Inmortalidad y supervivencia, por Aldous Huxley. ¿Quién quiere vivir para siempre?

La fuente de la vida, de Jan Van Eyck (1390 – 1441)

Quien quiere vivir para siempre?

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Inmortalidad y supervivencia

(Aldous Huxley, «La Filosofía Perenne», Capítulo 14)

Aldous Huxley, 1945

 

La inmortalidad es la participación en el eterno ahora de la divina Base; la supervivencia es la persistencia en una de las formas del tiempo. La inmortalidad es resultado de la liberación total. La supervivencia es la suerte de aquellos que se hallan parcialmente libertados en algún cielo, o que no están libertados, pero se encuentran, por la ley de su propia naturaleza intrascendida, obligados a escoger una servidumbre de purgatorio o encarnación todavía más penosa que la que acaban de abandonar.

La bondad y la virtud hacen a los hombres conocer y amar, creer y deleitarse en su inmortalidad. Cuando el alma es purgada y esclarecida por la verdadera santidad, es más capaz de estas divinas irradiaciones, por las cuales se siente en conjunción con Dios. Sabe que el todopoderoso Amor, por el que vive, es más fuerte que la muerte. Sabe que Dios no abandonará nunca Su propia vida, que Él suscitó en el alma. Ese alentar y jadear por una eterna participación en Él no es más que la energía de Su propio aliento en nosotros.

John Smith, el platonista

He sostenido antes y todavía sostengo que y a poseo todo lo que se me concede en la eternidad. Pues Dios en la plenitud de su Divinidad reside eternamente en Su imagen —el alma.

Eckhart

Turbada o quieta, el agua es siempre agua. ¿Qué diferencia puede producir la encarnación o desencarnación para los libertados? En la calma o la tormenta, la identidad del Océano no sufre cambio.

Yogavasistha

A la pregunta: «¿Dónde va el alma cuando el cuerpo muere?», Jacob Boehme contestó: «No tiene necesidad de ir a ninguna parte». La palabra Tathagata (uno de los nombres del Buda) significa uno que no va a ningún sitio ni viene de ningún sitio; y por ello es llamado Tathagata (Así-ido), santo y plenamente iluminado.

Sutra Diamante

Viéndole a Él solo, se trasciende la muerte, no hay otra manera.

Svetasvatara Upanishad

Morí mineral y me convertí en planta.

Morí planta y me levanté animal.

Morí animal y fui un hombre.

¿Por qué temería? ¿Cuándo mengüé muriendo?

Una vez más moriré como hombre y me elevaré

con los benditos ángeles, mas también de la angélica

condición pasaré. Todo, salvo Dios, perece.

Cuando hay a sacrificado mi alma de ángel,

me tornaré en aquello que ninguna mente jamás ha

concebido.

¡Oh, no exista yo! Pues la No Existencia proclama:

«A Él volveremos».

Jalal-uddin Rumi

Hay acuerdo general, en Oriente y Occidente, en que la vida en un cuerpo ofrece oportunidades óptimas para lograr la salvación o liberación. La doctrina católica y la del budismo mahayánico coinciden en insistir en que el alma, en su desencarnada condición después de la muerte, no puede adquirir mérito, sino que meramente sufre en el purgatorio las consecuencias de sus actos pasados. Pero, mientras la ortodoxia católica declara que no hay posibilidad de progreso en el otro mundo, y que el grado de beatitud del alma es determinado únicamente por lo que hizo y pensó en su vida terrenal, los escatólogos orientales afirman que existen ciertas condiciones póstumas en que las almas meritorias pueden avanzar desde un cielo de feliz supervivencia personal a la auténtica inmortalidad en unión de la eterna Divinidad sin tiempo. Y, por supuesto, hay también la posibilidad (y, para la mayoría de individuos, la necesidad) de volver a alguna forma de vida encarnada, en que el progreso hacia la beatificación completa, o liberación por el esclarecimiento, pueda ser continuado. Entretanto, el haber nacido en un cuerpo humano es una de las cosas por que, dice Shankara, deberían darse diarias gracias a Dios.

La criatura espiritual que somos tiene necesidad de un cuerpo, sin el cual no podría en modo alguno alcanzar ese conocimiento que obtiene como único modo de aproximación a las cosas por el conocimiento de las cuales llega a ser bendita.

San Bernardo

Habiendo logrado nacer humano, rara y bendita encarnación, el hombre prudente, dejando toda vanidad a los que son vanos, debería esforzarse en conocer a Dios, y sólo a Él, antes de que la vida pase a la muerte.

Srimad Bhagavatam

Los hombres buenos espiritualizan su cuerpo; los hombres malos encarnan sus almas.

Benjamín Whichcote

Más precisamente, los hombres buenos espiritualizan su cuerpo mental; los hombres malos encarnan y mentalizan su espíritu. El cuerpo mental completamente espiritualizado es un Tathagata, que no va a ningún sitio cuando muere, por la buena razón de que y a está, real y conscientemente, donde cada uno ha estado siempre en potencia sin saberlo. La persona que, en esta vida, no ha entrado en la Asidad, en el eterno principio de todos los estados del ser, entra en la muerte en algún estado particular sea purgatorial o paradisíaco. En las Escrituras hindúes y sus comentarios, se distinguen diferentes clases de salvación póstuma. El alma « así-ida» está totalmente libertada en la unión completa con la divina Base; pero también es posible alcanzar otra clase de mukti, o liberación, aun reteniendo una forma de depurada conciencia del y o. La naturaleza de la liberación de un individuo después de la muerte depende de tres factores: el grado de santidad logrado por él estando en el cuerpo, el determinado aspecto de la Realidad divina a que fue principalmente fiel, y la ruta que eligió. Análogamente, en la Divina Comedia, el Paraíso tiene sus diversos círculos; pero, mientras que, en las escatologías orientales, el alma salvada puede pasar aun de una individualidad sublimada, aun de la supervivencia en alguna especie de tiempo celestial, a una liberación completa en lo eterno, las almas de Dante permanecen para siempre donde (después de pasar por los no meritorios sufrimientos del purgatorio) se hallan en consecuencia de su única encarnación. La doctrina cristiana ortodoxa no admite la posibilidad, sea en estado póstumo o en alguna otra encarnación, de ningún nuevo desarrollo hacia la perfección final de una total unión con la Divinidad. Pero, en las versiones hindúes y budistas de la Filosofía Perenne, la misericordia divina es igualada por la paciencia divina: ambas son infinitas. Para los teólogos orientales, no hay condenación eterna; hay sólo purgatorios y luego una serie indefinida de segundas ocasiones para avanzar hacia el fin último, no sólo del hombre, sino de la creación entera —la reunión total con la Base de todo ser.

La preocupación por la liberación póstuma no es uno de los medios conducentes a tal liberación; y en realidad puede convertirse fácilmente en un obstáculo en el camino de avance hacia ella. No hay la más mínima razón para suponer que es más probable que se salven los ardientes espiritistas que aquellos que nunca asistieron a una sesión ni se familiarizaron con la literatura espiritista especulativa o de pruebas. Mi intención aquí no es aumentar tal literatura, sino más bien dar un resumen escueto de lo que se ha escrito sobre la supervivencia dentro de las diversas tradiciones religiosas.

En las discusiones orientales sobre el tema, lo que sobrevive a la muerte no es la personalidad. El budismo acepta la doctrina de la reencarnación; pero no es un alma lo que continúa (el budismo niega la existencia del alma); es el carácter. Lo que nosotros decidimos hacer de nuestra constitución mental y física en el curso de nuestra vida en la tierra afecta el medio psíquico donde las mentes individuales llevan una parte al menos de su anfibia existencia, y esta modificación del medio da por resultado, después de la muerte del cuerpo, la iniciación de una nueva existencia sea en el cielo, el purgatorio u otro cuerpo.

En la cosmología vedántica existe, por encima del Atman o Yo espiritual, idéntico con la divina Base, algo de carácter anímico que se reencarna en un cuerpo grosero o sutil, o se manifiesta en algún estado incorpóreo. Esta alma no es la personalidad del difunto, sino más bien la particularizada conciencia del y o de la cual surge la personalidad.

Cada uno de estos conceptos de la supervivencia tiene consistencia lógica, y puede hacerse que « salve las apariencias» ; en otras palabras, que se ajuste a los raros y oscuros hechos de la investigación psíquica. Las únicas personalidades con las que tenemos algún trato directo son seres encarnados, compuestos de cuerpo y alguna desconocida x. Pero si x más un cuerpo es igual a personalidad, es imposible que x menos un cuerpo sea igual a lo mismo. Las entidades aparentemente personales que la investigación psíquica parece descubrir a veces sólo pueden considerarse como pseudopersonalidades compuestas de x y el cuerpo del médium.

Estas dos concepciones no son mutuamente exclusivas, y la supervivencia podría ser el producto conjunto de una conciencia persistente y una modificación del medio psíquico. Si ello es así, es posible que un determinado ser humano sobreviva en más de una forma póstuma. Su « alma» —la base y principio no personal de pasadas y futuras personalidades— puede ir avanzando en un modo de existencia, mientras que los rastros dejados por sus pensamientos y voliciones en el medio psíquico pueden convertirse en origen de nuevas existencias individualizadas, con modos de ser completamente distintos.

 

vivir para siempre

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Quien quiere vivir para siempre? *

Las verdaderas terapias anti-envejecimiento pueden convertirse pronto en realidad. Pero, hasta ahora, nadie le ha preguntado al público en general qué piensa sobre la extensión de la vida.

EMBO PRESS

Organización Europea de Biología Molecular

vivir para siempre
Lucas Cranach df “Der Jungbrunnen” (La fuente de la juventud) 1546, óleo sobre lienzo. Cortesía de Staatliche Museen zu Berlin — Preussischer Kulturbesitz, Gemäldegalerie. Foto de Jörg P. Anders.

 

Durante milenios, la civilización humana ha estado fascinada con la superación de la muerte. La inmortalidad, la eterna juventud o al menos la perspectiva de alcanzar la edad bíblica han atraído fuertemente la religión, el arte y las creencias populares. La vida después de la muerte, que es, en esencia, la vida eterna, es el elemento central de casi todas las religiones desde el Antiguo Egipto. Si creemos en el Antiguo Testamento, algunos de los patriarcas vivieron durante varios cientos de años. En la Edad Media, la fuente de la juventud era un mito popular, a menudo ilustrado en pinturas, como La fuente de la juventud de Lucas Cranach. Y la sociedad actual no ha perdido su fascinación por la inmortalidad, como se ve en películas de Hollywood como las películas de Highlander (1986-2000), The 6th Day (2000) o Indiana Jones y la última cruzada (1989) y novelas como She. Pero por primera vez, la ciencia moderna puede proporcionar el conocimiento y las herramientas para interferir con los procesos de envejecimiento y cumplir este sueño milenario. Esta posibilidad ha desencadenado un intenso debate entre científicos y especialistas en ética sobre el potencial de las terapias antienvejecimiento y sus consecuencias éticas y sociales. Dado que las terapias antienvejecimiento podrían cambiar drásticamente el tejido social de las sociedades modernas, es bastante sorprendente que estos debates hayan descuidado las opiniones del público en general.

 

intervenir en el proceso biológico del envejecimiento se discute ahora en la literatura científica como una posibilidad futura real

 
 

La perspectiva de detener o al menos ralentizar los procesos de envejecimiento del cuerpo no es tan descabellada. Varios desarrollos científicos prometedores pueden conducir a intervenciones que podrían extender la esperanza de vida humana más allá de la esperanza de vida más larga observada hasta ahora: 122 años, un récord en poder de una mujer francesa. Los investigadores están tratando de utilizar la enzima telomerasa para superar el límite de las divisiones de las células somáticas para detener o ralentizar la senescencia celular ( Flanary, 2002 ; Hayflick, 2003 ). Otros están buscando sustancias que imiten los efectos de la restricción calórica, que se ha demostrado que extiende la vida útil de los ratones hasta en un 30% ( Ingram et al , 2004). El Proyecto Genoma Humano también ha proporcionado nuevos objetivos para terapias farmacéuticas que podrían retrasar el envejecimiento o prevenir diversas enfermedades relacionadas con la edad ( Guarente, 2003 ). Sobre la base de estos desarrollos, la intervención en el proceso biológico del envejecimiento se discute ahora en la literatura científica como una posibilidad futura real ( Aaron y Schwartz, 2004 ; de Gray et al , 2002a ). Como resultado, los científicos, especialistas en ética y demógrafos han comenzado a considerar los resultados probables de la investigación de la extensión de la vida. Algunos, como los transhumanistas, creen que los humanos pueden alcanzar la inmortalidad en un futuro cercano y que este es un objetivo que vale la pena perseguir ( Elliot, 2003). En el extremo opuesto del espectro, los críticos de la investigación de la extensión de la vida dudan de que incluso pequeños aumentos en la esperanza de vida humana máxima sean posibles ( Olshansky y Carnes, 2001 ) y argumentan que deberíamos centrar nuestros esfuerzos en aumentar la esperanza de vida promedio.

 

Extender aún más la esperanza de vida humana promedio y máxima tendrá inmensas consecuencias sociales y políticas.

 

En ausencia de evidencia científica y experiencia, los investigadores han utilizado modelos matemáticos basados ​​en tendencias demográficas para argumentar tanto a favor como en contra de una esperanza de vida máxima teórica para los seres humanos, pero no hay consenso sobre estas predicciones ( Aaron y Harris, 2004 ). Aunque algunos modelos sugieren que los seres humanos pueden extender su vida útil máxima más allá del límite actual de aproximadamente 120 años ( Vaupel et al , 1998 ; Vaupel, 2003 ), otros argumentan que será difícil lograr ganancias en la esperanza de vida en una población de larga vida porque la biología humana eventualmente pone un límite a la capacidad del cuerpo para continuar ( Carnes et al , 2003 ; Olshansky & Carnes, 2001). Además, no está claro cómo los contextos sociales más amplios, como los avances en la medicina y la salud pública, contribuirán a la esperanza de vida ( Carey, 2003 ). De hecho, algunos investigadores han observado una tendencia hacia el aumento de la esperanza de vida máxima entre las sociedades avanzadas ( Oeppen y Vaupel, 2002 ). Los avances médicos durante el siglo pasado y la reducción de la mortalidad infantil, que elimina la presión para producir descendencia, no solo están aumentando el promedio sino también impulsando la esperanza de vida máxima, porque nuestros cuerpos se adaptan a este nuevo entorno al invertir más recursos en mantenimiento y longevidad. ( Westendorp, 2004 ).

Los ciudadanos del mundo desarrollado pueden esperar vivir mucho más tiempo que sus antepasados ​​hace un siglo, gracias a la medicina moderna, el saneamiento y la mejora del suministro de alimentos. En Australia, por ejemplo, la esperanza de vida al nacer ha aumentado de 57 a principios de la década de 1900 a 80 en 2000. La población de personas mayores de 80 años es el grupo de más rápido crecimiento en el mundo desarrollado y el número mundial de personas mayores de Se proyecta que en 65 años aumente de 249 millones en 2000 a 690 millones en 2030 ( Nass & Thorner, 2004). Este es un nuevo desafío para la sociedad y ya tiene un impacto masivo en los sistemas nacionales de salud, los planes de jubilación y el mercado laboral mundial. Extender aún más la esperanza de vida humana promedio y máxima tendrá inmensas consecuencias sociales y políticas. El modelado se ha convertido en una herramienta importante para predecir las consecuencias demográficas, sociales y médicas de varios escenarios de extensión de la vida, pero ningún modelo ha logrado aún pronósticos confiables. Mientras que el examen de las tendencias pasadas es sencillo, existen continuas discusiones sobre si la información sobre poblaciones pasadas se puede utilizar para pronosticar escenarios futuros y las diferentes interpretaciones de estos datos ( Aaron y Schwartz, 2004 ; Carnes et al , 2003 ).

Los científicos y demógrafos ahora predicen varios escenarios para el futuro del envejecimiento humano basándose en la capacidad de la ciencia biomédica para mejorar la capacidad del cuerpo para mantenerse y repararse a sí mismo. El escenario más pesimista prevé una senescencia prolongada como una consecuencia involuntaria de nuestros esfuerzos por prolongar la vida útil. No aumentaría la esperanza de vida máxima ni la calidad de vida; simplemente envejeceríamos durante más tiempo que ahora, ya que la medicina moderna es cada vez más capaz de mantener nuestros cuerpos vivos durante más tiempo. La morbilidad comprimida es otro escenario conservador. Al retrasar la aparición de enfermedades crónicas asociadas con la vejez, aumentaría la esperanza de vida media, pero no la máxima. Las personas vivirían vidas más largas y saludables dentro del período de vida máximo existente ( Fries, 2003) y el resultado sería una sociedad con más personas mayores sanas y activas hasta el momento de su muerte.

El envejecimiento desacelerado es un objetivo mucho más ambicioso. Se enfoca en los procesos fundamentales del envejecimiento para aumentar la vida útil promedio y máxima. Bajo este escenario, las personas continuarían envejeciendo, pero el proceso ocurriría durante un período más largo y tendrían años más activos antes de que se hiciera evidente cualquier declive. Algunos proponentes sugieren que se podría alcanzar una esperanza de vida media de alrededor de 112 años y que las personas de 90 años podrían ser tan saludables y activas como las personas de 50 años de hoy ( Miller, 2002). El escenario más radical es el envejecimiento detenido, si pudiéramos revertir los procesos de envejecimiento de nuestro cuerpo. La reparación continua del daño causado por procesos metabólicos básicos y factores ambientales daría como resultado un mantenimiento indefinido de la función y el aplazamiento del envejecimiento, lo que permitiría a las personas crecer varios miles de años ( Post, 2004 ; de Gray et al , 2002a ).

Los pesimistas dudan de que la investigación pueda ayudarnos a lograr ganancias significativas en la vida útil máxima ( Coles, 2004 ). Aquellos que son más optimistas se abstienen de hacer predicciones sobre la esperanza de vida, pero aprovechan el potencial de las intervenciones en el proceso de envejecimiento para reducir la carga de enfermedades y trastornos relacionados con la edad ( Olshansky y Carnes, 2001 ). Los investigadores más aventureros creen que la investigación biomédica proporcionará cada vez más las herramientas para controlar el proceso de envejecimiento y los más optimistas sugieren el potencial de una ‘senescencia negativa‘ o inmortalidadElliot, 2003 ; Hall, 2003 ; Vaupel et al , 2004). Sin embargo, la mayoría de los científicos y especialistas en ética no consideran la posibilidad de la inmortalidad como un resultado realista de la investigación actual sobre el envejecimiento ( Hall, 2003 ).

Curiosamente, lo que no se ha escuchado en estos debates son las voces de la gente común y sus actitudes hacia la investigación de la extensión de la vida; hasta ahora, solo hay suposiciones que ni siquiera se basan en estudios sociológicos. Del mismo modo, la comunidad científica no ha realizado ningún esfuerzo serio para llegar al público en general. Algunos científicos han comunicado sus puntos de vista sobre la investigación de la extensión de la vida a una audiencia más amplia; varios libros populares describen la ciencia y las implicaciones de la extensión de la vida ( Bova, 1998 ; Hall, 2003 ; Guarente, 2003 ; Olshansky y Carnes, 2001) —Pero esto puede no ser suficiente para iniciar un debate. Aubrey de Gray, biogerontólogo de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, ha pedido un debate abierto entre los científicos y el público para superar las percepciones erróneas del público sobre la investigación antienvejecimiento y sus implicaciones sociales ( de Gray et al , 2002b ; de Gray, 2004 ; Juengst et al , 2003b ).

 

… es justo suponer que la gente se interesará mucho en las tecnologías biomédicas de extensión de la vida por varias razones

 

De hecho, esto puede ser necesario: algunos comentaristas temen que, al igual que con cualquier otra tecnología nueva, el público podría ser engañado para convertirse en víctimas crédulas de empresarios inescrupulosos de ‘extensión de vida‘ ( Vincent, 2003 ). Otros, sin embargo, han rechazado el llamado a un debate abierto porque les daría a los charlatanes la oportunidad de promocionar sus inútiles productos anti-envejecimiento ( Le Bourg, 2002 ), lo que aparentemente ignora el hecho de que ya existe una próspera ‘industria de extensión de vida‘. ( de Gray, 2002 ). Un tercer grupo de comentaristas sugiere que las personas no estarán interesadas en vivir para siempre, sino que experimentarán la ‘sabiduría de la repugnancia‘ ( Turner, 2004b), aunque esto no está respaldado por ninguna prueba. De Gray también señaló una aparente paradoja: existe un gran interés público y una voluntad de pagar por las intervenciones cosméticas y de otro tipo que retrasan al menos la aparición del envejecimiento; sin embargo, muchos bioeticistas asumen que el público será reacio a buscar la extensión de la vida ( de Gray, 2004 ). Una vez más, no hay datos sobre por qué o cuántas personas tienen puntos de vista tan paradójicos. No obstante, es justo suponer que las personas se interesarán mucho en las tecnologías biomédicas para prolongar la vida por varias razones, como el miedo a la muerte, el miedo a las discapacidades relacionadas con la edad y al proceso de morir, y la búsqueda de la salud en la vejez ( Turner , 2004c). La prevalencia de estas creencias no se ha explorado empíricamente. Este descuido de las actitudes del público es asombroso, dado que el interés público puede tener mucha más influencia en la dirección y aplicación de la investigación biomédica que la evidencia científica ( Walker, 2002 ). Como señala Hall, aunque la reacción pública inicial a cualquier área nueva de la biomedicina éticamente sensible es a menudo repulsión o al menos malestar, la discusión pública a menudo ayuda a las personas a estar más informadas y a sentirse más cómodas con la nueva tecnología ( Hall, 2003 ).

De manera similar, la gran cantidad de literatura sobre el concepto de ‘calidad de vida‘ para las personas con discapacidad ( Schalock, 2004 ) y las personas mayores ( Bowling et al , 2003 ; Kahana et al , 2002 ) no se refleja en el debate sobre la extensión de la vida. , lo que ha dado lugar a argumentos infundados. Harris (2004) , por ejemplo, sugiere que las personas estarían dispuestas a cambiar calidad de vida por longevidad, mientras que Gregory Stock afirma que la mayoría de las personas preferirían una vida más saludable y más larga ( Stock, 2004). No hay datos empíricos que respalden ninguna de las afirmaciones, pero un estudio reciente sugiere que el interés en prolongar la vida puede depender del estado de salud de una persona. Utilizando la teoría de la perspectiva, Winter y sus colegas (2003) encontraron que los participantes frágiles expresaron un deseo de prolongar la vida en condiciones más debilitantes que las personas sanas. Estos hallazgos parecen indicar que las decisiones que toman las personas sobre la extensión de la vida pueden cambiar con el tiempo a medida que su estado de salud se deteriora.

Los medios de comunicación son actores igualmente importantes en la formación de la opinión pública sobre estos temas. Hall (2003) señaló que, bajo la apariencia de «equilibrio«, los medios de comunicación a menudo simplemente informan las opiniones más extremas y opuestas bajo un titular sensacionalista en lugar de evaluar críticamente los argumentos en competencia y discutir posibilidades realistas. Este tipo de cobertura mediática puede tener importantes efectos adversos en las políticas públicas cuando los políticos responden al furor provocado por informes desequilibrados de opiniones extremas. Podría decirse que ocurrió, por ejemplo, en el debate de las células madre con la cobertura mediática desproporcionada dada a unos pocos científicos inconformistas y seguidores religiosos que propusieron la clonación de un ser humano. Los medios de comunicación ya han comenzado a centrar su atención en la investigación de la extensión de la vida. La cobertura periodística en el Reino Unido de la publicación del primer borrador del genoma humano se centró en las perspectivas de longevidad ( Smart, 2003), con algunos periodistas sugiriendo que los avances en biociencia molecular nos permitirían vivir para siempre. Otros pintaron un cuadro menos favorable de una vejez interminable; pocos consideraron seriamente los costos sociales, psicológicos y económicos de las crecientes tendencias hacia una vida más larga. Esta ambivalencia de los medios puede reflejar la opinión pública, pero nuevamente no hay datos empíricos para determinar si este es el caso.

 

Este descuido de las actitudes del público es asombroso, dado que el interés público puede tener mucha más influencia en la dirección y aplicación de la investigación biomédica que la evidencia científica.

 

Uno de los pocos ejemplos de investigación sobre las actitudes del público hacia la extensión de la vida sugiere que tiene mucho sentido encuestar al público. El International Longevity Center (Nueva York, NY, EE. UU.) Realizó una encuesta telefónica a adultos estadounidenses que examinó las actitudes hacia los productos antienvejecimiento ( Harris Interactive Inc., 2003). Encontró que la mayoría de la gente cree erróneamente que el gobierno de EE. UU. Regula las vitaminas, los minerales y los complementos alimenticios porque asumen que estos productos fueron aprobados por una agencia gubernamental, como la Administración de Alimentos y Medicamentos, de manera muy similar a los productos farmacéuticos. Aunque más de la mitad de los encuestados dijeron haber visto, oído o leído algo sobre la medicina antienvejecimiento, la mayoría no creía que la ingesta de vitaminas u otros suplementos pudiera prevenir o detener el proceso de envejecimiento. Solo el 2% había tenido alguna experiencia personal con medicamentos antienvejecimiento o conocía a alguien que lo había hecho y la mayoría creía que eran beneficiosos. Aunque hay investigaciones sobre las creencias del público sobre las terapias complementarias y alternativas ( Brownie y Myers, 2003 ; Willison y Andrews, 2004), todavía no existe una imagen coherente de las creencias y actitudes públicas hacia las estrategias de extensión de la vida real.

Al mismo tiempo, existe una demanda en rápido aumento de productos que pretenden retrasar el envejecimiento, ahora que la generación del baby boom posterior a la Segunda Guerra Mundial se acerca a la edad de jubilación. La demanda de productos anti-envejecimiento puede indicar una obsesión por vivir más tiempo, pero también puede ser una fascinación por parecer joven o por la salud y el estado físico lo que está impulsando el interés de los consumidores. Hasta que no se disponga de evidencia empírica sobre estos temas, es difícil sacar conclusiones significativas sobre la opinión pública. Sin embargo, lo que está claro es que este interés entre una generación de personas en gran parte acomodada ha creado un enorme mercado de productos, servicios e intervenciones que pretenden superar los efectos del envejecimiento e incluso prolongar la vida. Una Publicación, en 2004, estimó que en 2003 alrededor de 2.500 médicos en los Estados Unidos habían establecido prácticas que se especializaban en la medicina de la longevidad para atender a los ancianos.

Internet ha mejorado aún más la capacidad de las empresas para satisfacer esta demanda con una amplia gama de productos y servicios ( Turner, 2004a ). Muchas empresas y organizaciones ahora promueven una amplia gama de productos antienvejecimiento, pero no hay evidencia científica de que alguna de estas intervenciones realmente retrase o revierte el envejecimiento. La mayoría de estos productos se dirigen solo a los efectos del proceso de envejecimiento, en lugar del envejecimiento en sí, pero los consumidores no siempre son conscientes de la diferencia. Dada la creciente demanda de terapias y productos antienvejecimiento, existe un enorme potencial de fraude y explotación al consumidor por parte de las empresas que promocionan sus productos antienvejecimiento utilizando afirmaciones no científicas y sin fundamento ( Dangour et al , 2004 ; Perls, 2004). Por lo tanto, algunos han argumentado que los científicos tienen la responsabilidad de informar al público y presentar «la historia real» sobre las intervenciones contra el envejecimiento ( Juengst et al , 2003a ). Pero la pregunta sigue siendo cuán efectivas serán tales campañas de educación pública si la tentación de muchos periodistas de sensacionalizar descubrimientos científicos menores parece irresistible ( Turner, 2004a ).

 

… la ausencia de investigación empírica sobre la aceptación de la comunidad de, y actitudes más amplias hacia, diferentes tipos de tecnología de extensión de vida es una brecha crucial en este debate político

 

Envejecer no es más fácil con vendedores ambulantes y charlatanes que venden todo tipo de productos que pretenden aliviar el proceso de envejecimiento o extender la esperanza de vida. Por el contrario, la investigación biomédica probablemente proporcionará nuevas terapias y medicamentos que podrían aliviar la carga del envejecimiento y permitir una vida más larga, si los optimistas tienen razón. Además, las poblaciones de los países en desarrollo ya disfrutan de una esperanza de vida media y máxima mucho más prolongada, lo que somete a sus sistemas de seguridad social a una presión cada vez mayor. Estas tendencias apoyan las llamadas a un debate abierto entre científicos, políticos y público en general. Sin embargo, la ausencia de investigación empírica sobre la aceptación de la comunidad y las actitudes más amplias hacia los diferentes tipos de tecnología de extensión de la vida es una brecha crucial en este debate político. ( Barzilai et al , 2004 ; Inui, 2003 ; Turner, 2004c ; Wick, 2004 ). En ausencia de un mejor conocimiento, los críticos y partidarios simplemente asumen que la población en general aceptará o rechazará con entusiasmo la tecnología de extensión de la vida, lo que mejor se adapte a sus argumentos. No hay pruebas suficientes para respaldar ninguna de las afirmaciones. Es hora de que los científicos sociales comiencen a recopilar algunos.

 

LOS AUTORES:

Jayne C Lucke es investigadora principal y Wayne Hall es profesor y director de la Oficina de Política Pública y Ética del Instituto de Biociencia Molecular de la Universidad de Queensland, Australia.

Agradecimientos: Agradecemos a S. Yeates por su ayuda editorial y ayuda para localizar literatura.

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