LA MUJER EN LA GRECIA ANTIGUA
Tabla de contenidos
ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO A LA CONDICIÓN DE LA MUJER EN LA GRECIA ANTIGUA
Durante la mayor parte de la historia griega antigua, el papel de la mujer fue relegado estrictamente a la casa. Las mujeres, como grupo, no tenían voz en los asuntos políticos, militares o civiles. Desde los primeros días de la civilización griega, las mujeres estaban bajo la autoridad patriarcal de los varones. Segregadas en cumplir un rol estrictamente lo doméstico, pasando de la autoridad masculina del padre a la de su marido. Para el estudio de la Mujer en la Grecia Antigua, la mayoría de las fuentes son arqueológicas o literarias, principalmente lo que sabemos sobre la vida de las mujeres, no nos llega a través de las voces femeninas, sino mas bien a través de la mirada masculina. Hombres que, naturalmente, no podían experimentar lo que fue la vida de una mujer, pero que si la interpretaron a través de sus obras.
El presente ensayo hace un rápido recorrido a través de esta mirada a la mujer griega filtrada a través de la mirada masculina, centrada principalmente en obras literarias ampliamente difundidas a nivel mundial.
Por Paula Fuentes Santibáñez
Profesora en Historia y Geografía y Licenciada en Educación de la Universidad del Bio-Bío
Universidad del Bío-Bío, Chile
(Artículo recibido el 5/3/2012 y aceptado el 26/3/2012)
Intus-Legere Historia / Año 2012, Vol. 6, Nº 1
Introducción
En la Historia se encuentran los argumentos que justifican las diversas formas en que las civilizaciones racionalizan las cuestiones que les preocupan o que desean definir o controlar en su devenir cotidiano. Cada civilización construye sus valores y sus normas de comportamiento a través de la evolución de su propia cultura. En el caso que nos ocupa, esto es, la desventaja de la mujer griega frente a su par masculino en la Grecia antigua.
Es importante señalar aquí, que una conducta social no existe a priori, sino que es una construcción social, que para poder ser explicada hay que saber cuándo, cómo y por qué se ha creado. Tratar de responder estas preguntas es precisamente lo que busca el presente ensayo.
En esta exposición no abordaré posturas incriminatorias o defensivas, tan sólo voy a centrarme en los argumentos que sirvieron para justificar la construcción del discurso que condicionó la vida de las mujeres griegas en la antigüedad, y por qué no decirlo, mucha de esa construcción se manifiesta aun en nuestros días.
Esbozaremos algunos aspectos jurídicos y sociales de la condición de las mujeres en la Grecia antigua, y buscaremos dar un soporte a lo que se diga mediante citas de textos literarios, para intentar apreciar hasta qué punto estas diferencias empapaban tanto el derecho como la literatura, termómetros de la vida cotidiana de cualquier sociedad.
El propio título de esta exposición, aunque sea una obviedad, refleja que el status de la mujer en la Grecia Antigua fue muy distinto al del hombre. La situación de inferioridad en la que, independiente de la escala social, del nivel de riqueza o de las leyes vigentes, se ha encontrado siempre la mujer helena, fue un hecho.
Nos es posible apreciar que la mujer fue un simple elemento de intercambio usado para crear vínculos, alianzas y obligaciones entre dos familias; carece de voluntad y su único papel activo es el de señora de la casa. Esta afirmación tiene igual validez, ya sea que estemos en la Troya de Homero o en la Atenas de Pericles. Porque en la ciudad griega, en la polis, la mujer queda definitivamente integrada como un ser marginal con una categoría parecida a la del esclavo y que siempre ha de ir acompañada de la figura de un tutor. La mujer nunca será una ciudadana, la palabra existe en griego, pero vacía de significado, sino como mucho, la esposa de un ciudadano. Pero tenía una función principal, reproducir biológicamente ciudadanos, siendo los hombres los encargados de educar a los jóvenes; lo paradójico de este hecho, es que si bien la mujer griega jamás sería ciudadana de derecho, podía trasmitir la ciudadanía, era deber de un ciudadano griego casarse con una ciudadana griega.
Las mujeres eran consideradas como algo débil, por esa razón debían ser protegidas a ultranza. Las mujeres griegas jamás poseyeron voz política, no eran miembros de la polis en sentido pleno. Asimismo su capacidad de obrar estuvo en mayor o menor medida mediatizada por el poder del hombre, sometidas de por vida –con matices– a la tutela de un varón. «La esposa no debe tener sentimientos propios, sino que debe acompañar al marido en los estados de ánimo de éste, ya sean serios ya alegres, pensativos o bromistas» (1) .
En la cita anterior Plutarco refleja de forma precisa la visión que se tenía de la mujer. Esto es la de acompañar al hombre, ser su soporte, estar definida por él y a través de él.
El estudio de la mujer en la Grecia antigua, en cualquier campo que abordemos, resulta, por así decirlo, un tanto paradójico. Pues no disponemos de una sola evidencia que pueda sacar a la luz la verdadera voz de la mujer. En la Medea de Eurípides, escuchamos la voz apasionada de Medea, pero no debemos olvidar que no es la voz de una mujer, sino la de Eurípides. Sabemos entonces lo que los hombres decían y pensaban de las mujeres y cuál era la imagen que de ellas tenían, pero sabemos muy poco realmente de ellas mismas.
Dadas estas condiciones previas, debemos estudiar las fuentes con precaución, sin pensar jamás que llegaremos a descubrir la verdad sobre la vida de las mujeres, pero tampoco dejarnos llevar por la idea de que nada nos ofrecen.
Debemos ser conscientes del mismo modo, que este pequeño estudio solo abarca aquellas clases sociales de las que se encuentra suficiente documentación para llegar a conclusiones validas. Debido a esto último, no podemos incluir aquí casos como el de las esclavas, tan solo de mujeres griegas libres.
Concepción filosófica de la mujer en el Mundo Clásico
Que la mujer se vea sometida al poder de un esposo, al poder de su padre o, en el mejor de los casos, a tutela, no era nada extraño. La razón hay que buscarla en la consideración de la mujer como un ser inferior. Pero ¿De dónde viene esta idea? Como no podía ser de otra manera, tratándose de ideas del pensamiento griego, se consideró que la forma de actuar de la mujer no se regía por la razón, sino por las pasiones y la emotividad, junto con ello se asumió su inferioridad intelectual; idea que se construye a través de los siglos de la mano de la filosofía y la literatura. Los griegos como dignos hijos de su tiempo, tenían su primera valoración en el plano intelectual, en todo aquello que involucrara al logos, por lo cual no es de extrañar que asumieran a sus mujeres como inferiores, menores de edad, las cuales debían ser tuteladas.
Veámoslo en algunos de sus principales autores: Sócrates atribuye la inferioridad femenina a su propia naturaleza y a la falta de educación, siendo deber del marido proporcionársela; en el mismo sentido, Platón (2) abunda en la referida subordinación al varón; Aristóteles (3), basándose en la pasividad de la mujer en la reproducción, justifica su sometimiento social y jurídico en que «el macho es más apto para el mando que la hembra» y por consiguiente, es necesario que ésta sea tutelada (4).
Ya en las primeras manifestaciones literarias (5) encontramos que la mujer no se regiría por el logos, sino por el instinto, como hemos mencionado, lo cual conllevaría una debilidad moral que la incapacita para tener sentimientos duraderos, equilibrio y sentido de la medida, generándose en ella la ambigüedad como nota dominante. Por lo tanto, la mujer no sería digna de confianza, quedando relegada a las tareas domésticas, de reproducción y conservación del grupo familiar (6).
Así pues, lo que los romanos llamaron Impotentia Muliebris, o endeblez moral femenina, aparece abundantemente constatada en la literatura griega. Por cierto, también en estos primeros textos aparece formulado el tópico de la maldad innata de la mujer, debido a la antes mencionada debilidad moral, que la empuja a actuar por medio de engaños y artimañas (7). Tal vez la única excepción a esta regla, sea Penélope, que goza de una libertad superior, aun dentro de los marcos legales y tradicionales griegos.
Derechos Políticos
El papel de la mujer en la antigua Grecia se marcaba, de un modo u otro, como en el caso de los hombres, por nacer o no en el seno de una familia ciudadana.
La ciudadanía griega no comprendía el total de la población de la Polis, ni siquiera incluía completamente a las propias mujeres, que estaban excluidas de igual modo que lo estaban los niños, los esclavos y los extranjeros; pero de alguna manera ellas poseían la capacidad de transmitir la ciudadanía heredada de sus padres. Dicho de otro modo, un ciudadano griego solo podía casarse con una «ciudadana» griega. La paradoja se da en la exclusión del mismo concepto de ciudadano a la mujer, en cuanto a participación activa en la vida de la Polis.
Una mujer griega no podía votar, no podía acudir a las reuniones de la Eklesía, por lo que no tenía ni voz ni voto. No podían ocupar cargos administrativos o ejecutivos, no podían formar parte de un jurado, ser miembro de concilios, pronunciar discursos en público, etc.; en pocas palabras, no tenían derechos políticos. Así, el silencio es la cualidad más deseable frente a esta construcción discursiva de la exclusión de la vida pública, como claramente lo dice Sófocles en su Áyax: «Mujer, en las mujeres, el silencio es adorno» (8). Y las mujeres callan. Los griegos consideraron el callar, no solo una virtud, sino también un deber para las mujeres (9) .
Así, en esta paradoja, si asumimos el sentido griego de la palabra, no eran ciudadanas. Fueron personas que junto con los niños, era necesaria su existencia para el desarrollo de la vida social, pero no era importante su parecer.
Eterna menor de edad, jurídicamente hablando, es considerada un ser inferior. Sin embargo, no nos es posible hablar de discriminación. Esto se deber a que discriminar connota la idea de querer diferenciarse de algo que en realidad es equiparable, quizá precisamente porque es equiparable. Y no es esta la visión que el hombre griego tiene de la mujer. Se discrimina al esclavo, que es un hombre que por avatares del destino le ha tocado vivir en esa condición, pero no se discrimina a la mujer, quien ya de por sí es un ser inferior. «Y también en la relación entre macho y hembra, por naturaleza, uno es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece» (10).
Curiosamente Aristóteles se refiere en términos muy similares a los esclavos, constituyendo lo que en la actualidad conocemos como la doctrina aristotélica de la esclavitud. De esta manera, la democracia no sería más que una invención del hombre para el hombre y sin la mujer, esto no hizo sino acentuar más la disparidad entre ambos.
El espacio de la ciudad, se encuentra dividido en un espacio público y uno privado: el primero, las calles, el mercado, el ágora de la ciudad, estaba reservado para los hombres; a las mujeres pertenecía el espacio cerrado del hogar, del oikos. Así las tareas domésticas y la industria del tejido eran las actividades realizadas por las mujeres griegas libres y «ciudadanas» principalmente. Sin embargo, las mujeres eran fundamentales en la organización y estructura de la polis, incluso si su papel era pasivo.
Familia y matrimonio
«Tenemos a las hetairas para el placer, a las concubinas para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales diarias y a las esposas para que nos traigan hijos legítimos y para que sean fieles guardianes de nuestros hogares(11)».
El papel preponderantemente doméstico que tenía la mujer griega cambio muy poco a lo largo de los distintos periodos de la historia griega antigua, debido a que seguían prevaleciendo las actividades domésticas y estaban muy poco incorporadas a actividades fuera de su casa (12).
La mujer desde su nacimiento, estaba bajo la tutela de su Kyrios, su Señor, que normalmente era su padre, salvo en los casos de la muerte de este, llevaba a que estuviera bajo tutela de alguno de sus hermanos, convirtiéndose en su nuevo Kyrios, quien se encargaría, llegado el momento de acordar su matrimonio. El Kyrios de una familia tenía autoridad sobre ellos y también responsabilidades sobre su mantenimiento.
Las leyes griegas reconocían que la sociedad no se componía solamente de individuos, sino también de Oikos o núcleos familiares, que incluía las tierras que mantenían dicha familia, además de la casa y todo ello en manos del Kyrios.
Sirvientes, concubinas y niños ilegítimos no eran parte del Oikos, aunque vivían en la misma casa. El Oikos, lo integraban el Kyrios, su esposa legítima, sus hijos legítimos, la madre del Kyrios, si esta era viuda y sus hermanas solteras. Si las hijas o hermanas se casaban, abandonaban el Oikos y pasaban al Oikos de su marido.
El matrimonio estaba rodeado en una trasferencia de propiedades. Durante el periodo homérico, también llamado periodo oscuro, el elemento más importante de la transacción era el mantenimiento de la novia, que consistía en regalos que llevaba el novio al padre de la novia cuando el matrimonio se acordaba.
Ya durante la época clásica, esta situación se invirtió y fue la novia quien aportaría en forma de dote los regalos, los cuales consistirían en una cantidad económica destinada a pasar al primer hijo del matrimonio y que podía ser reclamada en caso de divorcio. Dar una dote a una hija se convirtió en algo esencial a la hora de acordar un matrimonio durante el periodo clásico y distinguió a los griegos de otros pueblos contemporáneos, distribuidos por el continente europeo, tales como los celtas y los germanos, quienes pagaban por sus esposas.
Las cualidades que se admiraban en las mujeres eran el silencio, la sumisión y la abstinencia respecto de los placeres masculinos. En estas virtudes eran educadas, era suficiente para ellas el que se les instruyera en los trabajos domésticos, tarea que era realizada por sus madres. Las niñas aprendían a hilar y tejer, así como algo de música y danza, pero por lo general, las mujeres no continuaban su formación tras haber contraído matrimonio.
Los distintos papeles que pudo desempeñar una mujer griega fueron el de esposa (gyné), concubina (pallaké), prostituta (porné) o cortesana (hetaira). Todas estas funciones son legítimas y están aceptadas socialmente, lo cual explica por qué en Grecia nunca hubo objeción a la existencia de la monogamia. De esos cuatro papeles, el que proporciona mayor independencia y libertad es, curiosamente, el último. La cortesana o hetaira, siempre extranjera, es un término medio entre la prostituta y la mujer de compañía, con libertad para salir a la calle, participar en banquetes masculinos e incluso tener propiedades.
Algunas de estas mujeres han pasado a la historia por la influencia que ejercieron sobre destacadas personalidades del mundo griego: Aspasia, de quien se cuenta, entre otras muchas cosas, que convenció a Pericles para que hiciera la guerra contra Samos; Diotima, frecuentada por Sócrates e inmortalizada por Platón en el Banquete o Friné, a quien Praxíteles usaba de modelo para sus esculturas.
Confinadas a estar en casa y a esmerarse en las labores del telar, las mujeres griegas contaban con solo escasos derechos en otras áreas de la vida social. Durante gran parte de la historia antigua griega, el papel de la mujer se relegaba únicamente a la casa.
Las excepciones a esta convención social rígida eran bodas, los nacimientos y los funerales en los cuales su participación como plañideras alcanzaba, en ocasiones, grados de profesionalidad. Dadas esas condiciones, las reuniones femeninas más comunes y diarias, sucedían cuando se encontraban las mujeres de un mismo sector en el pozo de agua.
Las ocasiones de distracción para las mujeres se las brindaban determinadas fiestas en la que su presencia era admitida y en celebraciones de carácter oficial. Las fiestas propias de las mujeres eran las Tesmoforias, en honor a Deméter y Perséfone.
En el trascurso de la vida de una mujer, el único día en que se convertía en protagonista social, era el día de su boda, programado de acuerdo con unos tradicionales preparativos y ceremonias organizadas con el consentimiento paterno.
En las bodas, el principal rito era el baño de la novia, para lo que había una procesión de mujeres que transportaban el agua desde el manantial. La novia era rociada con ungüentos por sus asistentes, mujeres también y durante la ceremonia, se sentaba al lado de la Nimfeutria, una mujer cuya tarea era guiar a la novia a lo largo de la ceremonia.
La novia era dirigida a casa del novio en carroza, seguida por sus parientes y amigos, hombres y mujeres, cantando canciones de matrimonio y con la madre de la novia llevando la antorcha.
Para las mujeres, una boda era probablemente uno de los acontecimientos sociales más importantes al que podían acudir y uno en el que no solo eran parte del público, sino parte activa del evento.
Las Mujeres y el trabajo
La responsabilidad primordial de las mujeres era cuidar de las posesiones domésticas; excluidas de las actividades públicas, trabajaban en la casa (13), se ocupaban de supervisar las faenas de los esclavos, intervenían ellas directamente en algunas tareas como cocinar o preparar la ropa y, sobre todo, atendían a los hijos. Según el nivel socioeconómico, la mujer participaba de las tareas domésticas o simplemente mandaba a las esclavas.
Las mujeres de clase baja, en caso de mucha necesidad, podían establecer algún puesto humilde en el Ágora, por lo general dedicado a la venta de verduras, frutas, perfumes o coronas de flores para las ceremonias o banquetes, ejercer como parteras, participar en determinadas tareas artesanales y en el trabajo de los campos. Ejerciendo siempre tareas consideradas para mujeres, pero que les permitieran subsistir.
Las Mujeres y la religión
Del mismo modo que en otras sociedades antiguas, las mujeres encontraban un mecanismo de escape en la religión. Recordemos que la religión era la única institución griega donde el número de mujeres era realmente importante, desde su jerarquía hasta su base.
Que una mujer aparezca demasiado por el mercado, puede ser motivo de rebaja social para ella y de cuestionamiento a su marido; todo lo contrario de aparecer en los actos religiosos. Comprar, vender y prestar, eran operaciones en las que la mujer se veía muy limitada, porque era trabajo de su esposo, sin embargo, la dedicación a los sacrificios religiosos era una tarea de ambos.
El único terreno en que la mujer adquiría relevancia en la vida cotidiana de la polis, y por tanto visibilidad equiparable a la de los hombres, que se traducía en su salida del hogar, era el aspecto religioso. En resumen, las mujeres podían ser mujeres virtuosas, silenciosas e invisibles, cumpliendo roles de esclavas o prostitutas y sacerdotisas.
La religión se manifestaba de diferentes maneras, desde el ámbito privado del oikos, hasta los festivales y celebraciones organizados por la Polis. Había dos maneras de participar en las actividades religiosas: la primera relacionada con la participación en rituales religiosos por parte de una comunidad, y la segunda los sacerdotes o sacerdotisas que supervisaban un culto a una deidad determinada y cuyo género se solía establecer a partir de la naturaleza de las tareas que tuvieran que hacerse.
Así, las tareas de sacrificio de animales se llevaban a cabo por hombres, mientras que las de tejido de ofrendas serían responsabilidad de mujeres. En cualquier caso, al parecer había una regla general y era que los sacerdotes oficiaran en las ceremonias de los dioses masculinos y las mujeres lo hacían en la de las diosas; aunque de esta regla había excepciones como las relacionadas con los oráculos de Delfos, dedicado al Dios Apolo, y Dódona, dedicado a Zeus.
El funcionamiento de ambos santuarios era distinto. En Dódona, la sacerdotisa, una mujer ya mayor, extraía las respuestas de una jarra, con símbolos supuestamente interpretables como una afirmación o una negación; sin embargo en Delfos la posesión de la sacerdotisa por parte de la deidad sería más dramática y obvia. Esta mujer recibía el nombre de Pitia. El método de selección de las sacerdotisas no se conoce. Lo que interesa destacar, es que la Pitia tenía cierta autoridad reconocida, ya que era consultada a menudo por hombres que ocupaban diferentes cargos públicos de las ciudades y era una de las pocas figuras femeninas activas a un nivel que relacionaba lo religioso con lo político y entendiendo que la legitimación de esta autoridad venía del hecho de ser una mera mensajera de una deidad.
En la Grecia clásica el único cargo público que podía tener una mujer era el sacerdocio y más de cincuenta cultos tenían mujeres vinculados a su desarrollo. El más importante de estos cultos fue el dedicado a la patrona de la ciudad de Atenas, Atenea. La sacerdotisa era la única mujer respetable que se conocía en público por su propio nombre personal y esto es indicativo de su importancia, incluso en algún momento tuvo alguna importancia política, revestida de una cierta autoridad por su función religiosa, que puede participar visiblemente en la vida de la Polis.
Conclusión
Haciendo una síntesis que alude a algunos de los elementos integrantes del discurso de la inferioridad de la mujer en la Grecia antigua, recorriendo desde un punto de vista filosófico, jurídico y social, constituirían estos aspectos la construcción de una conducta valórica y normativa por parte de la sociedad griega. Se trata por tanto, de un rápido recorrido por el universo griego desde la perspectiva de la inferioridad femenina, sin caer en el absurdo de hacer anacrónicos juicios de valor. Pero es necesario destacar que las mujeres, como sexo, grupo o clase –si así se quiere–, han sido el sujeto pasivo de la Historia.
Definitivamente, la mujer durante este periodo -y durante muchos siglos- no tuvo un papel protagónico en la historia, esto debido a que era considerada un ser inferior al hombre, pues no era importante en el ámbito político, social, ni cultural. El ámbito donde realmente era importante no estaba bajo el ojo de la sociedad, pues la mujer administraba la casa y el dinero del hogar y no solo eso, cocinaba, tejía la ropa de toda su familia, es decir, cumplía una labor determinada dentro de la sociedad, una labor que no era apreciada en la misma medida que lo eran las funciones de la vida política en ese entonces, porque el mundo era liderado por los hombres que tenían ideales muy diferentes. A la luz de este recorrido, podemos inferir que la situación de inferioridad de derechos de la mujer no la excluyó de la sociedad, sino más bien, de la administración de esta. La quitó del centro y la puso en la periferia de la sociedad, pero no al margen de la misma. La mujer sustentaba la vida social desde su papel no protagónico, pero muy necesario para el desarrollo equilibrado de la cultura griega antigua.
La toma de conciencia en relación con este problema nos permite percibir cual es la situación de la mujer en la Edad Contemporánea y de este modo, vincular el estudio del pasado con las inquietudes del presente.
La religión griega fue la única esfera en que la mujer adquiría cierto protagonismo, pero como en otras culturas, también hay mitos que explican las propias limitaciones de esta. En este caso, es necesario mencionar aquí la leyenda de Pandora, la madre de todas las mujeres, concebida como venganza de Zeus a la humanidad por haber aceptado el regalo del fuego que les hizo Prometeo. Pandora, hecha de arcilla, adornada por las diosas (hecho curioso este último), y proveída de vida por Hermes, portadora de la caja que contenía todos los males del mundo. Dotada de curiosidad y sentimientos, enviaba a una humanidad esencialmente masculina, y debido a sus cualidades impuestas (revelador este hecho, pues Pandora es finalmente, creación de Zeus, deidad masculina), desencadenadora por su curiosidad de las fatalidades que asolarían la humanidad con su llegada. Sorprende en este sentido, conociendo este mito y el de Deméter, el papel protagonista de la mujer en la religión. Es probable que este papel fuera una herencia directa de las sociedades matriarcales pre-históricas que rendían culto a la fertilidad de la mujer. En cualquier caso, resulta muy interesante y al mismo tiempo contradictorio.
En definitiva, a partir del siglo VIII A.C es posible evidenciar como se perfila la condición de inferioridad de la mujer griega con respecto al hombre, en una sociedad dual, paradójica y fascinante, que a través de la mitología y las diversas expresiones literarias definiría un discurso que condicionaría la vida de las mujeres, no en un afán de represión ni de discriminación, sino más bien en un entendimiento de la sociedad que tendría como centro al hombre, construyendo una sociedad viril que se caracterizaría por la idea del equilibrio, donde el hombre es el componente activo y la mujer el pasivo.
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Notas
1 Plutarco, Obras Morales y de Costumbres: Moralia, Gredos, Madrid, 1995, Vol. II, p. 184.
2 Platón, Las Leyes, Alianza, Madrid, 2002, lib. VI, p. 132.
3 Aristóteles, Política, Espasa Calpe, Madrid, 2007, lib. I, cap. 5, pp. 57-61.
4 Ibídem, pp. 37-41.
5 Homero, Odisea, Losada, Buenos Aires, 2004, p. 104, Hesíodo, Los Trabajos y Los Días, Alianza, Madrid, 2003, pp. 38-68. Madrid, 2003, y en Hesíodo, Teogonía, Gredos, Madrid, 2010, p. 33.
6 Homero, Odisea, Op. cit., p. 126.
7 Ibidem, VI, 25, 30. Vid. Hesíodo, Teogonía…, op. cit., pp. 570-602.
8 Sófocles, Obras completas, Áyax, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1957, p. 379.
9 Finley, M.I, Aspects of Antiquity. Discoveries and Controversies, London, 1968, pp. 139-142.
10 Aristóteles, op. cit., p. 44.
11 Demóstenes, Juicio a Una Prostituta, Contra Neera, Errata Naturae, Madrid, 2011, p. 1160.
12 La situación de las mujeres en las distintas épocas y ciudades ha sido analizada en general por prestigiosas helenistas. Recomendamos la lectura de Pomeroy, S. Diosas, Rameras, Esposas y Esclavas. Mujeres de la Antigüedad Clásica. Madrid, Akal, 1987. Mosse, C., La mujer en la Grecia Clásica, Madrid, Nerea, 1986, Fantham y otras, Women in the Classical World, Oxford University Press, 1994, Cantarella, Eva, La calamidad ambigua, Madrid, Ediciones Clásicas, 1996, Duby, G. y Perrot, M. Historia de las mujeres. La Antiguedad. Madrid, Taurus, 1991.
13 Inclusive no se les estaba permitido ir de comprar a la plaza, porque se consideraba que el comercio era una ocupación de los hombres. Vid. Aristóteles, op. cot., pp. 57-61.
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Fuentes
Plutarco, Obras Morales y de costumbres: Moralia, Editorial Gredos, Madrid, 1995.
Platón, Las Leyes, Editorial Alianza, Madrid, 2002.
Homero, Odisea, Editorial Losada, Buenos Aires, 2004.
Hesíodo, Los Trabajos y los días, Editorial Alianza, Madrid, 2003.
Hesíodo, Teogonía, Editorial Gredos, Madrid, 2010.
Sófocles, Obras completas, Áyax, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1957.
Aristóteles, La Política, Editorial Alianza, Madrid, 1998.
Demóstenes, Juicio a Una Prostituta, Contra Neera, Editorial Errata Naturae, Madrid, 2011.
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Bibliografía
Duby, G., y Perrot, M., Historia De Las Mujeres. La Antigüedad, Vol. 1, Editorial Taurus, Madrid, 1991.
Mosse, C., La Mujer En La Grecia Clásica, Nerea, Madrid, 1990.
Pomeroy, S. B., Diosas, Rameras, Esposas y Esclavas. Mujeres en la Antigüedad Clásica, Akal, Madrid, 1990.
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JUICIO CONTRA UNA PROSTITUTA (Parte 1), por Demóstenes: «Su delito era ser extranjera»
JUICIO CONTRA UNA PROSTITUTA (Parte 2), por Demóstenes
JUICIO CONTRA UNA PROSTITUTA (y Parte 3), por Demóstenes