UNA NOCHE EN LA ÓPERA
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UNA NOCHE EN LA ÓPERA (1935), película de los Hermanos Marx
En estos tiempos de extrema «corrección política», el viejo humor disparatado e irreverente de los Hermanos Marx se antoja un soplo de aire fresco. La trama es lo de menos. Importa más la manera en que Groucho, Chico y Harpo se burlan de las convenciones sociales y del mundo operístico.
La cinta recoge algunos de los momentos más logrados del trío: «La parte contratante de la primera parte…», la escena de la cena, la de las camas. Sin olvidar aquella que ha dado lugar al dicho «Parece el camarote de los hermanos Marx» (aplicado a un local o habitación atestada y, por extensión, a un gran desorden y confusión), y que incluye la célebre frase «Y también dos huevos duros».
A Night at the Opera fue dirigida por Sam Wood, quien dos años más tarde repetiría con Un día en las carreras. Se trató del primer largometraje de los Marx sin Zeppo, el menos cómico del antes cuarteto. Está considerada la obra cumbre de Groucho y compañía, junto a Sopa de ganso, su inmediata predecesora.
En 1993 la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la seleccionó para figurar en el Registro Nacional de Cine por su valor cultural e histórico.
Si nunca has visto una de sus películas, el humor de los Hermanos Marx te gustará por su agudeza e ingenio. No deja títere con cabeza, a menudo bajo formas y expresiones que hoy tacharíamos de inaceptables (por ejemplo, los esterotipos femeninos, encabezados por la habitual Margaret Dumont). Aún así, vale la pena acercarse a este modo peculiar de entender la comicidad.
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Ficha técnica
Título original: A Night at the Opera
Año: 1935
Duración: 94 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Sam Wood
Guion: George S. Kaufman, Morrie Ryskind
Reparto: The Marx Brothers (Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx), Margaret Dumont, Kitty Carlisle, Allan Jones, Sig Ruman, Walter Woolf King, Edward Keane, Robert Emmett O’Connor, Lorraine Bridges.
Música: Herbert Stothart
Fotografía: Merrit B. Gerstad (B&W)
Compañías: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Género: Comedia | Ópera
Sinopsis: Llevado por un extravagante sentido de los negocios, Groucho mete en un barco con destino a Nueva York a las grandes estrellas de la Ópera de Milán. A bordo viajan también unos polizones: Harpo y Chico. Entre los tres revolucionan el barco, organizan un escándalo en Nueva York y convierten la noche del estreno en una locura que el mundo de la ópera nunca podrá olvidar. (FILMAFFINITY)
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‘Una Noche en la Ópera’, cosi-cosa, it’s a wonderful world
Desde hace 14 años suelo reunirme todos los lunes por la noche con mi buen amigo Rubén para ver una película. De vez en cuando se nos une alguien a quien no le importa trasnochar a cambio de ver buen, o mal, cine, como este pasado lunes fue el caso y desde nuestra primera sesión, que se abrió con ‘El Diablo Dijo No‘ y ‘En Bandeja de Plata‘, allá por el 93, lo cierto es que hemos visto de todo, pero la película que más veces hemos visto es ‘Una Noche en la Ópera’.
¿Por qué? por dos sencillas y claras razones, una, y perdonadme la expresión, porque te escojonas viéndola, y otra, porque después de verla se tiene la agradable sensación de que el mundo es absolutamente maravilloso.
El loco argumento de ‘Una Noche en la Ópera’ nos lleva por ambientes musicales, más bien operísticos, como es fácil deducir de su título, en el que el farsante manager Otis B. Driftwood intenta hacerse un hueco en el mundo empresarial, contratando a un joven cantante al que nadie conoce, pero que Driftwood y dos personajes más, intentarán por todos los medios que actúe ante el gran público y obtenga el éxito que merece. Para ello tendrán que solventar muchos obstáculos.
Como casi todas las películas de los Hermanos Marx, por no decir todas, el argumento es lo de menos, aunque habría que decir que en ésta el guión es bastante más sólido que en otras ocasiones. Eso no es impedimento para que los hermanos más locos de la historia del cine nos regalen un montón de escenas que fueron totalmente improvisadas, pasándose las frases escritas en el guión por ya sabéis dónde.
De hecho, la famosa anécdota en la que George S. Kauffman en medio del rodaje de una secuencia exclamó: «¡Han dicho una frase mía!» pertenece a ‘Una Noche en la Ópera’, demostración palpable de cómo se puede hacer gran cine sin guión. Evidentemente, hablamos de humor absurdo, y en ese campo la cosa está más fácil.
También conviene resaltar que detrás de la cámara estaba un realizador con mucha solvencia, autor de unas cuantas obras maestras, Sam Wood, curiosamente el que filmó las dos mejores películas de los Marx junto con ‘Sopa de Ganso‘ del gran Leo McCarey, la otra es ‘Un Día en las Carreras‘.
Wood, al que dice que le ayudó el gran Edmund Goulding, imprime su estilo a todo el film, dotándolo de un ritmo absolutamente frenético, sin que éste decaiga ni lo más mínimo, ni siquiera cuando las consabidas canciones hacen acto de presencia en la trama de la película, y que aquí fueron insertadas para que pudiéramos disfrutar de las extraordinarias voces de Allan Jones y Kitty Carlise, y evidentemente de las aptitudes musicales de dos monstruos llamados Chico y Harpo.
Ninguna de esas intervenciones daña en absoluto el devenir de una historia tremendamente loca, si acaso lo que logra es que descansemos de tanto frenetismo, y en el caso de las canciones su incursión es más lógica ya que ayudan argumentalmente a la película como debe ser. Mencionar al respecto, la despedida en el muelle mientras la pareja de enamorados cantan el bellísimo ‘Alone‘, escena realmente curiosa, ya que está impregnada de un fuerte romanticismo con algunas gotas de lirismo.
Interpretativamente hablando qué voy a contar, los hermanos Marx no interpretaban, hacían reir como nadie, aunque eso también es interpretar, y si había que elegir entre los tres (al principio eran cuatro, pero del guaperas nos vamos a olvidar) la elección es fácil: Groucho, el genial, inimitable y sensacional Groucho.
Su entrada en escena es una de las más hilarantes que yo recuerdo: «Camarero, no vayas repitiendo mi nombre por ahí que yo no repito el tuyo» y toda la conversación posterior con el personaje interpretado con Margaret Dumont, pertenecen por derecho propio a los mejores momentos cómicos de todos los tiempos.
Me sería enormemente difícil destacar alguna de sus chispeantes frases por encima del resto. Mítico es el instante de los contratos y la primera parte contratante de la primera parte contratante (en versión original es mucho más desternillante), pero ahí están otros, como todo lo que suelta a lo largo y ancho de la secuencia que se desarrolla en la Ópera, en la parte final de la película. Sublime.
Una obra maestra como la copa de un pino, de esas que no hace falta decir nada, o hablar de ella durante días y días. Vista mil y una veces no pierde nada de su frescura, de su buen humor e incluso elegancia. Una de esas películas imprescindibles, capaz de levantarte el ánimo en una mala época. Esa es una de las funciones del cine como Arte. Vivan los hermanos Marx y la madre que los parió. Nunca habrá nadie como ellos. Nunca.
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Una noche en la ópera
El camarote de los hermanos Marx: ¿un guion genial o una genial improvisación?
Es una de las escenas más famosas del cine y una de las más versionadas y parodiadas
Esta secuencia de Una noche en la ópera dura 4 minutos y tiene a 18 personas en un pequeño espacio
Delirante, divertida, desternillante, genial. La secuencia del camarote de la película Una noche en la ópera es mítica, es historia del cine y, además, ha pasado a la cultura popular convertida en expresión e incluso en un dicho: ¡Esto está como el camarote de los Hermanos Marx! Lo escuchamos muchas veces y a gentes de distintas generaciones. ¿Quién no ha estado en una sala abarrotada de gente en la que apenas te puedes mover? Pero la frase tiene otros significados, y también se emplea para referirse a un grupo de personas, e incluso un asunto, en situación de caos.
4 minutos antológicos
La industria del cine tiene magia y es capaz de construir instantes que perduran y en momentos que trascienden a la película. ¿Qué tiene de especial la escena del camarote? Todo: el espacio, los diálogos, el toque surrealista, el aire absurdo, la genialidad de lo cómico. La secuencia dura cuatro minutos y empieza con Groucho Marx, un hombre de negocios que viaja en un barco.
Va a comer en su camarote y llama al camarero a voces para pedir la comida. «Un jugo (zumo) de cada clase, más dos huevos fritos, dos revueltos, dos pasados por agua y dos en tortilla«. Al otro lado de la puerta está Chico que hace su petición: “¡Y también dos huevos duros!”, y Groucho se lo comunica al camarero. Luego suena la bocina de Harpo y Groucho dice: “En lugar de dos, pon tres”. La comanda crece con más peticiones: los bistecs: uno crudo, otro hecho, otro más hecho y otro quemado… Y Chico añade: “Y también dos huevos duros”. Y Harpo vuelve a hacer sonar su bocina.
La escena continúa con Groucho pidiendo más comida: los pastelitos franceses y los bizcochos borrachos con unas gotas de amoniaco, más los dos huevos duros (“y uno de ellos de oca”).
18 personas en 5 metros cuadrados
Mientras aguarda que le traigan la comida, por el camarote van desfilando otra serie de personajes. Primero, las dos mujeres del servicio de habitaciones que entran a hacer la cama, en la que duerme profundamente Harpo. Luego entra la chica que va a hacer la manicura a Groucho Marx. «¿Cómo desea las uñas, cortas o largas?”. Y él responde: “Cortas, cada vez queda menos sitio por aquí”. Es entonces cuando llaman a la puerta y entra el fontanero, un tipo grande armado con un martillo y una llave enorme.
Y sigue entrando gente: la mujer que pregunta por otra persona y pide llamar por teléfono, la señora que viene a barrer y, a los que sí se esperaba, los cuatro camareros con bandejas cargadas con toda la comida que ha pedido Groucho. 15 personas y otros tres que hay dentro de uno de los baúles. ¡Y todos en 5 metros cuadrados! La escena termina con Margarett Dumont abriendo la puerta del camarote y…. digamos que es un momento que muchos comparan con el descorche de una botella de champán.
Improvisación o guión
Se dice que los diálogos fueron pura improvisación y que el guionista, George S. Kauffman, llegó a decir: «¡Han dicho una frase mía!”. Pero no todos opinan los mismo. Paco López escribe el blog ‘Una pizca de cine, música e historia’ otra versión. Dice que el todopoderoso Irving Thalberg quería hacer la película más divertida de los Hermanos Marx y exigió a Al Boabserg, otro de los guionistas, una escena que fuera inolvidable.
Boasberg fue obediente a pesar de estar harto de las formas de Thalberg y cuando terminó le dijo: «Sr. Thalberg. Ya lo tengo hecho, pero si lo quiere ver tendrá que ir a mi oficina y cogerlo. Yo me marcho a casa. Ahí se lo dejo”.
Cuando Thalberg fue al despacho en busca de aquella escena no encontró nada. Los Hermanos Marx ayudaron a buscar, pero no encontraban nada. Hasta que miraron en el techo y allí estaba, recortada en decenas de papelitos y clavados con chinchetas. “Nos costó cerca de cinco horas volver a recomponerlo, pero valía la pena, porque resultó ser el centro de una de las escenas más famosas que hemos hecho”, dijo Groucho.
La del camarote es una de las secuencias más divertidas del cine y su fama es tan grande que no todos saben el nombre de la película. La escena ha sido analizada, homenajeada y versionada. Billy Wilder le rinde homenaje en Con faldas y a lo loco: es la secuencia del tren, cuando las chicas, de la orquesta femenina se suben a la litera de Jack Lemmon, que huye de unos matones vestido de mujer. La litera es pequeña pero, termina tan abarrotada de gente como el camarote de los hermanos Marx.
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SOPA DE GANSO («Duck soup»), película de Los Hermanos Marx, 1933. («Duck soup»; «pan comido»)