LA VIDA DE DISRAELI, por André Maurois (Parte 3)

INDICE DE ENTRADAS DE «LA VIDA DE DISRAELI»

«LA VIDA DE DISRAELI», PARTE 3

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Familia Rothschild

La familia Rothschild, conocida como Casa Rothschild o simplemente «los Rothschild», es una dinastía europea de origen judeoalemán, algunos de cuyos integrantes fundaron bancos e instituciones financieras a finales del siglo XVIII y que acabó convirtiéndose a partir del siglo XIX en uno de los más influyentes linajes de banqueros y financieros del mundo.
 

A cinco hermanos de la rama austríaca de la familia se les otorgó baronías hereditarias del Imperio de los Habsburgo por el Emperador Francisco I de Austria en 1816. La rama británica de la familia fue elevada a la nobleza por la reina Victoria. 

 

LA VIDA DE DISRAELI
Casa Rothschild en Judengasse (Pasaje de los judíos) de Fráncfort.

 

ORIGEN DE LA FAMILIA 

En 1743, Amschel Moses Bauer, orfebre de profesión, que completaba sus ingresos ejerciendo de cambista, abrió una tienda de monedas en el gueto judío de Fráncfort del Meno en Alemania. Sobre la puerta de entrada de su casa, cuya planta baja quedaba reservada para el negocio y el resto para la familia, colgó un cartel en el que se representaba un águila romana en un escudo rojo. La tienda llegó a ser conocida como la tienda del «escudo rojo», rothschild en alemán (rot=rojo + schild=escudo); con el tiempo, esta palabra pasó a convertirse en su Patronímico.

El ascenso a la prominencia europea de la familia comenzó con Mayer Amschel Rothschild, fundador de esta dinastía, hijo de Amschel Moses. En la década de 1760, el joven Mayer Amschel estableció sus actividades en Fráncfort, negociando con monedas y billetes.

En 1769 fue representante de la Corte de Guillermo I en Hanau y en 1784 compró una gran casa en la Judengasse (Callejón de los judíos), donde fue a vivir junto a su esposa Gutle y sus diez hijos. La propiedad fue conocida como la Casa del Escudo Rojo y allí sus cinco hijos varones crecieron y aprendieron las habilidades que les permitieron convertirse en futuros banqueros de monarcas y gobiernos europeos y, posteriormente, establecieron el negocio de la Banca Rothschild en toda Europa.

En 1798, a la edad de 22 años, Nathan Mayer Rothschild salió de la casa de su padre para instalarse en Inglaterra, primero en Mánchester, donde se estableció como comerciante textil de gran reputación.

En 1809 Nathan cambió su sede a la ciudad de Londres donde desarrolló la actividad bancaria, la negociación de letras de cambio y la organización de préstamos extranjeros. Su mayor emprendimiento llegó en 1814 cuando él y sus hermanos fueron encargados por el gobierno británico para obtener los medios financieros para ayudar a Gran Bretaña y sus aliados para derrotar a Napoleón.

La exitosa actividad empresarial de Nathan como banquero en Londres proporcionó un modelo para sus hermanos en Fráncfort. En 1812 Jakob, el más joven, estableció una casa bancaria en París. Salomon en 1820 se estableció en Viena, donde la familia ya estaba activa en las finanzas imperiales. Por último, con el fortalecimiento de los intereses del Imperio de Austria en Italia, Carl estableció los negocios en Nápoles, dejando a Amschel, el mayor de los cinco hijos de Mayer Amschel, para dirigir el banco de Fráncfort del Meno con continua expansión.

Al momento de la muerte de Nathan en 1836, los Rothschild eran los banqueros internacionales de mayor éxito de la época.

Desde 1818, cuando Nathan en Londres dispuso un préstamo de 5.000.000 de libras para el gobierno prusiano, y durante más de un siglo, la recaudación de fondos para los gobiernos de todo el mundo a través de la emisión de bonos, formaron el núcleo de los negocios Rothschild.

Individualmente, los hermanos y sus descendientes, añadieron otros intereses. En Francia y Austria los Rothschild presionaron para construir y financiar las redes ferroviarias. En Viena, Solomon se interesó por la ingeniería y fundiciones. Todos se involucraron con metales preciosos y con el oro en particular.

En 1840 N M Rothschild & Sons se convirtió en uno de los agentes de bolsa de los lingotes de oro del Banco de Inglaterra. Durante la fiebre del oro del siglo XIX, crearon organismos en California y Australia. Durante una buena parte del siglo, los Rothschild, a través de la adquisición de minas clave en España, obtuvo el monopolio del mercurio, utilizado para la refinación de metales preciosos. Durante más de cien años, desde 1852, el banco de Londres operó la Real Casa de la Moneda en Londres, refinando y fundiendo para el Banco de Inglaterra y otros clientes internacionales.

En la década de 1850 fueron construidas enormes y fastuosas construcciones, como Torres Mentmore en Inglaterra y el Castillo de Ferrières en Francia, las primeras de muchas otras a realizarse en toda Europa. Todas estaban completamente decoradas con obras de arte. En Burdeos fueron adquiridos los viñedos de Mouton y Lafite y fundaciones de beneficencia se establecieron con ritmo creciente.
 

La familia se vio atrapada en la tormenta política de mediados de siglo XIX. El año de las revoluciones, 1848, los dejó en gran medida indiferentes, pero la unificación de Italia en 1861 provocó el cierre de su banco en Nápoles. Mientras tanto, el negocio de las emisiones de bonos creció y se propagó. Con la rápida y decisiva acción de Lionel de Rothschild en 1875 permitió al gobierno británico adquirir una importante participación en el Canal de Suez.

Con la muerte del barón James en 1868 la primera generación de banqueros Rothschild llegó a su fin. A pesar de la identificación creciente con los países en los que vivían -Inglaterra, Francia, Alemania y Austria- los vínculos familiares de los Rothschild se mantuvieron firmes, fortalecidos por la asociación de acuerdos vinculantes.

El ritmo creciente de la industrialización en Europa trajo nuevos desafíos para los Rothschild.

Los franceses tomaron gran interés en la explotación minera de metales básicos, particularmente cobre y níquel, y en Inglaterra los Rothschild respaldaron un nuevo emprendimiento, The Exploration Company (La Compañía de Exploración), para buscar fuentes de minerales alrededor del mundo.

Con la financiación para la creación de De Beers en 1887, los Rothschild también invirtieron en la explotación minera de piedras preciosas en África y en la India. También durante un tiempo, junto con los Nobel, que estaban en la vanguardia del desarrollo de campos petroleros en Bakú y en Batum en el suroeste de Rusia, se involucraron en la industria del petróleo.

Más allá de los intereses empresariales, la familia creció. En 1895, Edmond de Rothschild, hijo menor del barón James, visitó por primera vez Palestina Otomana. En los siguientes años apoyó la fundación de una serie de colonias judías. Su interés por el desarrollo del país continuó hasta su muerte en 1934. En Inglaterra, Walter, hijo del primer Lord Rothschild (el primer par judío, otorgado en 1885) comenzó su interés por la zoología, creando una de las más grandes colecciones de ejemplares del mundo, mientras que su primo Henri fue un destacado experto en nutrición infantil en Francia.

En 1901, sin heredero varón para continuar, la rama de Fráncfort cerró sus puertas. Después de más de un siglo, los Rothschild cortaron sus vínculos comerciales con su ciudad de origen. No fue sino hasta 1989 que regresaron.

Después de la Primera Guerra Mundial, los bancos de negocios cedieron su lugar tradicional de obtención de financiación para gobiernos a las nuevas instituciones de financiación internacional. Los bancos Rothschild se reencauzaron lentamente hacia la obtención de financiación para empresas comerciales e industriales.

En 1919, en una nueva página en la larga historia de participación Rothschild con el oro, N. M. Rothschild & Sons asumió el rol de banca permanente para la regulación del precio mundial de oro.

La crisis financiera mundial de 1929 trajo problemas no menos importantes en Austria, donde Louis Nathaniel de Rothschild realizó un poderoso esfuerzo para apuntalar el Creditanstalt, el mayor banco de Austria, para evitar el colapso. En 1938 los intereses austriacos de los Rothschild fueron arrebatados por los nazis, poniendo fin a más de un siglo de control bancario de la familia judía en Europa central. En Francia y Austria, la familia se dispersó durante la duración de la guerra.

La recuperación en Europa de la posguerra fue lenta. Después de la Segunda Guerra Mundial muchas de las mansiones y colecciones pasaron a manos del sector público en algunos casos y en otros los bienes fueron incautados. Los negocios entonces se centraron en Londres, y la sede en París tenía que ser restaurada.

En la década de 1960 comenzó la recuperación y exploraron nuevas vías. En conjunto, los bancos británicos y franceses se comprometieron a seguir desarrollando su funcionamiento en los Estados Unidos, lo que con el tiempo llegó a ser Rothschild Inc. En Londres, N M Rothschild & Sons tuvo un papel anticipado en los nuevos mercados de Eurobonos.

En 1963 Edmond James de Rothschild creó la Compagnie Financière Edmond de Rothschild con sede en Suiza. Su inicio como casa de capital de riesgo, no demoró en expandirse como banco de inversión y corporación de gestión de activos.

En 1981 la Casa Rothschild en París fue nacionalizada por el gobierno socialista del Primer Ministro Pierre Mauroy, bajo la presidencia de François Mitterrand. Pero en 1983 David de Rothschild creó el banco Rothschild & Cie, el sucesor, manteniendo su posición como casa de inversión líder.

La década de 1980 dio a luz al fenómeno internacional de las privatizaciones en el que los Rothschild participaron desde un principio en más de 30 países en todo el mundo.

Hoy las oficinas de la Casa Rothschild se expanden en más de 40 países alrededor del mundo.

 

LOS HERMANOS ROTSCHILD

Mayer Amschel Rothschild aseguró la expansión de su empresa a través de sus hijos quienes se instalaron en cinco de las más importantes ciudades de Europa de aquel entonces. Todos ellos se dedicaron al mismo negocio que su padre. Mientras Amschel Mayer permaneció en la casa matriz en Fráncfort, sus hermanos abrieron sucursales en Viena, Londres, París y Nápoles.

 
 

Amschel Mayer Rothschild (1773 – 1855). Fue el hijo mayor de Mayer. Tras la muerte de su padre se hizo cargo de la empresa en Fráncfort y se convirtió en líder de la familia. Fráncfort siguió siendo el principal centro de reunión de la familia.

 

Salomon Mayer Rothschild (1774-1855). Fue el fundador de la rama austriaca de los Rothschild en Viena. El primer éxito comercial lo logró en 1815. Estableció un banco en la década de 1820 y, desde entonces, fue uno de los principales financistas del régimen de Metternich y por lo tanto del conjunto de la Confederación Germánica. A Salomon no se le permitió inicialmente comprar tierras, pero en 1822 fue elevado, junto a sus hermanos, a la nobleza por el emperador de Austria por sus servicios, convirtiéndose en uno de los mayores terratenientes del país. En 1835 se le otorgó la concesión para la construcción del Ferrocarril del Norte y creó la industria Metalúrgica Vítkovice.

 

Nathan Mayer Rothschild (1777-1836). Entre 1790 y 1800 abrió una empresa textil en Mánchester. En 1806 comenzó a negociar en la Bolsa de Londres. En 1811 abrió el banco N. M. Rothschild & Sons, el cual está activo hasta la actualidad. Invirtió en la Compañía Británica de las Indias Orientales. Durante las Guerras Napoleónicas se comprometió a la transferencia de fondos para apoyar al Duque de Wellington durante la campaña en Portugal y España contra Napoleón. En 1818 organizó un préstamo de £ 5,000,000 al gobierno de Prusia.

 

 

Carl Mayer von Rothschild (1788-1855). Se trasladó a Nápoles en 1821 donde gerenció las finanzas de los soldados austríacos. Fundó una institución bancaria que existiría hasta 1863.

 

James Mayer de Rothschild (1792-1868). Fue el más joven de los cinco hermanos. En 1812 se trasladó a París, donde fundó la institución bancaria Rothschild Frères. Se convirtió en uno de financistas más importante de Francia y se desempeñó como asesor de los reyes franceses. Financió la construcción de ferrocarriles y minas, y ayudó a Francia a superar la crisis tras la derrota en la Guerra Franco-prusiana.

 

RAMA DE INGLATERRA 

La familia de banqueros Rothschild de Inglaterra fue fundada en 1798 por Nathan Mayer Rothschild, el tercero de los hijos de Mayer Amschel Rothschild, asentándose primero en Manchester y estableciendo una empresa textil, para luego trasladarse a Londres y fundar el banco N. M. Rothschild & Sons.

Durante la primera parte del siglo XIX, se fueron de los Estados Unidos y el banco de los Rothschild en Londres tomó una parte fundamental en la gestión y la financiación de subsidios que el gobierno británico solicitó para transferir a sus aliados durante las Guerras Napoleónicas. A través de la creación de una red de agentes, mensajeros y transportistas, el banco fue capaz de proporcionar fondos a los ejércitos del Duque de Wellington en Portugal y España.

El hijo mayor de Nathan Mayer, Lionel de Rothschild le sucedió en la dirección del banco en Londres. Bajo su dirección, en 1875 el Banco Rothschild financió al gobierno británico para la compra de acciones del Canal de Suez a Egipto. Lionel también comenzó a invertir en la construcción de ferrocarriles, emulando lo que su tío James había estado haciendo en Francia. En 1869, el hijo de Lionel, Alfred de Rothschild, se convirtió en el director del Banco de Inglaterra, cargo que ocupó durante 20 años, y representó al Gobierno británico en 1892 en la Conferencia Monetaria Internacional en Bruselas.

El banco Rothschild financió a Cecil Rhodes en el desarrollo de la British South Africa Company y Leopold de Rothschild administró los bienes de Cecil Rhodes después de su muerte en 1902 y contribuyó a la creación de la beca Rhodes de la Universidad de Oxford. En 1873, de Rothschild Frères de Francia y NM Rothschild & Sons de Londres, se unieron a otros inversionistas para adquirir del gobierno español las minas de cobre de Río Tinto, que para ese entonces eran deficitarias, para crear Rio Tinto Company Limited. Los nuevos propietarios de la empresa, la reestructuraron y la convirtieron en un negocio rentable. En 1905, la participación de los Rothschild en Rio Tinto ascendía a más de un 30 por ciento. En 1887, las casas Rothschild de Francia e Inglaterra prestaron dinero a la banca, para invertir en las minas de diamantes De Beers en Sudáfrica, convirtiéndose en sus principales accionistas.

La sede bancaria de Londres continuó bajo la dirección de Lionel Nathan Rothschild y su hermano Anthony Gustav de Rothschild y luego sir Evelyn de Rothschild. En 2003, tras el retiro de sir Evelyn como cabeza de N M Rothschild & Sons de Londres, las entidades financieras inglesas y francesas se unieron bajo el liderazgo de David René de Rothschild.

 

RAMA DE FRANCIA 

Hay dos ramas de la familia relacionadas a Francia.

El primero fue James Mayer de Rothschild, quien estableció de Rothschild Frères en París. Tras las Guerras Napoleónicas jugó un papel fundamental para la financiación de la construcción de los ferrocarriles y la minería que ayudaron a hacer de Francia una potencia industrial. Los hijos de James, Gustave de Rothschild y Alphonse James de Rothschild, continuaron con la tradición bancaria y fueron garantes de la compensación de los 5000 millones requeridos por el ejército de ocupación prusiano por causa la Guerra Franco-Prusiana de 1870.

En 1980, las actividades de París ocupaban unas 2.000 personas y tuvo ventas anuales de 26 millones de francos (U$S 5 millones en los tipos de cambio de la época). Fue entonces que la actividad de la Casa Rothschild de París sufrió un duro golpe en 1982, cuando el gobierno socialista de François Mitterrand lo nacionalizó y renombró como Compagnie Européenne de Banque. El Barón David de Rothschild, decidió quedarse y reconstruir, para crear un nuevo banco: Rothschild & Cie Banque con tan sólo tres empleados y un millón de dólares de capital. Hoy en día, las operaciones de París cuentan con 22 socios y representan una parte significativa del negocio global. Las sucesivas generaciones de la familia Rothschild de París se mantuvieron involucradas en el negocio familiar, convirtiéndose en una fuerza importante en la banca de inversión internacional.

El otro hijo de James Mayer de Rothschild, Edmond James de Rothschild, estuvo muy involucrado en la filantropía y las artes, y fue un gran defensor del sionismo. Su nieto, el barón Edmond Adolphe de Rothschild, fundó en 1953, el Grupo LCF Rothschild, un banco privado en el que, desde 1997, el Barón Benjamin de Rothschild es su presidente. En 2008 el grupo tenía € 100 mil millones en negocios y posee propiedades vitivinícolas en Francia (Château Clarke, Château des Laurets), Australia y Sudáfrica. En 1961, Adolphe Edmond de Rothschild compró la empresa Club Med, después de haber visitado un centro turístico y disfrutado de su estancia. Su participación en el Club Med fue vendido en 1990. En 1973, compró el Bank of California, del que vendió su participación en 1984.

La segunda rama de Francia fue fundada por Nathaniel de Rothschild. Nacido en Londres fue el cuarto hijo del fundador de la rama inglesa de la familia, Nathan Mayer Rothschild. En 1850, Nathaniel Rothschild se trasladó a París, supuestamente para trabajar con su tío, James Mayer Rothschild. Sin embargo, en 1853 adquirió Château Brane-Mouton, un viñedo en Pauillac en el departamento de la Gironda. Nathaniel Rothschild cambió el nombre para Château Mouton Rothschild y se convertiría en una de las mejores y más conocidas marcas del mundo. En 1868, el tío de Nathaniel, James Mayer de Rothschild adquirió los viñedos vecinos de Chateau Lafite Rothschild.

La rama francesa apoyó en el esfuerzo de la Guerra Franco-Prusiana y algunos de sus miembros lucharon en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial.4​ Guy de Rothschild recibió la Cruz de Guerra 1939-19454​ La familia también debió lidiar con el constante y creciente antisemitismo. Todos sus bienes fueron confiscados por el régimen de Vichy y la ocupación nazi, su colección de arte fue saqueada. El banco se reinició tras la Liberación de Francia.

 

RAMA AUSTRIACA 

En la década de 1820, Salomon Mayer Rothschild estableció un banco en Viena, capital del entonces Imperio Austríaco. En ese entonces la rama austriaca de los Rothschild poseía enorme riqueza y posición.​ Tras los problemas causados por la crisis de 1929, el barón Louis von Rothschild intentó apuntalar el Creditanstalt, el mayor banco de Austria, para evitar su colapso. Tras la anexión de Austria a la Alemania nazi fueron obligados a vender su propio banco a un precio muy por debajo de su valor real y posteriormente debieron huir del país.

Los Palacios Rothschild, una colección de grandes palacios construidos en Viena, entonces propiedad de la familia, en 1938 fueron confiscados, saqueados y destruidos por los nazis. Los palacios eran famosos por su gran tamaño y elegancia, así como también por sus enormes colecciones de pinturas, muebles, libros, armaduras, tapices y estatuas (algunas de las cuales fueron devueltas a los Rothschild por el gobierno austriaco en 1999). Todos los miembros de esta rama de la familia lograron escapar del Holocausto y algunos de ellos se trasladaron a los Estados Unidos para poder regresar a Europa sólo después de la guerra. En 1999, el gobierno de Austria acordó devolver a la familia Rothschild unas 250 obras de arte saqueadas por los nazis y colocadas en los museos estatales tras la guerra, ya sea en el Kunsthistorisches Museum (KHM) o en la Galería Austriaca del Palacio Belvedere.

 

RAMA DE NÁPOLES 

El banco CM de Rothschild & Figli organizó préstamos sustanciales a los Estados Pontificios y de varios Reyes de Nápoles, más el Ducado de Parma y el Gran Ducado de Toscana. Sin embargo, en la década de 1830, Nápoles siguió a España con un cambio gradual de las emisiones de bonos convencionales, que comenzaron a afectar el crecimiento del banco y su rentabilidad. La unificación de Italia en 1861, con la consiguiente disminución de la aristocracia italiana, que habían sido los principales clientes de los Rothschild, finalmente provocó el cierre de su banco de Nápoles, debido a la disminución de las previsiones para la sostenibilidad del negocio a largo plazo. Sin embargo, en el siglo XIX, la familia Rothschild de Nápoles construyó estrechas relaciones con el Banco del Vaticano, y la asociación entre la familia y el Vaticano continuó en el siglo XX. En 1832, cuando el Papa Gregorio XVI se entrevistó con Carl Mayer von Rothschild, los observadores se sorprendieron de que los Rothschild no estaban obligados a besar los pies del Papa, como se requiere a todos los demás visitantes del Papa, entre ellos los monarcas.

https://es.wikipedia.org/wiki/Familia_Rothschild

 

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LA VIDA DE DISRAELI

Por André Maurois*

PARTE 3

*Traducción del francés por Remee de Hernández 

 

 

 

V

EL RETIRO

 

El viaje calmó su espíritu, pero su cuerpo seguía enfermo. Los continuos dolores de cabeza hacían casi imposible cualquier trabajo. Los médicos hablaban de inflamación de las membranas del cerebro. Su padre acababa de decidirse a abandonar a Londres, para lo cual compró en Bradeham una casa de campo, situada en pleno bosque del condado de Bucks. Allí fue a buscar la paz el joven inválido. En aquel zaguán desconocido, sentado ante la inmensa chimenea, entre un sinnúmero de cajones de libros, hizo compañía de su hermana Sara un minucioso inventario de su situación. Por dos veces ya se había visto vencido. El mundo que pretendió coger a puñados resbalo entre sus dedos. Añadía un fantasma más <al reino de las sombras que engendró la fatal precocidad>. ¿Y por qué? Al aceptar la derrota quiso sacar de ella alguna enseñanza.

En primer lugar, había sigo afectado, altanero, egoísta, vanidoso en la vida como en sus escritos. Sí, pero… ¿acaso todo ello constituía una falta? Cualquier hombre puede ser afectado hasta lograr el triunfo. Byron lo era más que él y consiguió llegar. Sí, pero… Byron era Byron. A un gran poeta, que además procede de ilustre cuna, se le perdonan más fácilmente ciertas arrogancias. Mal razonamiento es éste. La arrogancia es tanto más necesaria, cuanto más modesta es la procedencia. A pesar de su fracaso, persistía en la creencia de que su atrevida fantasía era preferible a la correcta perfección de algunos escritores y conversadores sin relieve, caballeros estirados, rígidos como bastones. Su actitud de dandi era la más valiente, sobre todo durante una derrota; pero pudo perfeccionarla. Un abandono estudiado hubiese sido más adecuado que una brutal afectación. ¡Cuestión de matices!

Su más grave error había consistido en pretender precipitar la vida, acelerando el éxito. Tenía razón su padre al decirle que no se consigue en un día ser un gran hombre. Comprendía que, a pesar de la magnitud de su inteligencia, solo fue un niño cuando pretendió obrar como un jefe. Incapaz de dirigir por sí solo, hubo de buscar aliados y se equivocó al elegirlos. Había que aprender a conocer a los hombres y, sobre todo, a prescindir de ellos.

Mas para eso era preciso esperar… la paciencia era la más necesaria de las virtudes. Por naturaleza la usaba en las cosas insignificantes; pero era preciso transformar en años los minutos. Sería un ejercicio muy duro…, mas necesario… ¿que mas? había hablado  demasiado, despertado muy pronto la atención de sus adversarios. Necesitaba conocer la discreción, el misterio, la impasibilidad. Conseguir un porte y un desenfado exquisito y cortes, cosa difícil de lograr, pero que mantiene a distancia a los interlocutores. Entre tanto, acaso le conviniera, temporalmente, conservar la careta de frivolidad, leer a Retz y La Rochefoucauld, que son buenos maestros en tales artes; releer una y cien veces cuanto concierne a Napoleón, y no hacer nunca confidencias ni aun a los más íntimos.

Si después del inventario moral se examinaba el financiero, se podía observar que era mucho menos brillante todavía. Vivian Grey le di 200 libras de beneficio; pero D´Israeli las empleó en pagar a Murray los folletos sobre las minas, que Powles, arruinado, no pudo pagar. No debía aquella suma; pero tenía la coquetería, precisamente por estar sin dinero, de mostrarse pródigo en demasía. Las deudas de la Bolsa fueron saldadas en parte con las economías de su socio, el pasante Evans, y en su mayoría con préstamos obtenidos de los usureros, estos lo perseguían en cuanto cruzaba por Londres. El no los temía; al contrario. Le agradaba entrar en sus casas, fingiendo inocencia, y trabar conversación con  increíble torpeza para hurtarse luego a ellos en un quite magistral.se hallaba en verdad agradecido a sus dudas por la variación que aportaban a la monotonía de su vida; por otra parte, estaba decidió a pagar hasta el último penique. ¿De qué modo? Eso era una incógnita; pero no dudaba de que algún día lo consiguiera. Sara lo ayudaba a tener confianza. Ante ella osaba expresar frases de las cuales ningún interlocutor hubiera tolerado el salvaje y pueril orgullo; pero su hermana lo escuchaba impasible, aceptándolas como artículos de fe.

Se complacía en explorar en compañía de la muchacha, el hermoso país que rodeaba su nueva vivienda. El parque de Bradenham lo encantaba. Desde la ventana de su cuarto veía el inmenso césped, al borde del cual se alienaban las hayas corpulentas. Aquella hermosa casa, aquella entrada señorial, apaciguaban en él una necesidad.

***

 

Edward Bulwer-Lytton (1803-1873), escritor, político y periodista, liberal y un hombre un tanto complicado desde niño. Fue un literato reconocido ya en su tiempo y que hoy no es tan leído como fue, salvo por una obra que lo sigue manteniendo entre los más interesantes de la literatura en lengua inglesa: Los últimos días de Pompeya.

 

Cuando iba  a Londres, visitaba ya por entonces a algunos amigos. Por correspondencia trabó conocimiento con un joven escritor de su edad, Edward Bulwer Lytton, quien lanzó poco después de Vivian Grey otra novela, titulada Pelham, que logró un éxito más brillante aun que el de aquella. Bulwer, al igual que D´Israeli, vivía y escribía como un dandi. Estaba casado con una mujer muy bonita; llevaba, sin dinero un tren de casa esplendido, y recibía a sus amigos en su magnífica mansión de Hertford Street.

Invitado D´Israeli, se presentó vistiendo un pantalón de terciopelo verde, un chaleco color canario, zapatos con hebillas y puños de encaje. Su apariencia sorprendió al principio; pero al levantarse de la mesa los convidados, comentaban que el comensal más espiritual era el señor del chaleco amarillo.

Benjamín había progresado mucho en cuanto se refería a conversación mundana, desde las comidas de casa de Murray. Fiel a su método, anotaba las etapas: <No hables demasiado al principio; pero si te decides a hacerlo, se dueño de ti mismo. Habla con voz contenida y mirando fijamente a tu interlocutor. Antes de poder tomar con cierto éxito parte en la conversación general, hay que adquirir algunos conocimientos de asuntos sencillos, pero divertidos. Esto se consigue fácilmente escuchando y observando. No discutas jamás. Ten siempre aguzada la atención, porque de lo contrario se te escaparan las buenas ocasiones o cometerás alguna torpeza. Habla con las mujeres siempre que te sea posible, es el mejor medio de acostumbrar a hablar con facilidad, porque no necesitas medir tus pensamientos. Para un muchacho que entra en la vida, nada hay tan útil como las criticas de las mujeres...>

El matrimonio Bulwer le proporcionó muchas enseñanzas sobre la vida del escritor casado. Fue Bulwer un novio enamorado y se convirtió en un marido desagradable, que se enfadaba con su mujer en cuanto esta pretendía penetrar en el antro de sus papees. La encantadora señora Bulwer era pobre, y los cónyuges Vivian de las ganancias del novelista; este se veía por ello obligado a producir mucho y a trabajar más de lo que permitían sus fuerzas; por esta razón, sin duda, se mostraba irritable y rabioso, sobre todo con su mujer. Por la noche, para dar tregua a su espíritu y salirse un poco de su ambiente, necesitaba ver a algunos amigos y compañeros, y los invitaba a ir a su casa, o bien salía. <!Es extraordinario– decía la señora de Bulwer- ¡es extraordinario lo que me aburren los autores!> solo los perros lograban despertar su interés. Llamaba a su marido Pups, y él la llamaba Poodle (1). Todo aquello  no llenaba una existencia. Benjamín d ´Israeli, que era un hombre romántico, pero metódico, notó que los casamientos por amor pueden ser peligroso para el amor.

También él, en el campo. Trabajaba Distribuyendo el tiempo entre el bosque y su habitación, compuso dos relatos satíricos al modo de Swift o de Luciano, y una novela mundana: El duquesito. Este título chocó un poco al señor D´Israeli, quien hubo de decir a Sara:<¿el duquesito? ¿Qué sabe Ben de los duques?… pero, ¿Qué sabe el de todo eso?> Sara respondió desabrida a su padre. En efecto: Ben ignoraba todo lo que se refiriera a los duques, pero se complacía en describir las recepciones de regio esplendor, la servidumbre de librea escarlata y lateada, las mesas cubiertas de vajilla de oro, los brillantes sobre las gargantas de las mujeres, los zafiros y los rubíes heredados arrojando sus oscuros reflejos, los manjares exquisitos, los coches cargados de naranjas y de piñas producidas en los invernaderos del duquesito…, los hortelanos! Sobre todo los hortelanos!, porque aquella avecilla diminuta y rara arrancaba a Ben todo un poema de prosa

<¡Qué sabor tan extraño!

-¡sagrado!

-¿quiere  usted del otros?…

-¡ah, siga usted mi ejemplo!

-¡por Dios!

-¡se abre el paraíso!

-¡ah!

-¡quiero morir comiendo hortelanos al son de una música suave!…>

Porque convenía  que un dando fuese sibarita. Otra consciente frivolidad.

Colburn le dio por El duquesito quinientas libras, que acallaron un poco a los usureros. El éxito no fue muy brillante pero Sara le escribió. <La lectura de tu libro me ha compensado de los interminables meses de espera. Creo decirte bastante, pues ya sabes que mi corazón no palpita más que por tu gloria. Por donde quiera que vamos, vemos tu libro entre todas las manos, y todos lo colman de elogios; pero ya sé que te importan poco los éxitos familiares.> Era, en efecto, uno de los más recientes descubrimientos de Benjamín el escaso valor positivo de los éxitos familiares; pero a falta de otros mejores, los soportaba.

Algunas veces entraba en el Parlamento y escuchaba a los oradores, juzgándolos sin indulgencia: ‹El señor Peel hace progresos, pero carece de estilo… He oído a Canning y era un gran retorico; pero había en sus frases demasiados lugares comunes…Entre los lores, admiro al duque. Tiene cierta brusca puerilidad a lo Montaigne, que es  extraña y nueva y alcanza a las multitudes. Una cosa se manifiesta claramente: se precisan dos estilos completamente diferentes en la Cámara de los Comunes y en la de los lores. Si tengo tiempo, en el transcurso de mi carrera, daré algunos ejemplos de ambos. En la Cámara baja, Don Juan ha de servirme de modelo, y en la alta, El paraíso perdido.>

Al abandonar las tribunas, agitado y meditabundo, pensaba en lo que sería algún día su propia elocuencia, sus irresistibles argumentos, la luminosa exposición de los detalles, el tono sobre todo, el tono sarcástico y áspero que quemaría como el simún, relámpagos del espíritu que refulgirían de pronto como un sablazo, olas de ironía que disolverían y ahogarían los discursos pesados y pastosos de aquellos gentiles hombres campesinos. Terminaría con la irresistible oración que arrancaría los aplausos de todos los partidos.

Volvió en si en una calle animada. Los caballos trotaban alegremente; por la calzada, algunos peatones se rozaban con él, indiferentes. Para todos cuellos ingleses, D´Israeli era el nombre extraño de un desconocido. 

(1) Perro de aguas. 

 

Sara Disraeli

 

VI

PEREGRINACIÓN

 

A los veinticinco años, el retiro de la vida activa no puede soportarse por mucho tiempo. Era preciso entrar de un modo ruidoso en el bullicio de Londres. ¿Pero cómo? Después de reflexionar largamente, se convenció D´Israeli de que un gran viaje debía preceder a cualquier intento, y eso lo fundaba en varias razones.

Las gentes se olvidaban pronto en las grandes poblaciones. Tras unos meses de ausencia, nadie recordaría ya el fracaso del periódico ni el escándalo de la novela. El mismo Murray tendría más pacifico el ánimo. Lord Byron había puesto de moda el poema de viajes, en el que cada episodio corresponde a las etapas del autor. El hombre se aprovecha del prestigio de los países que cruza. Sentía él la necesidad de recorrer el país que vio los principios de su raza. El haber nacido judío, acaso fuese un obstáculo, pero también constituía una fuerza. Le era preciso de todos modos comprender claramente el significado de aquello. Por eso se propuso no seguir el itinerario acostumbrado de la <gran vuelta>, Francia, Suiza, Italia, sino yendo directamente a España, donde sus antepasados vivieron durante largo tiempo, y por el Mediterráneo, por Grecia y Turquía, hacer la peregrinación a Jerusalén.

La dificultad estribó en conseguir la autorización de su padre, a quien chocaba un poco la idea de un viaje de dos años. Pero el anciano se vio avasallado por todos lados. Sara tenía relaciones con un joven inglés amigo de Ben, William Meredith, que quería acompañar a Benjamín y dar a su vez la <gran vuelta> antes de su casamiento. El señor D´Israeli, que siempre prefirió la paz a la victoria, cedió, y los dos muchachos partieron a fines de junio de 1830. D´Israeli estaba emocionado, amaba a Bradenham, el anciano gentleman  con calzón de terciopelo; gustábale la charla un poco vacua de su madre, sus largas confidencias a Sara y la respetuosa admiración de sus dos hermanos menores, Ralph y Jem. ¿Por qué abandonar un refugio tan agradable? ¿Cómo lo recibiera aquel vasto mundo, aquéllos ingleses de Gibraltar y de Malta, más ingleses que los de Londres? Conocía su sensibilidad y la de su orgullo. Se encrespó. <Las aventuras son para los aventureros.>

Ya en Gibraltar, donde hizo el primer alto, causó la extrañeza de los jóvenes oficiales por la variedad de los botones de sus chalecos  y la estudiada extravagancia de sus palabras. Fue el primer viajero que se alabó de poseer un bastón de mañana y otro de tarde. A las doce exactamente abandonaba el uno para coger el otro. Todo esto por sistema, y aun burlándose de sí mismo.

España le gustó. Las casas blancas… las persianas verdes… un Fígaro en cada calle y una Rosina en cada balcón. Al visitar la Alhambra con tal majestad, que la anciana que guardaba el palacio le hubo de preguntar si era descendiente de los árabes. <Este es mi palacio>, dijo él, y la guardesa lo creyó.

En Malta, durante la segunda etapa, surgió un rival. Era un inglés. James Clay, quien empuñando la raqueta vencía a toda la guarnición, al príncipe Pignatelli en el billar y a la Legación rusa al ecarté. Evidentemente, se trataba de un hombre notable; pero se podía con él empleando otras armas. <para gobernar a los hombres –escribía Ben a su padre-  es preciso, o bien vencerlos sobre el terreno, o despreciarlo. Clay empleaba un sistema, y yo otro; de este modo somos igualmente populares.la afectación triunfa aquí más fácilmente que la inteligencia. Ayer, cuando me entretenía viendo jugar al tenis, la pelota cayó a mis pies. La cogí, y como había observado el empaque de un joven oficial, le rogué humildemente que hiciera el favor de lanzársela a los jugadores, porque yo en mi vida me había dedicado a ese ejercicio. Ese incidente ha sido hoy motivo de muchas conversaciones en los centros militares.> Al leer aquellas palabras, el señor D´Israeli movía la cabeza. ¿Por qué razón su hijo, tan sencillo y natural en su casa, mostraba en público tal fatuidad? Lo cierto fue que Benjamín se hizo tan odioso en Malta, que los oficiales dejaron de invitar <a este condenado hebreo, tan fanfarrón>. Esto no llegó a preocuparle, y en vista de ello se dedicó a hacer una serie de de visitas llevando una chaqueta andaluza cubierta de bordados, un pantalón blanco y una faja de todos los colores del iris. La multitud lo siguió, y los negocios se suspendieron  un día entero. Se atrevió a presentarse con aquel indumento en casa del gobernador, que era hombre reservado y frio. Sin embargo, a su vista no pudo reprimir una carcajada; pero aquello rompió el hielo y despertó su simpatía por el muchacho. Los ingleses mas graves gustan de la extravagancia por temor al aburrimiento, que tanto poder ejerce sobre ellos.

 

Invitación a la inauguración de una de las estaciones de bombeo del nuevo sistema -Crossness- con la asistencia de «su alteza real el príncipe de Gales

 

Abandonó a Malta vestido de pirata griego:  una camisa roja con enormes botones de plata, un cinturón cargado de pistolas y puñales, gorra encarnada también, así como las zapatillas, y amplios pantalones azul fuerte, cargados de cintas y de bordados Lucia su nueva conquista, pues lo acompañaba el famoso James Clay. Se llevaron de lacayo a Tita, antiguo gondolero de lord Byron, admirable veneciano que había apuñalado a tres hombres y reclutado algunas bellas por cuenta del poeta. Después de la muerte de Byron combatió a favor de los griegos, al mando de un regimiento de albaneses, y más tarde, sin saber cómo, fue a parar a Malta en la mayor miseria.

D´Israeli adoró a los turcos: llevó turbante, fumó unas pipas de seis pies de longitud y pasó los días tumbado sobre un diván. Aquellas costumbres de pereza y de lujo concordaban con el lado indolente y melancólico de su naturaleza, ahogado por la actividad occidental, pero latente, sin embargo. Mehmed bajá le decía que no era un verdadero inglés, puesto que era capaz de andar tan lentamente. Le sedujeron el movimiento de las calles orientales, la variedad de tipos y de trajes, el brillo de los colores, el canto del almuédano, el tambor salvaje que anunciaba la llegada de la caravana, el camello solemne y decorativo, seguido por el friso de los árabes. En aquel paisaje se apaciguaban todas las ambiciones. De pronto parecía el mundo desde un aspecto más hondo, más irreal. Diríase que se vivía uno de los cuentos de Las mil y una noches.

La impresión se hizo grave y austera cuando, después de cruzar Siria, se dirigió hacia Jerusalén. Su espíritu se acoplaba sin esfuerzo a aquellos paisajes áridos y ardientes. Encontraron algunas tribus nómadas. Loa cogieron algunos jefes, ofreciéndole sus tiendas de campaña. Quedó encantado por su noble sencillez, la exquisita perfección de sus modales y su natural cortesía. Le complacía imaginar que sus antepasados, tres mil, seis mil años antes, habían sido semejantes a aquellos señores del desierto. ¿Qué familia inglesa podía enorgullecerse de semejante pasado de civilización?

Recorrió una planicie desolada. Ni un manantial, ni una hierba, ni un pájaro. Acá y allá, algún olivo dibujaba su retorcida silueta sobre el cielo de ardiente azul. De pronto se halló en la orilla de un sombrío precipicio, y vio, en la cima de la vertiente opuesta, una población pedregosa y austera, rodeada de murallas almenadas, sobre las cuales, de distancia en distancia, se elevaban algunas torres. El paisaje era horriblemente áspero. La población era Jerusalén, y la altura sobre la cual había posado su planta el joven peregrino se llamaba el monte de los Olivos.

En Jerusalén pasó la semana más conmovedora de su vida. Su exaltación llegó al paroxismo. Fue a arrodillarse ante el santo sepulcro, y gozó pensando en Cristo como en un príncipe hebreo. No comprendía como un judío podía dejar de ser cristiano.

Entendía que eso significaba quedarse en medio de la ruta y renunciar a la gloria de su raza, que consiste en haber dado un Dios al mundo. Soñó ante las tumbas de los reyes de Israel. Cuando niño, lo sedujo la historia de un joven hebreo, David Alroy, quien durante el siglo XIII pretendió emancipar a su pueblo de la dominación turca. En aquellos tiempos, los judíos, aun siendo una raza sometida, podían elegir un jefe que llevaba el melancólico título de Príncipe de la Cautividad. Alroy fue uno de esos príncipes.  ¿Por qué él, Benjamín d´Israeli, descendiente de aquel mismo pueblo y desterrado en un país tiernamente amado, no había de ser también un Príncipe de la Cautividad? En aquel patio estrecho, tallado en la roca viva, ante aquellas tumbas entreabiertas, decidió escribir la historia de Alroy, y comenzó al día siguiente.

Al abandonar a Palestina se unió en Egipto con su futuro cuñado, que le había precedido allí; pero apenas llegado D´Israeli, cogió la viruela Meredith y murió en unos días. La idea de sentimiento de Sara entristeció su viaje  de regreso. En el barco permaneció en sus habitaciones y trabajó. Esbozó dos libros. Uno, Alroy, sería su novela hebrea; el otro, Contarini Fleming, había de ser, como Vivian Grey, la historia de un muchacho. Vivian Grey expresó la ambición política de su autor. Contarini Fleming seria el retrato del joven poeta que algunas veces D´Israeli soñaba ser. No le satisfizo por completo su obra: <siempre consideraré este libro -escribió- como la más perfecta de las prosas inglesas y como una obra maestra.>

No era sin embargo, una obra maestra. El libro, al igual que Vivian grey, comenzaba del modo más brillante, para terminar diluido y frio. Preocupado por su propia aventura, D´Israeli fracasaba en sus novelas en el mismo punto que en vida. Por él, lo mismo que Contarini, conservaba la fe: <creo en el Destino, ante el cual se inclinaban los antiguos. La felicidad moderna ha hecho penetrar en el alma del hombre un espíritu de escepticismo; pero creo que pronto la ciencia tornará a ser imaginativa, y que, a medida que vayamos siendo más profundos, nos convertiremos en mas crédulos. El destino es nuestra voluntad, y nuestra voluntad es la Naturaleza. Todo cuanto nos rodea es misterio; pero únicamente un esclavo deja de luchar para aclarar el misterio.>

Tal era la imagen del mundo que D´Israeli trajo de su viaje por Oriente. Observo la inmensa confusión de los pueblos, la multiplicidad de intereses; comprendió cual difícil es conocer, proveer, juzgar. Todo era misterio. Pero también vio que, a pesar de las olas, una mano firme puede gobernar, y que él, después de un penoso viaje, conduciría su barca hacia las orillas deseadas, siempre que fuese decidido y firme.

Llegó en octubre a Bradenham. Ya los árboles del parque perdían sus hojas. Su padre había envejecido. Su vista, fatigada por tantas lecturas, se debilitaba. Sus hermosos ojos ensoñadores parecían haber perdido su brillo. Sara, con voz sombría, dijo a su hermano que jamás contraería matrimonio, y que le consagraría su vida. La presencia del extraño Tita alegró un poco aquel retorno. D´Israeli, que lo llevó consigo, estaba perplejo, sin saber qué hacer con él; pero su padre no era hombre capaz de desamparar al gondolero de lord Byron. Lo contrató para ciertas funciones mal definidas, y el gran veneciano de largos mostachos, que fue quien humedeció los labios del poeta moribundo y escuchó las últimas palabras: <!Augusta…! ¡Ada...>, instaló sin extrañeza su hombría de bien de gigante meridional en los boscajes ingleses.

 

 

 

 

 


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