¿PARA QUÉ SIRVE UN FILÓSOFO?, por Erasmo de Rotterdam. «Construir un Mundo más Justo y Solidario»

PARA QUÉ SIRVE UN FILÓSOFO

En el estado natural, cada individuo es autónomo mientras pueda evitar ser oprimido por otro, y es inútil que uno solo pretenda evitarlos a todos. De donde se sigue que, en la medida que el derecho humano natural de cada individuo se determina por su poder y es el de uno solo, no es derecho alguno; consiste en una opinión, más que en una realidad, puesto que su garantía de éxito es nula«.

Baruch Spinoza – «El derecho de uno solo no es derecho alguno»

 

Servicio Comunitario Internacional: Una Herramienta para Construir un Mundo más Justo y Solidario

Hemos visto en demasía «príncipes maquiavélicos», esos que nos utilizan al pueblo como el medio que sirve para sus fines. ¿No estamos listos ya para formar «príncipes erasmianos»? Nuestros jóvenes son príncipes en formación. Sin guía serán envidiosos y guiados por la ambición. Con guía serán templados y enfocados en servir a los demás.

Por Martin Alonso Aceves Custodio
 
 
 
¿Qué país no querría que sus jóvenes fueran agentes de cambio, seres humanos comprometidos que esparcen compasión y toman iniciativa? Imaginemos un servicio obligatorio en el que los estudiantes, al cumplir los 18 años, fueran requeridos de cumplir con un año de servicio comunitario en el extranjero.
 
Esta idea podría tener un impacto significativo en la formación de jóvenes del mundo. Sería un intercambio estudiantil masivo que les permitiría aprender competencias y habilidades valiosas que les serían útiles por siempre. Vivir en un entorno diferente y trabajar en una cultura ajena les permitiría desarrollar una cosmovisión más amplia y generar un aprecio por la diversidad cultural.
 
Además, esta experiencia les permitiría adquirir autonomía y responsabilidad, ya que tendrían que valerse por sí mismos y tomar decisiones importantes. Esto sería una forma eficiente de educar adultos responsables y maduros, capaces de resolver problemas y tomar iniciativa.
 
Pero, ¿por qué en el extranjero y no en el mismo país o en la misma comunidad? La respuesta es que queremos reducir la xenofobia y esparcir amor y compasión entre todas las personas del mundo. Vivir y trabajar juntos puede ser un gran catalizador de cambio en vistas a la gran reforma de unificación global.
 
Sin embargo, surge la pregunta de cómo financiar este proyecto. La respuesta estaría en una combinación de iniciativas públicas y privadas. Podríamos fomentar una caja de ahorro desde que los niños inician sus estudios, y sumar incentivos fiscales a aerolíneas y empresas que apoyen este proyecto. También podríamos contar con donaciones y programas de conscientización para que familias y empresas reciban estudiantes de intercambio en sus hogares y lugares de trabajo.
 
Este proyecto ambicioso no es imposible. Un ejemplo de esta práctica es el Voluntariado Internacional de la ONU, que ofrece a jóvenes de todo el mundo la oportunidad de trabajar en el desarrollo sostenible en diferentes partes del mundo.
 
El servicio comunitario social podría abarcar diferentes áreas, según la aptitud del estudiante o las necesidades de la localidad en la que le tocó servir. Por ejemplo, en educación, los estudiantes podrían enseñar su lengua materna en escuelas locales. En salud, podrían participar en campañas de salud o en centros de ayuda a enfermos terminales o adultos mayores. En medio ambiente, podrían ayudar plantando árboles y limpiando ríos.
 
Al final de cuentas, lo que queremos es crear ciudadanos del mundo responsables y compasivos. Esta iniciativa podría ser un paso importante hacia la creación de una sociedad más justa y solidaria. 
 
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Mientras que Erasmo de Roterdam enfatizaba en los príncipes la importancia de la moral cristiana, como la justicia y la compasión, Nicolás Maquiavelo enfocaba su educación en la política y la estrategia sin estar enjaulado en las normas éticas.
 
Para Erasmo el príncipe debe ser educado en las artes liberales y debe ser conocedor de la filosofía y la teología pues solo así será un hombre sabio; para Maquiavelo el príncipe debe ser capaz de tomar decisiones firmes y de defender sus intereses ante las más impredecibles circunstancias.

 

Hemos visto en demasía «príncipes maquiavélicos«, esos que nos utilizan al pueblo como el medio que sirve para sus fines. ¿No estamos listos ya para formar «príncipes erasmianos«? Nuestros jóvenes son príncipes en formación. Sin guía serán envidiosos y guiados por la ambición. Con guía serán templados y enfocados en servir a los demás.

 
Los príncipes de Erasmo de Róterdam y Nicolás Maquiavelo

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¿PARA QUÉ SIRVE UN FILÓSOFO?

«De un modo u otro, la cosa resultaría soportable, si los filósofos sólo fuesen unos asnos tocando la lira para los menesteres políticos, pero para las restantes funciones de la vida fueran algo más diestros.

Más… llévate un sabio a un convite, y lo enturbiará con su enfurruñado silencio, o con antipáticas cuestioncillas. Invítalo a una fiesta, y dirías que es un camello quien baila. Arrástralo hasta un espectáculo popular, y con su rostro mismo será un obstáculo para la diversión del público, al no serle posible desarrugar el entrecejo.

Si se presenta en una charla, parecerá que de repente haya aparecido el lobo de la fábula. Si ha de comprar algo, si ha de hacer un contrato, si, en resumen, ha de hacer alguna de esas cosas sin las que esta vida no puede proseguir su curso cotidiano, dirías que el sabio ese es un pedazo de alcornoque y no un ser humano.

Hasta ese punto llega su total inutilidad para sí mismo, para la patria y para los suyos, puesto que no conoce nada de los asuntos corrientes y se aparta larga y ampliamente de las ideas populares y de las costumbres ordinarias.

De todo ello se desprende necesariamente que resultan odiosos; y eso no es de extrañar, dada una tan grande diferencia de vida y pensamiento. Pues, ¿qué cosa se realiza entre los mortales que no esté llena de estulticia, y hecha para estúpidos?»

Por Erasmo de Rotterdam

Filosofía Digital, 2007

 

¿Acaso la guerra no es el campo y la fuente de las hazañas más loadas? En cambio, ¿qué más estúpido que, por no sé qué causas, emprender una lucha de este tipo, de la que una y otra partes siempre sacan más perjuicio que provecho? De los que caen, como si fueran de Mégara, no se dice ni una palabra.

 

LAS LUMBRERAS FILOSÓFICAS, CAPACES DE MEDIR EL SALTO DE UNA PULGA, NO SABEN NADA DE LA VIDA CORRIENTE

 

Luego, cuando ya se hallan formadas, unas frente a otras, las tropas armadas y las trompetas de guerra «han retumbado con su ronca música» (Virgilio), ¿cuál es la utilidad -pregunto yo- de esos sabios que, agotados por sus desvelos, apenas si siguen en vida con su débil y helada sangre? Hombres robustos y sanos, es lo que se necesita; que tengan el máximo de audacia y, de seso, el mínimo. A no ser que alguien prefiera como soldado a un Demóstenes, que, siguiendo el ejemplo de Arquíloco (1), apenas vio al enemigo, arrojó el escudo y emprendió la fuga: soldado tan cobarde como sabio orador.

Mas la inteligencia -me dirán- tiene mucha importancia en las guerras. Eso es cierto para el general…, pero, en realidad, es la inteligencia de un militar; no la de un filósofo. Por otra parte, una empresa tan gloriosa es confiada a parásitos, rufianes, salteadores, asesinos, villanos, estúpidos, deudores arruinados y heces humanas de este género; no a lumbreras filosóficas.

De lo inútiles que son los filósofos para todas las cosas de la vida, puede servir de ejemplo Sócrates mismo, juzgado, aunque muy mal, como un sabio excepcional por el oráculo de Apolo, pero que, al intentar hablar en público de no sé qué cuestión, tuvo que abandonar su empeño entre el risoteo general de todos los circunstantes.

Es cierto que este hombre demostró no carecer en todo de sentido común, pues rechazó el calificativo de sabio, atribuyéndoselo en cambio a la divinidad y, además, es su opinión que el sabio debe abstenerse de la política; mejor hubiera hecho enseñando que le conviene mantenerse apartado de la sabiduría, a aquél que quiera ser admitido entre los hombres como uno de ellos.

Por otra parte, ¿qué le obligó a beber la cicuta, luego que se lanzaran acusaciones contra él, sino la sabiduría? Mientras filosofaba acerca de nubes e ideas, mientras medía los pasos de una pulga, mientras admiraba la voz del mosquito, (2) no aprendió lo que interesa para la vida corriente.

Pero he aquí que viene a defender a Sócrates, cuando éste está amenazado por la pena capital, su discípulo Platón, un excelente defensor, en verdad, que, afectado por el vocerío de la turba, apenas pudo pronunciar medio período de su discurso. (3)

¿Y qué decir de Teofrasto, que habiéndose presentado a hablar ante una asamblea, de repente enmudeció, como si hubiera visto un lobo? ¡Qué bien hubiera arengado a los soldados en guerra, Isócrates!…, pero, por la timidez de su carácter, nunca osó ni abrir boca.

 

EN ASUNTOS POLÍTICOS, Y OTROS MUCHOS, LOS FILÓSOFOS SON COMO ASNOS TOCANDO LA LIRA

 

Por su parte, Marco Tulio Cicerón, el padre de la elocuencia romana, solía comenzar siempre sus discursos temblando miserablemente, casi como un niño que balbuceara; Fabio Quintiliano interpreta eso como manifestación propia de un orador reflexivo y bien consciente del peligro. Pero, al decir tal cosa, ¿no está confesando abiertamente que la sabiduría es un obstáculo para una adecuada realización de los asuntos? ¿Qué harían, cuando una cuestión se dirime por las armas, esos personajes que ya se desvanecen de miedo cuando hay que disputar con sólo palabras?

Y, tras estos precedentes, se da por muy buena, contando con la benevolencia de los dioses, aquella tan conocida máxima platónica de que «los Estados serían felices, si los gobernaran filósofos, o si los gobernantes tuvieran en cuenta la filosofía». En cambio, si consultas a los historiadores, no te será difícil encontrar que no ha habido ningún gobernante más perjudicial para un Estado, que en aquellas ocasiones en que el poder ha recaído sobre algún filósofo o algún cultivador de letras.

De ello dan fe suficiente -creo- los dos Catones, (4) uno de los cuales deterioró la tranquilidad de la República con sus insensatas delaciones, y el otro, por sostenerla de modo excesivamente sabio, arruinó desde sus cimientos la libertad del pueblo romano.

A los antedichos, hay que añadir los BrutosCasiosGracos, e incluso el propio Cicerón, que no fue menos pernicioso para la república romana de lo que Demóstenes fue para la ateniense. De otra parte, concedamos que Marco Aurelio Antonino fue un buen emperador, aunque eso mismo se podría discutir, pues, al ser tan buen filósofo, resultaba, ya, sin más, molesto y odioso a los ciudadanos. Pero, en fin, concedamos que fue bueno; no menos cierto es que causó al Estado, por el hecho de dejar el hijo que dejó, (5) un perjuicio mayor que el bien que su administración había reportado.

 

La muerte de Sócrates, por David

 

En realidad, esta clase de hombres, los que están entregados a estudios filosóficos, suele ser infortunada en todo, pero especialmente en la procreación de hijos, pues la Naturaleza se preocupa -creo yo- de que este mal de la sabiduría no se infiltre con demasiada amplitud entre los mortales. Así, nos consta que el hijo de Cicerón fue un degenerado, y que Sócrates, aquel sabio, tuvo unos hijos más parecidos a la madre que al padre -como alguien no sin acierto ha escrito-, es decir, necios.

De un modo u otro, la cosa resultaría soportable, si los filósofos sólo fuesen unos asnos tocando la lira para los menesteres políticos, pero para las restantes funciones de la vida fueran algo más diestros. Más… llévate un sabio a un convite, y lo enturbiará con su enfurruñado silencio, o con antipáticas cuestioncillas.

 

LOS FILÓSOFOS RESULTAN ODIOSOS POR APARTARSE DE LAS IDEAS POPULARES Y LAS COSTUMBRES ORDINARIAS

 

Invítalo a una fiesta, y dirías que es un camello quien baila. Arrástralo hasta un espectáculo popular, y con su rostro mismo será un obstáculo para la diversión del público; se verá obligado a salir del teatro, como el sabio Catón, al no serle posible desarrugar el entrecejo. Si se presenta en una charla, parecerá que de repente haya aparecido el lobo de la fábula. Si ha de comprar algo, si ha de hacer un contrato, si, en resumen, ha de hacer alguna de esas cosas sin las que esta vida no puede proseguir su curso cotidiano, dirías que el sabio ese es un pedazo de alcornoque y no un ser humano.

Hasta ese punto llega su total inutilidad para sí mismo, para la patria y para los suyos, puesto que no conoce nada de los asuntos corrientes y se aparta larga y ampliamente de las ideas populares y de las costumbres ordinarias.

De todo ello se desprende necesariamente que resultan odiosos; y eso no es de extrañar, dada una tan grande diferencia de vida y pensamiento. Pues, ¿qué cosa se realiza entre los mortales que no esté llena de estulticia, y hecha para estúpidos? Es por ello que si alguien quisiera, por sí solo, importunar a todos, yo le aconsejaría que, imitando al misántropo Timón, marche a algún desierto y allí goce en soledad de su propia sabiduría.

¿Qué Estado ha adoptado nunca las leyes de Platón o de Aristóteles, o las máximas de Sócrates? […] ¿Qué atrajo a Quinto Curcio hacia el abismo, sino la vanagloria, esa especie de dulcísima Sirena, que es, sin embargo, tan vilipendiada por los filósofos?

«Pues, ¿qué hay más estúpido -dicen ellos- que un candidato intentando atraerse al pueblo, compra el favor de éste mediante dádivas, ir a la caza de los aplausos de tal grey de estúpidos, complacerse con sus aclamaciones, dejarse llevar en comitiva triunfal, como una especie de imagen sagrada para espectáculo del pueblo, y permanecer en el foro, representado en estatua de bronce? Añádase a ello la adopción de apellidos y de sobrenombres, los honores divinos tributados a pobres hombrecillos, y el hecho de que incluso los más criminales tiranos sean ensalzados hasta la altura de los dioses en ceremonias públicas. Grandes estupideces son éstas, y tales que no bastaría un sólo Demócrito para reirse de ellas». ¿Quién lo niega?

Y, sin embargo, ésta es la fuente de donde han brotado las hazañas de los imponentes héroes, que los escritos de numerosos y elocuentes varones ponen por los cielos. Esta clase de estupidez engendra naciones; gracias a ella se mantienen las autoridades, las magistraturas, la religión, los consejos, los tribunales. Y, en fin, en la vida humana nada hay que no sea una especie de juego de la estupidez.

 

Esta clase de estupidez engendra naciones; gracias a ella se mantienen las autoridades, las magistraturas, la religión, los consejos, los tribunales. Y, en fin, en la vida humana nada hay que no sea una especie de juego de la estupidez.

 

PARA QUÉ SIRVE UN FILÓSOFO

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NOTAS DEL EDITOR.- (1) Alusión a las acusaciones, lanzadas por sus adversarios contra el orador ateniense Demóstenes, de haber huido de la batalla de Queronea. En cuanto al poeta Arquíloco, él mismo, que fue además soldado mercenario, explica con desenvuelta franqueza que abandonó su escudo para salvarse. (2) Alusión a la sátira de Sócrates realizada por Aristófanes en «Las Nubes». (3) Anécdota que cuenta Diógenes Laercio. (4) Se refiere respectivamente a Catón, el Censor, que se encarnizó contra los Escipiones, y a Catón de Útica, senador representante de la tendencia aristocrática. (5) Cómodo, emperador desde el año 180 al 192; personaje corrompido, cruel e insaciable de poder. 

 

Demócrito, el filósofo que ríe. En esta pintura, que fue recortada por el lado derecho, está el más antiguo de los «filósofos harapientos» de Ribera.

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ERASMO DE ROTTERDAM (1469-1536)Elogio de la locura. Orbis, 1982. Datos biográficos. [FD, 22/07/2007]