La nueva normalidad consiste en odiar y mentir
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La relación entre el odio y la mentira, según Albert Camus
Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista, al francés Albert Camus le bastaron sólo 46 años de vida para arrojar luz sobre muchos aspectos vitales a los que encontró explicación gracias a la influencia de las teorías filosóficas de algunos como Schopenhauer, Nietzsche o los arraigados al existencialismo alemán.
Por
En esta entrevista que el Nobel de Literatura concedió a Le Progrès de Lyon en diciembre de 1951, Camus explica cómo se relacionan los conceptos de «odio» y de «mentira».
«La justicia, por su parte, no consiste en abrir unas prisiones para cerrar otras. Consiste, en primer lugar, en no llamar «mínimo vital» a lo que apenas si basta para hacer que viva una familia de perros, ni emancipación del proletariado a la supresión radical de todas las ventajas conquistadas por la clase obrera desde hace cien años.
La libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura.
La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir.
Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa».
¿Cree usted lógico relacionar las dos palabras «odio» y «mentira»?
El odio es en sí mismo una mentira. Se calla instintivamente con relación a toda una parte del hombre. Niega lo que «en cualquier hombre» merece compasión. Miente, pues, esencialmente, sobre el orden de las cosas.
La mentira es más sutil. Sucede incluso que se miente sin odio, por simple amor a uno mismo. Todo hombre que odia, por el contrario, se detesta a sí mismo, en cierto modo. No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira.
No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira
En el mundo actual, presa de las exasperaciones internacionales, ¿no toma el odio frecuentemente la máscara de la mentira? ¿Y no es la mentira una de las mejores armas del odio, quizá la más pérfida y la más peligrosa?
El odio no puede tomar otra máscara, no puede privarse de esta arma. No se puede odiar sin mentir. E inversamente, no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión. De diez periódicos, en el mundo actual, nueve mienten más o menos (que no tiene nada que ver con la neutralidad).
Es que en grados diferentes son portavoces del odio y de la ceguera. Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal.
Rostros actuales del odio en el mundo. ¿Los hay nuevos, propios de las doctrinas o de las circunstancias?
Por supuesto, el siglo XX no ha inventado el odio. Pero cultiva una variante particular que se llama el odio frío, en maridaje con las matemáticas y las grandes cifras. La diferencia entre la matanza de los Inocentes y nuestros ajustes de cuentas es una diferencia de escala.
¿Sabe usted que en veinticinco años, desde 1922 a 1947, setenta millones de europeos, hombres, mujeres y niños, han sido privados de hogar, deportados o matados? He ahí en lo que se ha convertido la tierra del humanismo, que, a pesar de todas las protestas, es como debemos seguir llamando a esta vergonzosa Europa.
¿Importancia privilegiada de la mentira?
Su importancia proviene de que ninguna virtud puede aliarse con ella sin perecer. El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella. Por ello, los servidores de Dios y amantes del hombre traicionan a Dios y al hombre desde el momento que consienten en la mentira por razones que creen superiores.
No, ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira, a veces, hace vivir, pero nunca eleva. La verdadera aristocracia, por ejemplo, no consiste en primer lugar en batirse en duelo. Consiste, en primer lugar, en no mentir.
¿Asistimos a una regresión del amor y de la verdad?
En apariencia, hoy todo el mundo ama a la humanidad (del mismo modo que uno puede amar que le sirvan un filete de ternera poco hecho) y todo el mundo posee una verdad. Pero es el extremo de una decadencia. La verdad pulula sobre sus hijos asesinados.
¿Dónde están los «justos» en el momento actual?
La mayor parte, en las prisiones y en los campos de concentración. Pero también están allí los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otra parte, dictando sus órdenes al mundo.
¿En las circunstancias actuales, no podría ser la fiesta de Navidad un motivo para reflexionar sobre la idea de una tregua?
¿Y por qué esperar a Navidad? La muerte y la resurrección son de todos los días. De todos los días son también la injusticia y la verdadera rebelión.
¿Cree usted en la posibilidad de una tregua? ¿De qué clase?
La que obtendremos al término de una resistencia sin tregua.
– Usted ha escrito en El mito de Sísifo: «No hay más que una acción útil: la que rehiciese al hombre y a la tierra. Yo no reharé jamás a los hombres. Pero hay que hacer «como si». ¿Cómo desarrollaría usted hoy esta idea en el marco de nuestra entrevista?
Yo era entonces mucho más pesimista de lo que soy ahora. Es cierto que nosotros no reharemos a los hombres. Pero no los rebajaremos. Por el contrario, los levantaremos un poco a fuerza de obstinación, de lucha contra la injusticia, en nosotros mismos y en los demás. No nos ha sido prometida el alba de la verdad; no hay contrato, como dice Louis Guillous.
Pero está por construirse la verdad, como el amor, como la inteligencia. En efecto: nada es dado ni prometido, pero todo es posible para quien acepta empresa y riesgo. Es esta apuesta la que hay que mantener en esta hora en que nos ahogamos bajo la mentira, en que estamos arrinconados contra la pared. Hay que mantenerla con tranquilidad, pero irreductiblemente, y las puertas se abrirán.
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SOMOS GANADO Y PERTENECEMOS A ALGO (Presentación)
Esta hipótesis, que al sentido común de las mentes vulgares (y como dijo Maquiavelo, «en el mundo todo es vulgo») le resultará la más descabellada a la hora de intentar explicar lo que nos están haciendo, es la que parece cobrar más fuerza desde que la ONU inició la ejecución implacable de su monstruosa Agenda 2030 Transhumanista. Agenda muy astutamente hilada, ejecutada con premeditación y alevosía, que se hizo claramente manifiesta cuando la OMS (una organización privada y criminal), en 2020, declaró e impuso la Alarma Sanitaria en todo el mundo con la complicidad descarada de TODOS los gobiernos, sea cual fuere su ideología.
Es impresionante comprobar cómo el ganado humano es arreado hacia el infierno nanotecnológico mediante el óxido de grafeno «inyectado» (véase el Informe concluyente e irrebatible del profesor Campra) que va directamente a su cerebro sin que se entere de nada; o prefiera no enterarse. «Los cerdos, los patos y las vacas deben, en principio, descubrir que son posesión de alguien, y después preocuparse de saber por qué son poseídos.» (Fort)
Ver la horrenda realidad de frente, sin agachar la cabeza ni mirar para otro lado, requiere una inteligencia y un coraje poco comunes. La «Nueva Normalidad» del Nuevo Orden Mundial totalitario constituye una enorme tragedia para la Humanidad y una auténtica pesadilla para los que entendemos lo que está pasando.
Todo fue «anunciado» ya en 2005 por Ray Kurzweill (no «pronosticado», que no es ningún adivino) para el año 2020 (año COVID, ¡qué casualidad!) en su libraco «La Singularidad está cerca» donde describe con todo lujo de detalles cómo «flogets» (nanorobots del tamaño de glóbulos rojos) irían ocupando posiciones en el organismo humano de forma «furtiva».
De este modo, la «nanoenfermedad» no sería detectada por el sistema inmunitario, hasta que extendido el mal por toda la biomasa, podría adueñarse de ella en 20 minutos. El que lea, entienda.
Que se está inyectando nanotecnología desde hace años para acceder al control del cerebro es UN HECHO probado. ¿Al servicio de quién? ¿Tendría razón Fort? ¿Y Castaneda cuando escribió supuestamente al dictado de Don Juan: «Tenemos un depredador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros…»?
Que por muy increíble o delirante que nos resulte la hipótesis, al menos no nos lleve a negar los HECHOS comprobados. Ni a evitar prepararnos para lo que viene. O mejor dicho: para lo que nos traen.
Jesús Nava
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SOMOS GANADO Y PERTENECEMOS A ALGO
«Creo que somos bienes inmobiliarios, accesorios, ganado. Pienso que pertenecemos a algo.
Los cerdos, los patos y las vacas deben, en principio, descubrir que son posesión de alguien, y después preocuparse por saber por qué son poseídos.
Veo difícil, por ejemplo, cómo abarcar en un solo libro todos los usos posibles de la humanidad para un modo distinto de existencia, o incluso justificar la lisonjera ilusión que quiere que seamos útiles a algo o a alguien.
Quizá somos utilizables, quizá se ha operado un convenio entre varias partes: algo sobre nosotros tiene derecho legal por la fuerza, después de haber pagado por obtenerlo, el equivalente de las cuentas de colores que le reclamaba nuestro anterior propietario, más primitivo.
Y esta transacción es conocida desde hace varios siglos por carneros emisarios de un culto o de una orden secreta cuyos miembros como esclavos de primera clase, nos dirigen de acuerdo con las instrucciones recibidas y nos encaminan hacia nuestra misteriosa función»
Por Charles Fort
Filosofía Digital, 2023

La Astronomía.
Un vigilante nocturno vela ante una media docena de linternas rojas en una carretera bloqueada.
Hay faroles de gas, candelabros y ventanas iluminadas en el barrio; se prenden cerillas, se encienden fuegos, se declara un incendio, hay anuncios de neón y faros de automóvil.
Pero el vigilante nocturno permanece junto a su pequeño sistema.
Esto es lo que se llama Ética.
NUESTRA «CONCIENCIA» DE LA REALIDAD OFRECE LA MAYOR RESISTENCIA POSIBLE A ENTENDERLA COMO ES, PORQUE SE CONTENTA CON «SENTIR» LO POCO QUE PERCIBE DE ELLA
Algunas jovencitas se encierran con su querido y viejo profesor en una torre de marfil.
La violación y el divorcio, el alcoholismo y el asesinato, la droga y la sífilis están excluidos.
Lo austero y lo preciso, lo exacto, lo puritano y lo matemático, lo único puro y perfecto. Una gota de leche flotando sobre el ácido que la corroe. Lo positivo inundado por lo negativo.
La conciencia de lo real es la mayor resistencia posible a las tentativas de realizarse o de convertirse en real, puesto que se contenta con sentir lo que alcanza la realidad.
Yo no me opongo a la Ciencia, sino a la actitud de las Ciencias desde el momento en que imaginan haber realizado un fin. Me opongo a la creencia, no a la aceptación; a la insuficiencia tantas veces comprobada, a la puerilidad de los dogmas y los standard científicos.

Si varias personas parten hacia Chicago y llegan a Buffalo, y si una de ellas se persuade de pronto de que Buffalo es Chicago, opondrá una resistencia al progreso de los demás.
Así actúa la astronomía y su pequeño y aparentemente exacto sistema.
Pero tendremos datos de mundos redondos, y de mundos ahusados o en forma de rueda; de mundos parecidos a titánicas tijeras o unidos unos a otros por hileras de filamentos: mundos solitarios y mundos en horda; mundos inmensos, mundos minúsculos, algunos formados por la misma materia que nuestro planeta, otros elevándose en superconstrucciones geométricas de hierro y de acero. Restos y fragmentos de vastos edificios. Un día u otro sabremos que, además de las cenizas del coque y del carbón, fragmentos de acero han caído sobre la Tierra.
Pero ¿qué sabría un pez de las grandes profundidades si una plancha de acero, desprendida de un pecio, le golpeara la nariz? Estamos sumergidos en un océano convencional de densidad casi impenetrable. A veces soy un salvaje descubriendo un objeto en la orilla de su isla, a veces soy como un pez de las profundidades y me duele la nariz.
El mayor de los misterios: ¿por qué no se muestran ellos a nosotros, abiertamente? Quizá se mantengan apartados por razones morales; pero ¿no habrá entre ellos algunos degenerados? O por razones físicas: desde el momento en que evaluamos esta posibilidad, creemos de buen grado que el acercamiento de nuestro mundo por otro mundo seria catastrófico.
Pero, con todo, debemos interesarles, sea al grado que sea. Los microbios y los gérmenes nos interesan, algunos incluso nos apasionan.

¿Un posible peligro? Cuando una de nuestras naves duda en aproximarse a una costa rodeada de arrecifes, envía una canoa.
¿Por qué no se establecerán relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cyclorea (este es el nombre, en astronomía avanzada, de un notable mundo en forma de rueda)? ¿Por qué no nos enviarán algunos misioneros para convertirnos abiertamente, arrancarnos de nuestras prohibiciones bárbaras y de nuestros tabúes y preparar el camino a un mercado ventajoso de ultrabiblias y de superwhiskeys?
Entreveo una respuesta simple e inmediatamente aceptable:
¿educaríamos nosotros, civilizaríamos nosotros, si pudiéramos, a los cerdos, a los patos y a las vacas? ¿Estaríamos dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con la gallina que pone para nosotros, satisfecha de su sentido absoluto de la perfección?
Creo que somos bienes inmobiliarios, accesorios, ganado.
Pienso que pertenecemos a algo. Que antiguamente la Tierra era una especie de No man’s land que otros mundos han explorado, colonizado y disputado entre ellos.

Actualmente, alguien posee la Tierra, y ha alejado de ella a todos los colonos. Nada se nos ha aparecido viniendo del más allá, tan abiertamente como un Cristóbal Colón desembarcando en San Salvador o Hudson remontando el rio que lleva su nombre.
Pero,
en cuanto a las visitas subrepticias hechas al planeta, muy recientemente aún, en cuanto a los viajeros emisarios llegados quizá de otro mundo y cuidando mucho de evitarnos, tenemos pruebas convincentes.
Emprendiendo esta tarea, deberé prescindir a mi vez de algunos aspectos de la realidad.
LOS ANIMALES DE UNA GRANJA DEBEN DESCUBRIR QUE SON POSESIÓN DE ALGUIEN ANTES DE PREOCUPARSE DE SABER POR QUÉ SON POSEÍDOS
Veo difícil, por ejemplo, cómo abarcar en un solo libro todos los usos posibles de la humanidad para un modo distinto de existencia, o incluso justificar la lisonjera ilusión que quiere que seamos útiles a algo o a alguien.
Los cerdos, los patos y las vacas deben, en principio, descubrir que son posesión de alguien, y después preocuparse por saber por qué son poseídos.
Quizá somos utilizables, quizá se ha operado un convenio entre varias partes: algo sobre nosotros tiene derecho legal por la fuerza, después de haber pagado por obtenerlo, el equivalente de las cuentas de colores que le reclamaba nuestro anterior propietario, más primitivo.
Y esta transacción es conocida desde hace varios siglos por algunos de nosotros,
por carneros emisarios de un culto o de una orden secreta cuyos miembros como esclavos de primera clase, nos dirigen de acuerdo con las instrucciones recibidas y nos encaminan hacia nuestra misteriosa función.
Antiguamente, mucho antes de que la posesión legal fuera establecida, los habitantes de una multitud de Universos aterrizaron en la Tierra y saltaron, volaron, navegaron o derivaron, empujados, atraídos hacia nuestras orillas, aisladamente o bien en grupos, visitándonos ocasionalmente o periódicamente por razones de caza, de trueque o de prospección, quizá también para llenar sus harenes. Instalaron aquí sus colonias, se perdieron o debieron volver a marcharse. Pueblos civilizados o primitivos, seres o cosas, formas blancas, negras o amarillas.
Tengo todas las razones para creer que los antiguos bretones eran azules.

Por supuesto, la antropología convencional quiere que sencillamente se hayan pintado de azul. Pero, en mi antropología avanzada, eran realmente azules.
Recientemente [239], ha nacido en Inglaterra un niño de color azul. Explicación: puro y simple atavismo.
Gigantes y Hadas. Los acepto.
La Ciencia de hoy es la superstición de mañana, la Ciencia de mañana, la superstición de hoy.
Se ha encontrado en Escocia un hacha de piedra de cincuenta por treinta centímetros [240]; en un túmulo de Ohio, un hacha de cobre de sesenta centímetros de largo y que pesa diecisiete kilogramos [241]; otra hacha descubierta en Birchwood, Wisconsin, ha sido expuesta en la colección de la Sociedad Histórica de Missouri [242]: estaba «plantada en el suelo», como dejada caer, y medía setenta por cuarenta centímetros y pesaba ciento treinta y cinco kilogramos.
O las huellas de pasos en la arenisca, netas y precisas, en Carson, Nevada [243]: cada pie medía de cincuenta a sesenta centímetros de largo. Para asimilarlas a su Sistema, el profesor Marsch, un sistematizador leal y sin escrúpulos, argumentó inmediatamente en el Journal:
«La dimensión de estas huellas, y particularmente la insólita desviación entre la serie de la derecha y la serie de la izquierda prueban, contra toda suposición, que no pertenecen a un ser humano».

Tómense ustedes la molestia de mirar las fotos de estas huellas, reproducidas en el mismo Journal: o bien estarán de acuerdo con el profesor Marsch, o estimarán que su denegación indica un intelecto tan profundamente refrenado por el Sistema como las facultades mínimas de un monje medieval.
El razonamiento de este fantasma representativo, de esta apariencia espectral que juzga y condena, es el siguiente: jamás han habido gigantes sobre la tierra, porque estas huellas gigantes son más gigantes que las huellas de los no gigantes.
Veo a estos seres gigantescos como ocasionales visitantes del planeta.
Stonehenge, por ejemplo. Pero puede que con el tiempo terminemos por admitir un día que existen numerosas huellas de su residencia terrestre.
Osamentas, y ausencia de osamentas.
Sea cual sea mi naturaleza optimista y crédula, cada vez que visito el Museo Americano de Historia Natural mi cinismo surge nuevamente a la superficie en la sección «Fósiles».
Osamentas gigantescas, reconstruidas de modo que nos hagan «verosímiles» a los dinosaurios. En el piso de abajo hay una reconstrucción del pájaro dodo. Es una verdadera ficción, presentada como tal. Pero edificada con tal amor, con tanto deseo de convencer…

Hay también las «Cruces de las Hadas».
Entre el punto de unión de la cresta Azul y de los montes Alleghanys, al norte del condado de Patrick, en Virginia, se han hallado unas cruces muy pequeñas [244].
Una raza de seres minúsculos.
Que crucificaban a sus condenados.
Seres refinados, poseyendo la crueldad de todos los refinados. Eran hombres en miniatura: crucificaban.
Las «Cruces de las Hadas» pesan, según el Harper’s Weekly, de catorce a veintiocho gramos, pero algunas de entre ellas, según el Scientific American [245], son tan pequeñas como cabezas de alfiler. Se hallan repartidas sobre dos Estados, pero todas las que se han encontrado en Virginia están estrictamente localizadas en y a lo largo de la Bull Mountain.
Uno piensa entonces irresistiblemente en los sellos chinos de Irlanda.
Algunas son cruces romanas, otras cruces de San Andrés, algunas cruces de Malta. Esta vez se nos ahorra el contacto de los antropólogos. Tendremos que tratar con los geólogos, pero el alivio de nuestras sensibilidades más finas y más reales no será más que mínimo.
Los geólogos han explicado las «Cruces de las Hadas» por medio del tropismo científico habitual: las cruces, según ellos, no eran más que cristales, pese a que esta tesis no da cuenta de la distribución localizada de las cruces, laguna que ellos reconocen tan sólo de paso.
Pero ¿y la diversidad de forma de dichas cruces? Ciertamente, puede haber un mineral poseyendo una gama de formas geométricas, aunque estuviesen reducidas al tema de la cruz: los copos de nieve, ¿no son acaso una infinidad de formas reducidas al hexágono?
Pero los geólogos, al igual que los astrónomos, los químicos y otros peces de las grandes profundidades, han despreciado el dato esencial, las «Cruces de las Hadas» no están todas hechas de la misma materia.
Es siempre el psicotropismo, el eterno proceso de asimilación. Los cristales son formas geométricas, se hallan incluidos en el Sistema: luego, las «Cruces de las Hadas» son cristales. Pero el que diferentes minerales puedan, en distintas regiones, componer distintas formas de cristales, es algo que constituye una seria oposición.
Pero vayamos ahora a otros minúsculos «malditos», por la salvación de los cuales se han casi condenado algunos misioneros científicos.
Los «Sílex Pigmeos».
Son innegables, están expandidos y son célebres. Son pequeñísimos útiles prehistóricos de una longitud de dos a tres milímetros.
Se han hallado en Inglaterra, en la India, en Francia y en África del Sur.
No se los discute, no se los desprecia, han dado incluso origen a una abundante literatura.
Sin embargo, pertenecen a la flor y nata de los condenados. Se ha intentado racionalizarlos, asimilarlos, identificándolos como juguetes de niños prehistóricos, lo cual me parece razonable.
Llamo razonable a todo aquello que todavía no posee un contrario igualmente razonable.
Añadiré también que nada es finalmente razonable, pese a que algunos fenómenos se acercan más que otros a la razón.
Planteado esto, hay una aproximación mayor que esta noción de los juguetes: por todos lados donde se hallan sílex pigmeos, todos los sílex son pigmeos. Al menos en la India, en donde capas de terreno separan los sílex de mayor tamaño de los sílex enanos (Wilson).
Y he aquí el detalle que, por el momento, me conduce a pensar que estos sílex han sido fabricados por seres humanos del tamaño de enanos.
El profesor Wilson [246] señala que los sílex no solamente eran minúsculos sino que su trabajo era «minucioso». R. A. Galty, en Science Gossip [247] dice: «Es tan fino que para estudiar el trabajo de talla es necesario una lupa». Hermosa lucha para expresar, en la mentalidad del siglo XIX, una idea que no pertenecía a su siglo.
Esto parece concluir en una teoría, ya sea en favor de seres minúsculos, grandes como cohombros y talladores de sílex, ya sea en favor de salvajes muy ordinarios que los hubieran tallado con ayuda de una lupa.
La idea que me preparo para desarrollar, diría mejor que voy a perpetrar, a continuación, es intensísimamente maldita. Es un alma perdida, lo admito, o más bien me vanaglorio de ello. Pero se integra en el método científico de la asimilación, si pensamos en los hombres de Elvera.
Pero a este respecto olvidaba decirles el nombre del mundo de los Gigantes es Monstrator, un universo en forma de huso, de doscientos mil kilómetros de largo en su eje mayor. Volveremos a hablar de él.
Mi inspiración está, pues, justificada si pensamos en que los habitantes de Elvera han venido solamente a hacernos una visita. Han venido en hordas densas, como una nube de langostas, en expediciones de caza —a la caza de los ratones sin duda, o de las abejas—, hordas minúsculas horrorizadas ante cualquiera que se tragara más de una habichuela a la vez, temiendo por el alma de cualquiera que engullera más de una gota de rocío a la vez. Hordas de exploradores minúsculos, determinadas en su infinita pequeñez a hacer triunfar sus derechos.
Tan ínfimas criaturas, apenas desembarcadas de su pequeño mundo, pasarían bruscamente de lo mínimo a lo enorme. Tragadas de un solo bocado por cualquier animal terrestre, digeridas por docenas como sin pensar en ello, caerían en un riachuelo que se las llevaría con su tumultuoso torrente. «Los datos geológicos son incompletos», diría Darwin.
Sus sílex sobrevivirían, pero sus frágiles cuerpos desaparecerían.
Un golpecillo de viento y un elverano sería barrido a centenares de metros, sin que sus compañeros pudieran recuperar su pequeño cadáver.
Llorarían al desaparecido; respetarían el luto, y realizarían los inevitables funerales.
Adopto aquí una explicación tomada a la antropología, la de la inhumación en efigie.
LA HISTORIA ES UN DEPARTAMENTO DE LA ILUSIÓN HUMANA QUE ME APASIONA
A principios de julio de 1836 [248], algunos muchachos buscaban madrigueras de conejo en una cadena de rocas próximas a Edimburgo, conocida con el nombre de Silla de Arturo. En la ladera de una resquebradura, encontraron algunas hojas de pizarra. Las arrancaron, y descubrieron una pequeña caverna y diecisiete ataúdes en miniatura, de cinco a seis centímetros de largo. Dentro de estos ataúdes había unas minúsculas siluetas de madera, talladas en estilo y materia muy diferentes. Lo más extravagante era que los ataúdes habían sido depositados en la caverna uno después del otro, con varios años de intervalo.
Una primera hilera de ocho ataúdes estaba completamente podrida, deshaciéndose en polvo las envolturas. Para una segunda hilera, igualmente de ocho ataúdes, los efectos del tiempo eran menos visibles. La última hilera, finalmente, inacabada, estaba compuesta por un solo ataúd, de apariencia reciente. En la revista escocesa Proceeding [249] puede leerse un relato detallado de este descubrimiento, ilustrado con la reproducción de tres ataúdes y de tres siluetas.
Imagino a Elvera, sus bosques tranquilos y sus conchas microscópicas. Los elveranos puede que sean primitivos, pero toman baños, utilizando esponjas grandes como una cabeza de alfiler.
Han podido ocurrir catástrofes, y algunos fragmentos de Elvera caer en la Tierra. En Popular Science [250], Francis Bingham, describiendo los corales, las esponjas, las conchas y los crinoideos encontrados por el doctor Hahn en los meteoritos, declara que su «más notable particularidad reside en su extrema pequeñez». Los corales, por ejemplo, se hallan reducidos a una vigésima parte de los corales terrestres. «Representan —escribe Bingham— un verdadero mundo animal pigmeo».
Supongo que los habitantes de Elvera y de Monstrator eran seres primitivos en el tiempo de sus visitas a la Tierra, aunque en realidad, en una cuasi-existencia, todo lo que nosotros, semifantasmas, llamamos evidencia de algo, puede ser muy bien la evidencia de cualquier otra cosa.
Los lógicos, los detectives, los jurados, las mujeres celosas y los miembros de la Real Sociedad Astronómica reconocen esta indeterminación, pero conservar la ilusión de que el método de concordancia constituye una evidencia real y final. Es suficiente, tal vez, en el caso de una existencia semireal, pero que no ha concurrido menos en su tiempo a los procesos de las brujas y a las historias de fantasmas.
No es que yo sea bastante rezagado como para negar los fantasmas y las brujas, sino que pienso que no han existido jamás las brujas ni los fantasmas conforme los presenta la tradición popular. Toda su leyenda ha sido sostenida por sorprendentes fabricaciones de detalles.
Si un gigante deja, pues, en el suelo la huella de sus pies desnudos, esto no significa que sea un primitivo. Puede ser un coloso de cultura, hundido en plena cura de Kneipp.
Y si Stonehenge es una construcción vasta, pero muy imprecisa geométricamente, esta disparidad puede significar no importa qué:
enanos ambiciosos, gigantes en el estado del hombre de las cavernas, o arquitectos postimpresionistas de una civilización demasiado avanzada.
Si hay otros mundos son mundos tutelares, y Kepler, por ejemplo, no pudo equivocarse completamente. Su visión de un ángel afecto al impulso y a la dirección de cada planeta puede no ser muy aceptable, pero hablando en abstracto implica la noción de una relación tutelar. El solo hecho de ser implica la tutela.
Una vaca pasta, un tigre acecha, un cerdo hoza el suelo con su hocico, los planetas intentan la captura de un cometa como los traperos y los cristianos, un gato se precipita de cabeza en un cubo de basura; las naciones se disputan un territorio, las Ciencias organizan sus datos, los magnates ordenan sus trusts, una chica del coro corre para tomar su cena de medianoche… y todos son detenidos por lo inadmisible.
La chica del coro y su bogavante hervido. Si no come carne y caparazón, representará el fracaso universal ante la positividad. Si se come una y otro, lo representa también, ya que su estómago en revolución la confrontará con el Negativo Absoluto.
Así actúa la Ciencia con todos mis datos, tan duros de caparazón.
Si otros mundos han tenido relaciones con la Tierra, eran tentativas de positivación. Querían extender sus fronteras mediante colonias, convertir o asimilar a los nativos del planeta.
Somos las colonias de estos mundos-matriz.
De Super-Romanimus es de donde salieron los primeros romanos. La historia es tan válida como la de Rómulo y Remo. Y Azuria otorgó su tutela a los antiguos británicos. Azuria, de donde venían los hombres azules, cuyos descendientes se han diluido como los saquitos de azulete en un fregadero con todos los grifos abiertos. Mundos antiguamente tutelares, hasta el último aliento, hasta el rechazo por todas las sociedades de algunas unidades, hasta la reacción ante lo inasimilable.
De ahí la cólera de Azuria, puesto que las poblaciones terrestres no querían asimilar a sus colonos de Inglaterra, no querían volverse azules para complacerla.
La historia es un departamento de la ilusión humana que me apasiona. En los fuertes vitrificados de algunas regiones de Europa, hay datos que han olvidado los Humes y los Gibbons.
Estos fuertes vitrificados rodean Inglaterra, pero no están en Inglaterra. Se les encuentra en Escocia, en Irlanda, en Bretaña y en Bohemia.
Y un día, Azuria, con sus huracanes eléctricos, quiso barrer de la Tierra a todos los pueblos que se le resistían.
La masa azul de Azuria apareció en pleno cielo; las nubes enverdecieron, el sol perdió toda forma y se empurpuró con las vibraciones de su cólera. Los pueblos blancos, amarillos y morenos de Escocia, de Irlanda, de Bretaña y de Bohemia huyeron a la cima de las colinas y construyeron los fuertes. En la existencia real las colinas accesibles a un enemigo aéreo serían la última elección de los fugitivos. Pero en la cuasi-existencia, un hombre habituado, en caso de peligro, correrá directamente a la cima de una colina, incluso si el peligro está muy próximo. Es muy corriente, en la cuasi-existencia, el hecho de querer huir acercándose a su perseguidor.
Y la electricidad se proyectó sobre todos los fuertes, cuyas piedras vitrificadas o fundidas existen aún hoy en día. En su terror medieval a la excomunión, los arqueólogos han intentado explicar los fuertes vitrificados en términos de experiencia terrestre: han supuesto que los pueblos prehistóricos habían construido enormes braseros, a menudo muy alejados de su reserva de madera, para fundir exteriormente y cimentar las piedras de sus construcciones.
Siempre la negatividad: en el interior de sí misma, una Ciencia no puede ser jamás homogénea, unificada o armoniosa.
Pero, si examinamos aunque sea sólo un poco el tema antes de comentarlo, lo que es un modo de ser más real que nuestros oponentes, descubriremos que las piedras de estos fuertes están vitrificadas sin referencia a su cimentación, que están cimentadas por bandas irregulares, como si hubieran sido golpeadas por ráfagas. ¿Alguien piensa en el rayo? Las piedras de los viejos fuertes levantados en Escocia, en Irlanda, en Bretaña o en Bohemia están fundidas por bandas, pero el rayo elige siempre masas aisladas y bien visibles. Algunos fuertes vitrificados no están situados en alturas, pasan incluso desapercibidos; sin embargo, sus muros están vitrificados por bandas.
Algo ha producido en los fuertes de Escocia, de Irlanda, de Bretaña y de Bohemia un efecto parecido al del rayo. En el resto del mundo, los restos de los altos fuertes no están vitrificados.
Ya que sólo hay un crimen, en sentido local, que es no volverse azul cuando los dioses son azules, y un solo crimen en sentido universal, que es no enverdecer a los dioses, cuando uno es verde.

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AUTOR: Charles Fort, 1874-1932. «El libro de los condenados«, capítulo 12. (Primera edición, 1919). Editorial Maxtor, 2016.
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NOTAS
(1) Annals of Philosophy, 14-51.
(2) (Proc. Soc. of Ants. of Scotland, 1-19-184.)
(3) (Amer. Antiquarian, 18-60.)
(4) (Amer. Anthropologist, n. s. 8-229.)
(5) (Amer. Jour. Sci. , 3-26-139.)
(6) Harper’s Weekly, 50-715.
(7) Scientiftic American, 79-395.
(8) (Rept. National Museum, 1892-455.)
(9) (Science Gossip, 1898-36.)
(10) London Times, 20 de julio de 1836.
(11) Proceeding of the Society of Antiquarians of Scotland, 3-12-460.
(12) Popular Science, 20-83.













