«LA BUROCRATIZACIÓN DEL MUNDO», por Bruno Rizzi (Parte 2): PLUSVALÍA: «Explotación Burocrática» y «El Proletariado».

«LA BUROCRATIZACIÓN DEL MUNDO», por Bruno Rizzi (Parte 1)

«LA BUROCRATIZACIÓN DEL MUNDO», por Bruno Rizzi (y Parte 3)

 

El PENSAMIENTO BUROCRÁTICO

El pensamiento burocrático ha sido el tema del Curso impartido en la Fundación por el profesor don Alejandro Nieto, en el que, a lo largo de cuatro lecciones, ha analizado los diversos enfoques de la Burocracia en el pensamiento liberal, marxista, prusiano y clásico (Max Weber).

El profesor García de Enterria, Catedrático  de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, presentó a don Alejandro Nieto como «una de las principales figuras de nuestra vida universitaria y una indiscutible autoridad en el Derecho y la Administración«; y citó algunas de sus obras en los dos campos esenciales de su investigación: «el tema agrario, en el que se establecen nuevas bases sobre el derecho agrícola, y la burocracia, cuestión cada vez más viva y opresora, en la que la sociedad actual se juega su futuro«.

Recursos March

Alejandro Nieto es Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad Autónoma de Barcelona, y anteriormente lo fue en La Laguna. Es funcionario excedente del Cuerpo Técnico de la Administración Civil del Estado y autor de libros y artículos sobre cuestiones administrativas, especialmente centradas en temas de aguas, regionalismo y funcionariado.

 

Ofrecemos un resumen de las cuatro lecciones.

Se ha escrito siempre mucho sobre la Burocracia y en una gama de opiniones que van dese la alabanza a critica a la injuria insensata. ¿A qué obedecen estas reacciones tan apasionadas? Este ciclo pretende identificar una serie de líneas de pensamiento, demostrando que la actitud frente a la Burocracia responde a unas condiciones políticas e ideológicas muy concretas. Todas las obras que han tratado de la Burocracia se inscriben de alguna manera dentro de cuatro corrientes ideológicas básicas a lo largo del siglo XIX y principios del XX: liberalismo, marxismo, autoritarismo prusiano y la tendencia clásica de Max Weber, que continúa hoy vigente.

Ninguna corriente de pensamiento ha sido violentamente antiburocrática como el liberalismo decimonónico. ¿A qué se debió esa actitud? ¿A los defectos de la burocracia? No parece probable, ya que aquellos no eran mayores que los de la Iglesia o el Ejercito. La Burocracia fue un fenómeno característico del Estado Moderno, y el instrumento de que se sirvió éste para triunfar las fuerzas sociales del Estado feudal. La aristocracia y burguesía liberales en el siglo XIX, a pesar de ser rotundamente antiburocráticas, vieron en la Burocracia un medio de autodefensa contra el intervencionismo estatal y contra los peligros con que les amenazaba, por otro lado, el naciente proletariado. ¿Por qué no desaparece y va afirmando su poder año tras año?

El pensamiento burocrático liberal se expresa principalmente en Francia, Inglaterra e Italia. Toda una doctrina burocrática has ido elaborada por autores que han sido injustamente olvidados. Saint-Simon es considerado como el precursor de la tecnocracia, por cuanto combatió un régimen de gobierno de hombres inútiles que por entonces dominaba en Europa preconizó su sustitución por un gobierno de hombres útiles, de industriales apoyados en su saber para levar el negocio público.

El derrumbamiento del pensamiento burocrático liberal a principios del siglo XX se produjo cuando se puso de relieve el papel de la burocracia como eslabón entre gobernantes y gobernados. La oposición de Estado y Ciudadano, como tales abstracciones metafísicas, ya no valía. Detrás del Estado había muchos intereses que fueron la causa principal de que no desapareciera la burocracia, a pesar de los furibundos ataques del liberalismo. Los gobernantes precisaban de normas y de unos individuos: los «burócratas».

ANTIBUROCRATISMO MARXISTA

La crítica burocrática marxista es una consecuencia de su valoración del capitalismo y del Estado como instrumento de clase. La burocracia fue vista por Marx y Engels como una de las fuerzas en lucha en un determinado momento histórico en un país, al servicio de la clase dominante, que tiende, por inercia, al conservadurismo, y condenada irremisiblemente a desaparecer con el Estado burgués. En los últimos años del siglo, al ser elaborado el dogma marxista, surge la sospecha de que el pensamiento revolucionario socialista, una vez en el poder, podría legar a degenerar en burocracia, lo que se convierte en realidad: la democracia revolucionaria, para imponerse, precisa de una organización; esta engendra la oligarquía, y esta, a su vez, convierte la organización en un fin.

Con el triunfo de la Revolución rusa, no sólo pervive la burocracia, sino que, incluso, aumenta. Ni siquiera la regla de oro aprendida de la Comuna Parisina, de una burocracia dirigida por el pueblo, o en la que este participe, evita la burocratización del Estado soviético, Se ve cómo el planteamiento tradicional de burocracia versus socialismo no es correcto. La alternativa del capitalismo es la burocracia. Los socialistas podrán llegar al poder, pero nunca al socialismo.  Bruno Rizzi, en su obra La burocratización del mundo, apunta la existencia de un «colectivismo burocrático», según el cual a la propiedad capitalista ha sucedido la propiedad colectiva burocrática, que es ejercida de una manera tan real como la del capitalismo.

En Yugoslavia también hay un sistema de tensión y lucha a muerte entre la vieja burocracia política y la nueva y joven burocracia técnica que desea tomar el poder. La primera se extinguirá por edad, aunque aún se resiste a ceder el paso a la nueva clase. Ni una ni otra piensan realmente en el proletariado. ¿Y en Rusia? ¿Cómo han reaccionado los marxistas ortodoxos que están en el poder? Cerrando rigurosamente los ojos al tema, que aparece diariamente en los periódicos, pero un tanto trivializado. Los ataques a la burocracia sirven al gobierno para excitar al pueblo en su contra, haciéndola culpable de todos los males, y convirtiéndola en una válvula de escape para el ciudadano descontento que con ello tiene una sensación de participación.

Los países socialistas no tienen más argumentos para explicar la subsistencia de la burocracia que afirmar que en ellos no hay burócratas sino «empleados del Estado». El pensamiento burocrático prusiano, a diferencia de los anteriores, acepta, alaba y fortalece a la burocracia como el mejor modo de gobierno y administración. Creado en Prusia en el siglo XVIII, como variante del absolutismo, este Estado burocrático no se deterioró en los siglos posteriores, como ocurrió en Francia o Inglaterra. La burocracia prusiana se caracterizó por ser la espina dorsal del reino, en torno a la cual se articularon todas las demás fuerzas sociales. Tenía conciencia de su importancia dentro del sistema y actuaba como freno del poder personal del monarca. El mantenimiento íntegro de las fuerzas sociales en Prusia, tal como eran al iniciarse la Edad Moderna, contribuyó a que allí no fuera necesaria la Revolución Francesa (cuya función fue dar coherencia y reagrupar las fuerzas de un sistema descompuesto), mientras que, si fue preciso, al producirse el choque de las guerras napoleónicas que estuvieron a punto de borrar a Prusia de Europa, iniciar una nueva vía prusiana mediante una reforma burocrática, realizada por un grupo de altos burócratas.

A lo largo de todo el siglo XIX, la burocracia se inscribe, pues, en la oposición entre un Estado liberal y un Estado autoritario, siendo tanto en uno como en otro un instrumento del Estado: vista como enemigo por el primero y como medio eficaz de gobierno y garantía de los intereses de los individuos, por el segundo. En el siglo XX, si bien no se interrumpen esas dos modalidades de Estado, tanto estos como la propia burocracia experimentan una evolución, que conduce a nuevas formas políticas todas ellas teñidas de burocracia. En el modele constitucional, los burócratas ejercen el poder ejecutivo. (En América, la burocracia es, incluso, vista como la cuarta rama del Gobierno). Surgen las corporaciones burocráticas (multinacionales) que absorben el viejo individualismo liberal, y los partidos políticos, no menos burocratizados.

Para los ideólogos del pensamiento burocrático autoritario, la burocracia está capacitada para gobernar. No se debe limitar a obedecer las consignas políticas, sino que puede imponer su voluntad. Esta postura de suplantación de la política por la eficacia de la burocracia como mejor solución, es lo que caracteriza a las actuales tecnocracias autoritarias que quedan así legitimadas por su mismo éxito, y se llevan al país detrás, aun habiendo eliminado todas las libertades políticas.

MAX WEBER

Nadie como Max Weber ha expuesto y analizado el tema de la burocracia de una forma tan redondeada y coherente. Ni apologista ni enemigo de ella, lleva a cabo un estudio neutral, afirmándola sobre las bases de la racionalidad y la eficacia, y enfocándola en dos aspectos claves: dentro de la problemática de las relaciones de dominación y concebida como poder instrumental. En el primero de estos enfoques es donde reside la originalidad de Max Weber. 

Entre los dos elementos que componen el grupo social -dominantes y dominados- hay todo un aparato burocrático que es legitimado, por cuanto es aceptado por los dominados. La burocracia constituye así el equilibrio entre la presión ejercida de arriba abajo por los dominantes y la aceptación de abajo arriba por los dominados. Constituye el aparato de dominaci6n más perfecto imaginable. Por otro lado, es un poder instrumental al servicio de intereses ajenos, por la profesionalización de los burócratas y su proletarización (no disponen de sus instrumentos de trabajo). Toda organización social moderna (empresa, partidos políticos, iglesia, ejercito) esta burocratizada, y esta burocratización social es un fenómeno propio del mundo moderno, hasta tal punto que sólo desaparecería la burocracia con la desaparición de la civilización moderna.

Con la máquina, constituyen los dos cabos de la tenaza de la alienación del mundo moderno. Dominados por ella, incluso los que se pretenden sus enemigos, utilizan sin escrúpulos sus ventajas.

Una dominación ejercida por una burocracia distorsiona el aparato democrático. El problema de la antinomia democracia versus burocracia, uno de los grandes temas de nuestro tiempo, y en el que no se ha avanzado mucho, precisa, en mi opinión, de un planteamiento a niveles más homogéneos y realistas. No existe, ni existirá probablemente nunca, una democracia pura y perfecta en la que se refleje la voluntad popular, ya que siempre estará manipulada. Una democracia no puede funcionar sin burocracia, pues sólo mediante esta pueden conseguirse objetivos sociales concretos. Se precisa una actitud metodológica en la línea científica del pragmatismo, que saque el tema del carril monótono y estéril de la apología o la cruzada antiburocrática, La burocracia no es un cáncer. Hay técnicas que pueden mejorar su funcionamiento. En lugar de dejarnos llevar por visiones apocalípticas, debemos aprender a convivir con ella, como lo hacemos con la contaminación, el empobrecimiento de algunos medios de comunicación de masas o la disolución creciente de los valores espirituales.

 

Alejandro Nieto

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LA BUROCRATIZACIÓN DEL MUNDO

Por Bruno Rizzi.

Marxist.org

BUROCRATIZACIÓN

 

IV. Explotación burocrática

Si es cierto que la URSS se ha asentado en una nueva forma social estable distinta del capitalismo o el socialismo y que en lugar de la burguesía ha surgido otra clase dominante, ¿nos explicaría también cuál es la nueva forma de explotación y por qué? significa que la plusvalía se extrae de los trabajadores?«.

Los marxistas científicos tienen derecho a hablar así, o algo así, y haremos todo lo posible para satisfacer sus deseos. Si bien Trotsky está de acuerdo con Naville en la cuestión de la propiedad nacionalizada como característica de un Estado obrero, no parece que el Amo sea de la misma opinión que la disciplina cuando se trata de considerar la renta de la tierra y la plusvalía como nacionalizadas en la tierra de Stalin. Esto es lo que nos dice en La revolución traicionada:

“Si traducimos las relaciones socialistas, por ejemplo, al lenguaje del mercado, podemos representar al ciudadano como accionista de una empresa propietaria de la riqueza del país. Si la propiedad perteneciera a todas las personas, eso supondría una distribución equitativa de las ‘acciones’ y, en consecuencia, un derecho al mismo dividendo para todos los ‘accionistas’. Los ciudadanos participan en la empresa nacional, sin embargo, no sólo como “accionistas”, sino también como productores. En la etapa inferior del comunismo, que hemos acordado llamar socialismo, los pagos por el trabajo todavía se hacen de acuerdo con las normas burguesas, es decir, en función de la habilidad, la intensidad, etc. El ingreso teórico de cada ciudadano se compone así de dos partes , a + b, es decir, dividendo + salario. Cuanto mayor sea la técnica y más completa la organización de la industria, mayor es el lugar ocupado por a frente a b, y menor es la influencia de las diferencias individuales de trabajo sobre el nivel de vida. Del hecho de que las diferencias salariales en la Unión Soviética no son menores, sino mayores que en los países capitalistas, se debe inferir que las acciones del ciudadano soviético no se distribuyen por igual, y que en su ingreso tanto el dividendo como el pago del salario es desigual Mientras que el trabajador no calificado recibe sólo b, el pago mínimo que en condiciones similares recibiría en una empresa capitalista, el estajanovista o burócrata recibe 2a + b, o 3a + b, etc., mientras que b también a su vez puede convertirse en 2b, 3b, etc. Las diferencias de ingresos están determinadas, en otras palabras, no sólo por diferencias de productividad individual, pero también por una apropiación enmascarada de los productos del trabajo de otros. La minoría privilegiada de accionistas vive a expensas de la mayoría desfavorecida.

“Si se supone que el trabajador no calificado soviético recibe más de lo que recibiría con un nivel similar de técnica y cultura en una empresa capitalista, es decir, que todavía es un pequeño accionista, es necesario considerar sus salarios como iguales a a + b. Los salarios de las categorías superiores se expresarían con la fórmula: 3a + 2b, 10a + 15b, etc. Esto quiere decir que el trabajador no calificado tiene una acción, el stajanovista tres, el especialista diez. Además, sus salarios en el sentido propio se relacionan como 1:2:15. Los himnos a la sagrada propiedad socialista suenan en estas condiciones mucho más convincentes para el gerente o el stajanovista que para el trabajador de base o el campesino colectivo. Los trabajadores de base, sin embargo, son la abrumadora mayoría de la sociedad. Eran ellos, y no la nueva aristocracia, los que el socialismo tenía en mente”.

 

Apoyamos esto por completo, y si Trotsky dice que una minoría privilegiada vive a expensas de una mayoría desfavorecida, ¡creemos que Naville también debería estar convencido de ello!

Ni siquiera nos atrevemos a esperar que seamos escuchados, pero nos parece de paso que, si la nacionalización de la plusvalía y la renta de la tierra beneficia sólo a los burócratas, es lícito considerar que la propiedad “nacionalizada” es también la provincia de estos burócratas y que no pertenece al conjunto de la sociedad, pues entonces sería genuinamente socialista. El teniente francés, como buen discípulo, ha extraído del concepto del Maestro conclusiones sobre la propiedad soviética. La deducción es exacta pero es la premisa la que no lo es, por lo que el resultado sólo puede ser erróneo. Que se enoje con Trotsky si quiere o que entienda que en este mundo los genios son sólo hombres y por lo tanto falibles, y que hasta las mediocridades pueden a veces advertir los errores de los grandes hombres. Así, en El Capital [8] se expone:

“La forma económica específica, en la que el plustrabajo no remunerado se extrae de los productores directos, determina la relación entre gobernantes y gobernados, ya que surge directamente de la producción misma y, a su vez, reacciona sobre ella como elemento determinante. Sin embargo, sobre esto se funda toda la formación de la comunidad económica que surge de las mismas relaciones de producción, y por lo tanto, simultáneamente, su forma política específica. Es siempre la relación directa de los propietarios de las condiciones de producción con los productores directos —una relación que siempre corresponde naturalmente a una etapa definida en el desarrollo de los métodos de trabajo y, por lo tanto, de su productividad social— la que revela el secreto más íntimo, el secreto oculto. base de toda la estructura social y con ella la forma política de la relación de soberanía y dependencia, en suma, la correspondiente forma específica del estado. Esto no impide que la misma base económica —la misma desde el punto de vista de sus condiciones principales— debido a innumerables circunstancias empíricas diferentes, ambiente natural, relaciones raciales, influencias históricas externas, etc., muestre infinitas variaciones y gradaciones en apariencia, que pueden ser determinado sólo por el análisis de las circunstancias dadas empíricamente”.

 

Se diría que Marx acababa de escribir todo esto. También consideramos plenamente que el secreto más íntimo de un edificio social se revela por la forma económica específica en la que se extrae plusvalía de los productores directos. Pero si esta plusvalía va a parar a una clase privilegiada y si la renta de la tierra de los koljósianos va por el mismo camino (como muestra Trotsky) y no va al Estado como Naville quiere demostrar con un ejemplo ingenuo sobre un koljósiano, que demuestra que la clase burocrática soviética no es una ilusión sino que tiene las cualidades de una clase dominante y explotadora.

Aquí está el ejemplo de la granja colectiva de Naville con el que nos muestra cómo solo el 37 por ciento de la producción va a los trabajadores y el resto al Estado, del cual solo una parte va directamente a la burocracia:

«Un ejemplo. Así es como la renta de la tierra vuelve al Estado. La distribución de productos y dinero en una granja colectiva se lleva a cabo de acuerdo con las normas establecidas por el gobierno. En primer lugar, se hace una deducción en beneficio del Estado cuyo importe varía según la fertilidad de la región y con un máximo del 41 por ciento de la cosecha. Luego se deduce del 2 al 3 por ciento para gastos administrativos y del 13 al 25 por ciento para la depreciación de los tractores y maquinaria agrícola y, finalmente, el 10,5 por ciento para el fondo de reserva. El resto se reparte entre los trabajadores en proporción a la cantidad y calidad del trabajo realizado por cada uno de ellos.

Lo esencial es ver si, a través de los porcentajes pagados directamente por los costos de administración, los burócratas son pagados en línea con el salario promedio de un trabajador; pero aún es más interesante ver qué hace el Estado soviético con el 60 por ciento de la producción que acapara. ¿Pone de nuevo totalmente en circulación esta plusvalía, en interés de la masa del pueblo que no está en el gobierno, o la encauza por vías particularmente favorables a sus cualidades específicas como Estado de clase? La respuesta es casi inútil: Jesucristo también se lavó primero los pies para luego dejarles el turno a los Apóstoles. Toda la literatura de los caballeros de Agramant, toda ella repetimos, está ahí para hacer la acusación: “la extrema diferenciación de ingresos entre los ciudadanos soviéticos”, “las crecientes diferencias de clase”, “la nueva burocracia«, “la aristocracia soviética”, “la parte del león”, “el 40 por ciento de la producción absorbido por la burocracia”, “el crecimiento de los antagonismos sociales, de la desigualdad”, etc. Solo se necesita la cándida ingenuidad del filisteo Naville para suponer que la plusvalía extraída de los trabajadores soviéticos regresa en gran medida a ellos a través del llamado “Estado obrero”.

En realidad, el Estado burocrático paga la plusvalía de diferentes formas a sus funcionarios que forman una clase privilegiada, directamente instalada en el Estado. 

Nosotros tampoco hemos visto nunca una clase dominante sin una burocracia que controlara directamente el Estado, ni una burocracia que fuera también una clase dominante. Pero esto lo vemos hoy y también estamos convencidos de que no estamos tomando ilusiones por realidad. Nos apiadamos de los caballeros de Agramant que hoy se abalanzan sobre molinos de viento o, mejor aún, nos apiadamos de los Don Quijotes que invaden el campamento maldito con la discordia que allí ha echado un arcángel vengativo; pero creemos que esta es precisamente la realidad social. Estos son los chistes de la historia, pequeños inconvenientes revolucionarios para grandes científicos marxistas y filisteos

Para ser justo, debemos estar de acuerdo en que el mismo Naville se da cuenta de que los burócratas soviéticos no permanecen indiferentes ante las montañas de plusvalía que amasa el Estado Obrero; esto es lo que dice:

Los estalinistas repiten que la plusvalía ya no existe en la URSS ya que ‘las fábricas pertenecen a los trabajadores’. Pero no tiene sentido oponer a este absurdo otro absurdo igual de grande, a saber, que la plusvalía se produce y se distribuye como en el sistema capitalista y que, en consecuencia, las relaciones de dominación y servidumbre, como dijo Marx, son las mismas, como en el capitalismo. En realidad, la forma específica en que se apropia una parte del plustrabajo no remunerado le confiere el papel y la función de una casta semiparásita y, en algunos de estos estratos, la tendencia directa a salir adelante como propietarios.

La diferenciación extrema de los salarios, un fenómeno sorprendente lleno de significado, no agota sin embargo el ‘secreto más íntimo, el fundamento oculto de todo el edificio social’; el secreto del Estado de transición que es la URSS y las nuevas contradicciones que encubre se revela si no se pierde de vista el verdadero significado de las medidas de nacionalización y si no se enmascara su verdadero carácter con analogías superficiales con el estatismo fascista de Mussolini o Hitler.”

 

 

Fíjense qué modestos encuentra Naville a estos burócratas soviéticos, precisamente él que siempre los insulta.

Estos burócratas se apropian sólo de una “parte” del trabajo excedente no remunerado. ¿Quién sabe con qué instrumento puede medir esto? Luego ve en la burocracia una casta “semiparásita”. ¡Esto es divertido, este “semi”! ¡Del mismo modo esta casta debería ser también semi-dominante, semi-explotadora y semi-poseedora! esto es sólo un indicador.

El secreto más íntimo reside en la relación entre los dueños de las condiciones de producción y los productores directos: en forma algebraica: dueños/productores = secreto más íntimo.

El denominador de esta relación es conocido ya que los productores directos son una constante conocida en la evolución social (trabajo). El numerador, por otro lado, varía ya que la forma de propiedad varía en el curso del desarrollo económico. Es precisamente este término el que hay que identificar y hemos encontrado que es la burocracia, la propietaria, como clase, de los medios de producción en bloque. Entonces pasamos a escribir la relación así: burócratas/productores = secreto más íntimo.

¡Sin la nueva identificación de la propiedad, el secreto más íntimo seguirá siendo un misterio!

Si se quiere conocer las relaciones de dominación y servidumbre, hay que buscar la forma en que se extrae la plusvalía de los productores directos.

En la sociedad soviética los explotadores no se apropian directamente de la plusvalía, como lo hace el capitalista al cobrar los dividendos de su empresa, sino indirectamente, a través del Estado que se apropia de toda la plusvalía nacional y luego la reparte entre los propios funcionarios. Buena parte de la burocracia, a saber, especialistas técnicos, gerentes, estajanovistas, etc., etc., están hasta cierto punto autorizados a deducir directamente sus altísimos salarios en la empresa que controlan. Además, disfrutan también, como todos los burócratas, de los “servicios” estatales pagados con la plusvalía que, en honor a las formas de vida “socialista”, son muy importantes y muy numerosos en la URSS.

La burocracia en su conjunto bombea la plusvalía de los productores directos a través de una inflación colosal de los gastos generales en las empresas “nacionalizadas”. No se trata, no del 2 al 3 por ciento para gastos administrativos que se observa en la famosa granja colectiva de Naville, sino de porcentajes enormes que ponen los pelos de punta al capitalismo más descarado y que se mencionan en las obras del mismo Trotsky.

Vemos entonces que la explotación pasa de su forma individual a una forma colectiva, de acuerdo con la transformación de la propiedad. Hay una clase que en bloque explota a otra de acuerdo con la propiedad de clase, y que luego pasa a distribuir a través del Estado las ganancias internamente entre sus miembros. (La herencia de los puestos burocráticos es de esperar.) Los nuevos privilegiados se tragan la plusvalía a través de la máquina del Estado, que no es sólo una máquina de opresión política sino también una máquina de administrar la economía de la nación. La máquina de explotación y mantenimiento de los privilegios sociales se ha unido en un solo órgano; ¡un aparato perfecto, podría decirse!

La fuerza de trabajo ya no es comprada por los capitalistas, sino que es monopolizada por un solo amo: el Estado. Los trabajadores ya no van a ofrecer su trabajo a distintos patrones y eligen al que más les conviene. La ley de la oferta y la demanda ya no funciona: los trabajadores están a merced del Estado.

Los gastos generales de las empresas aumentan muy considerablemente en los Estados totalitarios y aun las grandes democracias no se libran de ello; estos gastos crecientes nos muestran que el Colectivismo Burocrático se está formando y la propiedad de clase se está cristalizando en todas partes del mundo.

En la URSS, los salarios son fijados por la Comisión de “Planificación, es decir, la burocracia superior. Los precios de venta al público siguen el mismo curso. Esto nos permite intuir que es en la diferencia entre el precio de producción de las mercancías y su precio de venta al público donde la burocracia hace su fortuna.

La burocracia cuesta mucho, entonces aumenta el precio de producción y para cubrir sus salarios -más o menos ocultos- pasa a incluir enormes márgenes en los precios de venta. El sindicalista Citrine, cuando visitó una fábrica de calzado, no pudo obtener del gerente el precio de venta al público de los zapatos que le mostraban. Pero pudo descubrir que en la tienda situada dentro de la propia fábrica el precio de los zapatos era de 32 rublos, mientras que en otras tiendas encontró los mismos zapatos a 70 rublos. Cabe señalar que la venta de artículos en las fábricas donde se fabrican es muy limitada: la burocracia trata a los trabajadores como clientes y los envía a comprar a las “tiendas del Estado”.

En un régimen de “tendencias socialistas”, un sobreprecio del 120 por ciento nos parece una barbaridad, tanto más cuanto que los tenderos capitalistas se limitan para un mismo artículo a una media del 40 por ciento.

Es la burocracia la que lleva las cuentas de las empresas y del Estado, y si bien no recibe dividendos como los viejos capitalistas, dispone libremente la inversión de las sumas acumuladas. Todo el sentido de la “vida feliz” que ha anunciado Stalin radica en el recargo de los precios de costo y de venta impuestos por la burocracia y en la inversión del capital de reserva en “obras públicas” útiles a la clase burocrática.

El señor Naville nos dirá que el capital se acumula también para el Estado, y para el futuro, mediante la instalación de grandes fábricas, centrales eléctricas, etc., etc., pero ¿qué clase explotadora no se ha visto obligada a hacer lo mismo? El burgués también, mientras explotaba al proletario, pudo llevar una vida feliz y al mismo tiempo acumular capital para la humanidad. Nos ha dejado la estructura más perfecta que el mundo jamás haya visto. El burgués no hizo todo esto como un regalo a la humanidad, sino porque los imperativos del desarrollo de la producción lo empujaron a perfeccionar sus máquinas, a racionalizar científicamente el trabajo ya crear fábricas modelo. Así que no era filantropía; la burocracia soviética está obligada por las mismas leyes a acumular capital para el futuro, aunque todavía tiene un carácter especialmente explotador.

 

***

V. El proletariado

¿Qué ha sido de esta clase en la URSS? Todos lo toman para ser estafados, oprimidos, explotados; pero no se levanta una voz para ver si acaso la situación jurídica de los trabajadores, que cambió tras la revolución de Octubre, no ha sufrido un nuevo cambio. Sin embargo, los productores directos han cambiado muchas veces de forma jurídica: han sido esclavos, siervos, proletarios, parias, etc. Ni una voz se ha levantado por supuesto porque “está escrito” que el proletariado será la última clase explotada en tener el deshonra de aparecer en el escenario de la Historia; entonces las clases desaparecerán en una humanidad de iguales.

Sin embargo no faltan observaciones: “El trabajador en nuestro país no es un esclavo asalariado y no es el vendedor de una mercancía llamada fuerza de trabajo” dice Pravda. Respuesta de Trotsky:

“Para el período actual, esta fórmula untuosa es una fanfarronería inadmisible. El traspaso de las fábricas al Estado cambió la situación del trabajador sólo jurídicamente. En realidad, se ve obligado a vivir en la miseria y trabajar un número definido de horas por un salario definido. Aquellas esperanzas que el obrero había puesto antes en el partido y en los sindicatos, las transfirió después de la revolución al estado creado por él. Pero el funcionamiento útil de este implemento resultó estar limitado por el nivel de técnica y cultura. Para elevar este nivel, el nuevo estado recurrió a los viejos métodos de presión sobre los músculos y nervios del trabajador. Allí creció un cuerpo de negreros. La gestión de la industria se volvió superburocrática. Los trabajadores perdieron toda influencia sobre la dirección de la fábrica. Con pago a destajo, duras condiciones de existencia material, falta de libre circulación, con una terrible represión policial penetrando la vida de cada fábrica, es realmente difícil para el trabajador sentirse un ‘trabajador libre’. En la burocracia ve al gerente, en el Estado al empleador. El trabajo libre es incompatible con la existencia de un estado burocrático.

“Con los cambios necesarios, lo dicho anteriormente se relaciona también con el país”. [9]

Pero si el Estado es el patrón y la burocracia el administrador, dado que el Estado es un aparato y que, desde un punto de vista marxista, detrás del Estado siempre hay una clase, ¿no es cierto que el burócrata-administrador también es el patrón y que el Estado es sólo su órgano de opresión?

Más adelante Trotsky agrega:

Cuando la nueva constitución anuncia que en la Unión Soviética se ha logrado ‘la abolición de la explotación del hombre por el hombre’, no está diciendo la verdad. La nueva diferenciación social ha creado las condiciones para el resurgimiento de la explotación del hombre en su forma más bárbara: la de comprar al hombre como esclavo para el servicio personal de otro”. [10]

¿Está esto acordado? Sí, “la compra del hombre para el servicio personal de otro”, pero luego dilo en una sola palabra: ¡esclavitud!

¿Qué significa en realidad proletario en el libre mercado capitalista sino el libre vendedor de su fuerza de trabajo? El proletario es al final alguien que obtiene su alimento únicamente del uso de sus músculos en una empresa privada. Su salario se rige por la relación entre oferta y demanda en un mercado libre.

 

Esta ley no es válida en la URSS. Con el mercado cerrado y la competencia abolida, es el Estado el que determina los salarios utilizando medios que anulan por completo la ley de la oferta y la demanda. Para desechar definitivamente esta ley el Estado ha monopolizado la fuerza de trabajo. Sólo hay un empleador: ¡él!

 

Esta ley no es válida en la URSS. Con el mercado cerrado y la competencia abolida, es el Estado el que determina los salarios utilizando medios que anulan por completo la ley de la oferta y la demanda. Para desechar definitivamente esta ley el Estado ha monopolizado la fuerza de trabajo. Sólo hay un empleador: ¡él!

En el pasado el proletario ofrecía sus servicios a quien él prefería; se dio de baja en cualquier momento y se fue cuando quiso, gozó de libertad sindical y libertad de pensamiento, prensa, reunión y religión. El proletario tuvo que sufrir las incertidumbres del mercado; era como un pájaro libre que volaba alto y podía anidar en cualquier parte de la Tierra.

El obrero soviético tiene un solo amo, ya no puede ofrecer su trabajo-mercancía, es un prisionero sin elección. Lo han puesto en “raciones cortas”, lo han desarraigado de su pueblo y lo han trasplantado a donde le convenga mejor al Estado y, finalmente, necesita un pasaporte para viajar internamente. Es considerado por el Estado en función de la economía nacional, su individualidad desaparece. El proletario se ha convertido simplemente en un pequeño engranaje en una máquina inmensa y solo tiene significado social cuando se coloca en esta máquina.

La relación social entre proletarios y capitalistas se reducía a la simple expresión de un acto de compra y venta y el resultado consistía en el pago una vez por semana del salario. Más allá de este simple y rápido gesto no había otro vínculo social; cada uno siguió su propio camino según sus gustos.

Por el contrario, el obrero ruso está ahora continua y directamente en contacto con su amo en la fábrica, en el hogar, en la escuela, en el sindicato, en el teatro, en el campo. Tiene que participar en “reuniones” políticas y siempre dice que sí; quiera o no, debe pagar su suscripción, comprar el periódico y escuchar las tonterías que su amo prepara amorosamente como comida diaria para su mente. Si quiere participar en política, solo hay un partido para elegir; entra en ella no como un libre pensador sino como un soldado. La burocracia soviética está en todas partes, como una divinidad.

 

El trabajador de la Rusia de hoy ha dejado de ser proletario y ha adquirido el carácter de esclavo

 

El Estado, único empleador del trabajo, no puede permitirse el lujo capitalista de pagar por la fuerza de trabajo y de ahí en adelante no interesarse en absoluto por el ser humano que la produce. Como monopolio, ya no puede limitarse a la compra de una determinada cantidad de trabajo durante un período determinado. Al monopolizar la fuerza de trabajo sin límite de tiempo, de hecho también se convierte en dueña de quienes la producen. En última instancia, el Estado soviético de hoy ha comprado en bloque a todo el proletariado y la relación entre patrones y prestamistas de trabajo ha cambiado por completo. El trabajador de la Rusia de hoy ha dejado de ser proletario y ha adquirido el carácter de esclavo.

La explotación tiene lugar como en la sociedad esclavista, el sujeto del Estado trabaja sólo para el amo que lo ha comprado, se convierte en su capital, es el ganado que debe cuidarse y albergarse, en cuya reproducción el amo está muy interesado. Incluso el pago parcial del llamado salario en bienes y servicios del Estado no debe engañarnos y llevarnos a asumir una forma socialista de distribución: ¡esto representa de hecho solo el mantenimiento de un esclavo! La única diferencia fundamental es que en el pasado a los esclavos no se les daba el honor de portar armas, mientras que a los esclavos modernos se les enseña muy hábilmente el arte de la guerra.

Deben estar dispuestos a dejarse atravesar por una ametralladora o despedazarse por un cañón en interés de nuestra burocraciaDe la cuna a la tumba el obrero soviético pertenece al Estado.

Es la clase burocrática la que es dueña de la clase obrera, ella decide el uso de su fuerza de trabajo y de su sangre; le dan la posibilidad de vivir a un “estándar” superior al de los esclavos de la Antigüedad ya que todo es relativo. Pero la clase obrera rusa ya no es proletaria, es solo una esclava. Es un esclavo tanto en su sentido económico como en su manifestación social; se arrodilla cuando pasa el “padrecito” y lo deifica, toma todas las características del servilismo y se deja llevar de un extremo al otro del inmenso Imperio. Excava canales navegables, construye carreteras y vías férreas, así como en el pasado esta misma clase levantó las pirámides y el Coliseo.

Hay una pequeña parte de esta clase que aún no se pierde en la más completa apatía; como guarda la fe, se reúne a discutir en los sótanos como antaño rezaban los cristianos en las catacumbas. De vez en cuando, los guardias pretorianos realizan una redada y acorralan a todo el mundo. Se preparan juicios “monstruosos” a la manera de Nerón y los acusados ​​hacen su “mea culpa” en lugar de defenderse. Todas las características del obrero ruso contrastan con las del proletario, se ha convertido en sujeto de Estado y ha adquirido casi todas las características del esclavo.

Ya no tiene nada en común con el trabajador libre excepto el sudor de su frente. Los marxistas también pueden armarse con la linterna de Diógenes si pretenden buscar algún proletario en las ciudades soviéticas.

El trabajador ruso, junto con su sindicato, se ha incorporado a saco y equipaje al Estado. En el pasado escuchó los panfletos que escribió Lenin leídos en la Duma por su representante; ahora, en cambio, está obligado a participar en mítines políticos a los que acude como una oveja; es sólo un elemento inconsciente en una masa manipulable que sólo la burocracia controla.

Un solo gran amo de esclavos ha surgido en las llanuras de Rusia: el Estado. ¡Los descendientes de Marius bien pueden afilar sus armas! Marx no había previsto tal fin para los proletarios, pero eso no es razón suficiente para negarlo. ¡Nosotros no adoramos a los santos!

Así como cada año los judíos salen más allá de las murallas para esperar al Mesías, así los marxistas filisteos esperan el rescate del proletariado en Rusia; tendrán que esperar tanto como al Mesías. Cuando la burocracia soviética caiga muerta como una piedra a los pies del mausoleo de Lenin será la espada de Marius la que le habrá atravesado el corazón. El Cuarto Escuadrón Internacional del Campo de Agramant afirma, todavía científicamente, que de ahora en adelante no hay necesidad de una revolución social en la URSS y que cualquier cambio se reducirá a una proclama puramente política. ¡Pues que invoquen para interrogarlos las almas de Zinoviev, Kamenev, Tomsky, etc., toda la infinidad de oscuros mártires! Estos responderán a coro:

Morimos en la lucha de clases que necesita la burocracia para consolidar su dominación social; queríamos algo, cotizar diferente. ¡Ensilla los caballos y blande las lanzas! ¡Qué ironía suprema: las lanzas no vienen empuñadas en la mano, sino rotas para la «defensa de la URSS«!

 

***

Notas

8. Capital , Tomo III, Capítulo XLVII, sección II.

9. La revolución traicionada.

10. Versión en inglés ligeramente alterada para encajar con el comentario de Rizzi que sigue (Ver Parte 3).

 

 

 

 


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