INTEGRIDAD Y CORRUPCIÓN – Krishnamurti

 ““Rara es la vez que contemplamos un cuadro por lo que en sí representa, o a un hombre o a una mujer por lo que son como tales. “Durante toda la vida se nos incita a comparar.”“¿Por qué comparamos?. “Se nos educa en esta corrupción”. “Cuando no hay comparación, hay integridad”. “Lo que es carece de medida”. Krishnamurti-. Cuando era muy joven leí “Pedagogía de la Libertad” de Krishnamurti y me impresionó. Rara vez un pensador tan lúcido se interesa por la pedagogía, es decir, por la investigación de la educación como principal causa y germen de la evolución del ser humano y de la sociedades que generará en el devenir del tiempo. Rara vez alguien es educado para apreciar al prójimo por el simple hecho de ser, de existir. Rara vez un pensador lúcido cuando mira a su hermano lo ve y aprecia por lo que es como tal, sin más. Se nos educa en la corrupción de competitividad desde la más tierna infancia, no en el sano cumplimiento del deber y responsabilidad hacia todo y todos los que nos rodean. Y se puede decir que de esos barros nos llegan estos lodos actuales, ya sean políticos o sociales. “La explotación del prójimo, ya sea hombre o mujer, parece ser nuestra forma cotidiana de vida. Nos utilizamos el uno al otro y ambos lo aceptamos. De esta relación peculiar surge la dependencia, con toda su desdicha, confusión y agonía inherentes”. Se nos educa en la recompensa, no en la satisfacción de haber hecho lo que debíamos hacer en cada momento. Se nos educa en la aberración de que para conseguir nuestros objetivos “todo vale”, incluso lo nauseabundo, como es la humillación y/o destrucción del prójimo o la Naturaleza. Y esta corrupción de la Conciencia lleva a querer compararnos con todo y con todos y querer ser más ser más que ellos, por el simple hecho de ser “más”. ¿Pero ese “corrupto más” a dónde nos conduce? Evidentemente debemos ser lo más y mejores que podamos pero siempre que respetemos a todos los seres que nos rodean. Si no es así, estaremos equivocados y las consecuencias de nuestra inconsciencia habrá que pagarlas antes o después. Hay leyes espirituales, que sin ser visibles al ojo humano, son tan inmutables como las físicas. Ya lo dijo ese Gran misterioso Hombre de fuego hace dos mil años: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” o ‘Quién a hierro mata a hierro muere’”. (m.d. - September 30th, 2009).

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INTEGRIDAD Y CORRUPCIÓN, por Jiddu Krishnamurti

Lo que el hombre le ha hecho al hombre no tienen límites. Lo ha torturado, quemado, matado y explotado de todas las maneras posibles en los ámbitos religioso, político y económico. Ésta ha sido la historia del conflicto entre los hombres: el listo explota al tonto, al ignorante.

LOS IDEALES DE LOS PENSADORES HAN DESHUMANIZADO AL HOMBRE Y CARECEN DE INTEGRIDAD

Todas las filosofías son intelectuales y, por consiguiente, no son algo íntegro. Estas filosofías han esclavizado al hombre. Han inventado conceptos de lo que la sociedad debería ser y han sacrificado al hombre a sus conceptos; los ideales de los llamados pensadores han deshumanizado al hombre.

La ciudad de los cajones - Dalí - los olores narcisistas que emanan de cada uno de nuestros cajones...

La explotación del prójimo, ya sea hombre o mujer, parece ser nuestra forma cotidiana de vida. Nos utilizamos el uno al otro y ambos lo aceptamos. De esta relación peculiar surge la dependencia, con toda su desdicha, confusión y agonía inherentes. Tanto en el ámbito interior como en el externo, el hombre ha sido sumamente pérfido para consigo mismo y para con los demás. ¿Cómo puede haber amor en tales circunstancias?

De modo que se vuelve muy importante para el educador sentir total responsabilidad no sólo en su relación personal con el estudiante, sino con toda la humanidad. El educador es la humanidad. Si no se siente totalmente responsable de sí mismo, entonces será incapaz de sentir la pasión de la responsabilidad total que es el amor.

¿Siente usted, como educador, esta responsabilidad? Si no la siente, ¿por qué no? Usted puede sentirse responsable de su propia esposa, de su marido o de sus hijos, y puede desatender o no sentir ninguna responsabilidad para con ninguna otra persona. Pero si en sí mismo se siente completamente responsable, no puede dejar de responsabilizarse de toda la humanidad.

La cuestión de por qué no se siente responsable de otra persona es muy importante. La responsabilidad no es una reacción emocional, ni algo que uno se imponga a sí mismo para sentirse responsable. En tal caso se convierte en un deber y el deber ha perdido el perfume o la belleza de la cualidad interior de la responsabilidad total. Esto no es algo que usted invoque como principio o ideal al que atenerse, como si se tratara de poseer una silla o un reloj.

Una madre puede sentirse responsable de su hijo, sentir que el hijo forma parte de su sangre y de su carne, y así darle todo el cariño y atención a ese bebé durante algunos años. ¿Es este instinto maternal responsabilidad? Puede que este apego peculiar al hijo lo hayamos heredado de los primeros animales. Existe en toda la naturaleza, desde el pájaro más diminuto al majestuoso elefante. Nos estamos preguntando si ese instinto es responsabilidad. Si lo fuera, los padres se sentirían responsables de establecer una clase de educación como es debido y un modelo totalmente distinto de sociedad. Se asegurarían de que no hubiera guerras y de que ellos mismos florecieran en la bondad.

Parece, pues, que al  ser humano le trae sin cuidado lo que le pase a su prójimo y que su único compromiso es para consigo mismo. Este compromiso es irresponsabilidad total: sus propias emociones, deseos y apegos personales, su éxito y progreso inevitablemente generarán crueldad, tanto explícita como sutil. ¿Es éste el modo en que obra la verdadera responsabilidad?

En estas escuelas, tanto el que da como el que recibe son responsables, de manera que jamás pueden complacerse en esta característica peculiar de la separatividad. La separatividad egoísta acaso sea la verdadera raíz de la degeneración de la integridad mental, integridad que es el objeto de nuestro profundo interés. Esto no quiere decir que no haya relación personal, con su afecto, ternura, aliento y apoyo; pero cuando la relación personal adquiere máxima importancia y sólo se responsabiliza de unos cuantos, entonces ha comenzado la debacle.

LA FRAGMENTACIÓN, LA MEDIDA Y LA COMPARACIÓN SON LA CORRUPCIÓN DE LA MENTE Y DE NUESTRO MODO DE VIDA

Todos los seres humanos son conocedores de esta realidad. Esta fragmentación en las relaciones es el factor degenerativo de nuestra vida. Hemos dividido la relación de tal manera que es íntima, con un grupo, con una nación, con determinados conceptos, etc.

Lo que está fragmentado jamás puede abarcar la totalidad de la responsabilidad. Siempre estamos tratando de captar lo más grande desde lo pequeño. Lo mejor no es lo bueno y todo nuestro pensamiento se basa en lo mejor, en el más: pasar los exámenes con mejores notas, conseguir empleos mejores, un status superior, mejores dioses o ideas más nobles.

Lo mejor resulta de la comparación. Los conceptos de la mejor pintura, la mejor técnica, del músico más grande, del de mayor talento, del más hermoso y el más inteligente dependen de dicha comparación. Rara es la vez que contemplamos un cuadro por lo que en sí representa, o a un hombre o a una mujer por lo que son como tales. Siempre está presente esa cualidad de la comparación.

¿Es el amor comparación? ¿Puede uno decir alguna vez que ama a esta persona más que a aquella? Cuando esta comparación existe, ¿es eso amor? Cuando existe este sentimiento del más, que es medida, entonces está operando el pensamiento. El amor no es el movimiento del pensar. Esta medida es comparación. Durante toda la vida se nos incita a comparar.

¿Por qué comparamos? Comparamos por la sencilla razón de que medir es la actividad propia del pensamiento y nuestra forma de vivir. Se nos educa en esta corrupción. Cuando no hay comparación, hay integridad. No se trata de que usted sea fiel a sí mismo, lo cual es una forma de medida, sino que cuando no hay medida en absoluto existe la cualidad de la integridad. La esencia del ego, del yo, es la medida.

Cuando se mide hay fragmentación. Esto debe comprenderse a fondo, no como una idea sino como una realidad. Cuando usted lee esta declaración, puede convertirla en una abstracción, en una idea o un concepto, y esa abstracción es otra forma de medida. Lo que es carece de medida.

Casi todas las palabras que empleamos contienen este sentido de medida, de este modo las palabras influyen en nuestras reacciones y éstas ahondan el sentido de la comparación. La palabra y la reacción están relacionadas entre sí y el arte radica en no dejarse condicionar por la palabra, lo que significa que el lenguaje no nos determina. Use la palabra sin las reacciones psicológicas que suscita.

Como dijimos, lo que nos interesa es comunicarnos entre nosotros respecto a la naturaleza de la degeneración de nuestras mentes y, por ende, de nuestras formas de vida.

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JIDDU KRISHNAMURTI, La integridad [texto abreviado]. Aprender es vivir, Gaia Ediciones, 2008. Traducción: Armando Clavier. Filosofía Digital 2008.