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Estudios sobre la letalidad del Covid-19: ¿Es el SARS-CoV-2 un virus letal?

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TASA DE MORTALIDAD Y TASA DE LETALIDAD; DIFERENCIA

Fundeu.es

 

La tasa de mortalidad se calcula tomando como referencia a la población total, mientras que la de letalidad solo tiene en cuenta a las personas afectadas por una determinada enfermedad, por lo que no conviene confundir ambas expresiones.

En los medios de comunicación pueden verse frases como «Madrid tiene una tasa de mortalidad del coronavirus del 7 %», «La alta mortalidad del coronavirus en Zaragoza preocupa a los expertos: supera el 10 %» o «La tasa de mortalidad en Alemania es unas 20 veces más baja que en España y 40 veces menor que en Italia».

El Diccionario de términos médicos, de la Real Academia Nacional de Medicina, define (tasa de) mortalidad como la ‘proporción entre el número de fallecidos en una población durante un determinado periodo de tiempo y la población total en ese mismo período’ y (tasa de) letalidad como el ‘cociente entre el número de fallecimientos a causa de una determinada enfermedad en un período de tiempo y el número de afectados por esa misma enfermedad en ese mismo período’.

Esta misma obra señala que, para referirse a la tasa de letalidad, también es posible hablar de la tasa de mortalidad específica.

En los ejemplos anteriores, no se está queriendo decir que el siete por ciento de los madrileños y el diez por ciento de los zaragozanos hayan muerto, sino que han fallecido el siete y el diez por ciento, respectivamente, de los madrileños y zaragozanos con la COVID-19. Respecto al tercer ejemplo, de lo que se pretende informar es de que el índice que es más bajo en Alemania es el de personas fallecidas que habían contraído esta enfermedad.

Por eso, lo adecuado habría sido escribir «Madrid tiene una tasa de letalidad del coronavirus del 7 %», «La alta letalidad del coronavirus en Zaragoza preocupa a los expertos: supera el 10 %» y «La tasa de letalidad en Alemania es unas 20 veces más baja que en España y 40 veces menor que en Italia».

 

 

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Letalidad: ¿es el SARS-CoV-2 un virus letal?

Los datos indican que el SARS-CoV-2 no es, en realidad, un virus muy letal, aunque los denominadores basados en “casos confirmados” puedan engañarnos

 

Sólo las epidemias causadas por agentes muy letales han dejado constancia de su paso por el mundo en el registro histórico de los tiempos anteriores a la era de la microbiología. Así, Tucídides nos cuenta que la Atenas de Pericles (siglo V a.C.) fue asolada por una grave epidemia que se cobró la vida del gran político griego. La “Peste de Atenas” comenzó en Etiopía y, tras pasar por Egipto y Libia, entró en Grecia por El Pireo y se extendió por la región en dos oleadas (430-429 y 426-425 a.C.). Pudo ser aquélla la primera entrada del virus de la viruela en Europa1.

Siglos después, el mismo agente habría asolado la Roma del emperador Marco Aurelio entre los años 165 y 180 de nuestra era2. Gracias a Galeno, que atendió enfermos durante la “Plaga Antonina”, sabemos que causó unos cinco millones de muertos en el Imperio Romano, y esta vez sus cuidadas descripciones dejan poca duda acerca de su naturaleza. No mucho más tarde, tras la caída de la dinastía imperial de los Severos, Alejandría se vio barrida por una grave epidemia que se extendió a Cartago para alcanzar la ciudad de Roma en 251. La “Peste de Cipriano” comenzó también en Etiopía, y San Cipriano, obispo de Cartago, describió la enfermedad con suficiente detalle como para poder pensar con mucho fundamento que se trataba de una fiebre hemorrágica vírica, algo muy parecido a la temible fiebre de Ébola. Según su testimonio, el pánico se apoderó de la ciudad y no se encontraban personas dispuestas a recoger los cadáveres, que se amontonaban en las calles. Ya en tiempos mucho más recientes, el brote de fiebre amarilla que sufrió la ciudad de Alicante en 1804 mató a la quinta parte de la población en el curso de dos meses, un período en el que la ciudad permaneció incomunicada con el resto de España y cercada por el ejército3.

 

Antes de la vacuna de Pasteur, toda persona mordida por un animal rabioso estaba condenada a morir en una fecha muy próxima

 
La letalidad de la viruela, hoy felizmente erradicada, superaba el 30%. La de la fiebre de Ébola se calculó en torno al 70% durante la gran epidemia de 2014. La de la fiebre amarilla se acerca al 50%. Antes de la vacuna de Pasteur, toda persona mordida por un animal rabioso estaba condenada a morir en una fecha muy próxima. Además, todos estos virus matan niños, adolescentes, adultos y ancianos casi sin distinción. Es por eso que los historiadores se han ocupado de ellos desde hace más de dos milenios, y conviene contar con este conocimiento antes de abordar el tema de esta semana.

Letalidad de la COVID-19

Todas las cifras de letalidad mencionadas antes corresponden a las de esas enfermedades, no a las de sus respectivas infecciones. Calcular esta segunda cifra requiere conocer el número total de infecciones del que resultaron las muertes, cosa que muy rara vez pasa. Para comprender esto hay que asumir bien un principio general básico de las enfermedades infecciosas: infección no es lo mismo que enfermedad. La diferencia entre esos dos conceptos reside en las infecciones asintomáticas y depende también de cómo definamos “enfermedad”. Recordemos ahora otra vez que nosotros definimos la COVID-19 como la enfermedad que requiere hospitalización, y que no hacemos diferencia entre la infección asintomática por el SARS-CoV-2 y la que produce sintomatología leve.

 

A la hora de calcular la letalidad de la COVID-19 tropezamos con un serio problema: las cifras oficiales de casos confirmados no reflejan ni las infecciones totales ni el número de enfermos, ya que mezclan ambos en proporciones diversas que no son nada fáciles de conocer

 

A la hora de calcular la letalidad de la COVID-19 tropezamos con un serio problema: las cifras oficiales de casos confirmados no reflejan ni las infecciones totales ni el número de enfermos, ya que mezclan ambos en proporciones diversas que no son nada fáciles de conocer. A fecha 2 de diciembre, el número de “casos confirmados” registrado en el mundo era de 64.505.608 y el oficial de fallecidos de 1.493.090. Esto arroja una letalidad del 2,3%, pero esa cifra no sirve a nuestro propósito. Debemos pues restringirnos a un ámbito más reducido en el que dispongamos de más detalles. Nosotros, naturalmente, elegiremos España.

A fecha 1 de diciembre, España acumulaba 1.656.444 casos confirmados, 192.943 hospitalizaciones y 45.511 fallecidos. La cifra que compara con la anterior es, pues, del 2,7%; y la letalidad de la COVID-19 sería, según nuestro criterio, del 23,5%. Los informes del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España (SVGE) para las dos últimas temporadas suman en sus estimaciones 63.000 hospitalizaciones por gripe y 10.200 defunciones atribuibles a la gripe, de lo que resulta una letalidad comparable del 16,2%4,5. No sabemos, sin embargo, si el criterio que sigue el SVGE para atribuir las muertes a la gripe es o no el mismo que el que usamos ahora para atribuir las muertes a la COVID-19. Digamos pues que las letalidades de la gripe grave y la COVID-19 no difieren mucho.

Para saber cómo varía la letalidad de esta enfermedad con la edad de los pacientes debo acudir al informe oficial del día 11 de mayo de 20206, que es el último que tengo archivado en el que se ofrecen esos datos. Se deduce de ellos que su letalidad se mantiene por debajo del 10% hasta los 60-69 años de edad (tabla 1), superando bruscamente el 20% a partir de la siguiente década. Es probable que la altísima cifra que registran los mayores de 80 años (46,8%) se deba en buena parte a los pacientes que fallecieron antes de llegar al hospital (especialmente, en las residencias para mayores), que restan unidades al denominador y elevan así el porcentaje.

 

Tabla 1. Letalidad de la COVID-19 en función de la edad (España, datos a 11 de mayo de 2020).

 

Hablamos pues de una enfermedad cuya letalidad dista bastante de las de la viruela, la fiebre amarilla o la fiebre de Ébola; y que, además, concentra muy notablemente los fallecimientos en los pacientes mayores de 70 años. ¿Nos habría dado noticia de ella Tucídides si se hubiese presentado en la Atenas de su tiempo? Pienso que no. Todo lo más, si Pericles hubiese muerto por su causa (tenía 66 años cuando murió) nos habría dicho que falleció de una enfermedad pulmonar aguda a una edad ya avanzada.

Cabe finalmente mencionar que la letalidad de las infecciones debidas a los cuatro coronavirus respiratorios que circulan todos los años entre nosotros se conoce poco, porque son pocos los laboratorios capaces de realizar esos diagnósticos. Sin embargo, con motivo de la pandemia del SARS-CoV-2, el laboratorio del hospital universitario de Marsella publicó en primavera un análisis basado en 770 pacientes con enfermedad respiratoria en los que se diagnosticaron esas infecciones entre 2013 y 20197. Las letalidades calculadas a partir de los datos de los pacientes fueron: 2,7% para el virus NL63; 2,5% para el OC43; 1,6% para el HKU1; y 1,1% para el E229. Se dice a menudo que esos virus solo causan catarros, pero no es exactamente así.

Letalidad del SARS-CoV-2

Como ya vimos en otro momento, la mejor manera de aproximarse al número total de infecciones sucedidas durante una epidemia es realizar estudios de seroprevalencia. Ese número es esencial para calcular la letalidad de la infección; y, en lo que conozco, solo disponemos de él en dos grandes poblaciones: la de España8 y la de la ciudad de Mumbai9.

 

Tabla 2. Letalidad del SARS-CoV-2 en función de la edad (España, datos a 4 de mayo de 2020).

 

La tabla 2 muestra la distribución por edades de la letalidad del SARS-CoV-2 según puede calcularse con los datos de la primera ronda del estudio español y las cifras de fallecidos a fecha 4 de mayo de 202010. La tasa global de letalidad resulta del 0,7%, variando con la edad desde 0 al 6,5%. Hasta los 49 años de vida, se mantiene muy por debajo del 0,1%; y entre los 50 y los 69, muy por debajo del 1%. Tomando los dos informes del SVGE mencionados antes, la letalidad de los virus de la gripe que circularon durante las dos últimas temporadas se estima globalmente en el 0,9% (10.200 defunciones sobre 1.139.000 infecciones estimadas).

Los autores del estudio de seroprevalencia realizado en Mumbai no presentan los datos de forma muy clara en su publicación, pero aportan resultados de interés. La prevalencia de anticuerpos frente al SARS-CoV-2 fue del 16,1% en los distritos urbanos de la ciudad y del 54,1% en los suburbios, sin apreciarse grandes variaciones en función de la edad en ambos casos. Con los denominadores calculados a partir de esos datos y las cifras de fallecidos en Mumbai a fecha 20 de julio de 2020, la letalidad fue del 0,01% para el conjunto de la población, y fue más elevada en los distritos urbanos (0,26%) que en los suburbios (0,08%). Desafortunadamente, no se proporcionan datos de letalidad en función de la edad. De otros estudios de seroprevalencia realizados en poblaciones parciales de siete países europeos y los EEUU se han derivado tasas de letalidad entre el 0,09 (Finlandia) y el 1,4% (Francia).

En un estudio de publicación reciente11, las autoridades sanitarias españolas calculan para el SARS-CoV-2 una letalidad del 0,8-1,1% en función de que se contemple o no el exceso de mortalidad general, unas cifras muy similares a la presentada aquí. Sin embargo, afirman en el resumen que “la letalidad de la COVID-19 fue mayor que la comunicada para otras enfermedades respiratorias comunes, tales como la gripe” (el subrayado es mío). Al final del artículo, vuelven a mencionar las cifras de letalidad de la infección (no de la enfermedad) para concluir que es “alrededor de diez veces mayor que la que corresponde a la gripe estacional”, citando como única referencia comparativa los datos facilitados por los CDC de Atlanta para los EEUU durante la temporada 2019-20. Al margen de inducir al lector a confundir la letalidad del SARS-CoV-2 con la de la COVID-19, no se comprende por qué se acude a datos de los EEUU para compararla con la de la gripe cuando el SVGE proporciona unos excelentes datos para España; es decir, para la misma población diana. Si se añade que los organismos responsables de esos datos figuran entre las firmas del artículo, se comprende todavía menos. Pienso que los revisores de ese manuscrito deberían haber llamado la atención de los autores sobre esos detalles para que los corrigieran. En realidad, ni la letalidad de la COVID-19 es diez veces mayor que la de la gripe grave ni la del SARS-CoV-2 difiere en nada de la de los virus de la gripe estacional.

 

En un país como España, la letalidad global del SARS-CoV-2 es muy similar a la de los virus de la gripe que circulan estacionalmente;

 

De todo lo visto aquí pueden deducirse tres conclusiones: 1. En un país como España, la letalidad global del SARS-CoV-2 es muy similar a la de los virus de la gripe que circulan estacionalmente; 2. Por debajo de los 49 años de edad es realmente muy baja, siendo moderadamente baja en los pacientes de los dos siguientes segmentos etarios; 3. Al cambiar a un ambiente tropical y a un país de población mucho más joven, las cifras caen dramáticamente. Quiere esto decir que cuando se pretende hacer predicciones sobre las muertes que produciría el SARS-CoV-2 en libre circulación por el mundo, o sobre las que se hayan evitado con las intervenciones adoptadas, se entra en un terreno muy resbaladizo en el que es fácil caer en la tentación de simplificar mucho para poder ofrecer una cifra; y también, por desgracia, en la de mezclar desordenadamente la letalidad de la infección y la de la enfermedad, lo que se ve favorecido cuando, incorrectamente, se le llama al SARS-CoV-2 “el COVID-19” (pienso que la RAE no ha considerado esto con suficiente cuidado al aceptar la expresión). Yo ni voy a intentarlo ni voy a citar a quienes, a pesar de todo, lo han hecho. Sólo diré que los datos indican que el SARS-CoV-2 no es, en realidad, un virus muy letal, aunque los denominadores basados en “casos confirmados” puedan engañarnos.

¿Cómo han influido las cifras de letalidad oficiales en la percepción de la epidemia por parte de la población?

Después de nueve meses de epidemia, hay que lamentar mucho que un suceso natural como la emergencia de un virus respiratorio humano nuevo se haya convertido en una pieza principal de la lucha política en la que unos y otros partidos tratan de obtener la condena del contrincante (mucho más que la propia aprobación) de una gente que, superada ya por mil dilemas que ni comprende bien ni puede juzgar por sí misma, sabe sin embargo sufrir, con infinita paciencia y ejemplar civismo, que se limiten sus derechos constitucionales en mayor o menor grado dependiendo del momento. Esta cuestión se analiza en profundidad en un artículo científico aún en proceso de revisión que firman seis instituciones americanas12, y ha sido bien tratada recientemente en la prensa española a colación de ese artículo13. Este fenómeno, que no es nuevo y que tal vez se produjo igual durante la Peste de Atenas, solo puede darse cuando, con más o menos razón, el miedo se disemina entre los ciudadanos.

Hay pues que recordar, porque parece que a veces se olvida, que en el mes de abril de 2020 la OMS nos presentó a un virus humano nuevo de transmisión respiratoria cuya mortalidad era diez veces superior a la de la gripe14. Es cierto que se dijo “mortalidad”, pero el ciudadano común, preocupado ante todo por sí mismo y por los suyos, entendió “letalidad” porque nadie se molestó en explicarle la diferencia. Un mes después, mientras la encuesta seroepidemiológica española estaba ya en marcha, los datos aportados por nuestras autoridades sanitarias en su informe de 4 de mayo aún le asignaban una letalidad del 8%10. Quienes nos mostramos escépticos con esa clase de cálculos durante aquellas semanas no encontramos mucha acogida para nuestros razonamientos, aunque la publicación de un estudio realizado en Italia nos respaldó pronto15 y planteó formalmente una realidad que ya se abre paso11,16. Más bien no se nos creyó, e incluso se nos tachó de irresponsables por querer restar gravedad a la epidemia ante la opinión pública. Las intervenciones implantadas entonces por los gobiernos para tratar de frenar la difusión del virus se tomaron, pues, en un momento en el que la percepción de gravedad que generaban esas cifras era muy alta, tanto entre las propias autoridades como entre la población. En el próximo artículo reflexionaremos sobre esas intervenciones para poner fin a esta serie de artículos.

 

 

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NOTAS:

1. Echevarría JM. Epidemias, endemias y desarrollo social: una perspectiva histórica. Virología 2015; 18(2): 2-6.
2. Echevarría JM. El fatal destino de Roma. Virología 2019; 22:16-22.
3. Pascual M. La ciudad ante el contagio. Asclepio 2002; 54:125-153.
4. Instituto de Salud Carlos III. Informe de vigilancia de la gripe en España. Temporada 2018-2019. Madrid, 2019.
5. Instituto de Salud Carlos III. Informe de vigilancia de la gripe en España. Temporada 2019-2020. Madrid, 2020.
6. Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Actualización no 102. Enfermedad por el coronavirus (COVID-19). Madrid, 11 de mayo de 2020.
7. Roussel Y et al. SARS-CoV-2: fear versus data. Int J Antimicrob Agents 2020:  DOI: 10.1016/j.ijantimicag.2020.105947 .
8. Pollán M et al. Prevalence of SARS-CoV-2 in Spain (ENE-COVID): a nation-wide, population-based seroepidemiological study. Lancet 2020; DOI:10.1016/S0140-6736(20)31483-5.
9. Malani A et al. Seroprevalence of SARS-CoV-2 in slums versus non-slums in Mumbai, India. Lancet 2020; DOI:10.1016/S2214-109X(20)30467-8.
10. Instituto de Salud Carlos III. Informe sobre la situación de la COVID-19 en España. Informe COVID-19 no 28. Madrid, 4 de mayo de 2020.
11. Pastor R et al. Infection fatality risk for SARS-CoV-2 in community dwelling population of Spain: nationwide seroepidemiological study. Brit Med J 2020; 371: m4509 | doi: 10.1136/bmj.m4509.
12. Escandón K et al. COVID-19 and false dichotomies. A nuanced review of the evidence regarding public health, COVID-19 symptomatology, SARS-CoV-2 transmission, masks and reinfection. OSF Preprints, doi:10.31219/osf.io/k2d84.
13. Salas J. Una pandemia de falsos dilemas que polarizan y confunden a la población. El País. Madrid, 3 de diciembre de 2020.
14. RTVE. La OMS avisa: “La tasa de mortalidad del COVID-19 es diez veces superior a la de la gripe”. RTVE.ES, 9 de abril de 2020.
15. Giangreco G. Case fatality rate analysis of Italian COVID-19 outbreak. J Med Virol 2020; DOI: 10.1002/jmv.25894.
16. Phipps SJ et al. Robust estimates of the true (population) infection rate for COVID-19: a backcasting approach. Roy Soc Open Sci 2020; DOI:10.1098/rsos.200909.

 

 

JOSÉ MANUEL ECHEVARRÍA:  Ex-Jefe de Área de Virología, Centro Nacional de Microbiología, Instituto de Salud Carlos III. Madrid, España.

 

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Estudios sobre la letalidad del Covid-19

Por Swiss Policy Research (SPR)

30 de noviembre de 2020

 

 

1) Estudios de anticuerpos: 

La tasa de mortalidad por infección por covid-19 (IFR) depende de la demografía (edad y estructura de riesgo), las políticas públicas (p. Ej., Protección de hogares de ancianos) y la calidad del tratamiento médico.

Los IFR de Covid-19 dependen en gran medida de la edad, con un fuerte aumento por encima de los 70 años. La edad media de las muertes relacionadas con el covid en la mayoría de los países occidentales es de 80 a 86 años (consulte la sección 3 a continuación). En la mayoría de los países occidentales, aproximadamente la mitad de todas las muertes ocurrieron en hogares de ancianos (ver sección 5).

En términos de las IFR de covid-19, existe una diferencia importante entre los lugares con y sin un colapso parcial o total de la salud local y el cuidado de ancianos, y entre la fase pandémica temprana y tardía.

A. Lugares sin colapso de la salud y el cuidado de los ancianos

1) 0,64% y 0,60% incluyendo hogares de ancianos; 2) 0.14% y 0.23% asumiendo 40% de muertes perdidas ( más ); 3) valores medianos; 4) el IFR no ajustado es 0,28% (página 9); 5 ) población en general (excluidos los hogares de ancianos); 6) 0,58%, incluidos los hogares de ancianos de Estocolmo (alrededor del 40% de las muertes, ver página 23); 7) Estos estudios de EE. UU. Pueden subestimar el verdadero IFR, ya que se realizaron al principio de una pandemia localmente acelerada; 8) 0,76% incluyendo hogares de ancianos (36% de las muertes).

 

Nota : El metaestudio de Meyerowitz-Katz, muy citado, que afirma un IFR global de Covid-19 de 0,68%, es engañoso porque combina estudios de modelado y estudios de anticuerpos, hogares de ancianos y la población general, IFR de fase temprana y tardía, y compromete varios métodos metodológicos errores.

 

B. Lugares con colapso total o parcial de la salud y el cuidado de ancianos

Los lugares con un colapso parcial o total de la salud local y el cuidado de ancianos experimentaron valores de IFR significativamente más altos y muy dependientes de la edad, especialmente durante la fase inicial de la pandemia.

Sin embargo, las pruebas de anticuerpos IgG pueden subestimar la verdadera prevalencia de las infecciones por coronavirus y, por lo tanto, pueden sobrestimar la IFR en un factor de dos a cinco (consulte la sección 2 a continuación).

1) España

 

Un estudio de seroprevalencia español encontró un IFR general entre 0,82% (basado en muertes confirmadas por Covid-19) y 1,07% (basado en el exceso de muertes por todas las causas). El estudio no incluyó hogares de ancianos, que representaron alrededor del 50% de todas las muertes. El IFR fue fuertemente dependiente de la edad, con valores por debajo del 0.03% hasta los 40 y por debajo del 0.1% hasta los 50 pero alcanzando niveles muy altos por encima de los 70 años.

El estudio encontró una seroprevalencia de anticuerpos IgG en todo el país de solo el 4,9% (alrededor del 12% en Madrid). Sin embargo, menos del 20% de las personas sintomáticas (3+ síntomas o anosmia) tenían anticuerpos IgG. Esto puede indicar que las infecciones fueron hasta cinco veces más extendidas que las detectadas por las pruebas de anticuerpos IgG (consulte la sección 2 a continuación sobre este tema). Si es así, los valores de IFR españoles podrían caer por debajo del 0,5%.

Por encima de los 60 años, hubo una diferencia significativa en la letalidad entre hombres y mujeres. Esto puede deberse, por ejemplo, a razones genéticas, salud cardiovascular o ciertos hábitos como fumar.

 

 

2) Norte de Italia

 

Un estudio italiano consideró los contactos de casos confirmados de Covid-19 en la región de Lombardía, que incluye puntos críticos como Bérgamo y Cremona, para determinar su riesgo de muerte y sus comorbilidades. Descubrieron que la IFR general era un 62% más baja en la segunda fase de la pandemia (después del 16 de marzo) en comparación con la primera fase cataclísmica (hasta el 15 de marzo).

Esto fue particularmente evidente en personas mayores de 80 años, donde el IFR cayó del 30% en la fase inicial al 8% en la fase posterior (4% para mujeres, 16% para hombres). Por debajo de 50 años, los IFR se acercaron al 0%; por debajo de los 70 años, los IFR fueron del 0,43% (ambas fases combinadas). Más del 80% de las muertes ocurrieron en pacientes con enfermedades cardiovasculares, que se sabe que son un factor de riesgo importante.

Es de destacar que entre las personas italianas con anosmia (pérdida temporal del sentido del olfato o el gusto), un síntoma muy típico de Covid, se encontró que solo alrededor del 25% tenían anticuerpos IgG. Esto podría indicar que las infecciones por coronavirus están más extendidas y las IFR más bajas de lo que se suponía.

 

Norte de Italia: IFR en fase pandémica temprana y tardía ( Poletti )

 

3) Nueva York

 

Hasta mayo de 2020, la ciudad de Nueva York contaba alrededor de 20,000 muertes confirmadas y probables por Covid-19 entre sus 8.4 millones de ciudadanos y registró una prevalencia de anticuerpos de aproximadamente el 20%. Los estudios que estiman la tasa de mortalidad por infección (IFR) para la ciudad de Nueva York encontraron valores entre 0,7% y 1,1% según las muertes confirmadas y hasta 1,45% según las muertes confirmadas y probables.

Aproximadamente el 52% de las muertes por Covid en Nueva York ocurrieron en el grupo de 75 años o más. Este valor es más bajo que en Europa, donde alrededor del 90% de las muertes fueron mayores de 70 años. En todo el estado de Nueva York, alrededor de 6,300 pacientes fueron enviados de hospitales a hogares de ancianos , que finalmente registraron entre 6,600 y 13,000 muertes.

Como en Italia y otros lugares muy afectados, el IFR para los grupos de edad mayores de 65 años se redujo en aproximadamente un 50% durante el curso de la pandemia, posiblemente debido a una mejor preparación médica y estrategias de tratamiento.

Suponiendo que las pruebas serológicas de anticuerpos IgG no capturan la extensión completa de las infecciones por coronavirus (por ejemplo, debido a casos leves sin anticuerpos IgG), la IFR general en la ciudad de Nueva York podría caer a aproximadamente 0,50% o menos, y la propagación real del coronavirus podría estar por encima del 50%.

 

Muertes por covid en Nueva York por grupo de edad (Fuente: NYC.gov )

 

4) Reino Unido

 

Hasta julio de 2020, Inglaterra contaba alrededor de 30,000 muertes por Covid en la población general y alrededor de 20,000 muertes relacionadas con Covid en hogares de ancianos (que tenían que recibir pacientes). Según el Centro de Oxford de Medicina Basada en Evidencia, el IFR de Covid cayó entre un 50% y un 80% durante la epidemia y alcanzó un valor entre el 0,3% y el 0,5% a finales de julio.

Un estudio del Imperial College London estimó una seroprevalencia de anticuerpos IgG del 6% en general y del 13% en Londres a mediados de julio. Sin embargo, según Public Health England, los donantes de sangre de Londres ya tenían una seroprevalencia de anticuerpos del 17,5% en mayo.

Es de destacar que solo alrededor del 50% de las personas con anosmia (pérdida temporal del sentido del olfato o del gusto), un síntoma muy típico de Covid, tenían anticuerpos IgG. Solo el 35% de las personas que un médico sospechaba que eran casos de Covid tenían anticuerpos IgG. Y solo el 28% de las personas que informaron de «síntomas graves» tenían anticuerpos IgG detectables contra el SARS-CoV-2.

Si algunas de estas personas fueran de hecho casos de Covid (sin anticuerpos detectables en el momento de la prueba), el valor de IFR general en la población general puede caer a aproximadamente 0,50% o menos. La mortalidad general de 2020 es comparable a la fuerte temporada de influenza de 1999/2000 (ver más abajo).

 

Inglaterra: Mortalidad en 2020 comparada con la fuerte ola de influenza de 1999/2000 ( InProportion )

 

5) Bélgica

 

Bélgica informó una de las tasas de muerte por covid más altas de Europa, en parte porque siempre incluyó muertes por covid confirmadas y probables. El 50% del exceso de muertes en Bélgica se produjo en hogares de ancianos. De estos, solo alrededor de un tercio fueron confirmados por una prueba de PCR. Es posible que algunas de las muertes no confirmadas en hogares de ancianos no se debieran a covid, sino a circunstancias extremas.

Debido a la alta proporción de muertes en hogares de ancianos, los IFR difieren notablemente entre la población general y la población de hogares de ancianos. La IFR para la población general se estima entre 0,30% y 0,62%, mientras que la IFR para la población de hogares de ancianos se estima entre 28% y 45%. Para las personas de 45 a 64 años, la IFR es de 0,21 y para las personas de 25 a 44 años, la IFR es de 0,02%.

Incluso sin el ajuste por edad, la mortalidad mensual máxima debida a Covid en abril de 2020 fue igual a la ola de gripe estacional de 1989 e inferior a las olas de gripe de 1951, 1960 y 1970 (consulte el cuadro a continuación). La edad media de las muertes por covid en Bélgica fue de unos 86 años. Sin embargo, la seroprevalencia de anticuerpos belgas hasta junio era de solo un 7% a nivel nacional y un 12% en Bruselas.

 

Bélgica: Mortalidad mensual desde 1900 ( Bustos Sierra )

 

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2) Estudios inmunológicos: 

La investigación inmunológica indica que los estudios de anticuerpos serológicos, que miden los anticuerpos en la sangre (principalmente IgG), pueden detectar solo entre el 20% y el 80% de todas las infecciones por coronavirus, dependiendo de la sensibilidad del ensayo, el momento de la prueba y la población. probado.

Esto se debe a que hasta el 80% de las personas desarrollan solo síntomas leves o ningún síntoma si están infectadas, ya que neutralizan el coronavirus con su sistema inmunológico mucoso (IgA) o celular (células T). Estas personas pueden desarrollar anticuerpos IgG no medibles o pueden mostrarlos solo durante unas pocas semanas.

La mayoría de los hotspots globales de Covid-19 alcanzaron un máximo de aproximadamente el 20% de prevalencia de anticuerpos IgG (por ejemplo, Nueva York, Londres, Estocolmo, Madrid, Bérgamo). Además, entre las personas con anosmia (pérdida temporal del sentido del gusto o del olfato), un síntoma muy típico de Covid-19, solo alrededor del 20% al 50% tenían anticuerpos IgG detectables, según encuestas en varios países (ver más abajo).

Ver también : ¿Estamos subestimando la seroprevalencia del SARS-CoV-2? (BMJ, 09/2020) y Coronavirus hasta cinco veces más común y menos mortal de lo que se suponía (SZ, 06/2020).

 

 

3) Edad promedio de muertes por Covid-19 por país 

La mitad de todas las muertes ocurrieron por debajo y la mitad por encima de la edad media.

 

Ejemplo: tasa de mortalidad por grupo de edad en Massachusetts ( mass.gov )

 

4) Tasa de hospitalización: 

Las estimaciones iniciales basadas en datos chinos suponían una tasa de hospitalización muy alta del 20%, lo que llevó a la estrategia de «aplanar la curva» para evitar sobrecargar a los hospitales. Sin embargo, los estudios de anticuerpos basados ​​en la población (ver arriba) han demostrado desde entonces que las tasas reales de hospitalización están cerca del 1%, que se encuentra dentro del rango de las tasas de hospitalización por influenza (1 a 2%).

Los CDC de EE. UU. Encontraron que las tasas de hospitalización por Covid-19 para personas de 65 años o más están «dentro de los rangos de las tasas de hospitalización por influenza», con tasas ligeramente más altas para personas de 18 a 64 años y «mucho más bajas» (en comparación con la influenza) para personas menores de 18 .

En puntos de acceso locales como la ciudad de Nueva York, la tasa general de hospitalización basada en estudios de anticuerpos es de alrededor del 2,5% (19,9% o 1,7 millones de personas con anticuerpos y 43.000 hospitalizaciones al 2 de mayo).

La tasa de hospitalización mucho más baja de lo esperado puede explicar por qué la mayoría de los «hospitales de campaña» de Covid-19, incluso en los países más afectados como Estados Unidos, Reino Unido y China, permanecieron prácticamente vacíos .

 

5) Porcentaje de muertes por Covid-19 en residencias: 

En muchos países, las muertes en hogares de ancianos representan del 30 al 60% de todas las muertes adicionales. En Canadá y algunos estados de EE. UU. , Los hogares de ancianos representan hasta el 80% de todas las muertes «relacionadas con Covid19». En Suecia, las muertes en hogares de ancianos y apartamentos de ancianos representan el 75% de todas las muertes .

 

Muertes en residencias de ancianos: números absolutos (barras, escala izquierda) y porcentajes (puntos, escala derecha)

Fuente : Mortalidad asociada con brotes de COVID-19 en residencias de ancianos (LTC Covid, 21 de mayo de 2020)

 

Fuente : The Covid-19 Nursing Home Crisis by The Numbers (Freopp, 19 de junio de 2020)

 

El siguiente gráfico muestra la diferencia muy significativa entre los IFR para toda la población (incluidos los hogares de ancianos, fila superior) y para la población que no vive en hogares de ancianos (fila inferior) en el ejemplo de Bélgica. Los IFR para pacientes en hogares de ancianos (aproximadamente 30%) son aproximadamente 10 veces más altos que los IFR para personas de la misma edad (75+) fuera de los hogares de ancianos (aproximadamente 3%).

Por lo tanto, al calcular y comunicar los IFR, es importante distinguir entre los hogares de ancianos (que requieren una protección centrada y humana) y la población en general.

Bélgica: IFR para toda la población frente a la población que no vive en hogares de ancianos (Molenberghs)

 

6) Mortalidad global: 

En países como el Reino Unido (encierro) y Suecia (sin encierro), la mortalidad general desde el comienzo del año está en el rango de una fuerte temporada de influenza; en los EE. UU., la mortalidad está en el rango de las pandemias de influenza de 1957 y 1968; en países como Alemania, Austria y Suiza, la mortalidad general está en el rango de una temporada de influenza leve (pero los niveles de anticuerpos aún son bajos).

Fuentes : Global , EE . UU. , Inglaterra , Suecia , Suiza , Alemania

 

Una comparación entre el número de muertes por coronavirus predicho por el modelo influyente del Imperial College London (sin medidas o medidas moderadas) y el número real de muertes en Suecia indica que el modelo sobreestimó significativamente el impacto de la epidemia:

 

Suecia: predicciones del modelo ICL versus muertes reales por Covid-19 (HTY / FOHM)

 

7) Seroprevalencia de anticuerpos por país: 

Porcentaje de personas con anticuerpos medibles contra el nuevo coronavirus.

                         Niveles nacionales de anticuerpos por país al 1 de septiembre de 2020 ( O’Driscoll )

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Ver también

 

 

 

 

 


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