DESIDERATA
Camina plácidamente en medio del ruido y de la prisa,
Y recuerda cuanta paz puede haber en el silencio.
Tanto como sea posible –y sin claudicar- llévate bien con todos.
Di tu verdad tranquila y claramente, y escucha a los otros.
Incluso al simple y al ignorante: ellos también tienen su historia.
Evita a los exaltados y a los agresivos,
Pues son ofensas al espíritu.Si te comparas con otros puedes envanecerte o amargarte,
Ya que siempre habrá quien sea menos y quien sea más que tú.
Disfruta con tus logros y con tus proyectos.
Mantente interesado en tu trabajo, por humilde que sea:
Es un bien real entre la fortuna cambiante del tiempo.
Sé cauto en tus asuntos, porque el mundo está lleno de trampas.
Pero ello no debe cegarte para ver la bondad que también hay:
Mucha gente lucha por altos ideales y, por doquier,
La vida está llena de heroísmo.Sé tú mismo y, especialmente, no finjas afecto.
Ni seas cínico en el amor:
Frente a toda aridez y desencanto, sé perenne como la hierba.
Acepta con gracia el paso de los años
Y cede con elegancia los atributos de la juventud.
Fortalece tu espíritu para refugiarte en él
Cuando llegue la desgracia inesperada.
Pero no te angusties con imaginaciones:
Muchos miedos nacen del cansancio y de la soledad.Sin dejar una sana disciplina,
Sé amable también contigo.
Tú eres un hijo del universo,
No menos que los árboles y las estrellas:
¡Tienes derecho a estar aquí!
Y, lo creas o no, el universo ensancha el horizonte cada día.
Por tanto, ten paz con Dios,
Cualquiera que sea la idea que tengas de Él.Y cualesquiera que sean tus aspiraciones
En la ruidosa confusión de la vida,
Ten paz contigo mismo.
Con toda su hipocresía, esclavitudes y sueños rotos,
Este es todavía un mundo hermoso.
Ten cuidado.
Lucha por ser feliz.***
Versión Inglesa, del S. XVI, anónima, de los Versos áureos pitagóricos
TODO ES VANIDAD
Libro de Eclesiastés
“El sentido del mundo tiene que residir fuera de él.
En el mundo todo es como es y todo sucede como sucede;
no hay en él valor alguno y, si lo hubiera, no tendría valor alguno”
(Wittgenstein – Tractatus, 6.41)
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo que se pueda decir: he aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios”.
* * * * * *
Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
¿Hay algo que se pueda decir: he aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hombres, para que se ocupen en él.
Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.
Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.
Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparán debajo del cielo todos los días de su vida.
Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto.
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.
Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora para hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
¿Y quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También esto es vanidad y mal grande.
Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.
Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
* * *
ECLESIASTÉS O EL PREDICADOR, capítulos 1 y 2. La Biblia, antigua versión de Casiodoro de Reina (1569) revisada por Cipriano de Valera (1602). Sociedades Bíblicas Unidas, revisión de 1960. Filosofía Digital, 2009.
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