MNEMÓSINE, Divina Memoria, madre de las 9 Musas: «La falta de memoria es como un tonel agujereado, en el que todo lo que entra, sale…» (Anamnesis, por María Dolores Muñoz)
La lección de Mnemosine: Memoria y la crisis política de Europa
En el panteón de la mitología griega, Mnemosine no era una deidad menor. Como Titánide de la memoria, no solo era la madre de las nueve Musas, sino la personificación de un concepto fundamental para la civilización: la memoria
Mnemosine era la personificación de la memoria, en su tiempo se consideró una de las divinidades con más poder porque sabe “todo lo que ha sido, todo lo que es y lo que será”. Junto con Zeus, dio lugar a las musas. Se dice que durante nueve noches consecutivas Zeus se unió a Mnemósine y nacieron las nueve musas en un parto múltiple. Estas musas fueron 9 (Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania)
En el panteón de la mitología griega, Mnemosine no era una deidad menor. Como Titánide de la memoria, no solo era la madre de las nueve Musas, sino la personificación de un concepto fundamental para la civilización: la memoria. A través de ella, las hazañas del pasado se preservan y se transmiten, dando forma a la identidad de un pueblo. En un mundo moderno asediado por la inmediatez y el olvido, el mito de Mnemosine adquiere una relevancia inusitada, sirviendo como una lente a través de la cual podemos entender la naturaleza de la crisis política que actualmente afecta a Europa.
La memoria colectiva, el dominio de Mnemosine, es la base de la identidad europea. Es una narrativa compleja y a menudo contradictoria, construida sobre siglos de conflictos, renacimientos y colaboraciones. Las heridas de las Guerras Mundiales, la división de la Guerra Fría y el largo proceso de integración económica y política son componentes cruciales de esta memoria. Las instituciones de la Unión Europea, de hecho, se construyeron sobre un acto de memoria deliberado: la convicción de que solo a través de la integración y el diálogo podría evitarse la repetición de los horrores del pasado. En este sentido, la Unión Europea es un monumento a Mnemosine, un recordatorio físico de los peligros del nacionalismo extremo y la fragmentación.
Sin embargo, la memoria es un terreno disputado. Los movimientos populistas y nacionalistas, que han ganado fuerza en todo el continente, a menudo invocan una memoria selectiva. Ignoran las lecciones de la integración y, en su lugar, evocan un pasado idealizado y un tanto ficticio de soberanía nacional incontaminada. Al explotar agravios históricos y miedos culturales, estos movimientos fomentan la amnesia sobre los beneficios de la cooperación y los costos devastadores del conflicto. La crisis de refugiados, las dificultades económicas y el Brexit no son solo desafíos políticos; son síntomas de una lucha por la narrativa, una batalla por el control de la memoria europea misma. La lección de Mnemosine es que un futuro cohesivo no puede construirse sobre una base de olvido.
La crisis política europea, por lo tanto, no es solo el resultado de políticas económicas o desafíos migratorios. Es una crisis de memoria y de identidad. El continente se enfrenta a un peligroso retroceso, arriesgándose a olvidar los cimientos sobre los que se construyó su paz y prosperidad moderna. Para que Europa supere su actual turbulencia, debe mirar honestamente a su pasado, abrazando tanto sus triunfos como sus tragedias. Solo al honrar la lección de Mnemosine y al recordar el valor de la memoria compartida, podrá Europa construir una narrativa más fuerte y resiliente, que supere las divisiones del presente y asegure un futuro de paz y cooperación.
Solo al honrar la lección de Mnemosine y al recordar el valor de la memoria compartida, podrá Europa construir una narrativa más fuerte y resiliente, que supere las divisiones del presente y asegure un futuro de paz y cooperación
«Urano engendró de nuevo hijos en Gea, los denominados Titanes: Océano, Ceo, Hiperión, Crío, Jápeto, y el más joven de todos, Crono; e hijas, las llamadas Titánides: Tetis, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Dione, Tea» (Apolodoro)
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Anamnesis
Recordemos la incompetencia profesional y académica, el abuso del lenguaje desfigurado, las leyes a medida de las tiranas minorías y las cabriolas del Gobierno por recalcular determinadas prácticas, retorciéndolas hasta llamarlas democráticas
Por María Dolores Muñoz
Helenista y profesora de Griego Clásico y Oratoria
Se reduce la matraca diaria de vergüenzas políticas. Se van desdibujando en nuestras mentes porque son muchas y superpuestas. Por ello es precisamente es la hora de la anamnesis. Esta palabra tiene un origen y proyección tan universales como atemporales. Significa algo así como «volver al recuerdo» (de, aná, «hacia atrás» ‘μνμ, mnéme’, «memoria»). En la mitología griegaMnemosine era una titánide que personificaba la capacidad del recuerdo. Está asociada al poder de la razón y el diálogo.
Curiosamente también está relacionada en su semántica con el término ‘aletheia‘, la verdad, que etimológicamente es «sin olvido». Representaba todo aquello que no está oculto a la mente humana. Por otra parte, amnesia, «sin recuerdo», era la negación de Mnemosine. Algunos pensadores entendieron «la verdad» como algo que hay que investigar. Es el prodigioso sentido actual de los mitos griegos.
Platón, consideró que la memoria es una facultad central y fundamental de los seres humanos, porque les permite recordar todos los conocimientos posibles. Por boca de Sócrates, habla del alma de los desgraciados como un tonel agujereado lleno de agua a la que la desconfianza y el olvido no le permitían retener nada. Esta metáfora la recogió siglos más tarde Kant, cuando dice que
«la falta de memoria es como un tonel agujereado, en el que todo lo que entra sale…».
Conviene, por tanto, hacer anamnesis de los acontecimientos, casi a modo de historia clínica de un paciente llamado democracia. Se aferran al poder políticos corruptos y de escrúpulos amorfos. Gente de bajos o nulos perfiles académicos y profesionales, ignorantes de nuestra historia y nuestras raíces, que pretenden reducir la justicia social hasta ajustarla al tamaño de sus estrechas mentes y estirar la amoralidad hasta el tamaño infinito de su ambición.
Se aferran al poder políticos corruptos y de escrúpulos amorfos. Gente de bajos o nulos perfiles académicos y profesionales, ignorantes de nuestra historia y nuestras raíces, que pretenden reducir la justicia social hasta ajustarla al tamaño de sus estrechas mentes y estirar la amoralidad hasta el tamaño infinito de su ambición.
Recordemos la incompetencia profesional y académica, el abuso del lenguaje desfigurado, las leyes a medida de las tiranas minorías y las cabriolas del Gobierno por recalcular determinadas prácticas, retorciéndolas hasta llamarlas democráticas. La corrupción, con cómplices, las sonrisitas sardónicas y la no asunción de responsabilidades. Hagamos anamnesis de todas las cosas que nos han indignado, como los burdos atentados contra nuestros recuerdos, que son, por cierto, parte de nuestra inteligencia. Cada día ha traído un escándalo más ominoso que el anterior.
Hay que refrescar la memoria de los ciudadanos que se ven desbordados por hechos que nos han traído a una situación de esquizofrénica política, donde una cosa y su contraria se dan por válidas, si el Gobierno y sus societes lo deciden. (Por cierto, etimológicamente esquizofrenia es mente dividida). Es difícil olvidar el descaro de la horda de estómagos agradecidos por unos privilegios, que jamás habrían obtenido trabajando, que ya amaga con hipocresía con tumbar lo que sea, ya aplaude servilmente revolcándose en su propia baba.
En Grecia, donde nació la democracia, el valor de la palabra dada, de la ética y el deber para con el Estado estaban por encima de los intereses privados. No existía la autocracia ni el poder absoluto, pues el sistema político heleno impedía que cualquiera que contase con apoyo social acaparase todo el poder en beneficio propio. Es decir, transgrediese ese código moral, procedente ya de tiempos míticos y que rezaba:
«Nada en exceso».
Tucídidesdecía, en el siglo V antes de Cristo, que la historia debe ser una adquisición para siempre. Que hay que aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Un siglo más tarde, Isócrates promovía la regeneración de la democracia mediante la deliberación política. Defendía que la discusión era un método efectivo para educar gobernantes y gobernados y limitar ambiciones personales.
Las enseñanzas de los antiguos griegos son importantes, porque son nuestra protección contra la arbitrariedad y las veleidades de gente, autoproclamada «políticamente correcta», que no son más que reformadores temporeros. Porque, cuando ellos y sus ridículas ocurrencias hayan desaparecido, Platón, Tucídideso Isócrates, entre otros muchos, seguirán existiendo, como seña de identidad, a la que siempre podremos retornar.
El mal llamado final de curso nos deja sumidos en un peligroso marasmo moral, o más exactamente, amoral, absolutamente antitético al progreso esencial. Es el amargo sabor de un remedo de democracia.
Quienes defienden que sus representantes políticos no tienen que tener estudios superiores adecuados a sus responsabilidades y cargos, están reflejando especularmente su propia imagen. Porque los gobiernos tienen un poder enorme en la vida de los ciudadanos; legislan y toman, o no, decisiones que nos afectan directamente y la formación, el esfuerzo y la disciplina de los estudios universitarios (terminados) pueden ayudarlos a ejercer mejor sus funciones. Su habilitación debería acreditarse mediante organismos de prestigio, independientes de la política. Tenemos que apartar de las instituciones a esos, muchos, farsantes, que son como un hada madrina cuya varita mágica lo pudre todo.
Cada sociedad tiene una historia, un bagaje. Conocerla sin sesgos es esencial para construir una convivencia que aleje de lo que de injusticia y división hubo en ella. Por no hablar de conflictos mayores.
En democracia, la concesión del poder y la permanencia en él corresponde exclusivamente a los votantes. Es necesario hacer cambios como limitar los años de cada mandato, para impedir que estos traficantes de paradojas y discutidores de realidades se eternicen en el poder mediante argucias antidemocráticas regresistas. Demócrito, el atomista del siglo V antes de Cristo, los describió como
«los miserables que acceden a los cargos, cuanto más indignos son al llegar a ellos, tanto más ociosos se hacen y más se llenan de engreimiento».
DEMOCRITO Y HERACLITO (Rubens)
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To MNEMOSYNE, or the GODDESS of MEMORY
The Fumigation from Frankincense
The consort I invoke of Jove [Zeus] divine, source of the holy, sweetly-speaking Nine; Free from th’ oblivion of the fallen mind, by whom the soul with intellect is join’d: Reason’s increase, and thought to thee belong, all-powerful, pleasant, vigilant, and strong: «Tis thine, to waken from lethargic rest all thoughts deposited within the breast; And nought neglecting, vigorous to excite the mental eye from dark oblivion’s night. Come, blessed power, thy mystic’s mem’ry wake to holy rites, and Lethe’s fetters break«.
Himnos Órficos (Siglos VI a III a.c.). Traducción de Thomas Taylor (1792)
Orfeo rodeado de animales. Mosaico romano antiguo de Palermo (Museo Arqueológico Regional de Palermo).
A MNEMOSYNE, o la DIOSA de la MEMORIA
La Fumigación del Incienso
Invoco a la consorte del divino Jove [Zeus],
fuente de las Nueve sagradas, de dulce elocuencia;
Libre del olvido de la mente caída,
por quien el alma al intelecto se une:
Tuyo es el aumento de la razón y el pensamiento,
toda poderosa, placentera, vigilante y fuerte:
«Es tu labor despertar del letárgico reposo todos los pensamientos guardados en el pecho; Y sin nada omitir, avivas con vigor el ojo de la mente desde la oscura noche del olvido. Ven, poder bendito, despierta la memoria de tu místico para los ritos sagrados, y rompe las cadenas de Lete».
Orfeo, en El Maestro, de Luis de Milán (1536), tocando una vihuela en vez de la clásica lira. La iconografía que lo acompaña, oculta en el paisaje y en el lema tiene mucho de críptica y mistérica, como era usual en la época. (por ejemplo, en la Hypnerotomachia Poliphili).
En el último verso, Lete (en griego antiguo Λήθη, Lḗthē) no se refiere a una persona, sino a un concepto fundamental de la mitología griega.
El Río del Olvido: Lete era uno de los cinco ríos del inframundo (el Hades). Según el mito, las almas de los muertos debían beber de sus aguas para olvidar por completo sus vidas pasadas y sus memorias terrenales antes de reencarnarse o entrar en los Campos Elíseos.
La Personificación del Olvido: El nombre «Lete» significa literalmente «olvido» u «ocultamiento«. Con el tiempo, además de ser un río, se convirtió en la personificación divina de la falta de memoria y el olvido.
En el contexto del poema, el autor invoca a una deidad de la memoria (probablemente Mnemósine, la madre de las Musas y consorte de Zeus) para que le ayude a superar la ignorancia y el letargo mental.
La frase «rompe las cadenas de Lete» es una poderosa metáfora. El poeta le pide a la diosa de la memoria que destruya las «ataduras del olvido» que aprisionan su mente, permitiéndole así recordar los ritos sagrados y alcanzar un estado superior de conciencia e intelecto.
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