EL ESPÍRITU DEL NUEVO MUNDO ES FEMENINO

EL ESPÍRITU DEL NUEVO MUNDO ES FEMENINO

SUMARIO: 

[1] ANTEPASADOS DE UNA EDAD QUE ESTÁ POR VENIR. A propósito de la Sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra, Seccion Segunda, de 20 de marzo de 2018 (caso de “La manada”), por Belén Luján Saéz 

[2] ¿Cómo se construye un nuevo mundo?: Destruyendo antes este, por AUSAJ

[3]  TEXTO INTEGRO para descarga Sentencia Audiencia Provincial de Navarra, Sección Segunda, 38/2018 (caso "La manada") 

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[1] ANTEPASADOS DE UNA EDAD QUE ESTÁ POR VENIR. A propósito de la Sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra, Seccion Segunda, de 20 de marzo de 2018 (caso de “La manada”)

Por Belén Luján Sáez - Abogado 

Das Ewig-Weibliche

Zieht uns himan

[El eterno femenino

Nos impulsa hacia lo alto]

Goethe, Fausto

 

Estamos en tiempos inciertos, pero importantes. Como dice Joseph Campbell, “muchas de las dificultades a las que hoy en día se enfrentan las mujeres derivan del hecho de que están adentrándose en un campo de acción que antiguamente estaba reservado a los hombres y para el cual no existen modelos mitológicos femeninos. Así, la mujer se encuentra en una relación competitiva con el hombre, y ello puede hacerle perder el sentido de su propia naturaleza (....) El papel que tenía biológicamente asignado era el de dar a luz y criar a los hijos. El papel masculino estribaba en apoyar y proteger. Ambos roles son biológica y psicológicamente arquetípicos (....) El desafío del momento –y hay muchas que lo enfrentan, lo aceptan y tratan de  ofrecer una respuesta no a la manera de los hombres, sino de las mujeres- reside en florecer como individuos, no como arquetipos biológicos ni como personalidades que imiten lo masculino. Y, repito, en nuestra mitología no existen modelos para la búsqueda individual de una mujer. Tampoco hay ningún modelo para un varón casado con una mujer individualizada. Estamos juntos en esto y podemos resolverlo juntos, no con pasión (que es siempre arquetípica), sino con compasión, velando pacientemente por el crecimiento de unos y otras (...) Y tal es el sentido (en términos mitológicos) del desafío presente: somos los antepasados de una edad por venir, los generadores involuntarios de los mitos en los que se sustentará esa nueva edad, los modelos míticos que inspirarán a las vidas venideras”.

El hecho de que con ocasión del dictado de la  Sentencia en el “caso la manada”, se haya producido una reacción social tan fuerte, tan visceral, que ha llevado a las calles de todo el país a miles y miles de personas, y digo personas, hombres y mujeres de toda edad y condición, pero sobre todo jóvenes, que han expresado su disconformidad con la interpretación legal que se ofrece por los Magistrados que han juzgado el caso, es una expresión de ese caminar conjunto, de esa redefinición de los conceptos, de esa construcción del nuevo mito a que se refería Campbell.

Durante décadas hemos tenido que soportar y superar pronunciamientos Jurisprudenciales y debates doctrinales que discernían si cabía violación o no en el seno del matrimonio (“débito conyugal” o “consentimiento implícito” eran los argumentos a favor de la exclusión del tipo de  violación) o si la “vis grata mullier”, esto es, la resistencia inicial de quien termina cediendo de buen grado impedía entender que existe disentimiento (Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 4 de mayo de 1949). De la misma manera, se fue aceptando una posición intermedia en que la oposición inicial con el empleo de fuerza y una pasividad final ante la inutilidad de la resistencia y la aparición de un cierto pánico por la actitud del sujeto pasivo, permitía entender que existía violación (SSTS, Sala Segunda, de 10 de diciembre de 1986 y 17 de marzo de 1987).  En palabras del Tribunal Supremo (Sentencia de 21 de marzo de 1989), la oposición de la mujer ha de ser “real, decidida y suficientemente sostenida para mostrar su disentimiento”. Así, no se estimó intimidación la amenaza de dejar a la mujer abandonada en medio de la carretera (S. de  28 de noviembre de 1983).

Estas Sentencias ofrecen una visión de la mujer como objeto, destinada a la satisfacción del deseo sexual del hombre, por lo que, para apreciar delito de violación, ha de demostrar su resistencia, de forma activa, intensa, viéndose mitigado el reproche en la acción del varón si existe cualquier tipo de ligereza en el comportamiento de la víctima. Lo criticable de la Sentencia de Navarra es que, de alguna forma, por muy fundamentada que esté la misma –lo que no le resta capacidad de errar-, vuelve a ese concepto. Supone la negación de que existe intimidación porque la víctima, la mujer, no se ha resistido suficientemente. Ha entendido que su paralización, reacción de manual provocada por el miedo, no expresaba con suficiente contundencia  e intensidad su temor, su oposición. No pone en duda que no existió consentimiento –justamente lo contrario que sucede con el Voto particular-, pero residencia su decisión en un concepto añejo de mujer (no es gratuito que hasta 1989 el Titulo dedicado a los delitos contra la libertad sexual, se denominase delitos “contra la honestidad”).

Lo que las Manifestaciones ciudadanas de estos días reclaman es la consolidación del cambio de paradigma: de mujer objeto a mujer sujeto. Y esto es lo que no se quiere comprender por los defensores de la interpretación dada por la Sentencia; ya no digamos por los que compartan el sentido del Voto particular, ofrecido por el Magistrado Ricardo Javier González González, que ve “jolgorio”, no delito, en los hechos enjuiciados y considera un dato a tener en cuenta que la víctima hubiera tenido relaciones previamente, es decir, no fuera virgen –en una conceptualización claramente moralista.   

La critica social se produce no tanto por la cuestión penológica (aunque tampoco es baladí que el arco de pena en un delito de agresión sexual cometido por más de dos personas, como es el caso de Navarra, se vaya de los doce a quince años), sino por el insulto a la condición femenina que supone mantener ese concepto atávico, negando la condena por violación. 

Una mujer ha de poder ir sola por la calle, de madrugada, borracha, vestida de una forma u otra, e incluso incitar un contacto intimo y poder decir NO y no tener que poner en mayor riesgo su integridad para que se entienda que ha existido su resistencia.

Una mujer, menuda, que se ve sola, en un espacio cerrado y estrecho, rodeada por cinco individuos desconocidos, que, cuando menos, le doblan todos ellos en complexión y fuerza, aturdida, temerosa, paralizada por el miedo, con el único deseo de que aquello acabe cuanto antes, y aunque haya intercambiado algunos besos o contactos previos de forma voluntaria, si se le penetra por vía vaginal, anal y/o bucal, es violada. Ha sufrido intimidación. Ha mantenido relaciones sexuales simplemente por temor –a su mal o al ajeno-, impactada por la situación, y no como efecto de una decisión libremente consentida. Si ese temor y falta de libertad existen, existe intimidación, vis compulsiva, y, por ende, existe agresión sexual (reo de violación vendría definido por los  artículos 178 y 179 del Código Penal, como aquel que atentare contra la libertad sexual de una persona, manteniendo, mediante violencia o intimidación, acceso carnal por via vaginal, anal, bucal o mediante la introducción de miembros corporales u objetos por cualquiera de las dos primeras vías). La falta de libertad se produce como consecuencia del temor, del miedo que el sujeto activo provoca a la víctima; falta de libertad y temor se identifican.

Desde luego, quienes mantienen relaciones libres con una mujer no arrinconan sin posibilidad de defensa ni de huida a la mujer, no huyen despavoridos conforme acaban de eyacular, no abandonan en un portal, en una ciudad extraña y desnuda a la mujer con la que han mantenido relaciones, no le quitan el móvil al marcharse, no se jactan en las redes sociales. Difícil sostener la libertad de consentimiento que, sin rubor, defiende la representación de los condenados y el Voto particular.

Y la Sentencia condenatoria de Navarra a pesar de recoger en sus Hechos Probados, entre otras consideraciones, que:

“...Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y querida por estos , “ la denunciante” se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. En ese momento notó como le desabrochaban la riñonera que la llevaba cruzada, como le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey que tenía atado a la cintura; desde lo que experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante para que le hiciera una felación y en esa situación, notó como otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el tanga. “ La denunciante” , sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados...”.

No condena por agresión sexual (violación), sino por un tipo más atenuado, el de abuso sexual, aunque lo hace con la agravación de prevalimiento, que le hace imponer una condena de nueve años de prisión a cada uno de los acusados (más otros cinco de libertad vigilada tras cumplimiento; insistimos, la divergencia, la polémica no puede producirse por la cuestión penológica). El que la Sentencia considere que, a pesar de la descripción fáctica que establece, no existe intimidación, no existe violación, responde a  ese concepto desviado, arcaico y ancestral, de sometimiento natural de la mujer al hombre, de necesidad de acreditar la decencia, la honestidad de la hembra, su falta de provocación ante el acceso carnal del varón. Su resistencia activa.

Sin embargo, si cambiamos el paradigma, que es lo que la sociedad actual requiere, la conclusión de que esos mismos hechos probados conducen a la apreciación de un delito de agresión sexual (de violación), deviene de forma natural, sin forzarse.

Y el problema no es que no existan resoluciones que definan la intimidación en un sentido similar al aquí expuesto, que las hay (véanse, por ejemplo, entre otras muchas, las SSTS de 11 de febrero de 2005, 31 de marzo de 2006, o 1 de abril de 2009), la cuestión es que todavía a día de hoy quepan Sentencias como la analizada.

Y ello, además, sin olvidar que ese concepto de “necesaria resistencia” que subyace a la Sentencia que comentamos,  se opone incluso a los consejos dados por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ante este tipo de agresiones, aconsejando siempre a la víctima en estos casos la menor resistencia posible, a fin de intentar evitar un mal mayor que el luctuoso hecho de la agresión sexual.

Desde luego, confiamos que la decisión sea revisada en vía de recurso en un sentido favorable a la apreciación de agresión sexual, pero, al margen de esta posibilidad legal y del respeto que con carácter general merecen las Resoluciones judiciales en un Estado Democrático y de Derecho, las quejas ante las puertas de las Audiencias de todo el país que se han producido en estos días lo que ponen de relieve es que nos encontramos ante un problema de pérdida de confianza de la ciudadanía en el Poder Judicial, situación de gravedad y que, entendemos, se reconduce con el establecimiento de un control de las decisiones judiciales adecuado (déficit de control se ha encontrado en nuestro Sistema judicial por diversas organizaciones internacionales).

Los miembros del Poder Judicial no solo han de soportar, dado su carácter de servidores públicos,  las críticas ciudadanas, sino que han de poder ser sometidos a control por parte de esos mismos ciudadanos. Como medidas de mejora de ese control, que actualmente resulta excesivamente endogámico y, por ello, ineficaz, cabrían hacer, entre otras, pequeñas, por sencillas, reformas que permitan que, a nivel disciplinario, el denunciante,  particular que se ve afectado por la medida que considera apartada de la legalidad, ostente legitimación para perseguir la imposición de sanción – no solo la incoación de expediente disciplinario-, o que, en el orden penal, los Jueces y Magistrados respondan ante el Tribunal del Jurado por los delitos cometidos en el ejercicio de sus cargos. Este tipo de propuestas las venimos sosteniendo en AUSAJ desde hace años.

En cualquier caso, este tipo de reformas hay que afrontarlas desde la serenidad y la reflexión y no desde la agitación del momento.

Lo lastimoso es que, producida la condena de la Audiencia de Navarra, todos los partidos políticos se han arrojado a la arena del populismo y del oportunismo electoral, proponiendo reformas legislativas a golpe de noticia, sin profundización, sin reflexión, sin acierto. Intentando manipularnos en nuestras emociones. (¿Cuál es el auténtico propósito perseguido por nuestros políticos cuando proponen reformas apresuradas o encauzan y dirigen la critica desmedida hacia Jueces y Magistrados?).

La noticia de la condena por abuso sexual ha servido para desviar nuestra atención de los asuntos de corrupción o de la volatilización de la Caja de las Pensiones, o de las consecuencias prácticas de decisiones judiciales en materia de Derecho bancario que favorecen sistemáticamente a las entidades (sobre ello volveremos en los próximos días en este Boletín).  Ha servido para abrir más la brecha que separa a la Sociedad del Poder Judicial, aislando más a sus componentes, lo que perjudica claramente al conjunto social.

Los ciudadanos han de poder acudir a los Tribunales a demandar Justicia... y obtenerla.

Mientras tanto, construyamos el nuevo mundo, el nuevo mito.

 

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Manifestacion feminista en Barcelona, julio 1910, a favor de la educación laica

 

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Los lunes comenzamos una nueva Sección en la que volveremos a publicar artículos de Punto Critico anteriores,  que han despertado la curiosidad del público o que por el contrario han pasado desapercibidos injustamente, artículos a los que les daremos un nuevo toque, una mayor amplitud en el tratamiento del tema del que se ocupen o como en el caso de hoy, su conexión con una noticia de especial interés o actualidad. Con esa intención, iniciamos la Sección con el articulo que sigue, "¿Como se construye un nuevo mundo?: Destruyendo antes este", que con igual titulo fue publicado en Punto Critico el 27 de diciembre de 2016, momento al cual se han de entender hechas las referencias temporales con las que comienza el articulo para su mejor comprensión

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[2] ¿Cómo se construye un nuevo mundo?: Destruyendo antes este

Por AUSAJ

 

Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar”.

Marcos, 2:22

 

Cuando leemos declaraciones como la que recientemente ha tenido eco mediático, en que la líder de la CUP, Anna Gabriel, aboga a favor de que sea la “tribu” -y no sus progenitores biológicos- la familia de los niños, desechando las categorías de la madre y el padre, debemos poder explicarnos esta aparente fortaleza de un Nihilismo que viene de la mano de la Globalización del capital; de la privatización de la vida; porque la del mundo ya es un hecho.

Se privatiza convirtiendo lo común en público. De nuevo un aparente contrasentido. Que no lo es en realidad: lo público tiene un dueño, que se llama Gobierno. Ya ni siquiera es Estado; solo Imperio y virreyes con sus cortesanos y oligarquías gobernando las colonias.

El Gobierno privatizado como dueño de la vida de sus súbditos; vida Humana, a la que ha de deshumanizar, reduciéndola al mundo de las pasiones animales. Las pasiones; eso es algo real, aunque intangible en su naturaleza; solo podemos aprehender sus consecuencias, sus efectos. Pero nos interesan sus causas.

Es el Gobierno, mediante la ficción del Estado de Derecho -mero enunciado que se rellena con lo que a cada momento convenga al Poder-, quien nos concede o arrebata hilos del haz de derechos y obligaciones que configuran el Poder, la (Patria) Potestad sobre nuestros hijos; que en realidad son suyos. ¿Hijos del Gobierno? ¿Hijos de la Tribu?

Dos Mitos se están manifestando en estos momentos, que merecen ser destacados. Uno, aparentemente evidente, encarnado por las citadas manifestaciones de la Diputada de las CUP, que denuncia el fin de las condiciones en que basamos nuestra aceptación del Sistema en que se inserta nuestra convivencia social, en un discurso dirigido a herir las convicciones fundamentales de nuestro modelo de sociedad –cuya crisis definitiva no acabamos de aceptar. La Familia, en la que basamos no solo la Seguridad individual, sino también la colectiva, está desapareciendo; se extingue irremediablemente.

Este tipo de mitos colectivistas hacen patente esa realidad; y en último término nos impulsan a luchar contra ella hasta llegar a aceptarla. Pues sin aceptación de la realidad, toda lucha lo es contra molinos, dejando de lado al gigante, al que nuestra debilidad -producto de los enfrentamientos fratricidas a que nos conducen nuestras desviadas pasiones- fortalece. Así, en la Atenas anterior a Solón, la Aristocracia en el Poder tenía la misión de causar a los atenienses el mayor daño posible. No por sadismo, sino para mantener débil al “pueblo”, y así conservar, los muy pocos, el Poder sobre los muchos.

Anna anuncia una realidad; la desaparición del modelo de sociedad basada, primero en la solidaridad intrafamiliar, y solo después en la colectiva; la extinción -progresiva e implacable- de la Familia como vínculo; no solo entre sus integrantes, sea familia extensa o familia estricta, sino de cada uno con su Tradición; cuyas sumas forman nuestras Tradiciones, forjadas por el tiempo. Desaparecen nuestros vínculos con los usos y costumbres sociales, que han constituido el fundamento de la convivencia desde tiempos históricos (los reinos, imperios y estados pasan; los grupos sociales permanecen).

Así, el sacrificio que nos ofrece, sin duda heroicamente, Anna Gabriel, es el de su propio Honor. Al emprender el camino dictado por sus convicciones acepta la responsabilidad de su decisión, que le llevará –la ha llevado- a verse públicamente desacreditada, incluso a nivel personal; especialmente a nivel personal. Muerte al mensajero. Esta profesora estaría, con seguridad, mucho más cómoda fuera de la política, viviendo conforme a sus convicciones, dándose a “su tribu”; pero al decidir darse a todos, se ofrece a sí misma, como las míticas Ishtar o Perséfone, aceptando su descenso al inframundo. Bella metáfora de sí misma. Gracias Anna.

El segundo de estos Mitos actuales lo representa ante nuestra mirada –literalmente- el Movimiento Animalista. Es el Mito de la doma ecuestre, arte que Poseidón entregó a los primeros Indoeuropeos que poblaron las costas del Mar Egeo. El Arte de dominar la enorme fuerza del caballo por medio de una ligera brida.

Y el Animalismo, en nuestro entorno, se visibiliza en el Movimiento Antitaurino, que niega lo que ha constituido un símbolo nacional; la Tauromaquia, el Arte del toreo. En este caso, todo permanece aparentemente oculto por su carácter simbólico: el Sol -vestido de luces, “grana” y oro-, mata a la Luna –el toro- con el descabello del “tercer pilar”, en mitad de la cornamenta, en una metáfora del ciclo cósmico de la vida y la muerte.

Pero si estamos ante algo más que símbolos, involucrando Arquetipos, la percepción impacta en el inconsciente colectivo.

El Toro, como símbolo, apunta al Arquetipo de “La Diosa”, la divinidad del Neolítico y de los primeros asentamientos agrícolas y ganaderos. Era una Diosa nutricia, femenina, maternal. Pero a la vez, como Divinidad total, presente en cada parte de la naturaleza, también representaba la muerte, la destrucción, el Thanatos. Y todo ello tenía lugar en un entorno energético, del que emana el movimiento que constituye la vida. Es la rueda con la cruz inscrita; que se transforma, por el movimiento, en svastica. Es la primera Trinidad de nuestra imagen de la trascendencia: Vida, muerte y energía.

“La Diosa” era, pues, una Divinidad femenina, en la que se integraba el todo; por ello pudo coexistir con “Los Dioses” que trajeron las migraciones indoeuropeas. Dioses, estos, masculinos, propios de conquistadores, de guerreros.

El Toro, con su cornamenta apuntando al cielo, es un símbolo lunar; como el León lo es solar. Pero antes de la aparición de “Los Dioses” (a que se refiere Marguerite Yourcenar en sus Memorias de Adriano), el Toro era femenino; representaba a La Diosa, en un mundo maternal, en una naturaleza nutricia, que da la vida y luego la toma, en un ciclo constante. El Sol da muerte a la Luna una vez al mes, y ésta renace, engendrándose a sí misma. Mientras se tenga tiempo, se tendrá dualidad, nacimiento y muerte. La Luna representaba el poder de la consciencia y la vida en el ámbito del tiempo y el espacio. El Ying, el Yang y el entorno energético por el que, y gracias al que, ambas polaridades se mueven.

Con la llegada de “Los Dioses”, divinidades de los conquistadores que doblegaron por la fuerza de las armas a las culturas sedentarias, agrícolas y ganaderas, no solo impusieron un mundo masculino, sino que, al interponer una “especialización” de las diversas deidades, sujetándolas a pasiones, como los humanos, la naturaleza y los Seres Humanos quedaron separados.

Del sistema Femenino, en el que el individuo se relaciona principalmente con la madre, se pasa a un sistema Masculino, en el que el individuo se relaciona con el padre, separándose de lo divino. La trascendencia y la unidad con el Universo dejan de pertenecernos. Estamos separados de Dios, como Dios lo está  del mundo.

Es un nuevo modelo de leyes sociales en que la vida divina no está en nuestro interior, en el que la divinidad es exterior, a donde ahora se ha de dirigir la Oración, perdiendo la relación con lo divino inmanente que antes se buscaba en el interior de cada persona.

El León –que, como el Sol, es el símbolo Masculino del poder material, ocupa el lugar supremo; lo creado se sitúa por encima del creador- pasa a representar este nuevo modo, impuesto por los conquistadores a partir de la  Edad de Bronce, de relacionarse con la divinidad, en el que el culto a La Diosa permanece oculto; en Grecia subsistió en Eleusis, donde se iniciaban en los cultos mistéricos. Por todas partes, y en todos los tiempos, se extendieron estos cultos secretos, en que se venera a La Diosa, desde el interior. Es el “conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses”, de Delfos.

Tras este cambio de paradigma, se llega a lo divino a través de un grupo social, una casta, una iglesia. Y, a la vez que se fortalece el papel del padre, se repudia a la naturaleza, a la madre, a la mujer.

La relación entre la vida y la muerte, que en el culto a La Diosa era armónica, se disocia del individuo, pues el Padre surge de la madre, “la mujer que recibe la semilla del pasado, y a través del milagro de su cuerpo” (las “Venus” del Neolítico), “la convierte en vida futura”. La mujer es transformadora; el hombre es lo trasformado; ella es la intermediaria entre el hijo y el padre. Ahora el Hombre es el centro de la sociedad, y afirma su identidad a través del padre.

Los símbolos se estructuran en un doble nivel, el social y el trascendente. La vida en común y la relación con la espiritualidad. Ambas funciones se retroalimentan mutuamente, y así construyen la realidad. La comprensión del símbolo es abstracta; su significado se percibe, pero su conocimiento no es sencillo. Es a través de los símbolos que el individuo- y el grupo en que se integra- se reconoce a sí mismo como sociedad, más allá de intereses personales.

Sin embargo, llega un momento en que el individuo,  y con él, el grupo social, se separa del paradigma; se separan del Viejo Mundo para aspirar a crear un Mundo Nuevo. No es un fenómeno actual; llevamos más de un siglo tratando de alumbrar una nueva forma de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.

Es ahora, cuando el individuo vuelve, de nuevo, su mirada –oración- hacia su interior, que encontramos una “nueva” simbología; un nuevo significado de la trascendencia. De nuevo, los opuestos: deber social –historia- y trascendencia natural –espíritu. Una nueva definición moral del bien y el mal; que tiende a surgir como ética. Ética del Individuo; Moral de la sociedad; dan como resultado una Estética, que visibiliza en la sociedad –moral- la ética individual.

Volvamos la vista hacia la “Vieja Europa”, la de La Diosa; Cibeles, Hera (que antes fueron Ishtar o Innana); la misma Diosa representada en las estatuillas femeninas del Neolítico. Diosas Triples, que aunaban los poderes de dar la vida, de quitarla, y el de la energía trascendente que lo hace todo posible. La cruz y la rueda cuyo movimiento forma la esvástica, que se ancla en un eje inmóvil, La Diosa. Las Tres Gracias – tres son los aspectos de Afrodita- y las Nueve –tres veces tres- Musas.

 La Energía, que es igual al producto de la Masa por la Constante de la velocidad de la luz al cuadrado. ¿Nos suena? Es Einstein, formulando a La Diosa (Energía) como producto de la Masa (rueda de la vida y de la muerte) y la velocidad (velocidad al cuadrado) con que todo cambia mientras permanece.

La Diosa de los albores de la humanidad, cuyo declive tiene lugar con el descubrimiento del metal como arma de guerra, en que se basó la expansión Indoeuropea, con  la conquista de los pueblos pacíficos, agricultores y ganaderos. Cerdo contra Vaca; que primero fue Toro contra Jabalí (cielo contra tierra; materia contra espíritu), enfrentamiento que persiste en la actualidad, en su versión religiosa, que no trascendente. Esta es la mitología que ahora, nuevamente, asoma; y nos escandaliza, pues nos sitúa frente a nuestras más íntimas contradicciones.

Quizás fue a finales del Siglo XVIII, con la primera traducción al Inglés de los Vedas Hindúes (en realidad, la traducción al Inglés lo fue de una anterior traducción del Sánscrito original al Parsi), cuando la locura que embargó a Goethe se extendió entre las florecientes sociedades secretas de la época, que se hizo evidente para muchos lo que antes solo lo había sido para Spinoza y algunos pocos más.

“Todo lo transitorio no es más que un símbolo”, escribe al final del Fausto. Kant –como antes Locke-, ya se había preguntado si lo que percibimos por nuestros sentidos es realmente lo que existe. Comenzamos a pensar en abstracto, no como antes Descartes lo había hecho, sino de una manera total; ahora ni siquiera el pensamiento demuestra nuestra existencia. Como tras Platón, Aristóteles hubo de desembarazarse del mundo de las ideas por medio de la lógica, tras Spinoza la filosofía occidental tuvo que acudir a las categorías apriorísticas. Que finalmente dan lugar, en una broma del destino, a categorías de opuestos. De esa oposición –masas- depende el movimiento –fuerzas-, y en última instancia, la energía del sistema, la vida.

En ese equilibrio tendencial, e inalcanzable para la vida, se sitúa la Divina Proporción, “Phi”; que simplifico en el factor 1.6, que garantiza un perpetuo movimiento tendente a un equilibrio inalcanzable, que denominaré Vida, en homenaje a Kant, para quien deseo es la facultad de ser causa de los objetos de nuestras representaciones por medio de esas mismas representaciones, y vida no es sino la facultad que tiene un ser de obrar según sus propias representaciones.

Desgajados del tiempo y del espacio, ninguna separación existiría entre las partes del todo. En la Sustancia ilimitada desaparece todo individuo. También Nietzsche -en su locura; o gracias a ella- lo supo apreciar.

Schopenhauer conectó la intuición de Goethe a la mitología hindú mediante la idea de compasión (“sufrir con”). Con ello infringe la primera ley de la naturaleza, la Ley de Autoprotección del individuo, a la que antepone una nueva Ley, la Ley de la Compasión. De todo esto extraerá, al final de sus días, el naturalista Kropotkin su “Moral Anarquista”, tan conectada a su vez a los filósofos naturalistas americanos, tales como Emerson, Thoreau o el mismo Whitman.

Se trata de “una comprensión metafísica que alcanza a romper el velo de la separación” (Schopenhauer), por la que uno se reconoce a sí mismo en otro, como la vida misma fluyendo en sus variadas formas. Volviendo así al mundo de La Diosa, de los albores de la Civilización; en el tiempo previo a las guerras –que siempre son y han sido de conquista-, el de las pacíficas sociedades avanzadas que serían destruidas a la vez que conquistadas por el bronce de estaño – y luego por el hierro- indoeuropeo. Civilizaciones perdidas de cuyos retazos aún hoy nos asombramos.

Vemos que nuestro camino es coincidente con el de viajeros pretéritos. Una diferencia nos favorece: podemos extraer consecuencias de sus pasos previos. Un proceso (evolución) está formado por hitos (pasos).

El Proceso es independiente de sus hitos; tiene sustancia propia. Es real, más allá de las falsificciones mediáticas, de las construcciones de la vieja clase dominante, del formato de lo pretendidamente nuevo, que no son más que estériles intentos de perpetuar unos esquemas sociales que han perdido su virtualidad como vínculo común. La estática de la inercia, aparenta movimiento libre, cuando solo es pérdida de aceleración, masa vuelta energía. Cambio, que tropieza con la más sólida de nuestras pasiones: la Inercia.

Contra la inercia paralizante, resurge el pensamiento mítico. Renace el viejo espíritu femenino; nada puede oponerse a la potencia de la llamada materna; al mito que hace renacer a la realidad el Arquetipo de La Diosa. El movimiento que nos devuelve al pasado ancestral, en el que se encuentra anclado el futuro.

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DESCARGATE aquí “Esbozo de una moral sin obligación ni sanción” de Jean Marie Guyau

 

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[3] SENTENCIA AUDIENCIA PROVINCIAL DE NAVARRA, SECCIÓN SEGUNDA, NUM. 38/2018, DE 20 DE MARZO (CASO "LA MANADA")

 

SENTENCIA Nº38/2018, Seccion Segunda AP Navarra.pdf

 

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