Cuentan que en la Segunda Guerra Mundial, un aviador Inglés se estrelló cerca de Tombuctú, y fue auxiliado por los Dogón, comerciantes de Caravana. Tras casi un año de camino, en el que se detuvieron en infinidad de poblados, a veces para comerciar, a veces solo para reencontrarse con gentes queridas, la Caravana llevó al inglés hasta El Cairo. Desde allí volvió a Inglaterra.
Años después, volvió a Tombuctú, reencontrándose con los beduinos. Tras los saludos de rigor, comenzó a contar las “maravillas” de la civilización:
– Recuerdo lo que tardamos en llegar a El Cairo. ¿Todavía seguís haciendo la misma ruta?, preguntó.
Cuando le contestaron afirmativamente, prosiguió:
– Pues con los medios de transporte actuales, el camino que hacéis en un año, nosotros lo hacemos en pocos días.
El Jefe Dogón quedó pensativo. Se hizo el silencio. Tras unos minutos, el beduino preguntó al inglés:
– Y, ¿qué hacéis el resto del año?
Cuento popular de los Dogón
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EL CANTO MÁS LIBRE
Por Khalil Gibran
Y un viejo sacerdote pidió: Háblanos de la Religión. Y él dijo:
¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?
¿No son todos los actos y todos los pensamientos, religión?
¿Y aun aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar?
¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus trabajos?
¿Quién es capaz de desplegar sus horas ante sí mismo, diciendo: “Esto es para Dios y esto para mí, esto para mi espíritu y esto para mi cuerpo”?
Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.
El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor andará desnudo.
El sol y el viento no agrietarán su piel.
Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro-cantor en una jaula.
El canto más libre no surge detrás de las rejas ni dentro de las jaulas.
Y aquel para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, aún no conoce la mansión de su espíritu, que tiene ventanas que se extienden desde el alba.
Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión.
Cada vez que en él entréis, llevad con vosotros todo lo que tenéis.
Llevad el arado y la fragua, el martillo y la guitarra.
Y todo lo que habéis hecho por gusto o por necesidad.
Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más abajo que vuestros fracasos.
Y llevad con vosotros a todos los hombres.
Porque, en la adoración, no podéis volar más lejos que sus esperanzas ni humillaros más bajo que vuestras angustias.
Y si llegáis a conocer a Dios, no os convirtáis en explicadores de enigmas.
Mirad más bien a vuestro alrededor y lo veréis jugando con vuestros hijos.
Y mirad hacia lo alto; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el rayo y descendiendo en la lluvia.
Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos desde los árboles.
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KHALIL GIBRAN, poeta libanés (1883-1931). El profeta. Ediciones Bosmar, 1980. Obras Completas, tomo I. Filosofía Digital, 2009.
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¡OH, MI FE, MI SABIDURÍA AGRESTE Y FIRME!
Por Khalil Gibran
“El hombre prudente no oscila permanentemente entre la credulidad y el racionalismo, ni se columpia en el escepticismo. Sabe que el instinto también tiene su inteligencia; y la certeza moral de LA FE, a falta de razón clara, le puede servir muy bien de guía en la vida cotidiana. Menudo chapucero habría sido el Creador si hubiera limitado el sentido moral, es decir, la capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, solamente a los listos” (Jesús Nava).
Desde lo más profundo de mi corazón, un ave subió
y voló hacia el cielo.
Cada vez más alto subía, pero cada vez más grande
crecía.
Al principio no era sino una golondrina, luego
una paloma, después un águila, más tarde tan enorme
como una nube de primavera, y, por último, llenó
los estrellados cielos.
Desde mi corazón, un ave voló hacia el cielo. Y creció
más grande conforme volaba. Pero no abandonó mi
corazón.
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¡Oh, mi fe, mi sabiduría agreste y fuerte! ¿Cómo
volaría a tu altura y vería contigo el yo más grande
del hombre grabado sobre el cielo?
¿Cómo convertiría este mar de mi interior en neblina
para moverme contigo en el inconmensurable espacio?
¿Cómo puede un prisionero en el templo contemplar
sus cúpulas doradas?
¿Cómo se estirará el corazón de la fruta para envolver
también la fruta?
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¡Oh, mi fe! Estoy encadenado tras estas cadenas
de plata y ébano, y no puedo volar contigo.
Desde mi corazón subes hacia el cielo y es mi corazón
el que te agarra, y yo estaré contento.
KHALIL GIBRAN, poeta libanés (1883-1931). El precursor: parábolas y poemas, 1920. Una Antología ilustrada. Art Blume, 2010. Traducción: Juan Pedro Monferrer Sala.
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EL TRABAJO ES AMOR HECHO VISIBLE
Por Khalil Gibran
“Y yo os advierto que la vida es, efectivamente, oscuridad cuando no hay un impulso. Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo conocimiento es inútil cuando no hay trabajo. Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor”.
Un labrador pidió: “Háblanos del Trabajo”.
Y el Maestro respondió, diciendo:
Trabajad para que podáis conservar la paz con la tierra y con su alma. Porque el permanecer ocioso es volverse un extraño para las estaciones, y dejar la procesión de la vida, que anda con majestad y orgullosa sumisión hacia el infinito.
Cuando trabajáis os convertís en una flauta a través de cuyo corazón se transforma en melodía el murmullo de las horas. ¿Quién de vosotros desearía ser una caña, muda y silenciosa, mientras todo lo demás canta cual un coro al unísono?
Siempre se os ha dicho que el trabajo es una maldición y la labor una desgracia. Pero yo os digo que cuando trabajáis cumplís con una parte del sueño más remoto de la tierra, el cual os fue asignado cuando ese sueño nació.
Y trabajando estáis, en verdad, amando la vida. Y el amor a la vida por medio del trabajo, es intimar con su secreto más hondo.
Pero si en vuestra aflicción llamáis dolor al nacimiento y al sostén de la carne una maldición impresa sobre vuestra frente, entonces yo os advierto que nada que no sea el sudor de vuestra frente podrá borrar lo que en ella ha sido impreso.
También se os ha sido dicho que la vida es oscuridad, y en vuestro cansancio os hacéis eco del jadear del fatigado. Y yo os advierto que la vida es, efectivamente, oscuridad cuando no hay un impulso. Y todo impulso es ciego cuando no hay conocimiento. Y todo conocimiento es inútil cuando no hay trabajo. Y todo trabajo es vacío cuando no hay amor.
Porque cuando trabajáis con amor estáis en armonía con vosotros mismos, y con los otros, y con Dios.
¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer la tela con hilos sacados de vuestro corazón, es como si vuestro ser más amado tuviera que vestirse con esa tela.
Es construir una casa con cariño, como si vuestro ser más amado hubiese de morar en ella.
Es sembrar con ternura y cosechar con gozo, como si vuestro ser más amado hubiera de comer su fruto.
Es impregnar todas las cosas que efectuáis con el aliento de vuestro propio espíritu. Y saber que todos los muertos benditos se alzan frente a vosotros y os miran.
Con frecuencia os he oído decir, como si hablaseis en sueños: “El que trabaja el mármol, y talla la forma de su alma en la piedra, es más noble que aquel que ara la tierra. Y el que se adjudica el arco iris para plasmarlo en un lienzo y convertirlo semejante al hombre, es más valioso que aquel que hace las sandalias para nuestros pies”.
Pero yo os aseguro, no en sueños, sino en la vigilia del mediodía, que el aire no habla con más dulzura a los robles gigantescos que a la minúscula brizna de hierba. Y sólo es grande aquel que convierte la voz del aire en un cántico que su amor hace más dulce.
El trabajo es amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor, sino tan sólo con desagrado, será preferible que dejéis de trabajar y toméis asiento a la entrada del templo y recibáis limosna de los que trabajan con alegría.
Porque si cocináis el pan con indiferencia estáis cociendo un pan amargo que alimenta sólo a medias el hambre del hombre. Y si pisáis las uvas con disgusto, vuestro murmurar destila veneno en el vino. Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, pero no amáis el canto, estáis entorpeciendo los oídos de los hombres para las voces del día y las de la noche.
KHALIL GIBRAN, El profeta. Obras completas, Ediciones Bosmar, 1980. Filosofía Digital, 2007
Kahlil Gibran fue un poeta, pintor, novelista y ensayista libanés nacido en Bisharri, Líbano, el 6 de enero de 1883 y fallecido el 10 de abril de 1931 en New York. Gibran Kahlil también es conocido como el poeta del exilio. Muchos de los escritos de Gibran tocan el cristianismo, especialmente en cuanto al amor espiritual. Pero su misticismo es una convergencia de varias influencias diferentes: el cristianismo, el islam, el judaísmo y la teosofía.
Escribe: “Ustedes son mis hermanos y los amo. Los amo cuando se postran en sus mezquitas, se arrodillan en sus iglesias y oran en sus sinagogas. Ustedes y yo somos hijos de una sola fe: el Espíritu”.
El libro más conocido de Gibran es “El Profeta”, compuesto de veintiséis ensayos poéticos.
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