar…”. Por supuesto, las primeras veces que escuchas esta coplilla suena inquietante, pero tiene la virtud de recordarnos que vivimos sumergidos en un delirio tecnoconsumista, en el que nos sentimos infelices y la vez reconfortados. Ofreciendo vivo contraste, los villancicos católicos suenan como mensajes de fraternidad pasada de rosca, como de borracho que nos invita a querer a cualquiera que pase.

Lo primero que pensé al escuchar lo que cantaba mi hija es que esa letra no podían haberla escrito unas niñas que no llegan a la adolescencia. La metí en Google y llegué a la conclusión de que inventaron la letra a partir de un sketch de 2016 sobre una familia que pasa la Nochebuena juntos, evitando comunicarse con la valiosa ayuda de los aparatos tecnológicos de moda. “Noche de iPad, noche de Iphone/ voy a enviar un WhatsApp/ Yo he subido una foto a Instagram/ Yo tuiteo lo que hay de cenar/ Tengo un diez de batería/ ponlo enseguida a cargar”, cantan unos humoristas amateur muy competentes. Cuando se apagan las risas enlatadas, aparece un cartel con la leyenda “Feliz red social/ y que la Navidad no te distraiga”. La mayoría de los españoles -no me excluyo- tendremos cenas de Nochebuena muy parecidas a esa.

 

 

La soledad del tecleador de Iphone

Casi cualquier estudio sobre la felicidad nos dice que el dinero y el estatus no satisfacen las aspiraciones existenciales de la mayoría de seres humanos. Esto puede confirmarse abriendo cualquier revista de cotilleos donde encontramos desfiles de triunfadores tan propicios a la depresión, el narcisismo patológico y las adicciones como el resto de los mortales. Existe un estudio clásico de la Harvard Medical School, también conocido como Estudio de la Segunda Generación, que se lleva haciendo más de 80 años y donde se ha analizado a más de 700 personas. El trabajo arrancó en 1938, durante la Gran Depresión, y llega hasta nuestros días. El psiquiatra Robert Waldinger, actual director del experimento, concluye que “el mensaje más claro que obtenemos de este amplio trabajo es que las buenas relaciones sociales son las que nos hacen más felices y más saludables. Punto”, explica rotundo en una famosa charla TED

 

Cualquiera sabes que puedes sentirte solo dentro de una multitud y de un mal matrimonio

 

Este venerable médico subraya que la gente más conectada con su familia, amigos y comunidades son quienes tienen las vidas más plenas. “Sabemos que uno puede sentirse solo en una multitud y que puede sentirse solo dentro de un matrimonio”, lamenta. Sin necesidad de tantos sudores académicos, Jesucristo y sus discípulos tuvieron todo esto claro en un cortísimo periodo de tiempo, sin duda intensificado por el hecho de que no tenían a mano ningún producto de Apple ni un surtido de absorbentes aplicaciones de Silicon Valley a las que dedicar toda su atención y esfuerzo.

Es precisamente esa vida extraordinaria, la de Jesús, la que celebramos estos días. Hablamos de alguien que escogió dedicarse a convertir el agua en vino, practicar el surf sin tabla y ayudar a todo aquel que se cruzaba, especialmente leprosos, ciegos y prostitutas. No parece tan mala idea recordar y compartir alguna de sus historias entre vistazo y vistazo a nuestras pantallas, aunque esos 33 años causen casi siempre la incomodidad de confirmar que no estamos a la altura de lo que tanto se esforzó en enseñarnos. Feliz Navidad a todos.

 

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Robert Waldinger: ¿Qué hace una buena vida?: Lecciones del estudio más largo sobre la felicidad

TED

 

 

¿Qué nos mantiene felices y saludables a lo largo de la vida? Si cree que es fama y dinero, no está solo, pero, según el psiquiatra Robert Waldinger, está equivocado. Como director de un estudio de 75 años sobre el desarrollo de adultos, Waldinger tiene un acceso sin precedentes a datos sobre la verdadera felicidad y satisfacción. En esta charla, comparte tres lecciones importantes aprendidas del estudio, así como también algunos conocimientos prácticos y antiguos sobre cómo construir una vida plena y larga.

 

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Un estudio de Harvard desvela la verdadera clave de la felicidad

El mayor estudio de Harvard sobre el ‘Desarrollo de los Adultos’ y uno de los más antiguos sobre la felicidad, revela el secreto para potenciar esa sensación de bienestar.

Por Esther García Amado

Onda Cero, 21 NOV 2022

 

¿Dónde reside la felicidad? En tiempos en los que encadenamos una crisis tras otra y la salud mental de la población cada vez está más dañada, muchas personas ven difícil alcanzar ese estado de ánimo que tanto condiciona nuestras vidas.

Según los economistas ganadores del Premio Nobel, 100.000 euros al año es el dinero que necesitamos para ser felices. Menos ambicioso es el psiquiatra Luis Rojas Marcos que asegura que la felicidad puede estar en un plato de croquetas. Otros encuentran la dicha en el éxito profesional.

El 77% de las personas sacrificaría su vida personal por el éxito laboral, mientras que el 80% haría todo lo contrario: dilapidar su éxito en el trabajo a cambio de la felicidad en su vida personal. Un empleo estable, un sueldo alto y ser un experto en un área laboral son los principales signos de haber triunfado profesionalmente. Pero, ¿qué es lo que realmente nos hace felices?

Cuál es el secreto de la felicidad

La Universidad de Harvard ha intentado dar respuesta a esta gran pregunta. Tras más de 70 años de investigación Harvard concluye en su mayor estudio sobre el Desarrollo de los Adultos que ni el dinero ni la fama dan la felicidad. Por el contrario, un barómetro mucho más importante de salud y bienestar a largo plazo son las relaciones que establecemos con la familia, amigos y parejas.

El director del estudio, el doctor Robert Waldinger, cree que mientras que el aislamiento es un «destructor del estado de ánimo«, las conexiones personales «crean una estimulación mental y emocional” y, por tanto, «son potenciadores automáticos del estado de ánimo«. Sin embargo, las relaciones buenas «no tienen que ser fáciles todo el tiempo«, ha asegurado en unas declaraciones recogidas por ‘New York Times‘.

Waldinger también considera fundamental aprender a «relativizar« lo que nos pasa en nuestro día a día. «No preocuparse por las cosas pequeñas« porque cuando te das cuenta de que la vida es corta, «es más probable que prestes toda tu atención en eso que te hace feliz ahora«, asegura.

El experto también aboga por no dedicar todo nuestro tiempo al trabajo si queremos tener una vida feliz. Así lo ha explicado en una conferencia TED sobre el tema.

¿Cómo se mide la felicidad?

En España existe un organismo capaz de medir la felicidad. Se trata del Instituto Español de la Felicidad e Investigación. En el programa ‘Por fin no es lunes’ entrevistamos hace unas semanas a José Antonio Molina, director de este Instituto.

Durante la entrevista con Jaime Cantizano, el experto explicó que para «medir» la felicidad hay que tener en cuenta varios factores, como el geográfico. No es lo mismo lo que quiere y necesita para ser feliz una persona que vive en un pueblo pequeño que los anhelos de una persona que vive en una gran ciudad como Madrid o Barcelona por «sus propios ritmos«.

«La felicidad es tomar consciencia de estar vivo, y no lo valoramos«, aseguraba. José Antonio cree que «estamos frivolizando la felicidad y se ha convertido en una auténtica esclavitud«. «Queremos estar siempre bien y eso es contradictorio cuando en la vida pasan situaciones que se escapan a nuestro control«. «El discurso triunfalista e imperante de que podemos con todo genera una gran frustración cuando no se puede«.

Otro aspecto relevante es el nivel adquisitivo. La pobreza influye en la infelicidad y debemos alejarnos del manido dicho: «Qué felices son con tan poco«. Está comprobado que los traumas, los problemas y la infelicidad son mayores en los países más pobres. «No podemos decir que porque esas personas sonrían, son felices«, defendía el experto.

 

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LAS MOLECULAS DE LA EMOCION

Por Alba P. Romero

Punto Crítico, 2017

 

Sabemos que nuestro cerebro está compuesto de multitud de células llamadas neuronas, dotadas de ramas que se conectan entre sí formando redes que funcionan de acuerdo a la ley de memoria asociativa. Este esquema es enormemente práctico, pues en la medida en que ciertas asociaciones se consolidan generamos comportamientos automáticos de respuesta a ciertos estímulos, que tornan más fluido nuestro accionar cotidiano, permitiéndonos centrar nuestra atención únicamente en los eventos “de excepción”.

Pero qué sucede cuando estas asociaciones nos conducen al sufrimiento? Qué pasa por ejemplo con nuestra disposición hacia el amor si repetidamente lo asociamos con experiencias de dominación o abuso emocional? Qué pasa con nuestra disposición a la prosperidad si una y otra vez revivimos experiencias de pérdida o de escasez? O con nuestra disposición a la amistad si constantemente la asociamos con experiencias de traición?

Tengamos en cuenta además que nuestro cerebro no distingue entre aquellas experiencias que estamos realmente viviendo en el presente y aquellas que recordamos, por lo que cualquier repetición de la experiencia continúa generando estos patrones asociativos a través de los cuales percibimos el mundo. Jung llama a este fenómeno “proyección”, entendiendo por tal un proceso psicológico por el cual el mundo se convierte en una pantalla sobre la que proyectamos constantemente las imágenes de nuestro pasado. Vivimos así el presente a través de los lentes del pasado, que a su turno no sólo “colorean” sino que “condicionan” nuestras expectativas, y en definitiva finalmente siempre “obtenemos lo que buscamos”, esto es, situaciones que confirman nuestras creencias, estructuras y paradigmas mentales. (“Sabía que esto iba a suceder”)

Pero aun hay más: Tal como explica la neurobióloga Candace Pert en su libro “Las moléculas de la emoción”, cada emoción que sentimos circula por nuestro cuerpo en forma de elementos químicos llamados neuropéptidos. La farmacia más sofisticada del universo está dentro nuestro, en el hipotálamo, que es como una minifábrica de pequeñas secuencias encadenadas de aminoácidos. Hay sustancias químicas para el enojo y para la tristeza, para la victimización, para cada estado emocional. Son las endorfinas, la serotonina, la dopamina, la norepinefrina … Y cada vez que activamos cierta interpretación o pensamiento nuestro hipotálamo inmediatamente libera ese péptido en la corriente sanguínea. Si tenemos presente que cada una de las células del cuerpo tiene miles de receptores tapizando su superficie, abiertas a la recepción de tales neuropéptidos, advertiremos que nuestros estados emocionales anidan finalmente en la totalidad de nuestro organismo. En otros términos, según la Dra. Pert, los péptidos son las hojas de música que contienen las notas, las frases y los ritmos que permiten a la orquesta, que es el cuerpo, tocar como una unidad integrada y la música resultante es el tono corporal que vivimos como “emoción”.

Pero cabe hacer algo al respecto? Podemos trascender esta especie de programación, cambiar nuestros modelos internos, desaprender modos negativos de pensamiento y comportamiento y aprender nuevas consignas? La respuesta es afirmativa. La neuroplasticidad implica que durante toda la vida mantenemos nuestro poder para desconectar y reconectar nuestras neuronas, desarticular y formar nuevas redes de pensamiento. Y si las células de nuestro cuerpo desarrollan mayor cantidad de receptores hacia aquellas sustancias que las impactan con mayor frecuencia, también podemos actuar para superar aquellas adicciones emocionales que nos hacen sufrir empezando a generar receptores nuevos para los péptidos correspondientes a los estados emocionales a los que aspiramos. Tal es el poder de nuestra mente, tal la sede de nuestro liderazgo personal.

Durante toda nuestra vida estamos al volante, al timón de la vida. Los estados emocionales son también un dominio de diseño. Pero para cambiar las conexiones asociativas automáticas, para cambiar en último término nuestra propia biología celular (a nivel de receptores de neuropéptidos), lo primero que tenemos que cambiar es nuestra manera de pensar. Es hora de corregir el curso de nuestra trayectoria y movernos a un territorio completamente nuevo, es hora de empezar a cambiar desde adentro … Es hora de reemplazar el resentimiento por la aceptación, la resignación por las ganas, es hora de empezar a perdonarnos a nosotros mismos, a desarrollar la gratitud a la vida misma y potenciar la conexión con nuestros dones y talentos. Es hora!

 

 

 


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