SIGLO XXI, EL SIGLO DE LA ESTUPIDEZ. «ESTÚPIDOCRACIA: cuando la conjura de los necios deviene sistema», por Marcos Eguiguren Huerta

el siglo de la estupidez

EL SIGLO DE LA ESTÚPIDEZ

 

«La conjura de los necios», de John Kennedy Toole: Fragmentos

 

Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificarse por este signo: todos los necios se conjuran contra él.

Jonathan Swift

 

«Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y Faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza. «

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Su total ignorancia de lo que profesa enseñar merece pena de muerte. Dudo que sepa usted que a San Casiano de Imola le mataron sus propios alumnos atravesándole con sus estilos. Su muerte, un martirio perfectamente honorable, le convirtió en santo patrón de los profesores. Encomiéndese a él, tonto extraviado, pseudopedante que se dedica a decir «¿Alguien para el tenis?» y a jugar al golf y a trasegar bebidas alcohólicas, pues necesita usted realmente un santo patrón. Aunque sus días están contados, no morirá usted como un mártir (pues no defiende usted ninguna causa santa), sino como el perfecto imbécil que en realidad es.

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Cuando estaba gastando ya las suelas de mis botas hasta ser una simple lengua de caucho sobre las viejas aceras de baldosas del Barrio Francés, en mi febril empeño de ganarme la vida en una sociedad despreocupada e indiferente, me saludó un apreciado y viejo conocido (invertido). Tras unos minutos de conversación, en la que yo dejé demostrar fácilmente mi superioridad moral sobre aquel degenerado, me quedé cavilando una vez más sobre la crisis de nuestra época. Mi inteligencia, indomable y exuberante como siempre, me susurró un plan tan majestuoso y audaz que me estremecí ante la idea misma de lo que estaba oyendo. «¡Alto!», grité implorante a mi divina inteligencia. «¡Esto es locura!» Pero, aún así, escuché el consejo de mi cerebro. Se me ofreció la oportunidad de Salvar al Mundo a Través de la Degeneración. Allí, en las piedras gastadas del Barrio Francés, solicita la ayuda de aquella marchita flor de ser humano, pidiéndole que reúna a sus compañeros de fatuidad bajo la bandera de la fraternidad.

 

«La naturaleza hace a veces un tonto; pero un fanfarrón siempre es obra del hombre» (Addison)

 

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ESTUPIDOCRACIA: CUANDO LA CONJURA DE LOS NECIOS DEVIENE SISTEMA

Por Marcos Eguiguren Huerta

 

El economista y doctor en ADE  Marcos Eguiguren Huerta  nos ofrece una  «nueva teoría de la necesidad colectiva»  en  Estupidocracia , novedad ya disponible en librerías y en  ebook . Según el autor, se puede combatir al fascismo, al comunismo ya muchos «ismos», pero  ¿se puede combatir la estupidez cuando esta es sistémica y uno mismo forma parte del problema, justificando cosas totalmente absurdas?

El peligrosísimo pensamiento de masas, el pensamiento único, es el estadio último de la estupidez sistémica. Se puede hacer frente a un individuo estúpido o a un grupo de estúpidos identificados como tales, pero, cuando el sistema y buena parte de sus integrantes, la forma de vivir de la gente y la manera de gobernar están poseídos por la estupidez, parece imposible revertir. la situación. Entonces,  ¿cómo combatimos a algo que nos arrastramos y de lo que somos parte?

Para intentar responder a estas preguntas, el autor ironiza sobre el estado del bienestar mal interpretado, el «buenismo» a veces irracional que nos rodea a todos y  un pensamiento único que nos envuelve cada vez más y que, disfrazado de lucha por los derechos, expulsa el verdadero debate entre personas libres , pasando por el papel acelerador de casi cualquier cosa que tenga la tecnología, las nuevas formas casi demoníacas de entender el  marketing , el papel profundamente «estupidizador» de las redes sociales, el papel infumable de una política que ha perdido el norte y de unas administraciones escleróticas…

Compartimos a continuación parte del primer capítulo del libro, en que el autor nos ofrece  «Un poco de contexto»  sobre las ideas que desarrolla en la obra. Al final de este fragmento, se podrá descargar en pdf el prólogo de  Toni Aira«Cuidado, que el libro muerde» , y esta sección introductoria del libro, además de ampliar información sobre la presentación del mismo.

 

 

Un poco de contexto

Hace mucho tiempo que opino que el mundo avanza a pasos agigantados hacia una situación para la que recuperó el término « estupidez sistémica » que algunos autores ya utilizaron hace unos años, aunque con un enfoque algo distinto del que encontrarás usted en este libro. No se preocupe demasiado ahora por encontrar la definición exacta de ese término puesto que, a medida que vaya devorando páginas, empezará a hacerse una idea clara de cuál es mi « nueva teoría de la necesidad colectiva » ya qué me refiero cuando hablo de la « estupidez sistémica ».

En el fondo, las páginas que tiene ante sí son fruto de la impotencia o, si lo prefiere, de la ira contenida y la debilidad que te posee cuando te das cuenta en realidad de lo que ocurre a tu alrededor y de que puedes hacer poco. por mejorar las cosas, por lo menos desde un punto de vista sistémico. Escribirlas es un intento como otro de seguir operativo como ser pensante sin causar daño a nadie en un mundo en el que el pensamiento crítico, en mayúsculas, brilla por su ausencia. La claridad, descarnada en ocasiones, y el tono satírico empleado en esta obra, como empezará a hacerse evidente en los párrafos siguientes, no tienen otro objetivo que atraer su atención y llamarle a la reflexión. Le ruego sea paciente si, en algunos casos, la sátira puede herir su sensibilidad.

Le aseguro que creo que aquellas personas que mantienen un pensamiento crítico, de veras lúcido e independiente, basado en el empirismo y la observación profunda de los hechos, acerca de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, a pesar de los pocos incentivos que, para ello, ofrece a nuestra sociedad, merecen un reconocimiento muy especial que habitualmente, por desgracia, no suelen conseguir.

Jamás he sido demasiado religioso, aunque, lo confieso, en ocasiones me gustaría serlo. Tener Fe, pensar que hay algo más allá, creer en otra vida… Debo reconocer que tiene que generar cierta tranquilidad de espíritu y, él de serle sincero, envidio a las personas que poseen sólidas creencias religiosas. Estoy seguro de que son mucho más capaces de sobrellevar determinadas situaciones y de relativizar las cosas que el resto de los mortales.

Situándome en ese paradigma religioso, no paro de cuestionarme cómo deben ser conceptos como el paraíso. Tal vez un lugar fantástico, donde se respira felicidad total, donde nadie debe esforzarse para vivir -probablemente porque tampoco esté uno vivo en el sentido puramente humano del término-, debe reinar un clima estupendo, sus moradores disponen de cantidades ilimitadas de cerveza, se disfruta de un sexo amoroso y desenfadado y las paellas y otros manjares han roto todas las escalas de estrellas Michelin.

Sin embargo,  esos pensamientos simplistas son los que me hacen recordar mi propia condición de estúpido irredento profundamente inherente a la condición humana y de la que, ni usted, estimado lector, ni yo mismo, podemos escapar con facilidad .

Una ver. ¿No nos habían enseñado de pequeños que son las almas de los no pecadores las que van al paraíso? Si eso es así ¿cómo puedo definir el susodicho paraíso en términos tan asquerosamente terrenales?

¿Has visto alguna vez un alma? Me juego un dedo a que no. ¿Quiere eso decir que no existen las almas? En absoluto, tal vez sí existe, pero me juego otro dedo a que un alma no debe ser nada similar a nuestra figura terrenal y, si eso es así, ¿qué demonios pinta un alma echándose una siestecita al sol, fornicando o poniéndose ciega a ¿cervezas? Imagínese a un ectoplasma, a un plasma oa lo que sea que sea un alma haciendo esa serie de cosas… No cuela, ¿verdad?

Por eso, el paraíso debe ser algo diferente que no sabemos comprender. Tal vez algo más cercano a un espacio que acoge al pensamiento ya la esencia de los seres que pasaron una mejor vida, aunque me consta que algunos autores van más allá en sus elucubraciones. Tal vez el paraíso sea como un Think Tank (1) de esos tan afamados en nuestra sociedad posmoderna -lo que ciertamente me haría dudar de la bondad de aspirar al tal paraíso. Pero, permítanme que no me meta en este tedioso debate y me quede con esta hipótesis: que el paraíso acoge a la esencia de los seres, a su pensamiento.

La segunda cuestión que afecta al tal paraíso es quién tiene derecho a morar en él. Se dice que las personas buenas, las que no han pecado, aunque eso me  parece prácticamente imposible. O aquellos que, habiendo pecado, se han confesado debidamente y han pagado una penitencia por sus errores. En fin, no sé muy bien cuál de esas opciones será la cierta, pero lo suyo sería que al paraíso fueran las almas de gente que verdaderamente ha hecho cosas singulares y difíciles en el tiempo en el que les tocó vivir, gente que hubiera contribuido a Cambiar las cosas para bien y de manera radical.

Imagínese por un instante que existiera una especie de paraíso VIP, en clave Think Tank con servicios especiales y tarjeta platino para aquellos que, pese a poder haber sido un poco cabroncetes en su día a día, hubieran contribuido en positivo a reformar la manera de ver. el mundo.

Imagínese ese paraíso VIP con las mentes más preclaras, y seguramente incomprendidas que el mundo ha dado. El paraíso de los librepensadores .

En él seguramente encontraríamos nombres que han estado detrás de la inspiración del libro que tiene entre sus manos. Nombres como Erasmo de Rotterdam, Galileo Galilei, Carlo Cipolla, John Stuart Mill, Ray Bradbury, Hanna Arendt, George Orwell, Ayn Rand, Aldous Huxley, Jonathan Swift, Adam Smith y otros muchos, también personas de a pie, como usted o como Yo.

Pero tampoco me gustaría ser demasiado purista. Es posible que alguno de los moradores de este especial paraíso no fuera en vida precisamente una hermanita de la caridad. Imagínese el caso de Galileo Galilei (1564-1642). Tal vez el hombre era un tipo normalito o hasta un poco borde que, cuando no le miraba nadie, no reconocía las cacas de su perro, que le tiraba los trastos a la vecina o que sisaba en la tienda del barrio de vez en cuando. Como supondrá, jamás conocí al eminente hombre del Renacimiento y no puedo asegurar nada sobre su carácter y su vida personal pero la historia nos recuerda que, en su tiempo, siglos XVI y XVII, consiguió demostrar, entre otros logros científicos, que la Tierra giraba. alrededor del Sol.

No se ría, que a usted ahora eso le parece obvio, pero en la época del tal Galileo , defensor esa idea era ir totalmente contracorriente, arriesgarse a ser tachado de hereje ya sufrir el total desprecio de los bienpensantes de la época y del resto de la aborregada sociedad del momento que, como a lo largo de todos los siglos de la historia de la humanidad, suele aliarse, totalmente abotargada, con los que cortan el bacalao para que las cosas nunca cambien en demasía.

Hoy en día, gracias a sus muy diversas contribuciones a la ciencia, Galileo es considerado como el padre de la física y la astronomía moderna (2) . Sin embargo, el matemático y astrónomo italiano pasó una buena parte de su vida bajo arresto domiciliario por defender una teoría en aquellos momentos arriesgada. Desde una perspectiva científica multidisciplinar y holística, que la Tierra y otros planetas, giraban alrededor del Sol. Es decir, el heliocentrismo. La mayor parte de sus coetáneos, que defendían el geocentrismo, es decir, que el universo giraba alrededor de la tierra lo despreció y lo expulsó de la sociedad.

Partiendo de la base de que todos y cada uno de los seres humanos tiene ciertas dosis de estupidez, quiero pensar que individuos como Galileo estaban infectados por dosis mucho más bajas que la gente de su tiempo y eso es lo que le hacía defender ideas sorprendentes entonces y que, a la postre, fueron revolucionarios. De hecho, sus logros, incluyendo la mejora del telescopio o la primera Ley del movimiento, fueron determinantes para la Revolución de Copérnico o las Leyes de Newton .

¿Quiénes eran más estúpidos? ¿Los que defendían el geocentrismo de Galileo , que se vio denostado y humillado en su tiempo por defender lo contrario? Quiero pensar que en alguno de los juicios que sufrió a manos de la Inquisición , Galileo espetó a sus jueces: « Ustedes dirán y me harán lo que quieran, pero la historia me dará la razón porque la realidad, es que la Tierra gira alrededor del Sol ».

Hoy todos sabemos que aquella voz incomprendida y despreciada en su tiempo, tenía razón. Por mucho que dijeran la mayoría, las élites y la plebe, la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés. Es muy difícil sostener creencias y sobre todo dudas, contracorriente. Es muy difícil ser un libre pensador que consiga aislarse de la propaganda y del ruido del entorno para aportar una visión distinta y, en ocasiones, incómoda, sobre las cosas. Esas personas se arriesgan a afrontar la estupidez sistémica reinante en todas las épocas que en el mundo han sido ya verso rechazados por la masa. Esas personas o, mejor dicho, las almas de las mismas tienen, a mi juicio, el derecho de disfrutar de ese preciado paraíso VIP.

Otro de los posibles moradores de ese paraíso debe ser, sin duda, Erasmo de Rotterdam (1466-1536). El teólogo y pensador renacentista escribió Elogio de la Estupidez , la famosa obra satírica en la que osó dar caña, desde luego con mucha elegancia, a la mayoría de las clases privilegiadas de su época, los abusos de la doctrina católica, el dogmatismo escolástico, las practicas corruptas y los  vicios de la sociedad. A pesar de ello se las arregló para que se metieran con él sólo lo justito y encima, para lo que eran aquellos tiempos, consiguió que su libro fuera una especie de best seller . Ya me gustaría a mí parecerme, aunque fuera en el blanco de los ojos, al humanista holandés.

La función principal de la obra que tiene entre sus manos es hacerle reflexionar y, si tiene usted cierto espíritu deportivo y no le importa que me meta con ciertos mantras, arrancándole, además, una sonrisa. En cualquier caso, no se preocupe, si el libro no cumple su función de hacerle reflexionar y acaba usted tirándose a mi yugular para tildarme de hereje o apóstata del posmodernismo, estoy preparado para ello. Probablemente, si eso ocurre como imagino, será en parte gentileza de la omnipresencia de las redes sociales, magníficos aceleradores de la estupidez humana e incitadores del tribalismo más obsceno, y de la creciente propensión a consumir bazofia cultural por parte del respetable, ya leer poquito. , poquito, y sólo textos sencillos y cortos, porque la tiranía de las pantallas ha contribuido a la regresión imparable de nuestras mentes que, en cuanto a capacidad de concentración y de comprensión de la complejidad se asemeja, cada vez más peligrosamente, a la de los peces. Nos referiremos a esos fenómenos más adelante en esta misma obra.

Por cierto, el párrafo anterior es una prueba para usted. Si ha tenido que leerļo un par de veces para comprenderlo en toda su dimensión, entenderá perfectamente a qué me refiero y, desde luego sería una clara señal de que usted debería empezar a cuestionarse sus costumbres lectoras.

Pero me estoy desviando. Volvamos a Erasmo de Rotterdam , considerado uno de los más grandes humanistas de todos los tiempos. Aquel hombre sí que era un verdadero « lumbreras » capaz de escribir en latín y griego -entre otras lenguas y jugar con los significados más profundos de palabras concretas en lenguas diferentes. Fíjense si el hombre era potente que, en la primera parte de su libro Elogio de la Estupidez , la estupidez se presenta a sí misma como si de un personaje se trataa, y se acaba convirtiendo en una especie de tercera persona, de narradora de la obra propia.

No puedo ni siquiera intentar igualar la capacidad de Erasmo para introducir figuras y giros literarios, así que me permitirá que haga algo más sencillo y que, para continuar con la lectura de este libro, simplemente incorpore, un título descriptivo, algunas definiciones de contexto relevantes. .

Según el diccionario de la Real Academia Española , una de las acepciones de la palabra estúpido , es » necio, falto de inteligencia «. Podríamos, por tanto, deducir que, cuando hablamos de estupidez, nos referimos a la necesidad, la tontería, oa la estulticia. Otras fuentes nos hablan de términos como tonto, estúpido y necio, como adjetivos en español, para luego desmelenarse con una ristra de palabras algo más groseras, que vienen a significar más o menos lo mismo, en diferentes partes del mundo de habla hispana. Prometo, para disfrutar del lector, utilizar alguna de ellas, con cierta mesura, en algunos momentos de este libro.

Ahora que tenemos bien asentado a qué nos referimos cuando hablamos de estupidez, nos queda centrarnos en una segunda palabra clave para comprender en profundidad el enfoque de este libro. El término sistémico. No olviden que la obra pretende arrojar cierta luz al concepto de estupidez sistémica.

Un sistema se puede definir como « un objeto complejo cuyas partes o componentes se relacionan con al menos alguno de los demás componentes y puede ser material o conceptual ». Entre otras definiciones, la Real Academia Española se refiere a un « conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a un objeto determinado ».

Lógicamente, la palabra sistémico o sistémica, se refiere a algo referente al sistema. Concretamente la Real Academia Española la define como « perteneciente o relativo a la totalidad de un sistema; general, por oposición a local ».

Después de esta breve incursión en el sesudo mundo académico creo que estamos ya en disposición de volver al tono desenfadado que pretendo que domina este panfleto. En algunos momentos de este libro pretendemos echarnos unas risas a cuenta de la absoluta necesidad y estupidez solemne que ha contaminado nuestros sistemas y nuestra sociedad. Desde el punto de vista sociológico, podemos calificar, por ejemplo, a un comportamiento, como sistémico cuando va más allá de los casos individuales, se transforma en algo suficientemente generalizado y cuando las propias estructuras y normas de funcionamiento del sistema amparan y magnifican tal comportamiento. .

Llegado a este punto, no hace falta que se estruje los sesos para que se imagine de qué van a ir el resto de las páginas. Prepárese a pasear por unos escenarios que, si no fuera por lo preocupante de las posibles consecuencias a medio plazo de la creciente estupidez sistémica, serán tan desternillantes como una película de los Hermanos Marx , los famosos cómicos estadounidenses.

Hablaremos de la estupidez en los últimos dos siglos, de la aceleración de la misma en las primeras dos décadas nuestro de siglo XXI, de los tribalismos y las redes sociales, de la propaganda, los medios de comunicación, las tendencias y las modas. Seguro que le interesa saber que repasaremos algunos « ismos » de pro, como el fascismo, el comunismo, el machismo o el feminismo. Es posible que hablemos de la educación como un antídoto contra la estupidez sistémica -o, depende de cómo se mire, como un acelerador de la misma. Nada seria completo sin un repaso al papel del Estado, los políticos, la legislación y la burocracia (o, si lo prefiere, los burócratas ) en esta época de buenismo compulsivo . Y, ya que estamos en unos tiempos especialmente víricos, si se atreve usted a llegar tan lejos en la lectura de estas páginas, le pediré que reflexione sobre su grado de estupidez personal alrededor de las fantásticas vivencias que nos está dejando la pandemia que nos ha tocado sufrir.

En tan sólo 20 años el siglo xxi ha dado suficientes muestras de que no nos equivocaremos demasiado si lo etiquetamos ya como la era de la estupidez . Dirá usted que soy pesimista y que queda muchísima parte de siglo por delante, que igual la cosa cambia. Ojalá te lleve razón y tenga que retractarme. Lo único que tengo absolutamente claro es que no sé si habrá cura para el virus de la estupidez, pero lo que si le aseguro es que es tremendamente contagioso .

 

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Notas

1. Entendemos como Think Tank, un laboratorio de ideas, institutos de investigación, pensamiento o reflexión. Son grupos de expertos, normalmente sin ánimo de lucro. Se suelen caracterizar por estar vinculados a determinadas orientaciones ideológicas, aunque su adscripción a las mismas puede ser más o menos evidente.

2. El reconocimiento actual a la figura de Galileo es innegable. A título de ejemplo, ha dado nombre a Galileo, el sistema europeo de radionavegación y posicionamiento por satélite desarrollado por la Unión Europea a través de la Agencia Espacial Europea, o dio también nombre a la misión espacial Galileo, misión de la NASA al planeta Júpiter. que se llevó a cabo entre 1989 y 2003 y que constaba de un orbitador y una sonda que han permitido conocer mejor las características del planeta gigante de nuestro sistema solar.

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EL SIGLO DE LA ESTÚPIDEZ

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LAS GLORIAS DE LA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN

El conspiracionista se ha convertido en un profeta casi infalible
 
Por Carlos Esteban

Ideas, 27 de enero de 2024

Ilustración de Joey Klarenbeek

 

Aparte de los modernos tapabocas verbales que se usan rutinariamente para impedir cualquier discusión —palabras como “fascista”, “racista” o la interminable panoplia de “fobias” de nuevo cuño—, ninguna acusación teme tanto el comentarista como la de ‘conspiracionista’. Tanto es así que cuando uno va a avanzar una teoría que implica tratos secretos entre poderosos, suele incluir el preámbulo: “yo no creo en teorías de la conspiración, pero…”

Pero sí, claro que creemos en teorías de la conspiración. Es solo que tememos reconocerlo, porque la expresión misma conjura imágenes ridículas de gorritos de papel de plata, reptilianos que dominan el mundo y cruces inverosímiles de organizaciones y personas.

El miedo irracional y reflejo a ‘caer’ en la teoría de la conspiración es en parte consecuencia, de hecho, de una conspiración. Después de que, en 1963, la Comisión Warren concluyera que el responsable de la muerte del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy era un mindundi que actuaba en solitario y que fue, a su vez, asesinado antes de que pudiera abrir la boca, la CIA descubrió, para asombro de nadie, que un enorme número de norteamericanos no se creía la versión oficial. De hecho, sigue sin creerse por parte de una proporción asombrosamente amplia, que incluye nombres conocidos como el periodista estrella de la televisión Tucker Carlson o el mismo sobrino del asesinado, el ahora candidato presidencial independiente Robert Kennedy Jr.

Así que la agencia de inteligencia, que había empezado a infiltrarse en los medios con la Operación Ruiseñor, fomentó la ridiculización de la ‘teoría de la conspiración’ como medio más eficaz de contención que la argumentación en contrario. Además promocionó la propagación de teorías conspirativas totalmente increíbles para desacreditar la idea misma de que haya poderosos que se pongan de acuerdo de espaldas al público para influir en la vida de nuestras sociedades. Y la maniobra, hay que reconocerlo, ha tenido un éxito extraordinario.

Si uno se para a pensar desapasionadamente, no hay nada irracional en la conspiración; incluso si nunca en toda la historia se hubiera producido, nada impide a una serie de personas poderosas a ponerse discretamente de acuerdo para avanzar sus intereses. Es, incluso, sumamente racional y natural que lo hagan. Pero es que, además, tenemos constancia de numerosas conspiraciones a lo largo de la historia, unas fracasadas y otras exitosas. De hecho, la propia existencia de las agencias de inteligencia son un tributo a la utilidad de la coordinación en el secreto, porque ese es exactamente su modo de funcionamiento normal.

Solo que esa presa se ha roto, definitivamente. Hace, como poco, tres años que no vivimos tiempos normales, que nada es normal, y que la propia actitud de nuestras autoridades —a las que siempre hemos tendido a creer de forma casi automática— hace cada vez más cuesta arriba tomar en serio sus pronunciamientos, justo cuando más insisten en “luchar contra la desinformación” (censurar las opiniones e informaciones disidentes). Sencillamente, nos han mentido. Abiertamente. Y, sobre todo, a lo grande.

Se ha convertido en un meme en redes sociales la frecuencia con que lo que hoy es peligrosa desinformación digna de ridículo mañana se convierte en la verdad oficial (sin que medie, naturalmente, arrepentimiento por parte del portavoz), de manera que el conspiracionista se ha convertido en un profeta casi infalible. En lo que se refiere al covid, el episodio más extraño de nuestra vida común, prácticamente todo ha sido al contrario de lo que se nos decía oficialmente, y en consonancia con lo que advertían los censurados. No es extraño, pues, que el mensaje del catastrofismo climático se esté enfrentando a un entorno bastante más escéptico de lo esperado.

Sólo hay una manera de determinar si una supuesta teoría de la conspiración es válida o no: examinar la evidencia. Desafortunadamente, la etiqueta de teoría de la conspiración se creó específicamente para disuadir a las personas de observar la evidencia.

 

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RELACIONES: 

«TEORÍA DE LA ESTUPIDEZ», de Dietrich Bonhoeffer. «La persona estúpida será capaz de cualquier mal y al mismo tiempo incapaz de ver que es el mal». 

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE LA ESTUPIDEZ HUMANA, por Carlo M. Cipolla

EFECTO DUNNING-KRUGER. «El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas»

https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2023/02/14/entetanimiento-tittytainment-propaganda-del-siglo-xxi/

https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2023/06/05/el-poder-woke/