Sacha Guitry
«Nada me distrae, nada me divierte. Y lo que no me apasiona, me aburre».
(Alexandre Guitry, llamado Sacha Guitry; San Petersburgo, 1885 – París, 1957) Dramaturgo y actor francés. Hijo del célebre actor Lucien Guitry, heredó no su talento pero sí su capacidad para cautivar a los espectadores de los teatros parisinos, como eficaz intérprete de obras escritas casi siempre por él mismo. Empezó como autor teatral en 1902, y obtuvo su primer éxito en 1911 con El guardián nocturno. Fue el primero de una larga serie de éxitos que más tarde le llevaron también al cine.
Sus obras suelen ser comedias ligeras, que aceptan generalmente las convenciones del repertorio del «boulevard» (innumerables variaciones sobre el tema del adulterio, de la pareja y de la vida social), pero supo dotarlas de una hábil escenografía y agudeza verbal, y tuvo una especial capacidad para dibujar a los personajes con una auténtica y sutil concreción. Algunos títulos destacables son La toma de Berg-op-Zoom, Faisons un rêve (1916), L’illusionniste (1917), Mon père avait raison (1919), Le grand-duc (1921), Un sujet de roman (1923), Désiré (1927) y Un tour au Paradis (1933).
Escribió además algunos guiones novelados sobre la vida privada de escritores y artistas, desde La Fontaine hasta Mozart; de este grupo cabe destacar Jean de La Fontaine (1916), Deburau (1918), Mozart (1928) y Frans Hals (1931). Se le deben asimismo una novela de lectura amable, Las memorias de un tramposo, y algunos libros de memorias: Lucien Guitry racconté par son fils (1930) y Si j’ai bonne mémoire (1934). El éxito le acompañó durante toda su vida, aunque las comedias firmadas por él acabaron siendo meros pretextos para demostrar sus dotes histriónicas.
En 1935 hizo sus primeras armas en el cine, en el que fue director, argumentista y actor de numerosas películas, como Le roman d’un tricheur, Les perles de la couronne (1937), Champs Elysées (1939) y Si Versailles m’était conté (1954). Aunque fue acusado de colaboracionismo durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno lo absolvió en 1947.
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«Si los que hablan mal de mí supieran exactamente lo que yo pienso de ellos, hablarían peor».
(Sacha Guitry)
Les perles de la couronne (Las perlas de la corona) – 1937
Dirigida por Sacha Guitry
FICHA TECNICA:
Título original Les perles de la couronne
Año 1937
Duración 105 min.
País Francia
Dirección Sacha Guitry
Guion Sacha Guitry, Christian-Jaque
Música Jean Françaix
Fotografía Jules Kruger
Reparto
Jacqueline Delubac, Sacha Guitry, Lyn Harding, Renée Saint-Cyr, Enrico Glori, Ermete Zacconi, Barbara Shaw, Arletty, Jean-Louis Barrault
Productora Cinéas
Género Comedia | Histórico
Sinopsis
El día de su boda con el delfín de Francia, Enrique de Orleans, hijo de Francisco I, Catalina de Medicis recibe de su tío, un fabuloso collar. (FILMAFFINITY)
«Vida: conjunto de pequeños dramas, que todos juntos no constituyen más que una comedia». (Sacha Guitry) |
Si Versalles pudiera hablar – 1954
Dirigida por Sacha Guitry
FICHA TECNICA:
Título original Si Versailles m’était conté
Año 1954
Duración 165 min.
País Francia
Dirección Sacha Guitry
Guion Sacha Guitry
Música Jean Françaix
Fotografía Pierre Montazel
Reparto
Jean Marais, Georges Marchal, Jean-Pierre Aumont, Brigitte Bardot, Danièle Delorme, Jean-Louis Barrault, Jeanne Boitel, Gilbert Bokanowski, Bourvil, Pauline Carton, Gino Cervi, Jean Chevrier, Claudette Colbert, Jean-Claude Pascal, Gérard Philipe, Édith Piaf, Sacha Guitry, Orson Welles, Nicole Maurey, Nicole Courcel, Howard Vernon, Daniel Gélin, Charles Vanel, Jean Desailly
Productora Cocinor
Género Comedia. Drama | Histórico. Siglo XVII. Siglo XVIII. Revolución Francesa
Sinopsis
Durante un paseo, Luis XIII descubre un lugar encantador y decide construir en él una casa de campo que se convertirá en el Palacio de Versalles. Éste será el escenario en el que se sucederán, desde el reinado de Luis XIV (1661-1715) hasta la Revolución de 1789, una serie de intrigas amorosas y políticas protagonizadas por importantes personajes de la corte francesa. (FILMAFFINITY)
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«Cuando se dice que el dinero no hace la felicidad se alude, evidentemente, al de los demás».
(Sacha Guitry)
En Faisons un rêve… (1936), el protagonista aguarda en casa a su amada en lo que va a suponer la primera cita de la pareja. Durante la impaciente espera, el amante imagina todos los pasos del itinerario que ella recorrerá en el camino que separa ambos domicilios. La escena es en realidad un largo monólogo de tres minutos y medio rodado en un único plano, en el que Sacha Guitry elude aquello que la mayoría de directores habría hecho -cortar para mostrar la caminata de la joven-, centrándose únicamente en la figura y el rostro del galán que se convierte así en un espejo mágico capaz de evocar en el espectador las imágenes mentales del trayecto sin imponerle el punto de vista del cineasta. El instante -que funciona prodigiosamente, en parte también gracias al talento de Guitry como actor- es profundamente cinematográfico, a pesar de que en su día -como buena parte de la obra del propio Guitry- fuera calificado de mero teatro enlatado, injusticia que se añadiría a muchas otras de las que fue víctima tanto a lo largo de su carrera como de su vida.
Hijo del teatro -su padre fue el famoso actor Lucien Guitry- se entregó a él en cuerpo y alma, convirtiéndose éste en su familia, escuela, pasión y oficio. Con sólo veinte años ya había producido su primera obra y aunque fue un autor de éxito, poco años después sus piezas teatrales eran denostadas y calificadas como teatro de bulevar. En realidad, Guitry fue siempre un trabajador infatigable y un autor enormemente productivo, poseía un encanto natural, una ironía punzante, un amoralismo refinado al que resultaba difícil resistirse pero al que los viejos cánones de la crítica y la abundancia de una producción desigual torpedeaban.
Enamorado de la inmensa riqueza de la Historia y la cultura francesa, debutó en el cine en 1915 con Ceux de chez, un documental en el que aparecían Monet, Rodin, Degas, Sarah Bernhardt, etc. Lógicamente, Guitry -autor de innumerables réplicas brillantes y de largos monólogos que celebran la vida, el amor y los juegos de seducción- quedó decepcionado por las prestaciones del cinematógrafo y no volvió a él hasta la llegada del sonido. En los años treinta -concretamente en 1935-, cuando las imágenes ya habían aprendido a hablar, regresó al medio con una pasión febril y en cinco años rodó once largos y un corto. Es la primera edad de oro de su cine en la que las obras maestras se suceden: Bonne chance! (1935), Le nouveau testament (1936), Le roman d’un tricheur (1936), Mon père avait raison (1936), Faisons un rêve… (1936), Désiré (1937), Quadrille (1938), Ils étaient neuf célibataires (1939). Todas ellas -a menudo variaciones de la comedia de enredo- ostentan esa misma inspiración en los diálogos y las réplicas, ese don para el ritmo, esa libertad de los deseos que les confiere una personalidad verdaderamente única, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo de cineastas como Lubitsch. A sus inmensas virtudes contribuye poderosamente la pareja de entonces del autor -Jacqueline Delubac- partenaire encantadora que ilumina el conjunto con su falsa inocencia, verdadera brújula de la mayoría de los seductores que encarna Guitry.
La mayoría de estos títulos -salvo Le roman d’un tricheur– no hacían ostentación ni de su modernidad ni de su condición de obras puramente cinematográficas, a pesar de serlo rabiosamente, lo que llevó a que durante años Guitry -al igual que Marcel Pagnol- fuera considerado un autor de teatro pasado al cine y su obra cinematográfica una mera transposición al medio de sus novelas u obras de teatro, con pocas o ninguna de las virtudes que se le suponían y exigían al medio. Pero a finales de los años cincuenta los Cahiers du Cinéma aclamaron la etapa final de Guitry, elogio al que se sumó Alain Resnais (y años después lo confirmaría con una película como Mélo y algunas más) declarando que él, Chris Marker y Jean-Luc Godard eran fervientes admiradores suyos, y sus carreras estaban muy influidas por su cine. Resnais terminó de escandalizar a la vieja crítica al declarar que mientras rodaba Hiroshima, mon amour (1959) había tenido en mente constantemente Le roman d’un tricheur; cinta que usa con una enorme inspiración la voz en off, estableciendo un estilo caracoleante y juguetón -en definitiva, muy Guitry- a costa de la excusa de la escritura de las memorias del protagonista, lo que permite al autor saltar del presente al pasado y viceversa, interrumpir los flashbacks con comentarios en el momento actual, además de utilizar con intuición y atrevimiento técnicas genuinamente cinematográficas como las imágenes marcha atrás, la stop-motion, etc.
Los parabienes de Resnais no se circunscribían a Le roman d’un tricheur, sino que se extendían por toda la obra de Guitry alcanzando a títulos como Bonne chance! Sin embargo, con buen tino, Resnais señalaba que sus películas históricas –Remontons les Champs-Élyssées (1938), Le destin fabuleux de Désirée Clary (1942), La Malibran (1944), Le diable boiteux (1948), Si Versailles m’était conté (1954), Napoléon (1955), Si Paris nous était conté (1956)-, desgraciadamente las más conocidas en nuestro país, resultaban polvorientas y fallidas. No obstante, nos atrevemos a contradecir ligeramente a Resnais en este punto salvando el mediometraje De Jeanne d’Arc à Philippe Pétain (1944), que es infinitamente más que un filme de propaganda -y que probablemente jugó un papel decisivo en el encarcelamiento de Guitry tras la Liberación- erigiéndose en un canto al impresionante legado artístico francés; el cortometraje Le mot de Cambrone (1937) -por su lograda hibridación entre la anécdota histórica y la comedia de enredo-; y algunos hallazgos de Les perles de la couronne (1937), que celebra la subida al trono de Inglaterra de Jorge VI, y que indudablemente es, de largo, su mejor filme histórico, en gran parte por no carecer de la inventiva y el vigor que anima sus grandes comedias de los años treinta.
Encarcelado, calumniado, difamado y traicionado tras la Liberación, Guitry sufrió un profundo golpe moral y psíquico del que muchos anunciaron que no se recuperaría. Pero el final de carrera de este cineasta único nos devuelve a un actor envejecido y cansado pero también a un autor que aún tiene cosas que decir y cuya revancha se anuncia inminente. Unido a una nueva pareja fuera y dentro de la pantalla -Lana Marconi- infinitamente menos inspiradora que la inolvidable Jacqueline Delubac, el viejo -aunque tal vez cabría decir el aún joven- Guitry retorna con su habitual exuberancia creativa y generoso espíritu; son célebres las divertidas presentaciones de todo el equipo de colaboradores en muchas de su películas o la ligereza con la que se deshacía de guiones excelentes – Adhémar ou le jouet de la fatalité que acabó dirigiendo Fernandel en 1951-. Primero volviendo sobre algunas ideas y éxitos anteriores – la magistral Le comédien (1948), Deburau (1951), o la hilarante Je l’ai été tres fois (1953)- más tarde creando otros nuevos –Aux deux colombes (1949), Toâ (1949)- para culminar en un tour de force final donde una amargura destilada celebra el triunfo de la inteligencia y el refinamiento sobre la mendacidad y la vulgaridad, a través del feliz encuentro con el actor Michel Simon, protagonista en tres de ellas: La poison (1951), La vie d’un honnête homme (1953), Assassins et voleurs (1957) y Les trois font la paire (1957). Inolvidable fin de fiesta, antes de que las luces se apagaran definitivamente, para un hombre de teatro que -mal que le pese a algunos miopes para quienes el plano fijo de larga duración es anatema y el cine sólo puede manifestarse a través de la fragmentación del tiempo y el trabajo en la sala de montaje- lo fue también de cine.
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«Nunca se debe mirar a una persona que duerme. Es como sí abriéramos una carta que no ha sido dirigida a nosotros». (Sacha Guitry)
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