FEMINISMO RADICAL I: «Catharine MacKinnon. Fundamentos del feminismo radical», por Tasia Aránguez

Aleksandra Kollontái, lo personal es político

 
JOSEFINA L. MARTÍNEZ | ctxt.
 

 

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Catharine MacKinnon. Fundamentos del feminismo radical

Por Tasia Aránguez

Catharine MacKinnon (II). Fundamentos del feminismo radical

Después de la entrada anterior sobre Catharine MacKinnon contra la pornografía, en esta entrada expongo algunos rasgos centrales del feminismo radical según los presenta MacKinnon en su obra “Hacia una teoría feminista del Estado”. Estas reflexiones resultan particularmente esclarecedoras para distinguir al feminismo radical de otras corrientes del pensamiento. El término radical alude a “raíz” y designa a una corriente feminista concreta que se desarrolló fundamentalmente en los años setenta en Estados Unidos y que estudia la raíz de la opresión patriarcal. Es la corriente que alcanza mayor profundidad teórica en el análisis de la opresión de las mujeres. Por tanto, el término “radical” no tiene el significado y la carga negativa que suele dársele en castellano. He dividido este texto en cuatro apartados temáticos: el feminismo radical frente al feminismo liberal, ¿qué es ser mujer?, ¿la maternidad implica una vulnerabilidad biológica? y la concienciación (lo personal es político).

 

 

El feminismo radical frente al feminismo liberal

Para comprender las características del feminismo radical resulta útil compararlo con el feminismo liberal. MacKinnon destaca una serie de diferencias. Mientras que el feminismo liberal aspira a destruir el sexismo a través del cambio individual, el feminismo radical trata de acabar con el patriarcado mediante la acción colectiva.

Para el feminismo liberal el problema radica en la diferenciación entre los sexos, y dicho problema se combate desdibujando los roles sexuales mediante las actitudes personales. Por ejemplo: si una mujer reclama visibilidad, toma la iniciativa y tiene un estilo profesional más agresivo, logrará alcanzar una posición mejor. El feminismo radical sostiene que para las mujeres no es suficiente con cambiar sus actitudes para acabar con la opresión.

“El voluntarismo del liberalismo consiste en su noción de que la vida social está compuesta por acciones autónomas, intencionales y voluntarias, con excepcionales limitaciones o restricciones ”. Por el contrario, el feminismo radical adopta una posición más determinista. Las mujeres tienen menos control sobre su destino social que los hombres, sus posibilidades de contribuir a la sociedad están restringidas y sus logros son infravalorados, su dignidad se ve frustrada y su seguridad física violada. La desigualdad de poder entre los sexos es un problema material y no una mera cuestión de actitud. “Las mujeres saben que allá fuera hay un mundo masculino porque les da en la cara. No importa lo que puedan pensar de él, que traten de pensar que no existe o de pensarlo con otra forma: sigue siendo real independientemente, sigue forzándolas a ciertos moldes. Piensen lo que piensen y hagan lo que hagan, no pueden escapar de él. Tiene toda la indeterminación del pilar de un puente contra el que se choca a cien kilómetros por hora”.

Incluso allá donde parece que las mujeres actuamos libremente, los márgenes de nuestra libertad están forjados por la impotencia. Sin embargo, aunque individualmente tenemos poco poder, cuando nos unimos tenemos mayores posibilidades de transformación social. “Las mujeres luchan por transformar las condiciones, pero no es posible resistirse a esas condiciones sin unos medios dados o tomados”. Es necesario tomar o derrumbar las estructuras cooptadas por los hombres.

El patriarcado “es un sistema social que divide el poder. Por tanto, es un sistema político”. Mackinnon señala que a lo largo de la historia, y también en la actualidad, “las mujeres han sido económicamente explotadas, relegadas a la esclavitud doméstica, forzadas a la maternidad, sexualmente objetificadas, físicamente ultrajadas, utilizadas en espectáculos denigrantes, privadas de voz y de cultura auténtica y de derecho a voto, excluidas de la vida pública. (…) Han estado sistemáticamente sometidas a la inseguridad física, han sido blanco de la denigración y la violación sexuales, despersonalizadas y denigradas, privadas de respeto, credibilidad y recursos, y se las ha silenciado, se les ha negado la presencia pública, la voz y la representación de sus intereses”. Y el sistema patriarcal no es fruto de la generación espontánea, sino que son los hombres quienes se benefician del mismo y los responsables de su perpetuación.

 

 

Desde la óptica del feminismo liberal tanto los hombres como las mujeres son víctimas de la diferenciación entre los sexos, pues a los hombres también se les imponen roles y comportamientos. Sin embargo, el feminismo radical sostiene que existe un sistema de dominación que sitúa a las mujeres al servicio de los hombres. Las mujeres son las víctimas del patriarcado y los hombres son la parte beneficiada. Resulta cínico establecer una comparación equidistante sobre la opresión que sufren hombres y mujeres, del mismo modo que resultaría cínico  señalar, sin introducir matiz alguno, que tanto las personas pobres como las millonarias son víctimas del sistema capitalista.

El feminismo radical rechaza la vía de “emancipación” que ofrece el liberalismo. El liberalismo, como mucho, permite que las mujeres se integren en las instituciones y que adquieran derechos abstractos, pero no revisa la estructura de dichas instituciones, de modo que la incorporación no puede producirse en condiciones de igualdad. La incorporación igualitaria de las mujeres requeriría una transformación radical de todas las instituciones de la sociedad y esto daría lugar a un sistema distinto.

El feminismo radical también rechaza las soluciones que le ofrece el marxismo. El marxismo está siempre al límite de aconsejar a las mujeres la abdicación del Estado como escenario, y con él la renuncia de aquellas mujeres que tienen oportunidades de ser oídas por el Estado. El rechazo de la vía institucional legal es un camino que no podemos permitirnos. “La situación de las mujeres no ofrece nada exterior sobre lo que ponerse en pie y mirar, ni interior hacia lo que escapar, demasiada prisa para esperar, ningún otro sitio adonde ir y nada que utilizar si no son las herramientas torcidas que nos han metido por la garganta”. (…) “Si el feminismo es revolucionario, aquí está el porqué”.

 

¿Qué es ser mujer?

Las mujeres comparten una realidad, aunque debemos aceptar que la noción de “mujer” crea una falsa homogeneidad. La categoría “mujer” ha de incluir (pero no trascender) la individualidad y la profunda diversidad de la raza, la clase, el tiempo y el lugar. El feminismo desmiente la idea patriarcal de que todas las mujeres son iguales y busca la verdad de la opresión colectiva. “Aunque la raza o la clase o la psicología de una mujer puedan definirla entre las demás mujeres, el hecho mismo de ser mujer tiene un significado que define decisivamente a todas las mujeres desde el punto de vista social, desde sus momentos más íntimos hasta sus relaciones sociales”.

“¿Qué es en realidad una mujer? Casi todas las feministas dan por supuesto implícitamente que la femineidad biológica es índice y lazo suficiente de lo que la sociedad cree que es: una mujer es quien vive en un cuerpo femenino. Otros sitúan lo que las mujeres tienen en común dentro de una realidad compartida de tratamiento común como sexo: una mujer es quien ha sido tratada como tal. Algunos definen a la mujer como quien piensa de sí o se identifica como tal. Casi todas las personas consideran que la situación de la mujer es un hecho descriptivo de la desigualdad entre los sexos: ninguna mujer escapa al significado de ser mujer dentro de un sistema social que define a las mujeres por el sexo”.

 

 

El sexo (ser hembra biológica) es la realidad material que se utiliza como excusa para establecer la dominación de un grupo sobre el otro. Las diferencias biológicas son la excusa que se utiliza para justificar la asimetría, el sistema de dominación. El feminismo radical rechaza que las diferencias biológicas sean una justificación válida para la dominación de los hombres sobre las mujeres. La naturaleza no determina los comportamientos femeninos. Las mujeres están socialmente definidas de un modo tal que ni siquiera pueden vivirse, sentirse o percibirse como algo distinto de su definición asignada, la femineidad solo es el conjunto de necesidades proyectadas por los hombres.

En esta sociedad, la biología de un sexo es una desventaja social, mientras que la biología de otro no lo es (o incluso constituye una ventaja). La sexualidad de un sexo es un estigma y una provocación para la violación, mientras que la sexualidad de otro es socialmente fuente de placer, aventura, poder (de hecho, la definición social de la potencia), deificación, entretenimiento, vigor y libertad. La cuestión relevante no son las diferencias biológicas ni las procedentes del género, sino el significado social que se atribuye a dichas diferencias como justificación de la dominación. La desigualdad es jerarquía y las diferencias solo son excusas a posteriori para justificar la jerarquía.

 

¿La maternidad implica una vulnerabilidad biológica?

Simone de Beauvoir sostiene con respecto a la mujer que “su desgracia es estar destinada por la biología a la repetición de la vida”. Según esta tesis el problema no radica solo en el hecho de que la sociedad penalice la maternidad, sino en la maternidad en sí misma. Poder quedar embarazadas y tener más cercanía con la progenie nos hace naturalmente vulnerables. Sostiene Beauvoir que si la mujer hubiera podido dedicarse al trabajo productivo, hubiera conquistado la naturaleza con el hombre, pero ella quedó atrapada en los procesos de la vida y el hombre no reconoció en ella a un ser igual.

 

 

MacKinnon se pregunta: ¿por qué las tareas a las que la mujer dedicó sus fuerzas no le dieron supremacía sobre el hombre o igualdad con este?, ¿por qué se considera esclavitud la relación de la mujer con la maternidad pero las tareas de los hombres se interpretan como conquista de la naturaleza?, ¿por qué el reconocimiento lo atribuye el hombre con su percepción y no la mujer, por lo que vio en otras mujeres o en sí misma? “solo suponiendo que el poder masculino es predominante pueden basarse, incluso existencialmente, las relaciones sociales en el cuerpo”.

Las explicaciones naturalistas de la situación social desigual sostienen que la característica que comparten los miembros del grupo dominante es la causa de su dominio y las características que comparten los grupos subordinados son la causa de su subordinación. Firestone, en la línea naturalista, sostiene que la clase sexual, a diferencia de la clase económica, surge directamente de la realidad biológica de la maternidad, que es causa de la opresión original y continuada. Por eso para Firestone la libertad requerirá la liberación de la mujer de la tiranía de su biología mediante la creación de matrices artificiales y la asunción de la crianza de los hijos e hijas por la sociedad organizada en grupos de cuidados. Los problemas biológicos tienen soluciones biológicas.

Beauvoir sostiene que parir y amamantar son funciones limitantes porque no implican ningún proyecto, no transforman el mundo, son tareas repetitivas y no permiten a la mujer sentirse orgullosa. MacKinnon, si bien reconoce que el mito de la maternidad ha servido para engañar y atrapar a la mujer, señala que el hecho de que la maternidad suponga algo limitante deriva de la valoración social de la maternidad y de las consecuencias que esta tiene en la sociedad sobre la vida de la mujer, como la restricción de su uso del tiempo, el estrechamiento de su mundo y sus opciones vitales. Beauvoir sostiene que hay un significado natural invariable en la maternidad y MacKinnon cuestiona esta tesis. Para MacKinnon, tomar la biología de la mujer como base para la liberación no va realmente a la raíz del problema. El objetivo debe ser transformar la sociedad para que el hecho de parir y amamantar no disminuya la libertad de las mujeres ni restrinja sus posibilidades.

 

La concienciación. Lo personal es político

La concienciación es el método que da lugar a la teoría del feminismo radical. Este nombre se origina en los grupos de concienciación que se formaron en Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970, pero la concienciación constituye un método de reflexión grupal que aparece de forma espontánea en múltiples contextos. Los grupos de concienciación eran el primer contacto explícito de las mujeres con el feminismo. Surgían a partir de grupos de amigas, universidades, centros de mujeres, barrios, iglesias y lugares de trabajo, y por tanto tenían bases populares. Muchos tenían diversidad de edad, educación, capacidad física, sexualidad, raza, clase u opiniones políticas. Otros elegían la uniformidad en estos mismos aspectos. Algunos grupos actuaban biográficamente: cada mujer presentaba su vida como deseaba contarla. Algunos se movían por temas, como la virginidad, el lesbianismo, la maternidad, la imagen física y las relaciones sexuales para orientar los debates. Algunos leían libros y compartían bibliografía. Otros ayudaban a las mujeres en momentos difíciles.

El primer impulso para acudir parece un descontento que las mujeres experimentaban con el hecho de ser mujeres. “No escapa a casi ninguna mujer que su femineidad define en buena parte quién puede ser. Las restricciones, las exigencias enfrentadas, el trabajo intolerable pero necesariamente tolerado, la acumulación de pequeñas y constantes indignidades de la existencia cotidiana muchas veces se han justificado por el sexo. La concienciación da coherencia y voz a estas impresiones”.

“Lo que lleva a la gente a tomar conciencia de su opresión como algo común (como mujeres) en vez de quedarse con los malos sentimientos, ver su identidad de grupo como necesidad sistemática que beneficia a otro grupo es la primera base de la organización”. “Pero lo que pudo haber comenzado como supuesto de trabajo se convierte en un descubrimiento de trabajo: las mujeres son un grupo, en el sentido de que existe una realidad de tratamiento compartida suficiente para proporcionar la base para la identificación”. “Se habla de la vida de las mujeres en toda su decisiva trivialidad, es decir, como se vive. La técnica explora el mundo social que cada mujer habita (…) a través de la comparación con la experiencia de otras mujeres”.

Al constatar que la insatisfacción individual procede de causas colectivas se comienzan a perfilar los contornos del patriarcado como sistema de opresión. Suele acusarse a las feministas de ser pesadas y de encontrar al patriarcado por todas partes. Mary Wollstonecraft, en 1794, ya respondía a estos comentarios: “todavía con el mismo tema, diréis. Cómo voy a evitarlo si casi toda la lucha de una vida azarosa ha sido provocada por la opresión de mi sexo”.

 

 

MacKinnon señala que con la concienciación “se descubre que el sexismo es un solo bloque y que forma parte del fondo omnipresente de la vida hasta tal punto que es preciso un enorme esfuerzo de concentración colectiva incluso para distinguir sus perfiles.

La concienciación es ese esfuerzo”. “Darse cuenta de que las mujeres se reconocen en buena medida en estereotipos sexuales, de que de verdad sienten las necesidades que se les ha animado a sentir, de que de verdad se sienten realizadas de la forma esperada, de que a menudo eligen ciertamente lo que se ha prescrito, hace posible la comprensión de que las mujeres, al mismo tiempo, no se reconocen en ese lugar, no lo sienten, ni lo han elegido”. La concienciación “redefine los sentimientos de descontento de la mujer como naturales de su situación y no de ellas mismas porque están locas, inadaptadas, tienen problemas hormonales, son maliciosas o desagradecidas. (…) Los sentimientos de las mujeres se interpretan como respuestas apropiadas a su condición”.

Muchas cosas salieron a la luz al reunirse las mujeres, como el mito del orgasmo vaginal, se descubrió a padres violadores, novios que intentaron matarlas, médicos que las hicieron abortar sin estar embarazadas o que las esterilizaron por accidente, psicólogos que las sedujeron, mujeres a las que encerraron en hospitales mentales, madres que se despreciaban por no poder soportar el fracaso vital, jefes que las despidieron por negarse a mantener sexo, oficinas de empleo en la que les negaron el paro por razones discriminatorias. Todos estos detalles juntos revelaban el mundo que habitan las mujeres y “cómo las mujeres son privadas sistemáticamente de su yo y cómo ese proceso de privación constituye la socialización de la femineidad”.

La heterosexualidad se descubre como algo que se impone a las mujeres minuto a minuto. Las cualidades que se dicen naturalmente femeninas: el cuidado, la intuición, la fragilidad, la habilidad para las manualidades, la orientación hacia el cuidado de la infancia, el talento para el cuidado del hogar y la decoración parecen simplemente descripciones de las características exigidas a las personas que desempeñan un rol. No es algo que se tenga por accidente, sino algo que se adquiere por deformación, pues nos obligan a los trabajos de servicio, a disculparnos por existir y a ser incapaces de hacer cualquier cosa que exija fuerza, como abrir puertas y botellas. Nos han dicho que somos tontas. Cuando descubrimos el peso de la socialización, los fallos individuales dejan de parecer individuales. “Las mujeres se enfadan cuando ven que la vida de las mujeres es una sucesión de avenidas bloqueadas por el sexo”.

“Cuando por primera vez pensaban en serio en no casarse o en divorciarse, muchas veces descubrían su dependencia económica, el trabajo de las mujeres se define como trabajo inferior, y el trabajo inferior se define como trabajo para las mujeres”. El trabajo de las mujeres se paga menos, tiene peores condiciones, menor interés y complejidad, en sus contactos con la gente, en su relación con la limpieza y con el cuidado de las necesidades físicas. “Inextricablemente, las mujeres pueden encontrarse dependiendo también internamente: condicionadas a pensar que no son nada sin un hombre”. “La reacción de los hombres a la redefinición de las mujeres en su toma de control muchas veces es demostrar el poco poder que tienen amenazando la supervivencia material o física de las mujeres, o su integridad física, sexual o emocional”.

Muchas mujeres acomodadas expresaron que vivían con comodidad solo en la medida en que sus hogares, su ropa y los servicios que recibían alimentaban el ego de los hombres que las mantenían. Como perros encadenados, su propia categoría y su poder solo llegaban hasta donde lo permitían sus maridos, sus ingresos y su prestigio. Si sus maridos las abandonaran o si ellas los abandonaran, se encontrarían con el cuidado y la responsabilidad de los hijos sin dinero, sin trabajo, sin poder y con un fuerte estigma social. Por ello pagaban el precio del aislamiento y la explotación, sobreviviendo en muchos casos por medio de la psiquiatría y el consumismo.

La concienciación permitió constatar muchas ventajas para los hombres de la subordinación de las mujeres: ser admirados, apoyados, cubrir sus necesidades sexuales, atender a sus hijos y liberarse de hacer tareas secundarias que consideran demasiado bajas para ellos. El presunto poder de las mujeres para que los hombres hagan cosas por ellas manipulando con la posibilidad de las relaciones sexuales demostró ser la otra cara de la impotencia. Los grupos oprimidos intentan suplir con argucias el poder de que carecen para cubrir sus propias necesidades vitales.

 

Un aspecto importante de los grupos de conciencia era el hecho de que los hombres no solían estar presentes.“La ausencia temporal del hombre ayudaba a las mujeres a sentirse más libres del imperativo de competir por la atención y la aprobación masculina, de ser pasivas o sentirse intimidadas, o de confirmar la versión que el hombre tiene de la realidad”. “Podían tratarse más abiertamente temas como la sexualidad, la familia, el cuerpo, el dinero el poder. Podía discutirse críticamente el dolor del papel de las mujeres y lo que se juegan en esos papeles sin la necesidad de tranquilizar a cada momento a los hombres y decirles que esos cambios no eran una amenaza”. El contexto exclusivamente femenino permitía valorar más a las mujeres como fuentes de percepción, de consejo, de información y estimulación. “Facilitando un sitio en el que las mujeres pudieran estar próximas, estos grupos demostraron hasta qué punto estaban alejadas y cómo este alejamiento las privaba del acceso a la forma de sistematizar su tratamiento”. Esto permitió revelar también hasta qué punto se habían menospreciado las mujeres entre sí.

“El análisis de que lo personal es político nació de la concienciación. Tiene cuatro facetas interconectadas. Primera, las mujeres como grupo están dominadas por los hombres como grupo, y por tanto como individuos. Segunda, las mujeres están subordinadas en la sociedad no por su naturaleza personal ni por su biología. Tercera, la división de los sexos, que incluye la división sexual en el trabajo que mantiene a las mujeres en los puestos de tacones altos y categorías bajas, invade y determina incluso los sentimientos personales en las relaciones de las mujeres. Cuarta, puesto que los problemas de una mujer no son suyos individualmente, sino que son los de las mujeres en su conjunto, no pueden resolverse si no es como conjunto”.

“La lucha por la conciencia es la lucha por el mundo: por una sexualidad, una historia, una cultura, una comunidad, una forma de poder, una experiencia de lo sagrado”. El feminismo es intuir que esta vida, como la hemos conocido, no lo es todo, no es suficiente, no es nuestra, no es justa. El proyecto del feminismo es reclamar como válida la experiencia de las mujeres. Por eso la concienciación es su método por excelencia.

 

 

 

 

 


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