IDIOCRACIA (Idiocracy), película de Mike Judge con guión de Etan Cohen

idiocracia

IDIOCRACIA. El mundo de los idiotas 

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LA HIPÓTESIS DE LA IDIOCRACIA: ¿SOMOS CADA VEZ MENOS INTELIGENTES?

¿Por qué el humano tiene el cerebro cada vez más pequeño? Exploramos la hipótesis de la idiocracia.

Nahum Montagud Rubio

psicologiaymente.com

 

¿El ser humano se está volviendo idiota? Hay quienes opinan que sí, aunque sus explicaciones son muy variadas. Tenemos a quienes dicen que es porque la gente menos lista se reproduce más, y tenemos a quienes indican que esto lleva tiempo sucediendo, por culpa de que vivimos en sociedades cada vez más avanzadas.

A continuación vamos a hablar de la controvertida hipótesis de la idiocracia, algunas de sus explicaciones y porqués de esta aparente reducción de nuestra inteligencia colectiva.

¿Qué es la Hipótesis de la Idiocracia?

Es por muchos conocido el famoso efecto Flynn. De acuerdo con quien lo propuso, el neozelandés James Flynn, durante el pasado siglo XX se produjo un aumento importante de la inteligencia media de la población en los países occidentales.

Hoy en día, este mismo fenómeno es el que se puede ver en países en vías de desarrollo. Como principal explicación, se ha planteado que una mejor alimentación, más entornos estimulantes, una mejor formación y una menor incidencia de enfermedades infecciosas ha contribuido al aumento de la inteligencia.

Sin embargo, parece que también se está dando un efecto contrario. Hay países desarrollados en los que parece haber un descenso del CI de la población, como es el caso de Noruega, Dinamarca, Finlandia, Reino Unido y Australia. No se sabe si esta tendencia de bajada seguirá a largo plazo o llegará un momento en que se estabilice en los países que ya han alcanzado sus niveles más altos de CI poblacional.

Algunos defienden que esta tendencia de bajada va a seguir, en especial en los países desarrollados. Creen que los valores medios del CI poblacional van a ir cayendo con especial intensidad en los países del bienestar, en los que se supone que ya se ha alcanzado el tope de toda mejora social posible. En esas sociedades, la población va a ser menos inteligente de media, lo cual ha hecho que se hable de una peculiar idea de nombre polémico: la hipótesis de la idiocracia.

Esta hipótesis tiene su origen en una película, “Idiocracy” (2006) de Mike Judge que, a pesar de no ser un “blockbuster”, no pasó inadvertida. En ella se habla de un mundo futurista, en el año 2500, en el que a causa de que el ser humano lleva cientos de años sin ser sujeto a las presiones evolutivasteniendo todo a su alcance y sin necesidad de usar la inventiva para progresar más, ha acabado volviéndose idiota. La hipótesis de la idiocracia plantea, básicamente, que esto podría pasar, que no es solo una trama de ficción fílmica.

¿Nos estamos volviendo idiotas?

Si bien la hipótesis de la idiocracia es muy controvertida y muy discutible, en los últimos años se han producido cambios en el CI poblacional que han hecho que haya sido inevitable sacarla a debate. Una de las explicaciones detrás de la hipótesis de la idiocracia nos habla de que a lo largo del XX se superpusieron dos fenómenos diferentes. Por un lado, el efecto Flynn del que hemos hablado, y por el otro, una reducción del cociente intelectual de base hereditaria, motivado por la acumulación de rasgos intelectuales desfavorables en la población.

Algunos defensores de la hipótesis de la idiocracia plantean que la sociedad está viendo reducido su CI porque las parejas formadas por personas menos inteligentes son las que, por regla general, tienen más hijos. Se tiene la idea de que una menor inteligencia implica también menor responsabilidad, menor conciencia y mayor impulsividad, lo cual implicaría un menor cuidado a la hora de emparejarse y mantener relaciones con otras personas. En otras palabras, las personas menos inteligentes serían menos propensas a usar profilaxis o reprimir sus ganas de tener sexo.

Según esta interpretación, los efectos potenciadores de la inteligencia, como una mejor alimentación, más entornos estimulantes y buena educación, ya habrían agotado toda posibilidad de producir mejoras en las sociedades del bienestar. Llegados a ese punto, solo se podrían manifestar los efectos disgenésicos (variables genéticas negativas) de la cada vez mayor descendencia de las personas menos inteligentes.

En los países occidentales se ha ido dando un descenso de las tasas de natalidad en los países occidentales y, desde hace unas pocas décadas, en casi todos los países del mundo. La mejora de las condiciones de vida y, en especial, el acceso de las mujeres a la educación e incorporación al mundo del trabajo ha provocado una fuerte reducción de la fecundidad en todo el mundo.

Por otro lado, en los países de menor natalidad, son las parejas con menos estudios las que tienen más descendencia. Los que defienden esta explicación detrás de la hipótesis de la idiocracia, defienden que ese menor nivel formativo es reflejo, de una u otra manera, de un nivel inferior intelectual de base genética (y se asume que es hereditario), el nivel intelectual medio de la población descendería durante las próximas décadas. De esto se extrae que, como la gente más inteligente no se reproduce tanto y la gente menos inteligente sí, es esperable que cada vez haya más gente menos inteligente y baje el CI poblacional.

Esta explicación detrás de la hipótesis de la idiocracia es sumamente discutible. Es muy aventurado afirmar que las diferencias del nivel formativo son el fiel reflejo de una menor inteligencia hereditaria. Se sabe que las condiciones en las que uno se ha criado, variables ambientales como la educación parental y escolar o el acceso a servicios de salud, son determinantes del nivel de desempeño escolar y el número de años que permanecerá una persona en el sistema formativo. Y eso también implica mejores resultados en los tests de CI.

Idiocracia e historia de la evolución

La anterior explicación relacionada con la hipótesis de la idiocracia es controversa. Presuponer que la inteligencia poblacional en los países avanzados sólo va a decaer porque no se puede progresar más y los menos inteligentes se van a reproducir más que los inteligentes es una presuposición arriesgada. No obstante… ¿Y si este fenómeno no tiene que ver con lo avanzada que sea una sociedad? ¿Y si hace miles de años que estamos volviéndonos menos inteligentes?

El ser humano lleva miles de años superando las adversidades que le depara la naturaleza. Ya hace mucho tiempo que no tenemos que salir a cazar, pescar, recolectar frutos y defendernos de bestias salvajes por uno mismo. Hoy en día, cada persona se especializa en una tarea concreta, y si requiere de un servicio o producto en concreto, recurre a otra persona que se especialice en el mismo. Vivimos en sociedades, dependiendo los unos de los otros, confinado en los diferentes conocimientos y habilidades que cada uno dispone.

Estudios de la última década han apuntado que a lo largo de la historia de la humanidad, el cerebro humano se redujo críticamente. Hasta hacía poco se sabía que nuestro encéfalo había reducido su tamaño, pero se apuntaba este hecho a unos 300.000 a 35.000 años atrás. Sin embargo, ahora se ha visto que el fenómeno debió ocurrir hace tan solo 3.000 años, cuando el ser humano ya conocía la escritura, China y Mesopotamia ya existían y la civilización romana estaba a punto de nacer.

Así pues, la reducción de nuestro cerebro es, evolutivamente hablando, un acontecimiento muy reciente. Sin embargo, ¿qué tiene que ver esto con la hipótesis de la idiocracia? ¿Un menor cerebro implica una menor inteligencia? Realmente no, pero nos podría dar pistas de cómo el cambio comportamental del ser humano cambió también su constitución y su forma de relacionarse con los demás.

 

Reducción del cerebro en la prehistoria

 

Nuestro linaje ha cuadruplicado su tamaño en los últimos 6 millones de años. Durante los primeros millones de años el crecimiento inicial, alcanzando al Homo erectus (10 a 2,5 Ma) el aumento del volumen cerebral se debió únicamente al aumento del tamaño corporal. Fue a partir del Homo erectus en el que el cerebro humano comenzó a aumentar a gran velocidad. algo que se atribuyó al descubrimiento del fuego y su uso para cocinar. Cocinar los alimentos era un evento social, en el que la tribu se reunía alrededor del fuego esperando su turno para comer y socializando durante el proceso.

A partir de 1,5 Ma en adelante, el crecimiento de nuestro cerebro fue desacelerándose, pero se mantuvo estable durante el Pleistoceno. Pero, llegados a los 3000 años, el tamaño de nuestro encéfalo toma la tendencia contraria, reduciéndose. Empezó a perder tamaño a una tasa 50 veces mayor que aquella con la que había estado creciendo. Una de las explicaciones que se han barajado para esta reducción considerable del tamaño de nuestro cerebro es el síndrome de domesticación. Se ha dicho que, en realidad, los seres humanos presentamos muchos rasgos típicos de animales domesticados.

Se ha podido comprobar que especies domesticadas, como los perros, presentan un cerebro más pequeño que el de sus homólogos silvestres, los lobos, pero sin perder facultades cognitivas. De hecho, hay casos en los que la especie domesticada es más inteligente a pesar de contar con un tamaño encefálico menor, como es el caso de algunas razas de perros.

Otra de las explicaciones con respecto al descenso del cerebro humano la tenemos con la aparición de la agricultura, hace unos 10.000 años. Este descubrimiento hizo que la población humana creciera exponencialmente debido a una mejor alimentación. Pero con la agricultura también vino un aumento de las infecciones y el deterioro de la dieta y la salud.

La agricultura nos evitaría ser víctimas del hambre a causa de las adversidades de la naturaleza; con ella tendríamos menos presiones selectivas, no necesitaríamos usar tanto nuestra inteligencia para cosas nuevas y nuestro tamaño cerebral iría reduciéndose.

Sin embargo, esta misma explicación también ha sido puesta en duda, pues a día de hoy siguen existiendo comunidades de cazadores-recolectores, etnias cuyo cerebro también se ha visto reducido. No dominan la agricultura, cazan y recogen frutos como nuestros antepasados pre-agricultores, y sus sociedades son sumamente complejas.

Poniendo el punto de mira en los insectos, quizás obtengamos la respuesta de por qué este fenómeno. Gracias a estos artrópodos se ha visto que cuanto más dependiente se es del grupo, menos dependiente se es del comportamiento de uno mismo y, como consecuencia de ello, el cerebro tiende a reducirse. Sería esta la explicación final de este curioso fenómeno de que nos volviéramos menos inteligentes individualmente.

La división de labores nos está haciendo “idiotas”. Como decíamos, al vivir en una sociedad, no necesitamos dominar el arte de la caza, la agricultura, la pesca, la defensa y la crianza por nuestra cuenta, sino que solo tenemos que especializarnos en un empleo y pedirle servicios a los demás que dominen otras especialidades. La división de labores nos estaría haciendo idiotas en lo individual, pero colectivamente seguiríamos funcionando y, pese a que la hipótesis de la idiocracia le dé demasiada importancia al CI, no deja de ser un valor.

 

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IDIOCRACIA (película de Mike Judge con guión de Etan Cohen)

(Idiocracy)

 

 

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FICHA

Duración: 1h 24min
Comedia, Ciencia ficción
Dirigida por Mike Judge
Guion: Mike Judge, Etan Cohen
Reparto: Luke Wilson, Dax Shepard, Maya Rudolph
Título original: Idiocracy

 

Sinopsis

Joe Bauers es un militar del ejército de los Estados Unidos que decide exponerse voluntariamente a un experimento de carácter secreto que llevará a cabo el ejército. Junto a él, una prostituta también se presenta como voluntaria. El experimento se basa en la demostración de que es viable criogenizar a los soldados para que hibernen durante los años en los que no haya guerras.

La previsión del experimento es que los dos voluntarios despierten un año después, pero un escándalo de prostitución en el que está involucrado el científico jefe provocará que la base militar sea cerrada, por lo que los sujetos despertarán accidentalmente 500 años después. El mundo que se encontrarán será completamente diferente, en él los seres más inteligentes han desaparecido, siendo los más idiotas e ignorantes los que han sobrevivido debido a una evolución sin presión.

Dirigida por Mike Judge (‘Trabajo basura’), esta comedia está protagonizada por Luke Wilson (‘Aquellas juegas universitarias’) en el papel de Joe Bauers. Destacan también en el reparto los actores Maya Rudolph (‘La boda de mi mejor amigo’), Dax Shepard (‘Zathura. Una aventura espacial’) y Terry Crews (‘Los mercenarios 2’).

Sensacine

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‘IDIOCRACIA’: LA ABSURDA DISTOPÍA QUE PREDIJO LA AMÉRICA DE TRUMP EN 2006

 

En el año 2006, se estrenaba de tapadillo una comedia satírica y distópica que atacaba al corazón de la estupidez americana desde dentro. Una comedia de humor absurdo y muy mala leche, más ácida que desternillante que quizá estaba demasiado centrada en el modo de vida americano, lleno de referencias directas a marcas, programas televisivos y fenómenos culturales propios como para ser relevante en todo el mundo.

Quizá por este motivo, su propio estudio la dejó apartada y, sin saber muy bien que hacer con ella, ni siquiera se hicieron pases de prensa, su estreno se fue posponiendo y no tuvo ninguna publicidad. Quizá sus primeros minutos, en los que explica el posible origen de una América futura totalmente estúpida, fueron tomados como una ofensa demasiado seria como para tomársela a risa. Y si fuera así, quizá no les faltara razón.

El momento más controvertido de la película es que el que Judge elabora un silogismo peligroso y clasista, en el que los ricos tendrían mejor coeficiente intelectual que las clases bajas, los pobres y faltos de educación. Con la tendencia de las clases altas a dejar de tener hijos, se estimaba, en una exageración difícil de tomar en serio, que los pertenecientes a clases más bajas tienen más hijos sin parar a pensar en los inconvenientes. A modo de juego estadístico, ofrece así el turbio origen de la idiocracia.

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spinof.com

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IDIOCRACIA, EL PODER DE LOS IDIOTAS

WALTER C. MEDINA

nuevatribuna.es, 24 marzo 2018

 

Las figuras que ilustran la política actual parecen darle sentido al temor que manifestaba el abuelo del cantor y poeta argentino Facundo Cabral. Como si se tratase de una profecía cumplida, los idiotas a los que éste temía parecen más dispuestos que nunca a votar en elecciones en las que se inclinan por candidatos incapaces de gesticular más de dos palabras seguidas, sin que una de ellas sea falsa y la otra inexistente. Los idiotas votan en contra de sus propios intereses; aunque -debido a su condición- nunca podrán saberlo. Sin embargo no es esto lo relevante de sus aportes a la idiocracia que han parido, sino el hecho de sentirse bien representados con el idiota que han logrado colocar en el poder. La democracia, en mano de sus elegidos, ha dejado de existir para darle paso al sistema que mejor le sienta al idiota elector: La idiocracia.

La idiotez se ha llevado por delante todo obstáculo que la razón hubiera podido imponerle. Basta escuchar el relato de quienes hoy ocupan el poder para ejemplificar esta suerte de revolución de la idiotez que con alegría aplaude la facción mayoritaria de una sociedad carente de todo raciocinio; una sociedad aletargada, dependiente de criterios ajenos, basureada por las decisiones de grandes corporaciones, y cuya cultura se ha degradado hasta reducirse a su mínima expresión. Para ejemplificarlo mejor sólo restaría el repaso de los discursos (o intentos de discurso) ensayados por líderes mundiales de las actuales democracias; material de archivo que quizás podría ser de gran utilidad en un futuro cercano, si es que algún idiota llegara a preguntarse “¿qué fue lo que le sucedió a la Humanidad?”.

Estudios científicos demuestran que al haber desarrollado tanto el ser humano el control de la naturaleza y las enfermedades, se ha interrumpido lo que Darwin dio en llamar “selección natural”. Esto significa que individuos que se hubieran extinguido hace miles de años por no adecuarse al medio, sobreviven, campan a sus anchas, se reproducen y, de esta manera, perpetúan su legado de idiotez.  Puede que nos encontremos ante una mayoría de idiotas que vota a conciencia, y que ha logrando convertir en presidente de su país al máximo exponente de todos los idiotas.   

De no haber sido por las referencias directas a marcas autóctonas, programas de televisión y fenómenos culturales propios, la película “Idiocracia”, estrenada en 2006, bien podría haber cobrado relevancia universal. Aún así, la sátira futurista y ácida -dirigida por Mike Judge– no deja de ser perturbadoramente profética, ya que el mundo que describe está habitado por idiotas, gobernado por idiotas, y condenado a un apocalipsis que se producirá por el accionar de esa idiotez que caracteriza a la humanidad del año 2503. Sin embargo no hizo falta esperar 500 años para encontrar un sinfín de similitudes entre el mundo imaginario de Judge y el actual. La llegada de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos adelantó la profecía. En el film, el presidente es una estrella de la lucha libre y actor porno. Por todos es sabido que Trump disfruta de presentarse en los combates de pro-wrestling y que su campaña estuvo basada en el show y el entretenimiento, y en su manía por autoproclamarse “gran follador”; auto-descripción que logró conquistar el voto del macho idiota americano.

De “Idiocracia” se desprende el documental “Nuestros cerebros en peligro”, en el que se recogen los testimonios de científicos de diversos países que han investigado el déficit de inteligencia que afecta a la raza humana. Quizás como resultado de este déficit -científicamente comprobado- nos encontramos hoy con una sociedad que no sólo aplaude las incongruencias de sus representantes, sino que las reproduce como grandes máximas. Una sociedad embrutecida para la cual la política y el reality show que miran por tv, mientras comen papas fritas, son la misma cosa; una sociedad dirigida por auténticos payasos que desde sus sillones presidenciales desafían al sentido común, y convierten la realidad en un espectáculo circense que el idiota elector aplaudirá con alegría, ignorando que será su propia idiotez la que acabe, finalmente, por provocar el apocalipsis.

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