CORRUPCIÓN DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA. EL CASO AGAPITO MAESTRE. De aquéllos polvos, estos lodos

El escándalo Maestre

Por CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS

¿Quedará engullida la denuncia del caso Agapito Maestre como sucede con la piedra que se lanza a la charca? ¿No habrán valido de nada el manifiesto de filósofos encabezado por Bueno y Savater o artículos como el  vigoroso de Ignacio Camacho en este periódico? ¿Se consumará la expulsión de Agapito Maestre de la Universidad de Almería?

Es éste uno de los escándalos académicos más brutales que uno ha podido conocer: se le arranca de la cátedra a su titular por no haber adjuntado en el papeleo de la convocatoria -hace diez años- un documento puramente formal, un venial requisito que ahora le sirve al Tribunal Superior de Andalucía para llevar a cabo una tarea inquisitorial. Porque el pecado de este profesor de Filosofía había consistido en convertirse en un foco crítico de la política socialista.

Tengo en torno a mi ordenador algunos de los libros de Agapito Maestre. Está todo en ellos. Quiero decir que en estos textos están las claves de su pensamiento y, por tanto, de su expulsión. En un ensayo sobre la Ilustración, A. M. recordaba la consigna de las luces «sapere aude!» que él iba a traducir de un modo libre y más radical: ¡atrévete a criticar! Lo hizo, y le han sacrificado. Visto el caso con esta perspectiva, hay que reconocer que el filósofo y los aparatistas del PSOE han sido, cada uno en su función, consecuentes. Aquél, al defender la verdad; éstos, al perseguirla.

El nervio que recorre toda la obra de Agapito Maestre es precisamente la idea del pensamiento crítico como riesgo, no sólo intelectual sino vital, material. Por esa razón, A. M. habla de la valentía cívica del intelectual: «En el fondo estoy persuadido de que el coraje civil del pensamiento enfático consiste en «vivir peligrosamente».

El modelo de pensador de A. M. no es el de Rodin que interioriza el mundo, sino el de quien piensa hacia afuera con el objetivo de intervenir en la sociedad hasta el punto de cambiarla. Nuestro ensayista no está por las ideas puras sino, como quería Ernesto Sábato, por la necesidad «de inventar un arte que las mezcle con el baile, los alaridos, la geometría... un ritual en el que los gestos estén unidos al más puro pensamiento». En definitiva, nuestro profesor de Almería, antes de la Complutense y antes discípulo de Habermas, colaborador en diarios y revistas, no está por el pensamiento intransitivo sino por aquél que se traduce en la acción política. Por eso, para él la política es «el ámbito dominante de la existencia auténtica... el espacio privilegiado donde al hombre le es dado realizarse en cuanto tal («La escritura de la política»).

Así que ahí, en ese terreno del conflicto que es la política, iba a encontrarse Agapito Maestre con y frente a los políticos, y de esa confrontación iba a salir esta venganza sórdida, especialmente cobarde por lo burocrática, de la expulsión de la cátedra. Agapito Maestre sabía que se exponía a mucho en su búsqueda de la verdad, pero posiblemente no hasta este punto. Era consciente de que una de las formas de castigo es el exilio en la propia patria, el ninguneo de los mandarines, el desplazamiento de los centros de poder. Había escrito: «El exilio interior es ya el horizonte de nuestro desaliento».

Quizá de todo este calvario que está viviendo A. M., lo más doloroso haya sido la decepción andaluza. Él creía en la cultura fronteriza de esta tierra. Para él Andalucía ha sido «una manera plural de entender la vida. Me siento privilegiado -había escrito- de escribir y vivir en una frontera».

Mi ordenador está rodeado por los libros de Agapito. Los toco, los atuso, como si estuviera pasando mi mano por su cabeza, por su pelo ensortijado, rebelde.

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POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD: LA CORRUPCIÓN DE LOS TÍTULOS UNIVERSITARIOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

https://www.abc.es/espana/abci-fraude-academico-presidente-senado-manuel-cruz-plagio-nueve-autores-manual-filosofia-201909100341_noticia.html

 

 

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Agapito Maestre cesado como catedrático de la Universidad de Almería

El catedrático de filosofía Agapito Maestre informa de cómo ha sido desposeído de su cátedra por la Universidad de Almería

Por Agapito Maestre

Abril de 2002

 

Querido amigo:

Lo mejor será contar muy sintética y «descarnadamente» los hechos:

En 1995 o comienzos del 96, residiendo en Madrid, y a través de una convocatoria aparecida en el BOE firmo una plaza para presentarme a una cátedra del Área de Filosofía (perfil: «Corrientes actuales del pensamiento contemporáneo»).

En 1996, obtuve la cátedra de Filosofía en la Universidad de Almería, el Presidente del Tribunal fue Gustavo Bueno, hasta entonces yo era Profesor Titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad Complutense (y en excedencia como Profesor Adjunto de «Historia de la Filosofía» de la misma Universidad). Y el mismo año 1996 fui nombrado catedrático y tomé posesión de mi cargo.

En 1998, una Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (T.S.J.A.) anulaba la convocatoria de la plaza al haberse omitido el preceptivo Informe del Departamento correspondiente (aunque fue muchas veces requerido, según dicen los miembros del antiguo equipo rectoral y consta en las diligencias del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, al Departamento por el que se sacaba la plaza... El antiguo rectorado pidió, en el año 1996, permiso a la Sala del T.S.J.A. para realizar la oposición y ésta lo concedió...).

En 1998, al enterarme de la sentencia, y como yo nunca tuve conocimiento de ese procedimiento judicial, me quede perplejo. Pues no pude jamás tener ocasión de intervenir en él. Por eso, pedí amparo por indefensión al Tribunal Constitucional a través de mi letrado Don Manuel Clavero Arévalo (recurso 1730/98 A). El Tribunal Constitucional admitió a trámite la petición de amparo, e incluso por un Auto, de 8 de febrero de 1999, la Sala Segunda del Alto Tribunal resolvió acordar la suspensión de la ejecución de la Sentencia del T.S.J.A. respecto del fallo anulatorio de la convocatoria de mi plaza; pero el 11 de febrero de 2002 lo ha desestimado por una Sentencia de la que fue ponente doña Elisa Pérez Vera, a pesar de que el Fiscal y el Abogado del Estado me concedían el amparo.

En 1999, mientras yo solicitaba amparo al Constitucional, la sentencia fue recurrida en el Tribunal Supremo por los Ministerios de Educación y Justicia en «Interés de Ley», y el Tribunal Supremo el 9 de febrero de 1999 estimó el recurso, declarando como doctrina legal que el Informe omitido por el Departamento no tiene carácter vinculante. Y, por lo tanto, la Sentencia del T.S.J.A. no sería ya aplicada a terceros (no entraría, dicho llanamente, en los Aranzadis).

A pesar de que la Sentencia de 1998 del T.S.J.A. sólo anula la convocatoria sin pronunciarse sobre la resolución del Concurso-Oposición, que jamás fue recurrido por nadie ni en ese proceso ni en otro, ha de entenderse que la resolución del Concurso no debería verse afectada por una sentencia que anula la convocatoria por la ausencia de un mero trámite formal, nunca invalidante de los actos posteriores (un Informe preceptivo, pero no vinculante, que nunca habría hecho cambiar la Resolución del Concurso), y a pesar que hay diversas fórmulas para solucionar el problema del que nadie se beneficia (ni siquiera los recurrentes), y a pesar de los Informes del Ministerio de Educación sobre la citada Sentencia que nunca invalida el nombramiento de Catedrático a los afectados por la Sentencia, y a pesar de que Maestre ha impartido toda su docencia del curso 2001-2002 por tenerla concentrada en el primer cuatrimestre, y a pesar de tener aprobada por su Departamento la programación docente del próximo curso, y a pesar de que se paralizan todos los trabajos del Grupo de Investigación que dirijo, y a pesar de que el rectorado ha ejecutado de modo diferente sentencias similares referidas a profesores contratados, y a pesar de los pesares, &c., &c. el martes santo, en plenas vacaciones de Semana Santa, 26 de marzo, a las 13 horas, Agapito Maestre recibió la llamada de un PAS para que se pasase por la Universidad a recoger una carta o resolución, firmada por el Secretario General de la Universidad, el día 22 de marzo, en la que se le niega (o se le cesa) como Catedrático de la Universidad de Almería. ¡Vida!

En fin, queridos lectores, he aquí un ciudadano que, primero, no pudo personarse, por desconocimiento, en la causa que instruía el Tribunal Superior de Andalucía que trataba sobre la impugnación de la convocatoria de tres plazas; en segundo lugar, no pudo apelar a otras instancias cuando conoció la sentencia del T.S.J.A., pues en esa época no cabían recursos ni de apelación ni de casación contra ese tipo de sentencias que anulaba la convocatoria y, en tercer lugar, a pesar de ser una sentencia cuya doctrina ha sido considerada perjudicial al interés público por el Tribunal Supremo ha podido aplicarse en su contra (porque las sentencias recurridas por el Tribunal Supremo no afectan para los casos concretos sobre los que se dictaron), con lo cual se da la paradoja de que si se hubiera reiterado el proceso –siempre que el Tribunal Constitucional le hubiera admitido el recurso de amparo– contra la convocatoria, el Tribunal Superior de Justicia no habría podido aplicar la doctrina que empleó en su momento por haberlo así declarado el Tribunal Supremo...

¿Por qué la Universidad de Almería ha ejecutado la sentencia del modo menos favorable a su catedrático, es decir, dejándole en la calle, a pesar de tener otras alternativas (hay varios dictámenes de expertos y reconocidos juristas, así como del propio Ministerio de Educación que niegan radicalmente esa forma de ejecución)? ¿Persecución política e intelectual? ¡Obvio! ¿Por qué se convocan plazas con vicios formales sin que lo sepan los interesados? Para tener atrapados a los afectos al «régimen» convocante (endogamia o prevaricación a plazo fijo), y si la obtiene uno que no es «afecto», posteriormente, poder «eliminarlo» con trabas formales de la peor burocracia estalinista.

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¡Vivan los imposibles!

Por Agapito Maestre

 

Sócrates tenía razón al decir que una sociedad es totalitaria y cruel, si en ella todo es posible. Mi amigo, un poeta socrático contemporáneo, apostilla: «No hay solución. Desengáñate de poder vivir tranquilamente en una Comunidad donde todo es posible.» Mi opinión es menos pesimista, pero les contaré una historia singular, excepcionalmente mi pequeña historia, con ánimo de expresar públicamente un desasosiego, que empieza a ser común a quienes vivimos en Andalucía. Me refiero al miedo, a la indefensión, ante las instituciones. Yo, por ejemplo, soy catedrático de la Universidad de Almería por Oposición, desde el año 1996, el presidente del Tribunal fue Gustavo Bueno, y toda mi vida está proyectada en el alma mater, pero el Rector me ha cesado durante las vacaciones de Semana Santa. ¡El caso de Edurne Uriarte, en el País Vasco, comparado con esta decisión, en una Universidad de Andalucía, deja de ser algo insólito! El martes santo me llamó un funcionario para entregarme una «extraña carta o resolución», firmada por el Secretario General, que me comunicaba que desde ese mismo momento estaba fuera de la institución, a pesar de haber sido aceptada mi programación docente para el próximo curso. Dicho con llaneza, aunque soy Catedrático de Universidad desde el año 1996, estaba en la calle. ¡Nada es imposible en regímenes sin libertad!

La docencia y la investigación con mis alumnos y compañeros, mis investigaciones en colaboración con otras universidades españolas y extranjeras, varios tramos de investigación reconocidos por el Ministerio de Educación, más de treinta libros publicados (unos en solitario y otros en colaboración), no menos de 100 trabajos científicos, director de un Grupo de Investigación con financiación pública, tesis doctorales dirigidas y otras en preparación, becas y estudios en el extranjero, tres licenciaturas, doctorado con premio extraordinario, tres oposiciones de Universidad ganadas en diferentes Áreas de Conocimiento, etcétera, sólo han servido para recibir una notificación del rectorado con la que pretende anular mi pertenencia al cuerpo de Catedráticos de Universidad por un mero error formal cometido por la propia Universidad, y del que yo no podía tener conocimiento, cuando firmé hace más de siete años la plaza, que he venido desempeñando con estricto cumplimiento de mi deber, incluido lógicamente el de establecer mi residencia en Almería y el consiguiente traslado familiar.

¡Lo imposible es posible! ¡Un martes santo uno se levanta Catedrático y se acuesta sin tener puesto de trabajo! ¡La cosa es seria! Pues que cuando un acto normal, como presentarse a un concurso de cátedra de Universidad y ganarla, puede tener consecuencias dramáticas para su protagonista, es que algo grave está pasando en la sociedad. Cuando lo imposible se hace cotidiano en ciertas universidades, parece que estamos al borde del abismo. Cuando «el todo es posible» de los regímenes totalitarios aparece como algo normal, es que la libertad democrática está herida de muerte. ¿Qué he podido hacer para que un rectorado pretenda anular mi condición de Catedrático de Universidad? Acaso me he excedido en mi crítica sobre los comportamientos de los rectores andaluces, y el de Almería en particular, ante el proyecto de ley del Ministerio de Educación para la reforma de la Universidad española. Acaso no se admite de buen grado que yo defendiese, especialmente para Andalucía, una urgente Ley Orgánica de Universidades. Acaso no sentaron bien mis artículos contra las huelgas surgidas, y a veces organizadas, desde los rectorados contra el proyecto de Ley de Universidades. Acaso no fueron acertados mis comentarios aparecidos en El Mundo de Andalucía sobre la situación de la Universidad española, por ejemplo, cuando escribí: «Una interesante corriente de opinión recorre Andalucía, España, contra las inercias exhibidas por las autoridades académicas y políticas ante el "proyecto" de reforma de la ministra de Educación y Cultura (...). Me han impresionado dos opiniones recientes que pueden ser también de interés para el lector. La primera se refiere a los atropellos cometidos en nombre de la autonomía universitaria (...), que invitan a pensar que tampoco ahora se generaría dentro de la Universidad una movilización capaz de poner freno a atropellos de mayor cuantía; a pesar de todo, el autor de esta opinión hace votos porque una nueva ley cambie el escenario con la ayuda de universitarios dispuestos a luchar por su autonomía, pero siempre con la seria reserva de que los actuales expertos (podría hablarse de equipos rectorales) en los entresijos del gobierno académico llevan demasiados años entrenándose concienzudamente para otras batallas, que no son, precisamente, académicas.

El talento, seguía yo diciendo en ese artículo de El Mundo de Andalucía, es un bien escaso en los espacios universitarios, pero está en trance de desaparecer por la utilización perversa que de la institución han hecho un grupo de rectores y un puñado de profesionales del poder que «desgobiernan» algunos campus (...). Descerebrada, burocratizada y con poquísimos sentido autocrítico, la Universidad española está bajo mínimos. La LRU y todos sus defensores, entre los que destacan los mencionados expertos en los entresijos del poder académico, han conseguido que esta «institución» se mueva por un camino tortuoso entre lo políticamente correcto y la endogamia que, en cuanto conducta desviada de las normas aceptadas por los ciudadanos decentes de cualquier grupo social, roza permanentemente con las acciones del delincuente de guante blanco. La autonomía universitaria es sólo un concepto mancillado por el uso perverso que de ella hacen sus gestores políticos y académicos. Pocos son los que se atreven a reconocer este grave problema, pero mientras no digamos alto y claro que la mayoría de las conductas de los expertos en ganar elecciones universitarias están en los límites de las conductas mafiosas, ya me gustaría a mí que se quedaran en endogámicas, nada podrá reformarse.

Respeto, e incluso aliento, las buenas intenciones de la ministra y su equipo de reformadores, pero si no reconocen el peligro de estas conductas, a mitad de camino entre la actuación corporativa y el desprecio más perverso de los derechos individuales y la excelencia intelectual, sus buenos y piadosos deseos muy pronto se convertirán en gimoteos o, peor aún, en asunto de lucha electoral que es lo que hasta ahora pretendía eludirse. Por lo tanto, las Universidades mejor estarían cerradas que convertidas en centros especializados para el crimen, pues, como dijo Ortega: «Porque una lección es una peripecia de fuerte dramatismo para el que la da y para los que la reciben. Cuando no es esto, no es una lección, sino otra cosa –tal vez un crimen– porque es una hora perdida y la vida es tiempo limitado y perder un trozo de él es matar vida, practicar asesinato blanco. Como en la Universidad actual las lecciones no suelen ser eso que he llamado peripecia quiere decirse que la Universidad es un lugar de crimen permanente e impune.»

En fin, los motivos que han impulsado al rectorado de la Universidad de Almería a dejarme en la calle son difíciles de «explica», quizá hayan sido mis anteriores palabras o la cita de Ortega. ¡Quién lo sabe! Lo cierto es que en materia universitaria la equiparación autonómica de Andalucía con el País Vasco ha llegado a ser total, al menos para los no afectos al régimen gobernante.

http://www.filosofia.org/bol/not/bn028.htm

 

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Manifiesto a favor del catedrático Agapito Maestre

9 de abril de 2002

 

Un catedrático de universidad que obtuvo, en oposición muy brillante, una plaza en la Universidad de Almería (UAL), ha sido cesado por razones administrativas. La ejecución por el Rector de la UAL de una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que anulaba la convocatoria de la plaza por la falta de un requisito formal, sentencia posteriormente considerada por el Tribunal Supremo «en interés de ley» como «gravemente dañosa para el interés general y errónea», ha producido un daño extraordinariamente mayor que el daño administrativo que cabía reparar. «Summum ius, summa iniuria.» La resolución del Rector que le priva de su cátedra es una injusticia que ha perjudicado gravemente al profesor Agapito Maestre, quien desde 1996 ha venido desempeñando, con plena satisfacción para la universidad, su labor docente e investigadora, y que priva a la Universidad de Almería de un excelente profesor de reconocido prestigio internacional.

En la solución o reparación de un problema administrativo hay que actuar produciendo el menor daño posible a personas e instituciones. Sin embargo, la expulsión del profesor Maestre parece mas la obra de una maquinaria abstracta e irreflexiva, que tritura los intereses de todos sin importarle lo mas mínimo las consecuencias. Con hechos como este, la universidad se ve sometida a un régimen burocrático perverso e insensible que termina actuando en contra de los propios intereses de la institución, de los profesores y de los alumnos que pretende salvaguardar. Ni el fundamental principio de la autonomía universitaria, ni el sistema democrático en la toma de decisiones que nos hemos dotado como Estado, han sido, en este caso, útiles para producir un resultado que efectivamente salvaguardara los intereses de la institución y de las personas que la forman: impedir que un ciudadano pueda perder su puesto de trabajo libre, honesta y brillantemente ganado. Consecuencias tan negativas parecen emanar mas de una dictadura disfrazada, que solo buscara favorecer ocultos intereses nunca declarados, que de un sistema libre, democrático e igualitario. Un Estado de Derecho que no dispone de mecanismos para evitar o para corregir errores del calibre del que nos ocupa, solo de nombre puede ser llamado «Estado de Derecho». Si la maquinaria del Estado por el juego ciego de sus normas cruzadas dan lugar a aberraciones como la que tenemos delante, entonces será preciso que en el ámbito de ese mismo Estado de Derecho se busquen y se encuentren soluciones excepcionales y de urgencia.

Los firmantes de este manifiesto, por los argumentos expuestos, apoyamos a nuestro compañero, no solo por motivos personales, sino también por motivos profesionales y de principios, y exigimos de los órganos de gobierno de la Universidad de Almería que encuentren una solución inmediata a este problema y restituyan al profesor Agapito Maestre en su cátedra. Hay muchas soluciones disponibles para reponerle en su puesto de trabajo. No caben excusas.

http://www.filosofia.org/bol/not/bn027.htm

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El escándalo Maestre. Política y Universidad

Por Fernando Muñoz

Prólogo de Francisco Sosa Wagner
Epílogo de Carlos Díaz

 

Agapito Maestre (1954) fue desposeído en 2002 de la cátedra de Filosofía de la Universidad de Almería que había ganado por oposición en 1996, y que venía desempeñando desde ese mismo año. En el momento de presentarse en 1996 a tal oposición, cuyo tribunal presidió Gustavo Bueno, Agapito Maestre era profesor titular de Filosofía Moral y Política en la Universidad Complutense, con una trayectoria académica envidiable. La degeneración universitaria que se venía gestando desde hacía veinte años en la fragmentada España de las Autonomías, afloraba con toda su crudeza. En plenas vacaciones de Semana Santa, el martes santo 26 de marzo de 2002, esa universidad le despoja de la cátedra, desactiva su correo electrónico y cierra su despacho. Así explicaba los hechos él mismo a comienzos de abril: “El catedrático de filosofía Agapito Maestre informa de cómo ha sido desposeído de su cátedra por la Universidad de Almería”. La prensa se hace inmediatamente eco de lo sucedido, que es calificado de escándalo desde el primer momento: “Gustavo Bueno tacha de ‘escándalo’ el despido del catedrático de Filosofía” (El Mundo, Andalucía, jueves 4 abril 2002), Ignacio Camacho, “La razón atropellada” (ABC, Sevilla, viernes 5 abril 2002), César Alonso de los Ríos, “El escándalo Maestre” (ABC, Madrid, martes 16 abril 2002), &c.

El 9 de abril de 2002 se difunde un “Manifiesto a favor del catedrático Agapito Maestre”, cuyos primeros firmantes son Gustavo Bueno, Fernando Savater y Jurgen Habermas. Simultáneamente 81 profesores de la Universidad de Almería piden públicamente a su Rector una rectificación: “¿Qué valores están en juego en el contexto universitario?”. La podredumbre de la situación queda desvelada en “La versión oficial de la Universidad de Almería” (16-17 abril 2002). Como cabía esperar de nada sirvieron denuncias, ruegos y protestas, &c.

Diecisiete años después el profesor Fernando Muñoz Martínez (1967), doctor en Filosofía y en Sociología que “presta servicios en el sistema educativo español desde hace más de veinticinco años”, publica, precisamente en una editorial de Almería, este interesante y documentado libro sobre “el escándalo Maestre”, un libro que debieran revisar tanto quienes puedan entenderlo como necrológica de una universidad irremediablemente difunta, como quienes creyentes en una regeneración quizá posible, debieran adoptarlo como referencia inexcusable de una realidad democráticamente putrefacta que no debe caer en el olvido.

Colección Hispaniola, 20
Editorial Confluencias, Almería 2019
ISBN 978-84-949311-9-2 - 130×210 mm - 217 páginas.

http://www.filosofia.org/bol/bib/nb096.htm

 

 

 

 

 


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  1. La impostura de Alfonso Guerra
    Lo dominante en España, desde que Alfonso Guerra y Felipe González llegaron al poder, fue la cultura subvencionada, o sea incultura para todos.
    Por AGAPITO MAESTRE
    LD

    El viento de la libertad y la inteligencia dejó de correr hace tiempo en España. Duró poco esa brisa fresca. Pronto se impuso la hez de los socialistas sobre la libre creatividad. Sé bien de lo que escribo. Ya al poco de llegar al poder el PSOE, sufrí su persecución. Fui censurado en directo en Radio Cadena Española, delante de muchos testigos que me acompañaban, en los viejos estudios de los antiguos sindicatos, en el Paseo del Prado. Cortaron el programa que se emitía en directo para las setentas o más emisoras de esa cadena pública. El director general obedecía ordenes directas de Alfonso Guerra. No fue una anécdota. Era lo normal. O estabas con los sociatas o matarile. Era su estilo. Siempre fue así. Después, algunos años después, volví a sufrir otra persecución. Está fue aún más cruel. Fui un modelo para que nadie se moviera libremente en la Universidad española sin permiso de los socialistas. Libertad y PSOE no casan bien. Otra vez, el estilo de Guerra triunfó: «Quién se mueva, no lo duden, no sale en la foto». Ordeno y mando. Los viejos usos del franquismo pasaron al PSOE. De hecho, salvo Utrera Molina, fueron millones de franquistas los que nutrieron las filas socialistas. Sí, recuerdo bien cómo los sociatas de Andalucía me expulsaron de mi cátedra de la Universidad de Almería sin que nadie jamás haya explicado por qué… Ya no estaba Guerra sino sus descendientes. Por cierto, en esa época, estaba la derecha en el gobierno de España; fueron muy amables conmigo, incluso su presidente me llamo para solidarizarse con mi expulsión. ¡Qué hombre más simpático Aznar! Habían cambiado algunas formas, pero el fondo su comportamiento era de gente acobardada por el poderío sociata. Les agradecí sus buenas palabras y, desde entonces, miro con escepticismo todo lo que sale de la boca de un político. Me preparé, al fin, para atravesar el camino del desierto. Un país hecho de retazos y de desechos de tientas. Imagino que como otros tantos que forman parte de la UE. En fin, querido lector, procuro ganarme la vida con dignidad y, de vez en cuando, salirme de mis casillas, es decir, mostrar las falsas apreciaciones de hombres públicos que han hecho más mal que bien a nuestro país. El citado Alfonso Guerra es un ejemplo de libro. Su impostura es de un hedor nauseabundo. Sí, ahora va de escritor de columnas moralistas en un periódico digital, pero su pasado es su pasado, y no lo borra ni la madre que lo parió. Sí, lo dominante en España, desde que Alfonso Guerra y Felipe González llegaron al poder, fue la cultura subvencionada, o sea incultura para todos. Sí, Guerra, ese que ahora va dando lecciones de moral por todas partes, fue uno de los principales responsables de la persecución de la inteligencia y la libertad de creación. Ha llegado, pues, el tiempo de hacer memoria crítica del pasado. Es menester saber que los males de hoy tuvieron su origen en gentes como Alfonso Guerra y su amplia cuadrilla de acompañantes, entre los que se contaban Tezanos. El afrancesado y culto Semprún les llamaba la cuadra de los Botejaras o algo así… Pues eso, que ahora viene el jefe de los Botejara en plan fino y, como si fuera un nuevo San Isidoro de Sevilla, se plantea en un periódico con nombre inglés, The Objetive, un interrogante de cartón-piedra más falso que sus memorias: «¿Existe un ideal lo bastante alto como para justificar que los hermanos se maten entre sí?». Obvio. Nadie decente plantearía algo parecido. La vida, una vida digna, está por encima de cualquier abstracción que implique el asesinato o la muerte. Quien nos conmina a pensar con ese tipo de cínico interrogante, solo nos merecen desdén. Y, sin embargo, tengo que reconocer que este tipo de actitud sedicentemente moral está cada día más extendida por toda España. Los malos y perversos políticos quieren aparentar bondad. Terrible. Por fortuna, el espacio de crédito de estos nuevos impostores es cada vez más estrecho, pero, por desgracia, su poder es cada vez más amplio y se ejerce, como es el caso de Guerra, con la mayor fachatada altanería. Pretendía plantear un dilema moral sin saber que eso en lógica es irresoluble. Sobra decir nada sobre una de las mentiras que repiten los socialistas desde la noche de los tiempos: todos los intelectuales estuvieron con la República. Guerra lo dice con una anfractuosa y mejorable prosa: «En la novela se expresa con claridad la preocupación que tienen los dedicados a la cultura por el hecho de que todos los intelectuales estén del lado de la República».

    https://www.libertaddigital.com/opinion/2023-07-20/agapito-maestre-la-impostura-de-alfonso-guerra-7035530/

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