LA PROPIEDAD ES UN ROBO. Pierre Joseph Proudhon: ¿Qué es la Propiedad? (Parte 2), Capítulo 1 (Primera Parte)

La propiedad es un robo

 

Courbet – Proudhon: Arte y política

Gustave Courbet vivió su arte con total independencia, rehusó la tutela del estado sobre el arte en una época en la cual era dura la subsistencia del artista sin un protectorado y defendió una forma artística nueva en sintonía con la realidad de sus tiempos, la cual escogió como temática de sus obras…

Por Juana Valencia

Esfera pública, 2010

Gustave Courbet, Autorretrato

 

En la Salina Real de Arc-et-Senans, Francia, del 4 de junio al 6 de septiembre del presente año tuvo lugar la Exposición COURBET- PROUDHON, “El arte y el pueblo” (Museo Courbet, Doubs. Fr), donde se exhibió una muestra representativa de las obras de Courbet, fundamentalmente aquellas que se conectaron profundamente con el pensamiento y las transformaciones sociales de la época. Esta vuelta a presentar el Realismo de Courbet a las luces del pensamiento del filosofo y amigo personal del artista Proudhon, nos permiten revivir una época y especialmente dilucidar la dinámica relación de Arte y Política, de continua latencia en el arte de todas las épocas.

Esta muestra Courbet – Proudhon nos presenta las relaciones afectivas y efectivas entre el Arte y la Política, más allá de una simple elección temática o ideológica y con repercusión y acción en las transformaciones sociales y morales de una época.

Proudhon y Courbet, son dos figuras que comparten orígenes provinciales (Franc-comte), ideas y principios, fieles defensores de las causas del pueblo y de su condición, en un momento histórico ante el cual no fueron impasibles, el uno con su pintura representaría con la mayor veracidad que se lo permitía la técnica el mundo cotidiano y los personajes que le habitan y el otro expresaría sus ideas sobre la necesaria evolución moral del pensamiento social.

La filosofía política de Proudhon propende por las libertades individuales: el individuo no debe ser jamás sacrificado dentro del interés general.

El movimiento realista aparece en 1830 y se extendió hasta 1870, momento en que evoluciono hacia el naturalismo. Comúnmente se entiende como una transición entre romanticismo e impresionismo. El movimiento realista entra a estudiar la realidad, en cuanto a autenticidad, sin idealismos. La naturaleza y el paisaje son los temas más representados, en este estado de la pintura encontramos a Courbet.

Gustave Courbet vivió su arte con total independencia, rehusó la tutela del estado sobre el arte en una época en la cual era dura la subsistencia del artista sin un protectorado y defendió una forma artística nueva en sintonía con la realidad de sus tiempos, la cual escogió como temática de sus obras.

Pinto la verdad de la vida cotidiana de las gentes simples, del pueblo campesino particularmente, ese pueblo que él conoció en sus días en Franche-Compté: un entierro en Ornans, una hilandera dormida o el retorno del mercado de los campesinos de Flagey, obras que no solo presentan escenas sino que son una  denuncia las condiciones de vida de los campesinos, mineros y obreros cuyo trabajo es arduo y penoso.

Courbet revoluciono los códigos artísticos en reivindicación de una pintura acorde a los sujetos y sucesos de la vida cotidiana con la misma importancia que los temas religiosos o históricos, su pintura es una crítica política hecha formas. El artista solía llamarle “un arte democrático” fertilizado de su época, porque así como el pueblo está entrando en la política de manera deslumbrante, el pueblo debe irrumpir de igual manera en el arte.

 

Gustave Courbet, Los hijos del pescador, (1867). Colección Carmen Thyssen

 

Sus ideas republicanas y socialistas le llevaron a rechazar la legión de honor propuesta por Napoleón III. Posteriormente en la proclamación de la República el 4 de septiembre de 1870, es nombrado presidente de la comisión de museos y delegado a las Bellas Artes y también presidente de la Federación de Artistas. Courbet le propone al gobierno de la Defensa nacional desplazar la Columna Vendome, la cual evoca las guerras napoleónicas, un monumento a la barbarie, al militarismo y trasladarlo al Palacio de los Inválidos, una propuesta que luego le costaría su fortuna.

Trabaja con la Comuna de París y dimite de sus funciones en mayo de 1871. Es arrestado el 7 de junio de 1871 y condenado a 6 meses de  prisión los cuales purgara en múltiples cárceles parisienses. Se exilia en Suiza y en 1873  es condenado a reembolsar los costos para la reconstrucción  de la Columna Vendome, como principal instigador de su desinstalación.

Los dos hombres se reencontraron en parís en 1847, ambos frecuentaban la bohemia artística y literaria parisense. El año de 1848 marco el curso de la política y Proudhon se implica totalmente en la revolución como diputado de la constituyente del mismo año, en el que también dirigió un diario de trabajadores llamado El representante del pueblo, Courbet fue un observador distante de los eventos pero junto a su amigo defendería la Republica instalada.

El contexto político y social que los rodea, es una sociedad francesa en constante transformación, por un lado la industrialización, la dominación de los nobles sobre los campesinos que luego se traslada a la dominación del burgués sobre el obrero. Esta constante de dominación y opresión, coloca al mundo intelectual heredero de las Luces y del espíritu igualitario de 1789 a reflexionar sobre otras alternativas al orden social. Los saint-simonianos y los fourieristas gestan las bases de un pensamiento socialista basado en la igualdad, la justicia, la república y la democracia.

 

Después de la cena en Ornans, 1849, Gustave Courbet

 

El intercambio entre los dos personajes, se dio en 1854, en ese entonces Courbet tenía un proyecto de presentar a Proudhon en sus obra El Atelier en compañía de amigos intelectuales o artistas de la época como Alfred Bruyas o Max Buchon, Charles Baudelaire o Castagnary.

Pero es en 1863 que la relación toma forma cuando Courbet pinta El Retorno de la Conferencia representando dos curas ebrios sobre un borrico a la entrada del seminario. La obra escandalizo y fue rechazada en el Salón por inmoralidad.

Para publicitar su obra Courbet le solicita a Prouhon hacer una nota en su periódico al respecto. Se inicia entonces un intercambio entre los dos sobre las cuestiones del arte, de la estética, de lo real y la manera general de las artes en la sociedad. Estos diálogos devendrá en un esbozo de la vocación crítica del filósofo, que se publicara de manera póstuma con el título El príncipe del arte y la destinación social.

 

El taller del pintor, 1855, Gustave Courbet (París, museo de Orsay)

 

Entre otras ideas Proudhon pensaba que el arte tenía una misión moral y educativa: elevar al hombre, y los valores representados en la igualdad, la justicia y la libertad. A su vez pensaba que la obra de arte debe ser testimonio de la época en la que se inscribe y para ello el artista debe traducir y exprimir las aspiraciones colectivas y esto solo lo logra si está libre de toda tutela y apadrinamiento si realmente es independiente. Para Proudhon, el artista representa su tiempo, le brinda un placer mayor al pueblo y a la realidad de su devenir.

En cuanto al rol del arte y de los artistas para Proudhon el arte se ubicaba en el centro del desarrollo de una conciencia crítica, arte y artistas tenían una función importante en la revolución social y política de la sociedad. Proudhondefendía la misión educativa y moral del arte. Para él, el arte  debe hacer más hermoso y mejor al hombre. Los artistas deben tomar parte en los debates intelectuales e inmiscuirse en los círculos académicos sean estos, Sansimonianos, republicanos o demócratas. Y las obras deben ser testimonio de una nueva concepción del arte que está más cerca de la verdad y de las profundas transformaciones sociales.

Courbet en sintonía con estas ideas y en oposición  a las convenciones del academicismo de la época romántica, que se encuentra concentrado en la representación de escenas de epopeyas propone una sinceridad y una honestidad con el sujeto representado, “lo más real” sin tapujos, presentando una dura crítica de las condiciones sociales, intentando presentar las cosas que él ve no como él las ve. Su amigo socialista Jules Valles diría de sus obras  “un espejo donde se refleja la vida triste y penosa de los pobres.

 

Las bañistas (Gustave Courbet)

 

Obras suyas como “Las Bañistas” generaron polémicas que se reflejaron en los periódicos de la época, donde la critica tradicional rechazaba la crudeza de Courbet así fuera la realidad cotidiana, presentar dos campesinas, trabajadoras de cuerpo ajado y cotidiano tomando un baño en lugar de dos Venus en un paraíso, era dar la importancia a el pueblo que no tenia y permitirle tocar un espacio que no le correspondía como el de una obra de arte en un salón, pero era presentarle al pueblo y poner en el telón la posibilidad y legitimidad que tenia de estar ahí y cumplir su rol histórico.

Proudhon – Courbet es la puesta en escena del intento cumplido de la dupla arte y política donde cada una de las partes mantiene su autonomía y principios, donde la subyugación desaparece como lo pretendían sus exponentes, esta muestra es sincronía y melodía, es en palabras de Proudhon:

“Realidad y Belleza, idea y sentimiento, todos reunidos en un solo tema, aquí el objetivo del arte”.

 

El Retorno de la conferencia, Gustave Courbet, 1862 (acuarela)

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¿QUÉ ES LA PROPIEDAD?

PIERRE JOSEPH PROUDHON

Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno

marxist.org

La propiedad es un robo.

 

Pierre Proudhon: ¿Qué es la Propiedad? (Parte 2)

CAPÍTULO I

(Primera Parte)

MÉTODO SEGUIDO EN ESTA OBRA – ESBOZO DE UNA REVOLUCIÓN

 

Pierre Joseph Proudhon, por Gustave Courbet

 

Si tuviera que contestar a la siguiente pregunta: ¿qué es la esclavitud? y respondiera en pocas palabras: es el asesinato, mi pensamiento, desde luego, sería comprendido. No necesitaría de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarlo. ¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta ¿qué es la propiedad?, diciendo concretamente: la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación de la primera?

 

¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta ¿qué es la propiedad?, diciendo concretamente: la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación de la primera?

 

Me decido a discutir el principio mismo de nuestro gobierno y de nuestras instituciones, la propiedad; estoy en mi derecho. Puedo equivocarme en la conclusión que de mis investigaciones resulte; estoy en mi derecho. Me place colocar el último pensamiento de mi libro en su primera página; estoy también en mi derecho.

Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, nacido de la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas. Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa. ¿Se me puede censurar por ello? ¿Cuántos comentarios producirán estas afirmaciones?

¡La propiedad es un robo! ¡He aquí el toque de rebato del 93! ¡La turbulenta agitación de las revoluciones!…

 

Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, nacido de la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas.

Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa

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¡La propiedad es un robo!

Esta definición que te parece peligrosísima, la propiedad es un robo, bastaría para conjurar el rayo de las pasiones populares si nuestras preocupaciones nos permitiesen comprenderla

 

Rompe piedras, de Gustave Courbet

 

Tranquilízate, lector; no soy, ni mucho menos, un elemento de discordia, un instigador de sediciones. Me limito a anticiparme en algunos días a la historia; expongo una verdad cuyo esclarecimiento no es posible evitar. Escribo, en una palabra, el preámbulo de nuestra constitución futura. Esta definición que te parece peligrosísima, la propiedad es un robo, bastaría para conjurar el rayo de las pasiones populares si nuestras preocupaciones nos permitiesen comprenderla. Pero ¡cuántos intereses y prejuicios no se oponen a ello!… La filosofía no cambiará jamás el curso de los acontecimientos: el destino se cumplirá con independencia de la profecía. Por otra parte, ¿no hemos de procurar que la justicia se realice y que nuestra educación se perfeccione?

¡La propiedad es un robo!… ¡Qué inversión de ideas! Propietario y ladrón fueron en todo tiempo expresiones contradictorias, de igual modo que sus personas son entre sí antipáticas; todas las lenguas han consagrado esta antinomia. Ahora bien; ¿con qué autoridad podréis impugnar el asentimiento universal y dar un mentís a todo el género humano? ¿Qué sois para quitar la razón a los pueblos y a la tradición?

¿Qué puede importarte, lector, mi humilde personalidad?

 

 

Proudhon y sus hijos, por Gustave Courbet, 1865. Museo del Petit-Palais. París

 

He nacido, como tú, en un siglo en que la razón no se somete sino al hecho y a la demostración; mi nombre, lo mismo que el tuyo, es buscador de la verdad; (1) mi misión está consignada en estas palabras de la ley: ¡habla sin odio y sin miedo; di lo que sepas! La obra de la humanidad consiste en construir el templo de la ciencia, y esta ciencia comprende al hombre y a la Naturaleza.

 

La obra de la humanidad consiste en construir el templo de la ciencia, y esta ciencia comprende al hombre y a la Naturaleza

 

Newton

Pero la verdad se revela a todos, hoy a Newton y a Pascal, mañana al pastor en el valle, al obrero en el taller. Cada uno aporta su piedra al edificio y, una vez realizado su trabajo, desaparece.

La eternidad nos precede, la eternidad nos sigue; entre dos infinitos, ¿qué puede importar a nadie la situación de un simple mortal? Olvida, pues, lector, mi nombre y fíjate únicamente en mis razonamientos.

Despreciando el consentimiento universal, pretendo rectificar el error universal; apelo a la conciencia del género humano, contra la opinión del género humano. Ten el valor de seguirme, y si tu voluntad es sincera, si tu conciencia es libre, si tu entendimiento sabe unir dos proposiciones para deducir una tercera, mis ideas llegarán infaliblemente a ser tuyas

 

Despreciando el consentimiento universal, pretendo rectificar el error universal; apelo a la conciencia del género humano, contra la opinión del género humano

 

Al empezar diciéndote mi última palabra, he querido advertirte, no incitarte; porque creo sinceramente que si me prestas

Blaise Pascal

tu atención obtendré tu asentimiento. Las cosas que voy a tratar son tan sencillas, tan evidentes, que te sorprenderá no haberlas advertido antes, y exclamarás: «No había reflexionado sobre ello«.

Otras obras te ofrecerán el espectáculo del genio apoderándose de los secretos de la Naturaleza y publicando sublimes pronósticos; en cambio, en estas páginas únicamente encontrarás una serie de investigaciones sobre lo justo y sobre el derecho, una especie de comprobación, de contraste de tu propia conciencia.

Serás testigo presencial de mis trabajos y no harás otra cosa que apreciar su resultado. Yo no formo escuela; vengo a pedir el fin del privilegio, la abolición de la esclavitud, la igualdad de derechos, el imperio de la ley. Justicia, nada más que justicia; tal es la síntesis de mi empresa; dejo a los demás el cuidado de ordenar el mundo.

 

Yo no formo escuela; vengo a pedir el fin del privilegio, la abolición de la esclavitud, la igualdad de derechos, el imperio de la ley

 

Un día me he dicho: ¿por qué tanto dolor y tanta miseria en la sociedad? ¿Debe ser el hombre eternamente desgraciado? Y sin fijarme en las explicaciones opuestas de esos arbitristas de reformas, que achacan la penuria general, unos a la cobardía e impericia del poder público, otros a las revoluciones y motines, aquéllos a la ignorancia y consunción generales; cansado de las interminables discusiones de la tribuna y de la prensa, he querido profundizar yo mismo la cuestión.

He consultado a los maestros de la ciencia, he leído cien volúmenes de Filosofía, de Derecho, de Economía política e Historia… ¡y quiso Dios que viniera en un siglo en que se ha escrito tanto libro inútil! He realizado supremos esfuerzos para obtener informaciones exactas, comparando doctrinas, oponiendo a las objeciones las respuestas, haciendo sin cesar ecuaciones y reducciones de argumentos, aquilatando millares de silogismos en la balanza de la lógica más pura.

 

El origen del mundo, de Gustave Courbet, 1866

 

En este penoso camino he comprobado varios hechos interesantes. Pero, es preciso decirlo, pude comprobar el verdadero sentido de estas palabras tan vulgares como sagradas: justicia, equidad, libertad; que acerca de cada uno de estos conceptos, nuestras ideas son completamente confusas, y que, finalmente, esta ignorancia es la única causa del pauperismo que nos degenera y de todas las calamidades que han afligido a la humanidad.

 

Pude comprobar el verdadero sentido de estas palabras tan vulgares como sagradas: justicia, equidad, libertad; que acerca de cada uno de estos conceptos, nuestras ideas son completamente confusas, y que, finalmente, esta ignorancia es la única causa del pauperismo que nos degenera y de todas las calamidades que han afligido a la humanidad

 

Antes de entrar en materia, es preciso que diga dos palabras acerca del método que voy a seguir. Cuando Pascal abordaba un problema de geometría, creaba un método para su solución. Para resolver un problema de filosofía, es asimismo necesario un método. ¡Cuántos problemas de filosofía no superan, por la gravedad de sus consecuencias, a los de geometría! ¡Cuántos, por consiguiente, no necesitan con mayor motivo para su resolución un análisis profundo y severo!

Es un hecho ya indudable, según los modernos psicólogos, que toda percepción recibida en nuestro espíritu se determina en nosotros con arreglo a ciertas leyes generales de ese mismo espíritu. Amóldase, por decirlo así, a ciertas concepciones o tipos preexistentes en nuestro entendimiento que son a modo de condiciones de forma. De manera -afirman- que si el espíritu carece de ideas innatas, tiene por lo menos formas innatas.

Así, por ejemplo, todo fenómeno es concebido por nosotros necesariamente en el tiempo y en el espacio; todos ellos nos hacen suponer una causa por la cual acaecen; todo cuanto existe implica las ideas de substancia, de modo, de número, de relación, etcétera. En una palabra, no concebimos pensamiento alguno que no se refiera a los principios generales de la razón, límites de nuestro conocimiento.

Estos axiomas del entendimiento, añaden los psicólogos, estos tipos fundamentales a los cuales se adaptan fatalmente nuestros juicios y nuestras ideas, y que nuestras sensaciones no hacen más que poner al descubierto, se conocen en la ciencia con el nombre de categorías. Su existencia primordial en el espíritu está al presente demostrada; sólo falta construir el sistema y hacer una exacta relación de ellas.

Aristóteles enumeraba diez; Kant elevó su número a quince, Cousin las ha reducido a tres, a dos, a una, y la incontestable gloria de este sabio será, si no haber descubierto la verdadera teoría de las categorías, haber comprendido al menos mejor que ningún otro la gran importancia de esta cuestión, la más trascendental y quizá la única de toda la metafísica.

Ante una conclusión tan grave me atemoricé, llegando a dudar de mi razón. ¡Cómo! -exclamé-, lo que nadie ha visto ni oído, lo que no pudo penetrar la inteligencia de los demás hombres, ¿has logrado tú descubrirlo? ¡Detente, desgraciado, ante el temor de confundir las visiones de tu cerebro enfermo con la realidad de la ciencia! ¿Ignoras que, según opinión de ilustres filósofos, en el orden de la moral práctica el error universal es contradicción?

 

Campesinos, de Gustave Courbet

 

Resolví entonces someter a una segunda comprobación mis juicios, y como tema de mi nuevo trabajo, fijé las siguientes proposiciones: ¿es posible que en la aplicación de los principios de la moral se haya equivocado unánimemente la humanidad durante tanto tiempo? ¿Cómo y por qué ha padecido ese error? ¿Y cómo podrá subsanarse éste siendo universal? Estas cuestiones, de cuya solución hacía depender la certeza de mis observaciones, no resistieron mucho tiempo al análisis.

En el capítulo V de este libro se verá que, lo mismo en moral que en cualquiera otra materia de conocimiento, los mayores errores son para nosotros grados de la ciencia; que hasta en actos de justicia, equivocarse es un privilegio que ennoblece al hombre, y en cuanto al mérito filosófico que pudiera caberme, que este mérito es infinitamente pequeño. Nada significa dar un nombre a las cosas; lo maravilloso sería conocerlas antes de que existiesen.

Al expresar una idea que ha llegado a su término, una idea que vive en todas las inteligencias, y que mañana será proclamada por otro si yo no la hiciese pública hoy, solamente me corresponde la prioridad de la expresión. ¿Acaso se dedican alabanzas a quien vio por primera vez despuntar el día?

 

Todos los hombres, en efecto, creen y sienten que la igualdad de condiciones es idéntica a la igualdad de derecho; que propiedad y robo son términos sinónimos; que toda preeminencia social otorgada, o mejor dicho, usurpada so pretexto de superioridad de talento y de servicio, es iniquidad y latrocinio

 

Todos los hombres, en efecto, creen y sienten que la igualdad de condiciones es idéntica a la igualdad de derecho; que

Platón y Aristóteles en La escuela de Atenas, de Rafael (1511)

propiedad y robo son términos sinónimos; que toda preeminencia social otorgada, o mejor dicho, usurpada so pretexto de superioridad de talento y de servicio, es iniquidad y latrocinio: todos los hombres, afirmo yo, poseen estas verdades en la intimidad de su alma; se trata simplemente de hacer que las adviertan.

Confieso que no creo en las ideas innatas ni en las formas o leyes innatas de nuestro entendimiento, y considero la metafísica de Reid y de Kant aún más alejada de la verdad que la de Aristóteles.

Sin embargo, como no pretendo hacer aquí una crítica de la razón (pues exigiría un extenso trabajo que al público no interesaría gran cosa), admitiré en hipótesis que nuestras ideas más generales y más necesarias, como las del tiempo, espacio, substancia y causa, existen primordialmente en el espíritu, o que, por lo menos, derivan inmediatamente de su constitución.

Pero es un hecho psicológico no menos cierto, aunque poco estudiado todavía por los filósofos, que el hábito, como una segunda naturaleza, tiene el poder de sugerir al entendimiento nuevas formas categóricas, fundadas en las apariencias de lo que percibimos, y por eso mismo, desprovistas, en la mayor parte de los casos, de realidad objetiva.

A pesar de esto ejercen sobre nuestros juicios una influencia no menos predeterminante que la de las primeras categorías. De suerte que enjuiciamos, no sólo con arreglo a las leyes eternas y absolutas de nuestra razón, sino también conforme a las reglas secundarias, generalmente equivocadas, que la observación de las cosas nos sugiere. Ésa es la fuente más fecunda de los falsos prejuicios y la causa permanente y casi siempre invencible de multitud de errores. La preocupación que de esos errores resulta es tan arraigada que, frecuentemente, aun en el momento en que combatimos un principio que nuestro espíritu tiene por falso, y nuestra conciencia rechaza, lo defendemos sin advertirlo, razonamos con arreglo a él; lo obedecemos atacándolo.

 

Enjuiciamos, no sólo con arreglo a las leyes eternas y absolutas de nuestra razón, sino también conforme a las reglas secundarias, generalmente equivocadas, que la observación de las cosas nos sugiere.

Ésa es la fuente más fecunda de los falsos prejuicios y la causa permanente y casi siempre invencible de multitud de errores

 

Portrait of H J van Wisselingh, de Gustave Courbet

 

Preso en un círculo, nuestro espíritu se revuelve sobre sí mismo, hasta que una nueva observación, suscitando en nosotros nuevas ideas, nos hace descubrir un principio exterior que liberta a nuestra imaginación del fantasma que la había ofuscado. Así, por ejemplo, se sabe hoy que por las leyes de un magnetismo universal, cuya causa es aún desconocida, dos cuerpos, libres de obstáculos, tienden a reunirse por una fuerza de impulsión acelerada que se llama gravedad.

Esta fuerza es la que hace caer hacia la tierra los cuerpos faltos de apoyo, la que permite pesarlos en la balanza y la que nos mantiene sobre el suelo que habitamos. La ignorancia de esta causa fue la única razón que impedía a los antiguos creer en las antípodas.

Lucio Cecilio Firmiano Lactancio  (a​ c. 245-c. 325) fue un escritor latino y apologista cristiano nacido en el norte de África

«¿Cómo no comprendéis -decía San Agustín, después de Lactancioque si hubiese hombres bajo nuestros pies tendrían la cabeza hacia abajo y caerían en el cielo?»

El obispo de Hipona, que creía que la tierra era plana porque le parecía verla así, suponía en consecuencia que si del cenit al nadir de distintos lugares se trazasen otras tantas líneas rectas, estas líneas serían paralelas entre sí, y en la misma dirección de estas líneas suponía todo el movimiento de arriba abajo.

De ahí deducía forzosamente que las estrellas están pendientes como antorchas movibles de la bóveda celeste; que en el momento en que perdieran ese apoyo, caerían sobre la tierra como lluvia de fuego; que la tierra es una tabla inmensa, que constituye la parte inferior del mundo, etcétera.

Si se hubiera preguntado quién sostiene la tierra, habría respondido que no lo sabía, pero que para Dios nada

San Ambrosio bautizando a San Agustín de Hipona

hay imposible. Tales eran, con relación al espacio y al movimiento, las ideas de San Agustín, ideas que le imponía un prejuicio originado por la apariencia, pero que había llegado a ser para él una regla general y categórica de juicio.

En cuanto a la causa verdadera de la caída de los cuerpos, su espíritu la ignoraba totalmente; no podía dar más razón que la de que un cuerpo cae porque cae.

Para nosotros, la idea de la caída es más compleja y a las ideas generales de espacio y de movimiento, que aquélla impone, añadimos la de atracción o de dirección hacia un centro, la cual deriva de la idea superior de causa.

Pero si la física lleva forzosamente nuestro juicio a tal conclusión, hemos conservado, sin embargo, en el uso, el prejuicio de San Agustín, y cuando decimos que una cosa se ha caído, no entendemos simplemente y en general que se trata de un efecto de la ley de gravedad, sino que especialmente y en particular, imaginamos que ese movimiento se ha dirigido hacia la tierra y de arriba abajo.

Nuestra razón se ha esclarecido, la imaginación la corrobora, y sin embargo, nuestro lenguaje es incorregible. Descender del cielo no es, en realidad, una expresión más cierta que subir al cielo, y esto no obstante, esa expresión se conservará todo el tiempo que los hombres se sirvan del lenguaje.

 

Nuestra razón se ha esclarecido, la imaginación la corrobora, y sin embargo, nuestro lenguaje es incorregible

 

Un entierro en Ornans, 1849-1850, Gustave Courbet

 

Todas estas expresiones arriba, abajo, descender del cielo, caer de las nubes, no ofrecen de aquí en adelante peligro alguno, porque sabemos rectificarlas en la práctica. Pero conviene tener en cuenta cuánto han hecho retrasar los progresos de la ciencia.

Poco importa, en efecto, en la estadística, en la mecánica, en la hidrodinámica, en la balística, que la verdadera causa de la caída de los cuerpos sea o no conocida, y que sean exactas las ideas sobre la dirección general del espacio; pero ocurre lo contrario cuando se trata de explicar el sistema del mundo, la causa de las mareas, la figura de la tierra y su posición en el espacio. En todas estas cuestiones es preciso salir de la esfera de las apariencias.

Desde la más remota antigüedad han existido ingenieros y mecánicos, arquitectos excelentes y hábiles; sus errores acerca de la redondez del planeta y de la gravedad de los cuerpos no impedían el progreso de su arte respectivo; la solidez de los edificios y la precisión de los disparos no eran menores por esa causa.

 

Errores acerca de la redondez del planeta y de la gravedad de los cuerpos no impedían el progreso de su arte respectivo; la solidez de los edificios y la precisión de los disparos no eran menores por esa causa

 

La roca de las diez horas, por Gustave Courbet

 

Pero más o menos pronto habían de presentarse fenómenos que el supuesto paralelismo de todas las perpendiculares levantadas sobre la superficie de la tierra no podía explicar; entonces debía comenzar una lucha entre los prejuicios que por espacio de los siglos bastaban a la práctica diaria y las novísimas opiniones que el testimonio de los sentidos parecía contradecir.

 

Debía comenzar una lucha entre los prejuicios que por espacio de los siglos bastaban a la práctica diaria y las novísimas opiniones que el testimonio de los sentidos parecía contradecir

 

Hay que observar cómo los juicios más falsos, cuando tienen por fundamento hechos aislados o simples apariencias, con- tienen siempre un conjunto de realidades que permite razonar un determinado número de inducciones, sobrepasado el cual se llega al absurdo. En las ideas de San Agustín, por ejemplo, era cierto que los cuerpos caen hacia la tierra, que su caída se verifica en línea recta, que el sol o la tierra se pone, que el cielo o la tierra se mueve, etcétera.

 

Hay que observar cómo los juicios más falsos, cuando tienen por fundamento hechos aislados o simples apariencias, con- tienen siempre un conjunto de realidades que permite razonar un determinado número de inducciones, sobrepasado el cual se llega al absurdo

 

Estos hechos generales siempre han sido verdaderos; nuestra ciencia no ha inventado nada. Pero, por otra parte, la necesidad de encontrar las causas de las cosas nos obliga a descubrir principios cada vez más generales. Por eso ha habido que abandonar sucesivamente, primero la opinión de que la tierra es plana, después la teoría que la supone inmóvil en el sentir del universo, etcétera, etcétera.

 

Le ruisseau de la Brme, Gustave Courbet,1866

 

Si de la naturaleza física pasamos al mundo moral, nos encontraremos sujetos en él a las mismas decepciones de la apariencia, a las mismas influencias de la espontaneidad y de la costumbre. Pero lo que distingue esta segunda parte del sistema de nuestros conocimientos es, de un lado, el bien o el mal que de nuestras propias opiniones nos resulta, y de otro, la obstinación con que defendemos el prejuicio que nos atormenta y nos mata.

 

Lo que distingue esta segunda parte del sistema de nuestros conocimientos es, de un lado, el bien o el mal que de nuestras propias opiniones nos resulta, y de otro, la obstinación con que defendemos el prejuicio que nos atormenta y nos mata

 

Cualquiera que sea el sistema que aceptemos sobre la gravedad de los cuerpos y la figura de la tierra, la física del globo no se altera; y en cuanto a nosotros, la economía social no puede recibir con ello daño ni perjuicio. En cambio, las leyes de nuestra naturaleza moral se cumplen en nosotros y por nosotros mismos; y por lo tanto, estas leyes no pueden realizarse sin nuestra reflexiva colaboración, y de consiguiente, sin que las conozcamos. De aquí se deduce que, si nuestra ciencia de leyes morales es falsa, es evidente que al desear nuestro bien, realizamos nuestro mal. Si es completa, podrá bastar por algún tiempo a nuestro progreso social, pero a la larga nos hará emprender derroteros equivocados, y finalmente, nos precipitará en un abismo de desdichas.

 

Cualquiera que sea el sistema que aceptemos sobre la gravedad de los cuerpos y la figura de la tierra, la física del globo no se altera; y en cuanto a nosotros, la economía social no puede recibir con ello daño ni perjuicio.

En cambio, las leyes de nuestra naturaleza moral se cumplen en nosotros y por nosotros mismos; y por lo tanto, estas leyes no pueden realizarse sin nuestra reflexiva colaboración, y de consiguiente, sin que las conozcamos.

 

El Retorno de la conferencia. Museo de Pontarlier

 

En ese momento se hacen indispensables nuevos conocimientos, los cuales, preciso es decirlo para gloria nuestra, no han faltado jamás; pero también comienza una lucha encarnizada entre los viejos prejuicios y las nuevas ideas. ¡Días de conflagración y de angustia! Se recuerdan los tiempos en que con las mismas creencias e instituciones que se impugnan, todo el mundo parecía dichoso; ¿cómo recusar las unas, cómo proscribir las otras?

 

Se recuerdan los tiempos en que con las mismas creencias e instituciones que se impugnan, todo el mundo parecía dichoso; ¿cómo recusar las unas, cómo proscribir las otras?

 

No se quiere comprender que ese período feliz sirvió precisamente para desenvolver el principio del mal que la sociedad encubría; se acusa a los hombres y a los dioses, a los poderosos de la tierra y a las fuerzas de la Naturaleza. En vez de buscar la causa del mal en su inteligencia y su corazón, el hombre la imputa a sus maestros, a sus rivales, a sus vecinos, a él mismo.

 

En vez de buscar la causa del mal en su inteligencia y su corazón, el hombre la imputa a sus maestros, a sus rivales, a sus vecinos, a él mismo

 

Las naciones se arman, se combaten, se exterminan hasta que, mediante una despoblación intensa, el equilibrio se restablece y la paz renace entre las cenizas de las víctimas, ¡tanto repugna a la humanidad alterar las costumbres de los antepasados, cambiar las leyes establecidas por los fundadores de las ciudades y confirmadas por el transcurso de los siglos!

 

Die Forelle, de Gustave Courbet

 

Nihil motum ex antiquo probabile est («Desconfiad de toda innovación«) escribía Tito Livio. Sin duda sería preferible para el hombre no tener necesidad nunca de alteraciones; pero si ha nacido ignorante, si su condición exige una instrucción progresiva, ¿habrá de renegar de su inteligencia, abdicar de su razón y abandonarse a la suerte? La salud completa es mejor que la convalecencia. ¿Pero es éste un motivo para que el enfermo no intente su curación?

«¡Reforma, reforma!«, exclamaron en otro tiempo Juan Bautista y Jesucristo. «¡Reforma, reforma!«, pidieron nuestros padres hace cincuenta años, y nosotros seguiremos pidiendo por mucho tiempo todavía ¡reforma, reforma! He sido testigo de los dolores de mi siglo, y he pensado que entre todos los principios en que la sociedad se sienta, hay uno que no comprende, que su ignorancia ha viciado y es causa de todo el mal. Este principio es el más antiguo de todos, porque las revoluciones sólo tienen eficacia para derogar los principios más modernos, mientras confirman los más antiguos. Por lo tanto, el mal que nos daña es anterior a todas las revoluciones.

 

Las revoluciones sólo tienen eficacia para derogar los principios más modernos, mientras confirman los más antiguos.

Por lo tanto, el mal que nos daña es anterior a todas las revoluciones.

 

Este principio, tal como nuestra ignorancia lo ha establecido, es reverenciado y codiciado por todos, pues de no ser así, nadie abusaría de él y carecería de influencia. Pero este principio, verdadero en su objeto, falso en cuanto a nuestra manera de comprenderlo, este principio tan antiguo como la humanidad, ¿cuál es? ¿Será la religión?

Todos los hombres creen en Dios; este dogma corresponde a la vez a la conciencia y a la razón. Dios es para la humanidad un hecho tan primitivo, una idea tan fatal, un principio tan necesario como para nuestro entendimiento lo son las ideas categóricas de causa, de substancia, de tiempo y de espacio. A Dios nos lo muestra nuestra propia conciencia con anterioridad a toda inducción del entendimiento, de igual modo que el testimonio de los sentidos nos prueba la existencia del sol anticipándose a todos los razonamientos de la física. La observación y la experiencia nos descubren los fenómenos y sus leyes.

 

La ola, Gustave Courbet, 1869

 

El sentido interno sólo nos revela el hecho de su existencia. La humanidad cree que Dios existe, pero ¿qué es lo que cree al decir Dios? En una palabra, ¿qué es Dios?

 

La humanidad cree que Dios existe, pero ¿qué es lo que cree al decir Dios? En una palabra, ¿qué es Dios?

 

La noción de la divinidad, noción primitiva, unánime, innata en nuestra especie, no está determinada todavía por la razón humana. A cada paso que avanzamos en el conocimiento de la Naturaleza y de sus causas, la idea de Dios se agranda y se eleva. Cuanto más progresa la ciencia del hombre, más grande y más alejado le parece Dios.

 

Cuanto más progresa la ciencia del hombre, más grande y más alejado le parece Dios

 

El antropomorfismo y la idolatría fueron consecuencia necesaria de la juventud de las inteligencias, una teología de niños y de poetas. Error inocente, si no se hubiese querido hacer de él una norma obligatoria de conducta, en vez de respetar la libertad de creencias.

Pero el hombre, después de haber creado un Dios a su imagen, quiso apropiárselo; no contento con desfigurar al Ser Supremo, lo trató como su patrimonio, su bien, su cosa. Dios, representado bajo formas monstruosas, vino a ser en todas partes propiedad del hombre y del Estado.

 

Dios, representado bajo formas monstruosas, vino a ser en todas partes propiedad del hombre y del Estado

 

Éste fue el origen de la corrupción de las costumbres por la religión y la fuente de los odios religiosos y las guerras sagradas. Al fin, hemos sabido respetar las creencias de cada uno y buscar la regla de las costumbres fuera de todo culto religioso.

Esperamos sabiamente, para determinar la naturaleza y los atributos de Dios, los dogmas de la teología, el destino del alma, etcétera, que la ciencia nos diga lo que debemos olvidar y lo que debemos creer. Dios, alma, religión, son materias constantes de nuestras infatigables meditaciones y nuestros funestos extravíos, problemas difíciles, cuya solución, siempre intentada, queda siempre incompleta.

Sobre todas estas cosas todavía podemos equivocarnos, pero al menos nuestro error no tiene influencia. Con la libertad de cultos y la separación de lo espiritual y lo temporal, la influencia de las ideas religiosas en la evolución social es puramente negativa, mientras no dependan de la religión las leyes y las instituciones políticas y civiles. El olvido de los deberes religiosos puede favorecer la corrupción general, pero no es la causa eficiente de ella, sino su complemento o su derivado.

 

Con la libertad de cultos y la separación de lo espiritual y lo temporal, la influencia de las ideas religiosas en la evolución social es puramente negativa, mientras no dependan de la religión las leyes y las instituciones políticas y civiles

 

Sobre todo, en la cuestión de que se trata (y esta observación es decisiva) la causa de desigualdad de condiciones entre los hombres, del pauperismo, del sufrimiento universal, de la confusión de los gobiernos, no puede ser atribuida a la religión; es preciso remontarse más alto e investigar con mayor profundidad.

 

La causa de desigualdad de condiciones entre los hombres, del pauperismo, del sufrimiento universal, de la confusión de los gobiernos, no puede ser atribuida a la religión; es preciso remontarse más alto e investigar con mayor profundidad

 

Buenos días, señor, de Gustave Courbet

 

¿Qué hay, pues, en el hombre más antiguo y más arraigado que el sentimiento religioso? El hombre mismo, es decir, la voluntad y la conciencia, el libre albedrío y la ley, colocados en antagonismo perpetuo. El hombre vive en guerra consigo mismo. ¿Por qué?

«El hombre -dicen los teólogos- ha pecado en su origen; su raza es culpable de una antigua prevaricación. Por esa falta, la humanidad ha degenerado; el error y la ignorancia han llegado a ser sus inevitables frutos. Leyendo la historia, encontraréis en todos los tiempos la prueba de esta necesidad del mal en la permanente miseria de las naciones. El hombre sufre y sufrirá siempre; su enfermedad es hereditaria y constitucional. Usad paliativos, emplead emolientes; no hay remedio eficaz

 

Este razonamiento no sólo es propio de los teólogos; se encuentra en términos semejantes en los escritos de los filósofos materialistas, partidarios de una indefinida perfectibilidad. Destutt de Tracy asegura formalmente que el pauperismo, los crímenes, la guerra, son condición inevitable de nuestro estado social, un mal necesario contra el cual sería locura rebelarse. De aquí que necesidad del mal y perversidad originaria sean el fondo de una misma filosofía.

«El primer hombre ha pecado.» Si los creyentes interpretasen fielmente la Biblia, dirían: El hombre en un principio peca, es decir, se equivoca; porque pecar, engañarse, equivocarse, es una misma cosa. «Las consecuencias del pecado de Adán se transmiten a su descendencia«.

 

«Las consecuencias del pecado de Adán se transmiten a su descendencia«.

 

En efecto, la ignorancia es original en la especie como en el individuo; pero en muchas cuestiones, aun en el orden moral y político, esta ignorancia de la especie ha desaparecido. ¿Quién puede afirmar que no cesará en todas las demás?

El género humano progresa de continuo hacia la verdad, y triunfa incesantemente la luz sobre las tinieblas. Nuestro mal no es, pues, absolutamente incurable, y la explicación de los teólogos se reduce a esta vacuidad: «El hombre se equivoca porque se equivoca». Es preciso decir, por el contrario: «El hombre se equivoca porque aprende«. Por tanto, si el hombre puede llegar a saber todo lo necesario, hay posibilidad de creer que equivocándose más dejaría de sufrir.

 

«El hombre se equivoca porque aprende«.

Por tanto, si el hombre puede llegar a saber todo lo necesario, hay posibilidad de creer que equivocándose más dejaría de sufrir.

 

Courbet con perro

 

Si preguntamos a los doctores de esa ley que, según se dice, está grabada en el corazón del hombre, pronto veríamos que disputan acerca de ella sin saber cuál es. Sobre los más importantes problemas, hay casi tantas opiniones como autores. No hay dos que estén de acuerdo sobre la mejor forma de gobierno, sobre el principio de autoridad, sobre la naturaleza del derecho; todos navegan al azar en un mar sin fondo ni orillas, abandonados a la inspiración de su sentido particular que modestamente toman por la recta razón; y en vista de este caos de opiniones contradictorias, decimos: el objeto de nuestras investigaciones es la ley, la determinación del principio social; mas los políticos, es decir, los que se ocupan en la ciencia social, no llegan a entenderse; luego es en ellos donde está el error; y como todo error tiene una realidad por objeto, en sus propios libros debe encontrarse la verdad, consignada en sus páginas a pesar suyo.

 

El objeto de nuestras investigaciones es la ley, la determinación del principio social; mas los políticos, es decir, los que se ocupan en la ciencia social, no llegan a entenderse; luego es en ellos donde está el error

 

Pero ¿de qué se ocupan los jurisconsultos y los publicistas? De justicia, de equidad, de libertad, de la ley natural, de las leyes civiles, etc. ¿Y qué es la justicia? ¿Cuál es su principio, su carácter, su fórmula? A esta pregunta, nuestros doctores no tienen nada que responder, pues si así no fuese, su ciencia, fundada en principio positivo y cierto, saldría de su eterno probabilismo y acabarían todos los debates.

 

Loco de miedo (Gustave Courbet)

 

¿Qué es la justicia? Los teólogos contestan: «Toda justicia viene de Dios«. Esto es cierto, pero nada enseña.

Continuación y final del Capítulo I 

 

Jules Valls, por Gustave Courbet

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NOTAS

1 En griego skepticoos, examinador, filósofo que hace profesión de buscar la verdad.

 

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¿Qué es la propiedad?, de Pierre Joseph Proudhon: INDICE

Prólogo de George Woodcook

Capítulo I

Parte 1: Método seguido en esta obra.

Parte 2:  Esbozo de una Revolución.

Capítulo II
De la propiedad considerada como derecho natural. – De la ocupación y de la ley civil como causas eficientes del derecho de propiedad. Definiciones.

I. De la propiedad como derecho natural.

II. De la ocupación como fundamento de la propiedad.

III. De la ley civil como fundamento y sanción de la propiedad.

Capítulo III
Del trabajo como causa eficiente del derecho de propiedad.

I. La tierra no puede ser apropiada.

II. El consentimiento universal no justifica la propiedad.

III. La propiedad no puede adquirirse por prescripción.

IV. Del trabajo. – El trabajo no tiene por si mismo ninguna facultad de apropiación sobre las cosas de la naturaleza.

V. El trabajo conduce a la igualdad en la propiedad.

VI. Que en la sociedad todos los salarios son iguales.

VII. La desigualdad de facultades es la condición necesaria de la igualdad de fortunas.

VIII. Que en el orden de la justicia, el trabajo destruye la propiedad.

Capítulo IV
La propiedad es imposible.

La propiedad es física y materialmente imposible.

Primera proposición
La propiedad es imposible porque de nada exige algo.

Segunda proposición
La propiedad es imposible porque donde es admitida, la producción cuesta más de lo que vale.

Tercera proposición
La propiedad es imposible, porque sobre un capital dado, la producción está en razón del trabajo, no en razón de la propiedad.

Cuarta proposición
La propiedad es imposible, porque es homicida.

Quinta proposición
La propiedad es imposible, porque la sociedad se devora con ella.

Apéndice a la quinta proposición.

Sexta proposición
La propiedad es imposible, porque es madre de la tiranía.

Séptima proposición
La propiedad es imposible, porque al consumir lo que recibe, lo pierde; al ahorrarlo, lo anula, y al capitalizarlo, lo emplea contra la producción.

Octava proposición
La propiedad es imposible, porque siendo infinito su poder de acumulación, sólo actúa sobre cantidades limitadas.

Novena proposición
La propiedad es imposible, porque es impotente contra la propiedad.

Décima proposición
La propiedad es imposible, porque es la negación de la igualdad.

Capítulo V
Exposición psicológica de la idea de lo justo e injusto y determinación del principio de la autoridad y del derecho.

Primera parte
I. Del sentido moral en los hombres y en los animales.

II. Del primero y del segundo grado de sociabilidad.

III. Del tercer grado de sociabilidad.

Segunda parte
I. De las causas de nuestros errores: origen de la propiedad.

II. Caracteres de la comunidad y de la propiedad.

III. Determinación de la tercera forma social. – Conclusiones.